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Capítulo 20

Buscar el momento ideal para hablar con Augusto sobre lo sucedido con su ex, resultó un imposible. Inicialmente, pensé en hacerlo durante el trayecto nuestro destino, un misterio para todos. Augusto se negó a hablar sobre él asegurando no querer dañar la sorpresa. Bastaron unos minutos para entender que debía esperar. El rostro de sus hijos llenos de emoción rodeando a su padre en la cabina del yate, me hizo callar.

Me prometí hacerlo, una vez arribáramos, pero allí tampoco fue. En esta ocasión el impedimento corrió por cuenta del sitio al que nos llevó. Tres horas después de haber zarpado, a lo lejos empezaba a mostrarse el lugar. Eran las diez de la mañana cuando el yate ancló en el puerto y mi corazón dio un vuelco.

Las casas blancas, de tejados marrones y varias montañas detrás, me resultaban familiares. Alegría, sorpresa y un poco de misterio resultó al verle. Hidra.

Nicole me explica que el nombre de la isla no tiene que ver con la serpiente de varias cabezas que se dice, Hércules consiguió derrotar. El nombre lo lleva de forma irónica, hace referencia a la constante sequías que padece la isla.

—¿Te gustó? —pregunta Nicole.

No espera respuesta, da un salto al puerto y le siguen sus hermanos. Los tres ayudan a su abuela a hacerlo, para luego avanzar los cuatro tomados de la mano.

—Aquí no hay autos —susurra Augusto al ayudarme a pisar tierra firme. —nuestra aventura es a pie, espero no te incomode. —niego en silencio contemplando todo a mi alrededor.

Ayudada por él, bajo del yate y empiezo a avanzar en silencio. Augusto no parece notar mi sorpresa o quizás la asocie a lo hermoso que resulta todo a mi alrededor. Algunas tomas del puerto llaman mi atención por haberlas visto en el folleto que me obsequió Marielle.

—Tenemos dos horas para hacer el recorrido —me brinda una sonrisa y se lleva mi mano a los labios.

Augusto no solo es una excelente compañía, sino el mejor guía turístico. Señala que la isla estuvo habitada desde antes de cristo, siendo hasta el siglo XVI la época en que tomó notoriedad, al fundarse la escuela marina.

—Lo cierto es que su fama es de mucho antes, cuando fue refugio de piratas —continúa. —nuestro segundo destino es Poros, si hay suerte, Egina.

—¿Poros, Egina? —le miro sorprendida y afirma con una sonrisa en los labios.

—Estamos a una hora —explica.

Se encuentra justo frente a las costas del Peloponeso, famosa por ser la morada de Poseidón.

—El dios del mar. —continúa diciendo — aún se conservan las ruinas de su templo en una colina cercana.

—¿Podemos verle? —me animo a preguntar y sonríe negando.

—Volveremos los dos y lo haremos —promete y afirmo.

¿El destino quiso que conociera la isla, fue una hermosa casualidad o debo alarmarme? "El día de mañana iremos a Hidra, Poros y Egina. Tres días ¿Te animas?" "La morada de Poseidón. Está la academia naval, por si buscas un ligue" parece estar escuchando a Marielle.

"Son empresas piratas, si te sucede algo, no se harán responsables. Existen muchas maneras de hacer daño."

—¿Te sientes bien? —pregunta deteniéndose y tomando entre sus manos mi rostro. —estás pálida.

—Sí. Es solo, que pensaba en algo que me dijeron esta mañana.

—¿Qué te dijeron para que estés así?

Le da pequeños roces a mi mejilla, en un intento de darles color. Es una buena oportunidad para hablar de la visita de Tessa, los chicos y Hebe, avanzan a unos cincuenta metros delante de nosotros. De vez en cuando miran hacia atrás, sonríen o saludan, pero no hacen intentos por esperarnos.

—¿Génesis? —me llama sacudiéndome un momento.

—Quería hacer este mismo recorrido, tenía un folleto...

Esculco dentro de la bolsa, pero no lo encuentro, debí dejarlo en la cama. Augusto observa mi comportamiento preocupado, hace señas al grupo que avance e imagino se han detenido al vernos en pie.

—Me habló de empresas piratas, que no garantizarían mi bienestar. —recuerdo distraída —yo, una turista alojada en un hotel de lujo y sola. Una presa fácil para cualquier depredador.

—Por desgracia el turismo atrae a todo tipo de maleantes. Te has dejado ver por más de un mes, sola en ese hotel. —comenta —¿Quién te dio es folleto?

—Alguien que conocí en la playa —sacudo la cabeza alejando los malos pensamientos —una amiga.

—Una desconocida —corrige y hago un mohín, lo que ocasiona su risa fuerte —ok, ahora dime ¿Qué más te dijo ese buen samaritano?

—Fue Tessa —cierro los ojos al ver que retira las manos de mi rostro y retrocede —estaba alojada en el Vryzas.

Maldice en varias oportunidades y pasa sus manos por su cabeza dando varias vueltas en el proceso. Se detiene, vuelve a tomar mi rostro y lo acerca al suyo.

—¿Te molestó? ¿Hizo algo imprudente? —niego a ambas y lanza un suspiro —¿Cuándo y cómo la viste?

Le doy una mirada a su familia antes de responder, tal como lo imaginé, están en pie, murmuran entre sí y se muestran preocupados.

—Será mejor avanzar —afirma viendo en la misma dirección que yo —tocó a mi puerta esta mañana, lloraba y gesticulaba de manera nerviosa.

Le narro lo que fue la visita e intento dar los mayores detalles posibles. Escucha mi relato, en silencio, con la mandíbula tensa y ceño fruncido. Se tensa aún más al escuchar los temores de su exmujer, brindándole una mirada a su hijo antes de regresar la atención en mí.

—No planeo intervenir —confieso —tampoco deseaba ocultártelo —afirma tirando mi cuerpo hacia el suyo y el resto de camino lo hacemos abrazados.

—¿Le creíste? —muerdo mis labios y sonríe.

—He demostrado ser pésima juzgando a los demás —su rostro se oscurece y encojo mis hombros —habló de ayudarle al oficial a encontrar pruebas y salvar a su hijo. —recuerdo —dijo que los chicos estaban seguros contigo, pero Bastián, no.

—Si ayudará es por limpiar su trasero —escupe de mal humor —le perdono que usara el dinero de mis hijos por necesidad, que restringiera sus gastos y hasta que los corrigiera, es su madre —enumera —pero no puedo coincidir que ese hijo de perra dañara a mi hijo.

—Renzo nunca le dijo nada, ni vio un golpe. Ella teme que su silencio encierre algo más delicado.

La sola idea de imaginarlo me hace estremecer y apenas los conozco ¿Qué no hará en ella siendo su madre? Tuvo errores, dejó pasar cosas, permitió otras, pero se notaba afectaba.

—Estaba arrepentida y llena de miedo —insisto —regresar con ese hombre, fue mala idea.

Le doy una mirada fortuita y lo encuentro viendo a sus tres hijos. Confiesa que no puede controlar el odio hacia ella, le impidió ver a sus hijos bajo e alegato que estaban mejor en su hogar. Siempre criticó su vida de soltero, era un mal ejemplo para Renzo y sus acciones pondrían en riesgo a sus hijas.

—Por eso intenté formar un hogar, pero fracasé—confiesa —excepto tú, todas las demás tienen el microchip del dinero activado al mil.

Me abraza fuerte al ver que me burlo sin descaro de él, mientras lo escucho narrar sus desventuradas relaciones. Se muestra sorprendido porque no me molesto o me afecta escucharle hablar sobre ellas. Tanto él como yo, tenemos un pasado que nos permitió crecer y conocernos. No puedo molestarme por lo que nos tiene en estos momentos juntos.

—¿No sientes el mismo temor que Tessa?

En los siguientes minutos, no hay respuesta y se limita a verme en silencio. Su familia se ha relajado al vernos abrazados y avanzando.

—Cuando supe que Tessa iba a casarse, me preocupé—empieza —le había comprado la casa que exigió, en la ciudad que quiso, me encargaba de cada una de sus exigencias, la mayoría monetarias. Lo hacía por ellos. Hasta ese momento, la idea de un quinto en escena, no había llegado a mi cabeza.

Ella ingresaría a un desconocido a la vida de sus hijos y eso lo atormentaba. Trasladó sus miedos a ella y le ofreció tenerlos un tiempo. Le acusó de estar celoso y usar a sus hijos como escupo y desquite.

—No puedo negar, que sentí un poco de eso —confiesa entre risas —no obstante, la mayoría era miedo. Entendí, luego de muchas luchas, que lo único que podía hacer era hacerme su amigo.

Eso garantizaba que confiarían en él y no le verían como una figura a quien temerle. El acto en sí, era un arma de doble filo, una medida desesperada, pero no tenía otra opción.

—Una vez casada, no eran una pareja de dos, sino de tres —sonríe haciéndome un guiño al ver que entorno los ojos —las primeras vacaciones que ella me permitió tenerlos tras casarse, hice una investigación rigurosa con cada uno.

Renzo fue el primero. Si bien, sus hermanas también corrían peligro, el temperamento Doménico ya empezaba a florecer, con Renzo era distinto. Su edad y condición lo hacía vulnerable.

—Entonces, ¿No hay nada que temer? —resumo.

—Me temo que no —acepta—estuve toda la noche hablando con él y sus hermanas. Ninguna de ellas sabía de los ataques, aunque confesaron que habían presenciado encuentros fuertes con su madre.

—¿Por qué lo golpeaba?, y... ¿Por qué callar?

Asegura que la respuesta a ambas, es bastante lógica para él y le recuerda su comportamiento a esa misma edad. La gran mayoría de los problemas con su padre era por sus amoríos, su padre no veía con buenos ojos que cambiara de novia cada mes.

—Asi que ... ¿Siempre has sido un conquistador? —me mofo de él quien sonríe.

—Solo de soltero, casado o en compromiso, soy leal —entorno los ojos y sonríe aún más. —no planeo defraudarte.

