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Capítulo 47. 🔗

Nate

Seth durmió toda la noche tal como lo dijo el doctor. Desperté en la madrugada para ir al baño y revisé que estuviera bien, que no fuera a despertar o necesitara algo.

Nunca me imaginé que esa noche sucedería esto, que lo iban a herir. Y yo todavía salí con mis amigos a beber algo porque me sentía asfixiado en la casa. Me gustaba estar con Vanya, pasar tiempo a su lado y que me enseñara a defenderme, pero también quería ver a Joey y a Steph. Eran mis amigos desde niños y últimamente no nos veíamos, así que quería pasar tiempo con ellos.

Escuché un ruidito, pero lo ignoré y quise continuar durmiendo, sin embargo, volví a escuchar el mismo ruido y abrí los ojos con pereza. Seth se movía y se quejaba. Abrazaba a Vanya y deposité un beso en su mejilla.

—Buenos días, amor —le dije. Sonrió y se removió frente a mí. El espacio era estrecho, así que apenas me podía mover sin que ella me sintiera a su lado.

—Buenos días, amor —sostenía mis brazos para que no la soltara.

—¿Cómo dormiste?

—Mal —se rio y me reí con ella —. ¿Y tú?

—También mal —hundí mi rostro en el hueco de su cuello e inhalé del rico aroma de su piel y del champú que usaba.

Todo lo que Vanya usaba o se ponía era de marca y de buena calidad. Su perfume, sus cremas, su champú y su ropa tenían un rico aroma que me gustaba y disfrutaba olerla. Siempre olía a limpio y a nuevo.

—Pero contigo todo es mejor —confesé. Saqué el rostro y miré en dirección a Seth, quien nos miraba atentamente —. Seth —Vanya abrió los ojos súbitamente. Se sentó y a su lado lo hice yo.

—Seth —murmuró Vanya. Se levantó y cogió su mano —. Nos diste un susto de muerte. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —Seth apretó los dedos de Vanya sin fuerza.

—Me duele todo —se mojó los labios —. Tengo sed.

—Voy por agua —dijo Vanya y le agradeció con una sutil sonrisa.

—Gracias —soltó su mano y salió de la habitación —. Charlie —murmuró.

—Lo sé. Duncan nos dijo que Jared ya lo sabe y hoy les entrega el cuerpo a su familia —exhaló poco a poco —. Vanya dice que tengo que ir —asintió —. Así que voy a ir con él.

—Ten cuidado —las palabras le salían trémulas y tristes —. Ya nos atacaron una vez y no dudarán en hacerlo dos veces.

—Seth, no te preocupes por mí. Voy a estar bien —negó y apretó los ojos —. ¿Necesitas algo? Voy a llamar al doctor —me quise alejar, pero me detuvo agarrando mi pijama.

—Ten mucho cuidado. También cuida a Vanya, van a venir por ella.

—¿Qué? —me senté a su lado.

—La quieren matar por todo lo que hizo —una vez más se mojó los labios —. Pero no le digas nada, al menos no por ahora —asentí.

—De acuerdo —me soltó.

—Dale mis condolencias a la familia de Charlie —cogí su mano —. Ten cuidado con Jared —en ese momento entró Vanya con una jarra y un vaso. Sirvió agua y le ayudó a Seth para que bebiera del popote.

—¿Por qué dices que debo tener cuidado con Jared? —pregunté.

—No sé —se quiso levantar, pero cada movimiento le dolía. Entre Vanya y yo le ayudamos a que se sentara. Le pusimos almohadas y una frazada para cubrirle el cuerpo —. Pero no debes confiar en él, lo sabes. Nos puede traicionar.

—¿Crees que él tuvo que ver con la emboscada? —indagó Vanya.

—De ese bastardo hay que esperar lo que sea. Hasta que traicione a sus hijos —su rostro se contrajo por el dolor. Miré el suero y ya casi no tenía, así que había que cambiarlo por otro nuevo —. No me sorprendería que tuviera algo que ver. Nadie más que él sabía del lugar donde nos iban a entregar las armas —Vanya le ofreció más agua y bebió.

—Debes tener cuidado con todos —dijo Vanya.

—Era él —la miró —. El mismo sujeto que te atacó en la iglesia estaba ahí. Él me disparó —V abrió los ojos de par en par.

—¿Qué?

—Fue él. Está vivo y ahora, lo que sea que están planeando estamos en la mira junto a tu familia —Seth me miró —. Por eso debes tener cuidado. Cuida todo lo que dices y haces frente a Jared —asentí.

—Cuídate, Nate —Vanya cogió mi mano —. Por favor.

—Lo haré, bonita —me sonrió —. Voy a ducharme para ir con Jared.

—Yo voy a preparar el desayuno para que desayunes antes de irte —asentí. Me levanté y salí de la habitación —. ¿Quieres desayunar? —le preguntó V a Seth.

—No tengo mucha hambre. Tengo sed —me quedé unos segundos de pie en el pasillo y después caminé a mi habitación para darme una ducha.

Después de ducharme bajé a la cocina y ahí ya se encontraba Vanya. Al llegar me ofreció una taza con café y la acepté gustoso. Me senté en uno de los bancos y cogí uno de los pancakes que Vanya había dejado dentro de un plato y le unté crema de avellanas.

—Voy a ir con Jared. No tardo —le dije a V. Ella me miró y asintió.

—No te preocupes, el doctor no tarda en llegar. Nos va a decir que el energúmeno de tu hermano está mejor y que va a vivir muchos años más —dejó más pancakes dentro del plato —. Ya sabes lo que dicen —comentó despreocupada.

—¿Qué dicen? —alcé una ceja.

—"Hierba mala nunca muere" —rio con sutileza —. Tu hermano es más fuerte de lo que te imaginas y aún tiene un propósito, hacerme pagar —me hizo un guiño y se alejó hacia la estufa para apagarla —. No va a morir sin antes cumplir con su venganza.

—Lo voy a convencer para que desista de esa estúpida venganza —corté un pedazo de pancake y me lo eché a la boca —. No tiene caso que continúe con esto. Ya no —se sentó a mi lado y sirvió dos pancakes. Les puso fruta, crema de avellanas y miel.

—No creo que tu hermano tome en cuenta tus palabras, pero gracias por intentarlo —iba a coger la crema de avellanas y ella también. Nuestros dedos se rozaron y nos miramos a los ojos. Tenía la mirada más enigmática y hermosa que yo haya visto en mis años de vida.

El cabello rubio le caía en la espalda y los senos. Llevaba puesta una bonita pijama de satín, con tirantes que me permitían apreciar su piel lechosa.

—¿Por qué me miras así? —cogí sus delgados y finos dedos.

—Eres hermosa —sonrío. Se veía más hermosa cuando sonreía.

—Lo sé. Todos me lo dicen, pero cuando tú me lo recuerdas me gusta más —cogí su mano y la alcé a la altura de mis labios y dejé un casto beso en su dorso.

—Y siempre hueles bien —era tan orgullosa que cada palabra alimentaba su ego.

—Eso también lo sé —se acercó y dejó un beso sobre mis labios. Solté su mano para que continuara desayunando.

—Si necesitas algo en lo que yo no estoy le dices a Duncan, él hará lo que le pidas. Pero no le pidas que te deje salir —dije bromeando. Vanya entornó los ojos.

—Qué gracioso eres, Nathaniel Beckett —dijo sin gracia. Me dio un empujón y me reí —. Sabes que no puedo escapar, a menos que tu nefasto hermano me deje salir, pero sabemos que eso no va a suceder —dijo sin importancia.

En ese momento me di cuenta de que se estaba resignando a la idea de que tal vez nunca iba a salir de esta casa, o tal vez estaba jugando conmigo cómo lo hacía siempre. A veces ya no sabía si lo que decía era verdad o mentira.

Le agradecí a Vanya por el desayuno y pasé a ver a Seth antes de irme. Salí de la propiedad y conduje en dirección a la casa de Jared. Entré y observé los féretros en el jardín esperando que los llevaran con su familia. Me acerqué a uno de ellos y comprobé que fuera Charlie, pero ni siquiera me atreví a mirar por más de dos segundos. Bajé la tapa al darme cuenta de que le habían cortado la cabeza del tronco.

