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29 de junio de 2025

Había varios hechos que me atosigaban aparte de mi embarazo y me quitaban el sueño con demasiado esfuerzo que no sabía cómo evadirlos.

René estaba siendo un buen soporte con respecto a ello, pero no estaba feliz por su esfuerzo porque sentía que estaba olvidando regarse para continuar retoñando.

Él vio mi preocupación y me besó los dedos, diciéndome que no se olvidó de él sino que estaba cumpliendo su papel como futuro esposo y padre de sus hijos. Él, estaba esforzándose por ser lo que necesitaba.

Agaché la mirada para observar mi vientre.

Los nombres de nuestros hijos estaban decididos y es que apostamos a que fueran niño y niña.

Queríamos que se cumplieran nuestros sueños, así que los niños debían ser Abigail Margarita y Homero René. ¡Una gran mezcla!

Dábamos por seguro que la niña sería mayor que el varón por dos minutos.

—René, deja tu imaginación —lo sermoneé.

—¿Por qué? Solo pienso en ellos —señaló mi vientre—. No estoy pensando en otra cosa.

—En ese caso, ¿por qué no les hablas? Necesitan escuchar tu voz otra vez.

Otro beso.

Se aproximó a mi panza.

—Soy papá. Espero disfruten la comodidad de la placenta que en unos meses deberán decirle adiós para ver las caras de sus papis.

—Oh, ¡qué tierno! Espero que no traigas nada entre manos. Estás siendo buen orador.

Rio porque sabía cómo era yo.

—Voy a salir. ¿Necesitas algo?

—Lo indispensable para el embarazo.

—Perfecto. ¿Spring vendrá?

Me erguí.

—Dijo que intentaría, a veces a Alfonso le dan micro dolores por la cirugía.

—No debo tardar.

Él se marchó.

Ocupé mi laptop para continuar con mis tareas.

Al repasar los correos que me llegaron me percaté de que había uno en Spam y no decía el autor. El encabezado era: Te volverás polvo estelar tarde o temprano.

—Eliminar —seleccioné la opción.

—¿Crees que puedes ocultarte? —gruñó alguien.

Habían entrado a la casa.

Me deslicé por la cama para ponerle seguro a la puerta.

—Contesta, por favor. No quiero desaparecer —rogué al marcar al número de mi hermana.

—¿Hola? Angelica.

—Susurra como yo. Llama a la policía, alguien entró a la casa y quiere... —titubeé.

Ella colgó para hacer lo que le pedí.

Los pasos de un hombre meneándose por los pasillos me desesperaban ya que quería que mis bebés vivieran para conocer acerca del mundo.

Los pasos se hacían más cercanos a la habitación, por lo que plañí para que en el fututo pudiera relatar mi historia y que los niños nacieran sin ningún problema de salud.

—¿Estás cerca? —el sujeto puso su mano sobre la perilla sin girarla.

—¡Policía! —gritaron afuera de la casa.

—Te salvaste, señorita.

Quien creí como Ramón huyó de la casa en lo que el cuerpo policiaco entró para inspeccionar que no se hubieran robado nada.

—Señorita, ¿está bien? ¿Dónde se encuentra? —dijo un policía, al explorar la casa.

—Aquí —gimoteé.

Quite el seguro de la perilla.

Él apareció junto a sus compañeros y me comentó: —Nos alegra que esté bien. Necesitamos que nos diga qué fue lo que pasó.

—Oficial, mi prometido salió a realizar unas compras. Después, revisé mi correo, encontrándome con un mensaje de amenaza e inmediatamente de mandarlo a la papelera oí que habían entrado a la casa.

Su compañero me habló: —¿Podrías mostrarnos el correo original, por favor?

Saqué mi computadora, entré a mi correo y fui a la papelera para mostrarles el mensaje.

—Es este —dije, apuntándoles el correo.

Ellos me pidieron que lo reenviara a uno de ellos para que comenzaran a investigar su procedencia.

Asentí, asustada por lo que pasó.

La mujer policía me dijo que debía tranquilizarme en lo que mi pareja regresaba porque no era sano para mis bebés recibir energías negativas.



Mi hermana llegó diez minutos después de que la policía se fue de la casa.

Ella me preparó una taza de té de manzanilla para que pudiera relajarme y asimilar que entraron aquí con la intención de apagarme.

Al entregarme el té me confesó que Marcel estaba en el supermercado y se encontró con René.

Él trabajaba en la policía, así que sabía varios detalles con respecto al arresto de Ramón.

No era de esperarse que quisiera ayudarnos debido a que para él no era justo que estuvieran acosándonos.

—¿Cómo podrá ayudarnos?

—No estoy segura, pero sé que tiene un plan para acabar con esto. Ustedes merecen tener su vida de ensueño, han pasado por tanto.

—Gracias, Spring. Te amo —dejé el té sobre el buró.

—El problema ha escalado lo suficiente como para que ellos estén en el mismo sitio que Marcel y René.

—¿Qué dijiste?

»¡¿Ellos están donde nuestros conocidos?!

»Spring, debemos ayudarlos con lo que sea.

»No podemos permitir que los...

—Mi ex sabe lo que hace, hermanita.

»Confía en él, es muy protector y dudo mucho que sea capaz de entregarse.

»Luchará para que el volcán no haga erupción.

—Confío en ti.

Mi hermana se llevó el té para dejarme reposar, sin embargo, yo seguía estresada por el incidente.

«Nunca estaré en paz hasta que Ramón quede silenciado por completo. No estaré mejor hasta saber que él no puede encontrarnos ni herirnos».

Spring me evidenció el estrés que estaba sintiendo por el desacato, la boda, la cirugía, los bebés, nuestros padres, el rollo con la directora de mi universidad...

—Hablemos de eso, necesitas liberarte.

—Estoy tan cansada —chilló.

»Cada día que sucede algo negativo en las vidas de quienes me importan, siento que me vuelvo indefensa.

Como la lluvia traía la paz en el cielo una vez que terminaba, la abracé posterior a que terminara de con-tarme lo que sentía y preocupaba. 

—Hermana —alcé su mirada—. Te admiro...

»Lo que más amo de ti es tu humanismo.

»Sin importar qué estés haciendo, socorres a los llamados de quienes requieren un poco de tu apoyo.

—Gracias.

—Pero debes entender una cosa, hermana mayor.

»Si te sientes cansada no tienes por qué lanzarte pa-ra que los demás no pisen el charco de barro.

»¡Priorízate!

—Tienes razón —se limpió la cara.

Ella salió porque escuchó que René había regresado de su atareado viaje.

Ellos entraron a casa con las compras.

Mi hermana cerró la puerta.

Spring respondió molesta: —¿Por qué no me dijiste que los estaban persiguiendo? No sabes lo que pasó.

—Resulta que, la primera vez que nos persiguieron a Angelica y a mí, tú estabas en casa. Ella recibió una llamada amenazante de Ramón días atrás.

Salí del cuarto para verlos.

Él escribió, en un pedazo de papel, el número que me marcó y se lo dio a Marcel, quien lo guardó en el bolsillo de su chaqueta policiaca.

—Mi amor.

—Hola, cariño. Me acosaron en el supermercado.

—Aquí entraron para secuestrarme.

»Llamé a Spring para que pidiera ayuda a la policía y por suerte no lograron el objetivo que tenían.

—Investigué más sobre Ramón —soltó Spring—, y no es la primera vez que lo arrestan por desacato y amenazar. Tiene problemas con las leyes.

—¿Quieren quedarse? —preguntó René a la antigua pareja. 

Marcel se negó.

Él salió para volver al trabajo.

Spring se quedó en la casa para asegurarse que no quisieran entrar a secuestrar a nadie.

—Odio que nos esté pasando esto, siento que mi vida de ensueño se hace añicos.

René cerró las ventanas, corrió las cortinas y se sentó en el sofá más grande.

Spring se sentó junto a él, tomándole la mano.

Él se soltó.

Él preguntó por qué lo trató de esa manera.

Ella respondió que sintió que él tenía miedo por lo que estaba pasando a nuestro alrededor.

—Sí tengo miedo —confesó—. Esa chica no merece que la traten así por un papanatas.

—Alfonso y yo nos quedaremos aquí —aseguró Spring mirando las cortinas.

—Tenías razón, Angelica.

»Cada vez que tenías una oportunidad te la robaba y decía que era mía.

»Cuando nuestros padres descubrieron que mentía, ellos te prestaron más atención.

Él fue por agua.

Me senté al frente de mi hermana.

—¿Por qué siempre tomabas lo que no te pertenecía, arruinando su confianza? —la cuestionó René.

—No quería una hermana menor —reveló—. Ahora sé que sí la necesitaba.

—¿Arreglaron las diferencias?

—Sí —suspiré—. Todo bien, Grinch.

—El Grinch es un personaje bastante perspicaz —entregó el vaso a mi hermana—. Spring, deberías consultar con un psicólogo.

Ella accedió ya que recordó lo que habíamos hablado antes de que apareciera mi hombre.

—Esto es una chingadera —expresó ella—. No es posible que no podamos vivir con tranquilidad..

—Siempre hay gente envidiosa.

René dijo que en el mundo había personas que se encargaban de arruinar las vidas de otras porque no estaban conformes con sus presentes.

—Carnalito, llegué —dijo Alfonso, avecinándose a la puerta blanca sin suciedad—. ¿Por qué están tapadas las ventanas con las cortinas?

Él se acercó a la entrada-salida y dejó que Alfonso se metiera a la casa.

—Nos están acosando —tosió.

Alfonso cerró la puerta.

—Una mujer de cabellera rubia castaña que usaba lentes de sol negros, una chaqueta de cuero del mismo color, pantalones negros y botas cortas cafés me siguió.

—Ramón Rodríguez quiere matarnos —mascullé.

—¡Madres! —exclamó Alfonso, enseñando sus pupilas sumamente dilatadas.

—Bebé, llegaste —anunció feliz Spring, yéndose a darle un beso a su prometido.

Spring estaba más tranquila después de charlar sobre lo que había pasado.

Preguntó acerca de su aspecto.

—¿Se nota mi panza de embarazada? He estado usando ropas anchas.

Meneamos nuestras cabezas.

—¿Cómo lo preguntas si enfrente me tienes a mí?

Resoplé, riéndome.

Spring se acostó en el sofá más grande y su novio la acompañó.

—¿Qué gustan almorzar?

—Lo que vayas a cocinar, está bien.

—Solo pido que haya comida —agregué.

René rio antes de llevarme a la habitación.

—Pasemos tiempo juntos antes de comer, siento que la situación con Ramón hace que estemos separados porque queremos proteger al otro.

Mi pareja nos metió bajo las sábanas para que pasásemos unos minutos solos sin pensar en lo terrible que se estaba convirtiendo nuestra travesía para ser padres.

—Eres hermosa, ¿lo sabías? —preguntó retóricamente—. Brillas como una estrella.

Sonreí cansada.

—Tal vez no —contesté con ironía.

Acercó sus labios a mi frente y me la besó.

Tocó mi mejilla.

—Mis maestros me felicitan por mi desempeño académico y me avisaron que mis proyectos son los mejores de la clase.

—Felicidades —dijo, besando sus labios rosados.

—Te amo, bobo.

Seguimos besándonos.

Me aparté para empezar con el proyecto que me faltaba por hacer.

—¿Qué quieres almorzar? —preguntó, poniéndose los zapatos para ir a comprar comida.

—Lo que sea, pero que Alfonso vaya contigo.

No iría solo después de lo que ocurrió.

Él me dejó trabajando.

—Volveremos —aseguraron a Spring.

Ella vino conmigo.

Se tapó con las sábanas porque tuvo frío.

—Mamá y papá no saben nada con respecto a Ramón. Si se enteran van a querer mudarse aquí, con tal de que no estés en riesgo.

—Lo sé, pero no podemos decirles ahora que todo ha empeorado. Solo los preocuparíamos de más y no dejarían de pensar en que su peor pesadilla podría cumplirse: la muerte de una de sus hijas.

«Si tan solo me dieran un minuto más con la vida que me asfixia con sus temibles garras sin filo, que acaso, ¿los mares me dirían algo?», filosofé.

