Capítulo 22 - Como un tonto.
Capítulo 22. Como un tonto.
Había sido la mejor noche de toda mi puta vida. Volver a tener a mi hermana entre mis brazos, volver a follármela como tanto me gustaba, volver a escucharla gemir, besarla, mirarla, ... fue algo especial, diferente. Pero a pesar de todo eso... en aquella noche oscura, justo después de caer rendido junto a ella, en su cama. Justo después de que ella se tapase y me diese la espalda, me di cuenta de algo, algo que me molestaba bastante, algo que ella había admitido: ella estaba enamorada de mí. Y la pregunta clave era... ¿lo estaba yo de ella?
Si bien es cierto, mi obsesión con ella llegaba hasta el punto de que no podía acostarme con otras sin que en algún momento la pensase. También es cierto, que había añorado su cercanía demasiado, y que la quería. Pero ... ¿enamorado? ¿yo? Nunca me he considerado de ese tipo de tíos, nunca en mi vida me he enamorado, así pues... ¿cómo podía yo saber si lo estaba o no?
Sólo estaba encoñado con ella – me aseguré – sólo era obsesión por lo mucho que quería poseerla y que fuese sólo mía. Pero... ¿enamorado? Por supuesto que no estaba enamorado.
Ella era mía – insistí – y yo quería ser suyo, pero sólo eso. No quería que fuésemos novios, ni nada por el estilo. Tan sólo quería seguir manteniéndolo en secreto, de aquella forma enfermiza en que lo hacía. No quería que nadie más lo supiese.
Me levanté de la cama, cabreado conmigo mismo, con mis pensamientos, me coloqué la ropa y volví a salir de su habitación, a hurtadillas, sin tan siquiera despedirme. Tarde como cinco minutos en llegar a mi cuarto, y me rasqué la cabeza con ambas manos al cerrar la puerta.
¡Joder! Ella no merecía a un hijo de puta como yo... - era lo único que podía pensar, mientras encerraba mi cara en mis manos, intentando encontrar una solución a todo aquello - ... no podía simplemente seguir fingiendo que no sabía lo que ella sentía por mí, porque... maldita sea, ella me lo había confesado: Estaba enamorada de mí.
Después de todo lo que ella había tenido que soportar para volver, y al final, yo no podía darle lo que ella necesitaba. Mi vida había cambiado demasiado, yo mismo había sufrido demasiado cuando ella se marchó, como para volver a ser la persona que era. En aquel momento era incluso más cabrón que antes, y era difícil para mí cambiar el chip de la noche a la mañana.
No podía simplemente hacer como si nada hubiese pasado, porque muchas cosas habían pasado en su ausencia, y yo ya no me sentía la misma persona que cuando ella estaba a mi lado.
Lo cierto era que yo no quería cambiar, estaba cómodo justo así, y aún tenía miedo de confiar, de volver a abrirme y que ella al final... volviese a marcharse y a dejarme, como la otra vez.
¡No! Me negaba a volver a ser ese tío, un chico débil al que ella pudiese dañar. Estaba mejor siendo un tipo fuerte, sin confiar en las personas, sin miedo a ser dañado, sin encariñarme demasiado, yendo y viniendo por allá por dónde quería.
*****
Aquella mañana ella lucía diferente, feliz, junto a nuestra pequeña familia, desayunando, en el jardín, mientras yo los observaba desde la puerta de la cocina, sin atreverme a unirme a ellos.
- Creo que deberías hacerlo – le animaba Jack, mientras yo llegaba hasta ellos, con una taza de café en la mano, mirándola de reojo, quitándole la mirada tan pronto como la suya se encontró con la mía – deberías volver a trabajar en la protectora.
Me senté en el banco, junto a Lucas, y saludé a este con un leve movimiento de cabeza.
- Seguramente ya tendrán a alguien – se quejaba ella, para luego sujetar unos mechones de cabello detrás de su oreja, algo nerviosa – creo que debería esperar un poco más, y luego buscaré otra cosa – le calmaba ella, logrando que mi padre asintiese, en señal de que estaba de acuerdo.
- Si no encuentras nada... - comenzó Lucas, logrando que todos mirasen hacia él, y yo me pusiese algo nervioso al sentir como ella me miraba de reojo - ... siempre puedes pedirle trabajo a Hugo – insistió, logrando que yo también mirase hacia él, sin comprender – él te encontrará algo en su empresa.
- ¿Qué? – pregunté, medio idiotizado, logrando que tanto Lucas como ella estallasen en carcajadas, haciéndome comprender que sólo estaba bromeando.
- Él sólo está bromeando – me calmó Jack, por si aún me quedaban dudas al respecto.
Di un par de sorbos más a mi café, y luego me levanté, dispuesto a marcharme a la cocina, pero ella me detuvo, colocándose frente a mí, mientras Jack y Rosay intentaban convencer a Lucas de que se quedase unos días más, antes de marcharse a reabrir su antiguo taller.
- Tienes la boca manchada – se quejó, mirando hacia mis labios, mientras yo me fijaba en ella, de nuevo, aterrado de que ella descubriese lo aterrado que estaba con su cercanía. Levantó la mano, y limpió la mancha de café que había en mi labio superior, para luego sonreírme – así estás mejor – Su talante tranquilo cambió tan pronto como sintió mi mirada ansiosa sobre la suya - ¿qué pasa?
- Llego tarde al trabajo – mentí, haciéndola a un lado, dejándola algo preocupada con ello, para luego seguir caminando hacia mi habitación, aún tenía varias cosas que coger antes de marcharme de la casa.
- Dijiste que nada cambiaría entre nosotros – se quejó, tan pronto como hubimos llegado a mi habitación. Era más que obvio que me había seguido. Me di la vuelta, molesto, mirando hacia ella y luego la agarré del brazo y tiré de ella hacia el interior, cerrando la puerta después – Hugo...
- Necesito un poco de tiempo – aseguré, porque con ella no podía ser yo, no podía fingir o mentir, con ella sólo me salía decir la verdad.
- ¿Tiempo? – preguntó, sin comprender, soltándose de mi mano, cruzándome la cara en ese justo instante - ¿No te ha bastado con todo el tiempo en el que no estuve? – insistió, enfadada, empujándome, molesta.
- Yo he cambiado, Nuria – me quejé, cansado de que me hiciese aquello, de que me obligase a hablar sobre mis sentimientos. Pues yo ya no quería volver a hacerlo, no quería volver a confiarle mis sentimientos a nadie más.
Su rostro cambió tan pronto como dije aquellas palabras, y sus lágrimas inundaron su rostro, haciéndome sentir un miserable cabrón.
- No debí dejar que pasase nada entre nosotros – se percató, mientras yo apretaba los dientes, molesto de verla en aquel estado. Levanté la mano, con la intención de consolarla, pero ella me apartó.
Acorté las distancias entre ambos una vez más, logrando agarrar su rostro entre mis manos, con la intención de calmarla, de hacer algo que volviese a hacerla feliz, pero ella se me adelantó.
- Sólo seremos hermanos – zanjó, mientras yo apretaba mi frente con la suya al escucharla decir aquello, cerrando los ojos con fuerza, no era aquello ni por asomo lo que quería, tan sólo... tan sólo... ¡Joder! ¿Qué cojones era lo que quería?
Se separó, despacio, apartando mis manos, sin que yo hiciese absolutamente nada por detenerla. Abrió la puerta de mi habitación y se marchó sin más. Y yo me quedé allí, como un mierda, sin saber qué hacer para volver a tener lo que teníamos.
Recién acababa de darme cuenta de que era lo que quería. La quería a ella, en mi vida, aunque tuviese que volver a sufrir, aunque tuviese que volver a abrirme con alguien más, aunque me aterrase hacerlo.
- Te quiero – susurré, justo cuando ella ya no estaba allí, dándome cuenta de lo que aquellas palabras significaban para mí. Yo la quería, incluso más de lo que me había asegurado a mí mismo durante todo aquel tiempo.
Lo había estropeado, justo cómo solía hacer cuando se trataba de ella, la había cagado y había logrado volver a apartarla de mi lado. Y aquello sólo me hacía sentir un poco más miserable.
Continuará...
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