Sentí que se me revolvió el estómago y tuve que tomar aire apoyando mis manos en mis rodillas. Maldita sea. La persona que le hizo esto a Charlie tenía que estar demente. Yo no podía ni pensar en la idea de hacerle daño a una persona, mucho menos quitarle la vida de esta manera. Pero quien lo hizo tenía la sangre fría y el corazón de piedra.

—Nunca serás un buen jefe de la mafia —escuché a mi espalda. Me erguí y contuve las ganas de vomitar —. No puedes ni mirar un cadáver sin querer vomitar —escupió. Salió de la casa y se acercó al féretro.

—Discúlpame por no ser un hijo de puta a quien no le importa nadie. Todavía tengo humanidad —le dije serio. No debía tomarme personal lo que me decía, siempre fue un imbécil con todos y a todos nos trataba como si no valiéramos nada.

—Cómo digas —le restó importancia a lo que dije y subió a la camioneta —. ¿Vas a venir o no? —subí detrás de él. Esperamos que los demás hombres de Jared subieran el féretro a una de las camionetas para salir de la propiedad —. ¿Y tu hermano?

—No está muerto cómo quisieras —respondí —. No quiere que vayas a verlo.

—¿Por qué no?

—Porque le hace mal verte. Se pone muy mal y me da miedo que tenga una recaída. Tu presencia no le hace bien, le lastima y le recuerda lo mal que lo trataste por años —lo miré y no había ni una pizca de culpa en su rostro. Tampoco me sorprendía, era cruel y sin sentimientos.

—Hace años que tu hermano no tiene una recaída. ¿No por eso empezó a ir al psiquiatra? ¿No está curado? ¿Entonces de qué sirvió que fuera cada semana por tantos años y estuviera a un pie de que lo internaran en el psiquiatra?

—Su enfermedad no es una gripe que se cura con medicamentos y reposando un par de días —mascullé —. Entiende que tiene una enfermedad mental que tú provocaste con tus golpes, con tus insultos y tus menosprecios —le hablaba, pero parecía que estaba hablando con la pared y estaba seguro de que la pared me haría más caso que él —. No tiene caso decírtelo, lo sabes, pero lo sigues negando.

—Yo no tengo la culpa de que tu hermano esté demente. La culpable de eso fue tu madre. Ella siempre lo trató cómo un débil y mira lo que provocó —escupió. El chofer se mantenía en silencio escuchando la conversación.

—Siempre haces esto. Te deslindas de lo que dices y haces —me crucé de brazos e intenté no verlo a la cara porque era capaz de...

—Yo siempre me hago responsable de lo que hago —zanjó.

Evité responder para no discutir con él, ya que esto iba a terminar muy mal y no quería darle el gusto de verme mal por su culpa. Siempre era su culpa.

No dijimos nada hasta llegar a la casa de la familia de Charlie. Sus padres y hermanos esperaban en la puerta del jardín. Entramos y bajamos el féretro para dejarlo dentro de la casa donde sería velado Charlie antes de llevarlo a cementerio donde sería enterrado. Su familia era religiosa, así que para ellos la cremación no era una opción aunque se les ofreció pagar los gastos. De todos modos Jared pagaría todos los gatos fúnebres. Era lo menos que podía hacer después de ser un imbécil toda su vida.

Estuvimos un rato en su casa, apoyando a su familia después de esta gran perdida. Estaba seguro de que a Seth le hubiera gustado venir y darle personalmente las condolencias a su familia. Charlie siempre se portó bien con mi hermano y lo trataba con decencia, fue más o menos una figura paterna para él, por eso lo admiraba mucho y le tenía muchas consideraciones. Por eso estaba yo aquí, en su representación, ya que él no podía levantarse de la cama.

Guardé mi celular y mi padre llegó a mi lado.

—Me voy, ¿te vienes conmigo? —negué.

—Steph viene por mí —le dije. Entré a la casa y me despedí de sus padres, de su hermana y su hermano. Antes de salir le dije adiós a Charlie y le di las gracias por todos los consejos que me dio a lo largo de los años. Él quiso enseñarme a disparar, ya que mi padre no tenía paciencia para eso y prefería insultarnos y golpearnos antes de dejarlo y pedirle a alguien más que nos enseñara a defendernos.

