Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14 de enero de 2025

Salí de una fiesta con mis amigos.

Mi teléfono sonó y se llenó con varios mensajes de una sola conversación.

Era mi exesposa.

Ella me avisó que a las 8 de la noche iría a la casa para recoger su ropa y presentarme a su nuevo novio.

Le contesté con un pulgar arriba porque tenía prisa para regresar a mi hogar.

Una chica de cabello ondulado y pasó a mi lado.

Ella parecía ignorar los alrededores pues estaba escuchando música a través de audífonos inalámbricos.

Ella tenía un pantalón de mezclilla, unas botas y una blusa amarilla con mangas largas.

Llegué a mi casa.

Saqué las llaves.

Vacilé un momento.

No quería voltear a ninguno de mis lados, sin embargo la curiosidad me estaba ganando.

Volteé aun sabiendo que no era muy correcto.

La joven iba hacia a lacasa de al lado.

Dicho lote había estado en vente desde que me divorcié hacía un tiempo atrás.

El letrero de se vende seguía en el césped.

¿Debía hablarle a la joven?

Tomé valor tras pensar un poco.

Pronuncié un nombre: —Angelica.

La joven se volteó para mirarme.

—Señor Cárdenas —me sonrió—. Han pasado años.

—Tres años para ser exactos —puntualicé—. Por cierto, te ves muy bella hoy.

—Gracias —miró el letrero—. Me acabó de mudar. ¿No le molestaría quitarlo por mí?

Fui a quitar el letrero.

Se lo pasé.

Aparté la mirada de ella porque me puse nervioso.

No creí que nos reencontraríamos de nuevo.

Pensé en un tema para sacarle plática.

—¿Cómo está tu...? —pregunté.

—Ahí vamos —se echó ánimos—. Si soy honesta con usted...

—Mi nombre es René Cárdenas. Te concedo permiso para tutearme sin compromiso —la interrumpí.

—Si soy honesta, René —la vi tener un ataque.

Me pregunté dónde estaba la máquina.

La llevé dentro de su casa.

Fui por su tanque.

La conecté a él para que se tranquilizara.

Se acomodó la cánula nasal.

—Esto me mata... Los médicos descubrieron que mis pulmones se rompen ligeramente cuando tengo ataques, y ello genera que se dañen y se cree un dolor insoportable en las costillas —respondió.

Algunos piensan que tienes cáncer —supuse.

—Los ignorantes sí —acertó.

—Tienes algunos síntomas del cáncer de pulmón, pero hay otros que no. Por ejemplo, tú usas menos tu tanque, no necesitas quimioterapia, etcétera.

—...Sí, bueno. No me gusta cantar victoria antes de tiempo porque atraería a la mala suerte.

Me quedé en silencio.

—Lo siento, no era mi intención.

Ella movió la cabeza para comunicarme que no debía preocuparme tanto.

—Creo que mejor me retiro. Tiene cosas por hacer... ¿Sabe dónde puedo trabajar?

—Recuerda que puedes tutearme —le recordé.

Ella asintió.

Su mirada me evitaba.

—No necesito que me respondas ahora.

Mi mente entró en debate.

—Solo dame un minuto. Tengo varias opciones.

Ella quería encontrar un sitio donde trabajar.

—Hablo en serio, René. No quiero obligarte para que hagas algo que te perjudique.

¿Debía mencionar mi firma?

—Tranquila, chiquilla.

Esperé unos minutos.

Ella pedía que olvidara el tema.

Pregunté en qué área, para así decidirme si sería buena idea hablar de mi empresa.

—¿En qué sección? —crucé mis piernas después de sentarme en el sofá.

—Publicidad —dijo.

Ella graduó la cantidad de medicinas y oxígeno que salía del tanque.

—Si me das tu currículum vitae puedo considerarte como prospecto —me toqué la sien porque sabía que podía estar cometiendo un error.

—Gracias... Bebiste —me lanzó una mirada de decepción.

Ella se dio cuenta.

Sí, bebí.

Esa era mi modo de afrontar los problemas.

Si no me hubiera encontrado con ella, estaría fumando un par de cigarros.

—No importa... Mi esposa me dejó hace tres años, justo después de enterarse que me topé contigo y pasamos mucho tiempo hablando.... Ahora ella, ¡vendrá a recoger sus cosas! ¡¿Excelente?!

Noté que me alteré.

Ella estaba perpleja.

—...René...

Me disculpé.

—Lo siento, todavía no lo supero —solté.

Ella empatizó conmigo.

—Descuida, es reciente. Más o menos así están mis padres al recordar que en dos años termino la universidad y no hay pareja...

—Lo lamento.

Ella no quería preocuparme.

—No te preocupes, en serio.

Ella sonrió.

—Me siento un idiota.

Ella ladeó su cabeza.

—No. Solo estás siendo humano.

Callé.

—Pensaré acerca de su oferta. Nos vemos.

Ella se acercó a la puerta.

—Adiós.

—Adiós.

Salí de su hogar para entrar a mi casa.

Ella cerró la puerta.

Me quedé inmóvil unos instantes.

Caminé hasta la puerta.

Inserté la llave en la cerradura.

Abrí.

Un olor horrible se desprendió.

Apenas observé las condiciones con las cuales vivía, cerré la puerta con fuerza.

No debía detenerme para analizar mi vida.

Si analizaba qué me había pasado terminaría llorando de nuevo, reclamándole por dejarme.

Muchos días había pasado así aunque no era necesario ni siquiera sano.

Tiré mis cosas al piso.

Caminé lentamente.

Fui directo a bañarme, ignorando que nada estaba bien conmigo mismo.

Bañarme me servía para olvidarme de mis problemas banales y cotidianos.



Las horas pasaron.

Los ruidos de las calles eran fuertes.

Salí de la ducha, me vestí y busqué algo para comer.

Comí.

Quise mirar el reloj.

Un sonido me hizo acercarme a la puerta.

Abrí la entrada.

Observé un automóvil.

Alguien salió de allí.

Ese alguien era mi exesposa.

Estaba acompañada de su prometido.

Los dos compraron un transporte.

Él era un señor de mi edad.

Me sorprendió el parecido entre él y yo.

—Un gusto verlos. Permítanme abrirles paso.

—Gracias —dijo mi exesposa.

—Los espero aquí —comentó el prometido de ella.

Ayudé a la mujer a sacar sus pertenencias.

Ella ignoró el tiradero y el feo olor.

Dimos varias vueltas.

Salimos por última vez.

Busqué mi reloj.

Revisé la hora.

Vi que era de noche.

¿Cuánto tiempo pasé con mi nueva vecina?

Mi ex metió sus cosas en la parte trasera del auto.

La pareja se subió al automóvil y la despedí.

Volví a casa.

No quería más visitas.

Alguien tocó la puerta de mi casa.

Pregunté quién era.

Angelica me pidió pasar.

Abrí la puerta.

La dejé entrar.

Ella me entregó su currículum.

Intuí que estaba interesada en trabajar en R de C.

Se iba a ir, pero la invité a cenar.

Ella tuvo un cambio en el vestuario.

Lucía un vestido blanco.

Observó cómo lidiaba el divorcio.

Ropa tirada, envases, cajas estorbando el paso y olor a whisky que rechazó el perfume de Angelica.

—Limpiaré —dije antes de pedir la cena.

—Deberías —bufó.

Metió su mano, entrelazando nuestros dedos.

Colgué el teléfono cuando me dijeron que mi pedido llegaría en media hora.

Guardé mi celular en el bolsillo.

—Te ayudaré a limpiar. Mañana vendré o... tal vez. eso no sea necesario si me dejas quedarme esta noche.

—¿Por qué? Tienes tu casa... Estoy confundido, ¿estás coqueteando conmigo?

Zafé mi mano de la de ella.

Se viró hacia mí con los brazos cruzados.

Puso su mirada cortante.

—Cada encuentro era para eso —vio a otro lado.

—Eso no fue lo que creí... No haré nada a menos que tenga tu permiso.

—Acércate.

Me acerqué a ella.

—Rodéame.

Rodeé su cintura.

Me rodeó el cuello.

—...Bésame...

Nos besamos.

—Ahora, ¿qué hago?

—...Lo que quieras.

Medité.

Se sobresaltó al notar que la llevé a sentarse en el sofá.

—No pienses nada raro, Angelica.

Puse a un lado su tanque.

—No lo hago.

Continué besándola con ternura.

—Tal vez sí esté pensando en...

Sus manos tocaban mi camisa.

—No lo hagas, no tengo esas intenciones.

—Bueno. Está bien.

Sonó una bocina de motocicleta.

—Ve por la comida.

El repartidor llegó.

—Ya voy, Princesa.

Salí a recibir y pagar.

Angelica se levantó para ayudarme.

Ella iba a cerrar la puerta tras darle propina al joven.

Aquel muchacho le pidió su número telefónico.

Ella no se lo proporcionó porque afirmó que estaba en una relación amorosa duradera.

Cerró la puerta.

Para mí, lo nuestro no era algo tan formal como se lo estaba evidenciando a ese hombre de su edad.

El repartidor subió a su motocicleta para irse.

Escuché el motor.

Ella colocó los platos y los vasos en la mesa.

Repartí la comida.

Valentina se quitó la cánula para apagar el tanque.

Probó la comida.

Hizo un gesto de amargura al alimento.

Era entendible debido a que sus medicamentos le dejaban mal sabor de boca.

—Supongo que la comida debe saber bien —soltó.

—¿No sientes la salsa? —pregunté.

—Las medicinas son tan fuertes que hicieron que tus besos fueran agrios.

—Impresionante —dije sarcástico.

Terminamos de cenar.

Lavamos los vasos y platos que usamos.

A todos lados que iba llevaba su tanque por cualquier emergencia, incluso al baño.

Le dije dónde podía dormir (no conmigo).

Abogó para que compartiéramos cuarto.

No quise empezar una discusión.

Le di ropa para que se cambiara.

Después, me puse mi pijama.

Nos acostamos cada uno por su lado.

Sentí que se me puso encima.

—Quiero dormir —repuse—. Mañana tal vez sí.

—No estaba insinuando nada —sus mejillas se sonrojaban—. Quiero que me abraces.

Le besé la frente.

Cerramos nuestros ojos.

Mi mayor preocupación era que no sufriera algún síntoma durante la noche.

Si me dormía y no la atendía, podría ser su final.

No podía darme el lujo de moverme de un lado a otro porque ella descansaba encima de mí.

Recé a los cielos —cosa que jamás hice— para que su ángel de la guarda (si tenía) la cuidara.

Apenas oí que tuvo el efecto principal, la conecté al tanque y la dejé reposar a mi lado.

Me volví a dormir a su lado.

Ella me dijo que mientras descansaba debía estar conectada al tanque porque si no lo estaba podría morirse.

Fue una noche incómoda para mí.

Traté de contar ovejas hasta quedarme dormido.

Pero como estaba tan estresado decidí cambiar mi alarma, para que sonara a media hora más tarde.

De ese modo, mi sueño sería completo, aunque dudaba estar tranquilo para dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro