
5º LA MADRIGUERA
—Bien, ahora solo queda llegar a la Madriguera y ya está —dijo Ron suspirando y mirando hacia el cielo—. Realmente es un lugar acogedor, mañana o pasado mañana volverá Fred a casa. Y nadie sabe que vienes excepto mi madre y yo —terminó de explicarle a Draco.
—Solo pasaremos un mes, después volveremos a Hogwarts a terminar el último año —dijo Draco, mirando al pelirrojo de reojo.
—Sí. Estoy deseando volver a Hogwarts, iremos a ayudar en la reconstrucción. Y supongo que es uno de los pocos lugares que son más seguros en el mundo —dijo Ron, recordando el antiguo dicho de que Hogwarts era el lugar más seguro.
—Sí, el lugar al que se le puede llamar hogar —dijo Draco con una sonrisa amarga, y miró el cielo por una milésima de segundo.
Fueron caminando por el callejón Diagon sin ningún problema, hasta que una mujer reconoció a Ron.
—¿Eres Ron Weasley? —preguntó—. S-sí lo eres, ¡QUE PASADA! —dijo la mujer.
—Lo siento, pero estamos en una cita, cuando terminemos podrás venir a dar la lata —dijo Draco, y agarró la muñeca de Ron para caminar más rápido.
A Ron se le aceleró el corazón sin sentido alguno. Pero Draco parecía de lo más normal. No hablaron hasta que llegaron a la madriguera.
—Ya estáis aquí —dijo la madre de Ron.
—Si —contestó Ron con una sonrisa.
—¿No traes equipaje Draco? —preguntó ella, extrañada.
—No —respondió Draco con la mirada en el suelo.
Ron empujó a Draco para que entrase dentro de la casa. Preparados para la cena ya estaban todos sentados, esperando a Ron. Harry y Hermione charlaban y George ya había empezado a toquetear la comida. Al ver a Draco todos se quedaron de piedra, en silencio.
—Draco se va a quedar aquí hasta que empecemos en Hogwarts —habló Ron.
Draco trató de sonreír, pero parecía todo menos una sonrisa.
—Está bien —dijo Harry con odio.
Hermione ni habló y George sólo de reojo, sin importarle demasiado lo que ocurriese.
Ron invitó a Draco a sentarse y después se sentó a su lado. Ambos nos mirábamos, en silencio. Notábamos la mirada de todos sobre nosotros. La cena fue silenciosa, nadie hablaba. Solo se escuchaba el sonido de la comida.
Cogí a Draco de la muñeca cuando subiendo las escaleras iba a seguir a los demás.
—Ellos duermen en otra habitación —dijo.
Cuando entraron en la habitación de Ron ambos se quedaron en silencio. Había dos camas, una de Ron y otra medio construida, para que Draco pudiese dormir.
—Si te molesta dormir en esa cama podemos intercambiarlas —dijo Ron.
Draco se quedó en silencio. Ron también, no se atrevía a decir algo más.
Involuntariamente, como si el cuerpo no le funcionase Draco se acercó a Ron. Lo empujó y lo hizo caer en la cama. Después se tumbó a su lado.
—¿Q-que haces? —preguntó Ron, sintiéndose apretado por el cuerpo cálido de Draco.
—Pues hacer que ninguno duerma en esa desastrosa cama, no quiero amanecer apuñalado por una madera de esas —respondió él.
Ron se giró, dándole la espalda, tratando de calmar su corazón. Draco también se giró, pero al revés. Su respiración cerca de la nuca de Ron, y pasó su mano por la cintura del pelirrojo. Notaba su delgadez, tibia y dulce. Ron tembló ligeramente y se encogió. Ambos durmieron bien, protegidos, sin miedo. Al despertar Ron se encontró con Draco en el suelo, mediando y respirando fuerte. Se había quitado la camiseta y sobre la piel blanca habían gotas de sudor, cristalinas y temblorosas.
—¿Que haces? —preguntó Ron levantándose.
Ron estiró los brazos y la espalda y vio cómo los ojos del rubio se abrían.
—Duele demasiado esta poción —respondió con la voz grave—. Creo que esta posición es mejor —terminó de explicar.
Hubo un silencio largo en el que Ron salió de la habitación y volvió con un té negro recién preparado.
—Prueba con esto —le dijo.
Draco abrió los ojos de nuevo y miró el té. Lo cogió con las manos heladas y temblorosas y lo tomó en dos sorbos. Pronto dejó de respirar lastimeramente y se relajó.
Ron se fijó mejor en él. Su cuerpo era atlético, suave, delicado. Casi le dolían sus ojos al verle.
Draco sonrió al verlo mirarle así, como si fuese un dios, como si estuviese adorándole.
—¿Te gusta mi cuerpo? —le preguntó Draco.
Ron se din la vuelta, nervioso, con una extraña sensación que lo invadía sin remedio. Y sintió las manos de Draco en sus hombros, bajando a sus antebrazos. Notó su respiración cerca del oído, muy cerca.
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