«Vea a Matis, el pintor más grande del siglo».

Así rezaba un cartel frente a una gran casa en la ciudad de Loira. En ella vivía el mencionado Matis, pintor anteriormente desconocido que le debía a Ark su fama. Recordaba el día en el que le habló sobre Sir Rico, un millonario que vivía en una isla del norte, y le entregó un cuadro para que este lo juzgara. De un día para otro, Matis pasó a tener un mecenas y su fama se extendió por todas partes.

El gran problema era que había perdido la pasión inicial.

Antes de conocer al héroe legendario, Matis pintaba por el gusto de hacerlo. Tras conocer a Sir Rico, empezó a pintar para satisfacer a las masas, dejando de lado lo que quería en pos de la estabilidad económica. Su mecenas no entendía su tristeza y se preguntaba por qué sus obras no eran como antes, ignorando que justamente la fama y el éxito eran el problema.

Si hubiese sabido que ese sería su destino, nunca le hubiese pedido a Ark que le mostrara el cuadro a su ahora promotor.

En el taller de artesanías del joven Pierre, las cosas iban viento en popa. Gracias a Ark, su invento, la cámara, se había masificado a niveles que ni él mismo imaginó. Lo mismo había pasado con algo que no se esperaba: el turismo. La gran cantidad de fotos que se sacaron de Loira llamaron la atención de mucha gente en distintas partes del mundo, por lo que muchos visitantes interesados en probar las delicias locales, explorar los sitios importantes y aprender sobre la cultura llegaron a la ciudad.

El turismo también se volvió una importante fuente de ingresos en otros lugares. Ya fuera en Liberita o Yamei, el invento de Pierre le reportaba miles de gemas en ganancias.

Viendo el progreso de la cámara, el joven empezó a pensar en qué ajustes hacerle para que se volviera más masiva y fácil de transportar.

―Tal vez si la hago más pequeña...

Definitivamente había mucho trabajo por hacer.

―¡Marilyn, tienes una clienta!

Marilyn, antigua diseñadora principal en la tienda de madame Papilo, disfrutaba del éxito de su negocio. Tras entregarle aquel vestido a Ark hacía mucho tiempo para que alguien más disfrutara sus modelos, su popularidad estaba en alza. La ropa de Marilyn no solo era elegante, sino también accesible para la gente común, a diferencia de la de la arrogante de su exjefa, que solo consistía en trajes pasados de moda para los nobles, desaparecidos tras la muerte del rey Henry.

A pesar de asegurar que su tienda seguiría abierta tras el fallecimiento del monarca, madame Papilo no pudo cumplir su amenaza: sin clientes, quebró y su negocio quedó en la ruina. Se marchó de Loira poco después con rumbo desconocido.

Precios módicos, calidad, buen trato, todos esos ingredientes hacían a Marilyn exitosa, y no pensaba renunciar a eso de ninguna manera.

El bodeguero de la ciudad no podía estar más feliz. Después de que Ark se llevó el vino que fabricó al nuevo continente y lo dio a conocer, mucha gente llegó a Loira para degustar sus creaciones, incluyendo a personas que desarrollaron una nueva profesión: enólogos.

Hubo un único problema: con el aumento de las ventas del vino, aumentó también la cantidad de borrachos.

No es que los ebrios surgieran con su creación; ya existían de antes, cuando solo había disponibles bebidas como la cerveza y el whisky. El punto era que, con la popularidad del vino y su suave sabor, muchos se dejaban tentar y olvidaban por momentos su contenido alcohólico, por lo que bebían de más.

A veces, el bodeguero se preguntaba si había hecho lo correcto. Ganaba dinero a costa de la embriaguez, y eso, aunque legítimo, no siempre podía considerarse ético.

Jean, alcalde de Loira, veía cómo había progresado la ciudad desde su elección; no podía sentirse más orgulloso. Libres de la tiranía del rey Henry, los habitantes se vieron libres de los altos impuestos y comenzaron a dedicarse a sus intereses, como la música, el arte o los negocios.

Su ayudante, el opositor Louis, estaba de acuerdo en que la gestión de Jean había sido notable. Eso sí, Ark, el héroe legendario, también había hecho lo suyo en el desarrollo de la ciudad, promoviendo sus bienes en el extranjero.

―Lo más justo sería hacerle un homenaje.

Por lo mismo, el departamento de Ark en Loira se convirtió en un museo en su honor.