Conocer a Ark marcó un antes y un después en la vida de Perry, el mago del monopatín. Antes de él, su vida se había caracterizado por dar espectáculos callejeros para llevar algo de dinero a los huérfanos de Orfania, pero en cuanto el chico de pelo dorado apareció un día, abatido por la desaparición de la princesa Naomi, las cosas cambiaron. Se convirtió de un momento a otro en parte de su equipo de aventuras y en una pieza clave de este a la hora de salvar al mundo de la superficie.

Eventualmente, Ark regresó al mundo subterráneo, pero en Perry afloró algo nuevo, algo que nunca esperó sentir: el deseo de conocer el mundo.

Montado en su patineta, el chico permitía que las ruedas lo guiaran. Nunca dejó de lado las acrobacias; hacerlo era impensado y además así conseguía dinero para subsistir; pero su espíritu aventurero primó por sobre todo lo demás. Conoció la fiesta perpetua de Liotto, la helada tundra siberiana, las playas doradas de Costasol, las abarrotadas calles de Yamei y los templados viñedos de Loira; y sus ojos fueron testigos de cuán diferente era una cultura de otra, así como también de los cambios que se produjeron en la sociedad gracias a su amigo Ark.

No cabía duda: su destino era la aventura, y disfrutaría de ello mientras pudiera.