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Capítulo 56. 🔗 Capítulo final.

Por favor, lean la nota de autor. 

Vanya

No podía ver su rostro por la capucha que lo cubría solo dejando ver sus intensos ojos azules. Un mechón rubio se coló y me permitió comprobar que sí era él. La voz, la altura, la complexión de su cuerpo. La misma pose intimidante y amenazante que vi por años. La misma aura oscura y espesa que desprendía con cada mirada, con cada paso que daba.

—Noah...—su nombre salió de mi boca en un murmuro seco, frío y temeroso. Tragué saliva con dificultad, con la garganta seca y un nudo en medio.

Era él. Maldita sea, era él. Lo busqué por años, por todos lados, con todas las personas que creí podían darme una pista de su paradero. Pero desgraciadamente nunca lo encontré, parecía que había muerto. Y ahora se encontraba de pie frente a mí, con esa mirada asesina que le vi muchas veces, pero que nunca dirigió a mí. Me odiaba. Lo hacía con una ferocidad y una fuerza que podía compararse a la de un volcán haciendo erupción y aun así esa comparación se quedaba corta con todo el odio que desprendía esa mirada.

Sostuve el arma con ambas manos, apunté directo a su pecho y le disparé una, dos, tres veces más, su cuerpo cayó al suelo y aproveché esos pocos segundos de ventaja que me dio para salir de la tina y correr hacia la puerta. No quise pensar en nada, solo corrí hacia la puerta, pero Noah agarró mi tobillo y me hizo caer al suelo.

—¡Suéltame! —le grité y lo pateé repetidas veces en el rostro y el pecho —. ¡Maldito! —me jaló hacia él, mientras yo intentaba zafarme de sus manos. Pataleé y lo maldije lo más que pude.

—¡Cierra la maldita boca! —gruñó. Me dio un puñetazo en la mejilla que me descolocó unos segundos. Sentí un leve mareo. Procesé lo que estaba sucediendo y parpadeé varias veces. Noah me miraba de la misma manera que miró a algunos de nuestros compañeros cuando los deja inconsciente en el suelo y sangrando por las palizas a los que lo sometía —. Cállate —masculló.

Mi cerebro envió impulsos a todo mi cuerpo en forma de alerta. Si no salía de aquí me iba a matar, lo haría en este instante y tenía que quitármelo de encima. Lo golpeé en la mejilla, en el estómago y en los testículos. Se retorció por mi último golpe y solo así pude zafarme de sus manos. Me levanté, pero antes de salir de la habitación me agarró del cabello y estrelló mi cabeza contra la pared. Casi quedo inconsciente ahí, de no ser porque mi cuerpo estaba acostumbrado a este tipo de peleas. Me incorporé, giré sobre mis talones tomando impulso y lo pateé en el cuello. Aprovechó para coger mi pie, me hizo girar y me empujó de nuevo. Me acorraló entre la pared y su cuerpo. Luchamos, yo empujándolo para apartarlo de mi lado y él para someterme en el suelo. Lo golpeé en el costado derecho y él en mi costado izquierdo. Abrí los ojos de par en par, al sentir el golpe en mi vientre también. Le siguió un dolorcito, cómo un cólico. Noah aprovechó mi confusión para someterme y me cogió del cuello.

—Mi jefe va a estar contento cuando te lleve ante él —dijo. Luchaba para quitar su mano de mi cuello.

—Déjame —le dije —. Yo no te he hecho nada —me sacó al pasillo —. ¿Por qué me haces esto? —me retorcí, pero mis intentos fueron en vano. Recordé que tenía el cuchillo, lo saqué detrás de mi espalda y se lo enterré en el brazo. Noah me soltó y se quejó. Pero me tomó de nuevo empujándome contra la pared. Gemí por el fuerte golpe que me di en la cabeza.

Sostuve el cuchillo con las dos manos y quise enterrárselo en el pecho. Forcejeamos y fue él quien enterró el cuchillo en mi costado. Lo empujó con fuerza y lo sacó. Alzó la mano por detrás de su cabeza y se deshizo de la capucha que cubría su rostro.

—Sí eres tú —musité. Sostenía el cuchillo con mis manos. Noah se apartó y me dio la espalda por unos segundos.

Caí al suelo y saqué el cuchillo lentamente. Llevé una mano a la herida ejerciendo presión. Dejé caer mi espalda contra la pared y tomé una larga y profunda respiración.

—Cuando mi jefe me dijo que tenía que buscarte nunca pensé que te iba a volver a ver —dijo. Giró y me miró desde arriba —. No te vas a morir —dijo con un tono de burla —. Lo sabes.

—Cállate —mascullé. Noah se rio y negó con la cabeza.

Afuera todo era silencio. No se escuchaba nada más que mi agitada respiración. Lo que hubiera sucedido se detuvo.

—Estuve huyendo de ti todos estos años y ahora estamos frente a frente. ¿Lo recuerdas? —se acercó y quedó en cuclillas frente a mí. Su mano ascendió y cogió un mechón de mi cabello. Lo enroscó en su dedo y lo llevó a su nariz inspirando con fuerza.

—No me toques —espeté. Soltó mi cabello.

—Solo te gusta que te toquen los hermanos Beckett —apoyó los codos en sus rodillas —. Quien iba a decir que la niña que me juró amor eterno ahora se mete con dos hermanos. ¿No te da asco? —lo miré con ganas de matarlo.

—Tú no eres él —le dije —. Tú no eres el Noah al que yo amé hace años. Ese Noah murió el día que saliste de la Fortaleza —se rio a carcajadas —. ¿De qué te ríes?

—Es gracioso que me hubieras buscado, esperando que la estupidez que tuvimos reviviera.

—No quería que reviviera —le aclaré. Me deslicé hacia arriba sin dejar de ejercer presión en la herida. Tenía la mano llena de sangre que se escurría entre mis dedos —. Quería verte y saber cómo estabas.

—No digas idioteces. Me amabas. Por eso me buscaste.

—Piensa lo que quieras, idiota —mascullé —. Si me vas a matar hazlo de una vez por todas y si no cierra la boca —cogió mi barbilla con demasiada fuerza que me dolió cuando enterró sus dedos en mis mejillas.

—Cuando te hable mírame a la cara —exigió —. Eres tonta y siempre lo fuiste —fruncí el ceño —. No sé cómo un día pude sentir algo por ti. Eso solo me metía en problemas.

—Nunca te obligué a hacer nada. Tú me buscabas a mí y te robabas comida de la cocina para dármela —su mandíbula se tensó.

—Porque era estúpido.

—Aún lo sigues siendo —le dije. Me abofeteó tan fuerte que la mandíbula me dolió. Me esperaba estos golpes, porque Noah siempre fue así, nunca tuvo compasión por nadie, no la tuvo antes por mí y no la tendría ahora. Lo que sea que le hicieron distorsionó toda su realidad y ahora yo era la mala en esta historia. Le lavaron el cerebro y en su retorcida mente yo era la villana y quien debía pagar —. Yo te salvé la vida, ¿lo recuerdas? —la mejilla me ardió a los pocos segundos —. ¿Ya olvidaste que te dieron la paliza de tu vida y que yo te salvé? ¿Recuerdas que me dejaron sin comer y me castigaron cada día por un mes? ¿¡Es que acaso eso ya lo olvidaste!? —le escupí en el rostro. Noah limpió mi saliva de su rostro con su ropa.

—No me importa lo que hiciste por mí, yo también te salvé muchas veces y también recibí palizas por tu culpa. ¿Ya se te olvidó a ti? No te debo nada.

—Eso es lo que hacíamos —relajé mi expresión —. Nos ayudábamos uno al otro. Y no, no me debes nada porque yo tampoco te debo nada a ti.

—Hubiera dejado que te mataran —masculló —. Hubiera sido más fácil para mí. Tal vez no hubiera sufrido tanto —sentí un fuerte dolor en el vientre, me quejé, pero a él no le importó. Una especie de agua caliente brotó en medio de mis piernas.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —le pregunté. El dolor se hacía más y más presente. Tuve mucho miedo, pero entendí que la vida que había estado creciendo dentro de mí ya no existía. Lo había perdido por la culpa de Noah.

—Tú vas a decidir eso —me cogió del brazo. Me jaló y me lastimó más cuando me empujó y casi me voy de boca contra el suelo.

—¡Déjame! ¡Yo no te he hecho nada! —se adelantó y me jalaba mientras bajábamos la escalera —. ¡Responde! —me detuve para no continuar bajando, pero Noah me jaló con más fuerza. Casi me zafa el hombro —. ¡Eres un imbécil! ¡Maldito, mil veces maldito!

Ninguna de mis palabras lo herían. Ya no había nada bueno dentro de él, solo odio, rencor y una gran sed de venganza.

Salimos de la casa y me encontré con una escena muy diferente a lo que vi horas atrás. La casa estaba casi destruida. La reja en el suelo. Los autos y las motos a lo lejos cubiertas por polvo y tierra. La piscina tenía pedazos de concreto, los camastros desordenados y arrojados lejos de la piscina.

—¡Maldito enfermo! —le grité.

—¡¡Vanya!! —miré en dirección a su voz y me encontré con Nate. Estaba de rodillas en el suelo con las manos detrás de la cabeza. Una mujer y un hombre le apuntaban con un arma en la cabeza. Tenía a uno de cada lado. Los hombres de Seth también habían sido sometidos cómo Duncan. Todos ellos de rodillas en el suelo. Algunos más no corrieron con la misma suerte y fallecieron.

—¡Nate! —intenté acercarme a él, pero Noah me lo impidió golpeándome en la mejilla. Me dio un empujón con su pie en el hombro y caí al suelo. Solté una maldición. Todo me dolía.

—¡Déjala! —gritó Nate —. ¡No te atrevas a ponerle una mano encima...!

—¡Cierra la boca! —le gritó Noah. Se acercó y cogió un puñado de mi cabello y me obligó a ponerme de rodillas —. Una palabra más y la mato —sacó un arma y la apuntó en mi cabeza —. Tú decides —le dijo.

—¿Por qué haces esto? ¿Para quién trabajas? —le pregunté a Noah.

Estaba reacio a hablar, pero tenía que decir algo. Lo que fuera me servía y era de mucha ayuda.

—¿Qué te hice para que me hagas esto a mí? —lo miré a la cara.

—No me importas, V —Nate gruñó molesto —. Tengo órdenes de llevarte y entregarte. Solo cumplo con lo que me piden —empujó el cañón del arma contra mi sien.

—¿De quién? ¿Para quién trabajas? —volví a preguntar.

—Pronto lo vas a saber.

—¡Dime! —le grité —. ¡Habla de una maldita vez, quiero ver al estúpido de tu jefe! Dile que venga y me enfrente él. ¿O es que acaso no es suficientemente hombre para venir él y hacer el trabajo sucio y por eso te manda a ti? Eres su maldito perro faldero —escupí con rabia.

—No vas a obtener nada de mí —se burló.

—Estúpido —mascullé.

—Te voy a dar a elegir, ir por las buenas conmigo o mato a tu novio y te vas conmigo por las malas —mi respiración se disparó y los latidos de mi corazón eran erráticos, descontrolados. Mi pecho subía y bajaba.

—No voy a ir contigo a ningún lado —un disparo y apreté los ojos. Tenía miedo de abrirlos y descubrir que le habían disparado a Nate.

—Abre los ojos —negué —. ¡Abre los ojos! —gritó colérico. Le quitó el seguro a su pistola y abrí los ojos lentamente. Uno de los hombres de Seth estaba muerto sobre el césped.

Con la mirada recorrí a cada uno de ellos, de rodillas y algunos temerosos. No sería yo la causante de su muerte. No por mi culpa. Miré a Nate. Tenía un golpe en la mejilla y el labio roto. Tenía miedo, lo notaba en su mirada. Estaba asustado por lo que pudiera ocurrir. No quería morir y yo no quería que muriera. No quería perderlo cómo perdí a mi hermano.

La sangre me recorría los muslos. Estaba luchando contra mi cuerpo para no desmayarme. Le pedía que no cediera y que resistiera lo más que pudiera. Le suplicaba a mis rodillas mantenerme en pie más tiempo. A mi cuerpo que me permitiera soportar más. Mi cabeza era un caos, tenía mil pensamientos que lo estropeaban todo. No podía pensar con claridad. No tenía un plan. Solo quería mantenerlo a salvo y que continuara con su vida cómo antes de que yo llegara a ella.

—Está bien...—Nate me interrumpió.

—V, no...—la mujer lo golpeó tan fuerte que lo dejó en el suelo. Estaba despierto, pero se le dificultó levantarse.

—¡No lo toques maldita perra! —le grité —. Si le pones un dedo encima te juro que yo misma te los arranco con los dientes —mascullé. Ella me miró sin poder creer ni una de mis palabras —. No me pongas a prueba, estúpida.

—Déjalo —le dijo Noah a la mujer. Ella le apuntaba directo a la cabeza.

—¡Que lo dejes! —le grité —. ¿¡No escuchaste imbécil!? —la mujer dejó de apuntarle y colocó su arma contra su pecho —. No le toques un cabello —le advertí a Noah.

—Tú vienes conmigo por las buenas y yo no lo toco ni a él ni a su hermano —asentí.

Noah metió la mano dentro de uno de los bolsillos laterales de su pantalón y sacó algo. Apenas pude reaccionar porque sentí un pinchazo en el cuello. En pocos segundos todo empezó a ponerse oscuro, el suelo se sentía como si estuviera caminando sobre agua y caí al césped. Mis ojos se cerraban y lo último que vi antes de caer en un profundo sueño fue a mi Nate en el suelo, mirándome también.

Nate

Cerré los ojos solo un momento. Cuando los abrí ya no había nadie en la casa, salvo Duncan y los demás hombres que quedaron con vida. Duncan me ayudó a levantarme del suelo.

—¿Estás bien? —me llevé la mano a la mejilla. La piel me ardió y me punzaba el labio. Miré a mi alrededor.

—¿Dónde están? —le pregunté.

—Se fueron. No pudimos detenerlos, eran muchos —me sobé la mejilla.

—Vanya...—el corazón se me rompió en miles de pedazos —. Vanya —Duncan puso la mano en mi hombro, lo miré y negó con la cabeza.

—Se la llevaron, Nate, la drogaron y la llevaron con ellos —negué repetidamente.

—No, no es cierto. No es posible —me llevé las manos a la cabeza en señal de frustración. El mundo dio vueltas y caí al suelo de rodillas —. Zora...—me levanté rápidamente y corrí hacia la casa dando de tropezones. En el suelo había manchas de sangre, pero ningún cuerpo dentro de la casa. Subí corriendo y entré en cada habitación —. ¡Zora, bebé! ¿Dónde estás? —salí y entré en otra de las habitaciones —. ¡Zora!

Empezó a ladrar y seguí su ladrido hasta la habitación de Vanya. Empujé la puerta y la busqué con la mirada. Ubiqué los ladridos y provenían del closet.

—Zora—abrí la puerta y Zora salió ladrando y moviendo la cola. La abracé y la apreté a mi pecho —. Aquí estás —dejé besos en su cabeza —. Estás bien —la agarré de la correa y la llevé conmigo. Bajamos la escalera y salí al patio. Todo era un caos. Duncan y los otros hombres cogían y levantaban los cuerpos de los que habían perecido para dejarlos al lado de la reja.

—Tenemos que levantar esto —se refería a la reja —. Es peligroso estar tan expuestos —asentí.

Zora buscaba a Vanya, con la mirada con el olfato. No podía pensar bien. El golpe me dejó aturdido y mareado. Me senté en uno de los camastros con Zora a mi lado. No se quería despegar de mi lado.

—Tenemos que avisarle a Seth —le dije a Duncan.

—Ya le llamé, pero no responde —dijo.

—Debe venir en el jet —asintió.

Solté una larga exhalación. Cerré los ojos y lo primero que recordé fue su mirada cargada con miedo y odio. Ella conocía a ese hombre que la tenía de rodillas en el suelo. Pero él parecía que no la recordaba y que la odiaba tanto que no le importó golpearla.

—Maldita sea —mascullé.

—Tu hermano está llegando —avisó Duncan. Se detuvo donde debía estar la reja y caminó encima de ella. Observó a su alrededor y dejó caer la maleta que sostenía con una mano.

—¿Qué demonios...? —avanzó hacia mí y Zora se le echó a los brazos. Seth la atrapó y la cargó, dejando que ella lo lamiera —. Nate, ¿qué pasó aquí? —preguntó.

—Se la llevaron —musité. Abrió los ojos y miró hacia la puerta de la casa —. Entraron y se llevaron a Vanya.

—No puede ser —su voz salió temerosa, con odio a partes iguales —. ¿Quién se la llevó? ¿¡Quién!? Fueron los rusos —negué.

—No fue la familia de Vanya, fueron otros rusos. Un sujeto algo y delgado. Ellos se conocían —frunció el ceño.

—Es él, el sujeto que acosa a Cami —dejé de mirarlo —. Duncan —le habló y no tardó en llegar a su lado.

—Dime.

—Quiero las grabaciones de todas las cámaras —Duncan asintió y se alejó —. ¿Cómo estaba ella?

—Se defendió y mató a algunos hombres —una sonrisa se dibujó en sus labios. Estaba orgulloso de esa mujer —. Peleó y luchó con todo, pero la amenazaron y tuvo que ceder. Cuando desperté ella ya no estaba.

Seth soltó a Zora y sacó el arma que siempre llevaba con él. Apuntó hacia la puerta y sus hombres también. Me levanté y me coloqué al lado de Seth, pero con su brazo me puso detrás de él.

—No te muevas —las luces de un auto se apagaron, escuchamos las puertas y segundos después el padre de Vanya y su familia apareció en la puerta. Avanzaron mirando la casa.

—¿Dónde está mi hija? —Seth les apuntaba con el arma en alto.

El hombre imponía respeto y miedo. Alto, rubio y rudo. Su voz era gruesa y su mirada matadora. Detrás de él venían Camila, su primo Aleksei y Billy, muy parecido a su hermana. Vanya me llegó a hablar de ellos y cuando lo hacía era con amor y admiración.

—¿¡Qué le hiciste a mi hija!? —exigió saber.

—¡Yo no le hice nada! —le gritó Seth de vuelta —. Ni siquiera estaba aquí, acabo de llegar.

—¿Dónde está Vanya, Seth? —preguntó Cami —. Venimos por ella y haremos lo que sea para llevarla a casa, donde pertenece.

—Ella no está —hablé. En un par de segundos tenía sus armas apuntándome directo a la cabeza. Tragué saliva —. Se la llevaron.

—¿Quién se la llevó? —preguntó su padre.

—Tu enemigo, Valerik Kuznetsov —escupió Seth. Miró por encima del hombro de Víctor hacia Camila —. El sujeto que te acosa —después miró a Víctor de nuevo —. Es su hombre y vino por ella. Lo que sea que le hiciste no va a descansar hasta cobrar su venganza —Víctor frunció el ceño.

—¿Valerik?

—Él está detrás de todo esto. Los ataques, los robos, cada maldita desgracia que ha sucedido, él es el responsable —masculló —. No sé qué le hiciste, pero ahora tiene a tu hija en sus manos.

—Y tú la tenías aquí. La secuestraste y la tuviste todo este tiempo encerrada —se lanzó sobre él y lo golpeó en el rostro. Los hombres de Seth le apuntaron a Víctor y viceversa —. ¡Eres un maldito! —lo cogió del cuello de su abrigo. Mi hermano le apuntó a Víctor con su arma debajo de la barbilla.

—Quítame las manos de encima —masculló Seth —. No voy a dudar en dispararte —le quitó el seguro a su arma.

—Seth, piensa bien lo que vas a hacer —le dije.

—Mis hombres te van a matar si me disparas —advirtió Víctor.

—¿Crees que me importa? —el dedo de Seth rozó peligrosamente el gatillo.

No sabía a donde mirar, por un lado, Camila, Billy y Aleksei apuntando sus armas contra mi hermano, por otro lado, los hombres de Seth apuntando a los rusos y mi hermano en una lucha de miradas contra Víctor. No sabía a quién temerle más.

—Seth —le llamé.

—Ahora no, hermanito —habló.

—Basta. No vas a ganar nada con esto. Tenemos que buscar a V —no me quería mover de mi lugar. No quería hacer un movimiento que pudiera accionar las armas de cada uno de ellos —. Hazlo por ella —Seth bufó y bajó el arma.

—Solo estoy haciendo esto por ti —guardó el arma y levantó las manos —. Bajen sus armas —les dijo a sus hombres —. ¡Ahora! —ordenó y ellos obedecieron.

—Bajen las armas —ordenó Víctor a su gente —. Ni se te ocurra buscar a mi hija —le advirtió a mi hermano —. Nosotros la vamos a buscar, la encontraremos y después me haré cargo de ti —lo soltó y dio un paso atrás.

—No vas a venir a decirme lo que puedo o no hacer —escupió —. Es mi mujer y la voy a buscar con o sin tu permiso —amenazó.

Víctor quería sacarle los ojos y matarlo, pero se contuvo y solo apretó los puños.

—Imbécil —le dijo —. No la vas a ver de nuevo.

—Eso lo va a decidir ella, no tú. Es nuestra y ni tú ni nadie va a evitar que la busquemos, la encontremos y regrese a nuestro lado.

—Seth...—le pedí que se callara.

—Solo ella va a decidir lo que quiere hacer con su vida.

—Seth, basta —coloqué una mano en su hombro.

—No busques a mi hija —lo señaló con un dedo en alto —. O te juro que te mato —le dio la espalda y salió de la propiedad. Detrás de él lo hicieron los demás.

—No debiste decirle eso. Es su padre —giró hacia mí y me encaró.

—Tenía que saber que no voy a parar hasta buscarla. Es nuestra y va a regresar a nuestro lado cómo tiene que ser.

Estaba tentado a decirle que Vanya estaba embarazada, pero estaba seguro de que ella hubiera querido decirle la verdad y no que lo hiciera yo.

—¿Por dónde vas a empezar a buscar? Podrían estar en cualquier parte del mundo —Zora se acercó a Seth.

—No sé, primero tenemos que irnos de aquí. No es seguro. Vamos —dio un paso.

—Espera —se detuvo.

—¿Ahora qué, Nate?

—Edén —Seth puso los ojos en blanco —. No la podemos dejar.

—Ve por ella —movió la mano —. Tenemos que salir de aquí.

Corrí dentro de la casa y subí por Edén. Vanya no me iba a perdonar si la dejaba morir de hambre. El día que regresara a casa le daría a Edén y a Zora. Miré por última vez la habitación de Vanya. El corazón se me rompió en mil pedazos al recordar que no la vería de nuevo y que esas personas la tenían en sus manos. Esperaba que ella estuviera bien y que lograra escapar de ellos o encontrarla antes de que le hicieran algo.

Cuando salí de la casa Seth le daba indicaciones a Duncan, este escuchaba atento y se alejó. Esperó que saliera y juntos subimos a su auto. Ya había metido la maleta. Dejé a Edén en los asientos de atrás y Zora se quiso ir conmigo en el asiento del copiloto.

—¿A dónde vamos? —le pregunté a Seth.

—Carnegie Hill —asentí —. Vamos a estar seguros ahí.

—De acuerdo —miré por la ventanilla. Apretó mi hombro y dijo.

—La vamos a encontrar, Nate, ella va a regresar a nuestro lado —lo miré y asentí.

Juro con voz determinada. Lo haría. La encontraría y ella regresaría a nuestro lado. Seth siempre cumplía sus promesas y estaba seguro de que esta vez no sería la excepción. Iba a encontrar a Vanya contra cualquier pronóstico y ante cualquier duda.

Final del primer libro. 

🔗🔗

¡Hola!

Hemos llegado al final del primer libro de esta trilogía. Sí, es una trilogía, así que nos espera mucho sufrimiento y drama. Aún no sé qué va a suceder con los otros dos libros, si los voy a terminar de publicar aquí o en la otra plataforma. Cualquier cosa yo les estaré avisando. Recuerden que solo estará disponible una semana aquí.

Cualquier cosa que suceda yo aviso por mi Instagram o el grupo de WhatsApp. Por favor síganme en Instagram porque allá es donde doy los avisos de cualquiera de mis libros.

Ahora sí, ¿qué les pareció el final?

¿Se imaginaban que algo así podía pasar?

¿Imaginaban que fuera Noah quien estaba detrás de los ataques y que fuera él el acosador de Cami?

¿Qué creen que va a suceder en el segundo libro?

Esta misma noche voy a estar publicando el título del segundo libro y la sinopsis. Continuaremos con las publicaciones cómo cada semana.

Nos leemos pronto en Letal, el segundo libro de esta trilogía.

Besitos. 🥰😘

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