Muda de ropa, abrigo, calzoncillos...
Qué pena que no puedo ir a buscar el cepillo de dientes.
Creo que ya tengo todo lo esencial. Como para un viaje corto... del que seguramente no volveré.
Y no sé si sobreviviré.
¿Y el celular?
—Che, Eva —digo apoyándome contra el muro— ¿Llevo el celular?
—Llévalo, total espiar ya nos espían por las cámaras —Responde, su voz algo alejada. Ella también está preparando sus cosas.
Eva dijo que sospechaba que la salida de su casa estaba en el sótano, por la alta vigilancia que sus padres mantenían sobre el lugar. Así que yo iba a pasar para su casa y probaríamos suerte juntos.
Pasamos toda la tarde puliendo los detalles para escapar; qué llevar, cada cuánto descansar, los imprevistos que podrían surgir. Leímos unas pocas cosas más de ese diario que encontró Eva, como para tener una mínima idea de lo que esperar.
No quiero confiar demasiado en eso, no puedo confiar con plenitud en nada ¿Y si es mentira? ¿Y si fue puesto ahí adrede para nosotros?
No quiero aferrarme a algo incierto. Aunque sea lo único que tenemos.
Muchas veces me pregunto si alguna vez podré volver a tener plena confianza en algo, o en alguien.
Me pregunto demasiadas cosas que no puedo resolver, y eso solo me exaspera.
Silencio de ambos lados del muro. Miro la hora en el celular: diez en punto. La hora de la cena... en breve vendrá mamá a buscarme, y no pienso irme con ella.
Logré pasar todo el día en mi pieza sin que nada pasara, pero dudo que la suerte siga de mi lado. Por eso decidimos que traspasaría el muro ahora.
—Eva... —La llamo y responde enseguida— Estate atenta.
—Sí, tranquilo. Estoy con vos. —Contesta. Aunque no nos conozcamos ni en persona, me relaja mucho saber que está de mi lado.
Mamá golpea mi puerta. No contesto. Miro el ropero colocado preventivamente contra esta para que no puedan abrirla, o al menos hacérsela más difícil. ¿Resistirá lo suficiente?
Me cuelgo la mochila en la espalda, doy una última mirada a mi habitación, a mis cosas... ¿mis cosas? Cierro los ojos, respiro profundo tres veces, y comienzo a empujar la que espero sea la puerta secreta ente Eva y yo. La ranura en la pared que hallé junto al ropero la otra vez.
—¿¡Gustavo!? —Mamá lanza un grito desgarrador que me hace trastabillar. Me apuro y coloco el hombro en el muro para impulsarlo con más fuerza. La puerta comienza a abrirse lentamente. La puerta que significa libertad y encierro al mismo tiempo.
Libre de mi casa pero no de este lugar maldito, de todas las dudas e incógnitas. De bestias y seres humanos que nos encerraron aquí con ellas. Puerta que comprueba en parte que lo que dice el diario es real.
La puerta se abre lo suficiente para que pase. Murmuro un "Chau mamá", y paso al otro lado, mientras oigo a la criatura intentar entrar a la habitación con golpes y gritos. Cruzo rápido y cierro tras de mí. No quiero ver atrás.
Esos aullidos son lo más aterrador que he escuchado en mi vida.
—Bienvenido Gustavo —Dice Eva ya de su lado y me abraza, tomándome desprevenido y haciéndome caer sentado, con ella encima. Le devuelvo el abrazo con cariño, como si nos conociéramos de siempre. Ni siquiera pude ver bien su rostro todavía.
—Gracias —respondo y nos separamos. Sus grandes ojos verdes me sonríen de vuelta, haciéndome olvidar todo lo que acaba de pasar. Tiene el cabello castaño, larguísimo y ondulado, y una sonrisa de labios carnosos que distraen mi mirada. — No me imaginaba que eras tan hermosa...
¿Lo dije o lo pensé?
Abro grandes los ojos. Creo que lo dije.
Ella se larga a reír, confirmándolo. Me pongo tan rojo como su remera... soy un boludo.
—Gracias, vos también tenés lo tuyo. —Responde, y mi rostro debe haber pasado de rojo a bordo—. Disculpa por la efusividad. ¿Cómo estás?
—Bien —suspiro, Eva se levanta y me da la mano para ayudarme— no niego que es shockeante todo, pero lo voy llevando —me encojo de hombros—. ¿Vos?
Un golpe en la puerta de la habitación de Eva nos sobresalta.
— ¿Hija? ¿Estás bien? —La voz de quien supongo es la madre de Eva se escucha tras la puerta—. Se escucharon ruidos raros de acá.
—Sí, no te preocupes. Estaba acomodando unas cosas nada más. —Miro el cuarto de Eva, buscando donde esconderme por las dudas. Creo que entro bajo la cama, y la sabana es suficientemente larga como para que me cubra. El ropero que está junto a la puerta lo veo demasiado pequeño, y bajo el escritorio quedaría muy expuesto.
—Bueno... cualquier cosita decime. —Contesta la voz. Nos quedamos unos minutos en silencio, sin animarnos a hacer nada, hasta que finalmente digo:
— ¿Sabanas de Pikachu?
—Ay —Dice Eva—. Ignóralas —ríe, y agrega en tono serio— Creo que antes hablamos demasiado alto. Tenemos que cuidar más eso.
—Intentemos no hacer más ruidos hasta las 12... hasta que nos vayamos.
— ¿Estás seguro de la hora? ¿Y si nos pasa como te conté que me pasó la vez que intenté permanecer despierta? —Pregunta.
—Sí ya estamos despiertos, ¿qué sentido tendría "reiniciar" la casa igual?, ¿no decía eso el diario?
—Sí, tenés razón.
¿Cuánto camino tendremos que recorrer para finalmente ser libres? ¿Qué nos deparará el otro lado? Me gustaría poder compartir mis dudas con ella, pero no quiero que sigamos haciendo ruido acá y poniéndonos en riesgo. Mientras más podamos evitar el contacto cara a cara con las criaturas, mejor.
Además de las cámaras. Todavía no asimilo la idea de que nos estén espiando todo el tiempo. Bueno, hay muchas cosas que todavía no las asimilo. Solo las voy sobreviviendo. Calculo que por bastante tiempo esto será así.
Hablando de eso... lamento que no tengamos más armas que una cuchilla de cocina. Al menos está bastante afilada.
—Mira —Dice Eva extendiéndome un libro de cobertura negra o grisácea, bastante maltratado por el tiempo—. Este es el "Diario de Ethan". ¿Querés que leamos un rato más mientras hacemos tiempo?
Un ojo sin parpado y con pupila vertical me mira sin pestañear desde su portada, invitándome a desentrañar sus secretos. Trago saliva y asiento en silencio.
No sé si quiero que sea verdad su contenido, para tener alguna respuesta, o si quiero que sean mentiras, porque es más de lo que creo poder soportar.
🌑🌑🌑
— ¿Listo? —Observo a Gus con intensidad, ya son las 23:30 y no quiero pasar más tiempo acá. Mis padres ya deberían estar durmiendo.
—Listo —Contesta él con la mochila en la espalda. Percibo un leve temblor en sus manos, aunque sus ojos reflejan seguridad. Tiene miedo, como yo, pero llegado el momento lo veo capaz de actuar. Como yo.
Abro la puerta de mi cuarto con cuidado, minimizando el sonido todo lo que puedo, analizando la oscuridad hasta discernir sus formas. No veo nada que me llame la atención.
Salimos despacio hacia el living, Gustavo cuidándome las espaldas. La habitación se ve vacía y a oscuras, como esperaba, aunque no puedo evitar sentir que hay algo mal.
¿Qué es? ¿Qué pasa?
Miro a mi nuevo compañero y me devuelve la mirada de forma inquisitoria.
Doy un último vistazo alrededor y niego con la cabeza. Deben ser los nervios que me juegan una mala pasada. Sigo el camino hasta la puerta del Sótano, decidida.
— ¿A dónde te crees que vas, querida? —Una voz conocida me pone la piel de gallina.
¡La puerta! La puerta de la habitación de mis padres estaba abierta... siempre está cerrada. ¿Me estaban esperando?
—Yo... —Volteo a ver a la dueña de la voz y mis dos "padres" están parados ahí, a unos metros de nosotros, observándonos con la respiración agitada y aspecto feroz. Creo que se están transformando, como decía el diario. No quiero quedarme a ver el resultado final.
—Corre —Gus susurra y me tironea del brazo. Corremos hacia el sótano y cerramos la puerta tras nosotros. Por suerte tiene traba, aunque no creo que resista demasiado tiempo. ¿Estará pensada para estas situaciones?
Bajamos la escalera al trote, a la vez que se escuchan los primeros golpes contra la puerta.
—El diario de Ethan dice que la salida estaba por acá, busquemos rápido —Apuro a Gustavo y me lanzo contra el muro con desesperación, partiéndome las uñas, tanteando toda su superficie para hallar la maldita salida—. ¿Dónde mierda está?
Los golpes suben en intensidad, escucho la puerta del sótano crujir, ya están cerca de traspasarla.
— ¡Acá! —Grita Gustavo, y comienza a empujar. Corro junto a él y lo ayudo. Enseguida empieza a vislumbrarse algo de luz, un cuadrado de luz que se va formando rápidamente la fuerza de ambos.
Silencio.
De repente hay demasiado silencio.
Ambos lo notamos a la vez y frenamos, confusos. Miramos detrás de nosotros; mis padres bajan la escalera con tranquilidad, como si no hubiesen tirado la puerta abajo para entrar, y semi transformados en criaturas monstruosas. Aunque parece que todavía no perdieron el control sobre sí mismos.
—No vamos a salir de acá sin deshacernos de ellos —Afirmo, maldiciendo no tener nada más que una cuchilla de cocina, y pensando qué más podríamos utilizar a nuestro favor.
—Yo me encargo de él... —susurra Gus— ¿querés el machete?
—No. Hace lo que tengas que hacer, después me lo alcanzas. Mientras la distraigo. —Contesto, fijando mi mirada en el canasto de ropa sucia. No sé si Gustavo me entienda o no, pero no hay tiempo de repreguntar.
Apenas mis padres bajan los últimos peldaños, me muevo a toda velocidad junto al lavarropas, tomándolos por sorpresa. Tardan un segundo en reaccionar y en salir a mi alcance, en el cual yo ya estoy tomando la sabana sucia que estaba en el canasto, y Gus ya está tras mi padre.
Papá y Gustavo caen al suelo con sonoros golpes y quejidos. Yo salto sobre mamá, cubriéndola y atrapándola con las sabanas.
La habitación entera se llena de sonidos, con sus ecos rebotando en el vacío sótano. Ruidos de pelea, de gritos, insultos. De tela siendo desgarrada, del metal golpeando contra la carne, una y otra vez. Del metal rebotando en el suelo.
Tengo a mamá apresada bajo las piernas, con los brazos y el rostro cubiertos por la sabana. Enredada. Giro la cabeza sin moverme de mi posición para buscar a Gus. Está aún sobre el cuerpo de mi padre, ahora muerto. Su rostro sorprendido, con gotas de sangre. El cuchillo brillando junto a su pierna, también con sangre.
Lo tomo y lo clavo sobre el cuerpo de mi madre, todo en un solo movimiento. Se terminaron los sonidos.
Silencio.
Me levanto, ayudo a Gustavo a levantarse. Nos miramos, nos abrazamos, y continuamos con lo que estábamos haciendo.
Todo en el más absoluto silencio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro