Capítulo 4: Sin recuerdos
La luminosidad proveniente de la ventana de mi estancia se filtró a través de las cortinas, provocando que mis párpados comenzaran a abrirse y cerrarse repetidamente hasta que mi visión se aclare. Experimentaba un persistente malestar en la cabeza y me encontraba desorientada debido al exceso de alcohol. Había asumido la responsabilidad de ser la conductora designada, lo cual implicaba...
«Un momento Irene» «¿Quién carajos manejó de regreso?» Estaba asustada
Por vez primera opté por cesar en mis cavilaciones y permitir que la corriente fluyera sin obstáculos. Aquella noche no se prestaba a la reflexión sobre lo que pudiera ser o no ser, mi cuerpo y mente se hallaban exhaustos. Lo que se inició como una velada informal culminó en la desaparición de mi escasa lucidez.
Busqué en la mesita de noche mi teléfono y me sorprendió ver un vaso de agua junto a unas pastillas y una nota. Con cautela me acerqué hasta la nota y la abrí:
Para tu resaca
Espero que la vida sea tan buena para volver a juntarnos.
Un beso A.
«¿Quién carajos es A?»
Me tomé una de las pastillas que estaba en la caja que decía acetaminofén, antes que nada la revisé y olí muy bien, no sabía si podía tener otra sustancia y en vez de quitarme el dolor me llevará a otra galaxia. Un poco dramática, pero carajo, tendría que buscar urgente a Ana para que me aclarara el panorama.
Cuando me dirigía hacia la puerta, giré un instante y la imagen que vi en mi espejo me dejó perpleja. Mi cabello estaba desordenado y mi pintalabios se había esparcido por una de mis mejillas. En lugar de parecer una resaca, me veía más como una muñeca desaliñada.
Doy gracias a Dios por el hecho de que, durante los últimos dos años, mi madre ha respetado mi espacio personal y ha dejado de aparecer sin previo aviso en mi residencia. Aunque la echo de menos profundamente, he comprendido la importancia de tomar un respiro para poder seguir adelante. Mi madre es, sin lugar a dudas, la persona más significativa en mi vida, pero la necesidad de autonomía y tranquilidad a veces requiere sacrificios emocionales.
Toqué repetidamente la puerta de la habitación donde reposaba Ana, sin obtener respuesta alguna, decidí entrar de inmediato. La estancia se encontraba sumida en la oscuridad, por lo que busqué el interruptor en la pared. Para mi sorpresa, mi mejor amiga no se hallaba presente. Me dirigí hacia la ventana con el propósito de avistar el exterior, y observé su automóvil estacionado. Sus pertenencias continuaban dispersas por la habitación. Perpleja, me cuestionaba: ¿Qué sucedió la noche anterior?
***
Me serví un bol de cereal, mientras disfrutaba de mi desayuno podía contemplar la impecable casa recién limpiada. Ni yo misma entendía de dónde saque fuerzas para limpiar. Al tomar mi teléfono, me percaté de que se había agotado la batería. Aproveché ese tiempo mientras se cargaba para ordenar el caos que reinaba, de alguna manera, al llegar a casa dejé un rastro de desorden. Lo más preocupante era que aún no recordaba quién me había traído a casa, aunque al menos tenía mi ropa conmigo, lo que significaba que no había pasado nada más allá de eso o al menos eso creía.
«Bien, el apoyo moral por delante»
No sé cuánto tiempo permanecí en la misma posición cuando empecé a escuchar el tintineo de unas llaves. Al principio pensé que era producto de mi imaginación, pero para mi sorpresa, la responsable de aquel sonido resultó ser la castaña traidora. Si antes creía que mi aspecto era horrible, el de ella me superaba dos veces más.
-¿Te has mirado en el espejo?
-Completamente-Arquee una ceja-me parece que tú, ¿no lo has realizado, cierto?
Ella negó en múltiples ocasiones, dejó caer con desdén su bolso en uno de los sofás y se dejó caer junto a él. Me dirigí hacia la habitación y tomé otra pastilla, fui en busca de un vaso de agua y se lo tendí.
-¿Qué haría yo sin ti?
-Me cuestiono eso diariamente-Suspiré, tomando asiento frente a ella-Por favor, ilumíname sobre los sucesos de noche de ayer.
-Me ofende que no recuerdes nada, rubia.
-Espera un momento-Fui a buscar la nota-Esto lo dejaron anoche, cuando desperté estaba en la mesita junto a mi cama.
-Te lo tenías bien guardado- Levantó sus cejas una y otra vez.
-No seas payasa-cruce mis brazos-dime quién es-Inquirí, perturbada por su aura de misterio.
-Alex... creo que era su apodo-Dudó-Es alto, ojos verdes y cabello castaño... como los dioses Irene y me pidió traerte a casa.
> Cómo verás... nos pasamos un poco de copas anoche y ninguna estaba en condiciones de manejar. No te preocupes se veía un buen tipo, estuvo hablando con Elías el barman en la barra, hasta que esté por accidente cambio sus bebidas y al tratar de devolverlas ustedes hicieron click.
«Como los dioses» «Si es así porque no lo recuerdo» Estaba frustrada.
-¿Estás segura de que no lo recuerdas?, incluso se dieron unos besos en la pista de baile
-¡Qué! Ana, cómo me vas a decir eso-Me levanté y di vueltas gritando.
-Cálmate, bien que lo disfrutaste-Levantó sus cejas una y otra vez.
-Silencio, no deseo escuchar más-Me reincorporé y cubrí mi rostro.
Estaba avergonzada, no era la típica chica que frecuentaba fiestas para besar a cuantos pudiera, en realidad era una persona tranquila que simplemente buscaba disfrutar. Al menos no tendría que volver a verlo, mientras no recordara, era como si aquello nunca hubiera sucedido.
-A todas estas...-La miré fijamente-¿Dónde pasaste la noche?
-Con el mejor polvo de mi vida-Suspiró
-Tú no cambias-Negué.
El principal dilema que ella enfrentaba residía en su aversión al compromiso, y en su historial carente de relaciones sentimentales. Resultaba irónico, dado que se desempeñaba como consejera, y en numerosas ocasiones asistía a parejas con dificultades en su convivencia, logrando inducir en ellos un estado de armonía. Comprendía plenamente su postura, habiendo enfrentado duras adversidades desde su infancia, marcada por un padre con problemas de alcoholismo y una madre que la abandonó cuando apenas tenía un mes de vida. A pesar de ello, siempre mantuvo un espíritu optimista y una firme voluntad de vivir cada día como si fuera el último.
Se proclamaba como un espíritu libre, irradiando una energía contagiosa que emanaba lo espiritual y lo mágico en cada uno de sus gestos. Su mera presencia resultaba reconfortante, siendo una de esas amistades anheladas que brindan sostén y aliento incondicionalmente, incluso en los momentos más difíciles.
De pronto el sonido de mi teléfono me alertó que se había culminado el proceso de carga. Lo tomé y encendí, llegaron una tras otra las notificaciones de mis redes y mensajes de mi madre. Comencé por lo último y cuando terminé me dirigí hacia Instagram para revisar la publicación; sin embargo, lo que jamás pensé que pasaría sucedió.
Hugo Saavedra
@hugosaavedra +5
Tenía 5 mensajes sin leer en su chat, no quería abrirlos. Sentía aprensión ante la posibilidad de lo que pudieran contener, quizás los abordaría en unos días, cuando mi mente estuviera más serena y lúcida respecto a mis decisiones. Por ahora, opté por sumergirme en una ducha fría, intentando evocar al supuesto maravilloso hombre que aún no lograba recordar, y disponiéndome a salir a adquirir los últimos objetos necesarios para el comienzo de mis pasantías.
-Me iré a bañar-Me levanté estirándome-Deberías pedir un domicilio para las dos.
-¿Pizza?
-Sin anchoas-La señalé
-Que aburrida-Rodó sus ojos haciendo el pedido.
***
Prendí el calentador y una vez que el agua estuvo tibia, ingresé a la caja de cristal. Comencé a asearme y aproveché para lavar mi cabello, detestaba tenerlo sucio. Cerré los ojos por unos instantes para sentir cómo el agua fluía por mi cuerpo, cuando pequeños recuerdos comenzaron a llegar a mi mente como ráfagas de viento.
-Me encantan tus labios-Tomó mi cara y me besó.
-No, me gustaría que estuvieras completamente sobria, pequeña-Detuvo mis manos en su camisa.
Me alzó en sus brazos y me llevó a mi habitación, sin necesidad de encender la luz me depositó en la cama y se acercó a mi oído.
-Espero que nos volvamos a encontrar-dijo casi inaudible.
La mera evocación provocaba una reacción en mi piel, resultaba inconcebible aquella sensación, tan vívida y atrayente, anhelaba que fuese real. Urgía recuperar la totalidad de aquel recuerdo, en la penumbra solo pude distinguir claramente sus ojos esmeralda que resplandecían en la oscuridad.
«Como se te puede olvidar semejante hombre, Irene»
Terminé de ducharme, me vestí con mi conjunto cómodo y salí al salón con una toalla absorbiendo la última humedad de mi cabello, cuando percibí el sonido del timbre, seguramente era el joven encargado de las entregas.
-Por favor, abre la puerta-exclamó Ana desde el baño.
-Está bien- respondí en voz alta.
Conocía muy bien a Miguel, el amable portador de nuestras exquisitas pizzas, con quien había entablado una cercana relación, pues nos deleitaba con su presencia al menos tres veces por semana. Su puntualidad era impecable y su trato siempre inigualable. Al abrir la puerta, la sonrisa que adornaba mi rostro se desvaneció instantáneamente al percatarme de que no era él quien se encontraba al otro lado.
-Hola, Irene.
-Hugo...-La toalla se me resbaló de las manos-¿Qué haces aquí?
Holaaa mis queridos lectores, llegó el tan esperado capítulo. Hugo regresó a la vida de nuestra querida Irene ¿Cuáles serán sus intenciones? Los leo.
Espero estén disfrutando esta historia, prometo organizarme para poder subirles más capítulos en la semana. Con amor, Ale✨
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