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Capítulo 53. 🔗

Eli

Todo estaba marchando bien a excepción de lo que sucedía con Vanya. Además de que ya sabían quién estaba detrás de todos los ataques que habían sufrido tanto los Zaitsev cómo Seth.

Pensé que me iba a preocupar más por él, por lo que le sucedió, pero para ser sincera me dio un poco igual. La verdad ya no me importaba si alguien lo hería o se moría. Seth terminó de matar con su actitud todo lo que llegué a sentir por él. Ya no pensaba en lo que podía ser o llegó a ser. Ahora estaba enfocada en mi nueva vida al lado de Alek y en ser feliz.

Lena me ayudó con la decoración de la habitación. Tenía buenos gustos y sabía mucho de esto, aunque dijo que nunca estudió nada parecido, pero le gustaba el tema de la remodelación. También me ayudó con algunos detalles del departamento haciendo que se viera mejor y la vibra se sintiera más serena.

Me sentía cómoda a su lado. No me sentía juzgada o atacada por ella o por lo que hacía y decía. Me tenía mucha paciencia y no se metía en los asuntos que tuvieran que ver con la relación que teníamos su hijo y yo. Nos respetaba y aconsejaba cuando alguno se lo pedía, pero de ahí en fuera no se metía para nada.

Aquel día nos encontrábamos en el departamento. Aún no vivamos juntos, quisimos esperar para hacerlo hasta que la habitación estuviera lista. Alek me acompañó a mi departamento por mis cosas, las poquitas que tenía. Porque los muebles y los electrodomésticos venían con el departamento, además no me iba a llevar nada porque donde iba a vivir lo tenía todo y más.

—Deberías invitar a tu madre —habló Alek desde la sala. Me encontraba en la cocina acomodando la despensa mientras él acomodaba los cojines y extendía la frazada en el sillón grande.

—¿Te gustaría conocerla? —le pregunté y me miró.

—Por supuesto. Es tu madre y solo la tienes a ella —sonrió —. Es parte de tu vida y me gustaría conocerla en persona, no solo por videollamadas o fotos —mi corazón se apachurró al escucharlo decir estas palabras.

—Me encantaría que la conozcas. Pero no sé si pueda viajar —Alek se acercó y quedó del otro lado de la barra.

—¿Crees que no le gustaría venir?

—No es eso —doblé las bolsas de la despensa y las guardé en uno de los cajones —. Está enferma y no sé si pueda viajar. Recuerda que vive lejos —asintió.

—Habla con ella y dile lo que pienso. Que vaya al médico a ver que le dice —asentí —. Ojalá pueda venir. Quiero conocerla —cogió mis manos por encima de la barra.

—Ella ya te quiere. Dice que eres un buen hombre y que demuestras ser diferente a ya sabes quién —se mostró serio, pero no enojado.

—Tu madre también es una buena persona y merece la hija que tiene —apretó mis manos —. Y me encantaría conocerla. Si ella no puede venir nosotros podemos visitarla.

—Pero, ¿qué va a pasar con lo de Vanya?

—Sería después de rescatarla —asentí.

El plan estaba en marcha. En unos días entrarían a sacar a Vanya de donde Seth la tenía y lo mejor sería cuando él no estuviera. Les llegó información de que Seth saldría de la ciudad e iría a México, así que iban a aprovechar la situación para rescatarla.

Ahora que ya sabían el nombre del enemigo y que tan cerca se encontraba de nosotros no podían desaprovechar ningún momento. Tenían que actuar antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Cómo va el plan? —le pregunté.

—Bien. Estamos pensando las cosas claramente para no arruinar el plan. De esto depende que Vanya regrese a casa o no.

No me quería imaginar lo que era ser secuestrada y no poder salir de un lugar. Tener que soportar ver a la persona que más odias porque no tienes otra opción. Lo que sea que hizo Vanya no merecía lo que le estaba sucediendo.

—Ella va a regresar —le dije —. Va a estar bien.

—Eso es lo que más queremos —le sonreí —. Voy al club, ¿vas conmigo?

—Sí, vamos.

