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Capítulo 14

Me gustaría ser ese tipo de padres que ve a sus hijos cada que lo desea o su tiempo se lo permita, por desgracia no es así. Existen un sinnúmero de factores que lo impiden. La mayoría de ellos tienen a Tessa y mi poca tolerancia a sus histerias como protagonistas.

Nos mantenemos en contacto por vía virtual, las llamadas y mensajes de texto son constantes, es la parte física en que hay fallas. Tessa siempre cuenta con motivos para torpedear las vacaciones con mis hijos. Haciendo planes de viajes en familia en los tiempos que deben pasarla con mamá y conmigo.

La última vez que estuve con los tres juntos, lo hizo en el cumpleaños número 18 de Renzo, hace veintitrés meses. Verlos en el aeropuerto acercándose, causó en mi pecho una alegría que hace mucho tiempo no sentía y solo ellos podían proporcionarla.

Era la primera vez que ellos decidían venir a verme, por su cuenta, sin intervenciones mías o negativas de su madre. Mis hijos querían verme y aquello debería significar alegrías.

Verlos cruzar el aeropuerto, con sus rostros risueños, después de tanto tiempo me permitieron ver cuanto han crecido. No puedo negar que su atuendo causó mala impresión, llegando a molestarme, pero no quise dañar el momento.

Son solo etapas, me dije al abrazarlos y lo repetía cada que los veía.

Renzo con el cabello largo y aretes en; orejas, nariz y cejas. Sus uñas pintadas de negro, jeans en el mismo color, rasgado y una remera de un grupo de metal. El atuendo de Sunny iba por la misma línea, salvo por el pequeño detalle del maquillaje.

El "Hola papá, te queremos" los abrazos y besos, tiraron por tierra las teorías que empezaban a rondar mi cabeza. No estaban mezclados en alguna secta o en pandillas, detrás de ese atuendo rebelde seguían estando mis hijos. Mis chicos.

Un almuerzo de bienvenida, fue con su abuela, Nicole, David, su esposa y la ausencia de Génesis. Al respecto de ello, mi madre aseguró que ella se había excusado por no asistir, pero que tenía planes.

Planes que David desconocía, pero que, al parecer, se prolongaron en los días siguientes. ¿Se enojaría por lo de la disco? Prometí llamarle para explicarle, pero no tuve tiempo. La llegada de mis hijos, la fiesta que mamá insistía en darles y el acoso de Greta ocupaba todo mi tiempo.

¡Y por Dios que me hacía falta! Su sonrisa, su presencia, toda ella. Génesis, podía darle fin a esta agonía que se había arraigado en mis entrañas en estos dos días. ¿Cómo puede una persona obtener tanto poder? ¿Qué la hace diferente a las demás?

—Papá, no has perdido el toque con las chicas —bromea Sunny.

—A mí me interesa conocer a Génesis ¿Cuándo vendrá?

A mí también me gustaría saberlo. Pienso viendo a Greta entrar en el restaurante con un grupo, jóvenes como ella. Me encantaría saber cómo se las arreglaba para saber dónde estaba. Luego de cuatro coincidencias, cinco si contamos esta, en distintos lugares, horas y días, es evidente que la causalidad no existe.

—¿Conoces a esa chica? —insiste Sunny, girando la cabeza con disimulo, Renzo no se molesta en ser discreto y gira todo su dorso. —desde que llegó no deja de mirarte.

—Es linda —responde mi hijo —pero no me gusta —finaliza regresando la mirada hacia mí —¡Ni lo pienses! —advierte.

Nicole y yo estamos de frente, ella no ha encontrado otro mejor que la mesa dé al lado, en compañía de tres mujeres y un hombre. En tres de las diez salidas a la semana me encontraba con Greta. Su comportamiento dependía con quién me encontrará. Si eran familiar o de negocios, se mantenía al margen.

Caso contrario, ardía Troya.

Fue eso lo que ocurrió en la disco, me vio en compañía de Génesis e hizo una escena terrible. No tuve otra opción más que escoltarla a su casa. Grave error ya que al intentar que Génesis no se viera implicada o dañada, ocasioné un mal mayor.

—Su nombre es Greta —responde Nicole. —Es una pesadilla para papá.

Alguien le está ayudando a ubicarme o me está siguiendo, lo que sería aún más perturbador. Sunny y Renzo pierden interés en ella segundos después, al enfrascarse en una discusión sobre donde llevaran a su abuela.

Sunny apuesta al mar, Renzo se inclina más a los sitios en tierra. Ambos gustos definen los distintos que son y ocasionan risas en su hermana. Mamá se quedó en casa, al negarse a acompañarnos.

Hebe Doménico, no suele comer en restaurantes por vivencias pasadas. Por más que le rogamos que nos acompañara, se negó, nos dio la bendición y prometió esperar a sus nietos.

—La abuela lo resolverá —Renzo le da un bocado a su postre sin dejar de ver a Sunny —quien pierda tiene derecho a escoger mañana.

—Ok —responde su hermana —¿No dirás nada? —interroga al verme.

—¿Cómo qué? —Han terminado de almorzar y disfrutan del postre mientras Zack llega por ellos.

—No sé —encoge sus hombros —sobre nuestra a paraciencia, discusiones, o nuestra existencia, lo que sea.

—Tienen veintitrés y veinte años, respectivamente —les señalo a uno y luego a otro —a la edad de Renzo vivía en Sicilia, solo y trabajaba.

—Lo que me recuerda —Renzo hace un guiño a sus hermanas e inclina su rostro —mamá se enojó mucho por lo del apartamento. No era necesario mentir para apoyarnos...

—No mentí —la llegada de Zack impide que me presten atención.

Greta sigue viendo en nuestra dirección y sonriéndome o mejor, burlándose de mi incomodidad. Tenerla a ella tan cerca a mis hijos, me muestra lo ridículo que he sido al estar con mujeres jóvenes ¿O es Génesis lo que me ha hecho ser consciente de ello?

Como sea, me he expuesto y he arrastrado a mis hijos con mis acciones. Billy se creyó con derecho de usar a mi hija para su venganza, Medea creó una historia en la que éramos algo más que sexo ocasional y Greta.

Ella llevó todo esto a extremos insospechados que ha hecho odiar mi comportamiento. Desde el encuentro con Billy, cancelé mi vida nocturna con una mujer cada noche y la reemplacé por una sola.

Que ahora te ignora y la cobardía te impide buscarla o llamarla.

—Nos vemos esta noche —parpadeo al verlos en pie, agitando sus manos de espaldas a mi rumbo a la salida.

—Solía recibir besos y abrazos por casi cualquier cosa—me quejo con Nicole que, sonríe y me anima apoyando las manos en mis hombros

—Están probando tu paciencia, por eso visten y se comportan así —confiesa —mi madre suele reñirles por todo.

—No me importa como se vistan, sino como piensan y que sean felices.

Nicole deja un beso en mi mejilla y pega la suya contra la mía. Ninguno de los dos ha tocado el tema de su ex, desde esa noche en el balcón de la casa. Tampoco me habla de los planes a futuros o si piensa regresar con su madre, por el momento me da una mano y alivia la carga de trabajo.

—Olvidé los portafolios —la voz de Nicole me llega lejana —Estás actuando extraño, papá ¿Todo bien?

—Estoy bien —le miento —¿Dónde lo dejaste? Si están a la vista, los de seguridad pueden enviarlos.

—Le pedí el favor a Lorena, —responde triunfante —debe estar por llegar.

—Es la hora del almuerzo Nicole, no es divertido. —le riño y sonríe.

—Le invité a almorzar ¿Sabes que es su cumpleaños?

—No. —resopla y me lanza miradas cargadas de preocupación.

—¿No viste el enorme ramo de rosas en el escritorio?

—Cariño, no tengo ni idea de qué color son los ojos de Lorena o el de su uniforme—mi confesión le saca una carcajada y me resoplo—es una gran asistente, sé todo lo que debo saber de ella con base a eso. —finalizo aburrido.

—¿Seguro estás bien? —insiste y sigue el rumbo de mi mirada.

Greta alza la copa hacia los dos y sonríe bajando sus manos. Capto el gesto y mi piel se eriza, por fortuna, Nicole está más concentrada en mí que en ella.

—Ya almorzamos Nicole, —desvío la atención sobre mí y me centro en lo que importa en el momento —no podemos permitirnos perder el tiempo.

—Una copa papá, es su cumpleaños y ella tu asistente. —insiste. —no va a quitarte tiempo y le dirás cuanto te importa.

—Invitarla a una copa o darle algún tipo de detalle personal, enviaría una señal incorrecta. —suspiro alejando la vista de Greta y centrándome en mi hija —aprendí la lección.

—¿Tiene que ver con ella? —señala a Greta —David me ha dicho que te está acusando de algo, pero no has querido decir que es.

—Puedo manejarlo —le calmo viendo a Lorena ingresar al restaurante —Ahí viene.

—Siento la demora —se excusa ella con el rostro rojo y bastante agitada —el tráfico es un caos. —sonríe a Nicole y ella le devuelve la sonrisa —aquí tiene señorita.

—Gracias. ¿Ya almorzaste?

—No tuve tiempo. —sonríe tímida y miro a Nicole con reproche.

—Puedes hacerlo aquí.

Nicole busca mi autorización y ruedo los ojos. Es tan terca como su madre, cuando se trata de que se haga lo que considera, es lo correcto.

—Es tu cumpleaños, lamento, no saberlo —verla sonrojar me recuerda por qué no tengo ese tipo de actos —necesitaremos de alguien que tome notas. Si no te molesta.

En los minutos que siguen, no presto atención a la conversación entre mi asistente y Nicole. El rostro de Génesis me llega por momentos impidiéndome concentrar y cierro el documento con fuerza.

*****

Con Lorena en el tocador y Nicole sé preparándose para la reunión, yo busco una oportunidad para hablar con Greta. La mesa se ha ampliado, ahora son un poco más de ocho personas, en lo que parece una reunión de amigos.

La he visto ingresar al tocador con varias chicas, pero la presencia de Lorena me impide llegar a ella. Capto el momento perfecto cuando Lorena sale del lugar. Espero hasta que ocupa su puesto, su rostro está pálido, las manos le tiemblan y evade mi mirada.

—¿Todo bien? —le pregunta Nicole.

—Sí —responde con voz inaudible —creo que el alcohol me hizo daño.

—Ya regreso —le digo a ambas.

El tocador de mujeres estaba al lado del de hombres, no tuve que pasar por pervertido mientras esperaba. Noté las risas femeninas, entre ellas las de Greta y mi bilis, subió de solo imaginar que era víctima de sus burlas.

—¿Has visto su cara? Jamás he visto tanto odio en un hombre.

Empuño mis manos y me muevo de un lado a otro dentro del tocador con la puerta semiabierta. De vez en cuando me asomo para ver si están allí y sigo escuchando sus malditas burlas hacia mí.

—Señora Doménico ¿Quién diría que lograrías lo que nadie?

Captó el momento perfecto al verlas salir una a una, pero no hay señales de Greta. Dispuesto a no dejarme intimidar y sin importar que exista alguien más en ese tocador, ingreso a la zona femenina.

Le encuentro con el rostro inclinado sobre el lavamanos, ajena a mi ingreso, que nota al pasar el seguro. Se sobresalta al verme a través del espejo, su rostro palidece y gira su cuerpo lentamente en silencio. Logra reponerse a mi sorpresiva entrada brindándome una sonrisa de superioridad.

—Espero vengas en buen plan...

—¿Cuánto quieres para que dejes de decir que el niño que esperas es mío? —su rostro se torna pálido y apoya ambas manos en el tocador.

—¿Qué clase de padre eres?

—Tengo tres hijos Greta —respondo cuidándome de cada palabra y le muestro el mismo número en mis dedos —tres —recalco.

—Cuatro —solloza —¿Cómo puedes negarlo? — niega intentando esquivarme, pero se lo impido — te haré tragar esta humillación.

—Ese bastardo que cargas allí, no es mío —digo señalando su vientre.

—No es un bastardo ¿Cómo puedes referirte así?

—¡No es mio! —recalco —y haré de tu existencia un infierno si insiste en decir que sí.

—¿Me estás amenazando? No estás en posición privilegiada, yo sí—su barbilla tiembla al decirlo y se aferra con fuerza en el lavamanos —te haré responsable si algo le sucede a nuestro hijo...

—¿Por qué destruir la única prueba que tengo en tu contra? —sonrío —espero esa cifra en el escritorio.

Por un instante fugaz siento que dará su brazo a torcer, pero al verla alzar el mentón y apoyar sus manos en el vientre, entiendo que está dispuesta a seguir.

—¿A qué le temes Augusto? —enarco una ceja viéndola sonreír —¿Qué crees que diga Hebe cuando se entere de que su adorado hijo rechazó a su sangre? O lo que es peor ¿Qué dirá la bastarda que cuida a tu madre? ¿Génesis? Creo que así se llama —sonríe al verme tensar —¿Te has enamorado Augusto? Es una lástima que esté destinado a no ser...

—Estás destinada a sacar una versión de mí que pocos conoces Greta —le interrumpo retirando el seguro —más te vale que digas la verdad, te lo advierto.

Sin esperar respuesta salgo del lugar, a lo lejos observo a mi hija y Lorena hablar animadas. Mi hija observa mi llegada y luego, a un punto detrás de mí, no hace comentarios, pero es notorio la preocupación. Recojo los documentos con los ojos de ambas puestas en mí. Greta llega hasta el grupo, dice algo, toma su bolsa y sale del restaurante en medio del llanto.

Me aferro a la idea que Greta está mintiendo. ¡No puedo estar unido a ella! ¡Es imposible! Y pensar que hace tan solo un mes la idea de tener un hijo con Génesis me aterraba igual. Hoy lo veo como el paraíso, en comparación con todo esto. 

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