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Capítulo 35. 🔗(+18)

Alek

—Qué lugar tan feo —expresó Cami al llegar al bar de Adriano, el italiano que metió a Seth con Víctor —. Y huele mal —Billy empujó la única puerta que había en este lugar.

La verdad es que sí olía mal, las ratas se paseaban por la calle como si estuvieran en su casa. Ya tenían toda la ciudad invadida. Y no solo me refería a los animales.

—Deja de quejarte, princesa —le dijo su hermano. Cami lo miró mal antes de dar el primer paso dentro.

Desde esa noche que discutimos no habíamos hablado. No estábamos de buen humor cómo para echarnos en cara más verdades que nos iban a doler a ambos. Pero Víctor nos pidió venir y terminar con esto de una vez antes de que pasaran más días. No quería dejar pasar más tiempo antes de arreglar las cosas.

—Cierra la boca —espetó Cami. Billy me dejó pasar y cerró la puerta detrás de sí. Miramos el lugar de hito en hito. Era cómo un bar cualquiera con una pista y un tubo, sillones por todo el lugar y la atmosfera apestaba a cigarrillo añejo, como si el olor se hubiera impregnado a las paredes, al suelo y a la tela de los sillones de terciopelo.

—Qué milagro que vienen por aquí —Adriano sostenía un cigarrillo entre sus labios mientras contaba los billetes que tenía frente a él. A su lado se encontraba un hombre con traje que parecía más su sombra que su contador —. Pasen, pasen —nos invitó a sentarnos frente a él.

Cami dudó al hacer una mueca de asco, pero Billy la empujó con delicadeza para que avanzara y no le quedó de otra más que caminar hacia Adriano. Tomamos asiento frente a él.

—¿Qué los trae por aquí?

—Sabes qué hacemos aquí —respondió Cami a la defensiva —. No te hagas el estúpido —masculló.

—Queremos saber por qué carajos metiste a Seth en nuestra casa. ¿Por qué no nos dijiste quién es en verdad? —Adriano exhaló y cogió el cigarrillo con los dedos para quitar el exceso de cenizas.

—¿Saben quién es Seth Beckett? —intercaló la mirada entre los tres —. No tienen idea de quién es ese bastardo —se deslizó cerca y alzó una ceja.

—Es un pobre imbécil —escupió Cami. Adriano negó con la cabeza y recargó la espalda contra el respaldo del sillón.

—Nunca lo subestimes —comentó —. Puede parecer que es un imbécil que no sabe lo que hace, pero él siempre sabe lo que hace. No te quieres meter en su camino.

—¿Por qué lo hiciste? —le pregunté —. ¿Qué te ofreció Beckett para que lo metieras en nuestra casa? —Adriano se llevó el cigarrillo a los labios y le dio una calada.

—¿Qué me dio? —se rio. Apartó el cigarrillo de sus labios y se rascó el labio inferior con el dedo —. La única advertencia que me brindó fue una clara señal de que si no lo recomendaba, iba a matar a mi familia, a mi bambina—se quedó pensando unos instantes y nos observó —. Ustedes cómo yo, harían lo que fuera por su familia.

—Sí, pero...

—No hay peros aquí —sentenció —. Es mi famiglia y hay que defenderla. Yo haría cualquier cosa por ellos y no me digan que ustedes no lo harían —se rio —. Vivimos en la mafia, rodeados de oscuridad, pero aun así haríamos lo que sea por los nuestros —nos miró a los tres.

—Nada te justifica. Sabías lo que Seth quería —le dijo Billy.

—Yo no sabía nada. Él no dijo qué motivos tenía para entrar con ustedes y yo tampoco le pregunté. No me importaba —al menos fue sincero en esa parte.

—Secuestró a mi hermana —le recordó Cami.

—¡¿Cómo querías que lo supiera?! No soy un puto adivino. Tampoco me lo iba a decir.

—¡Debiste preguntar! —insistió.

—¿En qué momento querías que preguntara? ¿Cuándo me amenazó o cuando me obligó a arrodillarme frente a él para que perdonara la vida de mi familia? —preguntó en tono irónico —. Dime.

—Te entiendo —dije eso y recibí una mirada de desprecio por parte de Cami —. Yo también haría lo que sea por las personas que amo.

—¿Qué estupideces estás diciendo? —ignoré a Cami.

—Víctor quiere respuestas.

—Dale sus malditas respuestas porque ya dije todo. Me obligó, me amenazó y tuvo a mi familia vigilada por semanas —escupió —. No tengo nada más que decir —le dio una calada a su cigarrillo —. Si me van a matar háganlo de una puta vez.

—Nadie va a matarte —aseguró Billy.

—¿Pero qué demonios pasa con ustedes? —Cami se cruzó de brazos.

—¿Es todo? —pregunté —. ¿No sabes nada más?

—No sé qué planes tenía o que está haciendo ahora mismo. Su asquerosa vida me da igual —espetó —. Yo cumplí con lo que me pidió y nadie debería juzgarme por eso —Adriano miró a Cami por la manera en la que se había estado comportando.

—Si te enteras de algo que tenga que ver con Seth sabes a donde llamar —le dije. Adriano asintió con la cabeza. Nos levantamos y salimos de ese lugar.

—¿Qué sucede con ustedes? —preguntó Cami nada más salimos del bar y pusimos un pie fuera —. ¿Están estúpidos o qué? —se cruzó de brazos. Se colocó frente a la camioneta para que no pudiéramos subir.

—Deja de hablarnos así —le pidió su mellizo —. Ese pobre hombre solo hizo lo que cualquiera de nosotros haría por su familia.

—Cami —quise tocarla, pero apartó mi mano de golpe —. No podemos juzgarlo por lo que hizo, tú también hubieras hecho lo mismo o peor —me miró de reojo —. Solo defendió a su familia, a su hija.

—Par de tontos —se apartó y abrió la puerta para subir a la camioneta.

—¿Eso fue una disculpa? —le pregunté a Billy.

—Así se disculpa ella —respondió. Él más que nadie la conocía y sabía cómo se comportaba su hermana y su manera de disculparse.

—De acuerdo —subimos a la camioneta y conduje en dirección a la mansión de los Zaitsev.

Cami bajó primero y detrás de ella lo hizo Billy. Al ver que no bajé, él se acercó a la puerta del copiloto y bajé la ventanilla.

—¿No vas a entrar? —Cami se acercó empujándolo hacia un lado.

—Tiene que ir a ver a su novia.

—No es mi novia —puso los ojos en blanco —. Pero sí tengo que ir a verla.

Billy se recargó de la puerta.

—¿Ya hablaste con ella de eso? —lo miré mal.

—Ya te dije que no le voy a pedir eso —le aclaré. Billy bufó. Cami se veía confundida.

—¿De qué están hablando?

—Dile.

—No.

—Puedes pedírselo cómo un favor —insistió.

—Ni cómo un favor ni cómo nada —yo también insistí —. No voy a arriesgar a Eli.

—¿Me van a decir de qué mierda están hablando? —Cami se cruzó de brazos al ver que ni uno de los dos le respondía.

—Tu hermano quiere que Eli vaya y hable con Seth y así descubrir si Vanya está en su casa —le dije.

—Es buena idea —casi la aniquilo con la mirada.

—¿Estás bien de la cabeza? —entornó los ojos.

—Idiota. No tiene que ir y meterse en su cama, solo hacerle una visita fingida en la que él crea que ella lo perdona y ya está —dijo así de fácil, como si fuera tan sencillo cómo ella lo planteaba.

—¿Perdón? ¿Qué? —dejé el celular a un lado —. Eli no va a ir a la casa de ese bastardo y no le va a decir que lo perdona. Eli no lo ha perdonado y dudo que un día lo haga.

—No tiene que ser verdad —sugirió Cami —. Puede decirle una pequeña mentira y después seguir odiándolo cómo lo hace en este momento.

—Piénsalo —comentó Billy. Cami se dio toquecitos con el dedo índice y medio en la sien mientras su hermano hablaba —. Sería una mentira piadosa para averiguar algo. No tenemos nada, Alek —me recordó —. Nos vemos luego —ambos se apartaron de la puerta y juntos se alejaron para entrar a la casa.

Salí de la propiedad y conduje en dirección al bar de mala muerte del que ahora era el dueño. Cuando entré, el lugar se encontraba abarrotado de hombres que venían a ver a las chicas que bailaban cada noche para obtener un poco de dinero.

A comparación de cómo tenía este lugar aquel hombre ahora se encontraba mucho mejor. Una pequeña remodelación y pintura nueva ayudó mucho para que no se viera cómo el lugar decadente en el que entré la primera vez.

—¡Alek! —me llamó Eli desde el otro extremo del lugar. Agitó la mano y sonrió al verme. Caminé hacia ella y cuando llegué nos saludamos con un beso en la mejilla.

—¿Qué sucede? —le pregunté. Llevé una mano a su cintura y observé el lugar de hito en hito.

—Ya se arregló el problema —regresé la mirada a ella y fruncí el ceño.

—¿Cómo que ya se arregló?

—Sí, hubo un pequeño problema con un viejo sucio y una de las chicas, pero con los guardias que contrataste se arregló el problema —sonrió.

Su sonrisa era tan bonita e ingenua que iluminaba todo a su paso. Hasta la cloaca más oscura y sucia se iluminaba cuando ella sonreía.

—Ven —solté su cintura y la cogí de la mano para llevarla a la oficina que se encontraba en el piso de arriba. Abrí la puerta y la dejé pasar primero, detrás de ella entré yo. Cerré la puerta y nos sentamos en el único sofá que cabía en ese estrecho lugar —. ¿Tú arreglaste el problema sola?

—Sí —agachó la mirada —. No sabía si te ibas a tardar, así que le llamé a uno de los chicos que contrataste y echamos a ese sujeto fuera de este lugar. Ya está vetado por tocar a una de las chicas sin su consentimiento —me sentí orgulloso de ella —. ¿Está mal lo que hice?

—No, al contrario. Está muy bien que te hagas cargo y resuelvas los problemas sin esperarme —sonrió apenada.

—Pensé que te ibas a enojar.

—Nunca haría eso. Te dejé encargada de este lugar porque confío en ti y sé que puedes con esto y más —alcé la mano y toqué su barbilla —. Eres capaz de hacer lo que sea, Eli, solo tienes que creértelo —se mordió el labio y asintió.

—Ahora lo sé porque tú confías en mí —cogió mi mano —. No solo me ves cómo un adorno que puedes presumir con tus amigos y llevar de un lado al otro.

—Nunca he pensado eso —le dije —. Te creo capaz de hacer lo que tú quieras. El problema es que tú no confías en ti y no debería ser así.

—Estoy haciendo lo imposible para cambiar esa mentalidad —admitió —. Nunca me habían encargado de un lugar como este. Trabajé aquí por unos meses, pero nunca pensé en hacerme cargo de este lugar.

—Siempre da miedo hacer algo nuevo —asintió —. Pero sabes que aquí estoy para ti y que puedes preguntar lo que sea.

—Lo sé —sonrió de nuevo y provocaba este cosquilleo dentro de mí.

—Eli —pensé en lo que me dijeron Cami y Billy —. ¿Te podría pedir un favor?

—Con todo lo que has hecho por mí puedes pedirme lo que sea.

—¿Tú sabes donde queda la casa de Seth? ¿Te ha llevado a ese lugar?

—Sí la conozco y sí me ha llevado a ese lugar. Un par de veces —explicó.

—No, no te voy a pedir esto a ti —me levanté del sofá

—Alek, ¿qué pasa? —me cogió de la manga de mi chaqueta —. Dime.

—Cami y Billy quieren que vayas a la casa de Seth y averigües si Vanya está ahí. Pero no te voy a pedir esto, no a ti. Eso sería cómo obligarte a entrar a la boca del lobo.

—Alek...

—Es una estupidez. ¿Cómo se les ocurren estas ideas?

—Alek...—la miré.

—¿Qué?

—Lo puedo hacer.

—¿Qué? —me senté a su lado.

—Puedo ir a la casa de Seth y averiguar si Vanya está ahí —negué —. Puedo hacerlo. Solo yo sé cómo manejarlo sin que sospeche de mí —volví a negar —. Me has ayudado mucho y si así puedo pagártelo lo haré.

—No voy a permitir que entres a esa casa —cogí sus manos —. No sabemos cómo actúe ese sociópata. Es inestable y te puede hacer daño.

—Alek, lo conozco desde hace años y sé que cuando quiere puede ser un amor. Es inestable, lo sé e impulsivo, pero a mí nunca me puso una mano encima. Si él tiene a Vanya estoy segura de que nunca le tocaría ni un pelo —fruncí el ceño.

—¿Por qué estás tan segura? —inquirí.

—Seth siente algo por tu prima. Algo muy enfermo y retorcido, pero...

—¿Amor?

—No sé si sea amor u otro tipo de sentimiento, pero siente algo por ella más que atracción, deseo o pasión de eso sí estoy segura. Y claro que puedo ayudarte en esto —dijo muy segura.

—No te voy a obligar a nada.

—Lo hago porque quiero —aseguró sincera.

—Gracias —dije con sinceridad.

—¿Por qué?

—Te estás arriesgando a que Seth te haga algo y ni siquiera conoces a Vanya —encogió un hombro.

—Ya te dije que Seth nunca me pondría un dedo encima —recalcó —. Él podrá ser un monstruo, pero hasta él tiene límites. Y no lo estoy justificando —me miró —. Seth nunca tocaría a una mujer sin su consentimiento. Nunca le tocaría ni un solo pelo a una mujer.

—¿Por qué? —pregunté con curiosidad.

—Porque amaba a su madre más que a nadie en este mundo. Y juró que nunca haría lo mismo que su padre hizo con su madre —tragué saliva.

—¿La golpeaba?

—Antes —cogí sus manos —. Cuando eran niños, pero nadie habla de eso. Fingieron que eso nunca pasó por su madre, ella se los pidió —asentí. Entendí un poco lo que había sucedido —. No quería que crecieran odiando a su padre, pero para Seth fue imposible no hacerlo cuando él veía cómo la golpeaba y protegía a Nate de eso —levantó la mirada hacia mí.

—Por eso dices que él nunca te haría daño —asintió —. Aun así debemos tener mucho cuidado. Te vamos a preparar, ¿entiendes eso?

—Entiendo —sonrió —. Haría lo que fuera que me pidas.

Seth

—Necesito que hagas esto lo más pronto posible.

No es tan fácil cómo piensas, Seth —bufé.

—No me importa...

Para ti tal vez lo sea, pero para mí no. Está todo vigilado y nos tienen en la mira —miré a cada lado. Gale subió y esperaba que Cas subiera detrás de él, pero no lo hizo. Cas no quería saber nada de mí.

—No me importa. Necesito que lo hagas ya —colgué.

—¿Por qué tan enojado? —preguntó Gale al sentarse a mi lado. Nos saludamos.

—Las cosas no salen cómo me gustaría —bebí de mi vaso y lo miré.

—El dueño del control —se burló —. Ahora no sabe qué hacer.

—No te burles —se rio —. ¿Has sabido algo de Cas? —negó con la cabeza —. ¿Nada?

—La última vez que hablamos dijo que no quiere saber nada de ti. Que eres un traidor y mentiroso —me miró. Se sirvió coñac en un vaso que agarró detrás de la barra —. ¿Qué le hiciste para que diga esas cosas? —encogí un hombro.

—Ya se le pasará —Gale no habló más del tema.

—¿Y tú has sabido algo de Vanya? —pasé saliva al escuchar su nombre.

—¿Por qué preguntas de ella? —no quería delatarme, pero con este tipo de preguntas lo hacía.

—Solo pregunto —respondió tranquilo —. Sus padres han tapizado la ciudad con carteles de su desaparición. Ya veo su cara hasta en la sopa —bebió de su vaso —. Te gustaba, ¿no es así? Estabas dentro de esa casa para enamorarla y vengar la muerte de tu madre —asentí.

—Todos mis planes se fueron a la mierda —por primera vez quise ser sincero con alguien —. Ella me vuelve loco. Ella me gusta y me gusta mucho. No sé...—me detuve —. No sé cómo me pasó esto, pero pasó y siento...—Gale puso una mano en mi brazo.

—¿Qué sientes? ¿La amas? —negué. No la amaba, de eso estaba seguro. Lo que yo sentía era un tipo de obsesión insana que no me iba a llevar a nada bueno —. ¿La quieres?

—Nunca he querido a nadie, así que no sé si sea eso, cómo se deba sentir —bebí de mi vaso y Gale me sirvió más coñac.

—Es que no hay un manual o reglas que se deban seguir para sentir algo...Solo se...siente y ya —dijo con redundancia —. ¿Qué sientes?

—¿Tú has querido a alguien? —Evadí su pregunta con obviedad. Frunció los labios.

—¿Sabías que no es lo mismo querer y amar? —bufé y puse los ojos en blanco.

—No necesito de tu psicología barata, Gale —lo miré, pero me ignoró.

—Querer es necesitar y amar es...amar. Si me preguntas si he querido a alguien, pues sí, he querido a muchas personas en esta vida, pero realmente nunca he amado a nadie —encogió un hombro cuando mis ojos se mantuvieron fijos en su rostro —. ¿Tú has amado a alguien que no sea tu madre o tu hermano?

—No —respondí rápidamente —. No sé lo que es amar.

—Sin embargo, creo que cuando te enamores lo vas a saber de inmediato —fruncí el ceño.

—¿Y cómo lo voy a saber si nunca he amado a nadie? —Gale iba a abrir la boca, pero se quedó callado en el instante que una mano se posó en su hombro. Miré detrás de él y ahí se encontraba el oficial Murphy.

—Seth Beckett —observó el sitio de hito en hito —. Es muy difícil encontrarte.

—No me estoy escondiendo —le ofrecí un trago y en lugar de declinar la oferta terminó por aceptar.

—Nunca dije que te estés escondiendo, dije que es muy difícil encontrarte —le dio un sorbo a su vaso —. Tienes muchos rostros y a la vez ni uno —alzó el vaso a la altura de su rostro —. Qué bueno está esto —degustó el coñac y habló —. Te tuve frente a mí y no sabía que eras tú —cogió un banco y lo jaló para después sentarse al lado de Gale.

—Sabes cómo es esto —sonrió.

—Sí, sí ya sé —le dio otro sorbo al vaso.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Los rusos sospechan que eres tú quien tiene a la rubia —la mirada de Gale se arrastró desde Murphy hacia mí —. Y si es así solo quiero advertirte algo: ten mucho cuidado con los rusos. No van a tener piedad de ti si la tienes en tus manos. Y si es así déjala ir, tal vez tengan un poco de consideración —apreté la mandíbula.

La mirada de Gale no me abandonó en ningún momento.

—¿Algo más? —pregunté con los dientes apretados.

—Solo venía a decirte eso —se levantó con el vaso en la mano y se terminó el coñac de golpe. Dejó el vaso encima de la barra y se alejó.

—¿Tú secuestraste a Vanya?

—No quiero hablar de eso —cogí la botella y me serví más coñac. Esta noche quería embriagarme hasta perder la conciencia.

—Tú...—me miró por interminables segundos —. Tú la tienes, ¿no es así? ¿La secuestraste? —alzó las cejas y abrió los ojos de par en par —. Seth...

—Cierra la boca —siseé —. ¿Quieres que todo el mundo se entere?

—No debería sorprenderme que lo hayas hecho. No debió sorprenderme cuando le rompiste la nariz a ese chico con una piedra o cuando obligaste a ese sujeto a comer tierra —negó —. Ya no debería sorprenderme nada que venga de ti. Por eso Cas está molesto contigo, ¿cierto? —no me permitió responder —. Su amiga ya lo sabe y no quiere saber nada de él. ¡Arruinaste su vida! —gritó bajito, aun así llamó la atención de las personas a nuestro alrededor.

—Yo no arruiné la vida de nadie —espeté —. Y nadie sabe, así que no abras la boca —sentencié —. A Cas ya se le pasará el berrinche y te sugiero que no le digas nada.

—Te importa que te odie —negué —. Sí te importa y mucho. Son como hermanos —me bebí el coñac que aún quedaba dentro del vaso —. No puedes perder eso.

—Ya no tengo nada, Gale —rodeó mis hombros con su brazo.

—Me tienes a mí y a Cas. Tienes a tu hermano.

—¿Mi hermano el que ahora mismo debe estar perdido en medio de las piernas de la mujer que me vuelve loco? —alcé una ceja —. ¿Ese hermano? A él también lo voy a perder...

—Ay Seth —me sirvió más coñac y lo agradecí porque quería sedar mi mente. Las voces se hacían presentes con más fuerza, aunque estaba tomando el tratamiento. Pero no existían pastillas que las pudieran callar.

Bebimos hasta que pasó de media noche y creo que ya iba a amanecer o eran las luces de la ciudad. Me encontraba tan idiota que ya no sabía cómo poner un pie frente al otro y levantarlo para dar un paso.

—Estoy bien —aparté los brazos de Gale —. No necesito que me ayudes —caminamos hacia las escaleras y tropecé con mi pie, casi ruedo escaleras abajo de no ser porque me sostuve del barandal —. ¿Quién me empujó? —me puse a la defensiva.

—Fuiste tú —me jaló Gale —. Vamos borrachito —me volvió a coger de la ropa y me ayudó a bajar los escalones.

Bajamos al estacionamiento y subimos a mi auto. Gale me puso el cinturón y recuerdo haberle dicho que no lo necesitaba, aun así insistió y lo abrochó.

—No quiero, no —manoteé.

—Deja de portarte cómo un imbécil y permite que te ayude —cerró la puerta y subió del otro lado. Encendió el auto y salimos del bar.

—¿Te puedo decir algo? —giró hacia la derecha.

—Dime.

—Algo —me reí a carcajadas, pero Gale no lo hizo, solo negó con la cabeza —. Ya, ya —hipé —. La odio —confesé —. La odio cómo no tienes idea. La odio por hacerme sentir lo que siento. La odio porque la deseo tanto y sé que si caigo en sus garras me va a tener en sus manos de por vida y no quiero eso —la cabeza me pesaba menos y cuando negué lo hice repetidas veces —. La odio y la deseo al mismo tiempo.

—¿Ya se lo dijiste a ella? —le dije que no —. ¿Y por qué no lo haces?

—Soy un cobarde —otro hipido —. No sé cómo acercarme a ella sin quererla ahorcar y quitarle la vida. Quisiera ver cómo muere lentamente mientras mis manos rodean su garganta como si fueran un bonito collar.

—Qué romántico —ironizó —. Lo que sientes por ella es enfermo.