Salimos del departamento y bajamos al estacionamiento para entrar al auto. Alek condujo directo al club que ahora era uno de los mejores de la zona. Ya no decían que era de mala muerte y que olía a mierda. La verdad es que cuando estaba el antiguo dueño decían eso y más, y era cierto, el lugar era un asco.

Nunca iba a olvidar que ahí me aceptaron a pesar de ser menor de edad y que fue ahí donde aprendí muchas cosas. Sufrí mucho y reí también con las chicas que bailaban en el mismo sitio. No estuve mucho tiempo, ya que Seth me sacó de ese lugar y pensé que sería mejor, pero aunque lo tenía todo no había amor, solo una loca obsesión.

Llegamos al club y Alek estacionó el auto en frente. Apagó el motor y le quitó los seguros a las puertas para que pudiera bajar. Miré la gran fila que se extendía al lado del club, todos esperando para poder entrar. El guardia nos dejó pasar y caminamos hacia adentro. El lugar estaba a reventar. Últimamente, había muchos clientes y eso era bueno tanto para Alek cómo para las chicas.

—Voy a ver a las chicas —le dije a Alek.

—Ve —dejó un beso en mis labios y se alejó hacia la barra mientras yo caminé hacia los vestidores donde las chicas se alistaban para salir.

—¡Eli! —algunas de ellas se acercaron a mí y me abrazaron efusivamente.

—¡Chicas! ¿Cómo están? ¿Todo bien? —las miré.

—Desde que tú y Alek se hacen cargo del club todo va bien —dijo Bri con una gran sonrisa en los labios —. Lo mejor que nos pudo pasar es que tu novio comprara este decadente lugar.

—Ya no es decadente —le dijo una de ellas a Bri —. Ahora es mucho mejor —se jactó de sus palabras. Bri puso los ojos en blanco.

—De acuerdo. Era un lugar decadente —algunas se rieron.

—Saben lo mucho que las quiero y todo lo que hemos pasado juntas. Ustedes merecen lo mejor, trabajar en un espacio decente, donde las traten bien y de donde obtengan buen dinero —las miré —. Lo que pasamos antes no volverá a suceder, se los aseguro. Eso ya quedó atrás.

—Es que tu novio es un sol, ¿verdad, chicas? —chillaron de felicidad —. Se ha portado tan bien con nosotras, nos trata bien y nos paga mucho más de lo que nos daba el viejo panzón ese —las demás le dieron la razón —. Aleksei es el mejor jefe que una puede tener.

Se escucharon solo afirmaciones y palabras bonitas de su parte. Las chicas eran muy lindas. Algunas de ellas empezaron en este negocio antes de cumplir la mayoría de edad, a otras fueron sus propios padres quienes las metieron en este mundo y otras más tuvieron que trabajar en esto, ya que al no tener estudios no podían aspirar a otra cosa.

Las chicas se alejaron y solo nos quedamos Bri y yo. Le ayudaba a peinarle el cabello mientras ella se maquillaba.

—Tu vida ha cambiado mucho, Eli —la miraba a través del espejo —. Te deshiciste del patán de Seth y encontraste a tu príncipe azul.

—Tú siempre me decías que Seth no me convenía y nunca te hice caso —asintió.

—No veía buenas vibras en él. No sé, nunca me gustó para ti.

—Y la única tonta que no se daba cuenta fui yo —negó.

—No seas tan dura contigo, estabas enamorada y uno se ciega cuando se enamora, aunque esa persona no lo merezca y sea un imbécil —decía tranquila —. Pero ahora eres una mujer libre y amada —dejé de peinarla y apoyé mis manos en sus hombros —. Encontraste un buen hombre, Eli, solo vive la vida —soltó una profunda exhalación —. Ya quisiera yo encontrarme a un buen hombre cómo Alek.

—Espero de todo corazón que lo encuentres —le dije sincera.

—Lo haré, ya verás que sí —puso su mano encima de la mía.

Bri era una chica linda, de cabello oscuro, pero para bailar usaba pelucas de diferentes colores. Tenía un buen cuerpo, y se cuidaba mucho para tener más clientes. Años atrás tuvo un buen trabajo en un club prestigioso, pero las envidias de parte de sus compañeras la hicieron renunciar y cayó en este lugar. Bri lo tenía todo, pero de un día para el otro su vida cambió.

Anunciaron a la siguiente chica que iba a antes de Bri.

—Ya casi me toca —se levantó de la silla —. Me voy a cambiar de ropa —asentí.

—Te veo después.

—Nos vemos, Eli —salí de los vestidores y me uní a Alek que platicaba con el encargado de preparar las bebidas.

Me atrajo a su cuerpo con su brazo en mi cintura. Apoyé una mano en su pecho mientras observaba a las chicas trabajar. Ahora se veían más felices de trabajar aquí. Antes este sitio se veía deprimente, sucio y olía mal. Solo entraban viejos depravados que contaban con unos cuantos dólares en los bolsillos. No nos cuidaban y dejaban que nos trataran peor que a basura.

Yo también me sentía feliz al verlas a ellas siendo felices. Nadie merecía vivir lo que una mujer en nuestras condiciones vivía, pero a veces la vida no era justa y había que sobrevivir en este mundo nada justo.

Ahora no me podía quejar, tenía todo lo que alguna vez soñé. Encontré a una persona que me amaba tanto o más de lo que yo lo amaba. Me respetaba y ponía mis deseos antes que los suyos. Alek era todo lo que una mujer deseaba de un hombre y aunque su vida no era precisamente la de un príncipe, dejando de lado que pertenecía a una de las familias más peligrosas y temidas de la ciudad, me trataba bien y me quería. Para mí eso era lo que más importaba.

—¿Estás bien? —preguntó de repente atrayendo mi atención hacia él. Asentí y le sonreí.

—Sí, estoy bien —musité. Alek sonrió. Su mano ascendió a mi mejilla para quitar algunos cabellos que tenía y los hizo a un lado.

—Te ves hermosa —acunó mi mejilla con su mano y con sus dedos acarició mi piel —. Tú siempre te ves hermosa —musitó. Mi corazón latía errático ante tales palabras. Me sentía halagada y muy feliz por cómo me hacía sentir.

—Y tú eres muy guapo —me acomodé para quedar frente a él y no me importó que hubiera personas a nuestro alrededor.

—Te amo, lo sabes.

—Lo sé —mis manos se quedaron en su pecho.

—¿Tú también me amas? —asentí.

—Sabes que sí. No deberías preguntarlo.

—Pero me gusta que me lo digas —negué sutilmente.

—Te amo, Alek. Te amo mucho.

—Y yo te amo a ti, Bambi —me acomodé en su pecho y cerré los ojos. Dejó un tierno beso en mi cabeza y se acercó para hablarme al oído —. Quiero que esto termine para llevarte al departamento y hacerte el amor —sentí el rostro caliente y las mejillas rojas.

—Alek —no me aparté de su cuerpo.

—Es cierto, Bambi. Es lo que quiero hacer ahora mismo.

No le dije nada, tampoco había mucho qué decir. La verdad es que yo también quería ir al departamento y quitarle la ropa para hacerle el amor.

—Si me lo pides, nos vamos —esta vez me aparté y levanté la mirada hacia su rostro —. Dime —insistió.

—Vámonos —sonrió. Cogió mi mano y salimos del club justo en el momento que Bri salía para hacer su baile. Se escucharon los aplausos y los silbidos a nuestras espaldas. Huimos de ese lugar para refugiarnos en nuestro hogar y estar juntos. Deseábamos estar juntos y demostrarnos amor. Lo hacíamos frente a los demás, cada día respetándonos y siendo amorosos, pero había otras maneras de demostrar cuanto nos amábamos y deseábamos y eso era debajo de nuestras sabanas.

Cami

—¿Vas a salir? —preguntó Billy al quedarse bajo el umbral de la puerta.

—Voy a beber algo con Cas. ¿Quieres ir? —metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y apoyó la espalda contra el marco de la puerta.

—No quiero hacer mal tercio —dijo. Lo observé un par de segundos. Se estaba recuperando de todas las noches que no pudo dormir por estar investigando a esa familia.

Estábamos vigilando todos los lugares donde podíamos encontrar a la tal Irina y solo la vimos una noche cuando entró a esa casa en New Jersey y nada más. De ahí en fuera no vimos nunca a Valerik ni a otra persona cercana a él. Ese lugar era una fortaleza.

—¿Ya te sientes mejor? —indagué. Me puse mis pendientes mientras lo miraba.

—Sí, un poco —sacó las manos para cruzar los brazos sobre su pecho.

—¿Sabes algo que me quieres decir? —lo conocía tan bien que sabía cuando algo le molestaba no lo podía ocultar y sus expresiones lo delataban.

—¿Sabes cómo le dicen a Irina?

—Debe ser un apodo igual de nefasto que ella —respondí.

—"Lucifer" —parpadeé. Me sorprendió un poco, pero conociendo lo que hacía tampoco era raro —. Así la conocen en el bajo mundo. Porque para los demás es Irina Kuznetsova, importante empresaria, amante de la moda, dueña de esto y aquello —me levanté y caminé hacia él. Apoyé mis manos en sus hombros y lo miré a los ojos.

—No te rayes la cabeza con este tema. Esa perra va a obtener lo que se merece y la basura de su padre también. En cuanto matemos a Valerik vamos por la cabeza de su hija. No te preocupes por eso —apenas pudo sonreír.

—¿No mientes? —negué.

—Soy la mayor —entornó los ojos —. Tengo prohibido mentir.

—Eres la mayor por diez minutos —me empujó.

—Pero soy la mayor y me debes respeto —Billy desdibujó esa expresión de su rostro tan parecido al mío y sonrió. Lo hizo cómo antes de que todo esto empezara, antes de que el caos llegara a nuestras vidas y todo se fuera al carajo.

Me abrazó. Fue tan repentino que me costó trabajo procesarlo y entenderlo. Correspondí a su abrazo y lo abracé fuertemente. Nos quedamos así un par de minutos. No sabía que necesitaba de este abrazo hasta que lo sentí. No recordaba cuando fue la última vez que mi hermano me abrazó de esta manera. Sí recuerdo que cuando mis padres fallecieron lo hizo y me dijo que nunca me iba a dejar sola y que siempre me iba a proteger.

—Ve con tu novio, anda —nos separamos.

—¿Vas a estar bien? —asintió.

—Necesito descansar para lo que se viene.

—Todo va a estar bien —dio un paso atrás.

—No digas que todo va a estar bien, sabes que todo puede pasar. Las cosas pueden salir mal.

—Sí, lo sé, pero prefiero pensar que las cosas van a salir bien —encogí un hombro —. Prefiero ser positiva —sonrió.

—Cuídate mucho.

—Sabes que lo haré —salió de la habitación y me dejó sola.

Terminé de arreglarme para salir con Cas y cuando estuve lista le mandé mensaje. Respondió diciendo que iba hacia el bar y que nos veíamos allá. Dejé el auto en el estacionamiento y subí al bar que para esa hora no estaba tan lleno, las personas apenas iban llegando.

Encontré a Cas en la zona VIP y a su lado se encontraba Gale. No me molestaba su presencia, me agradaba y era divertido. Hacía tiempo que no lo había visto.

—Hola chicos —los saludé con un beso en la mejilla. Primero a Cas y después a Gale.

—Hola —dijeron al mismo tiempo. Cas me ayudó a quitarme la chaqueta y la colgó en el respaldo de la silla.

—¿Pidieron algo? —ambos negaron.

—Te estamos esperando —dijo Cas —. Encontré a Gale aquí y...

—No tienes que darme explicaciones —le dije serena —. Está bien —miré a Gale —. ¿Cómo estás? Hace meses que no nos vemos.

—He estado trabajando. Había estado desconectado de todo —miró a Cas y después a mí —. ¿Ustedes, cómo están?

—Bien —respondí yo.

—¿Han sabido algo de Seth? Le llamé cuando supe que le dispararon y me dijo que estaba bien, pero desde ese día no sé nada de él —Gale esperaba que Cas le respondiera para saber si su amistad seguía en pie o ya no había nada que hacer.

—Lo vimos el otro día y está bien —Gale, asintió con la cabeza.

