Capítulo 7: Nuevo equipo
Me proclamaba amante de los nuevos comienzos, de la vitalidad de los nuevos proyectos y de emprender nuevas sendas. Desperté llena de entusiasmo el día lunes, considerado por muchos como el peor día de la semana, pero para mí representaba un paso más hacia la realización de mis aspiraciones.
-¿Y bien?
-Pareces señora de 40.
-Gracias por el cumplido-Rodé mis ojos.
-Compraste ropa muy variada el sábado-señaló el closet- Y al final decidiste colocarte ese traje gris tan aburrido.
-Siento que se ve formal.
-Que te parece si...-Comenzó a buscar entre la ropa-Cambiamos por esta opción, es elegante y atraparás miradas hoy.
-Me gusta, pero mi intención no es llamar la atención-Dije pensativa.
-Inténtalo, eres hermosa Irene- me sonrió- ¿Por qué privar al mundo de semejante belleza?
«Dios, de donde me saque a esta amiga tan loca» Me reí
El suéter de color vino con un escote en V en el frente, combinado con unos pantalones negros de talle alto y una fina correa, junto con unos tacones negros, me conferían un aire profesional y destacaban el color de mis ojos azules y mi cabellera rubia. No cabía duda de que, entre las dos, Ana era la más versada en moda. Ella me alentaba a abandonar mi zona de confort y me brindaba su apoyo constante para alcanzar la excelencia.
-¿Segura que no quieres que te pase buscando?- Dijo al dejarme frente al imponente edificio.
-Está bien-negué-pasaré por la tintorería antes de ir a casa.
-Cualquier cosa que necesites solo llámame-Encendió su auto- mucho éxito rubia.
Me despedí con la mano y la vi partir, estaba asustada y nerviosa, al fin había llegado mi oportunidad de comenzar las pasantías, si todo iba bien en el programa hasta podría quedarme y obtener un puesto definitivo.
«Si te lo propones lo puedes hacer» Estaba convencida.
Estaba impresionada por la cálida acogida que recibí al unirme al equipo de comunicaciones internas de la corporación. Siendo la única pasante, me sentía como la integrante más junior del departamento. Sin duda, era un privilegio estar rodeada de profesionales y expertos en la materia; me comprometí a absorber conocimiento y aportar todas las ideas que bullían en mi mente.
Todos demostraron una exquisita amabilidad y disposición a colaborar, comenzando por mi distinguida jefa Adriana, quien quedó cautivada por mi elocuencia al presentarme. A continuación, se encontraban Diego y Andrés, responsables de la edición y el material audiovisual, este último irradiaba una energía tan vivaz que iluminaba todo el ambiente. María Paula y Luisa, parecían gemelas en su constante unión, dedicadas a velar por las Relaciones Públicas del conglomerado. Por otro lado, Ricardo destacaba como un virtuoso en el diseño gráfico, mientras que Robert... él solo me saludo indiferente, debía ser su pareja para las entrevistas y cubrir los eventos.
En el mismo piso se encontraba el equipo de marketing, aunque nos separaba una gran vitrina se respiraba un ambiente de creatividad y dinamismo. Las paredes estaban adornadas con pizarrones llenos de ideas innovadoras y estrategias para las próximas campañas. El equipo era diverso en talento y experiencia, lo que permitía abordar los desafíos desde diferentes perspectivas y encontrar soluciones creativas.
Además de las campañas y lanzamientos de productos, el equipo también se enfocaba en la interacción con la comunidad en línea. Respondían a los comentarios de los seguidores, generaban contenido relevante y mantenían una presencia activa en diversas plataformas. La comunicación era clave para construir una relación sólida con la audiencia y fomentar la lealtad hacia la marca.
La constante evolución del panorama digital requería que el equipo de marketing se mantuviera actualizado con las últimas tendencias y tecnologías. Asistir a conferencias, capacitaciones y mantenerse en contacto con expertos del sector era fundamental para seguir siendo relevantes y competitivos en un entorno tan dinámico como el de las redes sociales.
Dos toques en mi cubículo me hicieron alzar la vista, era Adriana, quien me solicitó con claridad que no la llamara señora bajo ninguna circunstancia, ya que para ella, los años no habían dejado huella en su apariencia, luciendo notablemente joven a pesar de su edad, que rondaba los cincuenta años.
-Por favor, no dudes en consultarme si necesitas algo, Irene-expresó con amabilidad, acompañando su gesto con una sonrisa.
-Por supuesto-respondí, devolviéndole la sonrisa-Muchas gracias...Adriana.
-Muy bien equipo, recuerden la reunión de mañana- Indicó- Ya pueden retirarse-anunció antes de adentrarse en su oficina.
-Por fin ha culminado este lunes-comentó Robert.
-¿Ha sido tan agotador?-pregunté con curiosidad mientras aguardábamos el ascensor.
-Cuando me acompañes al próximo evento, comprenderás lo que quiero decir-respondió enigmático.
Al ingresar al recinto, pude apreciar el resplandor en mi rostro reflejado en el espejo de la elegante caja metálica, sintiéndome como una versión renovada de mí misma. Cada persona se encuentra en su lugar designado, y no podía sino sentir una profunda alegría por este nuevo capítulo que se abría ante mí.
Me despedí de Robert y emprendí mi camino hacia la tintorería, la cual se encontraba a tan solo 3 cuadras del edificio donde laboraba. Esta breve travesía me brindaría la oportunidad de explorar la zona y familiarizarme con los distintos establecimientos gastronómicos locales, ideales para aquellas ocasiones en las que no llevara mi almuerzo.
Al parecer, la carga de responsabilidades sobre el dueño del local era abrumadora, y sus empleados no parecían estar facilitándole las cosas. La tensión en el ambiente era palpable, y se podía percibir la urgencia en cada movimiento que realizaba. A pesar de su aparente estrés, el anciano seguía desempeñando su labor con dedicación y esmero, tratando de mantener todo en orden a pesar de las dificultades que enfrentaba.
Mientras observaba la escena, me di cuenta de la importancia de una buena gestión del tiempo y de la delegación efectiva de tareas en un entorno laboral. Es fundamental que los líderes puedan confiar en sus empleados y asignar responsabilidades de manera equitativa para evitar situaciones de sobrecarga como la que estaba experimentando el hombre frente a mi.
- Buenas tardes señorita, ¿En qué puedo asistirla? -preguntó con cortesía.
-Hace una semana, una amiga tuvo la gentileza de enviarme un traje de alta costura en tono beige -comenté con entusiasmo.
-Sí, aquí lo tiene -respondió mientras buscaba en el armario.
Me generaba cierta inquietud, dado que era el atuendo predilecto de mi madre. En múltiples ocasiones me instó a cuidarlo con esmero, pues representaba un recuerdo sumamente preciado para ella. Por lo tanto, cuando accidentalmente derramé un poco de refresco en uno de los bolsillos, sentí como si mi corazón se detuviera por un instante.
Me extendió el abrigo y sin más lo saqué de la bolsa, temiendo una de mis peores pesadillas: el traje no era el mismo, sino que resultó ser incluso más amplio que el original que entregué.
-Perdone, pero este atuendo no corresponde al mío -Reclamé con firmeza.
-¿Qué quiere decir, señorita?
-Este traje es para hombre, el mío es de mujer -expresé con exasperación- ¿cómo es posible que no hayan notado la diferencia?
El caballero de edad avanzada frunció el ceño, apretando los puños frente al escaparate, luego se volvió hacia el joven que estaba doblando una camisa detrás de él.
-Agustín, por favor dime dónde enviaste el traje de la señorita.
El joven, perturbado por el tono del caballero, se aproximó a mí y verificó la dirección en la factura que se encontraba dentro del traje.
-Mis disculpas, por error invertí la factura y entregué el pedido en la dirección incorrecta de este traje.
«Vaya, ahora sí que mi madre me va a matar»
-De inmediato iré a recuperarlo-Tomó unas llaves y justo cuando estaba por salir, lo detuve.
-Será mejor que vaya yo misma-Le quité la factura de las manos-ese abrigo tiene un valor significativo.
-Realmente lo siento, señorita-me miró con vergüenza.
Salí apurada de la tintorería, apenas alcancé a percibir algunos alaridos, quizás el joven no sobreviviría a la tarde, me invadía la preocupación por él, pero más aún por la integridad del traje de mi madre.
Tomé el primer taxi que pasaba y le di la dirección. Al llegar al conjunto residencial, me di cuenta de que era un lugar sumamente lujoso, incluso más que mi propia residencia. Se trataba de una zona donde los edificios se erigían majestuosos, rodeados de máxima seguridad.
«Dios mío no permitas que le hayan dado mi traje a un matón» pensé
Caminé hacia la primera caseta de vigilancia que logré avistar.
-Buenas tardes, vengo a entregar un traje de la tintorería-Presenté la factura.
-Buena tardes, ciertamente, el lugar de entrega es en el edificio 5-indicó.
-Le agradezco mucho-expresé con cortesía.
Caminé con celeridad, ajustando mi paso al ritmo que marcaban mis tacones. Al divisar el número en la fachada, repetí el mismo procedimiento con el vigilante, quien, con una sonrisa afable, me permitió el acceso tras el intercambio de un elogio. Aunque me sentí algo incómoda, respondí con una sonrisa forzada y presioné el botón correspondiente en el panel del ascensor.
No conocía la identidad del propietario, solo se especificaba que el individuo que envió el traje a la tintorería era el señor Meyer. Con la esperanza de encontrarme con una persona de edad avanzada comprensiva, subí hasta el séptimo piso y toqué el timbre de su residencia.
Cuando me disponía a tocar nuevamente, se abrió la puerta y la persona que jamás imaginé hallar estaba frente a mis ojos.
-Una vez más incurrieron en un error-Se quedó en silencio al verme.
Estaba por hablar, pero callé de inmediato sorprendida por la situación. ¿Qué probabilidad había de encontrarme con el individuo con quien compartí una noche apasionada el viernes pasado?
Traté de comportarme como si no lo reconociera.
-Buenas tardes-Aclaré mi garganta-mi traje fue enviado por error a esta dirección-Le entregué la bolsa con el saco.
Sin embargo, él fue más rápido y se aproximó inmediatamente.
-Estaba convencido de que el destino nos reuniría de nuevo-Se acercó reduciendo la distancia entre nosotros.
Intenté retroceder, pero me sostuvo por la cintura y susurró con sensualidad muy cerca de mis labios:
-Hola, Irene.
Holaaa queridos lectores, lo prometido es deuda. Estaré más activa tratando de subirles al menos dos capítulos en la semana. ¿Qué les parece el encuentro de Irene y Alexander? Los leo.
Hasta la semana que viene, con amor, Ale.
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