No entendía cómo mi madre pudo amar a ese monstruo. Cómo soportó tantos años de maltrato y no lo dejó. Yo hubiera entendido si mi madre se hubiera atrevido a dejarlo. Pero también entendía el miedo que le tenía y lo que le pudiera hacer por dejarlo. Mi madre sufrió en silencio por muchos años. Lo hizo por mí y por Seth, porque pensó que era lo mejor para nosotros.

Salí de la casa y caminé un par de calles donde vería a Steph. Joey no pudo venir, ya que a esa hora estaba trabajando con su padre y en ese aspecto era muy estricto con el tema.

El auto de Steph se detuvo a mi lado y se asomó por la ventanilla.

—Vámonos —abrí la puerta y entré a su auto. Steph arrancó y condujo hacia la casa de Seth —. ¿Cómo está tu hermano? —preguntó.

—Casi muere ayer —le dije —. Le dispararon y perdió mucha sangre.

—¿Ya está mejor?

—No sé todavía, pero me imagino que sí. Si no ya me hubieran llamado para darme las malas noticias —exhalé.

—Tu hermano tiene más vidas que un gato —se rio —. Es un milagro que no esté muerto. Ese ataque iba directamente en su contra. Eso fue solo una advertencia —asentí.

—Es lo que él dice. Esas personas ya lo habían atacado antes —me miró. Detuvo el auto cuando el semáforo cambió de color —. Dice que es el mismo atacante.

—Se salvó de una, pero ¿de cuántas más crees que se salve? Seth no es invencible —recalcó.

Y tenía razón, no lo era. También sangraba si lo herían y le dolían los golpes. También sentía y sufría. Seth tenía que dejar esta vida antes de que este sujeto terminara lo que empezó.

Steph me dejó frente a la reja de la propiedad y toqué el timbre. La reja se abrió y entré a la casa. Caminé frente al enorme jardín y la piscina. El agua se veía transparente y se movía sutilmente. Exhalé y caminé hacia la casa. Entré y subí la escalera. Crucé el pasillo y me detuve frente a la puerta de la habitación. La escena que tenía frente a mí era enternecedora, Seth dormido y Vanya a su lado dormida también. Él la abrazaba y ella apoyó su mano en su abdomen. Zora dormía en los pies. Parecía la escena de una bonita relación. Hasta podían pasar por un hermoso matrimonio con su mascota.

Decidí no hacer ruido y giré sobre mis pies y bajé a la cocina para prepararme algo de comer. Moría de hambre y no quise comer nada en la casa de los padres de Charlie. Me sentía mal por la muerte del pobre hombre y no tenía ánimos de comer nada.

Vanya

En cuanto Nate salió de la casa subí para darle de desayunar a Seth con todas las indicaciones que nos dio el doctor de lo que podía y no podía comer. Se veía mucho mejor, con mejor semblante y un poco más de color en la piel. Le cambié el suero y le puse los medicamentos en la bolsa tal como me dijo el doctor que tenía que hacerlo. Revisé que el catéter estuviera bien puesto y me aseguré que el medicamento bajara sin problemas.

—Eres toda una experta. Podrías ser enfermera —dijo. Lo miré y negué con la cabeza.

—¿Te gustaría que sea tu enfermera particular? ¿Quieres que use uniforme también? —alcé una ceja.

—No sería mala idea —le ayudé a deslizarse hacia arriba —. Podrías cuidarme y bañarme también.

—No pierdes el tiempo, Beckett —entré al baño y cogí una toalla, llevé agua tibia para limpiarle la sangre seca que tenía en el abdomen y en las manos. Me senté a su lado y comencé a limpiarlo.

—Gracias —levanté la mirada hacia su rostro.

—¿Por qué? —cogí su brazo izquierdo y pasé la toalla sobre su piel.

—Por lo que estás haciendo por mí. Sabes que no es tu obligación hacerlo —bajé su brazo y metí la toalla dentro del tazón para mojarla y limpiar sus piernas.

—No, ya sé que no, pero quiero hacerlo.

—¿Por qué? —indagó. No le quería decir la verdad porque eso me haría ver vulnerable ante él.

—No hagas preguntas que no vas a soportar escuchar —mascullé.

—Vanya —insistió, tanto con la mirada cómo con la voz —. Dime —atrapó mi mano en el aire impidiendo que continuara limpiándolo —. Dime —exigió.

—No tienes derecho a pedirme nada —me solté de su agarre —. Además, no me vas a creer. Ni tú ni Nate creen que lo que digo es cierto —me quejé.

—Tenemos motivos para dudar de ti —me levanté y me senté del otro lado para limpiarle del otro lado.

—Yo también tengo motivos para dudar de ustedes. No sé si se pusieron de acuerdo para enamorarme y que olvide que esto es un secuestro —lo miré a los ojos —. Y aun así quiero creer que es real.

—¿Qué es real, lo que sentimos, los sentimientos? ¿Qué? —preguntó —. Sabes exactamente lo que sentimos y lo puedes usar a tu favor.

—Y no lo he hecho.

—Eso no quiere decir que no lo hagas. Eres muy inteligente, ambiciosa, caprichosa y cruel. No dudaría ni por un segundo que quieras usar eso para tu conveniencia.

—Que bien me conoces, krasavchik.

—Sabes que te vigilo...

—Entre las sombras —terminé por él.

—Siempre entre las sombras, ved'ma.

Me dejó terminar de limpiarlo. Tuve mucho cuidado cuando me tocó limpiarle alrededor de la herida y aunque estaba protegida por una gasa no quería mojarla o lastimarlo. Me tomé mi tiempo para eso y él puso de su parte sin rechistar o quejarse.

Lavé la toalla y la puse a secar. Para la comida iba a preparar sopa de pollo, pero me di cuenta de que me faltaban algunas verduras y cilantro, así que salí y le pedí a Duncan que fuera al super, además de que le encargué algunas cosas más para la casa como papel, jabón, champú, etc.

Dejé que Seth durmiera y lo desperté para darle de comer. La sopa se veía rica y sabía más rica aún, así que no se podía quejar y tenía que comer bien.

—Te quedó muy rica la sopa —dijo. Le ofrecí más caldo con un pedazo de carne de pollo —. ¿Quién te enseñó a cocinar?

—Aprendí sola —sorbió la sopa. Cogí la servilleta y le limpié los labios —. Tuve que hacerlo cuando me fui a vivir sola.

—Nunca me has dicho que te hicieron en ese lugar —le di más caldo y sorbió.

—Me entrenaron a base de golpes e insultos para aprender a defenderme. Tuve que defenderme de los guardias y de los demás compañeros que llevaban años ahí. Solo era una niña de doce años —le expliqué.

—¿Por qué tus padres te mandaron a ese lugar? Suena horrible.

—Yo quise ir a ese sitio para aprender a matar. Era una niña indefensa a la que siempre molestaban en la escuela. Me decían que era una rubia tonta y que no sabía hacer nada. Por eso quise ir también, porque me harté de ser la burla de todos —levanté la mirada hacia su rostro.

—¿Te molestaban? —asentí —. Pensé que eras así de ruda desde niña —negué.

—No era así, me volví así a base de golpes, insultos y maltratos, tanto físicos cómo mentales —Seth cogió mi mano.

—Por eso tienes cicatrices.

—Sí. Nos golpeaban con varas hasta que quedábamos inconscientes en el suelo. Después nos llevaban a nuestra habitación hasta que nos recuperábamos y continuaban lastimándonos —apretó mis dedos con mucho cuidado, como si me fuera a romper con un solo toque —. Pero no me mires así —le pedí —. No soy de azúcar, ni me voy a romper porque te diga la verdad. Sigo siendo la misma Vanya de antes y no debes sentir lástima por mí.

—Lástima no es lo que siento por ti —comentó —. Creo que eres muy fuerte y valiente. Te has sabido cuidar sola. No necesitas a nadie. Eres libre y te gusta vivir la vida.