—Me gustaría verlo. ¿Ustedes se hablan? —indagó —. Pensé que se odiaban.

—Han pasado cosas —Cas observó a cada lado, esperando que nadie nos estuviera escuchando —. Quien atacó a Seth en los embarcaderos ya había atacado a Cami y la hirió —Gale quería disimular su asombro, pero no podía hacerlo. Su rostro era muy expresivo —. La acosan y al parecer hay un enemigo acechando en las sombras.

—Espera...—Gale se deslizó cerca —. ¿Un enemigo?

—Un ruso loco y su hija —le dije —. Son peligrosos —musité —. Debemos tener cuidado.

—Necesito un trago —levantó la mano y una chica se acercó a nosotros. Gale pidió una botella, vasos y hielos —. ¿Hace cuánto que saben esto y por qué no me lo habían dicho? —nos miró con severidad.

—No te lo había podido decir —le explicó Cas —. Lo sabemos hace poco.

—Que buen amigo eres —se vio molesto. Al entregarnos la botella cogió rápidamente un vaso, le puso hielos y se sirvió coñac —. Yo aquí sin saber lo que sucede cuando allá afuera hay un psicópata suelto —escupió.

—Entre menos te metas será mejor para ti —le dijo Cas. La mirada matadora de Gale era de esperarse. También que reaccionara así.

—Eres mi amigo, joder —golpeó la barra con el puño, llamando la atención de unos cuantos —. Tú y Seth lo son. Daría mi vida por ustedes y sé que ustedes darían su vida por mí. Me importa una mierda lo que suceda y quién sea ese sujeto. Si puedo ser de ayuda lo haré —Cas negó, pero Gale le insistió con la mirada.

—No te vamos a poner en peligro. Seth nunca me lo perdonaría.

—¿Y a quién le importa lo que diga Seth? Él ni siquiera está aquí —masculló. Se sirvió más coñac. Cas se sirvió él y para mí. Llevé el vaso cerca de mis labios y le di un sorbo.

—Gale, esto es peligroso —le recordó Cas —. No son dos integrantes de una pandilla. Valerik es un psicópata y su hija no se queda atrás y luego el otro sujeto que parece una sombra. Los tres son un peligro para nosotros.

—No estamos solos —insistió Gale —. Podemos con esto —Cas negó. Se acercó a él para hacerle entender lo peligroso que era esto y que no era un juego de niños. No íbamos a jugar Jenga, esto se trataba de vivir o morir y en lo personal amo mucho mi vida cómo para dejar que un par de psicópatas me la arrebate.

Me serví más coñac y acerqué el vaso a mis labios. Sentí una pesada mirada que me caló los huesos. Observé a cada lado y no vi nada extraño hasta que a lo lejos divisé una figura masculina entre las personas. Era él de nuevo, vistiendo ropa normal, rodeado de personas normales que bailaban, platicaban y bebían. Se camuflaba perfectamente. En un parpadeo lo perdí de vista. Un segundo estaba ahí y para el otro ya no. Pasé saliva con dificultad y miré a cada lado. Tal vez esto me estaba haciendo daño, pensar todo el tiempo en estas personas era dañino

Cas regresó a su lugar y fue así cómo dejé de observar a mi alrededor. Bebí un poco más de coñac y me centré en la conversación de Cas y Gale.

—No insistas —le dijo Cas a Gale —. No te voy a meter en problemas.

—Esperamos nosotros no tenerlos —le dije a Gale también —. Entre menos personas estén involucradas, mejor —entornó los ojos y nos miró no muy convencido de lo que le decíamos.

—Son tal para cual, por eso están juntos —me reí de su comentario porque no lo dijo molesto, ya se había relajado un poco —. ¿Y ya son novios? —Cas le dio un golpe en el brazo —. ¿¡Qué!? Solo quiero saber si ya son novios formales —Cas cogió mi mano y enlazamos nuestros dedos.

—Somos novios —me miró y sonrió. Asentí bajo la mirada de Gale.

—Qué linda pareja —suspiró exageradamente. Me sonrojé y hundí el rostro en el pecho de Cas. No me besó, ya que sabía que no me gustaban las muestras de afecto en público, nunca me gustaron y él lo entendía. Se limitaba a dejar un beso en mi frente o coger mi mano, pero nunca me besaba en los labios en público, lo entendía y lo amaba por eso.

Hablamos de cosas banales y no tocamos el tema de los Kuznetsov. No quería arruinar esta noche pensando en esos dos ni en mi sombra. Prefería pasarla bien y olvidarme un rato de todo lo malo que sucedía a nuestro alrededor. Quería pensar positivo y que pronto sacaríamos a Vanya de ese lugar y regresaría a casa con su familia.

Salimos del bar muy tarde. No estábamos borrachos, pero sí bebimos mucho. Gale se fue a su departamento y yo me fui con Cas.

—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó Cas, al ver el lugar donde lo llevé. Apagó el auto y miró a través de la ventanilla.

—Esta es la casa que Misha compró para venir a vivir aquí después de casarnos —le dije. Observé la calle, la casa y la puerta. Aquella puerta por la que entramos muchas veces desde que Misha la compró —. Es mía —lo miré —. La puso a mi nombre.

Ambos bajamos y caminamos hacia la puerta. Era un buen vecindario en Queens. Aquí íbamos a formar una familia. Tendríamos a nuestros hijos y seriamos felices. Aquello no se dio, pero la vida me dio la oportunidad de empezar algo bonito con un hermoso hombre y quería aprovecharlo.

Dudé en abrir la puerta, sin embargo, Cas me ayudó y juntos abrimos y empujamos la puerta. Las luces de la estancia se encendieron automáticamente. No había venido aquí desde que Misha falleció. No quería encontrarme con la dura realidad y darme cuenta de que mi prometido ya no estaba. A veces solo pensaba que era una pesadilla.

—Podemos ir al departamento —negué.

—No. Estoy bien —di el primer paso y otro más. Entré por completo y la soledad me abrazó junto con la melancolía. Una sensación embargó mi cuerpo, pero me negué a llorar. Cas cerró la puerta detrás de sí —. Esto era lo último que tenía de Misha que aún no se lo mostraba a nadie —giré sobre mis pies para verlo —. Y ahora es nuestro —Cas dudó en hablar. No sé cómo se sentía, si estaba incómodo con esto.

—Bebé, no tienes que hacer esto —negué y cogí sus manos —. Esto era suyo. De ustedes. Él la compró para ti, para que cuando se casaran vinieran a vivir aquí.

—Y sé que Misha lo acepta. Nunca fue egoísta. Era el hombre más bueno que hubiera conocido. Sé que está bien con esto —Cas iba a decir algo, pero lo callé poniendo un dedo sobre sus labios —. No me lleves la contraria por favor. Solo vivamos nuestro romance y hagamos lo mejor que podemos hacer —me miró.

—¿Y qué es lo mejor que sabemos hacer? —llevé sus manos a mi cintura.

—Amarnos, bebé —una dulce sonrisa se deslizó en sus labios.

Se acercó lentamente para besarme y lo hizo de una manera suave, tibia, lenta. Se tomó el tiempo para saborear mis labios y conocer mi boca. Estaba consciente de que esta sería la primera vez que haría el amor con Cas y no tenía miedo. Lo quería y lo necesitaba. Estaba esperando este momento y el lugar era perfecto. Todo se había acomodado para que esta fuera "la noche" y no podía estar más ansiosa y feliz. Llevé mis brazos a su cuello y lo atraje a mi cuerpo. Deslizó las suyas desde mi cintura y acarició mis caderas, descendió un poco más y acunó mi trasero. Gemí en cuanto se acercó tanto que sentí su excitación a la altura de mi vientre.

No dijo nada, solo me cargó en sus brazos y me llevó escaleras arriba.

—¿Cuál es nuestra habitación? —preguntó y besó mi cuello. Me reí cómo una tonta por las cosquillas que dejó en mi piel.

—La última puerta de la derecha —asintió y caminó directamente hacia la habitación. No observó el pasillo, fue directo a su objetivo y le ayudé a abrir la puerta. Entramos y me dejó con cuidado en el colchón tras cerrar la puerta con su pie.

Se arrodilló frente a mí y se deshizo de mis botines, mientras yo me quitaba la chaqueta y la blusa.

—Quítate la blusa de una vez —dijo. La tela de mis jeans acarició mi piel, para después dejarme expuesta y casi desnuda frente a él. Solo llevaba puesta mi ropa interior negra de encaje —. Me gusta el encaje —dijo. Besó el interior de mis muslos y los mordió un poco. Las marcas se hicieron visibles en pocos segundos.

Ascendió con besos por mi monte de Venus y besó mi ombligo. Se detuvo para quitarme las bragas con los dientes ayudado de sus dedos. Abrí las piernas mientras él me jalaba hacia abajo y se acomodaba en medio de mis piernas. Las besó y lamió. Al llegar a mi sexo, acarició mi clítoris con la punta de su lengua. Lo chupó y lo succionó. Llevé mis manos a mis senos y cerré los ojos ante la ola de placer que me estaba embriagando. Usaba la lengua para penetrarme y me enloquecía cuando lamía mi vulva por completo. No usó los dedos y no tenía que hacerlo, lo que estaba haciendo con su lengua me arrastraba al infierno.

No usamos palabras, solo jadeos y gemidos que inundaron la habitación. No teníamos que decir nada para saber lo que el otro estaba sintiendo. Me encontraba húmeda y excitada. Mi pecho subía y bajaba. La piel me hormigueaba. El tiempo se detuvo y todo explotó en el momento que me robó un orgasmo que me hizo gemir por el placer. Cas no se detuvo, al contrario, continuó lamiendo cómo lo había estado haciendo. Me probó y me succionó hasta casi llevarse mi alma. Y cuando se detuvo me sentí en el cielo. Me tomé unos minutos para respirar y pensar con claridad. Pero Cas quería continuar, así que ascendió con besos por mi piel hasta llegar a mis senos. Metió las manos bajo mi espalda y me quitó el sujetador.

—Ahora sí estás completamente desnuda para mí —se quitó los pantalones y los calzoncillos. Le ayudé con la camisa y arrojé la prenda al suelo. Lo admiré desde abajo. Cada musculo que se dibujaba cada que se movía o tensaba la espalda. Se ejercitaba y eso era notorio. No tenía ni un solo tatuaje y eso contrastaba demasiado con mi piel. La suya era un lienzo limpio y la mía era un lienzo de muchos colores y formas.

—¿Y eso te gusta? —pregunté. Mis manos se deslizaron por sus brazos, los acaricié con las yemas de mis dedos.

—Me gusta mucho —mis piernas se abrieron mientras él se metía en medio de ellas. Rozó su miembro con mi sexo y sentí cosquillas por la sensibilidad de la que era presa en ese momento —. No traigo condones —dijo.

—No te preocupes, me estoy cuidando —sonrió y cogió su miembro con una mano. Lo acercó a mi entrada y jugó con él para mojarse más. Yo ya no lo necesitaba, me encontraba demasiado excitada y ansiosa.

—Me dices si te duele —iba a preguntar a qué se refería con eso, pero no pude ni pensar en nada, mi mente se quedó en blanco en el preciso instante que deslizó la punta en mi interior. No sé qué expresó mi rostro, pero al ver el suyo lleno de preocupación intenté relajarme —. ¿Te duele? —me sostuve de sus brazos.

—No. Continúa —no se veía muy convencido de sí hacerlo o no —. Por favor —le pedí.

Dudoso se adentró en mi interior. Apreté los ojos y los abrí de golpe al sentir todo su grosor adentro. Me rozaba y abría más de lo que se podía. Era grueso, duro y tan erecto que pensé me iba a romper si se movía de más.

—¿Está toda adentro? —hundí mis uñas en sus brazos al sentirlo deslizarse más profundo.

—Bebé, es solo la mitad —un jadeo salió de lo más profundo de mi pecho.

—¿Es solo la mitad? —pregunté aterrada.

—Sí. Es solo la mitad y te va a doler un poco —asentí —. Lo voy a hacer lo más lento para no lastimarte —asentí de nuevo ante sus palabras —. Si quieres que pare lo haré.

—Sigue —me dolía, sí, pero lo necesitaba todo en mi interior. Quería sentir todo su tamaño y su grosor en lo más profundo —. Ay Dios —apreté los ojos y derramé una lágrima.

—Bebé —musitó y lo callé besándolo. No quería que hablara. No quería escuchar nada. Solo quería sentir y nada más.

Llevé mis manos su trasero para invitarlo a continuar. Que hiciera lo suyo y me dejara exhausta hasta que no pudiera levantarme de la cama. Me dolía, pero el dolor me gustaba y si después de eso iba a tener un rico orgasmo lo podía soportar.

—Te estoy lastimando —se apartó y abrí los ojos.

—No importa.

—Sí importa.

—No. Me gusta. Lo juro. Hazme el amor, por favor —le supliqué con la mirada y la voz —. Hazlo. Solo tengo que acostumbrarme a tu tamaño —con su pulgar limpió aquella lágrima de mi mejilla.

Tardó unos minutos para aceptarlo, pero continuó moviéndose. Se adentraba y salía un poco. Volvía a entrar y salir. Poco a poco me acostumbré a él y su grosor. Ya no me ardía ni dolía, pero estaba segura de que después lo iba a resentir. No pensé en eso, me dejé llevar por todo lo que sentía. Dejé que me follara, que me besara y me hiciera suya por completo. De nuevo me hizo sentir en el paraíso y me dejó exhausta sin ganas de levantarme de la cama.

—¿Estás bien? —nos encontrábamos desnudos, cubiertos por una sabana.

—Estoy bien —le dije. Me abrazaba por la espalda y era la mejor sensación. Hacer el amor y después quedarnos acostados en la cama.

—Dime la verdad —giré sobre mi hombro y lo miré a la cara. No quería que hubiera dudas o miedos.

—Bebé, estoy bien. Me dolió, sí, pero me gustó —no se veía tan convencido, así que haría lo que fuera para convencerlo —. Me gustó mucho.

—No sé por qué no te creo —sonreí.

—Ya te dije que estoy bien y quiero repetir las veces que sea —dejé un beso en sus labios.

—Te abrazo —se vio un poco más convencido, pero no lo estaba del todo —. Te quiero —dijo.

—Y yo te quiero a ti también —confesé.

Cas se quedó dormido profundamente, así que aproveché para hacer algo que quería hacer desde que puse un pie dentro de la casa. Me senté en la orilla del colchón y me quité el anillo que Misha me regaló el día que nos comprometimos.

—Te amé tanto que no pensé amar a nadie con la misma intensidad —musité. No quería despertar a Cas —. Fuiste mi primer amor y aseguré que serías el último, pero llegó Cas a mi vida y ahora...—hice una pausa —. Creo que ya lo sabes —admiraba el hermoso anillo con un gran diamante —. Nunca te voy a olvidar, voy a recordar cada momento que pasamos juntos y todo lo bueno que le diste a mi vida. Te amo. Te amo infinitamente. Te amaré hasta la eternidad, pero es hora de empezar de nuevo —le di un beso al anillo y lo guardé dentro de una cajita que metí en el cajón de la mesita de noche.

—¿Bebé? —me llamó Cas con voz adormilada.

—Voy —me metí bajo las sabanas y lo abracé para dormir juntos. Nuestra primera noche durmiendo juntos.

No sentía remordimiento de que estuviera haciendo algo mal. Me sentía bien y en paz. Amé a Misha hasta el último de sus días y más allá. Nadie lo amó cómo yo y nadie me amaría de esa manera, pero era un amor diferente al que sentía por Cas y él por mí. Misha fue mi primer amor y yo el último de él. Era hora de mirar hacia delante y dejar el pasado en donde correspondía.

—Te quiero —Cas dejó un beso en mi frente.

—Te quiero —le dije. 

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¡Hola! Espero que les haya gustado el capítulo. Ya no van a ser 60 capítulos cómo les había dicho, serán 56, así que solo faltan tres para terminar el libro. ¡Sí, solo tres! Así que estén preparadas para la bomba que se viene. Los últimos capítulos serán decisivos y muy importantes para el segundo libro.

Besitos 😘🥰

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