Capítulo 55. 🔗
Nate
Nos encontrábamos desnudos, metidos bajo las sabanas. Vanya mantenía los ojos cerrados, pero no estaba dormida, solo descansaba en mis brazos. La mañana estaba fría por raro que parezca. Los días anteriores había estado haciendo calor, pero ahora hacía frío y parecía que iba a llover, el cielo mantenía una capa de nubes grises que cubrían la ciudad.
—Nate —me llamó.
—¿Sí?
—Pensé que estabas dormido —musitó. Apoyó su mejilla en mi pecho. Mi piel se sentía caliente cada que ella me tocaba o rozaba sus dedos con alguna parte de mi cuerpo. Joder. La amaba tanto y me dije que no iba a caer en su trampa. Me dije que yo podía hacer lo mismo que ella y jugar este juego, pero todo se me salió de las manos y ahora me encontraba completamente enamorado de ella.
No supe en qué momento o cómo se dio, tampoco quería saberlo, pero ma cautivó con todos los atributos que poseía. Amaba su inteligencia y el poder que tenía sobre mí. No podía mentir y decir que no me controlaba porque sería mentira. Lo hacía y lo hacía muy bien. Me tenía sometido a su voluntad y lo disfrutaba. Seth también lo hacía, pero no lo iba a decir. No quería admitir que una mujer lo controlaba y que tenía demasiado poder sobre de él. Quería fingir que aquí quien daba las órdenes era él y que aún mantenía el control de la situación cuando ambos sabíamos que no era cierto. Que eso quedó atrás hace meses.
—Desperté hace rato —soltó un sonoro suspiro.
—Yo tampoco puedo dormir —se incorporó en el colchón con el codo y llevó las sabanas a sus pechos para protegerlos del frío de la mañana. Aunque aquí dentro no se sentía —. Tengo algo que decirte —la miré y giró la cabeza, pero solo la veía de perfil.
—¿Me vas a decir que te tiene preocupada? —asintió.
El cabello le caía en la espalda y rozaba algunas de las cicatrices que adornaban su hermosa y cremosa piel. Acerqué mis dedos a su espalda y dibujé algunas de sus cicatrices. Tenía algunas más marcadas que otras y algunas no se alcanzaban a ver, solo de cerca. No me quería ni imaginar por el infierno que tuvo que pasar para que todas esas cicatrices ahora adornaran su hermosa piel.
—Creo que estoy embarazada —me erguí de golpe. Me senté en el colchón y la observé estupefacto. Vanya no se movía, ni siquiera sabía si estaba respirando. Si yo estaba respirando. Sentí que me cortaron el aire de golpe y que mis pulmones exigían por aire para continuar trabajando.
—¿Qué? —parpadeé. Estaba en shock, incrédulo y temeroso de lo que dijo —. ¿Estás...? —me cortó hablando ella.
—No estoy segura, pero conozco mi cuerpo. Sé cuando algo no va bien o no va cómo debería ir. Tengo un retraso, los senos sensibles, antojos que antes no tenía y me he mareado —me miró —. Así que es lo más probable.
—V...—toqué su hombro y se derrumbó.
—No lo hice a propósito —se mojó los labios —. Tampoco lo quería, yo... Tengo miedo, Nate. No sé qué hacer —me acerqué a ella y quedamos frente a frente.
—¿Sabes de quién es?
—Seth —dijo sin dudar —. Tuvimos relaciones antes de que se fuera y haciendo cuentas el bebé es de él —asentí. Me dolió el pecho. Me costó respirar, pero no le iba a dar la importancia, porque no lo merecía —. ¿Estás enojado?
—No. No estoy enojado. Me hace feliz que dentro de ti esté creciendo un bebé —llevé mi mano su vientre —. Un bebé mi amor —derramó un par de lágrimas que limpié con mi pulgar —. Dime, ¿lo quieres tener?
—No sé —musitó temerosa —. Tengo miedo —hundió su rostro en mi pecho en cuanto me acerqué a ella. Todo su cuerpo temblaba y sollozaba entre mis brazos. Nunca la había visto así de frágil y con miedo.
—Yo estoy contigo y te apoyo en lo que sea que decidas. Si lo quieres tener o no —asintió —. Tú decides qué hacer con tu cuerpo.
—Gracias —pasaba mi mano por su cabello. Quería reconfortarla y hacerla sentir bien, que supiera que no importaba lo que sucediera yo la apoyaría en todo momento —. Necesito que me compres una prueba de embarazo para saber si estoy embarazada o no.
—Yo te las compro —se apartó y quitó de sus mejillas las lágrimas —. Si estás embarazada, ¿le vas a decir a Seth?
—Temo por su reacción. Quiero decirle, pero a la vez no.
—Él podría comprender que no lo hiciste a propósito y que no lo querías —aparté el cabello que se le pegó a sus mejillas mojadas —. Por eso me preguntaste que estaría dispuesto a hacer por ti —asintió —. Si podría traicionar a mi hermano por ti.
—Quería saber si te pido que huyamos lo harías sin dudar —fruncí el ceño.
—¿Huir? —indagué.
—Depende de la respuesta de tu hermano, será la decisión que tome —entendí lo que quería decir.
—Si Seth no se lo toma bien vas a escapar.
—Si su reacción es todo lo contrario al enojo y la decepción le voy a rogar que me deje salir de aquí. No quiero que mi bebé nazca en esta casa y que pase su vida encerrado cómo yo —su voz se quebró —. Lo entiendes, ¿verdad?
—Sí —cogió mis manos.
—Si Seth dice que no quiere este bebé entonces huimos juntos. Podemos viajar a rusia y vivir ahí los tres. Seth nunca nos va a encontrar en rusia, no lo voy a permitir.
—¿Dejarías que yo crie a tu hijo cómo mío? —soltó una de mis manos y llevó la otra a su vientre.
—Es nuestro hijo, amor.
—Y de Seth...
—Solo si él así lo quiere, si no, no merece ser padre —dibujó una sonrisa en los labios —. ¿Huirías conmigo si te lo pido?
—Sí —sonrió más y más feliz —. Si Seth no quiere a este bebé huyamos juntos a rusia donde nadie nos pueda encontrar —en un rápido movimiento acunó mis mejillas con sus manos y dejó besos en mis labios y en mis mejillas —. Voy a salir para comprar lo que me pides —asintió —. ¿Necesitas algo más?
—Lo que tú quieras.
—¿Qué se te antoja hoy? —sus mejillas se pusieron rojas.
—Ahorita nada, ya veremos al rato.
—De acuerdo —bajé de la cama —. Si necesitas algo me dices.
—Vale —se acostó de nuevo y se cubrió con las sabanas.
Me di una ducha y me puse ropa abrigadora. Vanya no quería salir de la cama. Dijo que se la quería pasar todo el día en la habitación bajo las sabanas y la entendía. Yo prepararía la comida y se la llevaría a la habitación.
Entré al supermercado y pregunté por las pruebas de embarazo más certeras que había. La mujer que atendía la farmacia me dijo que todas eran cien por ciento efectivas y que cualquiera daba un resultado verdadero. Compré cinco de diferentes marcas para estar seguros de que sí estaba embarazada.
Su confesión me dejó un poco perplejo. No entendí sus palabras hasta que pensé en ellas. Vanya podía estar embarazada y ese hijo era de Seth. Ella quería huir si mi hermano no lo aceptaba y yo huiría con ella también. No la iba a dejar ir sola, estaría con ella en todo momento y si tenía que traicionar a mi hermano lo haría. Haría lo que fuera por Vanya.
Seth
Preparé mis cosas y saqué mi maleta para por fin regresar a Nueva York. El clima no era el más óptimo, pero al menos no se estaba cayendo el cielo cómo la noche anterior. Aún quedaban los remates de la tormenta y un espeso frío.
Después de la lluvia que azotó la hacienda dejó a su paso un rico aroma a tierra mojada. Las hojas de los árboles salpicadas con agua y todo se veía húmedo.
Desayuné una vez más con ellos y repasamos lo que íbamos a hacer para transportar las armas y su mercancía. Primero serían las armas y si no teníamos problema con ninguna de las autoridades de las dos fronteras entonces continuábamos con su mercancía. Teníamos un trato, pero iba a redactar un contrato para que todo quedara claro y si surgía algún problema todo estaría plasmado en una hoja. Eso era más válido que palabras, esas se las lleva el viento.
—Entonces ya quedamos —me dijo Antonio —. Redactas ese contrato, me lo mandas y se lo paso a mi abogado.
—En cuanto lo tenga te lo mando por correo —miré a Romina —. Gracias por el recibimiento y por el tequila —ella se rio —. Me gustó estar aquí.
—El día que quieras venir eres bien recibido. Tú y tu novia —dijo ella.
—Lo haré, gracias —me despedí de ellos. De Antonio con un apretón de manos y un abrazo y de Romina con un beso en la mejilla.
—Nos vemos, Beckett —dijo Antonio.
—Hasta luego —les dije adiós con la mano y subí a la camioneta. Cerré la puerta. El chofer tenía indicaciones de llevarme al aeropuerto y después regresar.
Condujo hacia el aeropuerto, bajó mi maleta y me despedí de él. Entré y caminé hacia el jet donde el piloto y la azafata esperaban abajo.
—Señor Beckett —dijo él —. ¿Todo bien?
—Todo bien. Regresemos a casa —asintió y subí. Detrás de mí lo hicieron ellos —. Voy a casa, ved'ma. Espérame —musité mirando por la ventanilla mientras el jet despegaba.
Estaba ansioso por verla. Quería dormir a su lado y decirle que la quería. Anhelaba besarla y hacerle saber que nos íbamos de viaje los tres y que después le daría su ansiada libertad. No quería que me odiara por tenerla en mi casa. Ella siempre fue un ave libre a quien le gustaba surcar los cielos. No estaba acostumbrada a estar encerrada y yo no le iba a cortar las alas.
Vanya
Nate se tomó la noticia mejor de lo que me pude imaginar. Aceptó mi propuesta de irnos lejos de esta ciudad si Seth no lo aceptaba y no lo quería. Aceptó alejarnos de su hermano para poder criar a nuestro hijo juntos y eso me hacía sentir bien. Había estado preocupada por su reacción, por lo que podía decir y hacer cuando lo supiera.
Quería que Seth también lo aceptara cómo lo hizo Nate, pero no estaba tan segura de si lo haría. Me dejó muy en claro que no quería tener hijos, que no sería un buen padre por todos los traumas que dejó su nefasto padre en él con el paso de los años. Tenía miedo de que las cosas no salieran cómo me lo imaginaba y que todo se fuera al carajo. No me quería ver obligada a huir, pero si era necesario lo haría por mi hijo.
Salí de la cama y me di una ducha. No quería salir de la habitación, pero moría de hambre y no sabía si Nate iba a tardar mucho. Bajé y Zora venía conmigo. Esta mañana en particular, estaba muy pegada a mí y me gustaba porque la extrañé todos los días a ella y a todas mis mascotas.
Me preparé una pasta con camarones y esperé unos minutos a Nate. Esperaba que no tardara demasiado para comer juntos.
Cuando escuché que entró corrí hacia la puerta y lo vi bajar del auto. Traía dos bolsas en las manos. Al quedar frente al otro me sonrió y me saludó dejando un tierno beso en mis labios.
—Te traje lo que me pediste —cogí la bolsa que me entregó y miré dentro. Fruncí el ceño al ver que eran cinco cajas de diferentes colores.
—¿Por qué compraste tantas? —levanté la mirada hacia él.
—Para estar seguros.
Era tan tierno.
—Preparé pasta con camarones.
—Me gusta —entramos juntos a la casa y Zora venía detrás de nosotros.
—Lávate las manos y te sirvo —dejé las cosas en la isla y saqué dos platos.
—¿No te vas a hacer la prueba de una vez? —negué.
—Muero de hambre, prefiero comer —asintió y se lavó las manos para comer juntos.
No voy a mentir, la verdad estaba nerviosa y quería alargar esto lo más que se pudiera. Me daba miedo hacerme la prueba y que saliera positiva, porque eso significaba que todos mis miedos eran reales y que dentro de mí se estaba formando una vida que Seth y yo creamos juntos. Lo hicimos porque había cariño y amor. No por odio o venganza. Este bebé venía a reafirmar todo lo que un día negué sentir y no quise sentir. Odiar a Seth me hizo sentir viva y con un propósito. El odio mutuo existió por mucho tiempo, pero la convivencia y ese mismo odio se convirtió en esto que habitaba en nuestros corazones.
Entré al baño después de tomar cómo dos litros de agua para poder hacer bien del baño y mojar las puntas de los test. Me subí el vestido que llevaba puesto e hice cada paso cómo lo ilustraba en las indicaciones. Me costó un poco de trabajo meter la mano ahí debajo sin mojarme los dedos.
Dejé tres de las pruebas encima de la caja del retrete y me lavé las manos. Salí del baño y me senté al lado de Nate que esperaba en la cama impaciente y preocupado igual que yo.
—Todo va a estar bien —cogió mi mano y la dejó encima de su pierna. Quise creer que sería así y que todo iba a estar bien sin importar el resultado de los test de embarazo. Quise creer que a Seth le iba a importar este bebé y mi felicidad. Que me dejaría ir porque sabía que si lo hacía regresaría a él, porque esto ya no se trataba solo de nosotros. Pero mi mente me jugaba mal y me repetía que eso nunca iba a suceder, que Seth me tendría encerrada en esta casa hasta mi último aliento y eso me aterró. Lo conocía y estaba igual o más obsesionado de lo que yo estaba por ellos. No me dejaría ir tan fácil, no me quería lejos de él, de ellos —. Ya pasaron cinco minutos —solté su mano y entró al baño.
No tardó en salir y su mirada junto con la expresión de su rostro me dio la respuesta que tanto había buscado en esos test de embarazo.
—¿Positivo? —le pregunté mirándolo a los ojos.
—Positivo —me levanté de golpe y avancé hacia él. Me quité los tres test de embarazo y los revisé uno a uno. Los tres daban positivo.
Sentí que el suelo se movió debajo de mí. Solté los plásticos y Nate me agarró del brazo y la cintura para que no cayera al suelo. Me sostuve de su mano y me ayudó a sentarme en la orilla de la cama.
—¿Estás bien? ¿Quieres que llame al doctor? —negué.
—Solo fue un mareo —apartó el cabello de mi cara y lo miré —. Estoy embarazada —asintió —. ¿Te das cuenta de lo que eso significa?
—Tienes un lazo con Seth que ni el odio o la venganza puede romper —asentí. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Quería llorar y sacar todo lo que llevaba dentro de mí. Me dolía el pecho y tenía los ojos nublados por las incesantes lágrimas que rodaban por mis mejillas.
—No quería esto —le dije. Me abrazó y apretó a su pecho. Hundí el rostro en su camisa y me solté a llorar —. No voy a ser una buena madre.
—¿Por qué dices eso? —pasaba su mano por mi cabello, intentando reconfortarme.
—Solo lo sé —sollozaba.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Soy una mala persona —dije entre murmullos —. No soy buena y no debo engendrar. ¿Qué vida le voy a dar a ese bebé si lo único que sé hacer es quitar la vida de otras personas?
—Mi amor, en este momento estás creando vida dentro de ti —negué repetidamente —. Las cosas siempre pasan por algo.
—Pero...—siseó.
—Por algo la vida trajo a nuestras vidas a este bebé —dejó un beso en mi frente y me apartó de él para tomar mis mejillas con sus manos —. No debes preocuparte por eso. Estoy seguro de que serás una buena madre.
—¿Cómo puedes saberlo? —murmuré.
—No eres una mala persona. No eres la villana en esta historia. Has hecho lo que tenías que hacer para sobrevivir y liberar al mundo de la maldad de algunos hombres —la barbilla me temblaba y los sollozos se escapaban entre mis labios. No podía evitar sentir esta opresión en el pecho y las inmensas ganas de gritar y romper algo —. Serás una buena madre. Tu pasado no define tu presente ni tu futuro. Nada de lo que has hecho debe ser un obstáculo para esto —tocó mi vientre por encima de la ropa —. Esté bebé tiene a la mejor madre del mundo.
—Y a los dos mejores padres —sonrió sincero.
—Mi amor, no debes preocuparte por esto. Todo se va a solucionar —dejó un beso en mis labios —. ¿Se te antoja algo de comer? —asentí.
—Sí.
—¿Qué se te antoja?
—Comida china —sonrió y se levantó de la cama.
—De acuerdo —sostuvo mis manos —. Aquí cerca hay un restaurante con comida rica. Voy, la compro y regreso —quiso soltar mis manos, pero lo detuve.
—Espera. No te vayas, mejor abrázame y cuando me quede dormida vas por la comida —dudó un poco, pero al final terminó cediendo.
—¿Tienes sueño? —asentí con pena.
—La verdad sí. No me gusta tener sueño y no tener ganas de hacer nada.
—Debe ser normal.
—Eso creo.
—Vamos a dormir entonces —nos metimos bajo los cobertores. Me abrazó y me permití cerrar los ojos y descansar mi cerebro de todo lo que había estado pensando en el día. Estaba agobiaba y asustada por la reacción de Seth. Estaba consciente de que tenía una enfermedad que lo hacía inestable y que sin su medicamento no actuaba bien y podía perder el control en cualquier momento. No quería eso en mi día a día, pero sabía también que a él le costaba cada día abrir los ojos y tener que lidiar con su mente y con los demonios que lo perseguían en cada paso que daba.
Abrí los ojos de golpe. Afuera ya estaba oscureciendo. El sol se ocultaba dejando a su paso destellos naranjas reflejados en las nubes y el cielo. Me incorporé y Nate no se encontraba a mi lado. Me froté los ojos y escuché los ladridos de Zora afuera en el jardín. Me levanté y caminé hacia el ventanal, salí y observé a mi bebé correr de un lado al otro persiguiendo una mariposa.
Nate había recogido los test de embarazo y los dejó encima de la mesita. Entré al baño e hice pipí. Aún tenía ganas de hacer del baño. Me lavé las manos y salí de la habitación. Todo se encontraba en total silencio, los hombres de Seth protegían la casa, cada esquina y cada centímetro de la propiedad.
Entré a la sala y observé cada una de las fotografías que Seth tenía de su familia, menos de su padre. Cogí una de las fotografías y miré al pequeño Seth al lado de su hermano. Debían tener unos siete u ocho años. Ambos con el cabello rubio, pero más que nada Seth. Nate era más castaño. El mayor con los ojos verdes y el menor con ojos azules. Se veían tan felices en esa foto. Ambos sonreían y mostraban su dentadura sin algunos dientes.
Cogí otra fotografía y miré a su madre. Era hermosa, con el cabello rubio, un hermoso y prefecto rostro angelical. Ojos azules y hermosa sonrisa. Tenía un aura hermosa, todo lo contrario a Jared, un ser vil y cruel que destruyó a sus hijos con tal de obtener lo que quería. Jared era un mal padre que usó a Seth y lo convirtió en lo que hoy era.
No quería esto para mi hijo. No quería que tuviera un abuelo cómo Jared, que conviviera con una persona así. Yo lo era, mis padres también, pero jamás le haríamos eso a alguien que amamos. Nunca sería cómo Jared Beckett. Lo juré por la memoria de mi hermano y por mi hijo que un día iba a tener en mis brazos.
Escuché un fuerte estruendo, el marco se me cayó el suelo y el vidrio se rompió en pedazos. Otro fuerte estruendo me hizo pegar un respingo en mi lugar. Escuché gritos y disparos que provenían de todos lados.
—¡Zora! —la escuché ladrar —. ¡Zora! —me asomé por la ventana y vi el preciso instante que la reja de la casa cayó al suelo en un golpe seco que levantó una nube de polvo. Zora entró corriendo a la casa ladrando a diestra y siniestra —. Ven, bebé —corrimos escaleras arriba y nos metimos a mi habitación.
Zora continuaba ladrando. Estaba nerviosa. Me puse a su altura para intentar tranquilizarla.
—Calma. Tranquila. No te va a pasar nada —siseaba mientras acariciaba su lomo —. Siéntate —le pedí y obedeció. Miré hacia la puerta mientras los disparos se intensificaban y se escuchaban más cerca —. Quédate aquí —la miré —. No ladres —me llevé el dedo a los labios —. No ladres —me levanté y la metí al closet para que nadie la encontrara ahí —. Tranquila —le hice una seña con la mano para que se mantuviera abajo y cerré la puerta.
Caminé hacia la puerta y cerré. Miré a cada lado y corrí hacia las escaleras. Me detuve en seco al ver a un hombre vestido completamente de negro con el rostro cubierto. Me apuntó con el arma directamente a la cara, pero antes de que su dedo tocara el gatillo le di una patada en la cabeza que lo hizo rodar escaleras abajo. Bajé rápidamente y agarré el arma, le disparé en la cabeza y la sangre no tardó en ensuciar el suelo.
Dos hombres más entraron a la casa, pero no les dio tiempo a cruzar la puerta porque les disparé en el pecho repetidas veces. Ambos cayeron al suelo, uno al lado del otro. Corrí hacia el pasillo y me escondí en el gimnasio. Los disparos se hacían más presentes, se escuchaban más cerca y una detonación cimbró las ventanas y el suelo.
—¿Dónde estás pequeña asesina? —preguntó una voz grave y con un acento ruso muy marcado. Me escondí detrás de una de las máquinas y disparé. La bala fue a dar a su rodilla. Cayó al suelo y empezó a maldecir en todos los idiomas habidos y por haber —. ¡Hija de puta! —salí de mi escondite y antes de que disparara pateé el arma que fue a dar lejos de él.
—¿Quién eres? —le quité la capucha y me encontré con un desconocido. Sonrió y sacó una navaja con la que me quiso herir, pero lo sometí en el suelo y le quité el arma —. ¡Responde! —le apunté con el arma en la cabeza.
—Cuando mi jefe te vea...—un disparo me hizo caer al suelo. Miré mi hombro y la sangre empezó a manchar mi vestido. Levanté la mirada y otro hombre me apuntaba con un arma larga. Lo maté a él y después a su compañero.
—Maldita sea —mascullé. Me dolía y me ardía horrores. Salí del gimnasio y avancé por el pasillo hacia la cocina donde cogí un cuchillo. Agarré un trapo y lo puse en mi hombro para detener la sangre. Zora no ladraba. Me hizo caso al decirle que se quedara quieta.
Más hombres entraron a la casa. Corrí hacia las escaleras, pero uno de ellos me cogió del tobillo y caí sobre mi estómago. Me golpeé la barbilla y me rompí el labio. La sangre empezó a inundar mi boca y mis encías. El golpe me dolió, pero no me amedrentó. Giré y pateé el rostro del hombre una y otra vez hasta que me soltó. Cayó inconsciente y pude ponerme de pie para subir.
—¡La quiero viva! —escuché una orden que provenía de abajo.
Me escondí dentro de una de las habitaciones alejada de donde había escondido a Zora. Mi pecho subía y bajaba. La adrenalina se había apoderado de mi cuerpo. No pensaba con claridad. Estaba cegada y extasiada. Hacía tanto que no sentía esta sensación de poder. Me encontraba perdida en mis más oscuros y sangrientos pensamientos. Me miré el hombro, la sangre se había detenido, pero lo tenía que arreglar antes de que sangrara de nuevo.
—¿Dónde estás? —escuché la voz de una mujer. Sus pasos eran sigilosos, pero yo los lograba escuchar. Cada paso que daba se acercaba a mí. Se detuvo frente a la puerta. Salí y le clavé el cuchillo en la cabeza. Cuando su cuerpo cayó al suelo el cuchillo salió dejando en la hoja parte de su cerebro, sangre y carne.
—No me hagas buscarte —dijo alguien más. Era el mismo hombre que les ordenó buscarme —. Sé que te gusta esconderte y a mí me gusta buscarte —tragué saliva y sacudí la cabeza.
No puede ser.
Me negué a aceptar la verdad. Yo conocía esa voz, pero... Eso fue hace años. No era él. No era él. No era él.
Se acercaba más y más en mi dirección. Sus pasos eran más sigilosos y por ende se me dificultaba escucharlo acercarse. Sentí un mareo, pero me detuve del mueble al lado de la puerta. Me metí al baño sin hacer ruido y me escondí dentro de la tina.
—Vamos, no me vas a hacer buscarte, ¿o sí? —preguntó en tono divertido —. Aunque tengo todo el tiempo del mundo.
Cerré los ojos y evoqué los recuerdos de mi adolescencia. Lo recordé frente a mí, escondiéndonos de los guardias que no nos permitían estar juntos. No debíamos hablar o vernos. Teníamos estrictamente prohibido ser amigos. Apreté los ojos y lo recordé entrenando y dándole una paliza a sus compañeros.
—V...—su voz envió un horrible escalofrío a cada parte de mi cuerpo y mis huesos —. Sal de ahí antes de que te encuentre —me hice chiquita dentro de la tina, como si así no pudiera encontrarme. Mi respiración disminuyó tanto que apenas mi pecho se movía. La puerta del baño se abrió de golpe y detrás apareció él —. Te encontré, mi pequeño monstruo.
🔗🔗
¡Hola! Les dejo el penúltimo capítulo. No pensé que este momento fuera a llegar.
Les puedo decir que este final lo he venido pensando desde hace meses y por fin lo pude escribir.
¿Ya saben quién es el enmascarado? Si no es así les dejo una pista: ¿Quién además de Nate le decía V a Vanya? ¿Adivinaron?
Espero les haya gustado. El siguiente capítulo es el final de este primer libro. Recuerden que faltan dos libros más, ya que es una trilogía. Además, tengo planes de hacer un libro de Irina, no creo que lo suba a Wattpad, ya que tratará temas muy delicados y fuertes para esta plataforma.
Nos leemos prontito en el final.
❤❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro