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Creación

Todo esto ya lo sabéis... así que vamos al turrón, jaja, que ha llegado el capítulo final ^^

Espero que os guste el desenlace de esta historia, gracias a todos por estar ahí estos días.

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7.

Creación

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. . . Unos Días Después . . .

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Es curioso que cuando ocurre algo malo y todos lo saben, las personas tienden a no mencionarlo para preservar la falsa sensación de que no ha ocurrido. Esa actitud que pretende mantener la calma tiene algo de cobardía, por supuesto, pero en aquella ocasión en concreto, Ranma no tuvo tanto problema para sumarse a ella.

En los días que siguieron a la boda fallida nadie en la casa de los Tendo volvió a mencionar el desastre. Se impuso un acuerdo tácito y todos guardaron silencio. Estaba prohibido hacer comentarios, aunque era igual de evidente que todos tenían en la cabeza lo que había pasado.

Ranma descubrió que era mejor disimulando de lo que había pensado siempre. De vez en cuando le inundaban sentimientos no muy agradables, como cuando observaba las miradas que su padre y su tío intercambiaban. Eran miradas de tristeza y resignación, a veces acompañadas de alguna palmadita en la espalda en señal de apoyo mutuo... Se consolaban el uno al otro y a Ranma no le gustaba nada que hicieran ese papel de víctimas frente a él; al final su padre se había librado de recibir un castigo apropiado, pero no sabía que con esos gestos de falsa afección no hacía sino provocar la ira adormecida de su hijo.

Podía haber estallado en cualquier momento pero, contra todo pronóstico, el silencio prevaleció.

Incluso cuando tuvieron que llevar a cabo la amarga tarea de limpiar el dojo. Kasumi se puso al frente reclutando a las personas de la casa dispuestas a ayudar y les asignó tareas sin hacer referencia a lo ocurrido. Las tareas de limpieza y reparación se desarrollaron también sin mediar palabra. Ranma notó, no obstante, que cuando apareció por allí para ayudar, alguien había tenido el buen tino de deshacerse de los restos del barril.

Sospechó que había su madre... desde aquella noche fatídica, Ranma notaba que la mujer se esforzaba el doble por agradarle y complacerle. Era como si sospechara que Ranma había oído su conversación con las Tendo y tratara de compensarle por sus dudas; el chico no podía decirle que todo estaba bien sin admitir que la había espiado, así que intentaba agradecer sus esfuerzos con sincero cariño y paciencia.

Según pasaba el tiempo, el recuerdo de ese aciago día se iba suavizando; Ranma no olvidaría lo ocurrido pero, intentaba verlo desde un prisma distinto. Los recuerdos de todo lo malo y doloroso que le había sucedido aún estaban ahí, pero el chico hacía un gran esfuerzo por centrarse en lo positivo, en aquello que sí quería recordar y que esa sensación buena que nacía de ello fuera más fuerte que lo demás.

Tras limpiar el dojo, el ánimo de todos los habitantes de la casa mejoró mucho. Retirada la basura y los escombros, era como si parte de la negatividad de lo que había pasado también se hubiera ido. Aunque aún le sobrecogía ver los agujeros en el suelo y el techo, así como las quemaduras y las marcas de la pelea. Quedó claro que si tenían que esperar a reunir el dinero suficiente pasarían meses antes de que el dojo Tendo pudiera ponerse en marcha de nuevo. De modo que Ranma se remangó y anunció que él mismo lo repararía.

Aunque Akane le había sonreído con burla al preguntarle si de verdad se creía capaz de una reparación como esa, el chico estaba convencido. Y descubrió que, a falta de poder entrenar como antes, las horas que pasaba a solas en el dojo trabajando le hacían sentir muy bien. Su mente se vaciaba de preocupaciones y le embargaba una agradable sensación de orgullo y utilidad.

Y le venía bien, porque aunque todo parecía estar en calma, aún había algunas sombras en su pensamiento que lo tenían inquieto.

Si bien era cierto que desde el día de la boda no habían vuelto a tener visitas inesperadas (y desagradables) por allí, Ranma se mantenía vigilante a la espera de que alguien llegara en busca de venganza. Aquel día se había despachado sin contemplaciones con mucha gente, era extraño que todos estuvieran haciendo caso a su prohibición de acercarse con tanta docilidad.

No quería hacerse ilusiones y pensar que todos los problemas que llevaba más de un año arrastrando se habían resuelto en una noche. Había sentido la tentación de ir él mismo a descubrir si es que sus enemigos tramaban algo, pero se dijo que agitar el avispero de esa forma solo le traería malas consecuencias. Lo que debía hacer era disfrutar de esos momentos de paz y no desconfiar. Si al final alguien acudía en busca de pelea, él sabía muy bien lo que hacer pues su determinación de hacerse respetar no había cambiado; si acaso era más fuerte y poderosa cada día que pasaba.

Además había otra cosa más preocupante para él y esta sí estaba dentro del dojo.

Nabiki.

Desde el extraño encuentro que tuvieron y su discusión por el vestido, la mediana no dejaba de acecharles a Akane y a él. Sobre todo a él. Ranma estaba seguro de que se olía que algo había cambiado entre Akane y él y no les quitaba los ojos de encima con el fin de obtener pruebas. Lo habría hecho de todos modos, pero él sabía que si les perseguía con tanta insistencia era sobre todo porque él la amenazó con destruir sus negocios. Quizás no debió hacerlo, pero cuando recordaba lo bien que se sintió después de ponerla en su sitio Ranma se decía que estaba bien hecho.

En cualquier caso, Akane y él estaban siendo cuidadosos con su nueva relación. No querían que su familia descubriera el secreto tan rápido y corrieran a organizar una nueva boda para ellos. De ningún modo querían que se repitiera ese infierno.

Aunque ocultar sus sentimientos mutuos viviendo bajo el mismo techo no estaba siendo nada fácil. En un principio decidieron, por ser lo más seguro, reservar sus gestos románticos para la noche, cuando estuvieran seguros de que el resto de la familia dormía. Cerraban la puerta del cuarto de Akane, corrían las cortinas y hablaban en voz muy baja... no querían correr ningún riesgo.

Al principio.

Pronto se dieron cuenta de que no les bastaba con compartir esos escasos momentos de madrugada. Había sido demasiado tiempo reprimiendo lo que sentían el uno por el otro y ahora les desbordaba. Cada vez que se cruzaban en un pasillo de la casa, hubiera alguien delante o no, Ranma sentía como un estallido cuando sus miradas se cruzaban. Sus instintos, cada vez más acostumbrados a ser satisfechos, le exigían abrazarla y acariciarla cada vez que se encontraban y era doblemente doloroso tener que ignorarlos porque había aprendido a reconocerlos también en los ojos de Akane.

Así que empezaron a ceder a esos instintos.

Sus manos empezaron a rozarse al pasar, las sonrisas que intercambiaban durante las comidas cuando los demás estaban distraídos eran más cálidas de lo normal y si por un casual se encontraban en un cuarto vacío... ¡Ranma se ponía rojo cuando lo pensaba! Pero es que no podía esperar todo un largo día para besarla. Y Akane tampoco; al final no era tanto que se encontraran por casualidad en una habitación vacía, sino que uno de los dos se escabullía y el otro, siempre vigilante, le seguía sin remedio.

Sin darse cuenta habían creado un código secreto de miradas y gestos inofensivos para comunicarse, o quizás es que cada vez les resultaba más fácil leerse el uno al otro. Ranma pensó que, como mínimo, debían dedicar algunos momentos al día a discutir o insultarse delante de su familia como hacían antes para que nadie sospechara, pero era consciente de que cuando lo intentaban sonaba forzado y falso.

Si al menos nadie les hubiera prestado atención... Pero Nabiki estaba al acecho.

Bastante trabajo le costaba ya al chico tratar de disimular su buen humor, esa felicidad absoluta que ahora acompañaba sus días, pasara lo que pasara. Si se enfadaba, se frustraba o se agobiada, solo tenía que pensar en Akane y todo desparecía. Era como uno de esos días de viento que mueve las nubes a toda velocidad; de pronto todo está oscuro porque tapan el sol, y al minuto siguiente se despeja y la luz lo inunda todo.

Era una sensación maravillosa y eso, por desgracia, le invitaba a relajarse y bajar la guardia. Ranma sabía que aquel preciado secreto no podría estar oculto para siempre... Quizás no lo estaría si quiera tanto tiempo como a él le habría gustado.

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Por lo general Ranma siempre acudía a la hora del desayuno emocionado, imaginando que delicias habría preparado Kasumi ese día. Era su comida favorita del día, también porque a esas horas su padre seguía medio dormido y le molestaba menos. Comía a dos carrillos y el resto del día lo pasaba repleto de energía.

Ahora, sentado frente a la mesita y con su festín particular dispuesto ante él, Ranma estaba emocionado pero el furioso cosquilleo que sentía en su estómago bullía sobre todo cuando miraba hacia la puerta entre abierta del comedor. Akane bajaría de su cuarto de un momento a otro.

¡Se moría de ganas por verla!

La noche anterior, sus padres habían discutido y Nodoka mandó a Genma dormir fuera del dormitorio de ambos. Su padre se había arrastrado hasta el cuartito del chico y lo había ocupado sin vergüenza alguna, pese a la negativa tajante de su hijo. Al final se quedó dormido como un ceporro, bloqueando la puerta de la habitación para más inri. Ranma se resignó a quedarse allí; habría sido una locura acudir al cuarto de su prometida con su padre tan cerca.

Maldito viejo rezongaba cada vez que le veía de reojo, tragando el desayuno como si nada. Más le vale hacer las paces con mamá antes de esta noche o...

—¿Alguien ha ido a despertar a Akane? —preguntó Soun, de repente. Ranma dejó de estrangular a su padre con la mirada y se irguió sobre el suelo.

—Yo sí —respondió Kasumi, sirviendo más porciones de comida para todos—. Pero ya sabes lo perezosa que es y más en sábado...

—Antes madrugaba todos los días para ir a correr —apuntó Nabiki, entornando los ojos—. Pero ahora le cuesta levantarse temprano, es como si durmiera mal o algo así...

Ranma giró su cabeza hacia ella con la rigidez de un resorte, por supuesto Nabiki le sonreía divertida.

—¿Pasa algo, papá?

—No, solo quería hablar con ella y con Ranma —respondió. Calló unos segundos durante los cuales su bigote se agitó de forma graciosa—. Sobre, en fin... sobre la boda.

El chico dejó caer los palillos, sorprendido, pero su tío bajó los ojos como un rayo y siguió comiendo.

Bueno, ¿y ahora qué pasa con eso?

¿Es que ya iban a empezar a molestarles otra vez con ese asunto? Meneó la cabeza y se llenó la boca con comida. Todo ese tiempo de calma había sido demasiado bonito...

Por fin, escuchó las pisadas bajando por las escaleras y después sobre el suelo del pasillo. El corazón se le aceleró, pero disimuló manteniendo los ojos en su plato. Las puertas del comedor se abrieron y escuchó su voz.

—Buenos días... —Y también la oyó bostezar.

Los demás respondieron y él también lo hizo, aunque sin levantar la vista. Por el rabillo del ojo vio que Akane se dirigía hacia él y sintió cuando tomó asiento a su lado, como siempre. Se puso un poco tenso, no supo por qué, pero se controló.

—Aquí tienes, Akane —Kasumi le pasó a su hermana los cuencos con sus raciones y la otra los tomó.

—Gracias —Lo colocó todo delante de ella y cogió los palillos para remover la sopa. Lo hizo distraída, frotándose un ojo con la otra mano que después bajó al suelo. En silencio, la mano se movió hasta la pierna del chico donde dio unos toquecitos con la punta del dedo índice. Después lo deslizó sobre la tela del pantalón formando los caracteres.

Buenos días.

Ranma se quedó quieto hasta que la mano se retiró. Las palpitaciones que sentía hicieron que su dedo temblara, y que únicamente fuera capaz de formar la palabra hola sobre la pierna de la chica.

Pero ella sonrió justo antes de llevarse la primera ración de comida a la boca y él lo vio. Suspiró por lo bajo, pero al menos no se puso rojo.

De pronto, Soun carraspeó y Ranma volvió a la realidad.

—Hija mía, te estaba esperando —anunció él.

—¿Eh? ¿Y eso?

—Bueno solo quería deciros que... Genma y yo hemos estado hablando y... como la boda no pudo llevarse a cabo por una serie de inconvenientes ajenos a la familia —empezó a decir, con dificultad—; lo más lógico sería aplazarla por el momento.

—Aunque lo ocurrido no cambia nada —apuntó Genma de inmediato—. El compromiso sigue en pie. Así como los planes de futuro para el dojo y la escuela.

—Pero... —Nodoka, a su lado, intervino con una mirada muy seria que dirigió a los dos hombres—; por supuesto, queremos que vosotros dos también participéis en la elección de la nueva fecha. Es vuestra boda y no vamos a presionaros, ni a volver a organizarla sin vuestro permiso.

Ranma sonrió a su madre. No quiso echar las campanas al vuelo, pero si lo que estaban diciendo era cierto no podían darles mejor noticia. Si la decisión última dependía de ellos dos, ya no tendrían que temer una nueva encerrona, ni trampas ni artimañas para llevarles al altar obligados.

—Es genial —dijo él—. Siempre y cuando lo cumpláis.

—Pues claro que sí, hijo... hemos aprendido la lección.

Sí, sin duda se fiaba de su madre y su sinceridad, pero no podía decir lo mismo de los patriarcas. Incluso en esos instantes les miraban con sendos semblantes coloreados de anhelo.

—De todos modos, por ahora no habrá boda —declaró Akane, más tranquila—. Ranma y yo somos demasiado jóvenes como para pensar en eso.

Por debajo de la mesa, la chica le dio un toquecito en la pierna.

—Es verdad, además a mí solo me interesa convertirme en el mejor artista marcial de todos —apoyó él. Su mano agarró la de la chica y la estrechó; ella intentó soltarse de forma que sus dedos batallaron contra los de él en un absurdo juego que solían alargar durante las comidas y las cenas—. Y tengo por delante la reparación del dojo. Eso me llevará mucho tiempo.

—Eso seguro —murmuró Akane soltando una risita. Sus dedos se deslizaron justo cuando Ranma cerraba el puño.

—Oye, ¿qué significa eso? ¡¿No crees que sea capaz de arreglarlo?!

—El agujero del techo es más grande ahora que cuando empezaste...

Akane le acarició la muñeca y él trató de agarrarla de nuevo.

—¡Es que hay que reforzar la estructura primero!

Movió su pulgar sobre la palma de la chica y ella entrelazó sus dedos por fin.

—Lo que pasa es que no sabes lo que haces... —se burló ella.

—¡Claro que lo sé!

—¿Podéis parar de una vez con esa tontería? Dejad ya de tomarnos por tontos —Nabiki les interrumpió de repente y los chicos, nerviosos, se soltaron y miraron al frente. La mediana chasqueó la lengua—. Es demasiado patético...

—¿A qué te refieres, Nabiki? —preguntó Soun.

Les señaló con los palillos y anunció:

—Estos dos ya están juntos —Los prometidos dieron un respingo y el resto de los presentes contuvo el aliento—. Duermen juntos todas las noches, salvo ayer... Van por toda la casa dándose besitos y babeando el uno por el otro.

Ranma frunció el ceño, enfadado. No solo sospechaba, ¡lo sabía todo! Estaba seguro de que los había estado espiando, pero no creyó que los descubriría de esa forma tan vil. No era propio de ella; ni siquiera había intentado chantajearles para guardar el secreto. Además, tampoco se la veía triunfante por su éxito en avergonzarlos sino... casi parecía que al hablar lo hiciera con fastidio.

Debía haber tomado muy en serio las palabras de Ranma cuando le dijo que no les sacaría más dinero y por eso ni lo había intentado.

—Hija... —Soun Tendo, con los ojos enormes y bañados en lágrimas, se volvió hacía Akane que respondió con una mueca de terror—. ¿Es eso verdad?

Genma y Nodoka aguardaban con las bocas abiertas y Kasumi se había llevado el puño a la suya.

Akane, ahora sí roja, miró a todos lados pero no al chico. Separó los labios pero solo salieron de ellos desconcertantes balbuceos; era incapaz de decir nada claro. Ranma la observó, preocupado y sin pensar lo que hacía, alargó un brazo que cayó sobre los hombros de la chica, atrayéndola hacia sí.

Encaró a los demás y soltó.

—Sí, es cierto —Todos, incluida Nabiki, ahogaron una exclamación, pero Ranma no les dejó hablar—. Estamos juntos. Nos queremos. Pero eso no significa que vayamos a casarnos ahora mismo, ni mucho menos. Así que nada de empezar a organizar una nueva boda porque seremos nosotros quienes decidamos todo esta vez.

>>. Y por si se os ocurriera algún otro plan absurdo como el de la última vez, sabed que Akane y yo nos iremos muy lejos, sin importar lo que pase con el dojo, la escuela o vosotros. ¿Está claro?

Nadie respondió ante tal discurso. Ni siquiera Akane pudo decir nada.

Ay... ¿qué acabo de hacer? Se preguntó él al ver las muecas de desconcierto de los demás. ¿Debería haberme callado? ¿Debería haberlo negado todo?

Presa del pánico, Ranma se levantó y salió del comedor a toda prisa. Con el rostro ardiéndole huyó rumbo al dojo sin mirar atrás.

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Después de un buen rato dando vueltas en el interior del dojo, esquivando los tablones de madera y las cajas de herramientas, Ranma logró calmarse y se dejó caer sobre sus piernas cruzadas.

Resopló para despejarse, pero el enfado seguía ahí. Nabiki era una miserable por haberles expuesto de esa forma tan despreciable. ¿Por qué lo habría hecho sino para vengarse de lo que él le dijo la noche de la boda? Así que, en parte, era su culpa.

Seguro que Akane también lo piensa... Y entonces se dio cuenta de algo. ¡Akane! Se volvió de golpe hacia la puerta. ¡Me he ido sin más y la he dejado allí!

¡Después de lo que había dicho! Estaba tan alterado que actuó sin pensar, y cuando volvió en sí se marchó antes de que nadie pudiera decirle nada. Debería haberse llevado a Akane con él. La estarían molestando a ella con miles de preguntas y todo tipo de tonterías.

Va a matarme se dijo y bajó la cabeza. Ahora sí que iba a estar furiosa de verdad con él. ¿Cómo podía haber sido tan tonto?

Lo que menos quería era que Akane se enfadara con él ahora... ¿Y si estaba días sin hablarle como antes? Bueno, quizás eso no pasaría si él se disculpaba de inmediato. ¿Le pegaría con su mazo para desquitarse? Hacía ya bastante que eso no ocurría, aunque él lo soportaría.

La perspectiva de encarar a una Akane enfadada después de haber convivido los últimos días con la Akane enamorada, se le antojaba extraña y desagradable, aunque esa situación se hubiera repetido tantas veces a lo largo de su relación anterior. Akane había estado enfadada con él casi desde el minuto en que se conocieron; y él con ella, claro. A veces tanto y durante tanto tiempo que no sabía lo que hacer para calmarse y necesitaba pararse a recordar buenos momentos que hubieran pasado juntos para seguir adelante.

Ranma había desarrollado un truco para eso a lo largo de aquel año.

Echó un nuevo vistazo a la puerta y se cercioró de que estaba cerrada. Reparando el dojo había descubierto una zona cerca de un rincón donde algunos tablones estaban sueltos. Al sacarlos para repararlos, no pudo dejar de notar que el espacio que quedaba debajo del suelo era amplio y estaba bien conservado; no había insectos, ni humedad que pudieran deteriorarlo. Era el escondite perfecto para guardar algo realmente valioso.

Gateó hasta allí y con cuidado, sacó las tablas. Extrajo una caja de metal que colocó sobre su regazo tras apoyar la espalda en la pared.

Aquella caja pertenecía a Ranma desde siempre. No recordaba de dónde había salido, pero era resistente y había logrado ocultársela al oportunista de su padre durante los años de viajes por el mundo. En ella había guardado siempre sus escasas pertenencias de valor, algunos recuerdos de cuando era niño y el poco dinero que conseguía reunir realizando trabajos a espaldas de Genma.

También fue ahí donde guardó los primeros regalos que le hizo su madre tras reencontrarse con ella. Todo lo valioso acababa ahí. La caja había estado oculta por todas partes de la casa ante la posibilidad de que alguien la encontrara; al fondo del armario que compartía con su padre, envuelta en mantas y calcetines apestosos para ahuyentar a curiosos. Después enterrada en el jardín de los Tendo, una temporada estuvo atada a una teja del tejado. Se la llevó consigo a su nuevo cuarto, pero era tan pequeño que no encontró muchos escondites para ella y tuvo que moverla cuando su padre empezó a ir allí a dormir.

Por eso, cuando encontró ese rincón bajo las tablas, le pareció el lugar perfecto para ocultarla.

Ahora no tenía ni un triste yen que guardar ahí, pero era donde reposaban sus preciados recuerdos; más en concreto, sus recuerdos de Akane. Aquellos a los que volvía cuando necesitaba calmarse para hacer las paces con ella.

Ranma abrió la tapa y la dejó en el suelo. Echó un vistazo dentro y su ánimo comenzó a apaciguarse.

Al decir recuerdos, se refería más a ciertos objetos que le hacían recordar momentos importantes compartidos con la chica. Ranma metió la mano y lo primero que extrajo fue, el que era su recuerdo más preciado. Se trataba de una trenza de cabello azulado sujeta en un extremo por una cinta amarilla.

El cabello de Akane que Ryoga cortó con su paraguas.

Después de que Akane se fuera aquel día con su maravillosa melena destruida, Ranma recogió su cabello con la intención de devolvérselo. Todo el mundo decía que para una chica su pelo era muy importante, y en su inocencia pensó que, una vez que a su prometida se le pasara el berrinche, quizás querría recuperarlo. Puede que... ¿guardarlo como recuerdo?

Se lo llevó con él a casa, a la espera de un buen momento para dárselo pero... después pasó todo lo del doctor Tofú; de algún modo Ranma relacionó el cabello largo de la chica con el médico y ya no le pareció tan buena idea devolvérselo. Si Akane lo conservaba... ¿no era como conservar algo de los sentimientos que tuvo por el doctor? Además, Akane parecía a gusto con su nueva imagen y Ranma pensó que ya no tenía sentido.

Decidió tirarlo sin más. Sin embargo... no pudo.