Mi compañero que se encargaba de cuidarnos las espaldas se puso a cantar algo que no entendía.

—Cierto, tendremos que comentarles hasta que todo termine por completo porque a papá podría darle un infarto si se entera de Ramón Rodríguez.

—Pienso que él está consciente de que mi vida no es sencilla, pero no imagina los horrores con los que lidio por haberme hecho pareja de René Cárdenas.

—Tu vida sería igual de emocionante si te hubieras vuelto novia de alguien más —acordó mi hermana—. Pero esta es la versión que te tocó vivir.

Básicamente, mi vida sería una montaña rusa sin importar las decisiones que eligiera para cada día. Aun así, no sabría decir si alguna de las alternativas hubiera hecho que todo fuera menos agresivo.

No me detenía para pensar en eso porque no lo veía bien, sin embargo, los sucesos me han hecho replantearme varias cosas como lo era mi propia existencia.

—¿No crees que ya tardaron? —Spring estaba desesperándose por la ausencia de nuestros prometidos.

—Un poco, regresarán. Tarde o temprano.

Me acomodé en la almohada.

Ella me miró como si creyera que mi comentario satirizaba su pensamiento.

—Confía, hermana. La vida nos lo traerá de vuelta a casa —dije, evadiendo su mirada—. Es lo que siempre hacemos, confiar en que todo saldrá bien sin enfocarnos en los diversos futuros posibles.

—Te afectó vivir con René —seguía preocupada.

—He aceptado algunas cosas gracias a él... Debido a eso es que mi pensamiento cambió.

Ella se acostó para utilizar su teléfono en lo que esperaba a que René o Alfonso dijeran cómo iban con el almuerzo.

—Mejor me voy a dormir —berrinchó.

—Oh, Spring. Están bien. ¿Acaso no pueden hacer la compra del almuerzo con calma?

Ella confiaba en que yo estaba mal de la cabeza.

No me mostraba preocupada por ellos porque no veía factible estresarme.

—Pero, ¿qué tal si...?

La miré, alzándole las cejas.

—Duérmete, mejor. Tu mente está siendo tu peor enemigo en estos momentos.

Repitió mi comentario, mofándose de lo que le dije para intentar tranquilizarla.

Algunos ruidos se esparcieron en la casa.

Despertamos.

—Spring.

Sacudí su brazo.

—De nuevo...

Ella se levantó, pegándose a la puerta.

—Solo hay que esperar a que lleguen —dijo alguien.

Nuevamente entraron a la casa con el objetivo de lastimar, pero no a mí sino a René.

—Veamos que hay por aquí.

Spring estornudó.

—¿Escuchaste esto? —dijo la mujer a su compañero— Creo que ganamos la lotería.

Ellos se acercaron a la habitación.

El miedo nos inundó.

Recé.

—Alto ahí —gritó Marcel, apareciéndose en la sala.

Los intrusos fueron a la entrada de la cocina para intentar combatir con el ex de mi hermana.

Nosotras estábamos llorando.

Oímos las voces de nuestros amados, intentando razonar con los ladrones.

Como ellos no cedían René los manipuló para lo dejaran depositar la bolsa en la cocina.

Después, les cuestionó su lealtad a su supuesto jefe que era un reo en la cárcel del condado ya que estaban desobedeciendo sus reglas.

—Nos llevaremos todo —gruñó la mujer mientras su compañero guardaba mis cosas.

René jugó con sus mentes para hacerlos entrar en razón y lo logró en poco tiempo.

No sabemos qué ocurrió luego, aunque asumimos que los ladrones decidieron hablar en la corte en contra de su antiguo líder.

—Nos vemos —dijo Marcel—, excelente técnica.

Spring y yo salimos del cuarto.

Corrimos para abrazar a nuestras parejas.

—En serio, creo que deberíamos mudarnos —dijo Alfonso en lo que servía la comida.

René contestó: —Es una opción viable para el futuro. Por el momento creo que lo mejor es quedarnos aquí para que la policía trabaje.

Nos sentamos a comer mientras pusimos una película antigua en la televisión. El almuerzo fue más placentero de lo que pensé.

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