Marcos:
—I, I wish you could swim.
Like the dolphins, like dolphins can swim.
Though nothing, nothing will keep us together.
— ¡Papá! ¿Qué estás cantando? —Ignoro a mi hija y subo el volumen de la radio, antigua pero potente.
—We can be heroes, just for one day.
We can be us, just for one day.
— ¿Otra vez estás cantando lo mismo? ¿No te aburre? —Mi hija entra a la cocina con cara de ojete y el pelo revuelto. Bajo el sonido y la miro, curioso. Estuvo de mal humor todo el día, ¿se habrá peleado con algún amigo, amiga, pareja?
¿Pareja?
No, no creo. Si fuese así me lo hubiera dicho, ella siempre me cuenta todo.
— ¿Cómo que otra vez? ¡Hacia años no escuchaba el tema! Lo encontré de milagro en la radio, una de las viejas —respondo indignado, sin animarme a preguntar el motivo de su mal humor. Quizás hasta se ponga peor.
Ay, la adolescencia.
—Sí, otra vez. Ayer me dijiste el mismo verso, ¿ya te olvidaste? —Pregunta ella, diría que casi con un poco de miedo por el tono de su voz. Aunque de qué, no puedo saberlo.
¿Me está haciendo una broma o de verdad me olvidé?
—No puede ser... —digo haciendo memoria—. La canción está en la radio, en un especial sobre David Bowie que solo pasan hoy. Estás confundida.
—Para mí el confundido sos vos, pero déjalo ahí. No dije nada. —Sonríe, como restándole importancia, aunque me deja con dudas. ¿Qué le pasa hoy que está tan rara?
—Venía a preguntarte si ya estaba la pizza. —Comenta cambiando de tema, antes que pueda abrir la boca.
—Ya le puse el queso, justo me iba a fijar si estaba. ¿Por qué no vas poniendo los platos? —le pido y me pongo las manoplas para no quemarme. Es mejor dejarlo ahí, como dijo ella. Si quiere hablar va a venir sola.
—Dale. —Contesta y agarra los platos que dejé preparados sobre la mesada.
Abro el horno y el calor expedido casi me carboniza las cejas. Dejo que se disipe un poco y saco una pizza, que por suerte ya está. La apoyo en la mesada y me fijo la de abajo. Está también, aunque se me tostó un poco el queso.
Tienen muy buena pinta.
Lluvia de orégano. Las corto y las llevo para el living, haciendo equilibrio con una pizza en cada mano hasta que llego a la mesita frente al sofá. La noche está para comer acá en lugar del comedor. Solamente espero que no se manche el tapizado blanco.
Apenas dejo las pizzas, mi hija mete mano y se lleva una porción, dejándome un hilo de queso caliente pegado en la mano derecha.
—Auch. —le recrimino. Está caliente, pero tampoco tanto.
—Perdón, es que tengo hambre. —Ríe por primera vez en el día. Hoy no comió, dijo que no tenía hambre ¿Qué será lo que la tiene así, que ni comer la deja?—. Aparte sos muy buen cocinero.
—Lo sé. —contesto, pura humildad, y su sonrisa se apaga un poco. Estoy tentado a preguntarle qué le pasa, aunque preferiría que salga de ella. Siempre es así cuando algo le molesta. Si no dice nada le preguntaré después de comer. Quizás con la panza llena sea otra cosa.
Me acomodo en el sofá y la observo con detenimiento, como si pudiese leer su mente.
Está cada día más hermosa, más grande. Bueno, no tanto. Tiene una estatura adorable (aunque ella suele decir que es muy baja), los ojos verdes y el cabello rojo como el fuego. Y le están comenzando a salir unas pequitas hermosas en la zona de la nariz.
Si nos vieran juntos no creerían que es mi hija. Yo soy alto, "alargado", y con el pelo marrón Los ojos verdes son lo único que mi hija tiene de mí. En todo lo demás es idéntica a su madre.
Y la extraño tanto.
Fue tan difícil salir adelante sin ella. Tuve que aprender a ser un papá y una mamá para una nena que crece a una velocidad tremenda. Pero ella lo vale. Cada vez que la veo sonreír, aunque esté teniendo un mal día, me alegra la vida.
Cada vez más viejo y sensiblero.
— ¿Qué miras papá? —Lisa me pesca viéndola.
—Nada, tenés queso en la cara.
Se limpia con un papel y sigue comiendo. Ella también se ve pensativa.
— ¿Le avisaste a tu abuela de la comida? —pregunto y agarro una porción.
—Sí, papá. Ya sabes cómo es ella, vive a su tiempo. —Bromea.
Justo en ese momento sale Nora de su habitación, ataviada como para irse de fiesta. Siempre toda una diva. Falta poco para que se cumplan tres años de mi suegra viviendo con nosotros ya, y tres años desde que murió mi esposa... cómo pasa el tiempo.
— ¿Me dejaron pizza? —Dice sentándose— Tardé porque me enganché con una película que no terminaba más, y encima tuvo un final malísimo.
¿Tres? ¿O eran dos?
Siento un frio recorrer mi espalda.
¿Cómo puede ser que no recuerde con exactitud la fecha en la perdí al amor de mi vida?
—Como un poco y me voy a descansar, que mañana salgo con las chicas —Nora se sienta en el sofá toda sonriente, arrancándome de mis pensamientos. Para tener 68 años se conserva muy bien. Cualquier persona pensaría que tiene unos 50, con su pelo corto rojo oscuro bien arreglado y su brillante sonrisa.
— ¿A dónde van de paseo? —le pregunto, intentando no volver a pensar en mi esposa. Sé que tengo la fecha anotada por algún lugar, mi olvido es solo cansancio.
Creo que Nora me había mencionado antes a dónde iba, aunque no recuerdo ahora con exactitud. Miro de reojo a Lisa, que busca algo en la televisión ignorándonos por completo.
—Vamos a desayunar al café nuevo que abrieron acá a unas cuadras. Dicen que está muy bueno. —Responde mi suegra sirviéndose una porción en un plato. Nunca voy a entender a la gente que no le gusta comer la pizza con la mano—. ¿Y vos nena? ¿Cuándo salís con tus amigos? Tanto encierro no te va a hacer bien.
—Abuela, ayer me preguntaste lo mismo y te dije que están de vacaciones. ¿No te acordas? —Contesta Lisa, fastidiosa, y yo siento una especie de Deja Vu. Esto ya lo viví antes.
— ¿Ayer? ¡Si ayer no estuve en todo el día! ¡Debiste haberlo soñado! —Nora agita su mano frente a su rostro, como restándole importancia, y sus pulseras de plata tintinean entre sí.
Lisa frunce el ceño y se remueve en el asiento. Parece nerviosa, como si estuviese intentando decir algo y no se decidiese.
Yo por mi parte me siento muy extraño. La sensación de Deja Vu persiste. Le echo una mirada a mi hija y ella me la devuelve con un gesto, como diciendo: ¿te das cuenta de que algo pasa, no?
—Abuela, ¿qué día es hoy? —Inquiere Lisa, tomándome desprevenido. Creo que es domingo, ¿o es sábado? Siento que los días se me confunden un poco.
A ver. Ayer no fui a trabajar, así que supongo que debió haber sido sábado. Aunque no recuerdo mucho del día, se ve que fue bastante aburrido.
Estoy mal con las fechas hoy.
—Hoy es sábado, nena, no intentes tratarme de loca. ¡Sé perfectamente donde estoy parada! —Contradice Nora mis pensamientos, un poco enfadada.
El que no sabe dónde está parado acá me parece que soy yo.
—Hoy es domingo, abu... —Dice Lisa, casi susurrando.
— ¡Mirá en el celular! Vas a ver que tengo razón. —Exclama Nora, y yo también decido sacar el mío para corroborar la fecha.
Sábado 25 de enero del 2020.
Entonces no es domingo, ¡pero ayer yo no fui a trabajar!
¿O sí fui?
Lisa se pone pálida, siento que yo también. Se muerde el labio, y se remueve en el sillón con incomodidad.
—Tenés razón, abu. Perdón, se ve que me equivoqué. —Dice no muy convencida para mí, aunque si lo suficiente para Nora.
Decido cambiar de tema y comienzo a preguntar cómo me salió la pizza y cualquier cosa que se me venga a la cabeza contad de salir de esta situación. Aun así el sentimiento de Deja vu continua, siento que volvemos a repetir charlas que hemos tenido hace poco, aunque no logro ubicarlas en tiempo y espacio.
Eso sumando a que en la televisión están pasando programas repetidos.
Me veo tentado en señalarle a Nora cada vez que habla de lo mismo que recuerdo, pero no quiero más caos. Encima de que yo mismo estoy confundido. Por hoy solo le seguiré la corriente, parece ser que Lisa opina igual. O capaz solo soy yo el que está en un viaje místico y solo coincidimos en el error de la fecha.
Tras terminar de cenar y limpiar los platos, mi suegra se va a dormir. Unos minutos después, ya seguros de estar solos, Lisa rompe el silencio primero:
— ¿Vos también te diste cuenta de lo que pasa, no? —Me mira, medio nerviosa, medio esperanzada.
—Yo también pensé que era domingo... —asiento con la cabeza, sin saber porqué decidí señalar eso antes que nada—. El celular dice otra cosa, ¿no? —Me encojo de hombres, tratando de minimizarlo.
—Sí... ¿no te parece extraño? Yo estoy muy segura de que hoy no debería ser sábado. —Insiste ella. Siento que pretende decirme algo, aunque no estoy seguro qué. Tengo un embrollo en la cabeza—. ¿No notaste que repitió todo lo que hablamos ayer? Y no cualquier cosa o algo parecido, sino exacto como lo dijo ayer.
—Eh... —titubeo—. La verdad que sí —confieso—. No sé si ayer, pero me pareció que algunas cosas ya las había dicho antes. Quizás la abuela estaba un poco cansada...
¿Y si está teniendo los primeros síntomas de alguna enfermedad? ¿Algo relacionado con el envejecimiento? ¿No es muy joven todavía?
¿Y yo qué? Estoy completamente perdido con las fechas.
—A lo mejor es eso... —Murmura Lisa y me asusto, hasta que reculo en que está respondiendo a lo que dije—. ¿Aunque cómo explicas que pensáramos que era domingo? ¿Y el celular? —Abro la boca para responder, y la termino cerrando de nuevo sin saber qué decir—. Presta atención a todo lo que pasa, papá... Ya casi despertas —murmura lo último, dejándome descolocado.
— ¿Despertar?
—Deja, mañana hablamos. —Dice parándose del sillón para darme un beso en la mejilla—. Buenas noches.
—Buenas noches. —Respondo, sin entender nada, y la observo irse en silencio.
Yo también debería irme a dormir. Tengo la cabeza hecha un lio, y ya no sé qué pensar con respecto a lo que pasó. A lo mejor es una mezcla de cansancio y coincidencias... mañana voy a ver las cosas desde otra perspectiva.
Y tengo que prestar atención, como dijo Lisa.
Me levanto, me estiro y parto a mi habitación. El lado positivo es que mañana no tengo que trabajar.
🌑🌑🌑
¡Papá está despertando! Creí que me sería más arduo. Me tranquiliza tanto que esté de mi lado, de no estar sola en esta incertidumbre. Yo recién ayer pude despertar por completo. Voy a poner todo mi empeño porque él lo haga lo más pronto posible. Me quiero ir de este lugar.
La que está difícil es la abuela, no parece dudar en absoluto de lo que pasa. Quizás debamos encontrar ayuda con papá y después ver qué hacemos con ella. Él recién hoy comenzó a demostrar que está despertando, si bien ayer también lo veía sospechar. En cambio la abuela está siempre igual... como si fuera una maquina repitiéndolo todo.
No hace tanto que comencé a darme cuenta de todo yo, unos tres días hará. Pero no sé por qué no creo que la abuela logre despertar en estos días... es muy probable que tengamos que dejarla acá. Mañana voy a discutirlo con papá, si reacciona bastante.
Observo mi celular y suelto un quejido. Ya casi son las doce, la hora de los ruidos extraños sin respuesta. Aunque intento averiguar qué pasa siempre aparezco en mi cama, como si nunca me hubiese levantado.
Me aterra estar levantada a esas horas, porque cuando despierto después de haber tratado de indagar qué son esos ruidos me siento desolada. Sé que hay algo mal a pesar de que no pueda explicar con exactitud qué es.
En fin. Mañana será otro día, yo estoy despierta, y papá está despertando. Si las cosas no cambian, las vamos a cambiar nosotros.
🌑🌑🌑
Suena la alarma del celular y estiro mi brazo por toda la cama buscándolo. Lo hallo bajo la almohada y lo saco, apagando la insoportable canción.
Sábado 25 de enero de 2020. 8:45 am.
Veo la pantalla y cierro los ojos de nuevo. Me quedaría unos minutos más... está tan cómodo... y es fin de semana... y...
¿¡SÁBADO!?
Abro los ojos de golpe y compruebo el celular de nuevo. Evidentemente... ¿Hoy es sábado? ¡¿Cómo?! ¿Ayer no fue sábado?
Me siento en la cama, indeciso sobre ducharme o no. Me duché ayer hasta dónde sé. Ayer, sábado. No puedo estar imaginándome eso. Tampoco fui a laburar.
Mejor voy directo a desayunar, si es que puedo tragar algo. Cualquier cosa me baño después.
En la cocina, Nora está haciéndose un té. Me observa desconcertada cuando entro, aunque vuelve a recomponerse rápido, haciéndome dudar de si lo interpreté mal.
Presta atención, dijo Lisa ayer.
— ¿No te vas a bañar hoy? —Pregunta, antes siquiera de saludar. Eso no es típico en ella.
¿Tan mal huelo? ¡Si me bañé ayer!
—Después, tengo hambre. —Miento y me acerco a la pava para comprobar si tiene suficiente agua para hacer mate. No, voy a tener que calentar más.
Preparo el mate mientras el agua se calienta. Nora permanece en silencio, echándome ojeadas cada tanto, haciéndome sentir muy incómodo. Agarro un paquete de galletitas de agua y llevo todo a la mesa, sentándome bastante alejado de ella.
Ayer a esta hora yo estaba duchándome, estoy seguro. Y después de mí se bañó Nora... eran como las nueve ya.
¿Qué hora es?
El agua ya está. Me levanto para ir a buscar la pava y aprovecho para prender la radio. A lo mejor se me desconfiguró el celular o algo, acá dicen la fecha seguro.
—Buenos días a todos y todas, ya son las nueve en punto y damos por comenzado la emisión de hoy... —Saluda una voz femenina desde el aparato—. Gracias por acompañarnos tan temprano en este día sábado 25 de enero de este nuevo año, ¡qué comenzó con todo!
Entonces si es sábado. ¿Cómo puede ser esto posible? Observo el rostro de Nora, que se mantiene imperturbable, me devuelve la mirada y me hiela la sangre. No sé qué tiene, pero me hace desear tenerla lejos.
Estoy por decir algo (o gritar) cuando Lisa entra a la cocina con cara de dormida. Respiro aliviado.
—Buenos días. —Dice, refregándose los ojos con la mano izquierda mientras intenta atarse el pelo con la otra.
—Buenos días. —Contestamos Nora y yo al unísono.
Se sienta junto a mí, apoyando la cara en sus manos. Las ojeras decoran hondamente sus ojos, no sé si no durmió bien o es la situación que estamos viviendo lo que la pone mal. Lleva puesto lo mismo de ayer, una remera celeste que solía ser mía hasta que me la sacó, y un short del Barça, también mío. Su "pijama" favorito.
— ¿Te caíste de la cama? —Le pregunta Nora a modo de broma, aunque no suena muy amigable que digamos.
Lisa se encoje de hombros como respuesta. Le doy una chupada al mate y me quemó la lengua. Está más caliente de lo que pensaba. En la radio comentan que a la tarde van a dar un especial de David Bowie, que solo pasaran hoy.
—Yo quiero... —murmura Lisa viéndome con una sonrisa burlona—. Pero no tan caliente.
Le saco la lengua (quemada) y sigo tomando, aunque con más cuidado. Ya son las nueve y unos minutitos, ayer a esta hora yo ya había terminado de bañarme y estaba viniendo a desayunar. ¿Nora repetirá lo mismo otra vez?
La miro. Termina su té en silencio y se levanta de la silla, lava su taza y la guarda en la alacena. Avisa que se va a bañar y sale de la cocina. Tal cual hizo ayer, como si fuera una máquina.
Volteo a ver a Lisa, que me mira expectante.
—Hoy debería ser domingo —le digo a mi hija, que tiene los ojos brillosos—. Estoy prestando atención, aunque no comprendo nada. El día es igual que ayer, ¿no?
—Por fin despertaste. —Contesta al borde de las lágrimas y salta a abrazarme.
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