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Capítulo 36. 🔗

Cami

Llevábamos horas vigilando la casa de Seth. La que sí era su casa, pero estaba a nombre de su hermano Nathaniel. No había mucho movimiento. Solo entraban él y su hermano, aunque el que más salía y se la pasaba en la calle era Seth. Teníamos días y noches vigilando su casa, sin embargo, no había rastro de que Vanya estuviera aquí y si es que estaba no la dejaban salir, tal vez la tenía encerrada sin poder ver la luz del día.

—Me estoy aburriendo —le dije a Alek. Habíamos pasado a comprar unas hamburguesas, papas fritas y soda —. ¿Cuándo vamos a meternos a su casa? —Alek arrastró la mirada hacia mí y negó con la cabeza.

—Ya escuchaste a Víctor, no quiere que hagamos una estupidez. Hay que pensar bien cómo vamos a entrar —puse los ojos en blanco.

—Siempre tenemos que hacer lo que digan los demás —le di un sorbo a mi soda.

—En estos momentos es lo mejor. No sabemos en qué tipo de condiciones tenga Seth a Vanya y lo mejor es tener cuidado —dejé la soda a un lado y cogí un poco de papas.

—Ese maldito bastardo va a pagar lo que le está haciendo —mascullé.

La reja de la casa se abrió y un auto deportivo salió, miré dentro de la propiedad con los binoculares, pero a esa distancia no se alcanzaba a ver nada, solo los árboles y algunos autos y motos.

—Pensé que esta noche no ibas a venir conmigo —bajé los binoculares.

—Te dije que estamos juntos en todo esto —cogió papas y se las echó a la boca —. Yo sí cumplo con lo que digo —entorné los ojos.

—Con eso de que esa tipa te trae de un ala, ya casi no te vemos. Te la pasas en ese bar de mala muerte.

—Esa tipa cómo tú le dices, tiene nombre y es Elizabeth. Y si compré ese bar fue precisamente por ella, por todo lo malo que ha tenido que pasar. Esa tipa nos va a ayudar a entrar a la casa de Seth —me recordó una vez más como si no lo hiciera cada vez que toco el tema.

—¿Y por qué no lo hace de una vez? ¿Está esperando que nos caiga un meteorito o qué? —Alek bufó.

—No es fácil para ella después de todo lo que ocurrió con Seth. Si entiendes, ¿no? ¿O es que no tienes no un poquito de sensibilidad? No es sencillo verlo después de dejarlo y fingir que no existe. Eli no quiere ver a Seth, sin embargo, está haciendo esto porque es una buena persona.

—Ya, ya. Ni creas que le voy a agradecer lo que está haciendo —Alek cogió los binoculares en el momento que la reja se abrió y un auto entró. No era el mismo y no podíamos ver si era Seth o su hermano quien había entrado.

—No esperaba eso de ti —musitó.

Bajó los binoculares en el momento que la reja se cerró.

—¿Ya conseguiste los planos de la casa? —me estiré para coger los planos.

—Aquí están —los saqué del estuche y los extendí en mis piernas.

—¿Cómo...? —lo miré y le hice un guiño.

—"Con dinero baila el perro" —Alek sonrió y negó con la cabeza —. Mira —señalé el sótano.

—Es el sótano —asentí.

—Y no es muy grande que digamos. Aquí dice que recientemente fue modificado y le pusieron una puerta metálica —Alek y yo nos miramos.

—Es seguro que ahí tiene a Vanya.

Seguíamos a Seth a todos lados a donde iba, al bar desde donde trabajaba, hasta conocíamos a su secretaria. Al bar, a los clubes, a su casa, a la de su maldito padre, pero nunca iba a lugares sospechosos donde pudiera tener a Vanya, lo que quería decir que la tenía ahí, en esa casa.

—Donde más la va a tener —comentó Alek.

—Espero que ella resista hasta el último momento porque la vamos a sacar de ese lugar —Alek cogió mi mano y le dio un apretón.

—La vamos a sacar con vida. Te lo aseguro —le sonreí. Lo hice con sinceridad porque no estaba molesta con él, solo fingía estarlo porque era más facil para mí mantener esa máscara de indiferencia que aceptar que me estaba partiendo en dos por el dolor que sentía.

A las pocas horas el mismo auto que salió de la propiedad entró y después de eso ya no salió nadie ni entraron. Nos quedamos ahí hasta que nos cayó la madrugada y después de que me dormí un rato Alek decidió que era hora de regresar a la casa. Alguien más nos iba a reemplazar y se quedaría a vigilar a Seth. Nuestros hombres tenían la orden de avisar de cualquier cosa que se les hiciera raro.

Al llegar bajamos del auto y encendí mi celular, ya que lo tuve que apagar porque Castiel no paraba de llamar y no quería saber nada de él. Estaba enojada porque él sabía lo que Seth estaba haciendo y se quedó callado. No necesitaba escuchar sus explicaciones.

—¿No piensas hablar con él? —preguntó Alek, le echó una mirada fugaz a mi celular.

—Es un mentiroso y yo no quiero tener nada que ver con él —Alek venía detrás de mí.

—Ni siquiera has escuchado su versión —me abrió la puerta y entré, detrás lo hizo él cerrando la puerta a su espalda.

—Y no quiero escucharla —subimos las escaleras —. Si me permites quiero dormir —cada uno fue a su habitación, pero antes de entrar a la mía pasé por la habitación de Vanya. Encendí la luz. Todo se encontraba tal como ella lo había dejado, no se había movido nada, solo se cambiaron las cortinas y los cobertores de la cama. Diario se hacía limpieza y eso borraba el perfume que usaba, así que yo me encargaba de rociar un poco de su perfume para que su habitación oliera a ella.

Me senté en la orilla de la cama y miré cada mueble, cada fotografía, cada parte de esta habitación que tenía una parte de ella. Exhalé y miré el anillo que me dio Misha cuando me pidió matrimonio.

—Te juro que ella no tendrá la misma suerte que tú. La vamos a sacar de esa casa y va a regresar con su familia —le decía a Misha como si este me pudiera escuchar —. Vanya va a volver y vengaremos lo que Seth le está haciendo. Lo juro.

Miré a Diablo. Trepaba su tronco y se enredaba. Ya había mudado de piel y se veía un poco decaído. Había días que no quería comer y se la pasaba durmiendo. Era un reptil, pero también se daba cuenta de la ausencia de su dueña.

Vanya iba a cumplir años y no estaría en su casa con nosotros. Pasamos muchos años separadas y este año que estaría aquí en su casa le íbamos a festejar cómo se lo merecía. Pero ella no estaba y quién sabe si Seth le daría algo o le haría algo. Si es que ella le importaba un poco.

Anhelaba que esta pesadilla terminara de una vez por todas y ella estuviera aquí. La extrañaba demasiado y quería abrazarla, decirle cuanto la quería y la falta me hacía.

Seth

Desde esa noche en la que me acosté con Vanya las cosas iban un poco mejor, aunque el odio que sentíamos no había cambiado, se fortaleció y se mantenía latente, palpitante entre los dos, haciéndonos saber que no importaba cuantas veces nos acostáramos siempre iba a existir ese sentimiento negativo por lo que le hicimos a la familia del otro.

Cada día que pasaba Nate se enamoraba un poco más de ella y no podía permitir que sintiera algo cuando el destino de Vanya estaba sellado con letras de oro. Ella tenía que morir en mis manos. Tenía que ser yo quien le quitara la vida.

Aquella tarde Nate tuvo que ir a la casa de Jared por algunas cosas que según él se le habían olvidado. Aunque más bien ellos dos estaban tramando algo y no quería saber que se traían entre manos. Conociendo a Vanya no podía ser nada bueno.

—¿Qué haces? —preguntó bajando las escaleras. Al verla no pude evitar observarla de arriba abajo y es que ella tampoco cooperaba con los diminutos atuendos que se había comprado últimamente. Si continuaba comprando de la manera en la que venía haciéndolo me iba a dejar en banca rota.

—¿Te puedes poner algo más... que te cubra? —dejé un papel al lado encima de otros que había revisado con anterioridad.

—¿Por qué? ¿No te gusta mi atuendo? —formó un puchero.

—Vanya, desde aquí puedo ver que llevas tanga —se acercó y descaradamente se sentó arriba de mí.

