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Capítulo 22: Abajo la máscara

20 de noviembre del 2022

Toda mi vida, mi familia religiosa me había hablado de cómo Dios creó el mundo y descansó el séptimo día. Sin embargo, ese domingo, lo último que estaba haciendo era descansar. Me desperté con miles de mensajes y llamadas en mi teléfono.

Agradecía haber puesto mi móvil en silencio, de lo contrario, solo me habría despertado de mal humor y dicho algo a quien me molestara.

Me giré hacia Alexander, quien dormía profundamente. Estaba dando todo de sí para la próxima inauguración de un centro comercial con un nuevo concepto. Podía notar su cansancio y sus ojeras, ya que dividía su tiempo entre el trabajo y acompañarme a mis citas para iniciar la quimioterapia.

Tomé mi teléfono y caminé silenciosamente hasta la sala. Encendí la televisión y no tardaron en aparecer los titulares de los principales noticieros de la ciudad y del país.

Puerto 360

Desde un blog no identificado, fueron reveladas pruebas de narcotráfico y apuestas ilegales

Cambié el canal

Global Noticias

Acusado de varios delitos, CEO de una empresa de inversiones.

Cambié el canal

NotiPuerto

¿Intento de sabotaje? Revelan documentos que incriminan a importante empresario.

Volví a cambiar el canal

Vanguardia 24

Últimas noticias: El inversionista José Ignacio Saavedra enfrenta acusaciones de lavado de dinero, apuestas ilegales y posibles vínculos con una red de narcotráfico.

La casa de su prometida, la respetada ingeniera Elena Mendoza, ha sido rodeada por la prensa con la esperanza de obtener una declaración del Sr. Saavedra.

Vamos con nuestro reportero Luis, quien se encuentra en vivo desde el lugar de los hechos.

—Gracias por el pase Maricarmen, desde las primeras horas de la madrugada, el dispositivo de seguridad de la familia permanece desplegado en la zona.

En este momento, se observa movimiento cerca de la entrada principal. Parece que José Ignacio Saavedra y su prometida Elena Mendoza están a punto de salir.

Observé la ropa de mi madre,  llevaba un vestido negro con gafas a juego, y Saavedra iba a la par con ella. Aunque no estaba cerca, sabía que esto le afectaba, se notaba por la forma en que se dirigió a la camioneta para ser escoltados.

Salieron de la propiedad, evitando bajar los cristales en todo momento para responder a las preguntas de los paparazzi y periodistas.

La bomba estalló y no había vuelta atrás, retroceder no estaba en mis planes. Faltaba un mes exacto para la boda y con esto sus planes tomarían otro rumbo, esto era solo el comienzo del infierno que le esperaba a José Ignacio.

Sentí la vibración de mi teléfono móvil, el nombre en la pantalla me alertó y respondí con prontitud:

—¿Está todo listo?
—Sí, señorita.
—Perfecto, le agradezco por todo.

La llamada se cortó. Quizás me convierta en la antagonista en la historia de mamá, tal vez me desprecie al descubrirlo, pero más aborrecería verla sufrir a manos de un hombre despiadado. Si tengo la capacidad de protegerla, lo haré una y otra vez.

***

—¿Por qué te encuentras tan serena Irene? ¿Acaso estás implicada en ello?

Permanecí en silencio mientras la observaba deambular por la cocina, había llegado tan solo media hora. Le pedí que mantuviera la calma para no perturbar el sueño de Alex; aunque ella insistía en elevar el tono de voz.

—No logro concebir que hayas osado llevarlo a cabo.

Le tapé la boca.

—Estás loca, esa gente no es cualquier cosa. Te pueden matar, ¡por Dios!

—Haré todo lo posible por alejarla de él.

—Sacar esos documentos a la luz no constituía la solución...

La interrumpí con un gesto, inhalé profundamente y la conduje hacia la habitación que ocupaba ella. Abrí la puerta y, al cerrarla, nos acomodamos en la cama.

—Ana, esto es una batalla y el que use la mejor arma será el ganador.

—Estás lidiando con un hombre peligroso, no con un simple delincuente. ¿Entiendes la gravedad de la situación?

—No estoy sola en esto, no te preocupes por mí. Necesito que me hagas un favor.

La miré suplicando y ella asintió a mala gana.

—En caso de que yo no esté, busca la caja con el moño en el armario.

—¿Piensas irte?

—Tengo unos asuntos que debo resolver —me levanté de la cama.

—Siento que hay secretos que no me has contado, rubia.

—Es mejor que no los sepas por ahora. Por favor, vuelve a casa, no sabemos en qué momento encuentre mi ubicación la prensa.

No me había percatado de la duración de nuestro encierro, hasta que abrí la puerta y vi a Alexander despierto con el móvil en las manos. Su expresión era de sorpresa, me miró y supe que acababa de enterarse del torbellino que había desatado. A pesar de haberlo considerado, no deseaba implicarlo en el escándalo mediático que podría salpicar a su empresa.

—Buenos días, cuñado. Hasta luego, rubia.

—Hola Ana. ¿Llevas mucho tiempo en casa?—preguntó, aún adormilado.
—Un poco.

Recogió su cartera y se marchó.
Sabía que necesitaba hablar con Alexander y enfrentar las consecuencias inevitables.

—Mi amor...

—He organizado un pícnic, amor. En diez minutos saldremos.

Había planeado eso desde la noche anterior, necesitábamos un momento a solas. Él me miró perplejo, intentó articular palabras, pero finalmente optó por callar.

***

Alex no dijo palabra durante el trayecto, pero se notaba que en cualquier momento compartiría sus pensamientos. La tensión era palpable dentro del vehículo. Mantenía firmemente las manos sobre el volante, mientras seguía las indicaciones que había colocado en el GPS de su camioneta.

Tras veinte minutos, la tranquila Bahía San Román nos recibió con una brisa que me recordaba lo reconfortante que es escapar a la playa. Anhelaba encontrar la paz que transmitía aquel mar sereno, capaz de apaciguar cualquier tormenta.

Alexander bajó la cesta con la comida, mientras yo tomaba la sombrilla y la manta para que pudiéramos acomodarnos.

Había preparado unos refrigerios rápidos y unas frutas para disfrutar del hermoso paisaje.

Luego de instalarnos, tomó mi mano, mano y me miró:

—Desconozco los motivos que te llevaron a cometer tal acto.

«¿Me descubrió?», musité para mis adentros.

—No logro comprender—Lo miré perpleja.

—Fuiste tú quien expuso dichas pruebas. Lo sé y no lo niegues—me observó detenidamente.

—No lo negaré.

Sonreí con sarcasmo soltando nuestras manos. Él me miró con gesto molesto.

—¿Por qué actuaste de esa manera? Ese individuo es sumamente peligroso, si algo te sucede yo...

—No comprendes la magnitud de la situación, él busca nuestra destrucción. Guarda un secreto que permanece oculto para todos.

—Desde que tuve el primer encuentro con Saavedra, intuí que algo no marchaba bien, Irene.

> Posteriormente, tu madre anunció su compromiso y me aproximé más a tu familia, sin embargo, notaba la escasa interacción que tenías con él.

Hizo una pausa, mientras yo lo escuchaba con atención, sorprendida por su aguda observación.

—Investigué sus movimientos después de presenciar su salida de la habitación en el momento de tu operación.

>Al despertar y escucharte conversar con Ana, todo cobró sentido. Habías cruzado un límite insospechado.

Tenía un pequeño presentimiento de que Alexander nos había escuchado, ahora lo confirmaba no estaba alucinando.

—A partir de este momento, tendrás un agente siguiéndote, estoy velando por tu seguridad.

Detuve su discurso y me puse de pie.

—¿Un agente? ¿Quién eres tú para asumir tales atribuciones?

Sentí como si mi cuerpo estuviera exhalando vapor desde adentro, estaba emanando energía.

—Eres mi mujer y, por supuesto, siempre te protegeré.

—Me molesta que tomes decisiones sin consultármelas previamente.

Me puse de pie y tomé mi bolso. Me encaminé hacia una parada de taxis que divisé en la entrada.

Escuché que gritaban mi nombre varias veces, pero no me giré.

—¡Taxi!

Me acerqué al auto y cuando cogí la manija de la puerta, alguien sujetó mi brazo.

—Vamos a casa, pequeña. Podemos resolverlo juntos.

—Lo siento, pero creo que es mejor que nos tomemos un tiempo, Alex.

Me solté de su agarre y subí al taxi. Entonces lo miré a través de la ventana. Aunque él no podía verme por el cristal ahumado, yo sí pude notar que aquello le había afectado.

Nuestra relación tuvo un comienzo complicado, plagado de altibajos en un lapso breve. Nos sumergimos en un mar de secretos, sin la suficiente comunicación para abordar aquello que podía afectarnos a ambos.

En un momento de vulnerabilidad, una punzada en mi pecho me invadió, obligándome a desahogar mis emociones con lágrimas que recorrían mi rostro mientras observaba el techo del automóvil.

El conductor del taxi, percibiendo mi desconsuelo a través del espejo retrovisor, me interpeló con delicadeza:

—Señorita, ¿se encuentra usted bien?

—Mmm—musité con la nariz congestionada—. Sí, no se preocupe.

Extendió unas servilletas hacia mí, respetando mi espacio personal. Agradecí internamente su discreción al no indagar sobre mi estado emocional. Pasados diez minutos habló:

—Conozco ese sentimiento, y se denomina amor.

—Cuando creía que todo marchaba bien, las circunstancias se complicaron.

—Lo que está destinado para usted prevalecerá, aun cuando intenten arrebatárselo, y lo que no, aunque intenten imponérselo.

—Le agradezco, señor...

—Argenis

—Argenis—repetí con una sonrisa.

Mi teléfono móvil sonó, y en la pantalla se mostró el nombre de tía Luz.

—Tía

—Cariño, ¿Dónde estás?

—Voy camino a la residencia.

—No, olvídalo. Necesito que vengas a una dirección, no tardes.

—Está bien, voy para allá.

Revisé la dirección que me envió y le indiqué al taxista que cambiara la ruta.

***

Cuando llegué, me sorprendí al ver la imponente mansión ubicada a las afueras del puerto. No tenía idea de que esa propiedad fuera de los Mendoza.

Agradecí al conductor, pagué y me acerqué a la entrada. El enorme portón me causó un poco de inquietud, pero entonces escuché el sonido de un intercomunicador.

—Por favor, identifíquese.

—Irene Mendoza.

Tres segundos después se escuchó un pitido.

—Adelante, señorita Mendoza.

El portón se abrió en dos y qué vista tan impresionante se presentó ante mis ojos. Un extenso sendero bordeado de majestuosas palmeras y exóticas plantas conducía hacia una fuente magnífica.

Me generaba curiosidad el aprecio de la familia por las fuentes, pero, esta en particular, era excepcional. En su diseño, unos amantes estaban tallados, sus figuras de espaldas, pero sus manos entrelazadas, emanando una intensidad palpable.

La puerta principal se abrió y tía Luz descendió apresuradamente las escaleras con inquietud. Al llegar a mi lado, me envolvió en un abrazo.

—Cariño, ¿has visto las noticias?

—Esta mañana vi el noticiero. Tenía la certeza de que algo así iba a ocurrir.

—José Ignacio nos engañó a todos—dijo dolida.

—¿Dónde se encuentra mamá?—Inquirí con preocupación.

—Elena se halla sumida en la desolación, él escapó con una cantidad de dinero de su caja de seguridad.

—No puede ser—irrumpí en la mansión—. ¡Mamá! ¿Dónde estás?

—Mi princesa —resonó su voz desde el balcón del piso superior.

Aquella entonación era desconocida para mí. La contemplé ataviada con la misma indumentaria de la mañana. Dejé caer mi bolso al suelo y me lancé a correr con celeridad.

Llegué a su lado y noté que su mejilla estaba sonrojada.

—Mamá, ¿qué te ha ocurrido? —pregunté, tomando su rostro con delicadeza.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y sentí cómo se me encogía el corazón mientras esperaba su respuesta.

—Me golpeó... para robarme la llave de la caja fuerte —dijo, cerrando los ojos mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

La abracé y ella lloró con una intensidad que nunca antes había visto.

—Perdóname por no haberte protegido. Debería habértelo dicho, pero temía que no me creyeras.

—¿Tú lo sabías? —preguntó, separándose para mirarme.

—Fui yo quien lo delató.


Hola mis queridos lectores, está semana comenzaba con la doble actualización. Sin embargo, debido a la situación en mi país se me hizo complicado pensar en redactar. Para quienes me siguen desde mi otra novela "Sin retorno" saben lo que ha pasado desde Julio del 2024.

No es fácil levantarse con ansiedad e incertidumbre durante estos días.

Espero que comprendan y disfruten la lectura. No se olviden de comentar y dejar su voto. Con amor, Ale ❤️

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