—¿En cuanto a qué? —finjo no saber y resopla. —Aún no me dices por qué lo golpeaba.

—Lo hizo tres veces —responde mostrándome tres dedos —la primera cuando le reclamó por vivir a costas de mi dinero, la segunda cuando le escucho decir que al ser ellos mis herederos, lo hacía beneficiario de alguna manera. —suspira, cierra los ojos y gira la cabeza —la tercera, le llamó marica, por no tener novia, ni lograr que una chica se fijara en él.

—¡Idiota! —escupo de mal humor cruzándome de brazos —como si la hombría se midiera por todas las féminas que se follan.

—Lo mismo dicen sus hermanas —confiesa con orgullo —guardó silencio porque creyó poderlo manejar.

—Por orgullo —resumo y su padre abre sus brazos mientras afirma —lo bueno es que están contigo.

—No por mucho tiempo —me mira un instante antes de hacerme un guiño y sonreírme cómplice —ellos necesitan volar y yo la casa sola ¿No te parece?

—¿Qué planeas hacer con Hebe? —le reto viéndolo indignada —¿Cuáles son tus turbios planes?

—Mamá tiene una condición que le impide escuchar tus gemidos.

Su respuesta me hace detener, no sé si reír o asustarme. Las contradicciones cruzan por mi cabeza, hacen un nudo en el estómago y llegan a mi lengua. Toma mis manos al verme temblar y me distraigo viendo nuestros dedos entrelazados.

—Puedo entender que sientas temor por tus malas experiencias —le escucho decir — ninguno de los anteriores te ha amado en realidad y planeo demostrártelo.

—Vivo en Esmirna Augusto...—el nudo aumenta de tamaño en mis entrañas y al escucharlo sonreír, decido enfrentarlo. —no puedo permitirme una relación a distancia, me estaría mintiendo y dandome falsas esperanzas.

—Nadie está realmente lejos hoy día, solo el que quiere estarlo. —me dice ofreciéndole una sonrisa —estoy convencido de que cuando acabes lo que tengas que hacer allá, volverás a mí y si no es así —se encoge de hombros y sonríe —viviré solo con la certeza que respiro tú mismo aire, observamos el mismo cielo y ocupamos un espacio en este planeta.

No sé qué responder, mi garganta se ha cerrado, mi piel suda sin control y de lo único que soy consciente es de la caricia que hace con sus dedos en mis manos.

—¿Qué vendría en adelante? —enarca una ceja y me brinda una sonrisa socarrona.

—No tendría sentido tu estancia en ese hotel...

—Me gusta pensar que soy dueña de mi destino —le interrumpo —llevo años ufanándome de eso...

—Eres mía Génesis —es su turno de interrumpirme y la sonrisa en sus labios aumenta —en el instante que cruzaste esa disco, con esa diadema y ese número cuarenta en luces centelleantes... Algo dentro de mí, me lo dijo.

—Tú e-res —tartamudeo y afirma tirando mi cuerpo hacia mí.

—Papá —le llama sus hijos —¿Sí o no? —preguntan en coro y nuestras miradas se cruzan.

—He odiado cada día que ha pasado y no me has recordado, me siento herido —protesta y lanzo una sonrisa débil —me he mantenido cuerdo solo por la certeza que el destino nos unió porque sabía que teníamos algo pendiente.

—¿Estamos esperando una respuesta? —chilla Sunny —¿Sí o no? —les da una mirada fugaz a sus hijos y vuelve a verme en espera de respuesta.

—Les dije que deseaba privacidad, quisieron saber para qué —sonríe acariciando mi mejilla —ofrecieron distraer a su abuela, solo si eran los primeros en saber tu respuesta. ¿Estás enojada?

—Sí —confieso y su rostro se tensa —no por lo que crees. —me apresuro a decir —es por no recordar tu rostro.

—¿Qué propones? —es notorio la ansiedad en esas palabras y me cruzo de brazos.

—¿Papá?

—Que debes esforzarte en que te recuerde —mi comentario lo hace soltar los hombros y sonreír.

—Alguien me dijo que, a nuestra edad, si vamos a hacer algo relacionado con el sexo, debería ser cuanto menos genuinamente perverso. —el comentario me hace reír y pegarme a él —¿Qué tienes que decir a eso?

—Que tengo la conciencia limpia y los deseos sucios...

—Lo tendré en cuenta —sonríe mostrándole a sus hijos el dedo pulgar y los vemos a los cuatro avanzar hacia nosotros —fue mala idea traerlos...—gruñe acercando sus labios a los míos.

¿Qué diría mi madre si me viera?, acabé en los brazos del hombre por el que me señaló como perra. El que se ha convertido en mi mejor aliado, amigo y es posible que algo más ¿Quién sabe? De todo esto puede o no salir algo fuerte.

Si no sale, no importa, es mejor quedarme con la culpa y no con las ganas, total ¿Qué puedo perder a esta edad?



A tres capítulos de finalizar la primera parte

No se preocupen, la historia sigue aquí.

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