—¡Lo sé! Maldita sea, lo sé. Soy un enfermo de mierda. Gale...

—¿Ahora qué quieres? —me miró en el preciso instante que me llevé una mano a la boca. Apenas le dio tiempo para frenar y estacionarse al lado de la acera. Me bajé rápidamente quitándome el cinturón. Salí y deseché todo lo que tenía dentro.

—Ay Dios —me quejé cuando la arcada se hizo presente de nuevo —. Qué asco —una vez más me quejé —. ¿Por qué dejaste que bebiera tanto? —cuestioné a Gale. Él se quedó dentro del auto y solo me miraba vomitar.

—Te dije que no bebieras y dijiste que te querías emborrachar —lo miré y encogió un hombro —. ¿Quién soy yo para decirte lo que debes hacer o no?

—¡Eres mi mejor amigo! —le grité. Estiré el brazo y me entregó una botella con agua para enjuagarme la boca.

—¿Nos podemos ir? —asentí y bebí un poco de agua. Gale arrancó y cerré la puerta.

Al llegar a mi casa entramos hasta el jardín.

—Mañana te vas a arrepentir de haber bebido así. Sabes que no debes beber de esta manera —me ayudó a bajar del auto y caminamos hacia la puerta de la casa.

—Puedes llevarte el auto y lo regresas intacto —le advertí.

—No prometo nada —se rio. Entorné los ojos —. Nos vemos mañana, Seth —me despedí y abrí la puerta. Salió de la propiedad y subí para ir a mi habitación, sin embargo, un impulso me hizo detenerme de golpe frente a la puerta de Vanya.

Abrí la puerta y entré sin hacer ruido. Cerré de nuevo y me quité la chaqueta arrojándola al suelo. Me deshice de los zapatos y me metí a su cama. Al querer tocarla sentí el frío metal del cuchillo que presionaba a la altura de mi estómago.

—Si te mueves un centímetro te lo clavo —aun en medio de la oscuridad podía ver a la perfección ese par de abismales ojos azules —. Tú sabes lo que haces.

Ni siquiera le estaba prestando atención a sus palabras, solo podía pensar en lo bonita que se vería su boca follando mi polla.

—Te estoy hablando maldito imbécil —parpadeé y la miré —. ¿Tan siquiera me estás escuchando?

—No —fui sincero y bufó —. Pensaba en lo bonita que te verías de rodillas chupándomela.

—Ni siquiera en tus más sucios y pervertidos sueños, Beckett —que pronunciara mi apellido y no mi nombre activó algo dentro de mí.

—En mis sucios y pervertidos sueños ya te follé —me mojé los labios.

—Hueles a alcohol y mañana te vas a arrepentir de haberte metido en la cama de esta perra —musitó cerca de mis labios.

El filo del cuchillo presionó mi piel y sentí un ligero ardor en el momento que abrió mi piel y eso ni siquiera me importó. Yo quería tenerla cerca y follarla.

—Seth...—su voz tembló —. Apártate. Te lo advierto.

—Si lo vas a hacer hazlo ya y si no déjate de idioteces y permite que te bese —zanjé.

—S-Seth —la callé de golpe apretando mis labios contra los suyos. Su mano cedió y pude quitarle el cuchillo que arrojé al suelo. Me acerqué y metí mi pierna en medio de las suyas —. Eres un imbécil —asentí. Llevé mi mano a su nuca para ejercer presión y que no se apartara —. Te odio.

—Yo también te odio, ved'ma —murmuré sobre sus labios —. No te imaginas cuanto.

—Te detesto y me desagradas —la besé una vez más.

—Sí, sí.

—Me das asco.

—Y yo te quiero follar —aseveré. Su mirada se quedó estática, fija en mis ojos.

Chupé su labio y metí mi lengua en su suave y dulce boca con sabor a dentrítico. Vanya soltó un jadeito que me removió las entrañas. Presioné mi rodilla contra su centro y empezó a moverse de arriba hacia abajo. Sus manos fueron a mis hombros y hundió sus uñas en mi piel sin atravesar la tela de mi camiseta.

—Idiota —murmuró sobre mis labios.

—Maldita perra —se apartó y me dio una bofetada —. Hazlo de nuevo —le pedí. Vanya no dudó en golpearme la otra mejilla y mi polla reaccionó de inmediato a sus golpes.

Nos besamos con odio, pasión y deseo que emanaba de cada poro, de cada centímetro de nuestra piel. Solté un jadeo cuando su mano atrapó mis pelotas y apretó con fuerza. Mi agarre en su nuca se hizo más fuerte y mordí su labio hasta hacerlo sangrar. Su saliva y su sangre se mezcló en mi boca.

