-¿En qué estabas pensando?- volvió a cuestionar Lilith.
-Yo...yo... No puedo dejar que Aran se arriesgue así.- respondió.
-Aran estaba más que dispuesto a luchar contigo.-
-Lo sé.- respondió Peggy.- Pero no puedo perder a más gente.-
Acomodó el cuerpo débil de Aran bajo la sombra de un árbol y depósito un beso un su mejilla.
-Lo siento. Lo siento. Lo siento.- repetía en susurro la bruja antes de partir.
Peggy caminó hacia el bosque, con la lanza de metal aún en la mano, en dirección a donde creía estaba la guarida de Azid.
Nari les había dicho donde estaba así que, confiando en su mala memoria, rogaba llegar a tiempo. Lilith la seguía por detrás, hasta que insistió en subirla a su lomo y llegar más rápido.
Había sido una experiencia diferente el montar el lomo de un gran felino, pero si habían llegado con más rapidez.
Era una gran estructura de piedra, la cual podía pasar por una montaña a un ojo inexperto.
Entraron con cautela, deseando pasar por desapercibidas. Sin embargo, el lugar parecía en completa soledad.
-¿Me crees capaz de mentirte?- cuestionó la voz de Azid.
-Eres capaz de muchas cosas, Azid.- respondió Tovar.
Peggy se escondió detrás de una pared lo bastante grande para ocultar su figura pero aún así sentía la necesidad de encoger su cuerpo para esconderlo, sin mencionar que Lilith también debía ocultarse.
-Dijiste que no necesitabas todas las runas.- protesto Tovar.
-Y no las necesito.- respondió su hermana.
-Entonces despiertalos y terminemos con esto.-
Azid mantenía la mirada fija en su hermana, cuyos ojos violetas brillaban con fastidio.
-¿Y arruinar la diversión?- preguntó Azid con naturalidad.
Tovar gruñó con molestia, sabiendo que su hermana quería engañarla. Las runas en sus manos comenzaron a emitir, cada una, una brillante luz que hizo cesar la conversación.
Peggy sintió como la runa que ella misma resguardada en su cuello brillaba con intensidad y, una vez más, sintió como la magia recorría su cuerpo, llenándolo de energía y vigor.
Tomó la runa entre sus manos, agradecida por la cálida sensación que la magia le otorgaba y la disfrutó en silencio.
Demasiado silencio para su gusto.
Esa sensación punzante la atravesó de nuevo, mientras la magia de Azid las envolvía hasta dejarlas inmóviles.
-Que sorpresa.- dijo Azid cuando las sacó de su escondite.
La hechicera y su familiar se retorcían, tratando de liberarse de la magia de la Diosa del Caos, pero eran intentos inútiles. Aún con su magia de vuelta, no era suficiente para equilibrar aquella balanza.
-Te creí muerta, bruja.- dijo Azid.- Dijiste que estaba muerta, Tovar.-
Tovar, quien mantenía un semblante serio, simplemente encogió los hombros con indiferencia.
-Y me creíste.- dijo simple Tovar.
Azid rodó los ojos.
-Agradezco tu visita, bruja.- dijo Azid en voz melodiosa.- Pero es hora de irte.-
Azid se acercó a ella con una daga de enredadera de sol, dispuesta a darle el mismo destino que al resto de sus contrincantes. Hasta que Tovar la detuvo.
La diosa albina detenía el brazo de su hermana con enredaderas, privandola del placer de la victoria.
Azid volvió su vista hacia su hermana, quien se acercaba a ellas con aquella delicadeza que la caracterizaba.
Tomó el brazo de su hermana con suavidad y logró hacer que esta bajara el arma.
-No estas viendo todo el panorama, Azid.- dijo Tovar.
La mencionada volvió su vista a la castaña y, entonces, encontró la última runa que brillaba delicada sobre su pecho.
