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Capítulo 36

Dos meses después...

Hablar con Renzo sobre el pasado y lo que en verdad me motivó a separarnos, resultó fácil. Según sus propias palabras, hacía parte de un pasado del que no quería hablar o recordar. Fuimos dos adultos que no logramos adaptarnos y que decidieron hacer un viaje que prometimos juntos, separados. Por el bien nuestro y de ellos. Y, aunque, acepta, le dolió la mentira, entiende que fue lo mejor para todos.

Con Sunny, la cosa fue más complicada. Estaba enfadada conmigo por obligar a su hermana a mentir y decepcionada de su madre por todas las veces que me alejó de ellos. Fue dura y directa, al rechazar las excusas de su madre, yo no hice pie por inventarme una. Fue hace tanto tiempo y han pasado tantas cosas luego de eso, que perdió interés.

Con todo y sus reproches, me fue mejor que a Tessa, mientras a mí seguía hablándome a su madre, se negaba a responder sus mensajes o invitaciones a su nuevo hogar. Ni Bastián que hacía las veces de puente para unirlas o la captura de Ceder y el quiebre de su hermano menor.

Sunny estaba renuente a perdonar a su madre, desconozco si fue mi ataque, callarlo o tantos años señalándome como culpable y el peor de los padres. Mamá consideraba que era un poco de todo y me pedía prudencia. «—Es tu hija, rencorosa y explosiva» había bromeado cierto día.

Los cargos en contra de Ceder aumentaban solidificando el caso en su contra. Su defensa parecía ser guardar silencio y negarse a colaborar. Algo que, según las autoridades no importaban, las pruebas en su contra estaban claras. Iría a la cárcel bajo los cargos de: secuestro, asalto, coacción, proxenetismo, estaba y triple homicidio.

Lorena seguía sin aparecer, eso no hacía más que aumentar mi inquietud. Se especulaba que Ceder la había asesinado al igual que Greta y Marielle, su hermano Felipe y madre abrigaban la esperanza que estuviera viva.

Aunque ello significara que pasar el resto de su vida en prisión.

La teoría cobró fuerza cuando seguíamos sin conocer su paradero, pese a que la recompensa había aumentado. Un centenar de llamadas, todas falsas de personas que aseguraban haberla visto en diferentes lugares.

Italia, Florencia, Roma, París, Estambul, entre otros países.

Firmo el último documento y retiro los lentes incorporándome. Avanzo hacia los ventanales de hotel, detallo la playa atestada de turista a esta hora de la mañana.

Génesis está con mi madre y Sunny, aproveché su llegada para firmar unos documentos y vigilar el estado de la obra. Hoy la darán de alta, su recuperación seguirá en casa y bajo terapias. Gracias a los terapeutas ya puede dar pasos, el tartamudeo es cada vez menos y el tic nervioso parece ser problema del pasado.

Necesitaba hallar a Lorena viva o muerta, hacerlo era darle fin a ese capítulo en mi vida, que se negaba a irse. No dejaba de rondarme en la cabeza, que el hallazgo de Ceder fue demasiado rápido. La persona que pidió anonimato, dijo haberlo visto horas antes de ver el anuncio en la TV. Lo recordó como el hombre que había pedido una habitación en el hostal en que cubría a un amigo cuya esposa estaba por dar a luz.

Demasiadas coincidencias, que Román insistió, podrían darse. Las idas a la estación en espera que el miserable dijera algo sobre si la asesinó o no, aumentaban junto con mi estrés.

Las veces que acudí a verle en la prisión en la que estaba, se limitaba a verme con burla y guardar silencio. Su mutismo resultó siendo un método de tortura eficaz y una venganza perfecta. Lo descabellado de todo esto, es que no recordaba haberle dañado, todo lo contrario.

Fue él quien se atrevió a dañar a mi hijo, mi madre y mi esposa.

Hastiado y consciente que mis pensamientos e inquietudes no me llevaran a ningún lugar, decido bajar a la obra. La nueva asistente aleja la mirada del ordenador y me observa detrás de los lentes.

—Cancela todas las citas, si hay alguna urgente pásala a David o a Nicole —le pido.

—Como ordene —responde buscando algo en el escritorio. —llegó esto para su esposa —me extiende un sobre gris que tomo entre mis manos.

Con estampilla de Esmirna a nombre de Génesis y sin remitente. Reviso el derecho y revés del sobre buscando algo que logre reconocer y al no hallarlo, miro a la mujer.

—¿Cuándo llegó?

—Hace unos minutos —afirmo en silencio viendo el sobre con cautela. —pasó todos los controles, señor.

—Gracias —sin decir otra cosa, abandono el lugar con todos los rostros puestos en mí.

No es de Sawyer o sus amigas, ellos hablaron con Génesis esta mañana. Tampoco la tal Jaqueline, con ella, habló la noche de ayer. Desechó cada uno dentro del ascensor y me queda solo una persona en ese país.

Emir Acar, el esposo de su madre y con quien se ha negado hablar todos estos años. Me cuesta contener las ganas de destruir el sobre, su poco peso lo hace inofensivo. Aunque las palabras pueden hacer más daños que los golpes.

En las siguientes dos horas me distraigo recibiendo el informe del avance de la obra. Nicole y David, han logrado mantener a flote la empresa y los avances de la expansión. Cada uno de ellos dentro de sus limitaciones y preocupaciones.

David tiene en sus hombros el riesgo de muerte de su padre y mi hija, su madre y hermano. El pequeño le ha costado adaptarse en la escuela, tanto como aceptar que su padre pasará el resto de sus días en prisión. Que pese a todo esto, ellos me dieran una mano y apoyo, habla de la importancia y cariño que me profesan.

—Si todo sale como pensamos, estará lista antes de tiempo —habla uno de los arquitectos —espero que coincida con la recuperación de su esposa y hacer de la inauguración una doble celebración.

—No he hablado con ella del restaurante —le confieso a los presentes —estará emocionada cuando le muestre los avances de la obra.

—Guardamos la esperanza de verla aquí pronto.

—Yo también —respondo alejando la vista de los planos y viendo la hora —debo irme, gracias por hacer un espacio en la agenda.

—Entendemos lo atípico de su situación, nos adaptaremos a su agenda —ofrecen y le agradezco con una inclinación de cabeza.

****

—Hogar dulce hogar —le digo deteniendo el auto y retirando las llaves.

Observa los jardines en silencio, su rostro escanea cada rincón antes de lanzar un suspiro largo. Detiene su escrutinio viendo por la ventana del auto a un punto lejano.

La psicóloga me ha hablado del impacto emocional que genera en ella el cambio físico por el accidente. Lo delicado que puede llegar a ser y las emociones negativas que pueden generar.

Génesis no ha mostrado ninguna hasta ahora, un acto que veo como positivo, pero que ocasiona alarma en la mujer. Deseo pensar que es el cariño de la que está rodeada, la que la hace fuerte y capaz de afrontarlo. Nadie ha cambiado con ella, la hacen sentir culpable y menos se mencionan las cicatrices.

«—Están allí, se lo aseguro.» Comentó cuando le señalé lo que opinaba y me pidió no bajar la guardia. Le he mostrado el sobre, pero se ha negado a abrirlo guardándolo entre el abrigo sin decir nada.

—¿Te sientes bien? —pregunto cuando su silencio es prolongado.

Retiro las llaves de la ranura, entrelaza sus dedos con los míos cuando tomo su mano. Tardo en darme cuenta de que la distracción la produce el reflejo de su rostro en los cristales del auto. Retiro el cinturón de seguridad y el suyo al ver sus hombros temblar.

—Nos dijeron que es normal el cambio de color de piel —susurro abrazándola —nos pidieron ser pacientes.

—¡Es tan difícil! No sé si podré con todo esto —solloza pegándose a mí con fuerza.

—Eres única, asombrosa—le corrijo acariciando su espalda —la mujer más valiente que conozco después de mi madre. —su cuerpo tiembla en medio de lamentos y se aferra a mí con fuerza —parece imposible y difícil, no lo harás sola, no planeo soltarte.

—¿Y si soy yo quien te suelto? —pregunta con rostro cargado de miedo —si resulta ser más difícil de lo que supones o nos dicen.

—Esposaré nuestras muñecas de ser necesario —respondo alejándome de ella y cubriendo mi rostro entre mis manos —me ha costado tanto encontrarte ¿Piensas que voy a rendirme o a permitir que tú lo hagas?

Limpio el exceso de llanto con mis pulgares y dejo un peso fugaz en su nariz. Su reacción es hacer un mohín que acaba en un sollozo.

—Será mejor entrar —le digo al ver movimientos en la entrada —no queremos preocupar a los chicos.

Rodeo el auto y cuando estoy por tomarla en brazos, niega mordiendo los labios. Toma una de mis manos y se incorpora del asiento, le permito hacerlo a su tiempo sosteniendo sus manos y pendiente a que no de un traspié.

Retira la carta de su bolsillo a mitad de los escalones, saca la carta y se va al final. El nombre Emir Acar aparece en la última línea, la carta es extensa, pero ella no parece querer leerla. La rompe en pedazos y las empuña con fuerza.

—Quiero ir a Esmirna —habla concentrada en cada paso —y decirle adiós ¿Me acompañas?

—Al fin del mundo, si usted lo desea, señora Doménico...—respondo sin dudar y me muestra una sonrisa débil mientras afirma.

—Lo necesito.

Lo sé, ella no se ha despedido como se debe de ese mal capítulo. Puedo ver una luz asomarse a la distancia al pedir ir a Esmirna. Mientras subimos cada escalón va soltando trozos de la carta que el viento se va llevando.

Ante la puerta solo le queda un trozo del documento y abre las manos dejándole al viento que haga su trabajo y lo lance lejos de los dos. Permanece en silencio viendo el trozo de papel avanzar hasta caer al césped. Regresa la mirada hasta mí y afirma en silencio.

—Estoy lista...

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