—Mira cómo me tienes —me sentía en su mano, duro y erecto.

—Ese es mi poder, Seth, nadie se puede resistir a mis encantos —se regocijó en sus palabras.

—Eres una víbora.

—Me han dicho cosas peores —ahora fue ella quien me besó.

Esta vez sus uñas sí atravesaron la tela y se clavaron en mi hombro. Gemí por el dolor que me penetraba el hombro, pero no me aparté. Al contrario, dejé que me besara y continuara con esta maldita tortura.

—Fóllame, ved'ma, hazlo antes de que pierda la cabeza —me aparté solo unos centímetros para tomar una bocanada de aire. Me estaba asfixiando de la mejor manera.

—Solo promete una cosa —asentí —. Que no te vas a arrepentir mañana.

—No lo haré —aseguré con voz firme —. Te lo aseguro —sonrió y se colocó arriba de mi cuerpo.

—Te voy a creer, aunque no debería —se colocó justo arriba de mi ya evidente y duro miembro. Empezó a mover las caderas de arriba hacia abajo y en círculos. Apoyó las manos en mi pecho y me quitó la camiseta.

—Eres la peor de las mujeres.

—Y tú el peor de los hombres —llevé una mano a su cadera para que continuara con esos movimientos. La humedad de su sexo traspasó la tela de sus bragas y mojaba la de mis pantalones.

—Quítate la ropa y muéstrame tus tetas. Quiero verlas rebotar mientras me montas —se levantó y se quitó el pijama y la blusa de tirantes. La luz afuera de la casa me permitía detallar la silueta de su hermoso cuerpo. Su piel cremosa, sus pezones de un color más oscuro. Me ayudó con el pantalón y de nuevo se sentó arriba de mi miembro. Su vagina chorreaba deseo y que la follara de una vez por todas.

—Debería dejarte con las ganas cómo lo hiciste tú días atrás —fruncí el ceño.

—Te lo prohíbo —advertí —. Ni se te ocurra dejarme erecto y con ganas de ti.

—¿Tienes ganas de mí? —se deslizó cerca, hablando sobre mis labios —. ¿Cuántas ganas tienes?

—Tengo muchas ganas de ti, ved'ma —atrapé su labio con mis dientes —. Ahora mételo —levantó las caderas, cogió mi pene con los dedos y lo acercó a su entrada. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos disfrutando de cada maldito momento al entrar en ella. Primero fue la punta, se detuvo y gruñí, la escuché reír y continuó con esta tortura. Alcé una mano para tocar uno de sus pechos. No eran muy grandes, mi mano lo abarcaba perfecto y todavía quedaba espacio entre mi mano y su seno. Se dejó caer con fuerza y salió no por completo. De nuevo se dejó caer e hizo un movimiento donde sus labios se restregaron contra mi piel —. Maldita sea, estás tan apretada. ¿Estás segura de que no eres virgen?

—No lo soy —respondió.

—Me doy cuenta —con una mano sostenía su cadera y con la que tenía libre masajeaba su pecho, presionaba su pezón con mis dedos —. Sabes cómo moverte —abrí los ojos. Apoyó sus tetas en mi pecho para tener mejor acceso de mi pene dentro de su vagina. Entraba y salía. Volvía a entrar y salir. Se restregaba y jadeaba sobre mis labios —. Ved'ma —nos miramos a los ojos.

—¿Sí? —me mordí la punta de la lengua al darme cuenta de que estaba a punto de cagarla, así que tuve que cambiar mis palabras.

—Quiero que me mires a los ojos cuando te corras en mi polla —se mordió el labio.

—Y yo quiero que te corras dentro de mí.

Sus labios se estamparon contra mis labios. Gemía y maldecía cada vez que me permitía un segundo para poder respirar. Sus besos eran posesivos, agresivos cómo los míos. En cada beso demostraba todo el odio que sentía por ella y ella por mí. En cada beso jadeaba, me mordía, me chupaba. La tomé de las caderas intensificando el dolor que sentía en las bolas. Hundí mis dedos en su suave piel. Jadeó primero, hundiendo sus dedos en mi cabello, besándome y atrayéndome a su cuerpo. Llevé una de mis manos a su culo y presioné lo justo para incrementar su orgasmo que explotó más fuerte. Gemí en su boca y me corrí dentro de ella. Mi semen salió en chorros cuando apretaba sus paredes a mi polla. Cada gota fue derramada dentro de ella. Solté una larga exhalación y dejé un beso en su mejilla. Vanya apoyó su cabeza en mi pecho.

—No estuviste tan mal —me reí. Aún me dolía todo por el orgasmo que me robó.

—¿No estuve tan mal? —alcé una ceja.

—Al menos esta vez no me dejaste con las ganas.

—No me lo vas a perdonar nunca, ¿cierto? —alzó la cabeza. Tenía las pupilas dilatadas y los labios rojos e hinchados.

—No, todavía no me lo cobro —sus manos cogieron mis brazos.

—Si quieres puedes chupármela y me dejas con las ganas. Sería lo correcto —metí una mano bajo mi cabeza y con la otra acariciaba su sedoso cabello rubio.

—Ni creas que será tan fácil —soltó mis brazos y metió las manos bajo su mejilla —. Te las voy a cobrar y no te imaginas de qué manera.

—Solo no te metas con mi hermano.

—Es él quien quiere que lo folle —bufé —. ¿Te duele que sea la primera mujer en su vida?

—Me duele que le vayas a romper el corazón —mi semen empezó a salir de su vagina y mojarme el pene.

—¿Quién dice que le voy a romper el corazón? —me reí y negué con la cabeza.

—Eres una maldita egoísta y narcisista. No te importa nadie, solo tú. ¿Crees que me creo ese cuento de que te importa mi hermano? Solo te lo quieres follar para quitarle la virginidad.

—Hace mucho que no estoy con un virgen —levantó la mirada y cogí su barbilla —. Creo que ya es hora, ¿no crees?

—Perra —mascullé —. Solo lo vas a follar y lo botaras cómo lo haces con los demás —negó y formó un puchero.

—O tal vez puedo follarlo y hacerlo mi novio —resoplé —. ¿Te gustaría verme feliz con tu hermanito? —dibujó el contorno de mi pezón con la punta de su dedo.

—No te atrevas a jugar con él.

—Podemos jugar los tres —dijo con esa voz tan seductora e hipnótica —. ¿Te gustaría tener una relación de tres? —la miré con extrañeza —. Sería interesante tener a dos hermanos mafiosos loquitos por mí, de rodillas a mis pies y que hagan lo que yo les digo. Que obedezcan como perros.

—Estás enferma.

—No sabes cuanto —me mordió la piel enterrando sus dientes, dejando una marca en mi torso —. Voy a limpiarme —salió de mí y bajó la cama. Caminó hacia el baño completamente desnuda. Dejó la puerta abierta mientras se aseaba y entré segundos después para hacer del baño.

Mientras se lavaba las manos yo tiré de la cadena del baño. Me acerqué por detrás para lavarme las manos también.

—Mira lo que hiciste —le mostré la marca de sus dientes.

—Eso es para que te quede claro a quien le perteneces —cerró el paso del agua y cogió la toalla para secarse las manos.

—No soy un toro para que me marques. No eres mi dueña —giró sobre sus pies y me encaró.

—¿Ah, no? —bajó su mano y tomó mi pene junto a mis bolas con su mano —. Esto es mío también y no vas a meter tu pene en otra vagina a menos que no sea la mía.

—Vanya...—murmuré. Me estaba poniendo caliente una vez más.

—Seth...—se puso de puntitas y rozó sus labios contra los míos. Me soltó y pasó a mi lado para subir a la cama —. Si quieres dormir aquí hazlo —dijo despreocupada.

—¿No te molesta? —apagué la luz del baño y cerré la puerta.

—Para nada. Pero si roncas te saco de la habitación —se acostó de lado para que pudiera abrazarla —. Solo espero que al despertar no te arrepientas de haberte entregado a mí.

—No ronco y no me voy a arrepentir de nada —se rio bajito.

—Estás tomado y caliente. Pudiste haber metido tu pene en otra vagina —hundí mi nariz en su cabello. Olía a fresas. Inhalé y solté el aire poco a poco.

—Solo pensaba en follarte a ti, ved'ma. ¿Eso qué te dice? —rodeé su cintura con mi brazo y la atraje a mi cuerpo. Su espalda acarició mi pecho y su trasero se pegó a mi pelvis.

—Dice que eres un idiota que solo piensa en follarme cuando está ebrio.

—Pero pienso en ti —negó con la cabeza.

—Ya duérmete —dejé un beso en su hombro izquierdo.

—Hasta mañana, ved'ma.

—Hasta mañana, krasavchik —puso su mano sobre mi brazo. 


🔗🔗

¡Holis!

Espero que se encuentren bien y que el capítulo haya sido de su agrado. Tardé mucho para llegar a este momento entre Vanya y Seth, y no les voy a prometer que las cosas van a cambiar entre ellos porque eso no va a pasar por ahora. Seguirán odiándose cómo lo han hecho hasta ahora y eso ni el sexo lo va a cambiar. Solo espero que el capítulo les gustara. 

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