La diosa le arrancó la runa, dejándola, una vez más, indefensa. Aún así, algo no se sentía del todo diferente, pues aún lograba sentir la energía que las runas emanaban, aún fuera de su alcance.
Azid las dejó en el suelo con suavidad, para su sorpresa, pues estaba absorta en el nuevo poder entre sus manos.
Lilith se apresuró a asegurar el bienestar de la castaña, quien permanecía de rodillas. Peggy levantó la vista después de calmar a Lilith y encontró la mirada de Tovar sobre su su cuerpo.
La diosa la veía con una profunda mirada, como si estuviese espiando hasta el último rincón de su alma. Tovar no sólo veía a una pequeña bruja sin magia y en agonía, sino que lograba verse a si misma.
Las palabras que la bruja le había dicho anteriormente, esas donde aseguraba que eran iguales, permanecían en su conciencia y veía en aquella bruja a la solitaria mujer que alguna vez supo ser. Lograba ver en ella el mismo corazón roto que la había acompañado durante tantos siglos.
Una lagrima de empatía bajó por su rostro, pero Tovar fue hábil al limpiarla con rapidez.
Antes de volver la vista hacia su hermana, Tovar dejó caer la Runa del Fuego al suelo, al alcance de Peggy quien, con cautela, la tomó.
La magia de las runas se hizo presente una vez más, inundando el lugar de calor. Azid se encontraba de pie frente a la estatua de Cosmos y, con delicadeza, puso un dedo sobre la roca.
El mineral se iluminó, liberando a la Madre de Todo de su prisión. Cosmos tomó una gran bocanada de aire antes de volver su vista hacia Azid.
Azid respiraba con pesadez y sus labios temblaban a causa de la emoción.
-Lo logré...- dijo Azid.- Te vencí... Soy mas poderosa que tu... que Tovar.-
Los helados ojos de Cosmos la veían con lástima, pues sabía la causa de las acciones de Azid y lamentaba que la diosa hubiese caído en los brazos de la envidia.
Cosmos negó con la cabeza.
-Haces mal, Azid.- dijo Cosmos.
Azid frunció el ceño con enojo.
-Dilo.- respondió Azid.- Di que gané. Di que me amas. ¡Di que me amas tanto como a ella!-
Azid señalaba a su hermana, sin despegar su mirada de Cosmos, quien aún agonizaba de rodillas.
Cosmos no habló, sólo sostuvo su mirada estoica y fría, mientras Azid perdía el control.
La diosa del Caos, ciega de rabia y con el alma inundada de rencor, extendió sus brazos sobre su cabeza. Azid había formado un arma blanca, una daga, hecha de magia pura y punzante, que empuñaba con fuerza.
Intentó apuñalar a Cosmos, pero fue Tovar quien la detuvo. La diosa albina había invocado, de la misma manera, una espada que detenía el filo del arma en manos de Azid, obstruyendo su camino y estropeado sus planes.
-Muévete, Tovar.- exigió Azid.
Tovar empujó a su hermana lejos de Cosmos, aún empuñando la espada que había invocado.
-Estas rompiendo tu promesa.- dijo Tovar.
Azid se lanzó de nuevo contra su hermana, las armas chocaban y rechinaban como si se tratara de metal puro.
-No lo entiendes.- lloró Azid.- ¿Como podrías?-
-Se leal a tu promesa, Azid.- dijo Tovar.
Azid limpió las lágrimas que caían por sus mejillas, llenando de brea su rostro en el proceso.
-Tu no vas a hablarme sobre lealtad.- dijo.- No cuando fuiste tu quien me abandonó.-
El semblante de la diosa cambió por una fracción de segundo.
-Solo quería algo para mí.- dijo Tovar.-¿Puedes culparme?.-
Azid frunció el ceño.
-Si.- respondió.
La energía en el ambiente era confusa, punzante y ligera pero constante y ruidosa. Eran tantas sensaciones diferentes que confundían su cabeza, sin mencionar el cansancio y dolor que aún inundaban su cuerpo.
Peggy deseaba involucrarse, deseaba pelear y terminar con es batalla sin sentido pero, simplemente, le era imposible.
No cuando no peleaban contra ella.
Las hermanas peleaban contra sí mismas, olvidando su principal objetivo y a sus enemigos en común.
¿Tovar se había vuelto en contra de su hermana? ¿le había mentido y la había manipulado? ¿Tovar había traicionado a Azid?
Peggy corrió hacia Cosmos, quien la vio con sorpresa y alivio.
-Aún vives, pequeña bruja.- anunció Cosmos con una débil sonrisa en sus labios.
Peggy sonrió de vuelta.
-Apenas.- respondió.- ¿Qué está sucediendo?-
-Supongo que Azid actúa desde los celos.- respondió Cosmos.- Y me temo que es todo por mi culpa.-
Peggy cubrió su cabeza para protegerse de los escombros que caían desde lo alto de la guarida.
-Si, es cierto.- respondió Peggy.- Pero no es el momento de lamentarse.-
Una oleada de magia hizo cesar su conversación, logrando que volvieran su vista hacia las hermanas, quienes aún luchaban a la par de sus espadas y el respaldo de su magia.
-Toda mi vida, desde el inicio de la existencia.- ladró Tovar.- He dedicado mis días a ti, a protegerte de la ira de los dioses.-
La mirada de Azid se suavizó ante las palabras de su hermana.
-Miles de veces Cosmos amenazó con exiliarte y castigar tus descuidos y malas acciones.- continuó.- Yo te protegía porque eras mi responsabilidad, mi hermana.- las lágrimas caían por sus mejillas albinas, dejando un brillante camino por detrás.- Y al día siguiente, causabas desorden otra vez, y todo se repetía.-
-Tovar, yo te adoro.- lloró Azid.- Todo esto es por ti, para compensar todo lo que tu... Lo que ambas hemos sufrido.-
Tovar negó con la cabeza.
-Tu no hiciste esto por mí.- dijo.- No intentes disfrazar tu ambición con empatía.-
Azid se lanzó, nuevamente, contra su hermana, con todos los deseos de lastimarla y Tovar sólo podía provocarla cada vez más.
-Aún con toda la magia del universo.- dijo Tovar al derribar a su hermana y sostenerla contra el suelo.- Sigues siendo nada sin mi.-
-No es cierto.- aseguró la diosa menor.- Yo no necesito nada para ser mejor que tu.-
Azid se sacó a Tovar de encima, tomó las runas que colgaban de su cuello y las lanzó lejos de ambas. Entre ellas, la Runa de la Magia.
Tovar sonrió.
-Tu arrogancia será tu perdición, Azid.- dijo y, con ayuda de sus enredaderas, logró tomar las runas antes que su hermana.
Cosmos tomó el hombro de Peggy, señalando con la mirada las runas que Tovar sostenía sin cuidado. No hubo necesidad de hablar o dar instrucciones para que la castaña tomará acción.
Abrió un portal justo bajo sus pies, otro se abrió por encima de Tovar y, con rapidez y ayuda de la gravedad, Peggy logró arrebatar todas las runas de la mano de la diosa.
Cayó hacia otro portal que la llevó a varios metros lejos de ambas hermanas, quienes la veían con incredulidad.
Las runas, todas en conjunto, eran pesadas e irradiaban diferentes tipos de energía, todas diferentes, pero que se complementaban entre ellas.
-Ambas son arrogantes.- dijo Peggy, balanceando las runas en su mano.
La castaña amenazó con comenzar a conjurar un hechizo; sin embargo, Azid río ante sus amenazas.
-Usalas y morirás, bruja.- dijo Azid.
Peggy lo consideró por un momento, desvaneciendo el hechizo que conjuraba. El fugaz recuerdo de sus amigos, su familia, todos pasaron por su memoria.
