Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7: Nueva rivalidad


Se inauguraron los juegos y a partir de las diez de la noche, todas las fichas compradas terminarían siendo cobradas a favor de la universidad. Un salón subalterno fungiría como testigo del emergente casino montado para los benefactores de bolsas abultadas: personalidades políticas, catedráticos de la universidad, hombres y mujeres de negocios. Todos reunidos por la oportunidad de presumir su dinero, además de codearse con los más altos niveles de la ciudad. Grandes alianzas se formarían esa noche, después del despilfarro económico que sufrían a favor del imponente instituto de Shrewsbury.

Para John, aquel evento no parecía muy diferente a lo que sería uno propio de su época. Hombres que buscaban mostrarle a todos su poder con un toque de elegancia y glamour

«Esto es igual» dijo para sí mismo y tomó su lugar en la mesa de póker, donde ya aguardaban los padres de Emilia.

El hombre frunció el ceño por un momento cuando vio que Emilia puso frente a él una cantidad de fichas en tres colores. Estuvo aceptando dinero de una mujer, puesto que no tenía opción, pero usarlo para apostar, eso sería algo que traspasaba la línea de sus límites y le avergonzaba más que cualquier otra cosa.

—Señorita Scott, yo no tengo el...

—Despreocúpese por esto. Estas fichas vienen con el pago de la entrada a la cena. Es decir, nos las ha dado la universidad, si las pierde, de ninguna manera le daré más dinero —bufó con una sonrisa para él.

—Eso no sucederá —respondió devolviendo el gesto, después de haber dado una respiración más profunda.

Por otro lado, los padres de Emilia tenían lista una columna de fichas de cada color junto a ellos, eran clásicos derrochadores en su gala favorita.

—¿Está preparado, John? —susurró Emilia al oído de su pareja.

Aquel vio los movimientos de todos a su alrededor y con delicadeza se acercó a Emilia. 

—Solo actualíceme en cuanto a las reglas con las que juegan y el valor de los colores de estas fichas.

De nuevo la sonrisa surgió en Emilia, se inclinó hacia el oído del hombre y explicó los datos que solicitó. Dicho movimiento, no resultó bien recibido para Michael, quien observaba a distancia los acercamientos de la pareja del momento. 

Después de varias partidas del póker, Emilia decidió salir de la mesa debido a su nulo deseo por las apuestas, lo mismo hizo Jacob, él prefirió ponerse de pie para hablar con viejos colegas del departamento de ingenierías de Shrewsbury. Por otro lado, John resultó ser un fuerte jugador, tenía ahora una impresionante cantidad de fichas de su lado, junto a un vaso de brandi que llenaba cada cierto tiempo. Ruth también parecía interesada en proseguir, no desperdiciaría la oportunidad de mostrarle al mundo sus habilidades para el póker, fuera de eso, John era un divertido contrincante. 

Se unieron a la mesa algunas personalidades más de la universidad que buscaban divertirse igual que todos en ese lugar.

—Me retiro —dijo un importante regente del condado.

John asintió como todo un caballero y tomó su nueva ganancia.

—¡Acabarás con todos, John! —expresó un diplomático colega—. Creo que ya no hay quién quiera entrar.

—Yo entraré —intervino Michael, después de aparecer a las espaldas de John.

Había ruido a su alrededor, estaba la música, las pláticas, el sonido de las copas, pero aun así, John percibió el veneno que existía en la voz de su nuevo contrincante. 

—Michael, cariño. Siéntate ahora mismo antes de que la suerte se vaya de mi lado —soltó Ruth, dando pequeños golpecitos en la silla vacía que quedó a su lado.

El rubio tomó asiento para relajarse, luego de haber retirado su saco y fijar la mirada en la columna de fichas de John.

—Bueno, parece que nuestro amigo John, resultó un excelente jugador —bufó para toda la mesa.

—Eso parece —dijo Peter que estaba a sus espaldas—. Recuérdame nunca invitarlo a una de nuestras reuniones —rio satisfecho por la broma.

John les mostró a todos una evidente risa que provenía desde su interior, una que hasta cierto punto resultaba maligna.

—El póker no se trata sobre saber jugar o no. Es más una excusa para beber, fumar y bromear con amigos, el resto es solo intuición y lectura de rostros —emitió con total seguridad—. Hay mejores ganancias en este tipo de reuniones que las que están puestas sobre la mesa —agregó eso último con la mirada en Emilia.

Para Michael aquel comentario marcaba la evidencia del notable interés por su exnovia; sin embargo, él no estaba dispuesto a dejársela tan fácil como este pensaba.

John miró las cartas que tenía bajo su dominio. Un As de espada y uno más de trébol, la suerte parecía no dejarlo ahora que Michael estaba frente a él. Tomó unas fichas y pagó la entrada. El resto de los jugadores se retiraron a excepción de Ruth y Michael.

El crupier puso tres cartas boca arriba en el centro de la mesa, ninguna de esas era un As. John parecía estar en problemas, aunque lo ocultaba bastante bien por debajo de la mirada profunda que tenía en sus oponentes.

Ruth se retiró, Michael hasta el momento tenía dos pares, su probabilidad de ganar era buena tomando en cuenta que dichos pares podían pasar a tercias. Decidió proseguir, pagó la apuesta y John se limitó a asentir.

Ahora la partida era un mano a mano con el exprometido de la cálida mujer con la que había estado conviviendo, por alguna extraña razón, aquella disputa comenzaba a sentirse personal para John. 

«¿Por qué me molesta la presencia de Michael?», se preguntó a sí mismo, mientras el crupier mostraba la cuarta carta.

Lamentablemente para John, se trataba de un tres de espadas, nada importante, nada que necesitara, debía retirarse, eso haría con cualquier otro rival, pero al frente tenía a Michael con un fuego en la mirada. Vio a su oponente aumentar la apuesta y como si fuese un imán, John hizo exactamente lo mismo, agregando un poco más.

«¿Por qué hice eso?», frustrado, se cuestionó de nuevo. 

Estuvo actuando bajo un impulso que desconocía, primero fue la pelea con Emilia, luego no resistió cuando la vio caminar con Michael y ahora apostaba por un juego que estaba destinado a perder. Tenía un simple par de Ases, con suerte se convertiría en una tercia, aunque no sería suficiente en caso de que Michael tuviera una mejor mano. 

Finalmente, se volteó la última carta, una flamante reina de corazones fue revelada. La carta le dio la victoria a Michael, pero John lo ignoraba, quería retirarse, sería esa la mejor decisión; aunque, el sentirse inferior a Michael le molestaba. Apostó una importante cantidad de fichas y Michael pagó la apuesta, ahora era tiempo de revelar las cartas, John lo hizo primero y el rubio mostró una victoriosa sonrisa.

Peter apretó el hombro de su amigo, mientras el resto estalló en gritos y aplausos.

—¡Excelente mano! —soltó Ruth, celebrando su juego favorito.

—Supongo que ya no querrá acompañarnos a las noches de póker, John —bramó Michael con presunción, al tiempo que cogía del centro el abultado botín. 

Aquel hundió el entrecejo sin verse molesto. 

—¿Por qué? Esto fue solo una mano, señor Miller.

Desde el otro extremo del salón, Emilia estaba siendo interrogada por Wendy, quien no permitiría que esta se fuera sin que soltara toda la información que le fuera posible. La mayoría notó la desaparición de Emilia con Michael, luego ella regresó con John de su lado. Era evidente que había problemas entre esos tres y la universidad completa quería saberlo.

—¡Ya, Emilia! ¿Cómo puedes pensar que nadie lo notó? Michael le dijo a la mesa directiva que esa silla era para ti, después llegaste muy feliz acompañada por John e ignoraste por completo al hombre —explicó la del cabello rojizo inclinada junto a la barra de aquel enorme salón. 

—Yo nunca le dije a Michael que me sentaría a su lado. Es una idea absurda que él planeó —replicó Emilia con los brazos entrelazados y sus ojos en el joven que servía las bebidas del otro lado de la barra. 

—Okey, Michael se lo merece, pero entonces, ¿qué pasa con John? 

—¿A qué te refieres con qué pasa? No te entiendo —inquirió Emilia con una larga cara de interrogación.

—¡John te gusta! ¿Ya te acostaste con él? —soltó la amiga imaginando la posible respuesta. 

—¡¿Qué?! ¡No! —replicó Emilia sorprendida—. ¡Somos amigos, ¿cómo se te ocurre que él y yo estemos...!

—Se me ocurre porque siempre están juntos. De lo contrario, me obligas a pensar que si pasas tiempo con él es solo para darle celos a Michael.

Emilia fijó sus ojos cafés en Wendy, ese tema de los celos se convirtió en un fastidio.

—¡Ya olvidate de eso de los celos, Wendy!

La amiga la miró con recelo, sonrió con lentitud y luego le dio un sorbo a la bebida que tenía en la mano. Enseguida arrugó la frente y volvió los ojos a la del vestido negro.

—Deberías apresurarte a poner tus manos sobre él. Fausto dice que lo volverá gay.

Emilia rodó los ojos, eran mayores las idioteces de sus amigos que las que estaban sucediendo en su propia vida. 

»¡Y Ángela, esa maldita sí que es lista!

—Cambiemos de tema y deja eso de que John y yo tenemos algo. —Emilia interrumpió su reproche, ya que observó a Fausto casi corriendo en dirección a ellas con su particular meneo de caderas.

—Tienen que venir a ver esto —expuso con la mirada en ambas—. John y Michael están en un mano a mano de póker. El ganador se queda con Emilia.

—¿Tú también? —cuestionó la aludida, hundiendo el entrecejo.

—Yo y todo Shrewsbury. Nunca debiste evidenciarte, nena. ¡Pero ya olvídense de eso! Vamos a la mesa. ¡Corran! —expresó tomando a ambas mujeres de la mano para jalarlas hasta donde continuaba la partida.

Los ojos de los presentes esperaban la próxima jugada de John, aquel que estaba decidido a apostarlo todo. Por obvias razones, el nombre de Emilia no fue puesto sobre la mesa; sin embargo, en las oscuras mentes de ambos jugadores, la señorita Scott, tenía algo que ver en su reciente rivalidad.

—Pagará la apuesta —susurró Peter para la persona que estaba a su lado.

—No, no lo creo —siseó Hiroshi, negando con el rostro.

Nadie quería perderse ningún movimiento. Luego, Michael rascó su nariz y Ruth hizo grandes ojos, el suspenso la estaba matando.

Entre el tumulto de gente que rodeaba la mesa, apareció Emilia junto con Fausto y Wendy, haciendo suficiente ruido para que Michael y John notaran su presencia. Emilia, con dificultad, podía creer que ese par hubiera utilizado el póker para evidenciar su rivalidad. Una que no debía existir desde su punto de vista.

Finalmente, Michael tomó esas fichas y las empujó al centro de la mesa. No dejó ni una sola de su lado, decidió acabar con todo en una última jugada que impresionara a Emilia.

Los espectadores sisearon entre ellos, algunos favorecían a John, otros preferían a Michael, cualquiera que fuera el caso, esa partida de póker fue la más interesante de la noche beneficencia.

—¿Apostará todo a una mano, señor Miller? —cuestionó John, sorprendido por aquella decisión.

—¿Por qué no hacerlo? —resolvió Michael con una notable sonrisa en el rostro y la azulada mirada en Emilia.

John debía concentrarse en ese frívolo semblante lleno de falsedad, tenía que descifrar los secretos de Michael y exhibirlos en una jugada que le diera la victoria; no obstante, los ojos cafés de Emilia se mantenían observándolo todo, no podían dejar de intimidarle, debía pensar en su próxima jugada y dejar a Emilia de lado. 

«¿Por qué de pronto esta mujer me entorpece?» se preguntó. 

Escuchó voces a sus espaldas, esas que murmullaban el nombre de Emilia entre dientes, especulando sobre su supuesta relación con él, a este le molestaba más de lo que quería aceptar. Aun cuando ellos tuvieran algo, esa era la vida de la señorita Scott y nadie tenía derecho a opinar.

No, la concentración no volvería, estaba lejos de alcanzarla, ahora difícilmente recordaba las cartas que tenía en su mano y aquellas que creía que Michael tenía en su poder. Meneó la cabeza de una, respiró hondo y soltó las cartas.

De inmediato, el tumulto de gente estalló en gritos y aplausos, Michael tenía la victoria y la estaba saboreando con gran presunción.

Por otro lado, John parecía derrotado pese a que fingía no padecerlo, asintió con la cabeza y elevó su brandi para enaltecer el ego de su adversario.

—Bien jugado —emitió al tiempo que Michael le devolvía la grata sonrisa.

—Lamento mucho la derrota, Thomson. Tal vez pueda acompañarnos a una de nuestras noches de póker.

—Será un placer —mintió con gracia.

De poco la mesa se fue vaciando, pasaban de las dos de la madrugada y la gran mayoría ya estaba cansado, incluso Emilia quería buscar a sus padres para despedirse de ellos y salir de ahí lo más pronto posible. Después de esa noche, tendría que lidiar todavía más con las habladurías de la universidad, lo que sería una molestia. Caminó hasta John y enseguida se percató del rostro largo que este tenía.

—¿Pasa algo? —cuestionó la mujer.

—Un par, contra una tercia —respondió él, aún sentado.

Emilia hiso una mueca, puesto que no entendía nada, pero eso parecía molestarle a John.

—No comprendo —respondió.

—Michael tenía un par de cinco, yo una tercia de nueve —dijo mostrando las cartas.

Emilia abrió grande la boca, le era evidente que John perdió por falta de concentración y no porque su mano fuera la peor, aunque al final, esa noche no podía considerarse derrotado, muy por el contrario, ella estaba satisfecha con su actuación.

—Señor Bennett, quería agradecerle por todo lo que hizo esta noche y también por el tiempo que ha pasado conmigo.

John volvió la mirada y la fijó en los oscuros ojos de Emilia. Esos cuya presencia le hacía sentirse en casa.

—Es mayor la ayuda que he recibido de su parte.

Aquella sonrió sonrojada. 

—Después de la ruptura de mi compromiso, todo fue difícil para mí, luego apareció usted, y por alguna razón, su amistad lo hizo más sencillo. Gracias —explicó tocando el dorso de la mano de John con la suya. 

—Es siempre un placer, señorita Scott —resolvió luego de observar el tacto, luego besó la mano de Emilia notando el brillo que ahora había en sus ojos.

En su camino a la salida, John se percató de la gruesa mirada que Michael les dirigía, mientras intentaban salir del salón sin ser interrumpidos. Con el deseo de golpearle el ego, se colocó sobre un extremo muy cercano a su pareja y deslizó una mano por la cintura de Emilia, mientras fingía no haber visto a Michael.

«Celos, hostilidad, hostigamiento; tiene que ser una de esas razones por las que nos mira así» pensó al tiempo que le sonreía a Emilia. 

Ella le devolvió el gesto, omitiendo los extraños pensamientos que acompañaban a John. Los mismos donde él mismo se declaraba vencedor de la noche. 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro