Lo recosté sobre la cama y me aparté para quitarme la remera, Erick quitó su blusa.

Estiró su mano a mi cuello, con una leve fuerza me atrajo a él de nuevo, paseando su lengua por los rincones de mi boca, llenándome de unas intensas ganas de reventar su cuerpo contra la pared.

Con su lengua en mi boca llevé mi mano a su abdomen, pasando la yema de mis dedos suavemente, girando en sus pezones.

Mordió con fuerza mi labio y gruñí, apreté su cuerpo del mismo dolor y soltó un gemido en bruto, sin darme lugar a reaccionar me posicionó bajo él y comenzó a besar mi cuello, chupando y mordiendo.

Tomé su cabellera cuando su lengua llegó a mi vientre, bajé la mirada y subió la suya para sonreírme malvadamente, fruncí mi rostro por el tact de su fría mano tomando mi bóxer.

Empezó a dar besos a lo largo de mi miembro, algunas veces incluyendo su áspera lengua.

Tiré de sus mechones obligándolo a dejar sus rodeos e ír directo al punto, me desesperaba.

Abrí mi boca dejando salír poco audibles gemidos y suspiraciones profundas mientras él metía toda mi viralidad dentro de su boca, podía escucharlo dar arcadas por lo mismo.

Con fuerza lo presioné con mi mano en su cabeza para que no se quitara, con su lengua babeada daba movientos mientras lo sujetaba, sin mucho más, llegué al orgasmo.

Subió sobre mis caderas e introdució mi pene en su interior, gimió fuerte al entrar por completo en él.

—¿Estuviste con algún otro hombre, Erick? —pregunté al sentír su interior apretándome, ni siquiera era capaz de moverse por la presión.

—Nadie, Chris, sólo tú.

Sonreí, lo quité para recostarlo sobre las sábanas.

Con cuidado, introduje un dedo en su ano y lentamente repetí el movimiento, acostumbrándolo.

De a poco su expresión adolorida fue cambiando, luego de un dedo metí dos y después tres. 

Una vez que estaba listo, comencé a penetrarlo con mi miembro.

—Ah, Chris... Christopher —mordió su labio inferior, llevó sus uñas a mis manos con las que sontenía su cintura y las incó en mi piel —. Más... por favor, más.

Eso fue suficiente para que mis estocadas se volvieran imparables, la cama entera se retorcía al ritmo de mis penetraciones, Erick era un vaivén de emociones, la habitación estaba llena de sus gritos de placer.

Me agaché y se abrazó a mí, enredándome sus piernas en mi cadera y sus brazos en mi cuello, sus gemidos en mí oreja eran una experiencia incomparable con nada en el mundo.

Terminé dentro suyo y él en mi abdomen, despacio, se soltó de mí cuerpo. Me recosté junto a él.

Nuestros pechos subían y bajaban, tiré mi flequillo sudado hacia atrás y abrí los ojos cuando Erick pasó su brazo por mi pecho.

Acercó su rostro y los primeros besos fueron piquitos, dulces y lentos, hasta que separamos nuestros labios y se conviertieron en esas muestras de afecto que me dejaban en claro que sea lo que sea que hubiera existido entre nosotros, era real.

Me coloqué de costado y lo atraje a mí para abrazarlo, él jugueteaba con mi cadena.

—¿Qué piensas, Erick? 

—Sólo... que me arrepiento.

—¿De qué?

—De haberme comportado así, no fui... maduro.

—Bueno, tal vez le exigí demasiado a un chico que apenas había cumplido dieciocho.

Alzó sus ojos, en su mirar podía sentír esa esperenza, ese destello de emoción.

—Christopher... lo siento por todo, por en su tiempo haber sido tan poco empático contigo y haberme sentido tan culpable y creer que ignorarte era la mejor opción para no lastimarte de nuevo.

Soltó una lágrima y se escondió en mi cuello.

—Siempre te amé, nunca mentí cuando dije que eres el amor de mi vida, siempre lo vas a ser —volvió a mirarme —. Aún... aún te amo.

—Yo te amo más. —sujeté su rostro y junté nuestros labios.