Y, aún cuando estaba dispuesta a darlo todo por el bien de los demás, sabía que no podía morir aún, después de todos esos años.
No podía irse porque debía ir a la boda de Jim y Clara.
No podía morir porque no se había despedido de Zoe.
Aún debía disculparse con Aran y debía comprarle una botella nueva a Nomura.
No podía irse porque aún debía salvar a Douxie.
Ahora, lo veía más claro que nunca, había muchos motivos para quedarse.
Continuó con su hechizo, dibujando runas y símbolos en aire, los cuales se iluminaban casi al instante.
Azid se lanzó contra ella, pero fue detenida por su hermana, quien la sostuvo con fuerza, dispuesta a aceptar el destino que las envolvería a ambas.
Azid luchaba por librarse de su hermana y detener a la pequeña bruja que amenazaba sus vidas, mientras Tovar le urgía con la mirada para que terminará con ellas de una vez.
Con un último conjuro, aquella cueva se llenó de una luz que las cegó por unos segundos.
Peggy podía sentir como su cuerpo dolía a causa del exceso de magia que ahora la dominaba y causaba que las lágrimas brotatan de sus ojos a causa del dolor.
Había imaginado la muerte tantas veces que se sentía como una recuerdo cercano a su corazón, era calma y serenidad, la sentía pacífica y cálida.
No deseaba entregarse al dolor pues ahora deseaba quedarse a pelear, aún cuando hacía unas horas lo único que deseaba era morir.
Sin embargo su cuerpo ya no podía más, ya no le quedaban fuerzas suficientes para seguir luchando, ni siquiera para mantenerla de pie. Solo le quedaba la incertidumbre como único consuelo.
De pronto, todo su dolor se detuvo cuando, y a pesar de la intensa luz, la forma de Cosmos se puso de pie frente a ella para tomar las runas de su mano y continuar con su hechizo.
Peggy cerró los ojos cuando cayó al suelo, exhausta. Cuando la luz hubo disminuido y todo estuvo en calma sintió que finalmente podía respirar.
Tovar, incluso de rodillas e invadida por una extraña sensación de incomodidad, estaba sorprendida por el simple hecho de estar viva.
Paseó la vista por el lugar, sin encontrar a su hermana por ningún sitio. Lo único que pudo ver fue un simple charco de brea y, pronto entendió, que jamás volvería a ver a su hermana de nuevo.
Las amenazas de los dioses contra Azid al fin se habían cumplido y ahora sólo quedaba ella.
Cosmos se acercó con cautela, se puso de rodillas a su lado y tomó el rostro de Tovar entre sus manos. Tovar intentó retroceder, pero Cosmos no se lo permitió, así que sólo se resignó a observar, mientras su propia mirada se llenaba de dolor y lágrimas.
-Solo termina con esto.- dijo Tovar con voz entrecortada.
Las manos de Cosmos se iluminaron y el cuerpo de Tovar, poco a poco, comenzaba a llenarse de plantas de laurel y enredaderas.
-Lo siento mucho.- dijo Cosmos.- Por todo.-
Tovar sonrió una última vez, aceptando las disculpas de la diosa, y su cuerpo se desvaneció entre las plantas que la envolvían.
Cosmos limpio las lágrimas de su rostro y se puso de pie nuevamente, caminando hacia Peggy, quien permanecía en el suelo, con Lilith a su lado.
-Despierta, pequeña bruja.- dijo Cosmos.- Todo ha terminado ya.-
Al ver cómo la bruja no se movía, la diosa puso una mano sobre su frente y, en cuestión de segundos, los ojos de la bruja se abrieron con vigor, mientras tomaba una gran bocanada de aire.
Peggy inspeccionó el lugar con la mirada, encontrando nada más que paz en el ambiente. Revisó su cuerpo, sólo para asegurarse que no le faltaba ni un dedo y no había cicatrices nuevas decorando su piel.
Sus ojos, ahora llenos de esperanza e ilusión, se posaron sobre Cosmos, mientras la diosa conjuraba un nuevo hechizo.
Una oleada de energía le atravesó el cuerpo y pronto sintió toda la magia volver a ella. Así mismo, las estatuas en aquel perdido santuario comenzaron a volver a la vida.
La primera en despertar fue Adara, volviendo en si con un profundo jalón de aire, siendo seguida por Haru.
El sol volvió al cielo, dejando descansar a la luna y dando paso a una nueva mañana. Portales comenzaron a abrirse nuevamente, dando paso a Ming-Na, Ixtchel e Itzamná, vivo y en toda su forma.
Los dioses se regocijaban al verse de nuevo, juntos y a salvo.
-Pequeña bruja.- la llamó Cosmos, logrando captar la atención de la Corte Celestial.- Haz mostrado gran valentía y, debes saber, que tienes nuestra eterna gratitud.-
Peggy bajó la vista.
-Pero yo no las vencí, usted lo hizo.- dijo la castaña, sin poder sentirse digna de tal galardón.
-Has ayudado a una causa que no te correspondía.- dijo Adara.- Y has resuelto un problema que planeabamos ignorar por la eternidad.-
-¿Hay algo que podamos hacer por ti?- preguntó Cosmos.- Cómo compensación por tu gran sacrificio.-
Peggy guardó silencio, pensando con calma sus siguientes palabras.
-Se que debería decir que no, que lo hice por el amor a los humanos y a mi familia.- respondió Peggy.- Se que ahora es el momento para ser humilde, pero si deseo algo de ustedes.-
Cosmos arqueó una ceja ante la sinceridad de la bruja.
-Habla entonces.- ordenó.
°°°°
La luz del día comenzaba a acariciar el Castillo del Sol y la envolvían del suave calor de la madrugada.
Estaba tan emocionada como asustada y no entendía, en realidad, el porque.
Había ido a buscar a Aran y le encontró, sentada al centro de su clan, calmando a la pequeña Nari, quien lloraba sin control.
Cuando ambas la divisaron, el primero en saltar a recibirla había sido Aran, dándole un puño en el hombro antes que el abrazo.
Aún debía llamar a Zoe y avisarle que estaba bien y que todo había acabado ya, pero había perdido su celular por algún lado así que tendría que ir a buscarla en persona.
Los dioses le habían otorgado la oportunidad de obtener algo y, tuvo que pensarlo muy bien, pues no quería desperdiciar aquella oportunidad.
Lo primero y, sin dudarlo, que dejaran a Lilith quedarse, si era lo que la felina quería. Para su alegría, así había sido.
Lo segundo era la posibilidad de arreglar su hechizo mal hecho, a lo que los dioses le habían dado un viejo libro, perteneciente a Morgana, que se había perdido en la caída de Camelot.
Y por último, había rogado para que los dioses volvieran a Douxie a la vida, fuera de la prisión de piedra.
Ahora, ahí, a centímetros de la entrada, tenía tanto miedo como ganas de entrar. Temía que todo fuera un mal sueño y que, una vez más, su felices para siempre no fuera más que un cruel engaño.
Entró al santuario donde lo vio caer y, justo como antes de perecer, ahí estaba él, fuera de la roca, con una expresión perdida.
Peggy se acercó cuando él notó su presencia, tomando su rostro entre sus manos y observando sus ojos con cuidado.
Sin pensarlo más, lo envolvió en un abrazo que no deseaba terminar, sintiendo que está vez su felices para siempre era más real que nunca.
FIN
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Ahhhhh
Que? Capítulo final? Sin protagonistas muertos de por medio? Escritora te sientes bien???
Me gustan los finales felices👀✨
Mommy issues donde? En este cap no💀👀
Ahhh 3,000 me duelen los dedos😩
Ya subo el epílogo, no se me ✨estresen✨
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