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Capítulo 11

Adquirí la sana y hermosa costumbre de no salir de casa sin ver llegar a Génesis. Contemplar su rostro al llegar y sonreír se convirtió en mi mejor amuleto. Zack pasaba a recogerla antes de ocho y yo empezaba labores a las nueve. Todo se amoldaba a la perfección.

Mi día empezaba con algo positivo, cuando ella sonriente saludaba "Buenos días, señor Doménico." El día de hoy, necesitaba de todo el optimismo que ella me brindaba. Llamar a Tessa para que mis hijos vendrán a verme, nada fácil.

Desde ya me preparo para una discusión que alteraría el ritmo de mi jornada. Luego de nuestro divorcio se hicieron constantes las discusiones acaloradas por cualquier cosa que yo opine o quiera para mis hijos.

Mi humor cayó al piso al ver a Zack bajarse del auto, sin Génesis. Ella enviaba excusas por no llegar, había unos pendientes personales que debía solucionar. Rumbo a la oficina con un vacío en las entrañas y el mal humor rondando. Decidí hacer del día aún más miserable y llamar a Tessa.

Su teléfono repicó un par varias veces, la llamada se iba a buzón. La Tessa con la que me casé 25 años atrás solía despertar temprano a hacer ejercicios. Desconocía si en sus cincuenta esa costumbre seguía, pero tenía un hijo al que debía enviar a la escuela.

Bastián, de diez años, quien llegó hijo del segundo matrimonio de Tessa. Vuelvo a marcarle sorteando los autos que, al igual que yo, van rumbo a sus labores, mientras recuerdo lo difícil que fue saber que se casaba. No porque la amara, aunque aún había algo de ese sentimiento. Me preocupaban mis hijos, ellos debían lidiar con un padrastro, un desconocido que podía hacerles daño y ellos callarlo por temor.

La mejor opción en ese momento, era retirarme el traje de padre y empecé a mostrarme como amigo. Lograr que confiaran en mí, tuvo sus complicaciones. Existía la etiqueta de padre ausente que me era difícil de retirar. Con mucha paciencia y perseverancia, hoy puedo decir que mis hijos me tienen confianza.

Si van a tomar una decisión importante, hablarán conmigo antes que con su madre. Un comportamiento que Tessa odia y el principal motivo por el que le restó importancia a que yo conociera al tal Billy. Hoy lamenta su arrebato y me odia aún más.

—¿Qué es tan urgente para hacer siete llamadas?

—Ocho —corrijo deteniendo en auto en un costado de la vía. —llamaba por los chicos.

—¿Qué hay con ellos?

Detengo el auto en un costado de la vía para seguir la conversación. Tessa amaría ver mi cuerpo en un ataúd y poder disfrutar de todo lo que por años a mi familia le ha costado conseguir.

—Vendrán una semana a visitarme, su vuelo sale el sábado...

—¿No se olvida algo? Necesitan de mi autorización para salir de casa. —lanza un suspiro demasiado forzado antes de seguir —su casa —recalca.

—No necesito de tu permiso para ver a mis hijos. —respondo en calma —ni ellos de una autorización para salir de casa. Son mayores de edad, Tessa.

Nadie dijo que sería sencillo. El día que Tessa acepte las cosas sin hacer un drama, lloverá piedras sobre Atenas. El juego psicológico que empezará le resultaba de casados. En mis cincuenta es difícil que logre hacerme ver como un mal padre.

— Te recuerdo que soy su madre, la que los ha cuidado todo este tiempo.

Sonrío, en este punto es mejor tomar las cosas con humor. Sin importar cuando proteste, mis hijos vendrán a verme. Soy acusado de consentir y brindarles todo el lujo que pidan, para hacerla sentir mal. Lo que sigue es ella en medio de un llanto frenético y a mí, maldiciendo la mala hora en que creí Tessa era la madre perfecta para mis hijos.

—¿Para qué quieres Renzo y a Sunny?

—No requiero de excusas para ver a mis hijos. Siempre que yo lo desee y ellos también, voy a verlos.

—¿Quieres destruir su vida como hiciste con Nicole? —chilla desesperada —¿Por qué no te compras una vida? Cásate, ten hijos y dejas a los chicos tranquilos...

—sábado, seis de la tarde. Un auto pasará a recogerlos.

—¡Ni lo pienses! —Me advierte.

—Renzo tiene 20 años y es el menor. A esa edad mi padre me compró mi primer apartamento...

—¿Me estás amenazando?

He decidido ver el mundo de Tessa arder. Si ella quiere guerra, voy a dárselas, pero con mis hijos no va a sabotearme. Nunca más. Si siempre que ellos quieran venir a verme o yo verlos, tengo que soportar este tipo de escenas, es mejor ponerle punto final.

—Hablaré con los tres — continuó diciendo ajeno a sus protestas —así podré verlos cuando quieran.

