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Capítulo 50. 🔗

Seth

Me removí en mi lugar un poco incómodo por la situación. Vanya parecía más bien feliz y estaba disfrutándolo. Tal parecía que esto le gustaba y que por fin tendría un poco de acción después de meses de estar inactiva.

—¿Haremos qué? —le preguntó Nate —. No vamos a matar a nadie —bebió lo último que tenía dentro de la copa.

—Tal vez tú no lo hagas mi amor, pero yo sí —dejó la copa sobre la mesa —. Lo más probable es que este sujeto, quien quiera que sea tuvo que ver con lo que sucedió aquella noche. Y si es así conoce al responsable de que Seth esté así —señaló.

—¿Ahora te preocupas por él? —indagó mientras comía.

—Me importa un bledo lo que ocurra con él, pero solo yo puedo herirlo y casi matarlo —alcé una ceja.

—¿Eso es bueno o malo? —indagué.

—Es bueno —dijo, pero me quedé pensando —. Duncan lo va a traer y de todos modos hay que matarlo. Si alguien sabe que estoy aquí va a hablar y alguien más lo sabrá —me miró porque sabía que significaba eso —. Eso no te conviene —entorné los ojos.

—Ya sé lo que intentas. No me manipules.

—Sabes que te conviene —miré a Nate. Se encogió de hombros tras unos segundos y continuó comiendo.

Cobarde.

—Lo sé, pero es raro que me digas lo que tengo que hacer —admití.

—¿Y no te gusta? —inquirió. Se cruzó de brazos —. Tu cabeza es un caos y yo soy la paz que necesitas. Sin mí tomarías pésimas decisiones, no sabrías qué hacer y ya hubieras destruido esta ciudad —me quedé pensando unos segundos mientras ella me miraba atentamente. Nate no tomó partido por ninguno de los dos. Era neutral, pero lo conocía y siempre estaba del lado de ella. La amaba tanto y no lo podía disimular.

Ninguno de los dos lo podía disimular más.

—De acuerdo —tras decir esto una sonrisa se dibujó en sus labios —. Lo haremos. Pero si no conseguimos nada lo matamos antes de que nos meta en problemas.

—Puede meterte en problemas a ti, a mí no —se sirvió más vino y lo bebió de golpe. Creo que de los tres ella era la más feliz por esta situación.

Nate terminó de cenar y entre los dos lavaron los platos sucios. Prepararon un rico postre para el día siguiente y después nos sentamos en la sala para ver una película mientras esperábamos a Duncan. Ya había tardado y no se me hacía raro, ya que la ciudad siempre era un caos.

Escuchamos el ruido de un auto y nos levantamos de inmediato, hasta Zora se despertó y según ella estaba dormida. Me levanté detrás de Vanya y la seguí hacia la puerta principal. Vanya salió de la casa y Duncan abrió la puerta de la camioneta. Tal como lo dijo en el maletero se encontraba aquel sujeto que me había ido a buscar a las oficinas.

—¿Lo reconoces? —preguntó Vanya.

—No, no lo he visto en mi vida —le dije. Miré a Duncan —. ¿Dónde lo encontraste?

—Entró a New Jersey. Anduvo de un lado al otro. Entraba a cafeterías, una librería y después a una lujosa mansión. Ahí se quedó un par de horas.

—¿No viste salir a nadie de ahí?

—Sí, salieron dos autos, pero los vidrios estaban tintados, así que no logré ver quién iba dentro —Vanya exhaló —. Cuando salió de aquella mansión lo intercepté y lo subí al maletero.

—Buen trabajo —le dije —. Ahora hay que llevarlo dentro.

—¿A dónde se supone que lo vas a meter? —preguntó Nate. Giré e iba saliendo de la casa.

—Para eso está el sótano —le dije —. No va a ocupar una de las habitaciones cómo nuestro invitado —aclaré.

—Hagan lo que quieran —giró sobre sus talones y entró a la casa.

No estaba de acuerdo con lo que estábamos haciendo, pero tampoco teníamos otra opción. Era esto o dejar pasar la oportunidad de saber quién nos estaba jodiendo los negocios y la vida. No solo a mí también a los rusos. Por lo visto compartíamos al mismo enemigo. Alguien nos quería ver mal y lo estaba consiguiendo. Si no lo deteníamos nos podía joder todo.

Entre Duncan y dos hombres más metieron al sujeto a la casa y después lo bajaron al sótano. Lo dejaron encima de la pequeña cama que había comprado para cuando Vanya estuviera aquí abajo, pero no pude dejarla en ese sitio tan frío y solitario.

—Gracias —les dije y los tres subieron. Nos dejaron solos con el hombre aquel. Iba vestido de negro. El cabello oscuro y los ojos azules. Por más que intentaba recordar si lo había visto en el pasado no había nada. Ni siquiera la noche del ataque supe quién lo hizo. Todos iban con el rostro cubierto.

—¿No sabes quién es? —Vanya me hizo una seña y entre los dos lo sentamos en la silla para después atarlo de pies y manos.

—No sé quién es —me acerqué y revisé sus bolsillos con la esperanza de encontrar alguna identificación o algo que nos dijera quién era ese hombre. No encontré nada, solo una nota con la dirección de donde podían encontrarme —. No lo había visto nunca.

Vanya se colocó a mi lado y los dos lo observamos detalladamente.

—¿Tú lo habías visto? —le pregunté. Ella negó con la cabeza.

—No sé quién es —cogí su mano y enlacé mis dedos con los suyos. Su piel se sentía suave y tibia al tacto —. Está despertando —dijo. Lo miramos y efectivamente estaba despertando poco a poco. Abrió los ojos perezosamente, así que nos quedamos de pie frente a él esperando a que despertara.

Después de unos minutos despertó por completo. Lo que sea que Duncan le inyectó para sedarlo era muy fuerte, ya que lo dejó noqueado por algunas horas y medio aturdido. Se le iba la cabeza de lado y musitaba palabras indescifrables.

—Also bist du hier¹ —dijo algo en otro idioma que no entendí.

—¿Qué dijo? —le pregunté a Vanya.

—"Así que aquí estás" —musitó a mi lado.

—Wer bist du? Was willst du?²

—Wir haben dich überall gesucht und sieh dich an. Es war der Amerikaner, der dich entführt hat³ —se rio con ironía. No estaba entendiendo nada de esta conversación. Miré a Vanya en busca de una explicación.

—Dice que me han estado buscando por todos lados. No cree que sea posible que tú me hayas secuestrado —lo miré mal.

¿Cómo que yo no era capaz de secuestrar a alguien?

—¿Disculpa? —el sujeto me miró de arriba abajo. Después se concentró en mirar a Vanya.

—Wer ist dein Chef? Hat er auf Seth geschossen?⁴ —no respondió a lo que sea que Vanya le preguntó —. ¡Responde malnacido! —me soltó y le propinó un puñetazo en la mejilla que le hizo girar la cabeza. Regresó la cabeza y se rio de manera burlona —. ¡Te estoy hablando, responde! —lo sacudió cogiendo su camisa, pero aquel hombre ni se inmutó ante sus gritos y amenazas. Le dio una bofetada y lo soltó bufando.

—No va a decir nada —se restregó el rostro con frustración.

—Déjame a solas con él y te aseguro que va a hablar.

—No te voy a dejar sola con él —dije obvio.

—¿No confías en mí? —indagó.

—No confío en él —lo señalé —. Tal vez esto es lo que quiere. Que te deje sola con él para hacerte daño —Vanya se acercó a mí y usó sus dotes de seducción a los que no les podía decir que no. Sabía bien que me derretía ante sus lindas palabras y sus bonitos gestos.

—Por favor —dejó un beso en mi mejilla —. Serán unos minutos.

—No —no estaba nada convencido de dejarla aquí abajo con ese bastardo —. No me vas a convencer de ninguna manera.

—¡Te odio! —golpeó al sujeto una y otra vez. En el rostro, en el estómago y cogió un fierro con el que le dio en las piernas. Me acomodé recargando la espalda contra la pared, mirando la sangrienta escena que se desarrollaba frente a mí.

No sé si al pobre hombre no le dolían los golpes o era tan fuerte que ni los sentía, pero a mí me dolía todo solo al ver lo que Vanya le hacía y ninguno de los dos se veía afectado por la situación.

—¿¡Me vas a dejar o no!? —preguntó. Se pasó la mano por la mejilla para quitar el rastro de la sangre que le había salpicado.

—Ya casi lo matas —señalé.

—Idiota —le soltó un último golpe y soltó el fierro para subir y dejarme solo con aquel psicópata. Agarré un puñado de su cabello alzando su rostro.

—Si yo fuera tú mejor hablaba antes de que te haga algo peor —sugerí.

—Púdrete —masculló y solté su cabello. Le propiné un puñetazo antes de irme.

Al subir y caminar hacia la cocina me encontré con Vanya sentada en uno de los bancos de la isla. Ya se había limpiado la sangre y comía del bote de helado como si nunca en su vida hubiera comido.

—¿Estás mejor? —le pregunté. Cogí una cuchara y me senté a su lado para comer helado.

—¿Me veo mejor? —alzó una ceja.

—No. Pregunto por cortesía —sonrió y negó con la cabeza.

—Tonto —me dio un empujón con su hombro y continué comiendo helado.

—No debes enojarte —le dije —. Eso es malo.

—¿Me lo dices tú que te enojas a cada rato y por todo?

—Lo sé, pero tú eres hermosa y si te enojas vas a envejecer pronto. ¿Quieres eso? —negó —. Yo sé que no. Entonces no te enojes con ese bastardo.

—No sé —cogió helado y metió la cuchara a su boca —. Siento algo familiar —la miré.

—¿Con ese sujeto? —asintió —. ¿Te recuerda a alguien?

—Debe ser eso —cogí la cuchara y la acerqué a su boca. Devoró el helado sin quitar la mirada de mí.

—¿Qué haremos con él?

—No va a hablar —admitió —. La fidelidad que le tiene a su jefe es tanta que estará dispuesto a sacrificarse por un bien mayor. De lo contrario ya hubiera hablado. Es un buen soldado —encogió un hombro —. Lástima que vaya a morir.

—Todo esto es muy extraño. No sé...

—¿A qué te refieres con que es extraño?

—La primera vez que nos atacaron iban directamente hacia ti y esta vez me atacaron a mí. No creo que las armas les importen una mierda. No las han sacado a las calles. Me querían a mí —me miró —. Por alguna extraña razón nos hieren solo a nosotros —frunció el ceño —. O no —me quedé pensado.

—¿En qué piensas?

—Necesitamos saber si a alguien de tu familia también lo han atacado.

—¿Vas a ir con mi familia a preguntarles? Te van a echar a la calle de una patada en el trasero —reí.

—No, no les voy a ir a preguntar a tu casa. Voy a contactar a Cami —bufó y dejó de comer helado —. Ya sé que me odia.

—Y con justa razón.

—Pero si ellos saben algo que nosotros no, tienen una ventaja.

—Mi familia no va a querer aliarse contigo —cogió mi mano —. Te odian.

—Lo sé —la miré. Su otra mano ascendió a mi mejilla y dejó una suave caricia con sus nudillos. Al tenerla tan cerca pude ver que tenía unas cuantas y diminutas manchas de sangre en la nariz y las mejillas. Su ropa también estaba salpicada y tenía sangre debajo de las uñas —. ¿Te puedo decir algo?

—Dime —su mano descendió de mi mejilla a mi garganta y después a mi pecho.

—Te veías tan sexy golpeando a ese sujeto —Vanya se rio y sus mejillas se pusieron sutilmente rojas.

—Ah, ¿sí? —asentí.

—Eres fantástica y letal —acuné su mejilla con mi mano y me deslicé cerca para besarla —. Te necesito —murmuré sobre sus labios. La besé de nuevo devorando sus labios y su lengua. Vanya correspondió a mi beso y se dejó llevar por el calor del momento.

—¿Me necesitas? —preguntó y asentí.

—Demasiado —metí las manos debajo de su blusa y tiré de la prenda hacia arriba para liberarla de la tela que cubría su cuerpo. Bajé hacia su cuello y después al valle de sus senos.

Ved'ma...—se apartó, deseosa, con la respiración agitada.

—Hagámoslo —dijo y se levantó de inmediato para caminar hacia la sala. Nos dejamos caer en el sofá más grande con ella arriba de mí —. ¿No te voy a lastimar? —preguntó.

—Nunca me lastimarías —me quitó la camisa y me deshice de sus pantaloncillos.

—Si te lastimo me dices —asentí.

—Hazlo.