—¿Y eso te molesta? —cogió uno de los papeles que ya había revisado.

Se restregó a propósito arriba de mí. Me froté el rostro con ambas manos y solté un resoplido. Ella no estaba ayudando a no ponerle una mano encima y que lo que sucedió la noche anterior se repitiera. Hacía todo lo posible por tenerme en sus manos y yo no ponía resistencia

—No te muevas así —le pedí. Hizo todo lo contrario a lo que le pedí y se restregó sin descaro. Soy hombre y ella es hermosa y letal, así que mi pene no tardó en ponerse duro y erecto —. ¿Por qué lo complicas todo? —llevé una mano a la altura de su estómago y la apreté a mi cuerpo —. Desgraciada. Te aprovechas de la situación —acerqué mi boca a su oreja y lamí su lóbulo. Vanya jadeó bajito y se apoyó de la mesa.

—No me aprovecho de nada ni de nadie. Tú me deseas y a mí me gusta jugar —dijo con total sinceridad.

¿Así que de esto se trata todo? Solo somos un juego para ella.

—Además —continuaba moviéndose, restregándose arriba de mí, provocándome —. Te gusta que haga esto. Te puedo apostar que hago que eyacules dentro de tus pantalones sin siquiera abrirte las piernas y dejar que te hundas en mí.

—Yo no hago apuestas —gruñí. La sostenía con mi mano a la altura de su estómago y la otra la llevé a su garganta.

—No las haces porque sabes que vas a perder. ¿Quieres ver que sí?

Eso bastó para que sus movimientos se intensificaran. Sus caderas oscilaban de adelante hacia atrás, en círculos. Se sostuvo de mis piernas para moverse mejor. Yo mordía su oreja, lamía su cuello y maldecía por ser tan débil y caer de nuevo en sus garras. Ella una astuta que sabía bien lo que hacía y usaba su sensualidad para tener a hombres cómo yo a sus pies.

Vanya llevó una mano en medio de sus piernas y comenzó a tocarse. Sus dedos rozaban la tela de mi ropa cuando ella misma se estimulaba y se penetraba con los dedos. Era una descarada y no le importaba nada. No le importaba nadie.

—¿Te gusta que te folle sin tocarte? —indagó con un poco de burla en su voz —. Si quisieras podemos subir a tu habitación.

—Cállate —mascullé —. No hables, solo muévete.

Obedeció y continuó moviéndose a un ritmo lento que me gustaba. Ella se tocaba y gemía mientras yo estaba a punto de eyacular tal como ella lo dijo. Tuvo razón al decir que podía correrme dentro de mis pantalones y no tenía que estar dentro de ella para hacerlo.

—Te odio —le dije. El éxtasis crepitaba cada uno de mis huesos.

—Yo también te odio, Seth —un fuerte gemido salió de lo más profundo de su garganta. Ejercí presión en su piel, hundiendo mis dedos. Mi otra mano la atrajo a mi cuerpo y fue ahí cuando todo se fue a la mierda y eyaculé dentro de mis pantalones.

—Maldita sea —Vanya también jadeó y sacó su mano debajo de su falda.

—Joder —solté su garganta, aunque mi otra mano se mantenía en su lugar. Su pecho subía y bajaba —. Te lo dije o no te lo dije —la empujé.

—Desgraciada —me levanté. Se rio orgullosa por lo que había hecho.

—Ve a limpiarte y cámbiate de ropa interior. Yo también sentí tu semen mojarme la vagina —se sentó en la silla y se quedó revisando los documentos que tenía sobre la mesa.

Subí a mi habitación y me cambié de ropa. Me quité los pantalones y los calzoncillos. Me puse ropa limpia y bajé para continuar revisando los documentos que tenía pendientes.

Al bajar me quedé a la mitad de las escaleras al ver que Vanya se encontraba con Nate y lo besaba de una manera en la que a mí no me había besado jamás. Él se veía encantado con ella y podía jurar que la mirada le cambiaba cada vez que la tenía cerca.

—Te traje lo que me pediste —le dijo Nate.

—¿Qué le trajiste? —Nate se apartó disimuladamente de Vanya. Ella al darse cuenta frunció el ceño y cogió su mano —. ¿Ahora qué le pediste?

—Pastillas anticonceptivas, Seth —me dijo. Terminé de bajar y me acerqué a ellos. No sabía a quién mirar y si debía creerle, pero cuando Vanya sacó dentro de la bolsa de papel las pastillas supe que decía la verdad.

Nate no preguntó por qué y yo no quería decir que ya la había follado. No sabía si ellos tenían ese tipo de confianza. Tampoco quería que mi hermano se sintiera mal por lo que había sucedido. Nate quería que Vanya fuera la primera mujer en su vida y estaba haciendo todo lo que ella le pedía. Pero hasta él conocía los límites que podía cruzar y estaba consciente de que si intentaba ayudarla no tendría piedad de él y le podía ir muy mal.

—Gracias, cariño —Vanya se levantó de la silla y dejó un beso sobre los labios de Nate —. Ahorita bajo, voy al baño —cogió una de las bolsas y la cargó para subir a su habitación.

Esperé que subiera para cuestionar a Nate acerca de lo que estaba sucediendo con Vanya. También quería saber si hacían algo más mientras yo no estaba. A ver si me decía que una vez la tocó en el sillón y que ella se corrió en sus dedos.

—¿Qué le compraste? —le pregunté. Me serví un poco de whisky y le serví a él. Se acercó a mi lado.

—Una copa menstrual —alcé una ceja. Le serví whisky a mi hermano, sin embargo, no aceptó el vaso —. Las pastillas, preservativos, mascarillas, maquillaje y esas cosas —alzó los hombros.

—¿Te has acostado con ella? —no dijo nada por unos segundos.

—No —respondió. Insistí para que bebiera un poco. No lo iba a emborrachar para que me dijera la verdad, Nate me tenía confianza. No tenía que presionarlo, él me iba a decir todo a su tiempo.

—Pero sí la follaste con los dedos.

—Seth...—le di un trago al coñac, aparté el vaso de mis labios y negué con la cabeza. Nate terminó aceptando el vaso. Cuando probó el coñac hizo muecas, pero le dio un segundo sorbo.

—No me interesa. Solo quiero saber si ya la follaste —negó. Puse una mano en su hombro.

—Solo la he tocado. Quiero aprender y hacerla sentir bien, para que el día que lo hagamos sepa cómo debo hacerlo —tragó saliva —. Ni siquiera sabía donde queda el clítoris —me reí de él —. Oye —me dio un golpe en el brazo. Ni siquiera me dolió.

—¿Cómo es eso posible? Que no sepas donde queda el clítoris —le dio otro sorbo con algo de miedo.

—No sabía —me corrigió —. Ahora ya sé.

—Menos mal. Pero porque ella te enseñó, ¿cierto? Yo te pude haber dicho —lo miré —. ¿Por qué no me dijiste?

—¿Cómo iba a llegar y pedirte que me digas cómo debo tocar a una mujer cuando soy más virgen que el aceite de oliva? Además —hizo una pausa dramática en lo que se bebía todo el contenido del vaso y fruncía los labios. Estiró el brazo para pedirme más whisky que no dudé en servirle —. Tú y ella —le entregué el vaso con la mitad de whisky.

—Yo y ella no tenemos nada —le aclaré —. Entre Vanya y yo no hay nada más que odio y rencor —me serví más whisky —. Que eso te quede claro —no me quitaba los ojos en encima.

—¿Entonces...? —no lo dejé terminar.

—Entonces la puedes follar las veces que quieras porque no me interesa lo que haga ni con quién. Solo debes tener cuidado, es peligrosa, astuta y letal. Intentará usarte para salirse con la suya y no quiero que te lastime.

—Seth, nunca he tenido novia. No sé lo que se siente estar en una relación. No había besado a nadie y ella...

—Ella es una asesina —le recordé.

—Eso no me importa —dijo muy seguro de sus palabras —. Quiero esto hasta que dure lo que tenga que durar. No sé qué haga ella o que vaya a hacer yo, solo quiero sentir algo.

Entendí sus palabras y comprendí que ya no era ese niño al que tenía que proteger de mi padre y de los demás niños que lo molestaban en la escuela. Ya era mayor de edad y por más que me hubiera gustado que esto no sucediera yo di pie para que así se dieran las cosas. Yo traje a esa arpía a esta casa y fui yo quien le pidió a mi hermano que la cuidara. Yo se lo puse en bandeja de plata y ahora solo tenía que esperar que ella no le hiciera daño. Que no lo destruyera.

—Está bien, Nate —mis dedos se asieron alrededor del vaso —. Haz lo que creas que será mejor para ti —sonrió —. Siempre te voy a apoyar en lo que sea que hagas.

—Y yo siempre te voy a seguir a donde sea que vayas —asentí.

—Solo ten cuidado. Ella va a querer salir de este lugar y no podemos dejar que eso suceda —me acerqué y llevé una mano a su nuca. Ejercí presión en su piel.

—¿Qué va a pasar con ella? ¿La vas a matar? —preguntó trémulo.

—Aún no sé qué haré con ella. Estoy confundido —Nate alzó una ceja —. Aunque no lo creas —en mis labios se dibujó una sonrisa —. Prométeme que vas a tener mucho cuidado con ella.

—Lo prometo —solté su nuca y nuestros vasos chocaron —. ¿Crees que podamos dejarla salir un poco? —fruncí el ceño —. Desde que la trajiste aquí no ha salido a tomar el sol.

—¿Tomar el sol? Ni que fuera una planta para tomar el sol. ¿Para qué quiere tomar el sol? ¿Va a hacer la fotosíntesis? —se rio.

—No, no es eso...

—Ya sé que no. Puedes dejarla salir, pero tenla bien vigilada —señalé. Nate asintió.

—La voy a tener bien vigilada —aseguró.

—Voy a confiar en ti. No me decepciones.

—No lo haré.

En ese momento Vanya bajó las escaleras y gracias al cielo se cambió de ropa y se puso algo más "decente", con un poco más de tela. Esta vez no se le veían las nalgas.

—¿Cómo me veo? —nos mostró el hermoso vestido de color rosa pálido que se había puesto, llevaba unos zapatos bajos, pero que costaron una fortuna. Nos observó a ambos, esperando que alguno de los dos hablara y la llenara de halagos a los que estaba acostumbrada.

—Te ves hermosa —le dijo Nate. Ahora me miró a mí, ansiosa para saber qué pensaba de ella.

—El vestido te queda muy bien. Te ves sexi —sonrió de oreja a oreja.

—Verdad que sí —hizo cómo que limpió la falda del vestido —. Soy encantadora —llevó las manos a su espalda.

—Tengo que salir, nos vemos más tarde —dejé el vaso encima de la isla y salí de la casa tras recoger los documentos que había estado revisando minutos atrás, entes de que sucediera aquello con Vanya.

Esa mujer me desconcertaba y me ponía mal. Era una arpía y le fascinaba ser de esa manera, disfrutaba hacer sufrir a los demás y era una experta en lo que hacía. Sí que era perseverante.

Vanya

Me asomé por la ventana con un poco de melancolía y eso no lo estaba fingiendo. En verdad me daba tristeza no poder salir aunque sea al jardín. Las cortinas se encontraban corridas, así que podía ver perfectamente todo afuera. Seth salió de la propiedad y me quedé unos minutos más mirando por la ventana.

—V —me llamó Nate.

—¿Qué? —respondí.

—Ven —bajé del alféizar de la ventana y cogió mi mano —. ¿Quieres salir? —parpadeé atónita. No sabía si esto era una broma de mal gusto o era cierto.

—No juegues con eso, príncipe.

—No estoy jugando. Puedes salir, pero debes estar bien vigilada —recalcó. Obvio que debía estar bien vigilada por si planeaba escaparme, pero el día que yo saliera de esta maldita casa lo haría por la puerta grande no cómo una cobarde o como si estuviera haciendo algo malo.

—¿En serio? —asintió.

—¿Vamos? —le dije que sí y caminamos hacia la puerta principal, cogidos de la mano. Me detuve unos segundos mientras Nate le quitaba el seguro a la puerta. Cuando terminó de hacerlo abrió la puerta y salió primero. Me quité los zapatos. Tardé en dar el primer paso. Me encontraba debajo del umbral de la puerta. Di un paso, luego otro más. Había un cuadro de concreto después de la puerta y cuando mis pies tocaron el frío pasto enrosqué los dedos y solté una exhalación.

—Demonios —dejé que Nate me llevara a donde él quisiera. Me guio por el jardín, pasamos a ver los rosales que se encontraban pegados a uno de los altos muros. Entramos en el invernadero que Seth había mandado construir para mí y entendí que nadie había tenido un gesto tan amable, aunque el contexto del porqué lo hizo era perturbador —. Es hermoso —había rosas, orquídeas, begonias y un sin fin de plantas tanto de sol cómo de sombra.

Nate arrancó una rosa y la puso en mi oreja. Le sonreí por el dulce gesto que tuvo conmigo.

—¿Te gusta? —asentí.

—No sé si te dije que el veintiuno de junio cumplo años —miré a Nate.

—No, no lo habías dicho. ¿Qué te gustaría de regalo? —solté las hojas de una de las tantas begonias que había sobre la mesa y tomé impulso para sentarme.

—¿Qué podría pedir si lo tengo todo, pero a la vez no tengo nada? —se acomodó en medio de mis piernas cuando cogí su mano y lo jalé hacia mí.

—Debe haber algo que quieras con locura —me quedé pensando.

—En este momento solo anhelo mi libertad —eso era cierto.

—Yo...

—Ya sé que no puedes hacer nada, pero te juro que me gustaría estar afuera y vivir mi vida cómo tanto lo planeé. Misha se hubiera sentido orgulloso de todos los planes que tenía por delante —llevé mis manos a las caderas de Nate y él las suyas a mi cintura —. Voy a tener que posponer esos planes un par de meses —exhalé.

—¿Te gusta el pastel? Te puedo comprar uno por tu cumpleaños —cambió de tema radicalmente.

—Me gustas más tú, príncipe —me mordí el labio. Mi mirada bajó a sus labios y subió a sus intensos ojos azules.

—¿Puedo besarte? —su pregunta me tomó por sorpresa.

—¿Ahora pides permiso para besarme cuando me has follado con los dedos dos veces? —alcé una ceja.

—Quiero hacer las cosas bien —musitó. Miró mis labios y después mis ojos.

—Nada de esto está bien, mi amor —mis manos subieron por su torso tan despacio, tomándome mi tiempo para acariciar con las yemas su piel, cada relieve de sus músculos —. ¿No te has dado cuenta? Pero, ¿sabes qué? —negó sutilmente —. Me encanta —atrapé sus labios con los míos y le comí la boca con deseo e ímpetu.

Terminó con la poca distancia que nos separaba. Un enorme abismo de deseo y excitación que terminó por derribar con sus besos y caricias. Tocó mis senos por encima de la tela, jugaba con mis pezones con los dedos. Los pellizcó y amasaba mis senos, apretándolos de vez en cuando y dejando caricias con sus manos. Su sexo rozaba el mío, lo sentía encima de la tela de mis bragas. Me encontraba húmeda y excitada, pero no le iba a dar lo que tanto quería de mí. Todavía no.

—Nate...—murmuré sobre sus labios.

—Vanya... Por favor —suplicó —. Ya no puedo. Siento que voy a explotar —mi mirada se arrastró hacia su evidente erección, apretaba la tela de sus pantalones y podía jurar que palpitaba.

—Quiero que tu primera vez sea especial —respiraba agitada por la intensa sesión de besos que tuvimos.

—No me importa nada de eso. Solo quiero sentirme dentro de ti. Quiero besar cada centímetro de tu piel. Necesito dormir a tu lado. Despertar a tu lado —una sonrisa tiró de mis labios. Los mojé con la punta de mi lengua. Lo besé de nuevo para callarlo. Mi lengua se adentró en su boca. La sentía fría porque yo estaba ardiendo.

Se restregaba de arriba abajo en mi sexo. Soltaba pequeños jadeos bajitos que me excitaban más. Más húmeda. Con más ganas de follarlo aquí mismo. Pero tenía que ser más inteligente que él y llevarlo al límite. Quería que me suplicara de rodillas. Que rogara por mi cuerpo, por un orgasmo. Necesitaba verlo frente a mí rogando por un poquito de amor.

—Nate, espera —llevé mis manos a sus mejillas —. Yo sí quiero que tu primera vez sea especial. Yo sí quiero que lo disfrutes y te guste. No quiero hacer las cosas deprisa o que después te arrepientas.

—Nunca podría arrepentirme por estar contigo.

—No soy una buena persona, Nate.

—Lo sé —dijo mirándome a los ojos —. Sé que no eres una buena persona y no podía importarme menos. Sé que dentro de ese corazón oscuro existe una mínima chispa de humanidad. Pero tampoco es eso lo que me interesa de ti.

—¿Entonces que es lo que te interesa de mí? —me hice para atrás cuando quiso besarme.

—Ahora solo quiero que seas mi mujer.

Bueno esa respuesta había sido interesante. A él no le importaban mis sentimientos o cualquier otra estupidez, él quería que fuera su mujer.

Nate soltó mis caderas y apoyó sus manos en mis rodillas. Empezó a subir lentamente hasta meter las manos debajo de mi vestido. Una de ellas se quedó acariciando mi muslo y la otra se deslizó dentro de mis bragas. Palpó mi monte de venus y la acercó a mi clítoris.

—Me gusta esto. Tocarte. Y que te corras en mis dedos. Me gusta ser yo el dueño de tus orgasmos —esta vez fue él quien me besó con intensidad y pasión —. Me gusta que tu corazón se acelere cuando te toco y que por más que finges que no lo disfrutas te gusta y mucho.

—Nate —lo atraje a mi cuerpo. Mis senos se apretaron contra su torso. Levanté las caderas para tener mejor acceso a su sexo y sentirlo más cerca del mío —. Demonios —jadeé en su boca. Nuestros alientos se mezclaron mientras frotaba su pulgar contra mi clítoris.

¿Podría tener dos orgasmos el mismo día provocados por los hermanos Beckett?

Sí, sí podía.

—No pares —cogí su muñeca, incitándolo a no parar y continuar con esto que me gustaba y mucho. Abrí las piernas para darle total acceso a mi sexo y que moviera sus dedos con mayor facilidad —. Joder —descansé mi barbilla en su hombro. Gemí cuando me corrí en sus dedos y mi orgasmo crepitó cada centímetro de mi cuerpo.

Nate cayó de rodillas frente a mí, con su mano dentro de mis bragas aún. Jadeaba en busca de aire. Mi pecho subía y bajaba. Mantenía las piernas abiertas para él y no tenía pensado cerrarlas.

—Por favor —habló con la voz entrecortada.

—¿Por favor qué? —le pregunté, alzando una ceja.

—Necesito estar entre tus piernas.

—Suplica un poco más y me vas a convencer.

—Apiádate de mí, V, no me hagas sufrir más de lo que ya lo has hecho —llevé dos dedos a su barbilla, lo obligué a alzarla para que me mirara a los ojos.

—¿Qué quieres?

—Hacerte el amor.

—¿Cuánto lo quieres?

—Lo necesito y mucho.

—No sé —fruncí los labios —. No me convences —me miré las uñas cómo lo haría una perra desgraciada.

—Vanya —colocó sus manos detrás de mis pantorrillas —. Por favor —tenía esa mirada cómo la de un cachorrito que te manipula con los ojos grandes y cristalinos.

—De acuerdo —me bajé de la mesa. De nuevo cogí su barbilla y la alcé al mismo tiempo que él se ponía de pie —. Me has convencido. Así que lo haremos. Pero voy a necesitar algunas cosas para esa noche.

—No importa, lo que sea que necesites lo tendrás en tus manos —le sonreí.

—Qué lindo eres, mi amor —dibujó una linda sonrisa en los labios.

—¿Lo soy?

—Demasiado para ser real. Nunca cambies, por favor, me gustas así. 


🔗🔗

Hola hijas del señor del mal.

Espero que les haya gustado el capítulo. Ya estamos viendo las intenciones de Vanya y les aseguro que no son buenas. Ella hará lo que sea con tal de vengarse de Seth, solo esperemos que su juego no se le regrese a ella.

Pórtense mal y hagan travesuras. 

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