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Capítulo 17: Distancia

Las mentiras tienen patas cortas, sin importar su extensión; eventualmente, la verdad saldrá a la luz. Pues, entre el firmamento y la tierra, nada permanece oculto.

Aunque lo negara, resultaba evidente que permitir que Hugo se aproximara a mí solo complicaría las circunstancias. Al menos, no me rebajaba a ser tan despiadado como él lo fue conmigo.

—¿Me brindarías una oportunidad?

Antes de que pudiera responder, acortó la escasa distancia entre nosotros y sin previo aviso selló mis labios con un beso.

Cuando me di cuenta, me separaron de Hugo. En un instante, él estaba en el suelo, y al mirar a un lado, vi que Alex lo había empujado. Observé la escena con sorpresa.

— ¿Alexander? ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué hago aquí? Bueno, te vi hace un rato dando vueltas por la ciudad—Tomó una respiración profunda.

> Te seguí porque creí que necesitábamos hablar, han pasado varios días desde la última vez que nos vimos y cuando llego aquí, me encuentro con que este tipo está besando tus labios, que son míos.

—¿A quién le pertenecen?—Pregunté confundida.

—Escucha, idiota —Hugo se puso de pie y elevó la voz—, yo llegué a su vida primero.

—No se trata de quién llegó primero, sino de quién está en su corazón ahora—tomo mi mano.

Hugo se aproximó inesperadamente y golpeó a Alexander en el abdomen, lo que me hizo gritar con horror. El castaño no se quedó quieto y cuando se recuperó, le devolvió un puñetazo en la mandíbula.

«Estos dos se van a matar aquí» pensé

—¡Deténganse!— grité mientras sacaba las llaves del auto —No soy de nadie— les dije mientras comenzaba a caminar.

Mientras me alejaba, oía sus gritos llamándome. Por un lado, me molestaba que Hugo me tratara como la misma Irene de hace tres años, inocente y fácil de impresionar. Por otro lado, Alexander me veía como si fuera de su propiedad.

Lo cierto es que descubrí que el beso de Hugo no provocó ningún efecto en mí. Quizás si hubiese sido besada cuando aún era vulnerable a sus encantos, me habría rendido a él, pero he reflexionado lo suficiente como para darme cuenta de que tropezar dos veces con la misma piedra solo me alejaría de mis metas.

Me tomó diez minutos llegar a la residencia, posiblemente excedí el límite de velocidad y probablemente recibiré una multa por ello. Sin embargo, creo que más que una multa, tal vez necesitaré comparecer en la delegación para rendir declaraciones, pues veinte minutos después, Alexander apareció en mi puerta con unos golpes de más.

Su semblante tan viril exhibía el labio entreabierto y la mejilla amoratada, evité indagar sobre el estado de la contraparte.

—No me digas que se han vuelto a pelear.

—Y lo haría de nuevo por ti - declaró - no me doy por vencido tan fácilmente con lo que me gusta.

—Ustedes dos no tienen solución - intenté cerrar la puerta.

—Espera Irene-interpuso su pie -Necesito que me escuches.

—¿Acaso lo hiciste cuando te pedí que mantuvieras la distancia respecto a mi amistad con Hugo?

—Por favor, eso va más allá de la amistad—expresó con molestia—¿Acaso los amigos se besan?

Una risa irónica escapó de mis labios; no podía creer que estuviera planteando esa cuestión.

—¿Qué te resulta divertido?

—Nos hemos besado, Alexander.

—Y nuestra relación no es meramente de amistad.

—Ah—expresé con pesar—yo te consideraba como un ami...

Silenció mis palabras tapando mi boca con su mano.

—Por favor, evita mencionarlo, ya que no te percibo en el mismo nivel que a una amistad—concluyó al abrir completamente la puerta.

Él complicaba las circunstancias, y yo sentía la necesidad de establecer una barrera entre nosotros, aunque él persistía en derribarla.

—Alex

—Irene

—Realmente, ¿Cuál es tu objetivo?—lo apunté con el dedo—Te has ausentado durante dos semanas y regresas repentinamente, asumiendo que seré receptiva de manera inmediata.

—No persigo ninguna intención en particular, simplemente he llegado a la conclusión de que juntos somos más eficaces que separados.

—Me importa poco, no soy un objeto con el que puedas jugar.

—Lo entiendo, así que a partir de esta noche me verás más seguido —guiñó un ojo —el destino está a mi favor.

Se dio la vuelta y se fue, sería mentira decir que esa frase no me dejó intrigada sobre sus intenciones. Pese a sus arrebatos, Alex me gustaba, cada vez que lo observaba, me daba cuenta de la profunda atracción que sentía por él.

***

A la mañana siguiente desperté sintiéndome completamente agotada, con profundas ojeras que delataban mi falta de descanso. La frustración de no poder conciliar el sueño amenazaba con minar mi cordura, especialmente sabiendo lo crucial que era para mí el poder dormir adecuadamente, sobre todo al reincorporarme al equipo.

Todo fue culpa de Hugo, quien irrumpió en la noche en un estado de embriaguez, golpeando insistentemente mi puerta. A pesar de mis repetidas súplicas para que se marchara, él se mantuvo firme en revelar todas sus verdades, como si yo fuera un cura escuchando confesiones. Me vi obligada a hacerlo, ya que la otra opción era que el condominio llamara a seguridad o a las autoridades.

—Hay tantas cosas que desconoces, Irene Dijo deslizándose en el marco de la puerta.

—Entonces, por favor, ilumíname para que pueda comprenderte—activé la grabadora de mi teléfono.

—Es un secreto—murmuró entre risas, con evidentes signos de embriaguez—tengo la habilidad de guardar secretos de forma impecable.

—Me lo imagino, por algo me abandonaste hace tres años.

Todavía quería sacarme la espina de saber por qué lo hizo.

—Ese día...—se detuvo cerrando los ojos— fue el más aciago de mi existencia, mi abuela falleció y mi padre me privó de asistir a su sepelio—sorbió su nariz.

Giré sorprendida, observando cómo una lágrima surcaba la mejilla de Hugo. ¿Cómo podía José Ignacio ser tan desalmado como para no permitir eso?

—No comprendo por qué tu padre controla tu vida, Hugo.

—Aunque tratara de explicarlo, sería en vano, hay situaciones que es preferible mantener ocultas.

—Pongo en duda que permanezcan ocultos para siempre; llegará el día en que todos conocerán la verdadera cara de tu padre.

—No me enorgullece admitir que mi progenitor ha llevado a cabo acciones con las que no concuerdo.

—Entonces, ¿Por qué no me ayudas en apartarlo de mi madre?—me erguí dejándolo en el umbral de la puerta.

—Aunque parezca increíble, yo también anhelo distanciarlos. Tu madre es una mujer de gran valía como para estar con él.

—¿Permitirás que ella padezca? Debemos emprender acciones—dije con fervor.

—Lamentablemente, José Ignacio posee un poder más allá de tu imaginación.

> Sería prudente que te distancies de él, mientras yo me encargo de velar por tu protección.

En un instante, sucumbió al sueño, sumiéndose en un profundo letargo. A pesar de ello, aquella conversación avivó mi inquietud por el bienestar de mamá. Contacté a un chófer designado y lo despaché a la dirección obtenida tras someterlo a un interrogatorio minucioso. Su estado de somnolencia apenas le permitía articular palabra alguna.

Tomé un sorbo del café doble y le di un bocado al sándwich que me preparé; sin embargo, solo alcancé a saborearlo, pues al consultar el reloj de mi teléfono me percaté de que se me estaba haciendo tarde. Al abandonar la residencia, noté un camión de mudanzas estacionado frente a dos casas, lo cual resultaba inusual, ya que no había visto ningún letrero de venta ni ningún vecino anunciando su partida.

Aparqué en el edificio, recogí mis pertenencias y me encaminé hacia el ascensor, en el trayecto me encontré con los vigilantes quienes, con gran cortesía, me saludaron y se interesaron por mi bienestar. Dentro de la caja metálica, vi mi identificación en el reflejo. Me alegré de poder usarla después de un mes de descanso.

Irene Mendoza

Pasante

AMEY

Para mí, llevar una identificación de la prestigiosa firma significaba mucho; solo los más destacados lograban acceder. Había escuchado que varios compañeros de clases lo intentaron, pero solo yo había logrado ese privilegio. Una razón más para hacer un buen trabajo.

A medida que ascendía por los pisos, los empleados que se cruzaban conmigo variaban en sus reacciones; algunos me saludaban cortés, mientras que otros parecían petrificados al verme. Comencé a sospechar que tal vez tuviera algo en el rostro, sin embargo, al examinarme detenidamente en el espejo, no logré identificar ninguna anomalía.

La atmósfera se volvía cada vez más tensa a medida que me acercaba a la oficina, cargada de un peso adicional. Solo Adriana y Robert me recibieron con entusiasmo, pero era evidente que las dinámicas habían cambiado tras los acontecimientos del último evento. En medio de ese ambiente enrarecido, mi único anhelo era culminar los dos últimos meses que me separaban de la entrega del informe final.

—¿Cómo estás, colega? Te he extrañado

—Ya me siento mejor—Sonreí— pero, parece que a los demás no les importa mucho mi presencia—observé a mi alrededor.

—La situación no ha sido sencilla, los rumores han sido intensos.

«Los rumores»

—No logro entender—le miré perpleja.

—Hablamos durante el almuerzo, necesitamos redactar el contenido para la publicación.

—Tienes razón, es imperativo que este ejemplar salga esta misma semana.

AMEY lanzó una campaña de intriga para la revelación de la nueva revista dedicada a las últimas tendencias en arquitectura. Nadie tenía conocimiento del tema central, lo cual generaba especulaciones acerca de posibles renovaciones o proyectos de construcción. Sin embargo, nadie podía vislumbrar el importante acontecimiento que estaba por desencadenarse.

El ámbito de la construcción era sumamente competitivo, una realidad que yo conocía de antemano debido a la reputación de la constructora familiar. A pesar de ello, la tarea de conseguir arquitectos de renombre representaba un desafío considerable. Puesto que, ellos tenían la potestad de seleccionar con quiénes colaborar, lo cual evidenciaba la importancia de contar con una red de contactos sólida.

La mañana transcurrió con parsimonia, cada instante parecía estar impregnado de miradas inquisitivas dirigidas hacia mis hombros, como si fuera responsable de un delito que jamás hubiese cometido.

—¿A dónde nos dirigimos para almorzar?—Inquirí a Robert mientras tomaba mi cartera.

—Existe un restaurante de gastronomía china que me gustaría degustar—Comentó con ingenuidad.

—Está decidido, nos dirigimos hacia allí—respondí con una sonrisa.

—¿A dónde se dirigen con tanta alegría?—Inquirió Adriana.

—Estamos rumbo a un distinguido restaurante de cocina china. ¿Te gustaría acompañarnos?

—¡Por supuesto!—Exclamó entusiasmada.

—Excelente jefa, no se diga más—respondió Robert con un gesto militar.

Adriana no se mostraba como una líder exigente; más bien, se percibía su deseo de ser incluida y su interés genuino por las propuestas de cada uno. Era una presencia encantadora que me agradaba.

—Voy al baño.

—Por favor, dime sin rodeos cuáles son los rumores —murmuré a Robert.

—Demuestras tu condición de periodista —rio—. Se comenta que el señor Meyer y tú mantienen una relación sentimental.

—Vaya... —mis ojos se abrieron al percatarme—. No, no es así —negué rotundamente.

«Ahora sí que estoy en un aprieto»

—Cálmate, es mejor que lo sepan desde ahora —dio un trago a su bebida.

—Es que no somos nada, Robert —cubrí mi rostro frustrada—Si recibo una queja en la universidad por este problema, estaré en problemas.

—Dudo mucho que el Sr. Meyer permita que digan algo falso en tu contra.

—No entiendo por qué ha surgido el rumor—dije pensativa.

—Alguien los observó en el estacionamiento el día del evento y eso desencadenó una serie de eventos.

—En este momento, la familia Meyer ya sabe quién eres— intervino Adriana.

Robert y yo nos sobresaltamos y carraspeamos cuando nos descubrieron. No quería que Adriana creyera que hablábamos de ella a sus espaldas, así que esperé a que se fuera para preguntarle a Robert, pero como nada es perfecto, al final nos atrapó.

—Lo lamento, Adriana, no era mi objetivo causar problemas.

—No te preocupes, también fui pasante y experimenté algunas situaciones similares.

>Me enamoré de mi supervisor, fue un romance breve, era joven e ilusionada, quería conquistar el mundo, pero un día la Gerente de Recursos Humanos me convocó a su oficina.

—¿Y qué sucedió?—preguntamos al unísono.

—Me comunicó que debía abandonar el programa, ya que sería un escándalo que saliera a la luz nuestro romance.

Tapé mi boca asombrada, no podía creer el impacto que eso tuvo para Adriana.

—¿Cómo se enteró de eso?—pregunté.

—Ella era amiga de la esposa de mi jefe.

—¡¿Qué?! —exclamamos ambos.

—Guarden silencio, nos pueden correr —dijo en voz baja-

—Como tu superior, te sugiero que hables con Alexander y aclares lo que está pasando.

—Él es el CEO, así que eso te da una ventaja—aseguro Robert

—Los Meyer probablemente querrán conocerte, ya que son bastante reservados con las personas que se acercan a ellos.

—¿Cómo sabes eso?— pregunté con curiosidad.

—Debido a que estudié con Marta Meyer hace muchos años.

—Oh, conoces a Marta—Tapé mi boca.

—¿Ya la has conocido?

—¿De qué me estoy perdiendo?— inquirió Robert.

—Es la tía de Alexander, es... cómo expresarlo.

—Diferente—rio.

—Sí, exactamente—me contagié de su risa—hemos quedado en salir luego.

—¿Me incluyen?—señaló.

—Por supuesto que sí—respondí entusiasmada.

Sentí como si un peso se desprendiera de mis hombros, al saber que Adriana estaba familiarizada con su familia era como un salvavidas. Ahora comprendía mucho mejor cómo ella hablaba con tanta familiaridad, seguramente vio crecer a Alex.

***

Al regresar a mi hogar, noté que había nuevos guardias de seguridad.

—Buenas tardes, creo que no los había visto antes—me detuve a saludarlos.

—Buenas tardes, es un gusto— sonrió amable—Soy José, y él es Juan Carlos. Somos el nuevo turno de noche.

—Oh, ya veo, un placer. No lo sabía.

—Se les notificó hace una semana

«Te incluyes tanto en la comunidad, Irene»

—Me temo que debo prestar atención al grupo de la residencia—respondí con cierta pena—Por casualidad, ¿conocen a los nuevos vecinos?

—Lamentablemente, señorita, aún no hemos tenido el placer de ver a nadie.

Asentí con cortesía y proseguí hasta mi puesto de estacionamiento. Era muy cierto que tenía mucho tiempo sin revisar la conversación del grupo del condominio, lo que provocaba que me perdiera de algunas cosas.

Durante el trayecto de regreso a casa, recordé que debía hacer una parada en el supermercado para adquirir vegetales y frutas frescas; sentía la imperiosa necesidad de alimentarme de forma saludable, ya que mi estómago lo demandaba. Asentí y proseguí hasta mi plaza de estacionamiento. En el camino a casa, previamente había hecho una parada en el supermercado para adquirir vegetales y frutas, puesto que sentía la urgencia de consumir algo nutritivo, lo cual mi estómago reclamaba con insistencia.

Decidí, bañarme y probar un vestido rojo de seda para dormir que me había regalado Ana en el último intercambio del día del amor y la amistad. Solamente a ella se le ocurría regalarme cosas sexis cuando yo no era de ese estilo.

—Muy bien querido tutorial, haz tu magia—dije en voz alta reproduciendo el video.

—Hola queridos amigos, hoy prepararemos una ensalada Waldorf.

«Aquí vamos»

—Y finalmente decoramos con el resto de las nueces. Servir rápidamente.

—Este plato no está nada mal—comenté mientras tomaba una fotografía

Decidí compartirla en mis redes: "Estoy en el primer día de mi intento por mejorar mis habilidades culinarias"

Justo cuando me disponía a dar el primer bocado, el timbre sonó, interrumpiendo mi glorioso momento. Sin siquiera asomarme por la ventana, abrí la puerta con visible irritación

—Hola vecina, un placer ¿tendrás sal por casualidad?— Su voz se extinguió al mismo tiempo que la taza que sostenía en la mano se estrellaba contra el suelo, rompiéndose en pedazos.



Holaaa, mis queridos lectores. Espero estén disfrutando la lectura ¿Qué opinan sobre la revelación de Irene sobre los sentimiento de Hugo? ¿Quién será el nuevo vecino de Irene?

Nos leemos pronto, con amor Ale.

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