Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

12 de febrero de 2025

El día no inició bien.

El estrés vino por mí.

Mi pareja llevaba casi una semana metida en el hospital y nadie había recibido noticias acerca de su estado.

«Va a mejorar», pensé, «...Si no me han avisado es porque los doctores siguen haciéndole estudios para determinar qué es lo que ha estado, pero aun así, no dejo de pensar en que algo saldrá mal».

Salí de mis pensamientos.

La oficina no lucía como esperaba, la decoración comenzaba a darme ansiedad.

Iba a encender un cigarro.

Recibí una llamada.

Guardé el arma inocente y respondí.

Tenía miedo.

Si llamaron solo para decirme que los esfuerzos habían sido en vano, preferiría no atender a una noticia tan triste como esa... ¿Por qué debían hacerlo?, ¿por qué no se guardaban esa dolorosa información?

—Diga —contesté, sabiendo que estaba alterado y que no estaba listo para escuchar las noticias.

—¿Señor Cárdenas? —preguntó una mujer—. ¿Me estoy comunicando con usted? ... Supondré que sí debido a que escucho su respiración.

Me quedé en silencio.

—Sí, soy yo. ¿Cuál es el motivo de la llamada? ¿La señorita Angelica está bien?

Pegué mi cuerpo contra una pared.

—Los estudios la mostraron sana. No pudimos dictaminar qué es lo que le ha estado sucediendo. El doctor Ortega quisiera hablar con usted acerca de una posible solución.

—Claro. Iré enseguida.

Colgué.

«¿La vida pudo haber sido más cruel con ella si es que no nos hubiésemos encontrado?», me dije, refiriéndome a mi bella pelirroja.

—Señor Cárdenas —me llamó Lina—. ¿Qué sucede?, ¿en qué puedo ayudarlo? Se ve agitado. ¿Necesita que llame a alguien para apoyarlo.

—Sí, por favor. Requiero la presencia de Spring Valentina. Su hermana nos necesita —le dije, sin mirarla a los ojos—. Llámela ahora.

La secretaria buscó a Spring.

—¿Qué pasa? —preguntó la joven castaña.

—Debemos ir al hospital —susurré.

Abandonamos el edificio.

Mientras esperábamos el camión una mujer se nos acercó.

No tenía tiempo para atenderla.

—Señor Cárdenas —me llamó—. Soy la doctora Luz María y necesito ir con ustedes.

Spring enfadó: —No sé quién sea, pero le pido que se retire. No tenemos tiempo.

Nos alejamos.

—¡Tengo una máquina que puede ayudar a la joven Angelica Valentina! —nos gritó.

Detuvimos nuestro caminar.

Ella se acercó.

Miré a Spring.

Aceptamos que nos acompañara.

La doctora nos llevó hasta su automóvil.

La hermana de mi pareja se sentó en la parte trasera y yo adelante como copiloto.

—No tarde mucho, por favor —pidió Spring, demostrando que estaba desesperada.

—Lo prometo —respondió Luz María, metiéndole mucha velocidad a su carro—. Llegaremos antes de que algo malo pueda pasarnos.

—No vaya a matarnos —pedí, mirándola asustado.

«¿Sigues viva, mi amor?», pensé.

Intentaba no recurrir al cigarro, sin embargo, las ganas estaban aumentando conforme mi estrés por el estado actual de Angelica.

No lo pensé más.

Me fijé en que la ventana estaba abierta.

Saqué el cigarro y el encendedor.

Encendí el arma.

La ingresé en mi boca.

Apenas me puse a fumar Spring comenzó a quejarse.

Tomé mi teléfono.

Revisé la hora.

Guardé mi teléfono.

Spring me dijo: —Así no vas a ayudar a Angelica. ¿Qué no sabes que te estás matando?

—Dime algo que no sepa —contesté, evitando mirarla a través del espejo—. Entre morir de estrés y esto, prefiero... Ya lo viste.

La doctora Luz María se rio.

Ella comentó: —Déjalo. Si se muere es su problema. Angelica todavía puede contar contigo, ¿no? ¿Por qué te preocupas por hacer que el señor Cárdenas siga con vida? Él ya dijo que quiere morir.

—No te metas —repuso Spring enfadada—. Esto no es contigo, zorra. Deja de meterte en asuntos privados.

Le respondí a Spring: —Tú hiciste que nuestro asunto fuera público, difundiéndolo en su auto.

Tiré el cigarro por la ventana.

