17. OJOS BIEN CERRADOS
El silencio imperó durante los minutos en los que ella soplaba y bebía de su vaso. Sin querer, su mirada se posó en su manga vacía, pero la apartó de inmediato, pues no quería hacerlo sentir incómodo. Sabía qué era un tema sensible. Esa harpía había logrado destrozar su autoestima debido a su condición y él había le creído todo.
—¡Maldita vieja bastarda! -pensó en voz alta sin darse cuenta, pero la indignaba mucho.
—¿Perdón?
—Perdonado —ríe y bebé un poco más.
Gonzalo no la entendía, pensó que tenía algún problema neuronal o mental.
—¿Por qué no la deja, maestro?
—¿Qué?
—A su novia ¿Por qué no la deja?
—No creo que sea asunto suyo.
—Pues no, pero soy bien chismosa. Cuénteme...
Tocó un tema sensible del que no estaba dispuesto a conversar con una extraña.
—Es tarde, creo que es hora de irnos.
—¡Ah no! Yo le conté lo mío, ahora usted conteste lo que le pregunté.
Un poco molesto resopla.
—¡Porque la amo! —respondió seco, bajando la mirada.
—Mire, no es por ser metida, qué si soy, pero todo se escucha en mi casa. Y todo, es todo. Lo único que le falta a esa bruja, es que le pegue.
Lo más penoso, era qué, no hacía mucho, además de sus constantes humillaciones, Jessica se había atrevido a abofetearlo por cuestionar sus ingresos exorbitantes. Él quedó tan sorprendido esa ocasión, que no supo cómo reaccionar. Era un caballero, nunca se atrevería a golpear a una mujer.
Tirado en el suelo, porque aparte de un pedazo de plástico con el que había resbalado, el golpe había sido tan fuerte como para hacerlo sangrar por la nariz y la boca.
Jessica se burlaba de él con solo mirarlo. Nunca pensó atreverse a tanto con un tipo qué casi le doblaba la estatura. Pero Gonzalo estaba tan disminuido anímica y emocionalmente, que las amenazas qué le lanzó después, ni siquiera eran necesarias.
Jessica lo amenazó con acusarlo falsamente de abuso y hasta de pederastia si se atrevía a regresarle los golpes, lo cual sabía perfectamente, arruinaría su vida y la carrera que tanto amaba.
Esa noche, a Teresa le había tocado trabajar y la mañana siguiente, descanso, por lo que no vió las consecuencias de ese ataque.
En el trabajo, el maestro inventó que lo habían asaltado de camino a casa. La directora cubrió el golpe de su cara con un poco de maquillaje, para que no lo vieran los niños y empezarán a hacer preguntas incómodas.
—No me ha contestado —dijo Teresa, trayéndolo de regreso al presente.
—Son cosas de pareja en los que no tiene por qué meterse.
—Ok, no me meto, pero no debería estar con alguien qué lo trata tan mal. No está bien.
—¿Tiene novio, Teresa? -cambió el tema.
—No.
—¿No?
—No, nunca he tenido y creo que nunca tendré. A mí no me quiere nadie. Por si acaso, ya tengo mi primer gato.
—No puedo creer eso. Pero si anda golpeando a tipos con latas de atún, imagino por qué.
—Tal vez ahora no estaría aquí de no haberlo hecho.
❤️❤️❤️
Carmelo meditaba sentado frente a su escritorio, con las botas arriba.
Fue un estúpido, la asustó y mucho. No la quería asustada, la quería enamorada, qué ella sola se acercará a él. Pero no sabía cómo.
—¿Ya le mandó flores? -preguntó El Buitre.
—¡Sí, y pateó el ramo a un lado! ¡Ni siquiera lo vio!
—A veces las morras se asustan con lo ostentoso. Intenté algo más sencillo. Tal vez ni siquiera le gustan las rosas.
—¡Averigua qué le gusta, entonces! —rugió desesperado. Casi sufriendo.
Se levantó y se miró al espejo. Esa maldita cicatriz tampoco ayudaba. Se la tocó con las yemas cómo siempre lo hacía, maldiciendo en silencio al que se la causó.
❤️❤️❤️
Gonzalo caminaba en silencio al lado de Teresa. No podía creer lo que le dijo. ¿Cómo alguien así no iba a tener pareja? No, debía estar bromeando.
Cuándo llegaron a la puerta del edificio, ella se detuvo en seco antes de traspasar el umbral.
—Muchas gracias, maestro.
—Dígame Gonzalo, mejor.
—Muchas gracias, «Gonzalo mejor» y perdón por hacerlo perder un día.
—Fue mi decisión.
—De todos modos.
Teresa lo miró a la cara y sonrió a medias. Contuvo sus ganas de robarle un beso, así que mejor entró y subió rápido las escaleras. Él se recargó en la pared mordiéndose el labio inferior.
Había sido el mejor día en mucho tiempo, pero ahora se sentía culpable, cómo si estuviera siendo infiel y no le agradaba esa sensación.
No quería emocionarse tanto, pero ahora no podía dejar de pensar en ella de formas qué lo avergonzaban. Entró, subió hasta su cuarto y se metió a bañar con agua fría. Pero ni eso consiguió apagar el fuego que se había encendido, a pesar de la ropa nada reveladora de su vecina. Jeans, camiseta, zapatos gastados... Era el atuendo menos sexy y sin embargo, buscó sus curvas y las encontró.
Aún dentro de la ducha, con los ojos cerrados, recorrió una y otra vez su miembro hasta quedar satisfecho en medio de un gemido acallado.
¿Se le podía llamar infidelidad a eso? ¿A imaginar a otra mujer que no era su novia para masturbarse? ¿Podría verla a los ojos después de eso sin que su cuerpo reaccionara? Claro, no había pensado en eso, solo se dejó llevar por el deseo. Deseo que jamás se vería cumplido porque cómo Jessica decía ¿Quién iba a quererlo así?
Salió de la ducha con la toalla alrededor de la cintura, esquivando su reflejo. Hacía tiempo que no soportaba verse desnudo y lo evitaba a toda costa. Cerraba los ojos para ponerse la ropa, era una habilidad qué había adquirido hacía poco.
Pero aunque no lo viera, podía sentirlo. Podía sentir dónde terminaba, la piel floja que colgaba debajo. Era asqueroso incluso así. Había intentado vendar el muñón él mismo, pero no lo conseguía, no cómo debía hacerse y pedirle ayuda a Jessica era inconcebible. Igual, así no fuera la forma correcta, lo hacía porque le incomodaba sentir cómo le temblaba al caminar.
Pasaban de las seis, apenas podía creer que hubieran durado tanto tiempo conversando. Se recostó para dormir. Era temprano para eso, pero últimamente la pasaba mejor dormido que despierto. Los sueños del secuestro seguían, pero su mente los había modificado y ya no resultaban tan temibles.
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