Esperar a otra arremetida en mi contra cuelgo la llamada. Retomo el viaje a la oficina, lanzando el móvil mientras lo hago. Si les compro un apartamento, aprenderán a ser independientes, a racionar sus gastos y ser autosuficientes. Podré ir a verlos y ellos a mí las veces que se me pegue la gana.

El resto del camino lo hago en mitad de tiempo, ganándome varios insultos y muy quizás multas de tránsitos. Atravieso el lobby sin ver en ninguna dirección ni saludar. Escucho mi nombre en labios femeninos, pero no miro atrás.

—Augusto, te he estado llamando.

—Hoy no Medea.

Sus tacones resuenan en el suelo haciendo un chirrido molesto. Llamo al ascensor ignorando que se escucha cada vez más cerca e intentando no maldecir mi existencia.

—Necesito saber que hice mal —insiste mientras yo presiono el ascensor una y otra vez.

Apoya una mano en mis hombros para llamar mi atención. La imagino con un vestido ceñido a sus curvas, capaces de alborotar mi libido y destruir mi poca fuerza de voluntad. Mantengo la cabeza fija en los números con ella quejándose de Lorena por no dejarla subir a esperarme.

—Lorena tiene órdenes estrictas que debe cumplir —le advierto — sabes que no debes buscarme ni aquí, ni en mi casa...

— Actúas como si fueras un hombre casado...

—Odio estas escenas. —respondo entre dientes girando a verla —lo nuestro fue un...

Mis palabras se detienen y la mirada recae en la figura detrás de Medea. El ángulo en la que están ambas, hace posible una comparación. Vestimenta, porte, madurez y hasta emociones, diferentes. Lo que me sorprende es que es la mujer que está a lo lejos, la que me agrada y no la chica que insiste en atención.

Génesis está en mitad del lobby, agitada, con el sudor cubriendo su mejilla y cuello. Aprieta contra su pecho varios documentos y mira en todas las direcciones. Al rodear a Medea y avanzar hacia ella, nota mi presencia y avanza a pasos rápidos.

—Te estoy hablando Augusto...

—¿Qué sucede? —pregunto a Génesis ignorando a Medea.

—¿Puedo hablar con usted? —pide y noto el temblor en sus manos al sostener los documentos.

Su pedido es un ruego que no puedo ignorar, su barbilla tiembla ligeramente y sus esfuerzos por parecer fuerte fracasan por momentos.

—¡Por supuesto!

El ruido del ascensor me hace tomar su mano e ir hasta él. Rodeo una vez más a una Medea con rostro sorprendido. Ella necesita calmarse y yo buscar un lugar apropiado para que lo hiciera.

Dentro del ascensor ella lanza pequeños hipidos, sus ojos están rojos. Limpia sus mejillas con el dorso de su mano mostrando un ligero temblor en ellas. Se sobresalta cuando entre lazo la mía con la suya, pero no hace intentos por separarse.

Las puertas del ascensor se abren y cruzo el pequeño vestíbulo. Avanzo directo a la oficina, con una Lorena en pie observando nuestra llegada. No pasa desapercibido que mira nuestras manos tomadas o la sorpresa por verme llegar con una mujer y en ese tipo de comportamientos. Yo estoy acostumbrado a romper mis hábitos por Génesis, el mundo que me rodea, no.

—Buenos días, señor...

—Necesito un Té y agua ¡Urgente! —le interrumpo sin detenerme y cerrando la puerta tras de nosotros. —¿Qué sucedió? —pregunto una vez la dejo en uno de los tres sillones de la oficina.

Retiro mi saco y ocupo uno frente a ella y espero por respuestas. Toma los documentos que tiene en sus manos y me los extiende. Los dejo en un costado, no tengo pensado leerlos, hasta tanto ella no se calme. Tomo su rostro entre mis manos en un intento de llamar su atención.

—Decía que mi padre era un bastardo al que nunca le importé, que debió abortarme cuando él se negó a hacerse cargo a su embarazo. — limpio su llanto con un pañuelo y le dejo hablar. — Llegué a pensar que fui producto de una violación, solo así justificaba el odio hacia mi padre o mi nacimiento.

Entendiendo que ella ha descubierto la verdad, decido guardar silencio. Si ella tiene los mismos datos que yo, posee motivos para llorar. La presencia de Lorena me hace guardar silencio y a ella bajar el rostro.

—No estoy para nadie —ordeno y Lorena afirma saliendo de la oficina de manera sigilosa.

Busco el vaso con agua que dejo en sus manos y le da pequeños sorbos. Aprovecho su silencio para leer el documento que me ha entregado. Con ella sumergida en sus pensamientos.

—Ella se negó a que entregarme o que me diera el apellido. —solloza —no soy producto de una violación, pero sí de una relación clandestina. ¿Quién lo diría? Si hay algo de promiscuidad en mí, es gracias a sus genes.

—No te menosprecies —le reclamo viendo sus labios temblar —como otros te vean, no define quién eres.

—Debí conocerte mucho antes. —responde en un hilo de voz.

—Este es momento perfecto, Génesis. —le calmo tomando sus manos.

