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Oneshot

En 1910, la península coreana fue anexada por el imperio japonés a través de un polémico tratado que dió inicio a un periodo de dominio nipón.

Este suceso ocasionó que muchas familias japonesas económicamente poderosas decidieran trasladarse a Corea debido a que eran tierras más extensas y baratas además de que había mayor posibilidad de encontrar esclavos para explotar a precio mucho más bajo que en Japón.

La familia Minatozaki decidió comenzar una vida en Corea después del nacimiento de su primogénita Minatozaki Sana. Sus cercanos allegados, la familia Myoui, se habían mudado a Corea recientemente por lo cual si no querían perder el futuro trato de unir en matrimonio a su hija con el primogénito de dicha familia, Kai Myoui, debían seguirlos y mudarse también, cosa que fué bastante buena para la familia Minatozaki ya que la vida en Corea realmente era mucho más accesible.

——

La pequeña Sana iba creciendo y viviendo una infancia realmente buena al lado de su familia en Corea, recibía educación en casa por tutores que sus padres habían contratado y aprendía Coreano para en un futuro poder utilizarlo en el país que ahora habitaba, no le faltaba nada, a sus cuatro añitos ya contaba con una enorme fortuna por heredar, sus padres eran amorosos con ella, se divertía jugando con sus nanas y mayordomos junto a la inmensa cantidad de juguetes que poseía mientras vivía una vida plena desconociendo la pobreza y maldad que había fuera de su enorme mansión. Pero a pesar de prácticamente tenerlo todo nunca humilló a sus siervos entendiendo que a pesar de ser sus empleados eran sus mayores y les debía respeto.

La niña era feliz y nunca se había sentido sola debido a todo el amor que recibía hasta que comenzó a sentir la falta de compañía de alguien de su edad con quien jugar, solía ser acompañada por Mina algunas tardes de juegos pero eso no era suficiente, comenzó a entristeserse al ver a su amiga jugar al lado de su hermano haciéndola desear algo parecido, si bien su padre le decía que ella era la reina de la casa ahora sentía la necesidad de alguien con quien compartir ese reinado, quería tener a alguien pequeño en su casa con quien jugar como Mina tenía a su hermano.

Sin embargo continuó creciendo sola, a pesar de vivir rodeada de toda la fortuna y lujos que sus padres poseían seguía sintiendo ese enorme vacío que solo un compañero o compañera permanente podría llenar, quería a alguien que pudiera estar en su casa sin límite de tiempo como lo tenía con Mina, siempre que jugaban y se divertían llegaba el triste momento de la despedida cuando Mina se iba a casa a continuar jugando ahora con su hermano mientras Sana se quedaba sola deseando algo parecido.

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Sana a sus doce años ya no mantenía esperanza alguna de que sus padres le concedieran un hermanito, creía estar condenada a estar siempre sola, eso hasta que escucho a su padre hablar con una de las criadas en la sala de la casa.

—¿Ya tiene once años? Esa es una buena edad para que comience a trabajar, Sana está creciendo y ahora necesita una criada para ella sola en vez de sus nanas de la infancia.

—Pero señor, mi hija aún es muy joven para trabajar.

—Tonterías, quiero a tu hija mañana temprano aquí contigo para comenzar a trabajar ¿Como era que se llamaba?

—Park Jisoo, señor.

—Quiero a Park Jisoo mañana por la mañana aquí lista para comenzar el trabajo.

Sana no podía creer lo que acababa de escuchar ¡Tendría una criada como su madre y la señora Myoui! Definitivamente tenía que contarle a Mina, seguro moriría de envidia al enterarse.

——

Tal como el padre de familia lo pidió la pequeña niña de tan solo 11 años fué llevada a la mansión de los Minatozaki para comenzar a trabajar sirviendo a otra niña un año mayor a ella. Aún que su madre intentó aplazar el tiempo un poco más, al final la pequeña coreana terminó siendo parte de los siervos de aquella mansión a una edad muy temprana siendo privada de disfrutar su niñez como debía pero de todas formas no es que haya tenido posibilidades de hacerlo ya que aún si no trabajaba para los Minatozaki, la forma en la cual Corea se encontraba no era algo que dejara mucha esperanza para la infancia de esos tiempos.