—Me gusta mucho —le di más sopa hasta que se la terminó —. Por eso no me gusta estar encerrada aquí.

—Ya te dije que no vas a salir. Eres mía —zanjó.

—No soy tuya —dibujó una sonrisa lasciva en sus labios.

—¿No?

—No —respondí segura.

—¿Estás segura?

—Sí —dejé el plato a un lado.

—Sabes que no es cierto —me levanté y saqué ropa interior y un pantalón de chándal para ayudarle a ponérselo.

—Eso quieres creer tú ¿y quién soy yo para romper tus ilusiones? —Seth se rio, pero después se quejó y dejó salir una profunda exhalación —. Si quieres creer eso, está bien —encogí un hombro —. Sigue creyéndolo.

—Vamos a fingir que dices la verdad y que no sientes lo mismo —sonrió cuando terminé de ponerle el pantalón. Antes de alejarme me cogió de la mano y enredó sus dedos alrededor de mi muñeca. Me atrajo a su lado y me obligó a sentarme para después tomar mi nuca y obligarme a besarlo. Sus posesivos labios me devoraron en unos segundos. Metió su lengua dentro de mi boca y me besó con demanda, con pasión. Me dejé llevar y correspondí a su beso. Lo besé de la misma manera que él lo hacía. Era posesivo, apasionado. Mío.

—Seth...—me aparté para tomar aire. Mi pecho subía y bajaba.

—¿Lo ves, ved'ma? También sientes lo mismo.

No. No podía dejarme llevar por este tipo de sentimientos. Esto fue lo que me destruyó en el pasado y me dejó devastada. Amé a Noah como no creí poder amar a nadie. Me dejé llevar por los sentimientos y todo terminó mal. Después de salir de "La Fortaleza" lo busqué por años, en todos los países y no lo encontré. Tal vez había fallecido sirviéndole a su padre por eso nunca lo encontré.

—No lo hagas —me levanté —. No hables de sentimientos —cogí el plato y salí de la habitación. No quería pensar en lo que dijo Seth, así que aproveché para lavar los platos y preparar un postre. El doctor vino para revisarlo y mientras él estaba arriba aproveché para pasar algunas rosas al suelo donde crecerían más bonitas y grandes. Me puse los guantes y cogí las tijeras para cortar algunas ramas secas. Zora se quedó a mi lado y después recorrió el jardín intentando atrapar una mariposa. Se echó al pie de la piscina para tomar el sol —. Te ves hermosa ahí, Zorita —le dije y me miró. Me erguí y cogí las ramas y las hojas secas de los rosales.

El doctor salió de la casa y caminó hacia mí. Al verlo me quité los guantes y dejé las ramas secas dentro del basurero.

—¿Cómo está? —le pregunté.

—Muy bien. No hay infección y eso es bueno. Hay que cuidar la herida y que no haga mucho esfuerzo —asentí —. Puede comer lo que sea, solo que no tenga grasa y que no sea irritante.

—De acuerdo.

—Si pasa algo con él me llaman.

—Gracias —sonrió y me dio la espalda para caminar hacia su auto. Subió y salió de la propiedad.

Me quedé un rato más en el jardín. Los hombres de Seth iban de un lado al otro sosteniendo armas largas y atentos a cada movimiento. Me vigilaban por órdenes de él y no se me hacía raro. Sabía que haría lo que fuera para salir de aquí y no me iba a importar matarlos a todos ellos.

Entré a la casa y subí para darme una ducha. Al terminar revisé a Edén y aunque le estaba costando adaptarse a su nuevo terrario lo hacía bien.

—Cuando regrese a casa vas a conocer a Diablo —la saqué del terrario y se enredó en mi brazo —. Estoy segura de que se van a llevar bien —jugué con ella y la metí dentro del terrario.

Me asomé a la habitación de Seth y lo vi tan dormido que decidí no despertarlo. Necesitaba descansar y recuperar energías para estar mejor y que pronto pudiera hacer su vida normal.

Ved'ma —me llamó cuando tuve toda la intención de irme —. Ven —regresé y entré a su habitación.

—Dime —estiró el brazo.

