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Capítulo 29

Augusto quiso saber mi opinión respecto a que Tessa y su hijo vivieran en Atenas. Al casarme con él, era consciente del lazo entre ella y Augusto, jamás me lo ocultó. No podía desconocerlo, ni pretender que él lo hiciera. Sin mencionar que estaba de por medio el bienestar de un niño.

Me sentí alagada por hacerme partícipe de esa decisión y querer mi opinión. Sin embargo, era algo que padre e hijos debían tener, no yo. Si se requería mi apoyo lo daría, pero me gustaría mantener la distancia.

Recibí con sorpresa el mensaje de Giles el cambio de dirección. Estaba por fuera del consultorio, no contaba con tiempo para llegar y me pedía llegar a él. La duda estaba en la dirección que aseguró enviarla más tarde, pero no hice preguntas. Lo cierto es que los preparativos del cumpleaños de Augusto, me mantenían ocupada, o era su regalo lo que me alteraba.

Como fuera.

Acepté su propuesta, enviando un pulgar arriba y seguí con mis compras. Tenía el tiempo suficiente para hacerlas, llevarlas a casa e ir a su encuentro, con Zack como única compañía. Sabedores que el éxito dependía de dividir cargas, eso hemos hecho.

Yo era la encargada del bufete y las bebidas, Nicole de los invitados y distraerlo ese día, Renzo, Sunny y Hebe de organizar la fiesta sorpresa. Una reunión sencilla, la nube negra que giraba en torno a Tessa, me hacía guardar prudencia.

Mantener el secreto resulta un imposible por momentos ¿Cómo le ocultas una sorpresa a alguien con ojos agudos? Empiezo a sospechar que él ya lo sabe y se hace el inocente para no arruinar el momento.

El auto ingresa a la mansión y salgo apresurada con Hebe viendo la escena. Mi primer logro en los nueve meses que llevo en Grecia es aprender el lenguaje de Hebe. Ya no tiene que llevar ese letrero a todos lados, puedo participar de sus conversaciones. Aunque no soy tan experta como los demás, me tienen paciencia y me enseñan día tras día ciertos trucos.

—¿Por qué estás tan agitada? —gesticula. —Augusto no está, no es necesario correr.

—Hubo un cambio de planes —respondo entre jadeos y frunce las cejas. —mi terapeuta...

Detengo la conversación al no poder seguir y tomo una bocanada de aire. Zack empieza a sacar las cosas con ayuda de Natalia y Victoria, las chicas del servicio.

—Me pidió verlo en un café —sigo —tengo cuarenta minutos para llegar.

—¿Por qué? —sus ojos muestran preocupación y se altera cuando no sé qué responder —si no puede verte en el consultorio, no vayas. No me gusta ese cambio de escenarios.

—Giles, es amigo de papá, abuela —explica Sunny llegando a nosotros —nos avisas cuando acabes, pasaremos por ti.

—Lo haré —prometo subiendo las escaleras y abrazando a Hebe.

La pobre está tensa, hay angustia en su rostro cuando le pide Sunny acompañarle. Sunny por su parte le calma y pide calmarse. No es la primera vez que salgo y Zack se encargará de velar que llegue a mi destino.

—Te quiero —le digo tomando su rostro entre mis manos —volveré pronto, lo prometo.

—La próxima vez te acompaño —Afirmo agitando las manos y regresando al auto.

Recibo un nuevo mensaje de Giles enviando la ubicación. Le doy la dirección a Zack y guardo el móvil en mi bolso, ese acto revela el libro de anotaciones. Ha llegado el momento de decirle a Augusto, existen muchas dudas, pero cuenta con el apoyo de ese oficial amigo suyo.

****

—¿Seguro desea que la deje aquí? —pregunta Giles, viendo todo el lugar —puedo intentar avanzar.

—Ni hablar.

Giles, no pudo encontrar un peor lugar para vernos. Un callejón empedrado, con balcones coloridos, repletos de turista. La dificultad radicaba en llegar al sitio, que en este instante estaba en un embotellamiento.

—Llegaré más rápido a pie —le digo abriendo la puerta del coche.

—Señora. —Protesta sacando la cabeza por la ventanilla.

Es demasiado tarde, ya estoy sorteando los autos rumbo a la acera. Una vez llego al sitio, agito mis manos y sonrío ante su rostro severo. El pobre está en pie, con las manos en el capo y rostro angustiado.

—Te llamaré. —le grito antes de perderme entre la multitud, pero alcanzo a escuchar su respuesta.

—Buscaré donde parquear y le diré. —advierte.

Retiro el móvil de la bolsa y voy buscando la ubicación, me concentro en mi labor por varios minutos. Si no he perdido mi sentido de la orientación, estoy a pocos metros de mi objetivo.

Al bajar el móvil me encuentro con una mujer sonriente y feliz, por un momento me quedo en silencio contemplando la imagen. Han pasado dieciocho meses desde la partida de mi madre, muchas cosas han cambiado. Es la primera vez que detallo mi rostro de esta manera, que se ve reflejado en las ventanas de cristal de un restaurante.

—¡Génesis! —el llamado de Giles me hace alejar la vista del restaurante —¿Qué haces allí?

Está en el local de al lado y mueve sus manos invitándome a avanzar hacia él. Me excuso brindándole mi mejor sonrisa y juntos ingresamos al local.

—Estaba buscando la ubicación —me excuso al sentarme y entorna los ojos.

—Usabas ese cristal como espejo —me riñe, divertido —no me mientas, tengo esposa e hijas.

—¡Mea culpa! —digo alzando las manos en señal de rendición —¿A qué se debe el cambio de ambiente? —pregunto viendo el lugar.

—¿No te gusta? —pregunta llamando a un mesero —escucho tus pensamientos Doménico ¡Suéltalo!

Sonrío encogiéndome de hombros, me preguntaba si todo esto se trataba de alguna especie de prueba. Si detrás de este cambio no se encontraba su interés por ver mi comportamiento con la sociedad.

—Es más sencillo —responde sin poder contener la risa —es el sitio más cercano al aeropuerto —mira la hora —mi vuelo sale en dos horas.

—¿Aeropuerto, vuelo? —chillo —¿De qué hablas Giles Sari?

—Me voy de vacaciones, querida.

—¡No!

Mi respuesta es tan explosiva que llama la atención de todos y me encojo en la silla ocasionando que su buen humor crezca. La vergüenza por ser vista con reproche me lleva a querer que la tierra se abre y me trague.

— Tengo todo el derecho a unas —responde luego de burlarse de mí.

—Lo sé —suspiro —estoy siendo egoísta.

Guardo silencio viendo al mesero llegar con un pedido que no di y Giles sonríe apenado. Cuenta con poco tiempo y quiso ir adelantando todo lo que podía.

—¿Le dijiste a tu esposo lo encontrado?

—Aún no. —recojo la taza y le doy un sorbo al café.

—Es delicado, Génesis —me recuerda —y peligroso para él, está trabajando con delincuentes. ¡Debe saberlo!

—Planeaba hacerlo. —gruño molesta —quería descubrir quién está detrás, es todo.

—Y ser la heroína —me riñe partiendo un trozo de pai —no te es suficiente con salvar a Renzo, las joyas de Hebe y casarte con él.

—No es así —protesto, pero me escondo detrás de la taza.

—Entonces, lo que deseas es justificar tu conciencia o limpiar la de ese chico —parece pensar un poco la respuesta y chasquea los dedos —Felipe.

Lorena y Marielle son hermanas, es algo que Augusto y sus hijos lo saben.

Lo que desconocen es que Greta es su prima, que junto con Marielle son socias de la empresa turística en que me llevarían a ese tour. Hasta el momento la participación de la asistente no se muestra, ni la de Felipe.

El solo callar, los hace culpables, pero ¿De qué?

Existía otros socios, cuya participación se mantiene oculta junto con sus nombres. Giles intentó ayudarme, pero le fue imposible dar con sus nombres. Lo único que descubrió es que son seis en total.

Aún me crispo al recordar su insistencia a que le acompañara. Desconozco cuáles eran sus planes, pero no era nada bueno. Si Augusto no llega ese día, quién sabe cuál sería mi destino.

Giles y yo hemos especulado sobre porque no llegó ese día, quizás sí lo hizo un poco tarde y encontrándose con Augusto que me esperaba. Por eso se ha mantenido en las sombras y no ha vuelto a buscarme.

—Tengo todo aquí —le digo sacando la libreta —se lo diré. Cuando lo haga, te llamaré.

—Lo sabré al volver —corrige—mi móvil estará apagado, son vacaciones. —explica y resoplo —¡Son vacaciones!

—¡No puedes irte y dejar a tus pacientes a la deriva! —protesto, pero soy ignorada.

Narrador

—¡Te dije que nos vio! —Greta golpea con el puño cerrado la mesa.

—Estaba detrás del maldito cristal y sonreía—le sigue Marielle— ¿Es que no la viste?

—Tengo todo bajo control.

—Saliste diez minutos y regresaste ¿Es eso una solución?

—Intenta relajarte. —le advierte con voz calmada saboreando su copa de licor.

—¡No nos jodas! Que todo esto es tu maldita culpa —le recuerda Marielle —tú y tus ganas de joder a esa familia.

Contaba con el dinero para hacer lo que le diera la gana. Incluso, contratar a alguien que desapareciera a Augusto. Tenían un negocio próspero, una plaza para ellos solos y una fachada para cubrir sus delitos.

—¿Por qué joderlo? —chilla Marielle. —nos expusieron al insistir en que Greta fingiera ese embarazo, al secuestrar a su hijo ¿Qué han logrado?

—Lo mismo que logró tu hermana, al trabajar tantos años con Augusto —señala a Lorena —¿Por qué lo haces? —le pregunta —¿Creíste tener oportunidad? —chasquea los dedos —nosotros también, pero alguien lo arruinó todo.

—¡Déjala tranquila! —escupe Marielle y toma sus manos —ella no hace parte de esto.

—Sabe demasiado para ser inocente —corrige el hombre —se los he dicho, va a traicionarnos. Tarde o temprano.

Lorena baja el rostro y no hace comentarios, gesto que el hombre observa y sonríe. Ella y Felipe se mantuvieron al margen de los "negocios" de sus hermanas. Ambos contaban con sueños que creían poder cumplir.

Felipe deseaba comprar una casa y un empleo real para cubrir las necesidades de su madre. Lorena, dejar de ser invisible para el hombre que amaba, que viera en ella todo lo que no halló en las demás.

Empezó a quebrar su voluntad cuando ella apareció en escena. Se afianzó el día que Augusto gritó a todos que era su mujer y le ordenó tratarla como tal. Tuvo que ayudarle a organizar la boda y estar presente en ella. Regresó a casa en medio de un llanto desolador y les dijo a sus hermanas que les iba a ayudar.

El recuerdo de todas las veces que los ha visto besarse le hacen cerrar los ojos y empuñar las manos. El acto es tan fuerte que sus uñas se incrustan en las palmas de sus manos y le cuesta respirar. Se ahoga con el llanto, con el dolor que representa para ella saber qué amor jamás será correspondido.

Al abrir sus ojos sabe lo que tiene que hacer, la esperanza está perdida y su amor es imposible. Le queda lo mismo que tiene el hombre ante ella. La venganza ¿No es eso lo que lo mueve? Nadie mejor que ella en esa mesa lo sabe. Cuando sus miradas se cruzan, Lorena le sonríe y el hombre alza la copa hacia ella.

—Tiene un libro de apuntes —les confiesa —y les compromete a todos.

—¿Y no lo robaste? —le riñen.

—¿Qué importa si lo hago? —responde enfadada —el problema es ella no ese maldito libro.

—¡Tuoché! —le dice el hombre alzando la copa hacia ella que choca, pero no bebe el contenido. —Va a ver un accidente —les dice —una de las tres, debe robar la cartera de la mujer.

—¿De quién? —señala la mujer sin decir nada.

El acto es interrumpido por la silueta de la mujer salir del café, con el móvil en manos. Se incorpora de la silla ante los reproches de las mujeres. ¿Por qué desea a féminas en el grupo? ¿Acaso ha olvidado que son de mala suerte?

Saca un cigarro de su bolsillo, un encendedor y cruza la vía a pasos ágiles. Le da una calada antes de ingresar a su vehículo en espera de que su chofer le dé la fatal noticia.

Su auto acaba de ser pinchado y tiene que buscar un taxi. Eso la obligará a avanzar un par de metros más adelante, en un cruce de caminos, con los semáforos dañados y libre de cámaras.

Ingresa la llave en la ranura y espera, dándole una tercera calada a su cigarro, escuchando su móvil vibrar en su saco. Lo ignora, toda su atención la tiene la trigueña de cuerpo armonioso y hermosa sonrisa.

Entiende por qué Doménico la prefirió a ella sin importar su edad. Génesis Bennett, es una mezcla de encanto y un cuerpo que invita a ser follado. De todas las malditas maneras posibles.

La permite avanzar y se queda en su sitio a la expectativa, con una mano tamborileando el volante y la otra sosteniendo el cigarro por fuera del auto. Treinta segundos los separa del lugar que empieza a contar. Ella debe cruzar esa esquina, si decide quedarse allí, está frito.

Pisa el acelerador cuando la cuenta llega a cuatro y no se detiene. Escucha el golpe seco y la figura oscura ser arrojada a un costado. Maldice. Ella debería quedar entre las llantas y pasarle por encima, no caer hacia un lado.

Mira por el retrovisor y vuelve a maldecir, esta vez más fuerte No contó con los reflejos de la extranjera, que no fueron suficientes. Lo último que logra ver es su cuerpo ser rodeado por personas.

El éxito es el mundo de los delitos, se ha debido a no dejar las cosas a medias. De quedar viva, tendrá que hacerle una visita en el hospital. Saca el móvil de su bolsillo, ignora las llamadas de casa y toma la que le interesa.

—¡Lo tengo! —le dice la voz del otro lado.

—¡Quémala! Y averigua donde la llevan—ordena antes de colgar.

Llegará a ese hospital sin documentos. El mismo tiempo que tiene el centro médico de hallar a su familia, es el que posee para acabar con la historia de amor entre Augusto y Génesis. Ella no debió aparecer en escena, ni mucho menos meter las narices en sus asuntos.

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