De príncipe a rey, de rey a fugitivo, todo esto en tres años. El desafortunado Liam, alguna vez soberano de todos los animales, corría a través de un desierto en tierras desconocidas, tratando de evitar que los humanos lo encontraran.

Hacía tiempo que aquel en el que más confiaba se había ido.

Si bien Ark lo despertó de la oscuridad junto con los demás animales, recién se conocieron en aquel inhóspito cañón al que lo mandó su padre, el rey Leo, para probar si era digno de heredar la corona. En ese entonces, Liam era un inquieto cachorro amante de las aventuras, y no necesitó mucho tiempo para hacerse amigo del joven de Krista. Aún lo recordaba con cariño: no solo lo salvó de morir en el cañón, sino que también lo ayudó a despertar su instinto de guerrero y su madurez cuando se enfrentaron a Fangosa.

La Piedra Lunar que consiguió tras ese combate se convirtió en su símbolo de valor...

Valor. Lo tenía, pero no podía aplicarlo en ese momento, aun cuando se moría de ganas.

Su debacle vino con la de Safarium, su hogar, el lugar donde había nacido y crecido. Siendo el único heredero, se convirtió en rey tras la muerte de su padre. Trató de ser un buen gobernante para todos sus súbditos, igual que su progenitor, pero los humanos no ayudaron a sus aspiraciones. Primero, un explorador logró colarse en Safarium y le arrebató su Piedra Lunar, y si bien la muerte se encargó del invasor en el desierto del Sahara, no hizo lo mismo con los extranjeros que vinieron allende el océano.

¿Por qué una ciudad de inútiles como Costasol tenía que ser la que destruyera lo que alguna vez fue un paraíso?

Todos los animales que vivían en Safarium fueron capturados y encerrados en jaulas, para luego ser embarcados al nuevo zoológico de aquella lejana ciudad. Liam fue el único que logró escapar.

De la noche a la mañana, se había convertido en un rey sin reino.

¿Qué podía hacer? Creía que en cualquier momento volverían por él. Era inútil quedarse en el que alguna vez fue su hogar: la única opción era huir.

Atravesó sabanas, desiertos, ríos, montañas, e incluso se infiltró como polizón en un barco que lo llevó a Neotokio, ocultándose posteriormente en las alcantarillas. Eso le permitió escapar del virus Asmodeus, que convirtió a la ciudad en un lugar muerto.

Los humanos eran seres terribles, y si hubiese sabido cómo es que ese virus acabó con toda la población, los habría odiado más.

Por lo mismo, no iba a arrepentirse de devorar a la pequeña niña que apareció frente a él tras la tragedia, la única sobreviviente de Asmodeus. Grande fue su sorpresa cuando, poco después, el mismísimo Ark se hizo presente en aquella apestosa alcantarilla. Solo eso bastó para calmarlo y desistir de su idea de comerse a la muchacha.

Un escuadrón que llegó desde Liberita se encargó de sacarlos tanto a él como a ella.

Si bien la chica y los enviados extranjeros demostraron ser buenas personas, Liam no podía bajar la guardia. Nada más tocar tierra americana, se despidió de su nueva amiga humana y continuó su periplo sin rumbo; nunca se permitiría terminar en un zoológico.

En eso estaba ahora.

El león se había dado cuenta de que Ark no era el único humano que valía la pena; todavía era posible encontrar chispas de bondad en algunos corazones, pero los malos salían hasta de debajo de las piedras, así que no podía detenerse.

Antes rey, ahora prófugo.