
9
Los golpes constantes en la puerta hicieron que la fémina despertara fastidiada, observo el reloj a su lado y su fastidio había subido de nivel al ver que solo había dormido tres horas. Erkin había sido un amante espectacular, uno que no dudaría de sacar provecho.
Los golpes en la puerta siguieron insistiendo, tomo la bata y a rastras camino hasta la puerta, agradecía que esta tuviera miradilla.
—¡Ya voy! —exclamo, apartándose y volviendo rápidamente a la habitación—¡Erkin! —exclamo en un susurro, moviendo su hombro desnudo —, despierta, vamos, Mirko esta aquí.
Al escuchar el nombre del empresario, Erkin de inmediato se levanto en total silencio y tomo su ropa.
—¡Ve al armario! —ordeno la fémina, observando el caminar del hombre desnudo, o mas bien su anotomía, Erkin se acerco a ella y tomo su mandíbula con delicadeza.
—No lo arruines cariño, esta es nuestra oportunidad —susurro, besando sus labios y apartándose rápidamente.
Sheker solo atino a asentir y volvió a la puerta, arreglándose un poco, en cuanto abrió, sonrió con inocencia.
—Lo siento, llegue cansada y estaba durmiendo...me veo fatal —alego, riendo con nerviosismo. Mirko la recorrió de pies a cabeza con la mirada, su bata era corta y dejaba mucho a la imaginación.
El empresario se acerco a ella y acaricio su mejilla con suavidad.
—¿Qué tienes que me gustas tanto? Quiero que seas mía —dijo, acercando sus labios a los de ella y mordiendo el labio inferior —. Vine a hablar.
—Creo que no es eso lo que tu cuerpo quiere—la mano de Mirko se medio por debajo de la bata y toco el coño desnudo de la fémina, la cual no tardo en responder a su caricia.
—Se suponía que a eso vine...pero no cooperas en nada, linda.
Sheker rio y desato el nudo de su bata, dejándola caer y mostrando su cuerpo desnudo, debería ser la misma serpiente del pecado, el fruto prohibido que no debería existir, no recordaba porque sentía la necesidad que su cuerpo se adaptara a cosas buenas, a sentir la vibra y el calor de otro cuerpo con el de ella, tal vez era su soledad la que se expresaba y necesitaba a alguien mas a su lado en todo momento, no era ella quien hablaba o pedía las cosas; aunque su cuerpo respondía a la caricia de Mirko, su mente le decía que algo estaba mal, que no era el cuerpo que ella deseaba para sentirse segura, protegida y amada, no era el hombre adecuado para ser su compañero de vida.
Con un poco de incomodidad, beso sus labios y se aparto de el a los minutos, mientras recogía nuevamente la bata, pensó en alguna buena excusa.
—No me he levantado muy bien...lo siento, creo que no debí tentarte, no esta bien—por primera vez expreso lo que en verdad sentía, no estaba bien.
Nada en ella estaba bien, pero luchaba con ese ser que llevaba dentro día y noche, el mismo que no le dejaba pensar con claridad lo que quería, lo que dejaba en el olvido, el mismo que la consumía.
A lo contrario de lo que espero, Mirko la abrazo por detrás.
—No te pongas mal por eso, esto me demuestra mas de ti y cada vez me hace ver que te quiero para mi—con delicadeza, ayudó a que la fémina volteara y lo observara —. Quiero que te cases conmigo.
Sheker no supo que decir, o mas bien debía decir que si, aunque la respuesta era no. Aun así, interpreto su papel de inocente.
—No podría...nos conocimos anoche, no se tu nombre y ni siquiera sé cómo sabes que me hospedo aquí en este hotel y habitación, ¿Debería preocuparme?
Mirko rio y negó.
—No deberías, a mi lado estarás segura y lo tendrás todo, porque yo soy Mirko...el hombre a que te fueron a cazar.
Sheker se apartó de él.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Me hiciste ver como una tonta en la noche!
—No quería decirte porque no sabia que de verdad me interesaría una mujer como tú, te siento inocente. Cualquiera me hubiera reconocido y hubiera aprovechado la oportunidad que tuvimos a solas...pero no eres igual a todas. No te intereso casarme con Mirko por su dinero.
—Te dije que no busco el dinero de nadie, nada cambia que me hayas engañado, que me veas como una pobre mujer que seria bueno jugar unos minutos....
Mirko se acercó nuevamente a ella y tomo su mano, su paciencia era limitada y nadie lo podía cambiar, saco una pequeña caja de su bolsillo y le coloco un anillo en dedo.
—Quiero que seas mi esposa, mía—demando. Sheker sin poder hacer nada más, enrosco sus brazos a su cuello y lo beso con frenesí.
—Me gusta tu lado dominante—murmuró a centímetros de sus labios.
—Me alegra que te guste, porque es lo que mas disfruto de tener con una mujer como tú.
Erkin quien aun estaba en el armario, observando todo, quiso reír por la situación, Sheker no tenia cabello inocente y eso lo había dejado en claro toda la noche cuando ofrecía su cuerpo en diferentes posiciones que anhelaba repetir, como tampoco paso desapercibido la actitud hostil de macho alfa de Mirko; el pensamiento que Sheker era indefensa y sola le cobraría la vida, nadie podía tocar un solo pelo de su jefa sin antes sufrir las consecuencias.
—Vendré en la noche a buscarte, ahora solo pase para verte—dijo Mirko, acariciando sus muslos.
—Aun no me dijiste como me encontraste.
—Tengo mis métodos, descansa, vendré por ti luego—Sheker separo sus brazos del cuello y lo despidió, su rostro cambio en cuanto cerro la puerta, necesitaba estar sola.
—¡Eres increíble! Para salir del manicomio, finges muy bien, deberías estudiar actuación —articulo, Erkin, en cuanto salió del armario y comenzó a vestirse—. Llamare a David para darle la noticia, además de saber cómo están con las ventas de la mercadería.
—Quiero estar sola—expreso, volteando y caminando hasta la habitación, con Erkin siguiéndole el paso.
—Prepárate para la noche, en cuanto tu casamiento este listo, comenzaremos con el lavado de dinero.
—Quiero estar sola—repitió, ambos no se sentían incomodos por la situación, sabían que solo era sexo casual y nada más, nada cambiaba en ellos y su actitud. En cuanto Erkin abandono la habitación, Sheker rompió en llanto, no esperaba que esa conocida sensación regresara, una clase de recuerdo la atormento en el momento menos esperado, ¿Qué mas buscaba? ¿Por qué sentía que algo no estaba bien? Como si su cuerpo supiera que algo suyo faltaba. Con desesperación, busco sus pastillas y las tomo, reprochándose el hecho de olvidarlas dos días. A un costado de la cama se acurruco, dejando que sus lagrimas cayeran en silencio.
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