—Duerme conmigo. No te vayas —pidió. Tenía los ojos tan grandes y cristalinos que no podía decirle que no cuando ponía esa mirada de cachorrito —. Me siento mal —puse una mano en su pecho, para comprobar que no tuviera temperatura, pero su piel no se sentía caliente. Después toqué su frente y estaba bien.

—No tienes temperatura —le dije.

—Ya sé que no —entorné los ojos —. No me siento mal físicamente. Bueno sí me siento mal físicamente, pero también me siento mal de aquí —cogió mi mano y la llevó a su pecho, a la altura de su corazón.

—Seth...

—Cuídame —su voz era baja y casi melosa —. Si me das muchos besos y duermes a mi lado voy a mejorar.

—Para eso necesitas medicamento —negó.

—No, estoy seguro de que con tus besos voy a curarme.

Terminé cediendo y me acosté a su lado. Dejé algunos besos en su rostro, sus labios y su pecho. Me acomodé de tal manera que quedé a su lado y él rodeaba mis hombros con su brazo.

—¿No te lastimo? —preguntó.

—No, estoy bien —lo miré y sonrió —. No te acostumbres a esto. Todavía nos odiamos —cerró los ojos.

—Si tú lo dices está bien —lo iba a golpear, pero me contuve —. Sigue creyendo que me odias, aunque ambos sabemos que no es así.

—Todavía quiero matarte.

—Yo también quiero matarte, ved'ma —aseguró.

—Mejor duérmete.

No tardó en quedarse dormido y yo lo hice después de él. El sueño me venció y preferí dormir un rato. Al despertar, Seth continuaba durmiendo, así que bajé de la cama y salí de la habitación. Bajé a la cocina y ahí estaba Nate. Al levantar la mirada en mi dirección sonrió.

—¿Cómo estás? —le pregunté, aunque la respuesta era evidente. Su rostro expresaba tristeza, melancolía, dolor.

Me levanté y me acerqué a él. Estaba cenando sopa. Lo abracé por atrás, rodeando su pecho con mis brazos. Nate dejó de cenar y permitió que lo abrazara.

—Fue horrible —musitó —. Le cortaron la cabeza —apoyé mi barbilla en su hombro. Soltó sollozos que sacudieron su cuerpo —. Era Charlie, V. Charlie está muerto —empezó a llorar y dejé que lo hiciera entre mis brazos —. Charlie se fue —giró sobre el banco y lo solté para poder abrazarlo bien.

—Tranquilo —musité —. Todo va a estar bien.

—Nada está bien, V —apoyó su mejilla en mi pecho. Pasaba mi mano por su cabello para tranquilizarlo —. Mi hermano estuvo a punto de morir y el hombre que conozco desde hace años está muerto —sollozó —. Su familia está devastada. Su madre no paraba de llorar y de rezar por el eterno descanso de su alma.

—Quien hizo esto lo va a pagar. Te lo aseguro —Nate negó.

—Ya no quiero más muertes ni más guerra —me aparté y coloqué dos dedos bajo su barbilla.

—Cariño, la vida es así. Es cruel y siempre habrá muertes. Eres hijo de uno de los hombres más importantes y sanguinarios de Nueva York. Tu padre es un mafioso y por ello tú llevas en la espalda un gran peso —le limpié las mejillas con el pulgar.

—No quiero cargar con ese peso—musitó. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Tendrás que aprender a hacerlo si quieres vivir. Un día, aunque no lo quieres tendrás que mancharte las manos de sangre —derramó lágrimas que mojaron sus mejillas —. Pero yo voy a estar ahí, para ti.

—¿Lo prometes? —asentí.

—Lo prometo. Yo voy a estar a tu lado, siempre. Te voy a proteger del mal y cuidaré de ti —una sonrisa triste se dibujó en sus labios y me abrazó de nuevo.

—No me dejes —besé su cabello. Olía bien.

—No lo haré —me abrazó con fuerza.

—Te necesito mucho. Si tú me dejas no sé qué será de mí.

—Eres fuerte, valiente e inteligente. Sobrevivirás —negó una vez más. 

—Pero no quiero hacerlo —musitó —. Te quiero.

—Yo también te quiero, Nate. 


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