Capítulo 14: Confesiones
Siempre evitaba los conflictos, la hija ejemplar que no cometía errores, la estudiante destacada que siempre alcanzaba excelentes calificaciones y la amiga en quien siempre se podía confiar. Pero, existía una faceta en la que aún flaqueaba, y era mi comportamiento ante la presencia de alguien que despertaba mi interés. Se dice que el amor nos sumerge en la ceguera, la insensatez y la irracionalidad. Nuestra conducta se ve alterada cuando nos encontramos frente al estímulo que nos hace reaccionar, incluso nuestros ojos reflejan el sentimiento. Yo no lograba interpretar lo que sucedía entre nosotros, ya que carecía de pistas sobre hacia dónde nos llevaría esta situación desconocida.
-¿Irene?
«¿En qué enredo me he metido?»
-¿Alexander? -Me volteé.
-¿Qué haces aquí? -Él cruzó los brazos.
-No, ¿Qué haces tú aquí? -Arqueé una ceja-Tengo que entrevistar al próximo propietario de la empresa... -Me callé.
-Sí, soy yo -Sonrió con ironía.
«Esto no puede ser cierto» «¿Y ahora, como me escapo de aquí?», pensé mientras cubría mi boca.
Y de repente, como por un acto de magia, un estruendoso ruido resonó y las luces se extinguieron. A pesar de mi esfuerzo por mantener la calma, mi fobia a la oscuridad comenzó a aflorar cuando me di cuenta de que mi bolso con el celular había desaparecido. La estancia estaba sumida en una completa oscuridad, lo que contribuía a intensificar la atmósfera tétrica. Desorientada respecto a mi ubicación y compañía, las lágrimas brotaron de mis ojos. Sentada en el frío suelo, mi vestido permitió que recogiera mis piernas y me refugiara en ellas.
***
7 años atrás
El tío Lucas regresó de su travesía de diez meses en el extranjero. Se estableció como costumbre reunirnos para que los mayores pudieran discutir los progresos de la empresa constructora, aunque mi mayor desagrado recaía en mi primo Gustavo. Siempre tan incisivo en sus observaciones, especialmente en lo referente a mis metas, era indudablemente el pariente más conflictivo. Ni siquiera con los demás tenía una relación tan tirante como la que mantenía con él. Al principio, atribuí su actitud a una etapa rebelde propia de la adolescencia, sin embargo, con el tiempo comprendí que su rivalidad hacia mí era genuina y personal.
Me situé cerca de la sala mientras mis otros primos estaban en la zona de la piscina. Yo preferí quedarme en un rincón para leer o escribir sobre historias que se me ocurrían.
-¿Irene, podrías traer el jugo que se encuentra en la cocina? -inquirió la tía Luz mientras sostenía unos documentos en sus manos.
-Por supuesto, tía. Enseguida lo llevo.
-Gracias, cariño. Estaremos en el despacho.
Luz, la hermana menor de mis abuelos, era la tía más encantadora y extraordinaria que se pudiera tener. A pesar de no tener descendencia y de nunca haber contraído matrimonio, llevaba una vida secreta; aunque nadie lo supiera, yo era consciente de que por las noches se dirigía a un lejano bar para cantar.
La descubrí una noche en la mansión, cuando la sed despertó mi sueño. Descendí hasta la cocina y percibí ruidos junto a la puerta trasera que se abría al jardín. Con sigilo, ella ingresó y al encender las luces, su sorpresa fue evidente al encontrarme despierta. Su reacción fue cómica, insistiendo en mantener nuestro encuentro en secreto.
Mientras me dirigía al despacho con la jarra en mano, resbalé en el suelo húmedo, provocando que el líquido se derramara sobre mí y los fragmentos de vidrio se dispersaran por la sala. Arlet y Noah, quienes estaban a punto de entrar, presenciaron la escena. Arlet se ofreció a prestarme ropa limpia, mientras que Noah se encargó de limpiar el desorden. Agradecida, regresé a la habitación para cambiarme. Sin embargo, al intentar ordenar el armario, una fuerza misteriosa me empujó, encerrándome en su interior y sumiendo la estancia en la oscuridad.
Nadie tomó en cuenta el pequeño detalle de que yo no bajé; estaban habituados a que yo me mantuviera distante. Fue únicamente durante la hora del almuerzo que mi madre emergió del despacho en busca de mí. Permanecí al menos tres horas llorando y clamando por ayuda, pero las paredes insonorizadas impidieron que el ruido trascendiera hasta la planta baja.
Arlet informó a mi madre que había subido para cambiarme y jamás regresé. Alarmada, mi madre acudió de inmediato a la habitación y registró cada rincón hasta descubrirme llorando detrás del armario, un sitio sombrío y sin salida. Cuando finalmente se abrieron las puertas, yo había sucumbido al estrés.
Fui trasladada a la clínica de confianza y, tras ese incidente, me resultaba imposible permanecer en lugares de escasa iluminación o sin suministro eléctrico, pues temía que se repitiera la misma situación. Por lo que mi madre tomó cartas en el asunto y buscó los videos de la cámara de seguridad del pasillo hacia las habitaciones, descubriendo que Gustavo había entrado después de mí y salido al cabo de unos minutos. Recibió un castigo que lo dejó por varios meses sin poder asistir a sus eventos de videojuegos o compras extravagantes a las que estaba acostumbrado. Lo que provocó más odio hacia mi persona.
***
-Irene, escúchame.
-Por favor, no me encierren-Dije mientras temblaba del miedo.
-Irene.
-¡Abran por favor!-Supliqué.
-Irene-Colocó sus manos en mis hombros-Soy yo, Alex.
Abrí poco a poco mis ojos y su mirada preocupada me recibió. La electricidad había regresado y todo el equipo de comunicaciones estaba a mi alrededor observándome con asombro. Me levanté rápidamente y limpié mi rostro, agradeciendo internamente a Ana por su maravilloso maquillaje a prueba de agua
-Disculpen la escena -comenté apenada.
-¿Estás bien? -preguntó Adriana, acercándose.
-Sí, mil disculpas -aclaré, y me limpié la garganta-. Podemos comenzar la entrevista.
-Denme cinco minutos con Irene, por favor -ordenó Alexander.
Adriana asintió y todos se quedaron de piedra por la familiaridad con la que se refirió a mí. Sabía que aquello me traería problemas más adelante.
-No era necesario hacerlo, ahora podrían interpretarlo de manera equivocada- me volví para buscar la carpeta con los documentos.
-¿Qué sucedió hace un momento?
-Nada en particular, podemos dar inicio, señor Meyer-Extendí la hoja-aquí se encuentran las preguntas.
>Puede sentirse en calma, evitamos a toda costa mencionar temas que no fueran estrictamente laboral. Mientras lee las preguntas llamaré al equipo para preparar las cámaras.
-¿Ya no podemos tutearnos?-Preguntó con gesto de sorpresa, levantando una ceja.-Carajo si conocemos la cavidad oral del otro.
Opté por guardar silencio y me giré para que no pudiera ver mi rostro sonrojado. ¿Cómo podía haber dicho algo así en un momento tan importante? Su expresión se tornó seria después de eso.
Decidí convocar a todos para dar inicio a la entrevista. El encuentro se desarrolló sin demoras innecesarias, y logramos obtener un material de calidad para publicar en la página web corporativa. Experimenté una sensación gratificante al hacer lo que realmente amo y trabajar en ello con empeño.
-Le agradezco sinceramente su disposición para esta entrevista, Sr. Meyer. No deseo consumir más de su valioso tiempo-Comentó Adriana mientras lo acompañaba hacia la salida.
Lo vi girar hacia mi dirección antes de irse, como si tratara de comprender mi actitud. El ambiente dentro de aquellas cuatro paredes era opresivo, como si en cualquier momento una bomba pudiera estallar a mis espaldas sin que nadie se percatara.
-Muy bien equipo, es imperativo que nos distribuyamos para abarcar todo el evento.
Escuché algunos murmullos y luego la puerta se cerró, exhalé profundamente al recoger la carpeta que reposaba sobre la mesa. Sin embargo, un carraspeo repentino me hizo sobresaltarme.
-Irene ¿Quieres hablar de lo que pasó?
-No pasó nada Adriana-Dije asustada con una mano en el pecho.
-El señor Meyer me contactó alarmado por la falla eléctrica-Explicó-Todo el personal se desplegó por instrucciones suyas.
> Cuando llegamos, todavía estabas gritando, no puedo ocultar que es algo serio. Es evidente que estás pasando por algo, reconozco mi posición como tu superior, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo en cualquier momento que lo necesites.
-Tengo...-Tragué con dificultad-nictofobia, no experimentaba esto desde hace varios años.
-Lo siento mucho-expresó con pesar-lo que realmente me sorprendió fue la actitud tan protectora que mostró hacia ti.
-Alexander es un hombre con una gran calidad humana-me limité a decir al percatarme de lo que había revelado.
-¿Lo conoces personalmente, verdad?-preguntó con curiosidad.
-En efecto...-me mordí el interior de la mejilla-Él fue el arquitecto encargado de la renovación de la casa de mi madre.
Opté por la alternativa más sensata, evitando mencionar que estuvimos a punto de intimar la primera vez que nos encontramos.
-Qué fascinante historia-comentó sorprendida.
«Asombro es lo que acabo de experimentar hace un momento» reflexioné con una sonrisa incómoda.
-¿Requieres que realice alguna otra tarea?
-Por favor, encárgate de recopilar las impresiones de los invitados-ordenó.
-Entendido, me ocuparé de ello de inmediato-me despedí.
«Dios mío, eso resultó mejor de lo esperado» exhalé el aire.
***
Hacía mucho tiempo que no asistía a eventos tan sofisticados, prácticamente cada fin de semana nos veíamos obligados a acudir a una gala o a un acto de beneficencia organizado por la fundación Mendoza. Era lo único en lo que participaba con entusiasmo, ya que llevar alimentos y vestimenta a personas de escasos recursos me llenaba de gratificación. Tenía la oportunidad de entablar conversaciones con ellos y recabar información acerca de sus vidas, lo cual me permitía identificar sus necesidades. Junto a mi madre, exploramos la posibilidad de que Carmelo y Julieta establecieran un programa para otorgar becas que les permitieran acceder a la educación, lo cual aprobaron sin impedimento alguno.
Mi madre siempre seguía un lema: "Haz el bien, sin mirar a quién"
La sucesión se había consumado, El señor Augusto Meyer abrazó a su nieto con gran orgullo, como un patriarca que siempre anhela transmitir su legado a las generaciones venideras, los aplausos resonaron como una ovación majestuosa. Durante la ceremonia, percibí cómo el castaño buscaba mi mirada constantemente, mientras yo procuraba evitarla.
Robert y yo nos convertimos en un equipo imparable para alternar con las cámaras y obtener declaraciones en las mesas, todo se desarrollaba como estaba previsto. No obstante, al concluir con la última mesa, un empresario insistió en que compartiéramos un aperitivo y una bebida. Habíamos anticipado que el plato sería picante y su fragancia revolvía mis entrañas, ya que ese día no había consumido suficiente alimento debido a un malestar estomacal que se fue extendiendo hasta el abdomen. A pesar de mi negativa, él y su esposa insistieron nuevamente, no tuvimos más alternativa que permanecer unos minutos compartiendo para no desairar al caballero.
Nos despedimos y nos dirigimos a nuestra mesa, exhausta por estar de pie durante tanto tiempo. Mientras todos bailaban y se reían, me di cuenta de que la mayor parte del evento ya había transcurrido. Traté de aguantar, pero mi malestar iba en aumento. Al darme cuenta de que ya no tenía nada más que hacer allí, me despedí de Adriana, quien parecía muy alegre por las copas que había tomado, y me encaminé hacia el estacionamiento. Al llegar al automóvil, me recosté un momento con las llaves en la mano sobre la puerta antes de entrar. El dolor se había vuelto más intenso y me resultaba difícil moverme con soltura.
Por la hora sabía que sería complicado encontrar un taxi, así que respiré profundamente, aunque un suspiro se me escapó. Bajé la mirada y cerré los ojos, pero al abrirlos, me encontré con unos zapatos elegantes que se habían detenido a mi lado. Con cierta resignación, levanté la mirada y me encontré con los ojos verdes más hermosos que jamás había visto.
-¿Pequeña? -Intentó colocar su mano sobre mi hombro.
-Pequeña y un demonio, ¡no quiero verte! -me quejé, abrazándome la barriga con fuerza.
-Irene, he notado que te has sentido mal durante toda la noche -me observó inquieto.
-No, mira -intenté enderezarme, pero el dolor me detuvo.
De pronto, sentí cómo mis pies dejaban de tocar el suelo y se encontraban en el aire. Cuando me di cuenta de la situación, Alexander me había alzado en sus brazos y tomado las llaves del auto. Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo para reclamarle; el dolor era tan intenso que temía desgarrarme por dentro.
Con suma delicadeza, me introdujo en la parte trasera del vehículo y comenzó a conducir con rapidez. Sentía que el tiempo se alargaba eternamente; el dolor me impedía pensar y, a pesar de todo, las ganas de abrir la puerta y saltar eran abrumadoras. De repente, escuché el rechinar de los neumáticos. Los gritos de ayuda parecían lejanos, mientras gotas de sudor recorrían mi frente y mi pecho. Mis ojos se estaban cerrando.
-¿Cuál es el nombre de la paciente?-Inquirió un doctor.
-Irene...-No pude concluir-El dolor es insoportable
-Está bien Irene, por favor, mantén tus ojos abiertos-expresó el doctor
-Me resulta imposible seguir-cerré lentamente los ojos.
Lo último que escuché fue la palabra "quirófano" y "emergencia"
Sentí como si estuviera ascendiendo en un globo aerostático, contemplando el paisaje y las aves que pasaban cerca. Una brisa intensa arrastró el globo, resultando en una situación incontrolable, sin nadie cerca para brindar asistencia, hasta que divisé dos globos aproximándose. Sin embargo, la incredulidad me embargó al reconocer a quienes los maniobraban.
En un dirigible, Alexander se mostraba seguro de sus acciones, mientras que Hugo parecía arrepentido en el otro. A medida que ambos se acercaban, discutían sobre cuál de ellos debía llevarme a bordo.
-Pequeña, acompáñame y estarás a salvo -Aseguró Alex.
-Irene, lamento mucho lo ocurrido. ¿Podemos comenzar de nuevo? -dijo Hugo.
Antes de que pudiera responder, unas nubes se interpusieron entre nosotros y ambos desaparecieron. La desesperación me invadió al encontrarme nuevamente sola, gritando sus nombres en vano, sin obtener respuesta.
***
-¿Cuándo despertará doctor?
-Debería despertar pronto, les pido paciencia, ya que la cirugía fue bastante delicada.
-¿Está seguro de que todo está bien?
-Sí, les ruego que aguarden y me avisen en cuanto despierte.
Sentí cómo ambas manos me eran suavemente acariciadas una y otra vez, la sensación resultaba reconfortante.
-¿Crees que tardará mucho en despertar? Ya pasaron varias horas de la operación.
-El doctor nos indicó que debemos ser pacientes, ¿Por qué no buscas a Elena mientras tanto?
-¿Y perderme el momento en que despierte? Ni lo pienses.
-¿Serían tan amables de guardar silencio?-mi voz emergió ronca.
-¿Irene?-ambos dijeron al unísono.
«¿Alexander y Hugo?» Mis ojos se abrieron al reconocer al instante ambas voces.
Hola queridos lectores, se le junto el ganado a Irene ¿Qué les parece? Quiero leer qué opinan al respecto.
Comenten qué hora es en su país actualmente, a su escritora le encanta actualizar de noche, nos leemos pronto. Con amor, Ale.
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