Era un recuerdo preciado porque, a fin de cuentas, Akane lo perdió porque quiso ayudarle. Quiso protegerle... aun cuando apenas se conocían. Por eso, cuando ambos se enfadaban y se retiraban la palabra, Ranma tomaba el cabello de la chica en su mano. Se quedaba sosteniéndolo, mirándolo y recordando el modo en que ella le había prestado ayuda sacrificando algo tan valioso para ella. Eso le ayudaba a calmarse lo suficiente como para ir a buscarla y disculparse.

Con el tiempo trenzó los cabellos (era un experto en eso) para conservarlos mejor y supo que ya no podría deshacerse de ellos.

A partir de ahí fue que empezó a recolectar nuevos recuerdos.

Ahora la caja estaba mucho más llena y le costaba menos tiempo tranquilizarse y pedir disculpas cuando metía la pata.

Soltó la trenza sobre su pierna y empezó a sacar los demás, sintiendo que su corazón se iba aligerando poco a poco.

Ahí estaba la cuerda de uno de los patines de Akane, los que usó en su batalla contra Sanzenin y Azusa; Ranma lo tomó para recordar cómo ese día habían patinado en equipo y ninguno había dejado atrás al otro. Ese día Akane le cogió la mano cuando él estaba tirado en el hielo destrozado y él pudo ver auténtica preocupación en sus ojos.

Guardaba un pedazo del papel que Akane se arriesgó a recuperar para él cuando se enfrentó al maestro después de que este le convirtiera en un debilucho. La chica se lanzó al huracán para entregárselo y estuvo a punto de morir solo para devolverle su fuerza. Incluso no dudó en seguirle aunque hubiera perdido su fortaleza.

Tenía el corazón de chocolate que le regaló por San Valentín (no pudo comérselo, quería conservarlo), la bufanda que le hizo para Navidad... tantas cosas, de tantos momentos en los que Akane le había demostrado su afecto.

No guardó nada, sin embargo, de Jusenkyo a pesar de que Akane sacrificó su vida por salvarle. Era algo que jamás olvidaría, en cualquier caso.

Lo más reciente que había añadido a la caja era uno de los adornos florales del fatídico vestido de novia de la chica. Decidió guardarlo antes de hacerlo añicos porque... aunque había sido un día horrible en general, había algo bueno que querría recordar para siempre.

Tras repasar todos sus recuerdos, Ranma los devolvió a la caja y la ocultó nuevamente bajo los tablones. Ahora sí, estaba listo para buscar a Akane y pedir disculpas las veces que hicieran falta.

De repente, la puerta del dojo se abrió y el chico se volvió, aún en el suelo. Por suerte acababa de tapar el escondite cuando Akane entró. Desde allí ya le lanzó una mirada no muy halagüeña. Fue hacia él agitando las caderas de un modo tan peligroso que el chico no se atrevió ni a levantarse.

Akane puso los brazos en jarra y le miró.

—¡¿Te has vuelto loco?! —Le soltó de primeras—. ¡¿Cómo dices algo así y luego sales corriendo?! ¡¿Tienes idea de lo que he tenido que soportar?!

—¿Ha sido... muy horrible?

—¡Pues claro que lo ha sido! —El rostro de Akane se ruborizó—. Me han hecho todo tipo de preguntas íntimas... ¡Al parecer dan por hecho que muy pronto serán abuelos! —Ranma dio un respingo, apartando la mirada.

—¡¿C-cómo... se les ocurre?! —exclamó escandalizado. Se rascó la cabeza y carraspeó—. ¿Y... de la... boda?

—Han prometido no intervenir en eso, aunque... —Akane meneó la cabeza—; por las caras que ponían, será mejor tener la mochila preparada para huir en cualquier momento.

—¿Y qué pasará con la reparación del dojo? —preguntó él, frunciendo el ceño.

Akane puso los ojos en blanco.

—¿Aún sigues con eso?

—¡Puedo hacerlo!

—¡Claro que no! ¡Mira este lugar!

—¡Estoy reutilizando materiales, es normal que tenga este aspecto!

Ambos resoplaron y apartaron la mirada. Unos segundos más tarde, suspiraron a la vez y se miraron. Ranma miró la puerta cerrada y le tendió la mano; Akane se hizo un poco de rogar, pero acabó cogiendola y se dejó caer con suavidad sobre las piernas del chico. La rodeó con sus brazos y ella se acurrucó contra su pecho.

Sonrieron con los ojos cerrados.

Akane echó hacia atrás la cabeza para mirarle con las mejillas encendidas.

—Te quiero mucho —Le dijo, inflando el corazón del chico—. Pero como vuelvas a dejarme sola con ellos, yo... —Calló, de pronto, pensativa. Akane ya no recurría a la violencia, así que le costaba más encontrar modos de presionar al chico pero sus ojos se iluminaron al dar con la amenaza perfecta—. Nada de besos en un mes.

Ranma rio, creyendo que era una broma, pero después abrió los ojos asustado.

—¿Qué? ¡¿Un mes entero?! ¡Eso no es justo! —Se quejó. Sacudió la cabeza y volvió a sonreír—. ¿Qué digo? ¡Tú tampoco resistirás un mes entero sin besarme!

—¡Claro que sí!

El chico inclinó la cabeza hacia ella pero Akane le empujó poniéndole un dedo en la nariz. Ranma chistó.

—Está bien, no volveré a hacerlo —claudicó patéticamente, casi sin oponer resistencia. De todos modos, no había sido muy valiente por su parte salir corriendo de esa manera y no estaba dispuesto a repetirlo. Akane sonrió, victoriosa y le echó los brazos al cuello para atraerle hacia ella y besarle.

Rieron y se besaron una y otra vez en el silencio del dojo, creyéndose a salvo de las presiones de su familia y de miradas indiscretas. Libres para dar rienda suelta a su amor, mucho más inocente y puro de lo que, al parecer, los entrometidos de sus padres creían.

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Par de bobos pensó, chasqueando la lengua. No vale la pena ni molestarse en hacer una fotografía.

No obstante, Nabiki sin apartar la mirada, tensó los labios sintiéndose un tanto frustrada.

Ya habían pasado unas semanas desde que descubrió la nueva y floreciente relación entre Ranma y Akane. Al principio pensó que aquello era un auténtico golpe de suerte para ella y por ello, quizás de manera prematura, se puso a fantasear con la cantidad de posibilidades que se abrían ante sus ojos en cuanto obtuviera las pruebas necesarias. Sí... las amenazas de Ranma le habían entrado por un oído y salido por el otro; lo único que quedó en ella fue el amargo regusto de la humillación que la había hecho sentir con su actitud ofuscada y ese agarrón en la muñeca.

¡Mira que atreverse a hablarla así! Aunque Nabiki tenía que reconocer que era la primera vez que sentía algo parecido a auténtico respeto por Ranma. El chico siempre se sometía a las injusticias y malos tratos que recibía por parte de todos; incluida ella, ni siquiera trataba de liberarse de sus chantajes, solía agachar la cabeza y asumirlo todo como si no tuviera otro remedio. Pero verle plantar cara y rebelarse contra ella, la verdad, le había provocado algo por dentro.

Ni que decir tiene que Nabiki quedó también bastante sorprendida cuando oyó sobre el resto de encuentros que Ranma había tenido ese día y el modo en que había enfrentado todos sus problemas.

Pero, el negocio era el negocio. Y a pesar de todo, la mediana seguía molesta y no pensaba dejar ir la oportunidad de vengarse de él y aumentar su pequeña fortuna gracias a ellos y sus secretos. Por eso, se había entregado en cuerpo y alma para destapar aquella relación secreta y había obtenido pruebas fotográficas de todo lo que valía la pena. Tenía fotos de ambos escabulléndose a cuartos vacíos, de sus abrazos interminables, sus caricias furtivas bajo la mesa, de los besos que intercambiaban y esas insulsas sonrisitas de tontos que se les quedaban y, cómo no, de los tortolitos durmiendo juntos en la cama de Akane.

¡Sí, se había hecho con todo! Todo lo que había estado pasando entre ellos estaba perfecta y rigurosamente documentado en imágenes y listo para ser vendido al mejor postor.

Nabiki estaba, como siempre, muy orgullosa de sí misma. Lo que había logrado estaba muy bien, sin embargo ella aún esperaba impaciente por hacerse con el premio gordo.

Aunque de todos era sabido que Ranma y su hermanita eran un par de los ejemplares más inocentones y tímidos que jamás habían existido sobre la tierra, seguían teniendo hormonas como cualquier otro adolescente normal y Nabiki quiso creer que, antes o después, dichas hormonas los empujarían a pasar al siguiente nivel de intimidad en su relación. Y por supuesto allí estaría ella, cámara en mano, para grabar tal esperado momento.

Estaba convencida de que con eso podría incluso jubilarme rememoró, sintiéndose un poco tonta.

Había esperado y esperado, alerta y vigilante, pero por más noches que pasaban juntos nunca habían ido más lejos de los besos y las caricias. Y no era porque alguno de los dos reprimiera al otro por dudas o miedo, no. Ese par de idiotas parecían felices y contentos con lo que hacían. ¿Es que a estas alturas no tenían otro tipo de necesidades? ¡Era increíble que estuvieran satisfechos solo con dormir abrazados o cogerse de la mano bajo la mesa!

Tontos, tontos, tontos...

A veces se preguntaba si no sabrían que ella les vigilaba y por eso se comportaban así. Bueno, ahora sí que lo sabían claro... ¡Pero es que estaba tan frustrada que no había podido resistirse a soltarlo! Además, no iba a seguir haciéndose la tonta siguiéndoles el juego.

¡Qué aguantaran ahora al resto de la familia!

Ellos sí se encargarían de hacerles la vida imposible, metiéndose por medio de su relación y presionándoles. Nabiki no tendría que hacer nada salvo sentarse y disfrutar del show. Le pareció, por tanto, una buena idea soltar la bomba esa mañana.

Aunque, para su desgracia, por lo que estaba viendo en esos momentos no parecía que Ranma o Akane estuvieran muy disgustados porque todo hubiese salido a la luz. Y maldita sea, eso la irritaba y mucho.

—No deberíamos espiarles así —opinó Kasumi, apartándose de la pared, repentinamente azorada. Nabiki meneó la cabeza a su lado.

Las dos habían salido de la casa después de que Akane se marchara enfadada y avergonzada por las preguntas de todos. La vieron entrar en el dojo y Nabiki arrastró a su hermana mayor hasta una parte de la pared del dojo llena de pequeños agujeros que mostraban una nada despreciable vista del interior.

No habían podido oír la conversación de los prometidos, pues se encontraban en el extremo opuesto. Nabiki había creído intuir una discusión real (y no una pantomima absurda como la del desayuno) entre ellos; pero esta había terminado demasiado rápido y antes de que ellas se dieran cuenta, esos dos ya se estaban abrazando otra vez.

Era un asco. No obstante Nabiki seguía sin quitar ojo del agujero, mientras que su hermana no había resistido la vergüenza.

—¿Y por qué has venido? —le preguntó, cuando Kasumi comenzó a quejarse de nuevo. La mayor apretó el delantal entre sus manos y se encogió de hombros guardando silencio durante unos segundos.

—Se les ve muy felices, ¿no? —Comentó poco después—. Al menos ha salido algo bueno de todo esto.

—¿Bueno? No sé yo...

—¿Cómo que no sabes?

Nabiki se tomó su tiempo antes de responder.

No podía apartar los ojos del interior. Akane besaba a su prometido, sentada sobre su regazo, con las manos acariciando su nuca y el rostro adorablemente enrojecido, mientras que Ranma la estrechaba por la cintura. Cuando se separaban, él la miraba tan embelesado que costaba reconocerle como el chico tosco y bruto de siempre.

—¿Qué sentido tiene que se lleven tan bien? —Se preguntó Nabiki en voz alta—. Si no discuten, es muy aburrido. Si no se avergüenzan de sus sentimientos ya no puedo burlarme de ellos. Y si ya no hay rivales, ni prometidas entrometidas no puedo sacar dinero de su relación tampoco.

>>. ¿Qué sentido tiene entonces dejar... que Ranma sea para Akane?

Kasumi frunció el ceño, desconcertada ante esas palabras.

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

Nabiki entornó los ojos al tiempo que dibujaba una sonrisa que no tenía nada de alegre.

—Olvídalo —siseó. En ese momento Ranma apartaba un mechón de la frente de Akane y depositaba un beso en su lugar. Nabiki suspiró y su sonrisa se hizo más amplia, y un poco torcida—. No es nada.

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FiN

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.

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Y este ha sido el final ^^ Espero que os haya gustado *__* Un poco menos abierto que "¡Te la debía!", pero quienes hayáis leído mi otro fic sabéis cuanto me gusta dejar un pequeño hilo abierto para la imaginación.

Quiero agradecer a todos y a todas las que habéis apoyado este fic leyendolo cada día, votando y dejandome un pequeño comentario. Parece tonto pero no sabéis hasta que punto anima leer vuestras palabras o recoger un voto. Cuando escribes una historia con ilusión te diviertes, pero siempre hay un poco de miedo al compartirla porque no sabes si le gustara a alguien más o solo a ti. La única manera de saberlo que tenemos los autores es leyendo vuestros comentarios y eso es lo que nos anima a seguir compartiendo historias ^^

Gracias a todos y a todas por vuestro apoyo.

Esta historia ha terminado, pero otras vendrán muy pronto. Espero veros por aquí la próxima vez.

Besos para todos y todas.

¡Hasta pronto!

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