Capítulo 54. 🔗
Seth
Al otro día desperté en una cama que no era la mía extrañando a la mujer que me volvía loco. Me tenía completamente obsesionado y no podía dejar de pensar en ella. La tenía metida en mi cabeza todo el día, todos los días.
Solo me preguntaba que estaba haciendo, si también me extrañaba cómo yo a ella. Si también pensaba en mí cómo yo pensaba en ella. Me encontraba mal por su maldita presencia. La llegué a odiar tanto que aquello me consumió y ahora la quería tanto que no me importaba si me arrastraba al infierno. Yo quería estar con ella y hacerla feliz.
Esta vez haría las cosas bien. Después del viaje que haríamos los tres a Europa la dejaría libre y esperaría impaciente por ella. No le daría la opción de no elegirme, tenía que hacerlo. Debía ser su prioridad. Tenía que respirar y vivir para mí. Ser su mundo, así cómo ella era el mío. Le daría su libertad y nos elegiría una vez más. No tenía opción, estaba igual de obsesionada que yo.
Me di una ducha y salí de la habitación para unirme a Romina y Antonio en el enorme comedor. Esta casa era enorme y las habitaciones también lo eran.
—Buenos días —los saludé. Me acerqué a ella y la saludé con un beso en la mejilla.
—Buenos días, Seth —dijo ella. Me senté al lado de Antonio y observé la mesa donde tenían fruta, café y jugo. No había tocino o pancakes. Una mujer se acercó a Antonio.
—Tráele un plato —le dijo y la mujer se alejó. Miré sus platos y había una especie de totopo bañado con una salsa, crema y queso. No estaba seguro de si debía desayunar eso —. No te va a hacer daño —dijo Antonio ante mi cara de preocupación —. Te va a gustar.
—No sé si debo creerte —cogí la taza y me serví café. Le di el primer sorbo y sentí que reviví. Estaba caliente cómo a mí me gustaba y sabía rico.
—Nunca te daríamos algo que te pueda matar —habló Romina —. Aunque podríamos hacerlo, pero no queremos —me regaló una sonrisa.
Bien podían matarme y deshacerse de mi cuerpo sin levantar sospechas. Nadie sabía donde quedaba la hacienda de estos dos y si alguien averiguaba algo lo podían sobornar o mandar callar.
—Seth —habló él y lo miré —. Está jugando —los dos se echaron a reír juntos. También me reí, pero un poco nervioso.
—No es cierto, nunca mataría a uno de nuestros socios —Romina empezó a desayunar y no tardaron en servirme mi desayuno. Observé el plato de un extremo al otro —. Come —dijo y levanté la mirada hacia ella.
—Antes de cerrar el trato necesito que me acompañes a un lugar —habló Antonio. Lo miré y fruncí el ceño.
—Tengo que regresar a Nueva York hoy mismo —le aclaré.
—Un día más, un día menos —le restó importancia con un movimiento de mano —. Es importante, ya que surgió algo en la tequilera —empecé a desayunar. Moría de hambre y si no lo hacía aquí tendría que ir a la ciudad para hacerlo.
—No tengo otra opción —les dije.
—Sí lo tienes, pero te va a gustar —aseguró Romina —. Guadalajara es un lugar hermoso.
—De acuerdo —finalicé.
En el desayuno hablamos de los negocios que queríamos hacer a futuro. Ellos me venderían armas y yo dejaría que transportaran su mercancía por la ciudad y sus alrededores. Obteniendo así una buena ganancia. Tener a los mexicanos de nuestro lado nos beneficiaba en demasía, aunque los rusos tenían a más mafiosos de su lado, pero no nos quedábamos atrás.
Salimos de la casa y caminamos hacia la pista que tenían detrás de la propiedad. Ahí se encontraba un helicóptero listo para despegar e ir a aquel lugar del que Antonio presumía tanto. Subí detrás de Romina y me acomodé en el asiento. Antonio iba al frente con el piloto.
Desde el cielo la ciudad se veía hermosa, llena de vida y de colores. Personas por todos lados, autos y mucha vida. Era temprano y hacía demasiado calor. Al llegar a la tequilera nos recibieron un par de trabajadores de Antonio. La fábrica era enorme, se veía desde los cielos. Por lo que Romina me dijo ellos fundaron la fábrica de jóvenes, poco después de que su padre falleciera. Les dejaba millones de dólares al año y era uno de sus negocios más prósperos.
—Una de las máquinas se quemó —le dijo el hombre a Antonio.
—¿Cuál? —preguntó él.
—La máquina desgarradora —me quedé al lado de Romina. Antonio se detuvo y giró sobre sus pies para mirarnos.
—Voy a tardar un poco —miró a su novia —. ¿Por qué no lo llevas a ver los agaves? —ni siquiera se despidieron, él se alejó con los dos hombres a cada lado.
—Vamos —me hizo una seña. Se puso las gafas de sol y subimos a un carrito parecido a los que se usan en el golf y ella condujo quién sabe a donde.
—Creo que a tu novio le gusta más este negocio que todos los que tiene —hablé. El cabello le volaba con el viento. Era bonita, no lo podía negar, pero no me atraía para nada.
—Está muy orgulloso de la tequilera —dijo —. No es que los otros negocios no le gusten, pero sabe que esto es limpio, que no está manchado con sangre y eso es lo que a él le gusta. ¿Tú no tienes negocios limpios? —me miró de reojo.
—Los tengo, pero también debo hacerme cargo de los que mi padre levantó hace años —asintió.
—He escuchado que tu padre es un imbécil —me reí.
—¿Hasta acá llega ese tipo de información? —sonrió y asintió.
—En este mundo todo se sabe, Seth.
—Es un imbécil —afirmé —. No se merecía tener hijos ni esposa —musité —. Mi madre era demasiado buena para él.
—Existen hombres que no merecen tener a la mujer que está a su lado. Por desgracia hay mujeres que se ciegan por completo y piensan que el hombre va a cambiar por amor —musitó —. ¿Te digo algo?
—¿Qué? —se detuvo y me miró.
—Hay hombres que no cambian —aseguró. Bajamos del carrito y observé lo que tenía frente a mí. Grandes extensiones de agave de donde sacaban el tequila. Era más complicado que eso, pero de esas grandes plantas sacaban ese elixir.
Un hombre se acercó a Romina y le entregó dos sombreros, uno para ella y el otro para mí. Me lo puse porque sí estaba haciendo calor y el sol calaba fuerte. Caminamos hacia los agaves y observamos cómo los cortaban y les quitaban las puntas para que solo quedara la pulpa que después transportaban en camionetas.
—¿Tus padres tenían una bonita relación? —me atreví a preguntar.
—Eran la pareja más bonita que hubiera visto en toda mi vida. Tenían una bonita relación, había confianza y mucho amor —en sus labios se dibujó una sonrisa inconsciente. No se dio cuenta de que estaba sonriendo al recordar a sus padres —. Los extraño mucho.
—¿Nunca supiste que fue de ellos? —negó y agachó la cabeza.
—No, nunca supe qué pasó con ellos. Murieron, pero no encontraron sus restos —le dolía hablar de sus padres. Aún no superaba sus muertes —. ¿Y tú extrañas a tu madre?
—Cada día. Quisiera que nunca hubiera muerto y poder darle la vida que merecía. Pero las cosas no resultaron bien —alejé los malos pensamientos de mi cabeza porque no quería recordar ese momento. No quería pensar en lo que sucedió y odiar de nuevo a la persona que ahora quería más que a mi vida.
—Muchas veces las cosas no resultan cómo queremos. Pero es parte de la vida —me miró y sonrió.
Caminamos un poco más entre los agaves. Nos deteníamos a observar mientras Romina me explicaba un poco cómo era el proceso para fabricar el tequila. Era interesante todo lo que me mostró y sus explicaciones eran buenas. Podía ser una buena guía de turistas.
Después del recorrido me invitó a comer cerca de la fábrica. Dijo que Antonio iba a estar ocupado, ya que la máquina que se descompuso era muy cara y que si no se podía arreglar habría que comprar una nueva, ya que era indispensable.
—Voy a extrañar la comida —le dije. Romina se rio. Esperaba esa respuesta —. Estaba un poco dudoso de que picara, sé que a ustedes les gusta mucho el picante —asintió —. Pero le da un buen sabor. Le voy a decir a Vanya que me prepare comida mexicana, ella la ama —levanté la mirada hacia ella y me miró.
—¿Tienes novia? —indagó. Cogí la servilleta y me limpié las comisuras de los labios —. Ella debe tener un fuerte carácter.
—Cómo el tuyo —sonrió.
—¡Oye! No tengo un carácter feo —se quejó. Ambos nos reímos y bebí un poco de agua.
—¿A cuántos grados estamos? Me estoy asando —juro que no había sentido tanto calor en toda mi vida.
—A unos treinta y cinco grados —dijo despreocupada. Ella ya estaba acostumbrada a este tipo de clima —. No te vas a morir de deshidratación, te lo aseguro —hizo un guiño y continuamos comiendo —. ¿Y cómo es ella? Tu novia.
—Es hermosa. Tiene el cabello rubio y los ojos tan azules que te hipnotizan, es como si estuvieras viendo el mar a través de ellos. Es letal y muy inteligente. No se tienta el corazón en matar a quien se lo merezca —me miraba atenta —. Ella es lo mejor que me ha sucedido últimamente —terminé.
—Se nota que la amas mucho.
—¿Eso crees?
—Por la manera que te expresas de ella, sí. Solo un hombre enamorado habla así de la mujer que ama.
Estaba seguro de que lo que sentía por ella era simple cariño. Pero entendí que la amaba. La amaba cómo nunca llegué a amar a nadie y estaría dispuesto a lo que sea para obtener su perdón. Si me pedía que me arrodillara frente a ella y le besara los pies lo haría. Lo que fuera para que estuviéramos bien.
—Ahí viene Antonio —el hombre venía solo después de varias horas de ausencia. Se sentó al lado de Romina y cogió su vaso para beber agua.
—¿Qué sucedió? —le preguntó ella.
—Tuvimos que llamar al ingeniero, para que viniera a revisar la máquina. La pudo arreglar, pero solo va a funcionar unas semanas, vamos a tener que comprar una nueva —no se veía preocupado por la situación.
Antonio se sirvió comida en el plato y empezó a comer.
—Tengo un lote nuevo de armas —habló —. No son cómo las que te mandamos hace semanas, pero son buenas también —me serví más agua y bebí un poco —. La mejor manera de moverlas de aquí a Nueva York sería en avión. Tienes un jet y puede servir.
—No voy a viajar con cientos de armas —le dije serio —. No es buena idea.
—No será en este momento. En unos días después de que regreses. Es más peligroso que sea en un avión comercial. Están revisando aduanas y ya sabes, no queremos problemas. Tengo compradas a muchas personas que nos pueden ayudar a transportarlas sin ningún problema. Así que tú decides.
—Sabes que las necesito. Esos imbéciles me quitaron todo, aquella noche —me deslicé cerca y estrechamos las manos.
—Entonces tenemos un trato, Beckett. Yo te muestro las armas y tú decides cuál quieres. Tenemos varios modelos —miré hacia el cielo en el momento que empezó a rugir. A lo lejos el cielo se veía oscuro, como si fuera a caer una tormenta.
—Mejor nos vamos. Esto se pone feo cuando llueve —habló Romina.
Solo esperamos que Antonio terminara de comer y subimos de nuevo al helicóptero. No tardamos más que un par de horas en llegar a Nogales y al llegar me di un baño. Me sentía sucio y tierroso. No iba a estar en paz si no me daba una ducha. Al salir de la habitación me di cuenta de que ahí también había empezado a llover y no podía regresar a Nueva York esa noche. Estaba ansioso por regresar a casa.
—Nate —le llamé a mi hermano para saber cómo se encontraban.
—¿Cómo estás? —preguntó —. ¿Todo bien por allá?
—No. Está lloviendo y no vamos a poder viajar —exhalé —. Espero que mañana podamos viajar.
—No te preocupes las cosas están bien aquí —a lo lejos escuché la voz de Vanya.
—Pásamela, tengo que hablar con ella.
—¿Tienes que hablar con ella o necesitas hablar con ella? —preguntó en tono de burla.
—Solo pásamela —le ordené.
—Hola —escuchar su dulce voz me hizo sentir mejor. Era cómo la tonada de un ángel.
—¿Cómo estás? Me dijo Nate que te sentías un poco mal.
—Tu hermano exagera —dijo. Podía jurar que estaba sonriendo porque me preocupaba por ella —. Estoy bien. ¿Cómo van los negocios por allá?
—Bien. Ya cerré el trato con los mexicanos, pero no puedo regresar a Nueva York, hay mal clima.
—Seth, estamos bien. No te debes preocupar por nosotros.
—Deben tener mucho cuidado, ved'ma. Allá fuera hay personas que nos quieren ver mal. Al regresar tenemos que hablar de muchas cosas. ¿Entendido?
—No voy a ir a ningún lado —escuché su dulce risa.
—Sé que no —hice una pausa —. ¿Te puedo preguntar algo?
—Dime.
—¿Me extrañas? Yo te extraño —tardó en responder.
—Te extraño, Seth y ya quiero verte.
—¿Me quieres?
—Te quiero cómo sé que tú me quieres a mí.
—Yo te quiero, ved'ma y mucho.
—Lo sé —dijo altiva —. Soy irresistible —ambos nos reímos.
—Lo eres —el cielo crujió furioso —. Tengo que colgar, nos vemos mañana.
—Hasta mañana —colgamos al mismo tiempo.
La lluvia arreció, ahora era más fuerte y golpeaba las ventanas. El viento se colaba entre las ramas de los árboles y silbaban al mismo tiempo. Parecía que el cielo se iba a caer.
Compartí la mesa con Romina y Antonio una vez más. Trazamos un plan para transportar las armas en el jet. Acordamos el día que mandaría el jet de regreso para que subieran las armas y les deposité la mitad del dinero que me pedían.
Esperaba que las cosas salieran bien esta vez y que los malditos rusos no arruinaran mis planes.
Nate
Lidia me miraba atenta mientras revisábamos las cuentas de todos los negocios que tenía Seth. Tuve que contratar a dos contadores porque yo solo no podía. Seth no estaba muy convencido, pero para empezar ni estaba en la ciudad y no le quedaba otra opción.
—No mires así —le pedí. Levanté la mirada a su rostro. Tenía las mejillas rojas y parpadeó intentando disimular que no lo hacía —. Estoy bien —regresé la mirada a las cuentas. Parecía que todo iba bien, los registros coincidían con todo lo que los contadores me pasaron.
—No te miro de ninguna manera en particular —negué con la cabeza.
"Si tú lo dices"
—Nate, ¿te puedo hacer una pregunta? —pasé la hoja.
—Dime.
—Tú... ¿Tienes novia? —me sorprendió su pregunta y tuve que dejar de hacer lo que estaba haciendo para mirarla. ¿Acaso yo le gustaba y por eso se portaba así conmigo?
—Sí, tengo novia —respondí. No quería que se hiciera falsas ilusiones con algo que no iba a ser. Yo amaba a Vanya y jamás le sería infiel con nadie. No pasaba por mi cabeza la idea de estar con alguien más cuando mi corazón le pertenecía a ella.
—Oh —vi su cara de decepción, pero en pocos segundos se recompuso y fingió que no estaba sintiéndose mal —. Ahora regreso —me sentí mal por ella, pero lo mejor era aclarar las cosas de una vez por todas y no darle esperanzas de nada. Yo amaba a Vanya y siempre, por encima de todo sería ella y nadie más.
—Lidia —se levantó y me miró —. Vas a encontrar a alguien que te merezca —asintió y se alejó cerrando la puerta.
Recibí un mensaje, miré la pantalla y era de Duncan.
"La señorita necesita helado y un pastel"
Fruncí el ceño. Le marqué a Duncan y no tardó en responder.
—¿Ella te pidió eso? —le pregunté.
—Sí. Dice que necesita helado y un pastel de chocolate. No quiero dejar la casa por las instrucciones que dejó Seth.
—Está bien, yo paso por el helado. ¿Te dijo de qué sabor?
—Napolitano —sonreí y negué.
—De acuerdo. Si necesita algo más me avisas.
—Lo haré —colgamos y dejé el celular en el escritorio.
Lidia tardó en regresar y cuando lo hizo no me miraba a los ojos. Lo mejor era mantener la distancia y no entablar una amistad, no quería lastimarla y sentirme mal por eso. Pensé si en algún momento le di motivos para que pensara que entre nosotros podía llegar a suceder algo, pero no lo hice. Me porté educado y cómo un caballero ante ella. No sería descortés ni me portaría como un patán. Lamentaba que ella haya pensado que lo hacía por otros motivos.
Antes de las seis salimos de trabajar y me aseguré que Lidia subiera a un taxi. Conduje al supermercado y compré lo que Vanya me pidió. Ella no era de muchos antojos, pero estos días los había tenido. Ella decía que tal vez era porque le iba a llegar la regla y a veces le daban antojos.
Llegué a la casa y me detuve en la piscina al ver a Vanya metida en la piscina. Para esa hora ya estaba de noche y las luces de la casa y de la piscina me permitían verla a detalle. Llevaba puesto un sexy bikini que dejaba poco a la imaginación.
—¡Nate! —me gritó al verme —. ¡Ven! —me acerqué a ella y me acuclillé frente a la piscina. Salió y se sentó a mi lado. El agua escurría por todo su cuerpo, en medio de sus senos y su abdomen —. Hola mi amor —dejó un beso en mis labios —. ¿Trajiste lo que te pedí?
—Sí, aquí está —le mostré la bolsa y aplaudió feliz.
—Mil gracias —cogió la bolsa y miró dentro —. Qué rico —me entregó la bolsa y cogió una toalla para secarse el cuerpo —. Eres un amor —dejó otro beso, pero esta vez en mi mejilla.
—¿Tenías calor?
—Sí, por eso me metí a la piscina. Me supo bien el agua —se levantó y cogió mi mano —. Vamos. Antes de que se derrita —entramos a la casa y me encontré con Zora durmiendo y con la tele prendida.
Me senté en uno de los bancos y Vanya sacó los dos botes de helado y la caja con el pastel de chocolate que me pidió. Le quitó la tapa a uno de los helados y abrió los ojos de par en par al ver que tenía una gruesa capa de chocolate.
—Te amo —dijo. Me quedé sorprendido por sus palabras, pero no le tomé la importancia que se merecía. Tal vez lo dijo por agradecimiento y por el helado.
Rompió la capa de chocolate y me invitó un poco. Estaba muy rico.
—¿No te ha llamado Seth? —preguntó de repente.
—No, no ha llamado. Debe estar ocupado cerrando el trato con los mexicanos —asintió. Devoraba el helado con tanto gusto y lo disfrutaba como si no hubiera comido en años.
—Debe ser eso —se metió la cuchara a la boca y me invitó más helado —. No te pregunté si quieres cenar —negué.
—No tengo mucha hambre. Me voy a preparar un emparedado —sonrió.
—Yo te lo preparo —bajó del banco de un salto y caminó hacia el fregadero —. ¿Cómo te fue en el trabajo? ¿Ya terminaste de revisar las cuentas? —exhalé y estiré los brazos hacia el techo.
—Por fin pudimos terminar —entornó los ojos —. Ya te dije que Lidia no representa ningún problema para ti —aclaré.
—No me gusta que esté tan cerca de ti —abrió la nevera para sacar los ingredientes para el emparedado. Me levanté y me acerqué a ella. Rodeé su cintura con mis brazos y pegó un respingo —. Nate —hundí mi nariz en su cabello.
—Solo te quiero a ti —la abracé fuerte.
—Lo sé, pero por la manera que hablas de ella y todo lo que hace sé que le gustas —cerró la nevera y caminó sin soltarla hacia la isla —. Le gustas, Nate y pasas todos los días con ella.
—Solo por trabajo —se soltó un poco para girar y quedar frente a frente —. Te vas desde temprano a trabajar y regresas tarde. Casi no te veo —hizo un puchero.
—¿Me extrañas?
—Sí. Mucho. Quédate conmigo, ya no vayas a trabajar. Me quedo sola y no me gusta —dejó un beso en mis labios —. Por favor —otro beso más —. Yo no suplico y aquí me tienes pidiéndote que no me dejes sola.
¿Por qué parecía que algo había cambiado en ella? Como si inconscientemente algo la hizo cambiar.
—Mañana me voy a quedar todo el día contigo —se dibujó una gran sonrisa en sus labios.
—Gracias —llevé mis manos a sus caderas.
—Algo te pasa —aparté el cabello de sus pechos y lo pasé detrás de sus hombros. Su cabello era fino y bonito. Le brillaba y lo tenía bien cuidado —. En estos días has cambiado. ¿Qué sucede?
—Estoy bien, mi amor —sus manos ascendieron a mis hombros y los apretó con delicadeza —. No me pasa nada malo.
Dudé un poco de sus palabras. La miré a los ojos y me sonrió. Tenía la mirada más bonita que haya visto en mi vida.
—¿Segura que estás bien? —asintió.
—Lo estoy —me sentí un poco más aliviado al decirme esas palabras —. ¿Me ayudas a preparar el emparedado?
—Claro —solté sus caderas,
—Pero lávate las manos —me soltó y me levanté para lavarme las manos.
Le ayudé a preparar el emparedado y se nos antojó una malteada de fresa. Nos sentamos en uno de los sillones para ver una película. Zora ni se inmutó al acercarnos. Se encontraba profundamente dormida.
—Nate —la miré y levantó la mirada hacia mí.
—¿Pasa algo? —la mantenía a mi lado abrazada. Vanya se apartó unos centímetros.
—¿Qué estarías dispuesto a hacer por mí? ¿Matarías por mí? ¿Traicionarías a tu hermano por mí? —fruncí el ceño.
—¿Por qué me haces esas preguntas?
—Solo quiero saber que estarías dispuesto a hacer por mí —la miré a los ojos.
—Haría lo que sea por ti —cogí sus manos y dejé un beso en su dorso.
—¿Lo que sea?
—Lo que sea —repetí —. Lo que me pidas, krasivy —sonrió.
—Uno de estos días vas a tener que tomar una decisión definitiva. Vas a tener que elegir y no me gustaría que tuvieras que hacerlo —musitó —. Pero esto es de vida o muerte.
—V...—sacudió la cabeza.
—Te voy a decir la verdad. Solo dame unas horas. Yo también lo estoy procesando —se acercó y dejó un beso en mis labios.
—¿Pasa algo malo?
—No creo que sea malo, pero sí va a cambiar muchas cosas a partir de ahora.
No estaba entendiendo nada y ella no era muy clara en sus explicaciones. Quise ser paciente cómo lo había venido siendo y entender lo que sucedía. Lo haría cuando ella fuera sincera y me dijera todo lo que estaba sucediendo.
No mentí cuando le dije que haría lo que sea por ella. Podría darle la espalda a mi hermano por Vanya y sacarla de este lugar para estar juntos. Si ella me lo pedía lo haría. Si me decía que quería estar con los dos lo iba a respetar también. No tenía miedo ni sentía celos por mi hermano.
Se acomodó de nuevo y apoyó la mejilla en mi pecho. Dejé un beso en su cabello y exhaló.
¿Qué era eso que me estaba ocultando y que no me podía decir?
Lo que fuera lo iba a aceptar, siempre estaría de su lado y la apoyaría en todo.
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¡Hola! Espero que les haya gustado el capítulo.
Los dos últimos serán los más importantes. Van a suceder muchas cosas y deben estar atentas a cada detalle y cada palabra. Tal vez me odien, pero yo estoy ansiosa por escribir.
Recuerden que después de que suba el último capítulo el libro se va a quedar solo una semana en la plataforma. Cualquier duda me pueden preguntar por Instagram o en el grupo de WhatsApp.
Besitos. 😘🥰
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