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Capítulo 37

El día de su cumpleaños, se esforzó en verse hermosa y mostrar sus atributos, pero no se quedó allí y fue más allá. Compró un arreglo floral y pidió llevarlo a determinada hora en la oficina. Escogió el momento exacto en que su jefe estaría, buscando con eso que se enterara del evento y tuviera algún detalle con ella.

Aún recuerda con la indiferencia que vio el arreglo y a ella. Odia admitirlo, pero jamás fue atractiva a los ojos de su jefe. Hebe Doménico comparte con Génesis parte de la culpa de que nunca lograra su objetivo. Una por alertar a su hijo de su amor silenciosa y la otra por aparecer en su vida y dañar sus sueños.

Ese día comprendió que Lorena Costas Rossi, era invisible para Augusto, quien no parecía tener más ojos que para su familia y nuevo ligue. Una mujer que desde el primer día supo que traería problemas.

Bastó verlo, llegar con ella tomados de la mano en la oficina y la manera que tuvo de consolarla, para entenderlo. Su Augusto estaba enamorado y no era de ella, como siempre lo añoró. Una mujer que se las arregló para amarrarlo fingiendo ser ángel protector.

No se rindió, todo lo contrario, lo tomó como un reto. Ella era una mujer acostumbrada a pelear por sobresalir, por ser alguien. Cambió de táctica, se hizo amiga de Nicole Doménico, en espera de que ese acto la hiciera visible a sus ojos.

Ignoraba que Génesis tuvo la misma idea, con mejor éxito que ella.

Con el traslado llegó la certeza que todo estaba perdido. Augusto no era para ella, aquel amor que por años cosechó se fue convirtiendo en odio cuando avaló la decisión de su hija y le exigió desocupar su lugar de trabajo.

Siendo honesto, ese amor empezó a difuminarse el mismo día en que llamó a Génesis Bennett "Su mujer" ante todos, haciéndola quedar en ridículo. Recurrió a la venganza como método de liberación.

Fue derrotada por una mujer simple en el vestir, casi una anciana, esa que hoy sigue viendo con adoración pese a tener el rostro desfigurado. Oculta en las sombras, los observó salir del hospital tomado de la mano. En todos los años a su lado, nunca lo vio ver a alguien con tanta adoración como a esa mujer. El poco amor que le quedaba se calcinó ante esa imagen y fue reemplazado por rencor.

—¿Qué la hace especial? —no puede evitar preguntar cuando el auto pasa por su lado.

—Es linda, debes admitirlo. —responde su acompañante —¿Puedo hacerte una pregunta?

—¿Tengo otra opción? — la chica sonríe y bufa—eso pensé. —replica mordaz. —No tienes derecho a respuestas, no tuviste éxito en ese veneno.

—No es mi culpa que ella no tuviera sed —responde indiferente y viéndose las uñas —deberíamos largarnos, —sugiere — no estás como sospechosas y tienes dinero suficiente para ambas.

—Aún —susurra saliendo de las sombras —es cuestión de tiempo para que lleguen a mí —le ve un instante antes de seguir —tú no es estás del todo inmune.

—No hablará. —responde segura —nos lo prometió.

—¡Fracasaste!

—Una razón de más para huir.

—Ceder no es mi único problema. —le mira un instante y enarca una ceja interrogante.

No es tan niña como se ve, ni tan inocente y menos tan falta de cerebro para entender lo delicado de la situación.

—Tampoco hablará...

—Eso espero ¿Segura no te reconoció?

—¿De dónde? —responde. —jamás nos hemos visto ella y yo, por eso me dejó a cargo ¿Lo olvidas?

La seguridad y diversión con la que dice aquello, le enoja y se las arregla para disimularlo. Conoce los fracasos que han tenido y las muertes que han dejado atrás. Su hermana es la que más le duele en todo esto, Greta no tanto. La odió desde el mismo instante en que se ofreció a conquistar a Augusto y aún más al ser aceptada su oferta.

—Estabas dispuesta a compartirlo con Greta. —suspira lamentándose cuando aceptó el arreglo de Ceder.

No le dejó muchas opciones, era eso o la muerte. Su acompañante, es una chica curiosa, llena de preguntas y mucha energía. Tres cosas que ella odia en esta vida, pero que tiene que soportar, hace parte de su boleto a la libertad.

—No lo entenderías.

—¿Por qué no? —insiste —ayudaste a tu prima, le pasabas los sitios en que Doménico estaría, revelaste detalles importantes. El paseo en yate, los lugares a los que la llevaría, el cambio de testamento, entre otros.

—Te recuerdo, me usaron.

Empieza a avanzar en sentido contrario al auto de Augusto, cubre su cabeza con la capucha e ingresa las manos en los bolsillos de la americana. La chica le alcanza y sigue el ritmo sin problemas.

Se mezclan con un grupo de turistas, convirtiéndose en segundos en parte del grupo sin llamar la atención. Las bondades de trabajar años con Augusto le llevan a saber los itinerarios de los guías, los sitios concurridos por ellos logrando mezclarse sin problemas.

—Los planes de Greta era casarse y hacer pasar ese bebé como hijo del lobo —afirma en silencio y le insta a seguir —No te molestó saberlo, incluso ayudaste.

—No es que tuviera muchas opciones.

—Aun así —insiste la chica —estabas más cerca de él que Greta, eras de confianza —se encoge de hombros —pudiste drogarlo y cogértelo dormido, llevarías un bebé de él en verdad...

—Nunca pasé la barrera de jefe-empleada, todos lo sabía —le interrumpe —Augusto forjó un muro sólido en torno a mí que jamás logré derribar.

—No te esforzaste, eres linda —le mira de arriba abajo antes de seguir —si te esfuerzas, más que su nueva esposa.

—Tengo la edad de su hija...

—Al igual que sus ligues —le interrumpe —algo debió ver mal en ti.

—Su madre —confiesa en un suspiro — ella vio lo que nadie más pudo ver. De todas maneras, la idea de Greta era absurda.

La chica le mira de manera fortuita y afirma regresando la atención al guía. Una parte de ella supo que los planes eran descabellados, Augusto era demasiado hábil para caer en un acto tan simple. Jamás desposaría a Greta y dudaría que el hijo era suyo a la primera.

—Eres más astuta de lo que te muestras —le dice de repente —prueba de ello es que estás viva y no muerta como los demás.

—Aprendí a sobrevivir —replica en calma.

—No has llorado a tu hermana, ni una sola vez. —avanzando con el grupo, piensa en la respuesta. —yo estaría acampando en la tumba de mi hermano si algo le sucede. Si estoy aquí, es por él.

—Lo sé...—y eso solo la hace digna de admiración y respeto.

Se mantienen a cierta distancia del grupo que hace fila para ingresar a un autobús. Hombres y mujeres, con ropa vaporosa, holgada en colores discretos. La vestimenta los señala como personas de alta sociedad, aunque ninguno traiga trajes de marca, joyas o accesorios costosos. Basta con ver sus ademanes y rostros, para entender hacen parte de un estatus al que Lorena nunca llegaría. Ya no.

El dolor de ver a su hermana muerta, fue reemplazado por miedo al descubrir que sería la próxima. No tuvo tiempo en llorarla, el cañón de un arma apuntaba a su frente. Arrodillada, con tres cuerpos a su alrededor y pocas opciones, hizo lo que debería.

—Vivir es mi prioridad —responde luego de una pausa larga —ahora es que los míos lo hagan—comenta en tono amargo.

—No debieron subestimarlo —afirma en silencio—ni hacer cosas a sus espaldas.

Ceder se molestó cuando se enteró del ataque a Génesis Doménico. La mujer estaba siendo vigilada por la policía y fue fácil dar con el responsable basándose en la placa del auto.

Una mala jugada que los hizo visible a las autoridades, hasta ese momento gozaban de cierta libertad en la ciudad. Todos señalaban a la mafia como culpables de los ataques a turistas, asaltos a los hoteles y demás. Hasta el fallido secuestro de Renzo se le culpó a ese grupo.

Un error de William, que arrastró a su hermana. Ceder no escuchó razones cuando se le intentó decir, que fue una decisión que Billy tomó sin tener en cuenta la opinión de los demás.

—El error de William fue enamorarse.

—Tú tampoco debiste—replica la chica y esa verdad le hace guardar silencio.

—Nadie tiene el control de su corazón.

—Torpedeaste las cosas, es un milagro que Ceder te permitiera vivir.

—Contrario a Billy, Jamás dejé un trabajo pendiente, hice lo que se me pedía. Él se tomó lo de Augusto personal —se defiende.

Ingresó a la empresa Hebe, gracias a su hermana, en ese entonces no sabía las segundas intenciones. Marielle le habló de la vacante en el Hebe, del pago, la experiencia y como eso le ayudaría a forjar amistades que a futuro ayudaría a crecer económicamente.

Olvidó mencionar lo demás, es decir, su ingreso era con el fin de hallar métodos que ayudaran al grupo a comprarla. No deseaban toda la compañía, solo el edificio en que se encontraba y por el sitio estratégico.

El Hebe estaba en un lugar perfecto para la salida y llegada de yates con la fachada de turística, ideal para los planes de su hermana y compañía. Hasta ese momento, tanto ella como Felipe, ignoraban los pasos en los que su hermana y prima andaban.

Alguien debió advertirle el riesgo que representaba trabajar con Augusto Doménico. Un hombre maduro, con un aura misteriosa y un innegable atractivo que la hizo caer rendida a sus pies. Fue fácil por momentos empezar a tejer sus sueños olvidarse de lo que la llevó a trabajar en el Hebe.

Sacar a su madre adelante y construir un futuro, lejos de los malos pasos de sus hermanos.

Cuando le toca el turno de subirse al autobús se detiene. Su acompañante le imita y le observa con rostro inquieto, ambas afirman en silencio.

—¿Segura? —Lorena lanza un suspiro y mira al cielo antes de responder. —no podrás hacerlo sola.

—Estoy perdida —le confiesa —tú aun tienes oportunidad.

—¿Qué harás?

—Lo que dejaste inconcluso—responde en un susurro —ocúpate de estar lejos en las siguientes veinticuatro horas.

—¡Suerte! —le dice recibiendo el morral e ingresando al autobús.

Mientras el autobús se hace cada vez pequeño, empieza a recordar todos los momentos vividos con Augusto siendo su jefe. Busca en medio de ellos algo a lo que aferrarse y descubre, no hay nada, nunca tuvo un trato amistoso más allá de ser su jefe.

Recuerda como en medio del llanto le rogó a Greta desistir de Augusto. Lo hizo el día en que él celebraba la llegada de Renzo y Sunny. Nicole le llamó solicitando unos documentos, pidió enviarlos con alguien de seguridad, ella no podía rechazar la oportunidad de ver a su amor en un ambiente distinto a la oficina y fue personalmente a llevarlo. Greta estaba allí, gracias los datos proporcionados por ella.

«—Sabes que nunca tendrás una oportunidad, él ni siquiera te soporta.» Se atrevió a decirle en el tocador cuando había coincidido con ella.

La reacción inicial fue burlarse de ella y de lo patética que se veía amando a un hombre que nunca la había visto como mujer. Greta le restregó que ella había gozado por mucho tiempo de las mieles de los brazos y besos de Augusto.

«— ¿Qué tienes tú? ¿Cuántas mujeres has visto pasar? Yo tengo la oportunidad de convertirme en su esposa.»

­No puede visitar a su madre, corre el riesgo de que su hermano le entregue. Hacerlo significaría la muerte para Felipe y la mujer que la trajo al mundo. ¿Qué camino le queda? El del odio y la venganza, responde rápido. Ha tenido mucho tiempo cultivando ambos...

—Yo te amé, aunque no estabas a mi lado, pero no puedo soportar verte con ella. Ni hoy, ni mañana, ni después. —aprieta las manos con fuerza hasta que sus nudillos se tornan blancos.

Guiada por el mismo odio visceral que la ha mantenido viva todos estos días, saca el móvil de su bolsillo y lo enciende. Mientras espera que lo haga, sonríe.

Penúltimo capítulo.

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