Capítulo 9
La compañía de Hebe Doménico se convirtió en la mejor de las aventuras. Su discapacidad no fue un impedimento para divertirnos, era excelente, inventando recursos para que yo le entendiera, para llegar a lugares prohibidos y demás.
Nuestras salidas era por cinco horas, si era en la mañana o en la tarde, dependía de ella. Salíamos en la compañía de Dido, quien resultó un fantástico guardaespaldas y Zack, el chofer. Me adapté a sus horarios, la experiencia era enriquecedora y valía la pena cualquier espera.
Almorzábamos en su casa después o antes de salir. Hebe no consumía nada por fuera de la mansión y de hacerlo, era lo llevará preparado de su casa. Al respecto, solo aclaró que eran órdenes de su hijo, por malas experiencias pasadas.
¿Quién quería dañar a una mujer que inspiraba ternura? Al final de nuestra salida y como era su costumbre, ella insistió en que le acompañara a almorzar. Después de lo cual, subíamos a su habitación, veíamos TV o los álbumes de sus recuerdos.
Durante el almuerzo, Nicole, tan hermosa como su padre, ingresó al comedor con un contrato que debía firmar. Justo ahí, me mostró que la similitud con su padre no era nada más física, heredó además el carácter explosivo de su padre.
—¿Cómo qué no vas a firmar el contrato? ¡Hiciste un trato verbal con papá y la abuela!
Rastros de indignación se asoman en su rostro ante la negativa de aceptar las cláusulas del documento y firmarlo. Un salario exorbitante y elevado para lo que en realidad hago. Cuando acepté acompañarle, no pensé en un salario, mi interés era hacerle compañía. Se notaba tan sola y desprotegida, que quise ayudarle.
Contrario a su nieta, no de muestra sorprendida por lo que escucha. Sabe los impedimentos que tengo para firmar ese o cualquier otra cosa que no sea Vryzas.
—Salir con su abuela es un lujo, no un trabajo.
Intento con esa frase calmarla, pero ocurre todo lo contrario. Presiona con tanta fuerza sus pequeños labios que acaban perdiéndose. Busco ayuda en Hebe, pero luce indiferente a todo. La comida es una hora sagrada para Hebe, no dirá nada hasta no acabar.
Nicole, por su parte, posee otras costumbres, vuelve a mostrarme el contrato y señala la cifra como si mostrarla fuera suficiente para que acepte.
—Lo que hago con Hebe, es por gusto. —tomo su mano para afianzar mis palabras y ella entrelaza los dedos. —en todo caso, tendría que ser yo quien pague.
—Pensé que las cosas estaban claras. —continúa diciendo tomando el documento. —hablaste con mi padre, aceptaste trabajar para ella. —insiste.
—Las políticas de la empresa con la que trabajo prohíben trabajar con otra firma. Sin importar el cargo.
Estoy de vacaciones, sigo devengado un salario, por lo tanto, adscrita a la nómina Vryzas. El alegato final logra calmarla y guarda el documento. Se levanta y antes de irse advierte que hablará con su padre, juntos hallaran la forma de darle una solución.
—No voy a recibir dinero —le advierto y ella hace un mohín.
Unos golpes en la mesa nos hacen mirar hacia Hebe. Sostiene en cada mano los cubiertos y con ellos llama nuestra atención. A su nieta le ordena sentarse en la mesa, a mí señala mi almuerzo a medio terminar. Ambas obedecemos sin chistar, con una sonrisa en los labios con ella, enviándonos miradas de reproche.
El esposo de Hebe, Alfonso Doménico, era un italiano con ciudadanía griega. Se conocieron en el acuario, con una Hebe de 23 años, recién egresada de la universidad y muchas ganas de comerse al mundo. Él, con 35, un fracaso matrimonial y cero hijos, aseguró enamorarse de la criatura más hermosa que había visto una vez la vio.
Sin conocerlo, ni tratarlo, le creo.
Desde el primer instante en que la vi tirada en el suelo, sentí unas inmensas ganas de protegerla. Sentimiento que regresó en esa playa y todas las veces que está a mi lado.
La familia de su esposo, seguía en Italia. País escogido por su padre para que Augusto estudiara su carrera universitaria. Mientras pudo su esposo pudo viajar, solían viajar a su tierra natal. Siendo recibidos siempre con los brazos abiertos. Cuando Alfonso enfermó y le fueron restringidos los excesos, ninguno de los suyos, vino a verlo. "—Ahí entendimos que la familia era solo los tres." Augusto no viajó más a ver sus tíos, centrándose en su padre y negocios. A ninguno de los suyos pareció importarles su ausencia. Entendieron que fue lo mejor alejarse.
—¿Cuánto tiempo tienes de vacaciones?
Nicole, rompe el silencio impuesto por su abuela, por lo que antes de responder busco su aprobación. Hebe mira a su nieta, rueda los ojos y lanza un suspiro agitando las manos e instándome a responder.
—Ochenta y cinco días —se sorprende la cifra dada y me encojo de hombros —en quince años, nunca he pedido vacaciones de manera formal.
—Espero que no seas como mi padre —se mofa —una esclava del trabajo. A él, tampoco le agradan las vacaciones.
—Mi trabajo me permite mantener la mente ocupada —bajo el rostro y suspiro. —existen amigos que se convierten en familia. —confieso y ambas sonríen afirmando.
—Lo mejor de todo es que las puedes escoger —comenta Nicole.
—Yo tengo a los mejores hermanos en el Vryzas —finalizo.
—¿Eres hija única? —afirmo y ella mira a su abuela. —¿Tus padres?
—Mi padre no lo conocí y mi madre murió hace poco. —mis manos sudan, se me hace un nudo en el estómago por el terreno que empieza a girar la conversación.
Finjo que no duele hablar sobre ella, si me quiebro, se verán obligadas a consolarme, la lástima les hará hacerlo. No deseo ese tipo de sentimientos para mí, como tampoco dar detalles sobre lo que fue mi convivencia con mamá.
En algunos apartes ella puede verse como la villana, pero no es así. Si alguien es culpable de su comportamiento, fui yo. Por hacer siempre lo incorrecto.
—Lamento mucho el fallecimiento de tu madre —su dulce voz me trae de vuelta a la realidad —en cuanto a tu padre —hace un puchero y sonríe —él se lo perdió.
Sonrío, por ser una de las tantas maneras que tuve de cubrir su ausencia cuando empecé a hacerme preguntas sobre él. En las pocas veces que quise saber de él con mi madre, su comportamiento fue violento.
"Fue un bastardo cobarde, al que nunca le importaste."
Los primeros años hice mis propias teorías, una de ellas cobró fuerza en la adolescencia. Era producto de una violación, la moral de mi madre le impidió abortarme. Por eso el odio hacia mí, a mi padre y el distanciamiento con su familia. Con esa idea me quedé, por ser la que mejor se adaptaba al comportamiento de mamá.
La conversación continua en la habitación de Hebe, en medio de un juego de cartas. Con Nicole, no necesitamos pizarrón, ella hace de intérprete. Tanto ella como sus dos hermanos conocen el lenguaje de señas, bajo la insistencia de su madre. Su padre nunca les presionó para hacerlo.
—Tessa fue la mujer correcta en un tiempo incorrecto —Nicole sonríe al interpretar lo que su abuela está diciendo. —los celos hicieron su vida insoportable.
—Papá era muy coqueto —acusa —aún lo es.
—¿Le fue infiel tu padre?
No me sorprende, tiene sus encantos y sabe como emplearlos. Nicole se limita a reír fuerte y su abuela a gesticular, no tengo idea lo que dice, lo que está claro es que reprende a su nieta.
—Lo siento, no quise ser inoportuna —me excuso.
—Papá adoraba a mi madre, jamás le fue infiel —tiene especial cuidado en que su abuela vea lo que está diciendo —mi madre era insegura y papá —se encoge de hombros —estaba enfrascado en sus proyectos.
Su sueño siempre fue que sus padres vieran en pie como mínimo a dos hoteles más y a hacer agrandar la empresa de su padre. Su país era una mina de oro para los turistas y estos no llegaban solo a hospedarse. Buscaban diversión y él sabía donde hallarla.
—Clubes, discotecas, casinos, —puedo ver el orgullo crecer en ella al hablar de su padre y a su abuela al verla. —ese sueño requería inversión y no solo de dinero, también de tiempo.
Guarda silencio cuando su abuela empieza a hacer gestos y ambas la observamos. Hay orgullo en cada gesto que hacen sus manos, eso suele ocurrir cuando habla de su esposo e hijos.
—¿Qué dijo? —quiero saber cuando la chica se queda en silencio con los ojos humedecidos.
—"El que ruega aburre y el que insiste molesta."—me responde —mi padre solía rogarle a mi madre, ella le hacía escenas de celos. —guarda silencio viendo la noche caer por la ventana, si es como yo está evocando aquella época —una tarde todo se salió de control.
Su padre llegó, ella estaba en la sala de la casa al teléfono con una amiga. Su madre estaba en la cocina preparando la cena, sus hermanos en casa de natación. Augusto llegó hablando por teléfono y diciendo te amo entre susurros sonrientes.
—Ocurrió demasiado rápido—continúa diciendo con el dolor reflejado en sus ojos oscuros —esa vez no pudo aclararlo, mi madre no le dio opción.
Su madre salió en el momento justo en que él daba un último te amo al teléfono antes de colgar. Llevaba en las manos un cuchillo y en la otra un paño de cocina. Nicole lo recuerda como si hubiera sido ayer. Tuvo que acudir a terapia luego de aquel día, por lo vivido y la decisión que sus padres tomaron luego de eso.
—Papá sonreía emocionado —ella juega con sus cartas antes de seguir —acaban de firmar el contrato de propiedad del tercer Hebe.
Tessa agitó el cuchillo haciendo reclamos, todo fue demasiado confuso para que ella pudiera aclarar las cosas.
—Mamá olvidó que traía el cuchillo y papá no tuvo tiempo en verlo—recuerda entre sollozos —en un instante papá me preguntaba si quería hablar con el abuelo y el otro su cuello sangraba.
Augusto hablaba con sus padres, que estaban para esos días visitando a la familia en Italia. Le decía te amo a su padre, para que se lo reprodujera a su madre, junto con la noticia que verían al tercer Hebe erigirse. Suelto los naipes y tomo la mano de la chica al verla temblar, su abuela hace lo propio con la otra. Me imagino su inocente rostro al ver la escena.
—La herida no fue de gravedad, pero papá no quiso seguir más. —pasa saliva y me lanza una sonrisa de tristeza —esa noche, al regresar del hospital, nos sentó a todos y nos explicó que no viviría con nosotros.
El silencio que siguió a aquella historia fue por varios segundos. Intento recordar como llegamos hasta ese punto. En un instante le preguntaba como había aprendido el idioma de señas y en el otro, ella narraba el fracaso de matrimonial entre sus padres.
El silencio se ve roto por los gritos pidiendo ayuda de varias mujeres. Ambas nos levantamos de un salto, Hebe reacciona al vernos correr hacia la ventana. Lo que vemos hace sollozar a Nicole, tensa los labios de Hebe y a mí me toma por sorpresa.
Augusto Doménico yéndose a los puños con un hombre. Su saco está tirado en el suelo, su camisa recogida a la altura de sus antebrazos y el pobre Zack, intenta separarlos.
—Billy —susurra Nicole con voz quebrada.
La primera en salir de la habitación soy yo, en la vida había bajado con tanta prisa unas escaleras. Ni siquiera en la escuela, cuando en clase de gimnasia, teníamos que subir y bajar las graderías de la cancha de baloncesto.
Agitaba y con el corazón latiendo a millón, llego hasta la entrada de la mansión. Natalia y María Victoria, las empleadas del servicio, presencian la escena entre sollozos, mientras que el chofer de Hebe intenta alejarlos.
Una tarea por momentos difícil, el más beligerante era el desconocido, bastante joven, había que reconocer. La realidad es que el tal Billy, no parecía querer rendirse y evadía los intentos de Zack por sacarlo de la casa.
Ambos tienen marcas rojas en sus rostros, cabello revueltos y ropa con marcas de sangre en sus impolutas camisas. La furia del chico es evidente, la de Augusto no sabría definirla. No deja de sonreír, incluso cuando los puños de su oponente llegan a su mejilla o abdomen.
—Pensé que la pequeña Nicole le había narrado los hechos. —Augusto da un paso a él y lo intercepto a mitad de camino.
Apoyo ambas manos en su espalda y retrocedo junto con él, agradezco que sea prudente y baje los hombros. Una vez logro calmarlo, enfrento al chico que está siendo reducido por Zack.
—Será mejor si se va —le advierto y su reacción me hace querer golpearlo o soltar a su oponente.
Me mira de arriba abajo con superioridad, sus ojos escanean cada parte de mi cuerpo antes de fijarse en mi rostro. Enarca una ceja al tiempo que tuerce los labios viéndome con despotismo.
—¡No te quiero cerca de mis hijos!
—Precisamente usted quiere darme lecciones de moral —se mofa —un anciano con presunciones de don juan, vistiendo como joven y con los bolsillos repletos de dinero, la única forma de poder tener por sexo en chicas de 25.
¡Válgame Dios! Quería morir.
Augusto vuelve a dar un paso al frente, planto mis pies en el suelo y me aferro a su cintura retrocediendo junto con él. Por varios minutos la tarea de mantenerlos lejos del individuo parece perdida y cuando estoy a nada de hacerlo, decido recurrir al diálogo.
—Por favor, piense en su hija y madre. — le ruego.
—¡Largo! —señala la entrada ignorándome —regresa a la cloaca en la que vives y perteneces.
El chico logra sacudirse y hasta se deja conducir hasta las rejas. Aflojo mi cuerpo cuando la disputa parece haber acabado, pero sigo alerta. Vuelvo a tensarme cuando tras detenerse observa hacia los escalones de la mansión.
Nicole, está en pie con el mentón en alto con su abuela abrazada. Él sostiene su mirada, le brinda una sonrisa irónica antes de ver a Augusto. Admiro la forma en que ella le mira orgullosa, con altivez y sin demostrar emociones.
—En lo que a mí respecta estamos a mano.
—Me encargaré de verte revolcado en la mierda —su dedo índice apunta al chico por encima de mi cabeza —Será lo único que podrás consumir en adelante y solo si tu trasero logra expulsarlo.
—Un hombre que posee dos hermosas hijas, no debería ir por la vida dañando mujeres ni lanzando amenazas. —Augusto maldice y Zack lo lanza detrás de las rejas que cierra segundos después.
La rotonda ante la mansión tiene un pequeño jardín, una banca metálica y una fuente. Agitada me lanzo a la banca observando a los Doménico fundirse en un abrazo.
Es imposible no sentir envidia al verlos unidos y dispuestos a apoyarse. Poseen todo lo que siempre quise con mi madre y que me fue imposible.
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