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Epílogo

Los adolescentes se sentaron en semicírculo y rodearon al maestro. Para Kira era emocionante escuchar cada vez que aquel hombre estricto se disponía a relatarles alguna historia o leyenda de viejos héroes y pasadas guerras. Más de una vez se preguntó cómo era que sabía tanto.

Alguien de la aldea, una vez le dijo que el maestro provenía del reino de los sorceres, la nación al sur del continente donde reposaba la biblioteca más grande, de la que se decía contenía todos los secretos de la magia y los dioses. Ella no creía que fuera cierto, de ser así, ¿qué había llevado a un hombre tan sabio a dejar su nación llena de tesoros, magia legendaria y poder, para ir a perderse dando clases de espada a un grupo de adolescentes zarrapastrosos en una aldea perdida, que no estaba bajo la protección de ningún reino?

Sea cómo fuere, para Kira el maestro Erick era sorprendente: hábil espadachín, poderoso hechicero y magnífico contador de historias. Solo tenía un defecto, estaba casado.

—Bien muchachos —empezó a hablar el maestro después de recogerse el largo cabello oscuro en un moño flojo en lo alto de la cabeza—, ¿les gustaría que les contara algunas leyendas de espadas?

Los chicos dieron voces afirmativas y exhalaciones de júbilo. ¿A qué adolescente no le fascinaban las armas y más si las envolvía la leyenda?

El maestro Erick deslizó los ojos verdes por su joven audiencia y afirmó con la cabeza.

—Tal vez han escuchado de "La espada maldita de Saagah", "Vegaheimr" o "Casa de la muerte."—Cuando el maestro Erick nombró esa espada, Kira se emocionó. La espada maldita de Saagah, entre todas las espadas, era la más famosa y la más trágica—. Esta es una espada que fue moldeada en las cuevas de Holmgard por el gran herrero Erendor en la era primigenia—continuó contando el maestro—. Es una espada forjada con acero bramasquino, con las técnicas secretas del gran herrero que fue Erendor, el alferi.  

»Se dice que él, en un ataque de arrogancia, viendo los excelentes resultados de sus forjas, declaró un día que haría una espada mejor que la Segadora, la espada del dios Saagah.

»El dios escuchó su blasfemia y apareció ante Erendor. Le dio plazo de una lunación para terminar la espada, luego de lo cual se enfrentarían y probaría si el arma que había hecho era tan buena como él se había jactado.

»Erendor trabajó toda esa lunación, día y noche estuvo en su taller entre el yunque y el horno. Tanto qué, cuando salió, su esposa no lo reconoció de lo oscura que se tornó su piel y las llagas cicatrizadas en su rostro debido al calor. Pero la magnífica espada en su mano bien había valido el sacrificio y la pena.

»La noche de la luna roja, el dios Saagah acudió al encuentro. Dicen que la pelea fue grandiosa, un dios y el alferi mas talentoso en el arte de la forja. Después de lo que tarda en consumirse una vela de Ormondú, justo cuando el alba despuntaba, la espada de Erendor quebró por la mitad a la Segadora.

»El dios montó en cólera.

»Celoso como es, Saagah lanzó una terrible maldición sobre la espada. Cada vez que fuera desenvainada, esta cobraría una vida, su hoja siempre estaría manchada con sangre no importa si fuera del aliado o del enemigo, del ser odiado o del amado; la espada siempre mataría a alguien.

»Erendor, temeroso del poder de la maldición, escondió la espada dentro de un cofre en su taller.

»Hasta que un día su hijo de solo diez años abrió el cofre. ¿Cómo lo hizo? Nadie lo explica.

»La curiosidad del niño hizo que sacara la espada de la vaina de cuero pulido. Apenas la sacó un poco y el brillo de la hoja lo cegó. Deseó contemplar aquel magnífico objeto de cerca y la desenvainó.

»Hizo un movimiento con ella para ver la luz reflejarse en el acero. La madre que llegaba a sacar al niño del peligroso taller y la empuñadura que resbalaba de la mano infantil. La espada salió volando y rebotó contra la mesa para de ahí, salir directo al pecho del niño.

»Esa trágica noche los gritos de dolor de la madre con su hijo muerto en brazos se escucharon por toda la costa de Holmgard.

«Maldito seas, que tu alma jamás descanse y viva en la muerte como lo hizo en vida, atada al acero de una espada.» Maldijo la mujer a Erendor y ciega de dolor, se quitó la vida con la misma espada que le arrebató la de su amado hijo.

»Erendor quedó solo con la espada maldita que nunca más desenvainó. Cuando el alferi murió, se dice que su alma pasó a la espada. Desde entonces ha tenido infinidad de dueños, todos asesinos despiadados que hacen proezas con ella.

»La única condición para que el propio dueño no muera a manos de Vegaheimr, es que asesine a alguien al menos una vez y cada vez que la desenvaine.

»El alma del asesinado pasará a la espada para nutrirla con su habilidad, por eso es tan perseguida por quienes tiene sed de poder. Ha sido la espada de varios reyes y muchos generales la han llevado a la guerra.

Kira estaba impresionada por el relato. Sabía de las magníficas cualidades de esa espada y había escuchado que quienes la poseían se convertían en rey, pero jamás imaginó una maldición tan horrenda en ella.

—Otra de las espadas malditas es Assa Aldregui —continuó el maestro Erick mirándolos a todos con sus brillantes ojos verdes—. La espada "matafantasmas" hecha de acero bramasquino. La empuñadura de hueso, en el pomo posee ópalos cristalinos y lapislázuli incrustados. Tiene la particularidad de absorber energía oscura, pudiendo de esa forma contrarrestar ataques de sorceres oscuros. Le dicen matafantasmas porque se alimenta de la energía de resentimiento que anida en los espíritus de los muertos que no hallan descanso en el geirsg. Cuando toca a un fantasma, el alma de este se desintegra y ya nunca podrá reencarnar.

»No se sabe por quién, por qué o cuándo fue forjada. Solo apareció en manos del antiguo rey Emeric. Algunos dicen que la obtuvo del lago Draugr fors, otros que la misma diosa Lys se la dio al rey para hacerle frente a la magia oscura que por aquella época azotaba el continente. Lo cierto es que el rey hizo proezas con ella hasta que murió y la espada desapareció. Luego un sorcere oscuro hizo acto de presencia portándola y fue cuando empezó su verdadera leyenda maldita.

»Si el poseedor de la espada es un sorcere de Lys, la energía oscura permanecerá en la espada, pero si el poseedor es un sorcere morkenes, entonces este absorberá la energía en sí mismo, pudiendo usarla para aumentar su propio poder, por eso es una espada codiciada por los morkenes. Mientras más se use y el poder pase al sorcere oscuro, esta irá consumiendo su alma hasta que finalmente pase a la misma espada y de esa forma se mantiene el equilibrio que dice: "la magia de morkenes no debe sobrepasar la magia de Lys". Pero mientras eso no pase, el sorcere oscuro que la posea se volverá muy poderoso.

—Maestro, maestro —interrumpió uno de los jóvenes, a lo que Erick asintió—. ¿Dónde están esas espadas ahora?

Erick miró el anhelo en los ojos del chico, cada vez que relataba alguna de esas leyendas era lo mismo. Quizás la maldición de todas aquellas espadas era su capacidad de adueñarse de las almas de los hombres, seduciéndolos con la promesa de su poder.

—Las espadas son caprichosas, son ellas quienes eligen a su dueño. Cuando sienten que alguien digno ha aparecido, entonces se muestran. Incluso en el lago Draugr fors, no todos los que logren llegar obtendrán un arma mágica.

» Luego está "La espada del príncipe" —continuó Erick—. Cuando los humanos se rebelaron en Augsvert, el príncipe Alberic, después de ser derrotado, su espada se hundió en una piedra en las afueras del palacio. Cuando el príncipe murió la espada no pudo ser retirada de la piedra. Una profecía dice que un rey sacará la espada de la piedra y entonces Augsvert caerá. Ningún rey de Augsvert se ha atrevido a tocar la espada por miedo a la profecía.

»Hay otras espadas legendarias como aquellas que pertenecen a los dioses. La espada de Morkes, "Skin Svart" o "Brillo negro", una espada oscura capaz de revivir a los muertos. Es por ella que ese dios recibe el apodo del dios nigromante.

» O "La segadora", la espada del dios Saagah, capaz de cortar cualquier cosa, cualquier armadura. Solo ha sido derrotada una vez, como ya saben, y después de eso, dicen que el dios la forjó de nuevo, más poderosa.

Los ojos de Erick se desviaron de su audiencia para posarse en un hombre de piel oscura y cabello blanco que se acercaba a ellos, una casi imperceptible sonrisa adornó su rostro moreno. Luego continuó hablando.

—Pero mi leyenda favorita, sin duda, es la de las espadas gemelas, las espadas enemigas Disk ari y Svart ari. 

» Ambas fueron forjadas por Imaniel, el ermitaño, un hábil alferi en los tiempos que estos aún vivían en Augsvert, el cual se exilió en Vindgarorg, en Doromir. 

»Disk ari o águila plateada, hecha de acero bramasquino, brillante y pulida; su fulgor plateado es capaz de cegar a su enemigo, y Svart ari o águila negra, con el filo de obsidiana, cortante y mortal. Espadas forjadas para ser usadas juntas y complementarse.

»El aprendiz y amante de Imaniel, en secreto, era seguidor de Morkes. Robó a Svart Ari, colocó en ella un hechizo para poder usarla en solitario y hacer otra "matafantasmas".

»Imaniel, con el corazón destrozado por la traición de su aprendiz y gran amor, se dedicó a perseguirlo con Disk Ari.

»Cuenta la leyenda que se mataron el uno al otro y sus almas pasaron a las espadas, condenándolas a perseguirse para combatir una y otra vez.

»Cuando una de las espadas aparece, la otra lo hará en manos de un enemigo, destinadas a enfrentarse por toda la eternidad.

El hombre de la cabellera blanca terminó de acercarse a ellos, posó la mano en el hombro de Erick y este volteó a mirarlo con afecto.

—¿De nuevo contando la leyenda de las espadas gemelas? —preguntó el de cabello blanco.

Erick le sonrió y apretó la mano que reposaba en su hombro.

—Ya casi termino —le dijo el maestro y luego, dirigiéndose de nuevo a los jóvenes—: Pero hace algunos años la maldición de las espadas gemelas se rompió.

»Dos guerreros de ejércitos enemigos, destinados a matarse, se enamoraron. A pesar de que lo intentaron, no pudieron escapar de su terrible destino. Cada guerrero era dueño de una de las espadas y un día fatal se encontraron en el campo de batalla: ambos fallecieron producto de la enemistad de sus reinos. Pero los dioses, conmovidos por su historia, les dieron otra oportunidad y así Svart Ari y Disk Ari volvieron a encontrarse, ya no en manos de enemigos, sino en manos de dos amantes que rompieron la maldición.

Kira lo miró embelesada. Nunca pensó que una leyenda tan romántica pudiera involucrar a alguna de las espadas malditas.

El maestro Erick se levantó del suelo al terminar de contar sus historias. Después de ponerle fecha a la próxima clase, se dispuso a irse en compañía del hombre de cabello blanco que había ido a buscarle.

—Maestro —lo llamó Kira antes de que se retirara—, su espada.

Erick se dio la vuelta y tomó de manos de la joven la espada de acero bramasquino con el filo de negra obsidiana. La adolescente vio en el cinto del hombre de cabello blanco, que era el consorte de su maestro, otra espada casi igual a esa, pero con la hoja tan plateada que al mirarla cegaba por un momento.

Ambos hombres se alejaron tomados de la mano y sonriendo, dejando a los adolescentes sumergidos en una discusión sobre cuál espada era la mejor.

*** Erick y Aradihel encontraron otro destino, uno alejado de la guerra y el dolor.

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