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Capítulo 19

La emoción del viaje hizo que despertara a tempranas horas. Marielle había prometido llamarme cuando estuviera en la entrada del hotel, para llevarme al lugar. A las cinco y veinte, me debatía entre llamarle o no, acabé desistiendo y esperar, mientras lo hacía, releí el folleto.

Los intentos por buscar algo sobre la empresa de turismo fueron infructuosas, lo que empezaron a crear dudas sobre si era o no buena idea viajar. El que pasaran las cinco y no hubiese llamadas o mensajes de Marielle, incrementó mi desconfianza.

Hay quienes dicen que es la forma de actuar de los ángeles cuando una decisión puede darte problemas. La demora de Marielle puede verse como eso, o la poca información sobre dicha empresa. De pronto, ya no era tan buena idea hacer ese viaje, la vista sigue pareciéndome espectacular. ¿Debería llamarle? Ella quizás esté afuera esperando por mí...

Dos toques en la puerta me obligan a alejarme de mis pensamientos. ¿Será ella? No es posible. Podrían ser los Doménico, pero ellos suelen esperarme en el lobby, las normas del lugar impiden el ingreso del personal distinto a los huéspedes. Según me han explicado, con eso desean controlar el uso de sus instalaciones para la prostitución. Los toques se hacen con más insistencia, lo que me obliga a acelerar el paso y retirar los pestillos.

Una mujer rubia, vestido elegante, 45 o 50 años, está detrás de ella. Sostiene en sus manos un pañuelo y en la otra una tarjeta, ambas con tanta fuerza que los nudillos están blancos. Alza el rostro mostrando un hermoso tono esmeralda en sus ojos hinchados con rastro de llanto.

—Lamento la hora —se excusa —pero, no he logrado dormir.

—¿La conozco? —entorno los ojos intentando buscar en la desconocida algo familiar.

Cierro la puerta dejando una mano bloqueando la cerradura, viéndola ella negar en medio de lágrimas. Su vestimenta distinguida no me relaja, ni la tarjeta de acceso a una habitación que la acredita como huésped.

—No. —susurra —pero, soy la madre de Renzo, Nicole y Sunny —se presenta alzando su temblorosa mano hacia mí. —Tessa Mylonas —cierra los ojos y sacude su cabeza con violencia —no se es correcto dar el apellido de casada. Lo mejor es que empiece a llevar el de soltera.

—Soy Génesis —me presento tomando sus manos —¿En qué le puedo servir?

—Vengo a darle las gracias y a pedirle un favor, ¿Puedo entrar?

Sin entender ni media palabra de lo que dice, pero imaginando los motivos de su llanto, me hago a un lado y le invito a pasar. Su hijo fue asaltado, se enteró horas más tarde y encima tiene que lidiar con que no quiere volver con ella.

Se queda en mitad de la habitación, luce perdida y desprotegida. Lo poco que sé sobre ella, es lo que han dicho Hebe y su hijo. La mayoría apunta a que es una buena madre, que usa a sus hijos para fastidiar a Augusto.

Retiro del pequeño refri una botella de agua y se la entregó en silencio. En silencio y sin dejar de llorar, destapa la botella y en el lado de la cama que ocupaba yo hace unos minutos. Sé, la toma de un solo sorbo y sin bajarla un segundo, una vez acaba se queda viendo el objeto en sus manos.

—Román la señaló como la mujer que ayudó a mi hijo —empieza a decir —me mostró los videos. Lo que hizo por Renzo, no hay como pagárselo.

—El que no pasara a mayores, es suficiente pago para mí.

Su barbilla y manos tiemblan, dando la sensación de estar en una crisis nerviosa. Sin saber qué otra cosa hacer, tomo sus manos y darles calor al frotarlas. Se retrae viendo el gesto y su llanto aumenta con violencia.

—No le creí a Augusto. —solloza —aún me cuesta hacerlo. —alza su rostro para verme y pasa saliva —Los hombres que dañaron a mi Renzo, son excompañeros de trabajo de mi actual esposo. Sus nombres son, Cristóbal y Felipe Raptis

Renzo los reconoció, pero no dijo nada al oficial. Su silencio es por suponer ella tuvo que ver con lo que ahora está convencida, fue un intento de secuestro. Odia la idea que todo pasara en sus narices y ella no lo notara o su hijo no le tuviera la suficiente confianza para decirlo.

—Se quiere quedar con su padre ¿Cómo lo juzgo? —solloza. —hasta yo me odio.

Los motivos por los que decidió quedarse van más allá de este ataque; aunque, acepta que tiene que ver. Renzo le ha confesado a su padre que Ceder, el esposo de su madre, le golpeaba.

El golpe que él brindó ambas acusaciones le impidió buscar más detalles y Augusto estaba demasiado alterado como para exigirlas. La saco a la calle sin darle oportunidad de defenderse y con ella negando todas las acusaciones.

—¿Es verdad? —quiero saber.

—Lo comprobé con los videos que mostrados en la jefatura —murmura —He cometido muchos errores, jamás dañaría a uno de mis hijos —habla en medio del llanto. —comprendo que es difícil de creer que todo ocurriera en mis narices y yo no lo supiera.

Jamás vio un golpe o presenció un altercado. Ceder, nunca se mezcló en la crianza de sus hijos, desde un comienzo le dejó claro que era un tema que correspondía a ella y Augusto.

—¿Por qué no decirlo? ¿Pensó que apoyaría a Ceder? En lo único que pienso es que me ve tan mala madre que me cree capaz de ello.

Ambas preguntas van dirigidas a ella, que no parece estar allí. Ha dejado de llorar, pero sigue sosteniendo el pañuelo y la llave entre sus manos con fuerza. La botella se la he retirado y lanzado a la basura, sin que pareciera darse cuenta. Su cuerpo está conmigo, pero su espíritu no, por momentos la siento lidiando una lucha interna.

—Hay ciertos tipos de ataques que callamos por vergüenza o por considerar podemos manejarlo. —le confieso bajo mi experiencia. —es posible que lo hiciera por proteger a sus hermanas o evitar problemas entre sus padres.

—Eso explicaría por qué nunca le dijo nada —susurra. —y me hace sentir la peor madre del mundo, pero no dejo de pensar en su silencio.

—¿Cómo es su relación con él? —me atrevo a preguntar —sé cómo es con su padre. He sido testigo del amor que les profesa y lo que es capaz de hacer por ellos. El día que enfrentó al ex de su hija.

—Era buena hasta que tuve que controlar sus tarjetas —confiesa avergonzada —y tomé dinero de allí. Lo hice por necesidad —suspira limpiando su mejilla y niega —hice mal, soy consciente, pero, de allí, a ser partícipe de dañar a mis hijos.

Acepta que tuvo que controlar las cuentas de sus hijos, pero fueron medidas necesarias. Los tres eran dados a realizar compras compulsivas, la gran mayoría de ropa o enceres que nunca usaban y acaban siendo desechadas en la basura. Mes a mes se repetía la situación, que empeoraba los fines de año cuando su padre hacía giros exagerados de dinero. Señala a Augusto de consentirles en todo, dejándola a ella como la mala de la historia.

—Sus diferencias con Augusto fue la que actuó —mi confesión la hace verme y sonreír. —sabe que es la verdad.

Si en lugar de pelear entre sí, hubiesen unido fuerzas para la educación de su hijo, otra sería la historia. Su manejo como padres dejaba mucho que pensar, un padre controlador Vs. uno amoroso y dispuesto a satisfacerlos. Su crianza fue en medio de dos aguas contradictorias y con ellos a la deriva.

—Augusto tiene los medios para darles lujos y quizás merezcan disfrutarlo. —señala un poco más calmada —pero había que ser prudentes. —insiste y niego. —mi error fue empezar a gastar el dinero cuando Ceder se quedó sin trabajo.

Solo Renzo puso resistencia, sus hermanas entendieron la situación. El chico la acusó de sostener al holgazán de su esposo a costas de su padre. La acusó de mala madre y no hacer lo suficiente para sostener el matrimonio con su padre. Si la mitad de lo que le perdona a Ceder, le hubiese perdonado a Augusto, ellos vivirían con su padre.

Y no tendría que robarles para sostener un hogar que no merecía un mínimo esfuerzo.

—Lo abofeteé y como digno hijo de Augusto, amenazó con largarse lejos de mí.

— Su comportamiento fue el de una madre soltera, porque así se ha visto en el afán de opacar a Augusto como padre. —ella enarca una ceja y sostiene mi mirada por largo tiempo. —la introspección suele ser compleja y dolorosa, pero necesaria.

—Me alegra que Augusto al fin apuntara alto —comenta retirando la mano que aún sostengo y su rostro se dirige al balcón —buscar a chicas jóvenes y pagar por estar con ellas, no lo veía correcto. Le enviaba un mensaje incorrecto a Renzo. Me place saber que ha sentado cabeza con alguien a su altura.

No puedo evitar reír por su confusión y ella me ve con rostro confundido. Toma el folleto entre sus manos y empieza a leerlos escuchando mi explicación de lo que hay entre su ex y yo.

—Somos amigos —finalizo entre risas y ella ve incrédula —una amistad que nació gracias a Hebe.

—En ti pueda que exista amistad, pero no él—replica en calma —No conoces a Augusto tanto como yo.

—No estoy en una edad para buscar aventuras...

—¿Quién habló de aventuras? —me interrumpe y alza el folleto —espero no estés pensando en acudir a estas cosas.

—¿Por qué no? —quiero saber y ella niega.

—Son empresas piratas, si te sucede algo, no se harán responsables —explica —¿Con quién ibas?

—Con una amiga.

—¿De Turquía? —replica y mi negativa le hace alzar las cejas. —¿Entonces?

—La conocí en la playa...

—¡Error! —ella toma mis manos una vez más y niega —debes cuidarte —aconseja —una turista, sola, alojada en un hotel de lujo —enumera —eres presa fácil.

—Tengo cuarenta, jamás me llevarán como tráfico de blancas —bromeo y niega, confundida.

—Tienes cuarenta, con cuerpo y rostro de treinta, basta verte para saber las razones por la que Augusto está loco por ti —se mofa. —y tú de él.

Tomo el folleto, intentando ignorar ambos comentarios. Le explico quién es Marielle y como la conocí, evitando contar lo mal que habló del padre de sus hijos. Le narro lo de anoche y el grupo que la acompañaba, el mismo con el que iría hoy.

Tessa es una desconocida, que de alguna manera me inspira tranquilidad. Ella no tuvo problemas en abrir su corazón, eso la hace digna de confianza.

—Hay diversas maneras de hacer daño —me aclara una vez le he narrado todo —mírame a mí —se señala —no dormí en toda la noche, pensando en Renzo y los motivos por los que cayó los ataques.

—Posees tu propia teoría —A esa conclusión llego luego de presenciar su comportamiento.

—Renzo contaba con once años cuando llevé a Ceder a sus vidas —inicia —me había separado de su padre, me mudé de ciudad, ellos de escuela y amigos. —detalla —las chicas eran independientes y apegadas a su padre, pero él, —suspira —requería una figura paterna, Ceder pudo notarlo y usarlo a su favor —maldice entre dientes y se levanta de un salto.

Camina de un lado a otro, pasando sus manos por el rostro y cabeza. Su mayor miedo desde que salió de esa estación y corroboró que las sospechas de Augusto son ciertas, es que Renzo fuera agredido de niño.

No tiene claro cómo llegó a esa conclusión, hizo tantas teorías en su cabeza que acabó finalizando con esa. Explicaría por qué su comportamiento cambiante, agresivo y deprimido, la insistencia en todo momento de irse a vivir con su padre. Los ataques hacia ella, señalándola de mala madre.

—Me ha dicho que, de ser así, Augusto pudo notarlo, se llevan bien. ¿Si no es así? Si ese miedo abarca la reacción de su padre —se detiene ante el balcón y mira hacia el mar —no encuentro otro motivo por el que callar.

—Puede ser algo más simple y menos perturbador para todos —logro decir, pese al nudo creciente en mi garganta —era su segundo matrimonio, y no quiso ser la manzana de la discordia.

A punto más a que creyó poder lidiar con la situación o vio los planes de huir de casa, la solución a largo plazo. Es posible que notara a su madre muy enamorada y en su padre capaz de causar meterse en problemas para protegerlo si le confesara.

—No me saco esas ideas de la cabeza, ni las posibles imágenes —solloza una vez más —su hermano Bastián tiene su edad y yo...—se arrodilla a mis pies y toma mis manos —conozco a mi hijo, confiará en ti en adelante.

—No pienso ir en contra de Augusto o de Hebe —sacudo mis manos y ella las sostiene con más fuerza.

—Necesito que me prometas que, si te llega a confesar algo, se lo dirás a su padre —explica y calla —él sabrá qué hacer.

—¿Qué harás? —se incorpora y me mira con una sonrisa cargada de tristeza.

—Le prometí a Román ayudarle a encontrar pruebas en contra de Ceder y la ubicación de sus posibles cómplices —sacude su cabeza y empieza a avanzar hacia la puerta —Además que me es urgente alejar a mi bebé de ese ambiente, sus hermanos están protegidos, él no.

Antes de atravesar la puerta me mira un instante, se detiene con las manos en el picaporte y lo siguiente lo dice con las lágrimas de vuelta. Había estado toda la noche sin dormir, buscando respuestas y acabó por recordar que Román platico algo de que yo estaba alojada en el Vryzas.

Tuvo que explicar en recepción el motivo por que buscaba mi habitación, hizo ruegos y promesas, al final obtuvo respuestas. Tocó a mi puerta por dos cosas, agradecerme lo que hice por su hijo y decir su verdad.

—Me voy dispuesta a obtener respuestas, en caso de que no sea así, deseo que alguien conozca mi versión y la diga a mis hijos —sin decir otra cosa, cierra la puerta dejándome con una extraña presentimiento en mi pecho.

El ruido de mi móvil me saca de mi letargo, me incorporo de la silla intentando recordar donde lo dejé luego de hablar a casa. Mi corazón da un salto al descubrir un mensaje de Augusto.

"Usted y yo tenemos una cita para el día de hoy, espero que no lo haya olvidado. De otra manera, no se entiende como me tienes esperando por ti en la entrada del Vryzas desde hace mucho tiempo."

Sonrío volviendo a leer el mensaje antes de guardarlo en mi morral y correr a su encuentro. Me alegra que Marielle no llegara, de haberme ido con ella, no hubiese podido salir con Augusto.

Lo encuentro apoyado en el auto, manos en el bolsillo rostro apuntando al mar y mirada perdida. Imagino lo que pasa por su cabeza, sus miedos deben ser tan o más grandes que Tessa. Ella cuenta con la dicha que estuvo ahí para ellos, una oportunidad que le negó a él.

En silencio y sin hacer comentarios llego hasta él, me pego a su pecho y me abraza fuerte. Hay gestos que valen más que mil palabras, aunque la realidad es que no sepa qué decir o como darles aliento.

—Me gustaría contar con el poder para ayudarlos —le confieso alzando mi rostro hacia él que me observa serio.

—Ya lo haces y de una forma que no creí a nadie de contar con tanta fuerza.

Acaricia mi mejilla y su mano se detiene en mi mentón, su cabeza empiece a inclinarse hacia mi rostro. Hay momentos que están destinados a ser, situaciones que sabes van a llegar y esta es una de ellas. Suelto un suspiro de satisfacción cuando sus labios rozan los míos, sintiendo la sonrisa en sus labios al escucharme.

Encuentro que sus labios son suaves, húmedos y su beso embriagador. El vacío que deja al alejar nuestros labios es intenso, se queda en silencio viendo mi rostro y sonríe.

—¿Llevas mucho tiempo esperando?

—Desde las cinco, estamos atrasados, los yates salen a las seis. —responde luego de ver la hora —¿Te quedaste dormida o lo olvidaste?

No tengo planeado ocultarle la visita de Tessa, pero no deseo dañar el momento. Acabo por decirle lo que pensé en su momento, la familia y él estaban pasando por momentos duros, que imaginé, los planes se habían aplazado.

—Lo vi como una oportunidad de estar todos y relajarnos —comenta en tono amargo —Espero no te moleste que tengamos compañía.

—No me molesta, me hace sentir en familia. —respondo con todas las emociones a flor de piel, aún puedo sentir sus labios en mi piel, como si en lugar de besarme lo hubiera tatuado.

—Puedo adoptarte —sonríe tomando mis manos e invitándome a entrar en el auto —aunque el único puesto disponible sea a mi lado.

—¿Es eso un problema? —quiero saber y su sonrisa aumenta.

—¿Dímelo tú?

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