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Capítulo 22

A más de dos semanas del suceso con Renzo, las autoridades seguían sin pistas sobre el paradero de sus agresores y el vínculo de estos con el actual esposo de Tessa. Yo no tenía dudas de que ese miserable estaba implicado.

Las autoridades opinaban distinto.

Según sus propias palabras, ser amigos no era suficiente motivo para señalarlos como culpables. Se requería pruebas para culparle o asociarlo al crimen. De momento, lo mantendrían por fuera de la investigación para no levantar sospechas.

En el fondo pensaban que los culpables estaban en otro lado. Un grupo de maleantes ha creado el caos en varios empresarios de la ciudad. Decenas de denuncias por asaltos, vandalismo y llamadas extorsivas de extranjeros los hacía suponer que mi caso estaba asociado.

Una idea que me niego a aceptar. Contrario al resto de denuncias, no he recibido amenazas, ni exigencias monetarias. Un dato poco relevante para Ramón, quien me explicó que sus métodos dependían del dinero de la posible víctima.

Estos iban desde llamadas amenazantes, ataques a propiedades, lesiones a alguno de los miembros de la familia e incluso la muerte de uno de ellos. Todo dependía del dinero que desean hacerse y la docilidad de las personas.

Lo que venía después variaba, según el caso. La mayoría de las veces se acercaban y ofrecían sus servicios de protección. Otras simplemente exigían un monto a pagar y se alejaban.

Debido a mi estatus dentro de la sociedad Ateniense, suponían que el mío era lo primero. La mafia me estaba cercando y dañando, para justificar su posible protección.

Desde ese día me he mantenido una estricta vigilancia con mis hijos, mi madre e incluso Génesis. Siendo Renzo a quien le brindaba más cuidados. Existía en ellos la creencia que el hijo varón sobresalía en importancia para los padres, por aquello que eran asociados a ser los sucesores.

Ingresé a mis hábitos diarios vigilar las cámaras de la casa. Verlos salir en grupo con Hebe y Génesis, aumentaba el miedo a que fueran dañados. Un sentimiento que solo disminuía al verlos regresar.

—Señor Doménico, tiene una llamada de la señorita Greta. —anuncia Lorena —es la décima vez que llama.

—Y lo seguirá haciendo —respondo distraído— no tengo nada que hablar con ella.

En la pantalla se muestra Renzo hablar con Génesis que se ha acercado al ver que no avanza con el grupo. La novedad el día de hoy, es que no salió con ellas. Sin un audio que me dijera los motivos de querer quedarse, vigilo sus facciones.

—Ha dejado mensajes —dice — Se encuentra en recepción y amenaza con hacer un escándalo...

—Seguridad se encargará de ella —le interrumpo —el único medio de diálogo, son mis abogados.

Sunny y Nicole, suelen enviarme su ubicación de forma constante y manteniéndome informado si deciden cambiarla. Un comportamiento que adoptaron luego de que les confesara como estaba la situación.

Renzo seguía desconociendo esos detalles, no deseaba aumentar el sentimiento de culpa o hacerlo parecer culpable, al hablarle de ello. Abandono mi escritorio al verlo en el diván junto a la ventana, sentado y viendo a la nada. Me disgusta que usaran su poca experiencia con las chicas para hacerme daño. Comparto la culpa con Tessa que no creciera con una figura paterna. Debí pelear más por ellos, ofrecer dinero u otros mecanismos para que Tessa no se los llevara tan lejos.

—La señorita Greta ha sido retirada de seguridad. —comenta mi asistente al verme salir. —tal cual usted lo ordenó.

Está esperando por mí en los alrededores, me dirá lo mismo que las otras veces.

—¿Qué mensaje dejó en esta ocasión?

Lorena se remueve incómoda en el asiento, se aclara la garganta y me extiende una hoja de papel. La tomo entre mis manos y empiezo a leerlos, son más de seis mensajes, todos con el mismo fondo, pero con diferentes palabras.

El bebé que espera es mío y está dispuesta a luchar para que la verdad se sepa. Amenaza con decirlo a la prensa local y a mi nueva aventura. Sonrío leyendo esto último. Génesis es todo menos una aventura.

Dentro de mi ambiente laboral y personal, empiezan las murmuraciones y cotilleos. Su nombre está en boca de todos, por desgracia, de una manera que poco decorosa. Deseo que todos entiendan el lugar que ocupa en mi vida y ha llegado el momento de hacerlo.

Todo con ella es fácil, divertido y diferente, incluso los celos le salen perfectos. No hace escenas explosivas, no ofende, es paciente y me permite explicarme.

A veces se muestra indefensa y vulnerable, intenta disimularlo, pero siempre fracasa. No es fácil para alguien aceptar que fuiste traicionado y viviste una mentira, todo gracias a quien debió protegerte.

—¿Quiere que le dé algún recado? —guardo silencio haciendo una esfera con la hoja, pensando en la mejor forma de sacarle la verdad. —ha recalcado muchas veces sobre la señorita Bennett. Le he dicho que es solo una amiga de su madre y suya...

—No es una amiga —empiezo a decir —ni mi amante de turno, ni nada que se les parezca. Es mi pareja y como tal exijo sea tratada.

Mi respuesta sale explosiva haciendo que Lorena se sorprenda y aleje su dorso del escritorio. Todos están pendientes a mi conversación con Lorena, una mirada fugaz me da la razón. Fingen imprimir, recibir llamadas o escribir.

—Cuanto antes lo acepten, mejor para todos. Eso va para ustedes también —advierto a todos.

Ella parece encogerse por la violencia de mis palabras, se excusa en varias ocasiones y baja el rostro al no poder sostener mi mirada. He querido darle el beneficio de la duda, aún no he hablado con mis hijos y no deseo hacer un drama o acusarla injustamente.

—No tengo pendientes esta tarde.

—Con el señor David...

—Lo veré esta noche—respondo viendo como todos parecen haber encontrado el camino de regreso a sus labores. —puedes irte.

—Usted puede necesitarme...

—Mantendré el móvil apagado hasta mañana —lo hago antes de guardarlo y regreso la vista a la hora —Los más importantes, estarán a mi alrededor.

Hace mucho tiempo que no hacía algo parecido, desconectarme del mundo de los negocios y centrarme en quienes amo. No recuerdo cuando fue la última vez que mantuve una conversación de hombre a hombre con mi hijo.

****

Detengo mi avance viendo a la mujer cruzada de brazos apoyada en el auto. Juega con unas llaves que mueve en círculo en su dedo índice mientras sonríe o mejor, se burla de mí.

—Recibí la visita de tus abogados...

—No tengo nada que hablar contigo —le interrumpo.

—Es tu hijo, negarlo no cambiará la verdad. —habla acariciando su ya abultado vientre —tuve que cambiar a mi Ginecólogo, el pobre está aterrado.

Cierro los ojos lanzando un suspiro largo y frustrado. Que se mantuviera en las sombras luego de que hablara con su ginecólogo, lo vi como buena señal. Volvió al ataque dos semanas atrás, cuando empecé a mostrarme con Génesis en ciertos lugares. Esos a los que mujeres como ella, jamás llevaría e imagino, es el motivo de su regreso.

—No es mi hijo Greta —respondo luego de retirar de mis entrañas el odio. —Tu amigo Ginecólogo me lo confesó...

—Luego de que lo amenazaras y lo golpearas. —aclara —¿Debería decirle a esa cuarentona la clase de hombre que eres? ¿Qué crees que diría? —agita las llaves mientras sonríe —ella en verdad piensa que puede llegar a ser la señora Doménico.

Lo increíble de esto no es que la escena que estoy recibiendo, sino que alguna vez me pareció atractiva y excitante. La inmadurez la rodea, su comportamiento, risa y gestos. Toda Greta es una mezcla de mal gusto, inmadurez con un toque de mujerzuela.

¿En qué mierdas pensaba? No tengo idea, como tampoco en qué momento creí que estaban conmigo por mi físico. Cuando lo único atractivo que tenía para ellas, era mi billetera, esa que solía ser generosa.

—Greta —suspiro largo mostrando las palmas de mis manos —mis abogados han sido claro...

—No hablaré...

—Una prueba de ADN es más que suficiente —le interrumpo y resopla —en vista que te niegas a hacerla, esperaré a que ese niño nazca.

—Estás cometiendo un error —amenaza y para mi alivio se aleja de mi auto.

—De ser un Doménico, estoy dispuesto a hacer todos los pagos retroactivos —detallo y sus ojos brillan al escucharme. —pero, si no lo es. Estoy seguro de que así será. Serás tú la que tendrás que pagarme, y de ante mano te advierto —es mi turno de sonreír —no estoy interesado en tu cuerpo.

En el de nadie que no sea el de Génesis.

Mi último pensamiento al cruzar las calles de la ciudad es en los eventos que me han rodeado. Busco el inicio de todo recordando que mi mala suerte empezó cuando Nicole canceló su compromiso y su novio vino a verla.

¿Es posible que ese miserable tenga que ver? Sacudo la cabeza deteniendo el auto luego de cruzar las rejas de la casa. No sería tan imbécil de dañar su carrera por una venganza sin fundamento y Sally no se lo permitiría.

Lo que estaría en juego es su libertad ¿Existe algo más importante que eso? Lo dudo. Retiro las llaves del auto y apoyo la cabeza en el respaldo de la silla. Nervioso por lo que estoy sospechando, paso una mano por mi boca y cierro los ojos.

¿Tienen mis actos parte de culpa en los daños causados a mis hijos? El ruido de la puerta del auto abrirse y alguien ingresar me hacen abrir los ojos. Mi hijo menor escudriña mi rostro con ojos críticos mientras entorna los ojos.

—¿Peleaste con Génesis? —lanza la pregunta a quemarropa y con tanto desparpajo que me hace sonreír.

—¿De dónde sacas eso? —se encoge de hombros viendo hacia el frente.

—Lo imaginé por tu rostro —responde indiferente —también por algo que dijo ella.

—Génesis y yo, no hemos discutido. —le calmo.

—Entonces, yo tengo que ver.

Su rostro es el vivo reflejo de la angustia, sus ojos se mueven en todas las direcciones. El acto de cruzar y descruzar los brazos lo asocio a mi época de juventud cuando hacía algo mal y sería reprendido.

—Si no hubiera chateado con una desconocida, ni enfrentado a Ceder—se excusa.

Sus ojos se humedecen y baja el rostro avergonzado. Sigue atormentándose por haber mantenido conversación con una chica, hablar o no con ella, no hacía diferencia. Los que están detrás encontrarían la forma de llegar a él o a mí, dependiendo quién era la víctima.

—Me alegra que golpearas a ese hijo de perra —le calmo apoyando mi mano en sus hombros y lo siento sonreír —en cuanto a hablar o no con esa chica, si estábamos en la mira de esos infelices, buscarían la manera de acercarse.

Alejo la mano de mis hombros y la apoyo sobre la suya. Hace mucho tiempo pasó la época de los abrazos, que no disfruté como me gustaría. Debo tener cuidado con los actos de cariño, que pueden avergonzarle.

—¿Siempre fuiste bueno con las chicas? —pregunta luego de una pausa —mamá me dijo que sí.

—No me gusta contradecir a tu madre, pero no siempre fue así —aleja la vista del jardín y me observa con curiosidad. —Era más delgado que tú en este instante, tímido y con acné.

Retiro la mano de la suya y empiezo a recordar a mi yo de adolescente. Mamá solía reñirme por mi forma de caminar encorvada y los pasos lentos. Decía al respecto que me veía como si cargara el peso de los problemas de toda la casa.

—Las chicas me evitaban, —recuerdo entre risas —que mis compañeros fueran los Vryzas, la competencia directa de mi padre, no ayudaba.

—¿Se burlaban? —niego.

No, yo era demasiado inferior y poca cosa como para que se fijaran en mí. Ese acto ameritaba un nivel de importancia para ellos, para Otis y Giorgio, yo era trasparente.

—Casi invisible —replico entre rizas —pero, tenían la facultad que todas las chicas querían con uno y el otro.

—¿La que te gustaba?

—También y muchas más, contaban con dinero, belleza y seguridad. —le sonrío e imita mi gesto —hasta que mi padre cierto día, me llevó al gimnasio, me buscó un entrenador y me puso en sus manos.

—Y te llovieron chicas —resume por mí y niego en medio de risas, lo que ocasiona confusión en su rostro.

—Gané seguridad —recuerdo —el cambio no fue mágico, me costó sangre, sudor y llantos.

—¿Cuándo cambio todo?

—En Italia —confieso —allá era la novedad, podría ser lo que quisiera, nadie me conocía.

Me recuerda a mí a esa edad, con miedos, inseguridades y mucha culpa. Aún no lo sabe, tardará en darse cuenta, pero está en la mejor etapa de su vida.

—Como tú, en este instante en Atenas — mi comentario lo hace guardar silencio y sonrío —nueva universidad, amigos, un padre, hermanas que te aman y aceptan tal cual eres.

—¿Debo contar a Génesis en el término familia? —pregunta seria.

—No estás obligado —acepto —te pediría, respetarla en caso de que no te guste.

—¿Lo dices porque no acompañe a las chicas a su hotel? —interroga y es mi turno de no entender —Gracias a tu asistente aceptaron recoger sus cosas, pero solo las mujeres. Nicole, Sunny y tu asistente fueron las que subieron.

—¿Lorena? —Renzo afirma en silencio.

— Llegó a dejarle a Nicole el móvil nuevo y dado que fue ella la que consiguió nuestro ingreso gracias a su hermana —se encoge de hombros —creímos conveniente que subiera. Brindaría seguridad a todos.

—No sabía que Lorena tuviera una hermana en el Vryzas...

—Lleva solo una semana en el hotel —responde —antes de eso, trabajaba en la zona administrativa. Fue trasladada por lo que llamó una amonestación injusta.

—¿Te dijo todo eso? —mi curiosidad le divierte y no disimula.

—La escuché hablar por teléfono —confiesa. —También que están en periodo de prueba y necesita dinero.

—Algo me dice que sabes muchas cosas —su sonrisa lo delata y pasa una mano por mis hombros.

—Su nombre es Marielle, es la menor de cuatro hermanos —describe entre rizas pasando su mano por el pantalón — tres mujeres y un varón, misma madre, padres distintos. —me hace un guiño y sonríe.

—Eres un peligro —confieso. —tienes un oído agudo. —afirma con superioridad y sostiene mi mirada —¿Qué piensas de Génesis?

—Es linda, divertida, audaz, te hace feliz. Y, la abuela la quiere. Me agrada —comenta soltando un suspiro —¿Me acompañas a buscar un buen gimnasio e instructor?

—Será un honor, pero antes dile a Nicole que te marque a si necesita algo...

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