—¿Hablas en serio? —me cuestionó—. En serio, no sé por qué mi hermana está enamorada de ti.

—Lamento entrometerme, pero claramente observo tensión entre ustedes. ¿No se llevan bien? Digo, veo que ambos la protegen —dijo la doctora Luz María.

A mí no me caía mal la hermana de Angelica, empero parecía que a Spring no le simpatizaba y no hacía nada más que juzgarme por mi forma de lidiar con los problemas en los que me metía la vida.

—No lo entiendo —confesó Spring—. Mi hermana está saliendo con alguien que no cuida de sí mismo. ¿Qué quieres que espere de ti, René, sino observo que hagas algo por ti más que lastimarte?

—Solo respétame —solté—. Sé que no tengo los mejores hábitos, pero me esfuerzo... No hables de mí si ni siquiera me has preguntado por mi pasado.

—Lo lamento —se disculpó—. Tienes razón. No debí suponer nada antes de conocerte.

La doctora Luz María se tranquilizó.

—Ya que están en buenos términos, quiero informarles que hemos llegado —avisó, parqueando el auto.

A pesar de que todavía no sabía de las palabras del doctor, me sentía calmado al ver que habíamos llegado al hospital y averiguaríamos qué sucedía.

—Bajemos —dijo la dueña del automóvil.

Descendimos.

Caminos unos metros.

Entramos al hospital.

—Señor Cárdenas, señorita Spring —nos saludó el doctor—. Qué bueno tenerlos aquí... Oh, así que la trajeron con ustedes.

Él no estaba feliz con la presencia de Luz María.

Spring me murmuró: —Percibo tensión entre ellos. ¿Crees que sea algo sexual?

—No —dije al mismo nivel que ella—. Lo dudo.

—El señor Ortega me odia por el invento que hice junto a unos colegas de la universidad —confesó la mujer que aparentaba ser mayor que mi amiga.

—¿Por qué estás aquí? —arrogó el doctor—. Tu adorado Rusin-94 no podría ayudarlos ni aunque le rogaras a Dios para conseguirlo.

—Al menos mi máquina me podría decir exactamente qué sucede con la señorita Angelica —sonrió la joven doctora a su enemigo.

El doctor de Angelica no quiso seguir la discusión y nos llevaba a la habitación de mi amada.

Spring me tomó del brazo.

Ella no estaba acostumbrada al ambiente del hospital, así que tenía un poco de miedo.

Llegamos al cuarto.

—Entren —ordenó el doctor.

Entramos a la habitación.

Spring se soltó para abrazar a su hermana.

—Spring —dijo Angelica—. Me alegra que estés aquí... René, hola...

Mi pareja se veía consumida.

Su hermana se apartó.

Me senté a su lado.

—Ella es la doctora Luz María Cortés del Monte, del hospital de Lianda —Ortega apuntó a la extraña.

—¿Por qué está aquí? —se confundió Angelica.

—Porque los estudios dijeron nada —dijo el doctor—. Aunque, no esté muy de acuerdo, creo que Luz María puede ayudarles. Haré un documento que afirme que ella te atenderá a partir de ahora.

Él se retiró.

Luz María se quedó con nosotros para comentarnos cómo sería el proceso.

—Estoy emocionada —concluyó—. El proceso va así: Van a tener que mudarse a mi casa aproximadamente como dos semanas para que haga los análisis. La máquina se encuentra en mi morada, no he podido moverla a un lugar menos conveniente.

—Está bien —contestó Angelica—. Lo que sea necesario, ¿verdad?

Ella nos miró.

Spring y yo compartimos mirada.

Asentimos.

—Excelente —sonrió la doctora—. Los dejaré para que mediten acerca de otros temas.

Salió.

—¿Estás segura de esto? —dijo Spring.

—Muy segura, hermana. Es lo que necesito.

Angelica jugó con mi cabello negro y canoso.

—¿Qué opinas, René? —Spring quería mi opinión.

—Lo que sea necesario para averiguar qué tiene esta pulga, además de belleza —respondí.

—¿Qué hay del trabajo? —preguntó.

—Puedo trabajar desde la casa de Luz María. No te preocupes por eso. Lo que necesitamos es quien nos lleve hasta Lianda... No es muy cerca.

—Eso sí —pensó Spring—. Iré a preguntarle a Marcel si podría hacernos ese favor.

Ella se despidió y salió del hospital.

Me quedé con la pelirroja.

—Descansa, mi amor —la abracé fuertemente—. Pronto descubriremos qué es lo que te sucede.

Abandoné el cuarto.

Caminé un poco.

Pregunté por el baño.

Fui hasta allí.

Necesitaba sacar mi estrés mediante el llanto.

Dejé de llorar y salí.

La gente me veía con preocupación y a los que me preguntaban si estaba bien, les respondía que sí.



Varias horas pasaron.

El doctor Ortega había hecho el documento, nos lo había entregado y estábamos bajo las órdenes de la doctora Luz María.

Angelica salió del hospital sin inconvenientes.

La llevé a su casa para que pudiese empacar lo que llevaría para esas dos semanas.

Después fuimos a mi hogar.

Mientras empacaba mis pertenencias escuchaba que la chica de pecas estaba contenta porque por fin sabría qué le estaba sucediendo.

Terminé de empacar y esperamos a Spring.

Mi pareja se estaba preocupando por su hermana porque no le había dicho nada.

Decidió llamarle.

—¿Spring? —preguntó Angelica—. ¿Qué pasa?

Su hermana respondió: —Marcel es un idiota. Me estaba engañando con una mujer llamada Lina. ¡Lina!

Maldije por dentro.

—Estoy yendo con ustedes en camión, pero no puedo llevarlos. Lo siento.

—No te preocupes. Sé quién puede ayudarnos —le dije para no preocuparla.

Cortamos la llamada.

—Pensé que amaba a mi hermana —dijo Angelica con molestia—. Si llego a ver a esa Lina, la mato.

—Es la secretaria —susurré—. Entendí su mensaje.

—¡¿Qué?! —dijo—. ¿En serio? Qué horror.

—Al regresar de este viaje, la despido sino es que la llame antes —respondí incómodo.

—Por Spring —dijo ella.

—Por ella.

Llamé a mi mejor amigo.

Angelica se quedó esperando a su hermana.

—¡Ciro! —lo saludé—. Amigo, necesito un favor.

—¡René! Cuéntame que necesitas —respondió.

Me callé.

Tomé aire.

Dije: —Necesito que a Angelica, Spring y a mí nos lleves a casa de una doctora que vive en Lianda... La dirección la tengo.

—Está bien, amigo. Solo déjame avisarle a Samara y a mis niños para que no se preocupen.

Agradecí: —Te debo una, viejo. Gracias.

Colgué.

Regresé a la sala.

Spring estaba junto a Angelica.

—Tenemos transporte —avisé, sonriendo.

—Genial —dijo Angelica—. Entonces, creo que solo debemos aguardar.

Ladeé mi cabeza.

—Despediré a Lina, Spring —le dije a la hermana de mi pareja.

Ella me sonrió.

—Gracias...

Se levantó para abrazarme.

—¿A quién le pediste ayuda?

Ella se apartó.

—A un viejo amigo que Angelica seguro recordará de hace tres años —dije.

—¿Acaso estás hablando del sujeto que me vendió mis útiles de pintura? —preguntó.

—Así es —admití—. Justamente estoy hablando de Ciro Jenkins, el dueño de la tienda de pintura ubicada en la plaza que todos conocen.

Spring se sintió aliviada.

—Esperemos —dijimos.

—¿Vive cerca de aquí? —quiso saber Angelica.

—Un poco.

Esperamos.

Mi amigo llegó.

Salimos.

Cerré la casa.

Ciro nos recibió con una sonrisa.

Bajó del carro para ayudarnos con las cosas.

—Entren —dijo después de habernos ayudado.

Entramos.

—René, sé buen copiloto —comentó Ciro.

—Lo seré mientras que tú me tengas la debida paciencia. Ya no tenemos veinticuatro años.

Nos pusimos en marcha.

—¿Cuánto tardaremos en llegar? —Angelica asomó su cabeza hacia donde estaba.

—No sé —confesé—. Depende del tráfico.

—En eso tienes razón —dijo Ciro—. Normalmente tardaríamos dos horas y media, pero depende más que nada del tráfico.

Angelica regresó a su asiento.

—¿Cómo se conocieron? —preguntó Spring.

—Hace años —dijo Ciro—. No lo recuerdo. Solo sé que un día estábamos hablando y nació la amistad.

—Desde secundaria —solté—. Íbamos en distintos salones. Un día lo hablé porque lo vi solo en el receso.

—Sí, después de un tiempo me presentó a su icónico hermano menor —agregó.

Ellas no sabían de mi hermano.

Spring se sorprendió al saber que yo tenía un hermano menor porque nunca hablaba de mi vida personal a menos que alguien me preguntara.

—Hablando de Cárdenas, ¿cómo está él? Hace tiempo que no sé de su vida —dijo Ciro.

—Yo tampoco sé de él —confesé—. No se ha comunicado conmigo en un tiempo.

—Todos te enseñaremos —dije—, ¿por qué no vas a buscar un traje de baño en el cuarto de la doctora?

—¿No has intentado llamarlo?

—No. Prefiero darle su espacio.

No se habló más del tema.

Ciro aceptó que no quería seguir ahondando en la relación que tenía con mi hermano.

Las hermanas Valentina entendieron que no debían incomodarme.

—¿Cuánto años se llevan? —preguntó Spring espontáneamente.

—No muchos... Varios. Él fundó su propia empresa.

—Es líder al igual que tú.

—Pero tiene peores hábitos que yo, o eso es lo que escuchado de terceros.

Cerramos el tema.

Hicimos una parada.

—Si necesitan ir al baño pueden hacerlo —admitió Ciro—. Iré a comprar unas cosas.

Estábamos lejos de Umiza.

¿En qué momento viajamos tanto?

Descendimos.

Me estiré.

La vi.

Aquella mujer estaba cerca.

—No avancen rápido —murmuré.

—¿Por qué no? —dijo Angelica—. Oh, ya vi.

—No entiendo —dijo Spring—. ¿A quién miramos?

Angelica y yo nos observamos.

—La exesposa de René está por allí.

Angelica la señaló.

—Oh, vaya —dijo Spring—. Tengamos cuidado.

Seguimos avanzando.

—¡René! —me nombró Virginia—. Mira qué buenos hábitos tienes.

—Ya conoces a Angelica, mi novia. Quien nos acompaña es Spring, su hermana —sonreí.

—No sabía que te entregaste a dos —contestó.

Ciro nos vio.

Se acercó.

—Aléjate de ellos —gruñó.

—Con gusto, no quiero estar junto a él.

Ella se retiró.

Spring se quedó sorprendida por cómo había reaccionado mi exesposa.

—¿Qué le pasa? —dijo.

—Es infeliz —respondió Ciro.

Entramos a la tienda.

Spring no dejaba de hablar acerca de que Virginia era un loca que no aceptaba su presente.

—Lamento que haya no aceptara tu corazón —confesó—. Ella no lo merece, mi hermana sí.

—¿Ahora resulta que sí te agrado?

—Bueno —admitió—. Siempre me agradaste, es solo que te tenía celos. Te has vuelto cercano a mi hermana menor.

Miramos a Angelica que estaba con Ciro.

—Me dieron celos cuando me enteré de que Angelica encontró quien la apoyara. Sentí que me olvidaría pero, tú me sacabas a flote.

—Eres su hermana, claro que te pondría como una prioridad para ella. No soy alguien que quisiera apartarla de sus raíces para que germine conmigo.

—Creo que está embarazada —susurró.

—¿Por qué lo mencionas?

—Ella está caminando diferente, René. Mírala.

La observé mejor.

—¿Crees que por eso no encontraron un resultado adecuado? Ella está "sana", pero, ¿con un bebé dentro?

—Puede ser eso por lo que está extraña o, tiene una infección en su zona baja.

Abrí los ojos.

—Por favor, no me traumatices.

—Lo lamento. Solo son hechos. Sino es eso, ¿qué más podría ser? Fuera lo que fuera debió haber aparecido en los estudios que le hicieron.

—A menos que no le hicieran una prueba de embarazo con sangre porque asumieron que es imposible que eso fuese posible.

—Es verdad. Tal vez eso no lo hicieron.

—¿Qué hacemos?

—Esperemos a que pase más tiempo y a lo que revelen los estudios de esa doctora.

Asentimos.

Nos acercamos a Ciro y Angelica.

Me llevé a mi novia a otra parte.

Le pregunté si se encontraba bien.

Ella quiso saber a qué me refería.

Le confesé que noté que caminaba extraña.

Ella me confesó que no sabía.

Sugerí que comprara un prueba de embarazo por si Luz María llegara a sugerirlo.

Accedió.

Fuimos con los demás.

Nos esperaban en caja para pagar.

Ciro se sorprendió al ver la prueba.

No dijo nada.

Salimos.

Permitimos que Angelica abordara el auto.