Empezó besando mis labios y poco a poco se apartó para descender a mi garganta, mi pecho y mi abdomen. Dejó suaves y pequeños besos en la herida que aún no cerraba por completo. Me levanté en el momento que cogió la tela de mi pijama y me bajó los calzoncillos. Se acomodó arriba de mí a la altura de mi miembro y lo cogió los dedos. Lo acercó a su entrada y se deslizó hacia abajo.

—Joder —gemí y cogí sus caderas con ambas manos. Vanya jadeó y se mordió el labio. Salió un poco y se dejó caer una vez más —. Demonios —maldije. Se dejó caer de nuevo y se restregó con fuerza arriba de mí. Su vagina estaba húmeda, estrecha y tibia —. Maldición —sonrió —. Eres perfecta.

—Lo sé —se sostenía de mi pecho para mantener el equilibrio mientras se frotaba y me follaba con ganas —. ¿Te gusta? —el cabello le caía en los senos y en los hombros. Sus tetas rebotaban cada vez que se movía de adelante hacia atrás.

—Me encanta cómo te mueves. Sigue así —le pedí.

Continuó con sus torturadores movimientos. Cada parte de mi cuerpo reaccionaba a sus delicados besos y sus dulces caricias. Sus ágiles caderas oscilaban en círculos, de un lado al otro. Cada tanto me besaba y me mataba con cada beso. Me hacía sentir en el maldito infierno. Las llamas de su pasión me quemaban y me guiaban a un limbo de pasión e incontrolable deseo. Cerré los ojos disfrutando de la embriagante sensación que solo ella me hacía sentir. Su piel pegada a la mía. Su cuerpo encajando perfectamente con mi cuerpo, cada hueso, cada parte embonaban impecablemente.

Éramos perfectos juntos, los tres. Ella con su locura, con sus ganas de vivir, con todo el deseo que desbordaba en cada poro, con su maldad y esa aura tan oscura cómo su negra alma. Nate con su bondad, con lo puro de su alma y con todo lo bueno que tenía para dar. Y yo, con los demonios que cargaba en mis hombros. Con mis traumas y todos los miedos que me seguían en cada paso que daba. Estábamos bien. Lo nuestro estaba bien, aunque para los demás no lo estaba. ¿Una relación de tres? ¿Dos hermanos con una hermosa rubia? Cualquiera podría pensar que éramos dos monstruos que habían atrapado a la pobre chica y que no tenía más opción que esto, pero era todo lo contrario, ella nos cautivó, nos atrapó y nos enamoró con cada acto, con cada caricia y con su manera tan descarada de ser.

—Sigue así —le pedí. El éxtasis rasguñaba y pedía a gritos salir. Me concentré en su hermoso rostro, en cada gesto y en sus movimientos. Continuó moviéndose, restregándose, follándome cómo solo ella sabía hacerlo. Tensé la mandíbula y hundí los dedos en su cremosa piel en el instante que todo explotó dentro de mí y gemí su nombre. Me estremecí, maldije y lo disfruté tanto como lo había deseado. Cada gota de mi semen fue derramado dentro de ella. Sus paredes vaginales me apretaron con fuerza y tuve que abrazarme a su cuerpo para poder soportar tanto placer. Hundí mi rostro en el hueco de su cuello y cerré los ojos.

Vanya me abrazó y me pegó a su pecho. Olí su cabello y su piel. Siempre olía bien.

—Me gusta cuando me follas —le dije. Besé su cuello, su hombro y su clavícula.

—¿Te gusta mucho o poco? —preguntó. Nos separamos y cogí la frazada para cubrirnos con ella.

—Me fascina —se acostó apoyando la mejilla en mi pecho y exhaló. Vanya sonrió y dejó un beso en mi piel.

—Seth...—habló temerosa.

—Dime —acariciaba su espalda con mi mano abierta.

—¿Tú me quieres? —indagó. No sabía cómo decirle que sí, que la quería y que me odiaba por eso, porque me juré que no lo haría y que la iba a odiar por el resto de mi vida. Me juré que le destruiría, la rompería y jugaría con ella, pero quien terminó roto y quien jugó conmigo fue ella y no yo. ¿Cómo le decía que todos mis putos planes cambiaron y que ahora no veía mi maldita vida sin ella? ¿Cómo le decía que veía mi vida a su lado y que solo la tenía en mi cabeza todo el tiempo?

—¿Por qué lo preguntas?

—Solo quiero saber si esto es real o solo es porque me tienes aquí encerrada...

—Te quiero —le confesé —. Y esto no es por el secuestro. Te quiero de verdad. Te quiero cómo nunca he querido a nadie. Te quiero y me da miedo —exhalé.

—Yo también te quiero, Seth. Y también tengo miedo.

—¿También quieres a mi hermano? —me atreví a preguntar, aunque ya conocía la respuesta.

—Sí, también lo quiero de la misma manera que te quiero a ti —sonreí y cerré los ojos.

—Quedémonos así un rato, te lo pido. Me gusta la paz que viene después del caos.

—¿Cuál caos?

—Tú, eres el caos de nuestra vida —dejé un beso en su cabello.

Cerré los ojos y dejé que el tiempo transcurriera mientras la tenía en mis brazos. Le hice el amor y disfruté de cada jodido segundo que pasé dentro de ella.

—Seth —abrí los ojos de golpe. No sé cuantos minutos habían transcurrido, pero desperté confundido y con sueño.

Nate caminó hacia nosotros y se sentó en el sillón de enfrente.

—¿Qué quieres? —Vanya se incorporó y bostezó. Ya no le molestaba vernos juntos o a ella desnuda ante mi presencia.

—¿Qué vamos a hacer con el sujeto que está allá abajo? —preguntó y nos miró a ambos. Me senté con la frazada cubriendo mis piernas. Miré a Vanya, esperando que dijera algo. Ella tenía ganas de matarlo y quién era yo para decirle que no lo hiciera.

—Dejen que hable con él —nos dijo —. Si no dice nada lo mato y se lo llevan a su jefe en una caja completamente descuartizado —Nate tragó saliva y yo me quedé en silencio ante sus crudas palabras —. Que sepa lo que le va a pasar si se mete con nosotros.

—¿Estás segura? —le pregunté y cogí su mano, enlazamos nuestros dedos ante la atenta mirada de Nate.

—Sí, estoy más que segura. Dejen que yo me haga cargo de él. No quiero que te manches las manos con esa basura —le dijo a Nate —. No vale la pena —mi hermano le sonrió agradecido.

—De acuerdo —se levantó —. ¿Vamos a dormir? Mañana tengo que salir temprano —se quedó esperando sentado en el sillón hasta que por fin se levantó y caminó hacia la escalera.

—Ya te alcanzamos —asintió y subió.

—¿Estás segura de lo que vamos a hacer? —arrastré la mirada hacia ella.

—Estoy más que segura, así que no me cuestiones de nuevo. Sé bien lo que hago y las consecuencias que esto va a traer, ¿y sabes qué? No me importa —apretó sus dedos con los míos.

—Está bien, confío en ti y en que sabrás hacer las cosas bien —me regaló una encantadora sonrisa.

—¿Vamos a dormir? —preguntó y asentí.

—Vamos —subimos agarrados de las manos y entramos a la habitación de Nate, quien ya esperaba con la pijama puesta dispuesto a dormir. Me cepillé los dientes y me metí con ellos a la cama. Abracé a Vanya por la espalda mientras que Nate la abrazaba por la parte de enfrente. Rodeé su cintura con un brazo y me pegué a su pecho. Solté una larga exhalación y pegué mi mejilla a su espalda. Olía tan bien y el calor que su cuerpo desprendía me reconfortaba, me hacía sentir menos miserable. No sabía cuanto más iba a poder sostener esta mentira y no revelarme ante la verdad. No quería que se fuera, no quería dejarla ir porque sabía que si lo hacía y le abría las puertas de la libertad nos iba a dejar y no miraría atrás. Lo que más amaba antes que a nosotros mismos era su libertad y no estaba dispuesta a perderla por nadie, ni siquiera por mi hermano o por mí.

Nate

Salí de la casa a la oficina, pero no me quedé más tiempo ahí. No con todo lo que estaba sucediendo en la casa y que me tenía de nervios. No sé si era un cobarde por no querer quitarle la vida a nadie, aunque fuera nuestro enemigo, pero no podía ni pensar en la posibilidad de tirar del gatillo para matar a una persona tan detestable cómo lo era ese sujeto.

Estaba consciente de que no hizo cosas buenas y que por algo Vanya y Seth lo tenían encerrado en el sótano, pero si se querían deshacer de él lo tenían que hacer ellos mismos con sus manos y no iban a contar conmigo para esto. Aún no llegaba a ese punto sin retorno donde quitarle la vida a alguien dependía de si matar o morir.

—Listo —Vanya salió del sótano y cerró la puerta detrás de sí. Se venía secando las manos de la sangre que salpicaba su rostro, su ropa y sus zapatos.

No se veía afectada con lo que acababa de hacer y tampoco me sorprendía, ya que era una asesina despiadada que no sentía remordimiento por matar a alguien. No le importaba quitar una vida y eso me ponía en una gran disyuntiva.

—¿Está hecho? —le preguntó Seth.

—Está hecho —caminó hacia la cocina y se lavó las manos —. Dile a Duncan que lo regrese a donde pertenece.

—¿Te dijo algo? —le pregunté. V me quitó el vaso de agua y la bebió por completo.

—Nada. Cómo lo suponíamos. Le fue fiel a su jefe hasta la muerte. Aunque no murió de manera digna y no quiero entrar en detalles, pero sufrió mucho —tragué grueso y miré a mi hermano.

Seth pensaba diferente a mí y a él le parecía buena idea todo lo que V hacía. No le cuestionaba nada y hacía todo lo que ella le pedía. Si ella le decía que quería un poni él se lo compraba sin rechistar. Seth cayó mucho más rápido de lo que me imaginé y más profundo. Haría lo que fuera por ella, pero no darle su preciada libertad.

—Le voy a llamar a Duncan —sacó su celular y marcó el número de Duncan para avisarle que podía entrar y llevarse lo que quedó de aquel hombre.

—No te sientes cómodo con esto —me dijo y la miré.

—La verdad no —musité.

—Te vas a acostumbrar —se acercó y acarició mis labios con su pulgar. Noté la ligera capa de sangre en sus uñas.

—No sé si me quiero acostumbrar —le dije —. No sé si quiero esta vida —cogió mi barbilla con sus largos y elegantes dedos y me obligó a mirarla a los ojos.

—Te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir: Debes acostumbrarte a esta vida porque es la única que tienes y entre más rápido te hagas a la idea, más pronto lo vas a aceptar. ¿Entiendes lo que te digo? —asentí. Dibujó una sonrisa en sus hermosos labios y después me besó.

—Entiendo —murmuré.

—Así me gusta —sin soltar mi barbilla dejó otro beso en mis labios. No olía a perfume caro o ropa nueva, esta vez me llegó el olor metálico a la sangre que la rodeaba.

—Duncan viene para acá —habló Seth. Vanya soltó mi barbilla, sin embargo, se quedó a mi lado.

—Esperemos que no se salga del plan.

—No lo hará. Duncan sigue los planes al pie de la letra y no se desvía de ellos —guardó su celular en el bolsillo de su pantalón. No quería que V tuviera acceso a celulares o computadoras para que no se comunicara con su familia y que pudieran llevársela. Ya no estaba seguro de si lo mejor para mí era tenerla aquí o que regresara con su familia.

—Bueno, me voy a dar una ducha y me avisan cuando regrese. Me gustaría ver la cara de su jefe cuando le entreguen los restos de su soldado —formó un puchero —. Lástima que no se puede todo —dejó un apretón en mi hombro y subió a su habitación.

—Yo...—seguí con la mirada a Vanya. Sus caderas se balanceaban de un lado al otro —. Tengo que subir —le dije a Seth.

—Sí, tienes que subir —lo dijo más cómo burla que en serio.

Subí y entré a la habitación de Vanya. La busqué, pero no estaba ahí. Cuando escuché que cantaba dentro del baño me metí sin preguntar. Había preparado la tina y esta rebosaba de espuma. Ahí dentro olía a lavanda y ella se veía tan relajada.

—¿Qué se supone que estás haciendo, príncipe? —cogió la copa con champán y bebió lentamente.

—¿Disfrutaste matar a ese hombre? ¿Hace cuanto que no lo hacías? —me senté a su lado y cogí la esponja para frotar sus pies.

—Sí lo disfruté —se dejó caer en la tina y exhaló —. No recuerdo cuando fue la última vez que maté, pero se siente como si hubieran pasado años —me miró —. ¿Por qué lo preguntas?

—Solo quiero saber cosas de ti —la miré y continué frotando sus pies. Lo disfrutaba porque me mostró el otro para que le diera la misma atención —. Quiero entenderte —alzó una ceja.

—¿Qué quieres entender de mí? No hay mucho que entender. Soy así y si me quieres me deberás aceptar con todos los demonios que llevo dentro.

—¿Tú aceptas a Seth con sus demonios? —terminé de frotar sus pies y continué con sus piernas con otra esponja.

—Sí y me gusta. Me gusta cómo es, sus traumas, sus demonios, las sombras que lo siguen a donde sea que vaya —me miró.

—¿Y qué te gusta de mí? —una sonrisa tiró de sus labios.

—Me gusta todo, tu nobleza, tu buen corazón, tus sentimientos puros. Eres diferente a todos, a tu hermano, inclusive a mí y eso me atrae a ti.

—¿Sientes algo por mí? —me atreví a preguntar aún sabiendo que la respuesta podía ser negativa y que dijera que no.

—¿Tú me quieres?

—Yo te quiero, V. Te quiero mucho. Y no puedo imaginarme la vida sin ti. No quiero que un día te busque y no te pueda encontrar. Amas tu libertad...

—La amo mucho, pero ahora mismo estoy confundida. No sé qué pensar —cerró los ojos —. Si las cosas fueran más fáciles podría tomar una decisión que no nos arruine a todos —abrió los ojos y se deslizó cerca cogiendo mi mano. Solté la esponja que flotó en el agua —. Sabes que tu hermano jamás me va a dejar libre.

—Lo sé —se acercó a mí —. No quiere que te vayas. Te quiere.

—Yo también lo quiero y mucho, pero sabes mejor que nadie que esto no es vida. ¿Crees que seremos una familia normal estando yo secuestrada? Sabes bien que no. Quiero una vida a su lado, quiero hacer tantas cosas que no puedo hacer por estar aquí.

—No puedo traicionar a mi hermano —musité.

—Sé que no, pero un día vas a tener que tomar una decisión. No quiero morir aquí siendo olvidada por mi familia y no quiero tener una familia en estas condiciones.

—Cuando hablas de familia ¿te refieres a tener hijos? —asintió —. ¿Los tres? —murmuré.

—Los dos, los tres, cómo sea. Yo sí quiero hacer las cosas bien, no así —cogió mis mejillas con sus manos. Ni siquiera me importó que estuviera mojada —. Ya no me importa lo que dirán los demás, mi familia —su mirada bajó a mis labios —. Quiero estar con los dos. Quiero que formemos una familia juntos. Los tres. Quiero tener a tus hijos, príncipe —se mojó los labios y procedió a mojar los míos con su lengua.

—Yo también quiero una vida a tu lado, krasivy —murmuré sobre sus labios. Sonrió y continuó besándome.

—Solo piensa bien las cosas, Nate —acunó mis mejillas con sus manos —. Nunca te voy a obligar a hacer algo que tú no quieras —asentí —. Pero debes pensar en el futuro que nos espera si sigo aquí encerrada en contra de mi voluntad —solté una exhalación.

—Gracias por eso —la besé una vez más, perdiéndome en el calor de su boca y su cuerpo. Me fascinaba cómo me besaba, lo hacía con delicadeza y con pasión. Lo hacía tomándose el tiempo para disfrutar de cada beso, de cada caricia.

La amaba tanto que estaría dispuesto a hacer lo que sea por ella. Daría mi vida si me lo pedía.

¹Así que aquí estás.

²¿Quién eres? ¿Qué quieres?

³Te hemos buscado por todos lados y mírate. Fue el americano quien te secuestró.

⁴¿Quién es tu jefe? ¿Él le disparó a Seth? 

🔗🔗

¡Holis!

Aquí les dejo este capítulo y espero les haya gustado. Recuerden en no confiar en nadie, aquí todos tienen motivos para mentir. Vanya solo quiere huir de Seth, así que dirá y hará lo que sea con tal de salir de ahí.

Quedan nueve capítulos para el final, así que pasará de todo en los últimos y serán los más cardiacos. Los dos últimos capítulos serán una bomba, les juro que no se esperan lo que va a suceder, ni yo lo creo. Todavía estoy procesando lo que voy a escribir.

Nos leemos en el siguiente capítulo.

Besitos. 😘

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