En estos momentos la pequeña Park Jisoo acompañaba a su madre de camino a la mansión Minatozaki para comenzar su labor y cumplir su función de niña coreana en la época que vivían.

Mentiría si dijera que no estaba nerviosa pues a pesar de su corta edad sabía lo dura que era la vida de un sirviente y en muchas ocasiones llegó a notar las marcas de violencia que sus jefes dejaban en su madre cosa que realmente la entristecía y aterraba sabiendo que su destino sería el mismo.

Minutos bastaron para que la pequeña Jisoo junto con su madre llegaran a las puertas de la gran residencia Minatozaki. La pequeña no podía creer lo que veía frente a sus ojos, simplemente era impresionante el lujo que evidentemente había en ese lugar, todo lucía resplandeciente y habían adornos por doquier en forma de letra M, en la forma de las plantas, el piso de la entrada y la puerta principal.

Ambas coreanas caminaron en dirección a la entrada trasera ya que los siervos tenían prohibido entrar por la puerta principal, mientras la mujer mayor caminaba seguida de su hija en un descuido volteó su mirada hacia ella mientras continuaba su camino sin darse cuenta de que una pequeña castaña corría por el patio ocasionando que la menor chocara contra las piernas de la adulta y callera sentada en el piso manchando de tierra su blanco vestido de lino.

En seguida el mayor domo de la menor se acercó a aquella mujer para reprenderla por no fijarse de su camino y haber tirado a la pequeña Minatozaki.

—¡¿Te das cuenta de lo que has hecho? Fíjate por donde caminas!— Regañó el hombre levantando la mano hacia la mujer coreana con la intención de golpearla por lo cual esta únicamente esperó la bofetada cerrando los ojos acción que su hija imitó.

—¡No golpees a mi nana!— Gritó la pequeña Minatozaki levantándose del piso para ir corriendo a abrazar a la mujer.

Si bien la familia Minatozaki nunca trató mal a sus empleados más que con algunos regaños u ordenes fuertes, quienes realmente mal trataban y golpeaban a estos eran los mismos sirvientes de puestos superiores a ellos.

—Lo siento señorita Sana, es que lo creí necesario por lo que le hizo.

—Ella no me hizo nada, yo fuí quien no vió su camino— Defendió la menor sin soltar a su nana para luego pedir —Quiero estar a solas con ella.

El hombre sin rechistar dió una reverencia y se alejó del lugar dejando a la menor con aquella mujer quien después de disculparse continuó su trayecto hasta llegar adentro de la mansión junto a Sana y su hija quienes a lo largo del pequeño camino compartieron una que otra mirada por el rabillo del ojo junto a algunas tímidas risitas al encontrarse mirándose mutuamente.

Una vez dentro del lugar el padre de familia divisó a su hija junto a su empleada y una pequeña niña quién asumió era la hija de su sirvienta.

—Veo que esta vez me has obedecido y has traído a tu hija contigo— Reconoció el adulto lo cual le fué respondido con un asentimiento seguido de una reverencia —Muy bien, Sana ya que éstas aquí permíteme anunciarte algo, esta pequeña niña que vez frente a tí será tu dama ¿Está bien? La señora Park ya no será tu nana, se volverá dama de tu madre y la pequeña Jisoo se encargará de tí ahora.

—¿Será mi sierva?— Preguntó Sana con un brillo en sus ojos, se imaginaba lo divertido que sería esto ya que las siervas de su madre eran como sus amigas, platicaban con ella y se divertían de diversas maneras juntas y ahora Sana también podría disfrutar de ello como su madre.

—Sí, tendrás una sierva para tí solita cariño, ahora ella es toda tuya— Aclaro el hombre con una sonrisa mientras señalaba a Jisoo con la mirada —La señora Park le enseñará lo que debe hacer antes de volverse sierva de tu madre ¿Sí?

Al oir esto Sana asintió feliz, extrañaría a su nana pero no sería tan malo, después de todo, la señora Park seguiría estando en su casa y ahora que tanto la mujer coreana como su hija serían damas de su madre y ella, comenzarían a vivir en una habitación especial para empleados dentro de esa misma casa.

——

El tiempo fué pasando y como era de esperarse la pequeña Jisoo aprendió fácilmente como debía tratar a su ama, Sana por su parte siempre fué muy buena con ella, más que verla como una sierva la veía como una amiga y la compañera de juegos que siempre quiso, amaba pasar tiempo con ella y estaba feliz de por fin tener a alguien tan cercana con quien jugar.

Esta noche se encontraban ambas adolescentes en la habitación de la mayor sentadas en el piso hablando de diversas cosas cuando la madre de Jisoo interrumpió llamando a la puerta.

—Jisoo, ya es hora de dormir, ven a la habitación— Habló la mujer una vez escuchó el "pase" de Sana.

—Está bien mamá— Respondió levantándose del piso.

Y con esto la señora abandonó la habitación yendo a la suya propia.

—No te vayas— Pidió la japonesa tomando la mano de su amiga.

—Mi madre me ha llamado Sana, sabes que si no obedesco puedo meterme en graves problemas.

—Por favor— Pidió tirando de la mano de su amiga para tenerla entre sus brazos —Nunca hemos dormido juntas, y me da miedo estar sola.

Jisoo suspiró.

—Iré a mi habitación y vendré en la madrugada para estar contigo ¿Está bien?

—¡Sí!— Soltó Sana con euforia dando un beso a la mejilla de su amiga.

Con esto la menor se fue a su habitación dejando a una Sana totalmente emocionada por tenerla con ella nuevamente, no se durmió por esperarla, estuvo un rato bastante largo despierta sentada en su cama hasta que sintió los ojos tan pesados que se comenzaron a cerrar en contra de su voluntad, se habría dormido de no ser por los suaves toques en su puerta y la cara de Jisoo asomándose por ella, la menor sin esperar la petición de su ama se adentró en la habitación de esta para después meterse entre sus sábanas.

—Creí que no vendrías, estaba por dormirme— Confesó la mayor.

—Desde hace tres años cuando comencé a vivir aquí me hicieron prometer serte fiel, no podría engañarte nunca Sana.

La japonesa al escuchar aquello sonrió y abrazó a su pequeña amiga recibiendo aquella misma acción por parte de la menor hasta terminar fundidas en un cálido abrazo con las piernas entrelazadas.

——

El tiempo continuó transcurriendo y Jisoo cada noche que podía se infiltraba a la habitación de su ama para dormir a su lado levantándose más temprano para poder regresar a su dormitorio.

Ahora con 17 años Sana comenzó a ser juntada con el hijo mayor de los Myoui, Kai, con la intención de que se conocieran para prontamente poder unirse en matrimonio sin que sea tan incómodo para ellos.

Algo aún más incómodo era cenar con ese chico, por alguna razón no se sentía bien al estar haciendo esto, el muchacho era amable, sí, pero Sana no podía sacarse de la cabeza que aquello seguía siendo un matrimonio forzado.

Cuando aquella cena acabó la japonesa regresó a casa siendo esperada por Jisoo quien se despidió de ella para ir a su habitación y regresó a la de la mayor un par de horas después para dormir a su lado como ambas habían acostumbrado.

—Oye ¿Te sientes bien?— Preguntó la coreana al ver a su amiga perdida en sus pensamientos.

—Me incómoda que insistan en casarme con Kai, es un buen chico pero no me siento bien con él.

—¿A qué te refieres?— Preguntó tensa la menor temiendo que aquel muchacho le hubiera hecho algo a su preciada Sana.

—No lo sé Jisoo, es decir, es extraño, por alguna razón, aún... — Hizo una pausa —No me gustan los hombres.

—Creo que la pubertad no llegó a tiempo— Razonó la menor —Tranquila, yo siento lo mismo.

—Pero... ¿No lo crees extraño? Mis padres a mi edad ya estaban casados.

—No todo funciona de la misma manera Sana— Intentó tranquilizar nuevamente para abrazar su cintura y esconder su rostro en el cuello de la mayor mientras se acurrucaba contra ella.

Sana continuó pensativa por el resto de la noche, ella sabía que algo no andaba bien pero no sabía lo que era, tal vez eran los nervios de unirse en matrimonio con aquel muchacho pero ella realmente no quería algo así, detestaba el toque de ese chico o de cualquiera en general, la única persona que tenía la dicha de abrazarla era Park Jisoo ya que sus propios padres a pesar de quererla y darle muchas cosas algo que casi nunca le dieron fueron muestras físicas de afecto.

Estaba por dormir cuando de pronto bajó su mirada para encontrarse con su ahora ya no tan pequeña amiga durmiendo sobre su pecho mientras se aferraba a su cintura con ambos brazos y tenía una de sus piernas descansando sobre las suyas. Sana no quería que esto acabe, sabía que en un año se iba a casar y dejaría de dormir al lado de aquella coreana a quien tanto quería para dormir entre los brazos de un hombre que no amaba. Sin quererlo una lágrima se resbaló por la mejilla de la mayor y abrazó a la chica de su lado para después dejar un beso en su cabeza y fundirse en el suave olor a vainilla de la menor que tanto la tranquilizaba.

——

Sana se lo estuvo planteando por días, ella no quería casarse, al menos no con ese chico, ella quería más tiempo con su amiga, necesitaba más días de diversión y más noches a su lado, no podía desperdiciar eso que tenía con Jisoo por un simple matrimonio forzado.

Nuevamente era fin de semana y como se hizo costumbre ella debía ir a cenar con aquel muchacho con quien no tenía ni la más mínima intención de interactuar, al menos no en esas condiciones y no es que fuera malo, él era un chico genial, pero, él era como su primo o algo parecido, jamás podría verlo como algo diferente a eso, para ella era como parte de su familia, si bien no eran tan cercanos crecieron prácticamente juntos, era el hermano de su hermana de otra madre, la manera en que había llamado a Mina ya que con ella sentía una conexión tan fuerte casi como si fuera su hermana de sangre, aquella hermana que nunca tuvo, si bien quería a Jisoo no era lo mismo, no es que quisiese más a una u otra es solo que eran amores distintos y ella aún no descubría por qué lo sentía de esa manera.

Llegó un momento de la noche en que Kai había pasado de estar frente a ella en la mesa a ahora estar a su lado, mientras hablaban, o mejor dicho el hablaba y Sana intentaba concentrarse en sus palabras y dejar de pensar en Jisoo, el chico se quedó en silencio, parecía extrañamente nervioso pero aún así continuó acercándose a Sana la cual al ver que el muchacho cerraba los ojos y extendía los labios como un pato mientras acercaba su rostro a ella tuvo que tomarlo por los hombros para detenerlo.

—Espera, espera, espera— Detuvo Sana haciendo que el chico abriera los ojos nuevamente aún sin quitar el mohín de sus labios.

—Oye lo siento, pensé que tú también querías, es decir, nos vamos a casar, hay que comenzar por algo— Habló el mayor.

—Lo sé pero no estoy lista, todavía no me siento cómoda con esto, creo que será mejor que me vaya.

Y dicho esto la chica abandonó el lugar algo aturdida y enojada, no podía hacer eso, no podía traicionar a Jisoo de esa manera, aceptando a ese muchacho y desechando a la menor, necesitaba más tiempo a su lado y no podía dejar que un matrimonio arreglado arruinara su vida con Jisoo, sin darse cuenta comenzó a llorar por aquello mientras caminaba con dirección a su casa al haber salido prácticamente corriendo del lugar en donde se encontraba Kai, ella no podía casarse con él, no quería eso con él, no podía regalarle su tiempo a él sabiendo que eso solo le pertenecía a Jisoo, ¿Por qué seguía pensando tanto en su amiga cuando estaba a poco tiempo de comenzar una vida con su prometido? ¿Por qué quería estar con ella y no con el chico con quien compartiría la vida? ¿Por qué prefería mil veces los abrazos y caricias de la menor en lugar de los que él intentaba darle? ¿Por qué a pesar de amarla tanto no la sentía igual de fraternal que a Mina? Con lágrimas en los ojos y los pensamientos hechos un lío llegó a la conclusión de que ella no quería casarse ni compartir su vida con Kai, ella quería a Jisoo, quería una vida al lado de ella y ser suya únicamente, quería unirse en matrimonio con aquella coreana y pasar el resto de sus días a su lado.

No supo cuanto tardó en llegar a casa ya que al haber intentado regresar caminando llegó a perderse por un momento pero logró regresar con bien en algún momento de la madrugada. Aún con los ojos llenos de lágrimas se adentró a su mansión y posteriormente a su habitación viendo a Jisoo sentada en su cama esperando por ella.

—¡Sana! ¿Estás bien?— Preguntó la menor.

—No— Respondió Sana en un sollozo sintiendo los brazos de su amiga rodearla.

—¿Kai te hizo algo?— Se atrevió a preguntar la menor.

—Él intentó besarme— Respondió aferrándose con más fuerza a su amiga.

—¿Es por eso que lloras?— Preguntó la coreana temiendo que el muchacho se haya propasado con ella a lo cual Sana negó —¿Y entonces?— Preguntó Jisoo confundida.

—Me dí cuenta de que no quiero nada de eso con él— Respondió separándose levemente de la menor —En realidad quiero todo eso contigo.

—¿Qué?

—No me gusta él, me gustas tú Park Jisoo, quiero besarte a tí y casarme contigo, no con él.

—¿Pero cómo es eso posible? Sana ambas somos mujeres, no lo entiendo.

—Lo entenderás cuando me beses— Aseguró la mayor posando sus brazos en el cuello de su amiga.

—No Sana, somos dos mujeres, no podemos— Decía mientras inconscientemente tomaba la cintura de Sana y se iba acercando a ella lentamente.

—Solo somos dos personas que se aman— Corrigió Sana antes de cerrar el espacio entre ellas para unir sus labios en un suave beso el cual la menor correspondió enseguida.

El beso poco a poco se fue intensificando a pesar de ser bastante torpe ya que era el primero de ambas. Caminaron lentamente hasta la cama de la mayor sin dejar de besarse para segundos después detenerse abruptamente al darse cuenta de lo que estaban a punto de hacer.

—No Sana, no lo haré hasta que te cases conmigo— Aclaró la coreana para sonreir al final.

—Eso significa que... ¿Aceptaste mis sentimientos?— Preguntó la japonesa con un brillo de esperanza en sus ojos.

—Claro que sí tontita— Respondió tomando la mano de Sana para entrelazar sus dedos y abrazarla para al fin dormir junto a ella.

—Pero tienes que pedirme ser tu novia— Insistió la mayor sacudiendo a Jisoo quien ya parecía haberse dormido, pero la sonrisa en su rostro la delató.

——

Los meses continuaron pasando y la relación de ambas cada vez se volvía más difícil pero a la vez se fortalecía. Los preparativos para la boda de Sana habían comenzado a pesar de que ella intentó aplazarlo por más tiempo, tanto ella como Jisoo no sabían que hacer, sabían que esto llegaría y no podrían evitar su destino pero se aferraban a la idea de que aún había algo por hacer.

Estando a una semana previa de la boda de Sana se encontraban acostadas en el pasto del patio trasero de la mansión mirando las nubes intentando encontrarles alguna ridícula forma hasta que Sana cambió el tema.

—¿Crees en la vida después de la muerte?— Sana preguntó.

—Claro que no Sana, eso es ridículo— Respondió riendo la coreana.

—¡No lo es! Que tú no lo creas no significa que sea ridículo— Se defendió dando una palmadita en el hombro de la contraria.

—Como sea ¿A que viene tu pregunta?

—Tal vez... Si no podemos estar juntas en esta vida podamos hacerlo en la siguiente.

—¿De qué hablas cariño? Estamos juntas.

—Jisoo... En una semana estaré casada con alguien a quien no amo, escapemos.

Jisoo suspiró.

Ya habían tenido esta plática muchas veces, Sana quería escapar pero la menor sabía que eso era imposible, con toda la seguridad que había no podían salir juntas ni de la puerta principal sin antes haber recibido un balazo en la cabeza, ella no quería eso para Sana, la amaba y aunque quería vivir a su lado por siempre sabía que eso no sería posible y no arriesgaría la vida de aquella chica por algo que no tenía manera de acabar bien.

—Por favor— Pidió la mayor sentándose sobre el abdomen de Jisoo para darle un suave beso en los labios sintiendo a Jisoo corresponder mientras la sujetaba por la cintura.

—¡Sana, hora del almuerzo!— Escucharon a la señora Minatozaki llamar desde lo lejos razón por la cual se levantaron y caminaron hacia la mansión.

——

La semana estaba por terminar y la noche previa a la boda de Sana estaba transcurriendo feliz para los señores Minatozaki y Myoui, Sana se sentía mal al saber que al día siguiente toda su historia con Jisoo acabaría, Mina podía ver la tristeza en la mirada de su amiga y lo entendía, su hermana de otra madre estaba siendo forzada a casarse para beneficio de los padres de ambas, y por último Kai, él se sentía mal por Sana le hacía mucha ilusión el hecho de poder tener una esposa tan guapa como lo era Sana pero no podía sacar de su cabeza la culpa de hacerla una chica infeliz, desde hacía mucho tiempo se propuso enamorarla para aligerar el peso de ese matrimonio forzado para Sana pero nada parecía funcionar.

Cuando la cena acabó cada familia se fue a casa, la señora Minatozaki parecía estar muy ilusionada con la boda hablando con Sana sobre lo maravilloso que sería el día de mañana.

Cuando llegaron a casa la madrugada ya estaba comenzando así que cada quien fue a su habitación para poder descansar y tener energías para todo lo que les esperaba al día siguiente. Sana al entrar a su habitación encontró a Jisoo sobre su cama sollozando en voz baja, Sana corrió hacia ella y la abrazó uniéndose a su llanto.

Ya no había nada que hacer, era cuestión de horas para que su tiempo juntas acabase. En medio del llanto comenzaron a besarse de manera desesperada como si aquello pudiera cambiar su destino y hacerlo menos cruel.

—Te amo tanto Park Jisoo, perdóname por traicionarte de esta manera— Pidió la mayor acariciando el rostro de su chica.

—Yo también te amo Minatozaki Sana, perdóname a mí por ser una cobarde— Respondió volviendo a besar a Sana mientras se acomodaba sobre su cuerpo.

—Al menos dame una despedida digna— Pidió Sana levantando levemente el vestido de dormir de Jisoo.

—Te dije que sería hasta después de casarnos— Respondió la menor comenzando a quitar su vestido mientras mostraba una sonrisa triste y lloraba.

Sana estaba tan maravillada de lo que sus ojos veían, el cuerpo de Jisoo era totalmente hermoso y digno de admirar que dolía el simple hecho de que sería la única vez que lo vería y tocaría pero si así era entonces lo disfrutaría al máximo para recordarlo hasta el fin de su vida.

Jisoo al ver que la contraria se había quedado absorta mirándola se avergonzó por lo cual tomó la mano de Sana y la hizo levantarse para pararse tras ella y comenzar a desatarle el vestido de fiesta que aún traía puesto y posteriormente desatar su corset dejándola únicamente en bragas como lo estaba ella misma. Nuevamente volvieron a besarse con aún más pasión que la de hace unos minutos mientras acariciaban la anatomía de la contraria hasta acabar nuevamente en la cama en donde el calor de sus cuerpos se unía y sus anatomías se complementaban como si hubiesen sido hechas tal para cual, entregándose a la otra y volviéndose una sola en cuerpo y alma.

Estuvieron toda la madrugada experimentando el placer que podían otorgarse mutuamente de diversas maneras besandose y acariciándose en lugares que nadie nunca había tenido el privilegio de tocar o tan siquiera ver.

Las palabras quedarían cortas para describir toda la lujuria, pasión y satisfacción que esa noche pudieron experimentar de manera que estaban seguras que nadie más que ellas mismas podrían otorgarse algo parecido nuevamente.

Totalmente agotadas de todo el placer que habían dado y recibido esa madrugada se arroparon entre las sábanas de la mayor abrazándose lo más fuerte que podían como si ese abrazo pudiera detener el tiempo y evitar los hechos que en algunas horas ocurrían y Sana pudiera quedarse para siempre con Jisoo.

Desafortunadamente para ese momento en el que habían acabado de disfrutarse mutuamente el sol comenzó a salir dándole la bienvenida a esa mañana en la que Sana sellaría su compromiso de matrimonio y comenzaría una vida al lado de Kai Myoui.

—Jisoo, escapemos— Pidió Sana levantándose por algo de ropa para ponerse.

Jisoo caminó hacia ella tomando la ropa que Sana le ofrecía para posteriormente colocarsela.

——

Tomadas de las manos habían salido de la mansión aquella mañana muy temprano llegando hasta el borde de la montaña en donde se encontraba la morada de Sana.

Jisoo la abrazó por última vez y besó los labios de aquella chica a quien tanto amaba.

—Luces hermosa— Reconoció la menor tomando las manos de su chica para dejar un beso en el dorso de cada una.

—Y tú luces resplandeciente— Aseguró la mayor apreciando a la chica parada frente a ella.

Nuevamente compartieron un suave beso tomadas de las manos para posteriormente mirar al frente suyo mirando desde aquella montaña como el sol continuaba subiendo.

—Te veo en otra vida Park Jisoo— Dijo Sana sin soltar su mano.

—Que ridículo— Respondió la coreana riendo mientras Sana negaba.

Y dicho esto ambas dieron un par de pasos al frente quedando justo al borde del acantilado.

—Que tú no lo creas no significa que sea ridículo— Defendió la japonesa tomando fuertemente la mano de Jisoo.

Y dicho esto ambas cerraron los ojos mientras saltaban de aquel barranco sintiendo el viento soplar sus rostros mientras iban callendo.

——

Antes de sentir el dolor de su caída la coreana abrió los ojos abruptamente encontrándose con un techo blanco junto a los gritos de un par de chicas quienes la abrazaron apenas se sentó en aquella cama color azul cielo.

—¡Jihyo! Por dios, nos asustaste— Habló una chica con dientes de conejo.

—¿Qué? ¿Quiénes son ustedes?— Preguntó asustada.

—¿Cómo que quienes somos? Jihyo, somos tus amigas, Nayeon y Jeongyeon— Respondió la misma chica.

—No, ¿Quién es Jihyo?

—Eres tú maldita, déjate de bromas— Respondió la otra chica con una risa nerviosa, estaba comenzando a preocuparse.

—No, yo soy Jisoo, ¿Dónde está Sana?— Preguntó alarmada intentando levantarse de la cama cosa que no pudo hacer a causa de los extraños cables que tenía en el cuerpo.

—Señorita tranquilícese— Intervino una chica vestida de blanco con un extraño artefacto al rededor de su cuello el cual portaba como si fuese un collar.

—¡¿Donde está Sana?!— Gritó alarmada mirando a sus alrededores.

—¿Quién es Sana?— Preguntó la chica quien se había identificado como Nayeon.

—¡Mi novia! ¡¿Dónde está mi novia?!— Seguía gritando alterada.

—Chicas denme un momento a solas con ella, el accidente automovilístico le provocó severos daños en la cabeza— Comentó la chica de blanco haciendo que las contrarias salieran de la habitación.

—¿Qué es accidente automovilístico?— Preguntó la coreana asustada comenzando a llorar mientras sus amigas salían de la habitación abrazadas buscando consuelo en la contraria.

Una vez las chicas estuvieron afuera la chica de blanco habló.

—Necesito que te relajes Jihyo, es probable que estés muy confundida y...

—¿Quién eres?— Interrumpió la coreana.

—Soy tu doctora, sufriste un accidente en el auto de tus amigas la semana pasada mientras regresaban de una fiesta, tú recibiste la peor parte del impacto por lo que pasaste 6 días en coma.

—Todo es extraño— Admitió cubriéndose el rostro con las manos -Siento como si no fuese yo.

—Tranquila, es normal que estés confundida.

—Creerá que estoy loca, pero yo no soy Jihyo, no sé como pasó esto, pero estoy en el cuerpo equivocado.

—Lo sé, yo si te creo cariño— Respondió la doctora.

—¿Qué?— Preguntó sin entender a qué se debía el cambio de opinión tan repentino en la doctora.

—Te dije que no era ridículo creer en una vida después de la muerte.

—¿Sana?

—Al final no fué algo ridículo ¿O sí?— La doctora preguntó con una sonrisa para después besar a la chica de la camilla.

Jihyo continuó aquel beso tomando a la contraria por las mejillas para profundizarlo más separándose al sentir algo de dolor en la cabeza.

Poco a poco todos los recuerdos de su vida actual fueron volviendo a su cabeza. Se llamaba Park Jihyo, nació en Guri, Gyeonggi, Corea del Sur en 1997, sus mejores amigas eran Nayeon y Jeongyeon con quienes creció después mudarse desde pequeña a Seúl.

Cuando el beso acabó Sana habló.

—Al fin podremos estar juntas cariño, aunque sea en otra vida— Y después de eso volvió a tomar a Jihyo por las mejillas para fundirse en otro cálido beso.

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