Spring y yo detuvimos a Ciro.

—Dile, Spring.

—Hay probabilidad de que Angelica esté embarazada... Los doctores no hicieron una prueba de sangre.

Él no lo creía: —Sería interesante que eso fuese cierto. Sería todo un milagro.

—Lo sabemos.

—Logré convencerla de que comprara una prueba.

Mi amigo se burló: —Sabes mentir.

—Sabes que eso es mentira.

Entramos al automóvil.

Angelica esperó a que me acomodara para darle lo que había comprado.

Le di su yogur bebible sabor durazno y el paquete con dos roles de canela con azúcar glas.

Angelica sonrió.

Avanzamos.

Ciro estaba fijado en el camino.

Spring revisó su teléfono.

Marcel la llamó.

Ella respondió.

—No quiero hablar contigo —dijo.

—Entiendo. Solo marqué para decirte algo.

—¿Qué cosa?

—Eres tan bella mujer que no te merezco. Arruiné nuestra relación por miedo.

—Me reconforta que aceptes tu error.

—A mí también.

Se terminó la conversación.

Spring se recostó en su espacio.

Angelica abrazó a su hermana como pudo.

El tanque las perjudicaba.

—Lo admitió —dijo Ciro—. No cualquiera.

Me metí en la conversación: —Sí, fue muy valiente. Espero que le vaya mejor con Lina.

Ellos asintieron.

—Espero lo mismo —dijo Spring.

Ella estaba más tranquila.

Nos quedamos en silencio.

Nos dimos tiempo para reflexionar.

Todo estaba tranquilo.

Ciro seguía manejando.

Estábamos cada vez más cerca.

—¿Cuánto falta? —indagó Angelica—. Spring se ha dormido después de un par de minutos.

—Ya menos —dije—. Fuimos afortunados de que el tráfico no estuviera fuerte.

Continuamos la travesía.

Miraba hacia afuera.

Los recuerdos con Virginia aparecían de repente.

Fui esquivándolos.

No quería recordarla.

No se comportó con educación.

«Ella es dirigida por la infelicidad», concluí, «y es una pena porque no está buscando superar lo que no le hizo bien en el pasado... Qué triste».

Me metí tanto en mis pensamientos que el camino se me hizo más rápido de lo que fue.

Apenas llegamos Ciro me tocó el hombro para rectificar que seguía con vida.

Me disculpé con él porque no estaba prestándole atención y él dijo que no me preocupara.

Al salir visualicé una casa que me traía una aura familiar, la recordaba de alguna parte.

«He estado aquí, pero no me acuerdo cuándo», dije, «... es muy raro que se me haga conocida. Mejor no me concentro en recordarlo, hay algo más importante».

Busqué a Angelica.

Ella me vio y tomó mi mano.

Nos paramos frente a la puerta.

—Hemos llegado —avisé a la doctora.

—Pasen —dijo, estando atrás de nosotros.

Nos hicimos a un lado para dejarla pasar.

Abrió la puerta y entramos.

El ambiente era bonito, no había algo que hiciera discordia con la temática.

Los colores evocaban confianza, tranquilidad y seriedad. Así mismo, las decoraciones seguían el mismo patrón: todo combinaba con el resto.

Ciro avisó que se quedaría con nosotros, por lo que después de ayudarnos salió para meter su maleta.

Una vez que estuvimos completos, Luz María nos designó las habitaciones que podíamos utilizar.

La habitación de Angelica tenía la milagrosa máquina Rusin-94.

Desempacamos y la doctora se encargó de comenzar con los estudios de Valentina.

Por lo tanto, Ciro, Spring y yo nos quedamos en la sala para hablar acerca de lo que pensábamos sobre la suposición que teníamos.

El tiempo siguió corriendo.

La primera parte de los análisis terminó.

Compartimos horas con la dueña de la casa antes de cenar lo que ella había preparado.

No quisimos hablar con respecto a lo que Luz María había descubierto porque no queríamos tener malos pensamientos, queríamos tener esperanza.

Angelica decidió lavar los platos, vasos y cubiertos utilizados.

La doctora nos llamó a Spring y a mí para decirnos: —Tengo una sospecha de lo que sucede con ella. Necesito continuar con los estudios.

Tras la charla cada uno subió a su habitación.

Me encontré con la chica de ojos azules.

Me despedí de ella.

Entré a mi cuarto para descansar.

La necesidad de dormir me había alcanzado hacía horas atrás, pero la había evitado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro