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⁺‧𝟐𝟎𝟏𝟗₊˚ ཐི⋆5 𝖆ñ𝖔𝖘 𝖆𝖙𝖗á𝖘⋆ཋྀ ˚₊‧⁺
Planeaba algo importante, romántico para Erick.
No sabía si esto era correcto o no, si él se tomaría bien este regalo pero algo en mí me incitaba eufórico a concretarlo. Me hacía feliz.
—¿Dormimos juntos hoy? —susurró Erick a mi oreja en medio de aquella entrevista, sonreí.
—Como si no lo vinieramos haciendo los últimos seis meses, papi —respondí sólo para él y carcajeó, me miró y negó —, igualmente, ven para las once.
Bajó sus cejas confundido.
—Tengo que hacer algo antes, por la ciudad.
—¿Qué?
—Después te digo.
Volvimos al hotel y en el trayecto no hablamos nada con Erick puesto que el resto de los chicos caminaban junto a nosotros, fuera del ascensor cuando partieron mi chico y yo fuimos a mi habitación.
—¿A dónde vas? —preguntó sin rodeos, alcé mis cejas y reí. Lo atraje hacia mí y besé su frente.
—¿Ni un beso? Qué malo, Erick.
—No hasta que me digas a dónde vas. —alzó la vista. Esos ojos verdes me perdían por completo, no había nada que no fuera capaz de hacer por él cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Acerqué nuestros rostros y lo besé lentamente, Erick era todo para mí, todo de él me fascinaba. Estaba enamorado.
—Quiero hacerte un regalo.
Sus ojos se iluminaron de a poco.
—¿En serio? —asentí.
Brincó a mí y lo sujeteé sorprendido, no sabía que le causaría tanto, no sé por qué siempre pensaba que mis detalles con él podían molestarlo.
—Te quiero, te adoro mí bello y dulce Christopher. —besó mi mejilla y posteriormente nos besamos torpemente por su emoción.
—Te quiero mucho más, cielo mío.
Chocamos nuestras narices en un beso esquimal, estuvo conmigo una hora más hasta que tuve que marchar.
Compré un ramo de rosas, una caja de chocolates, un kilo de helado, velas con aroma y una vez de nuevo en el hotel le hice una carta a mano.
Decoré todo y eran las 10:47 PM.
Me puse una camisa blanca con los botones de arriba sueltos y un pantalón de vestír negro, zapatos de charol de marrón oscuro.
Tocaron la puerta y fui emocionado.
Abrí con el ramo de flores en mano.
—¿Richard...
Me miró de arriba a abajo con los párpados entrecerrados.
—¿A quén esperabas, galán? —carcajeó y palmeó —. Loco no sabía que podías ser tan romántico, asere.
—Bueno, hay mucho de mí que no conoces —reí nervioso y rasqué mi nuca —. ¿Qué pasa?
—Venía a decirte para juntarnos a jugar con los muchacho' pero veo que estás ocupado.
—Hoy no compadre, mañana quizás.
El ruido de una puerta cerrándose nos robó la atención, miramos a un Erick con camisa, jeans y un cabello mojado.
—Loco, ¿Qué está pasando aquí que están todos elegantes? —rió Richard, Erick al verlo me miró y se sonrojó.
—¿A dónde vas, compadre? —pregunté tratando de disimular mi nerviosismo, si el moreno se daba cuenta de que estábamos así para vernos y que él era el culpable de mi romanticismo estaríamos en problemas.
Pero Erick no fue capaz de mentír ni disimular, vio el ramo en mis manos y sus mejillas se volvieron un fuego, se volteó dándonos la espalda y volvió a su habitación sin decír nada.
¿Es estúpido?
—¿Qué? —dije y reí.
—Diablo' —carcajeamos con Richard sin apartar la mirada de la habitación del ojiverde.
—Bueno, Richuki. Me voy para abajo a buscar a mi chica. No sé por qué pensé que sería ella quien toque si me olvidé de decirle la habitación. —mentí tímido.
—Ya, ya. Preséntala luego. Nos vemos, bro. —chocamos el puño y fui hasta el ascensor, una vez que me aseguré que Richard entró a su cuarto salí y toqué la puerta de Erick.
—Dios santo, ¿Por qué no sabes mentír, ni un poquito?
—¡Y qué querías! No esperaba que él esté ahí. —lo tomé con mi mano restante y lo tiré hasta mi habitación, entramos y cerré.
Me paré a su lado mientras él miraba la habitación asombrado, las velas eran las que iluminaban la habitación, sobre la mesita de luz estaban globos rojos y la caja de chocolates en forma de corazón.
—Chris... —volteó a verme e hizo a un lado el ramo para llevar sus manos a mi cuello y abrazarme —. No sabes cuánto te quiero.
—Toma, cariño. —entregué el ramo y lo olfateó por instinto.
—Rico. —sonrió sonrojado. Tomé su mano y lo llevé hasta la mesita de luz, tomé la carta a un costado —. No puede ser.
Asentí y reí suave. Tomé mi celular y activé el reproductor de música para el ambiente. Dejé sonar; "It's Been a Long Long Time — Kitty Kallen"
—Mi querido Erick; Cada vez que miro tus ojos me envuelvo en un océano de euforia, el universo en tu mirada me abraza en mis noches de vacilación, cada vez que la luz de la luna alumbra mi soledad te recuerdo en la sinfonía del silencio y siempre estás junto a mí. La suavidad de tus labios me ha demostrado en carne propia el amor de fantasía en las novelas, con cada roce, con cada beso parto a un viaje sin retorno a la locura del amor, aquel que conocí por tu suave mano, con tu delicado tacto por mi piel, con cada mirada silenciosa rodeados de personas ajenas a este amor tan indescriptible, tan de ensueño. Eres mi camino, mi destino está entrelazado con tu caminar, donde sea que vayas te seguiré, seremos tú y yo por siempre, tan jóvenes e inocentes amándonos en cada hotel que pisemos, recorriendo los pasillos de nuestros corazones entre besos y sonrisas, no hay duda de que eres tú por quien he llegado a esta tierra, mi alma gemela, eres mi principio y mi final. Te amo, Erick.
Alcé la mirada observando sus ojos cristalizados, dejé la carta sobre la mesita de luz y me acerqué a besarlo, correspondió con sus manos en cada costado de mi rostro sin dejar de llorar débilmente.
—Eres el hombre de mi vida, mi gran amor. También te amo, Chris.
Dejó el ramo sobre la cama y sujetó nuestras manos, una lágrima se escapó al escucharlo, esto era tan hermoso, tan nuestro. Solamente éramos él y yo. Sería así de inimaginable y perfecto por siempre.
Otra canción sonó, otra canción antigua de jazz y me alejé un poco de Erick para sostenerlo con una mano en su cintura, sin dudar, llevó su palma restante a mi hombro y con nuestro entrelazo alzado comenzamos a danzar lentamente al ritmo de la música siendo incapaces de apartar nuestras miradas.
—Eres el amor de mi vida.
Erick sonrió y dejó un beso en mis labios, ambas manos suyas pasaron a mi cuello y recostó su cabeza en mi hombro, mis manos en su cintura no dejaban lugar entre nuestros cuerpos. Juntos y amándonos, lentamente al ritmo de la música.
El mejor día de mi vida.
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