La buena noticia es que no es producto de una violación, sino de una relación clandestina y su padre sí la quiso. ¿La mala? La justificación del maltrato y odio de su madre hacia ella.

—¿Posees algún bien inmueble en conjunto con tu madre o a su nombre? —Ella no responde y se limita a ver los documentos.

Un abogado había intentado contactarse con ella desde la muerte su madre. Recibió las tarjetas que le dejaba con una vecina, pero imaginó que eran los del seguro y le restó importancia.

El abogado se presentó al restaurante y allí supo que estaba de vacaciones. Pidió un correo o número de teléfono en donde contactarse, pero su jefe negó ambas solicitudes. Le dejó copia de lo que supuestamente es un testamento dejado por Ángeles Bennett a nombre de su cónyuge.

—Hace ocho años hice un préstamo de vivienda —confiesa y afirmo viendo el documento —mi madre era mi vida y su sueño siempre fue tener un hogar.

—¿Está a su nombre?

—No es el punto...—responde tomando los documentos. —este testamento le deja como único beneficiario —continúa —un supuesto esposo que nunca vi o conocí. Ella pretende que él disfrutara la casa que con tanto esfuerzo pagué y que lo acepte. —sacude la cabeza —mi amor por ella, no llega a tanto.

Su mirada está clavada en mi rostro, hay odio e indignación en sus ojos, al decirlo. No solo se enteró de que estaba casada, sino que existe una cuenta bancaria con una cifra considerable que el hombre está exigiendo.

—¿Cuántos días me fui a dormir sin comer para que ella lo hiciera? —pregunta —Miles. —recalca —Restringí lujos, me privé de salidas, vacaciones. Todo para que ella fuera feliz, nunca lo logré y no supe los motivos—continúa —Jamás mencionó ese dinero.

En los últimos años, Ángeles no salía de casa, Génesis era la encargada de todo lo que tenía que ver con su salud y demás. El testamento está fechado tres años atrás. Ella no pudo salir de casa, a no ser que alguien le ayudara. Aunque, Génesis lo considera legal.

—¿Tienes idea de dónde sacó ese dinero?

Lo que en verdad deseo saber, es que tanto conoce del tema de su padre. Ella afirma viendo el documento con despotismo.

—Esta es la parte más surrealista —la sonrisa con la que dice aquello no llega a sus ojos —herencia del hombre que siempre odió. Yo era menor cuando murió, dejó a mi madre como albacea.

—¿Quién te dijo que lo era?

—Un familiar de ...

—De tu padre —sigo por ella al notar que le cuesta decirlo. —Si es tu dinero, ni ella, ni ese hombre pudieron disfrutarlo.

Lo primero que debe saberse es si el testamento es legal, luego buscar a un abogado. Desconozco cómo funcionan las leyes en Turquía, pero bastaría una llamada a mis abogados de allí para saber qué se puede hacer.

—Es posible que presuma adoptes la posición sumisa que solías tener con tu madre —le explico —esperas que sedas a sus demandas sin problemas. Tal cual lo hiciste con tu madre.

—No tiene bases para ganar esa demanda. —su confesión me saca una sonrisa y tomo sus manos.

— ¿Qué es lo que te molesta Génesis?

—Que he vivido con la culpa desde que murió —explica —semanas antes de morir tuvimos una fuerte discusión. Fue mi cumpleaños y ... —se encoge de hombros —hice algo que a su juicio era inmoral.

Entendiendo de quién se trata, toda vez que soy coprotagonista, me cuesta mantener la compostura. No pido detalles, por no necesitarlos y no deseo exponerme. En algún momento, tendré que decirle la verdad, no hoy.

Sus insultos escalaron a terrenos insospechados, la hizo sentir miserable, sucia, llegando incluso a acusarla de prostituta. La noche en que su madre murió, su jefe la llevó a casa. Al verla, le insinuó que le estaba pagando con su cuerpo su ayuda con el préstamo.

—Ella sabía que Sawyer era hermano de su amante. Era mi tío —recalca cada palabra con furia —todo este tiempo he vivido con la culpa de que fui una mala hija y no logré hacerla feliz. Cuando la verdad es que me odiaba porque no podía acceder a ese dinero para disfrutarlo con su esposo.

—¿Sabes que significa lo que acabas de descubrir? —niega y sonrío acariciando su mejilla —acabas de salir de la oscuridad y puedes ver tu corona. Ya no hay muros que te detengan.

—Usted y Hebe son lo mejor que me ha podido pasar.

—Te equivocas, tú eres lo mejor que ha podido pasar por nuestra vida —le corrijo —¿Qué puedo hacer por ti Génesis?

—Necesito ayuda para vender la casa —me dice viéndome a los ojos —y acceder a ese dinero —señala el documento —sin tener que ir a Esmirna ¿Puede ayudarme?

—Soy el genio de la lámpara, tienes derecho a todos los deseos que quieras —ella sonríe limpiando su mejilla. 

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