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Capítulo 31. 🔗

Camila

Salí furiosa de la habitación de Vanya, cegada por el coraje que emanaba de cada uno de mis poros. Estaba tan molesta y sentía tanto odio por Seth que en ese momento podría matarlo con mis manos.

Bajé las escaleras y revisé que llevara las llaves de mi auto.

—Cami —Alek me interceptó antes de salir de la casa.

—¡Apártate de mi camino! —le grité al mismo tiempo que lo empujaba. La bolsa con papitas salió volando y cayó al suelo.

—¿Qué te sucede? ¿A dónde vas? —abrí la puerta sin responder. No tenía tiempo para dar explicaciones cuando me estaba llevando el demonio y solo quería encontrar a ese bastardo.

—No te voy a decir, tengo cosas qué hacer —subí a mi auto y encendí el motor. Alek abrió la puerta y entró. Arranqué y cerró la puerta rápidamente.

—¿Qué te pasa, loca? Te vas a matar. ¿Eso es lo qué quieres? —no lo miré.

La reja se abrió y salí de la propiedad de prisa para llegar a ese maldito club.

Todo este tiempo nos estuvo viendo la cara de estúpidos a todos, nos mintió en nuestras caras y todavía tuvo el maldito descaro de negar todo y hacerse la víctima de que Billy lo había mandado a seguir.

—¿Me puedes explicar a dónde vamos? —Alex se abrochó el cinturón con las manos temblorosas.

—Tengo que cobrarle una deuda al monstruo de Seth —escupí. Pisé el acelerador para ir más rápido y llegar cuanto antes a su club. Tenía que estar ahí, no podía estar en otro lugar que no fuera ese.

—¿Con Seth? ¿Qué te hizo?

—Nos ha estado mintiendo —giré a la derecha —. Es el estúpido hijo de Beckett —miré a Alek de reojo y no entendía ni una mierda —. Seth es hijo de Jared Beckett y todo este tiempo nos mintió —Alek se agarró del asiento. Tal vez sentía que íbamos a chocar y podíamos morir, pero esta noche no íbamos a morir, antes de que eso sucediera tenía que hablar con esa basura y ver a Vanya.

—¿Qué? Espera, ¿qué?

—Lo que escuchaste, sordo. Lo más probable es que Seth tenga a Vanya.

Alek se quedó callado unos minutos y me preocupó que haya tenido una conmoción cerebral por la noticia, pero al verlo parpadear y acomodarse en el asiento supe que solo estaba procesando lo que le dije.

—¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo dijo?

—Había unos documentos en la caja fuerte de Vanya. Ella mandó investigar a Seth y fue Pete quien le dio la información, pero antes de que ella pudiera leerla la secuestraron, por eso no supo nada —mis nudillos se pusieron blancos al ejercer presión en el volante.

—No puede ser —musitó Alek. Se restregó el rostro con las manos y resopló —. Si no fueras tú quien me estuviera diciendo esto no lo creería.

Al llegar al club me estacioné frente a este, salí y dejé la puerta abierta.

—¡Cami! —gritó Alek desde dentro —. ¡Espera, Cami! —empujé al guardia de seguridad que cuidaba la entrada. Lo último que escuché antes de que la música retumbara en mis oídos fue que le pidieron a Alek que moviera su auto de ese lugar.

Miré a ambos lados buscando a ese malnacido y dirigí mi mirada a la parte de arriba donde seguramente lo iba a encontrar sí o sí. Me di paso entre los cuerpos sudorosos de las personas que bailaban en medio de la pista. Tuve que empujar a unos cuantos y a otros les grité que se quitaran de mi camino.

Terminé de subir y ubiqué a Seth de inmediato. A su lado se encontraban Cas y Gale. Caminé hacia ellos y ninguno me vio llegar hasta que me coloqué frente a Seth.

—Cami...—antes de que dijera mi nombre le solté un puñetazo en el labio que le hizo girar la cabeza hacia un lado.

—Pero que...

—¡Eres un maldito hijo de puta! —le grité. Cas me miró sorprendido por mi repentino ataque hacia su amigo. Pero lo que yo quería hacerle a este bastardo no se comparaba con un puñetazo en la boca.

—¡No te atrevas a hablar de mi madre! —gritó al mismo tiempo que se levantaba del sillón. Le rompí el labio con mi puño. Los nudillos me dolieron, pero no era nada con el inmenso dolor que sentía en el pecho.

—Sí, tu madre Margot a quien mató Vanya —no se inmutó ante mis palabras —. Lo sé todo y estoy segura de que tú fuiste quien la secuestró. ¡Maldito bastardo! ¡Eres un hijo de puta! —lo golpeé con los puños en el pecho y el rostro.

—¡No sé de qué estás hablando! —me cogió de las muñecas.

—¡Seth! —le gritó Cas —. ¡Déjala!

—¡Tú no te metas, Cas! —lo miró por un par de segundos.

—¡Suéltala! —le exigió. Seth miró a Cas y este no se veía nada contento con lo que su amigo estaba haciendo.

Seth aflojó su agarre de mis muñecas y al final me soltó. Para ese momento todos los ahí presentes ya se habían dado cuenta de lo que sucedía y nos miraban como si estuviéramos dando un espectáculo.

—Yo sé que tú la tienes y no voy a descansar hasta sacarla del lugar de donde la tienes —Seth parecía una estatua y ninguna de mis palabras le afectaban. Ahora estaba dejando ver su verdadero rostro y era despiadado, frío y duro cómo una piedra. Pudo infiltrarse a la casa, fingir ser otra persona y todos le creímos. Ahora se le había caído la máscara y lo veía por quién era en verdad.

Le solté una bofetada y le escupí en la cara. Resopló y me miró mal como si quisiera arrancarme la cabeza del cuello, pero no lo haría, al menos no en ese momento.

—Lárgate antes de que te mande sacar —masculló —. ¡Ahora! —me gritó en la cara.

—No te tengo miedo —lo enfrenté.

—Yo menos a ti.

Sentí que alguien me empujó y cuando me di cuenta Alek se encontraba encima de él golpeándolo con coraje. Uno, dos, tres, cuatro puñetazos le soltó Alek a Seth en el rostro antes de Cas y Gale los separaran. Algunas personas se quedaron a ver el espectáculo y otras más salieron huyendo del lugar.

—¿Qué te pasa? —Seth escupió sangre al suelo mezclada con su saliva. Alek le había roto el labio y le dejó el pómulo rojo —. ¡Ustedes están dementes!

—Yo te voy a enseñar lo que es estar demente —le dije. Quise golpearlo una vez más, sin embargo, Cas se interpuso entre él y yo, lo que me hizo imposible poder tocarlo.

—Tiene que haber una explicación —comentó Cas.

—La única explicación aquí es que tu amigo es un mentiroso y secuestrador. Seth nos ha mentido en nuestras caras —escupí. Cas se encontraba confundido y podría asegurar que no sabía nada de lo que ocurría, pero con lo acontecido ya no confiaba en nadie.

—Cami —quiso tocarme, sin embargo, me aparté —. ¿No creerás que yo...? —lo interrumpí.

—Yo no creo nada —di un paso atrás —. No me busques —sus cejas se hundieron —. No me llames. No quiero saber nada de ti.

Gale soltó a Alek y lo llevé conmigo escaleras abajo. Alek estaba furioso y quería matar a Seth. Lo haría si no lo llevaba conmigo y lo sacaba de aquí.

—¡Camila! —Cas venía detrás de nosotros corriendo. Ni siquiera nos detuvimos al escucharlo. Continuamos con nuestro camino hasta salir a la calle —. ¡Cami! —me agarró del hombro y me solté haciéndome a un lado.

—¿Qué? —me giré molesta, enfrentándolo —. ¿Qué quieres? ¿No te quedó claro que no quiero verte?

—Yo no sabía nada —Alek esperó, sin apartarse de mi lado —. Te juro que no sabía.

—Dime que no sabías quién era Seth y que se metió a nuestra casa solo para vengarse de Vanya. Dime en mi cara, viéndome a los ojos que no lo sabías y te voy a creer.

—Yo...Sí sabía eso porque Seth nos lo dijo, pero...

—Lo sabías y no dijiste nada —quise irme.

—¡Cami!

—¡No me busques! Eres igual que él —le di la espalda y me acerqué al auto. Alek abrió la puerta y subí. Cas se quedó de pie en el mismo lugar donde lo dejé. No se movió de ahí y cuando dimos la vuelta ya no lo vi.

—¿Crees que esté diciendo la verdad? —preguntó Alek. Esta vez él conducía. Yo estaba demasiado nerviosa cómo para coger el volante y no quería provocar un accidente.

—No creo ni una de sus palabras. Es un buen mentiroso, pero ya no confío en él —espeté. Miré por la ventanilla. Ahora que se nos había caído la venda de los ojos todo se veía diferente. Ahora no podía confiar en nadie porque no sabría si era sincero o decía mentiras.

—Le vamos a decir a Víctor, ¿cierto? —asentí.

—No podemos ocultar información tan valiosa, eso nos haría cómplices de esa escoria y no somos cómo él. Tenemos que encontrar a Vanya.

Alek asintió y ya no dijo nada en todo el tiempo que duró el trayecto de camino hacia la casa. Al llegar a la mansión la reja se abrió y entramos. Alek detuvo el auto y bajamos para entrar a la casa. Para nuestra buena suerte Vera y Víctor se encontraban en la sala mirando la televisión y revisando algunos documentos. Lena venía bajando las escaleras en ese momento. Se sorprendió al ver el rostro de Alek con algunas gotitas de sangre en las mejillas. De seguro fue cuando le pegó a Seth.

—¿Qué sucede? —se acercó a su hijo. La invitamos a la sala con nosotros.

—Tenemos algo que decirles —hablé y los dos levantaron la mirada hacia nosotros.

—¿Qué pasa? —preguntó Vera.

—Se trata de Seth —tomé asiento frente a ellos —. Seth es hijo de Jared y todo este tiempo nos ha mentido. Entró a esta casa con el objetivo de enamorar a Vanya y no sé...—la voz se me quebró —. No sé sí ella sí lo amó o no y por eso la secuestró, pero estoy segura de que él la tiene.

Los miré y los tres se encontraban cómo yo horas atrás. Estaban sorprendidos y enojados.

—Billy lo dijo y no le creímos —asentí —. Debimos escucharlo. Si hubiéramos prestado atención —habló Víctor.

—¿Creen que Seth le haga algo? —preguntó Lena. La miramos preguntándonos lo mismo.

—No creo —respondió Vera —. Si le hubiera hecho algo ya la hubieran encontrado, así que yo creo que la tiene escondida. Confío en que mi hija está bien y está buscando la manera de salir de ese lugar.

Yo también quería creer que Vanya estaba bien y que Seth no le hizo nada. Confiaba en que no importaba el lugar y las condiciones ella estaba luchando por sobrevivir en ese lugar.

—Tenemos que seguirlo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana —Víctor negó. Vera apretó su mano.

—Tenemos que ser más inteligentes que él —le dijo Víctor a Alek —. No nos va a llevar con ella, no por ahora. En este momento ya sabe que lo sabemos todo y no va a dudar en actuar. Si es inteligente no le hará nada porque sabe que si le toca un cabello le vamos a declarar la guerra y juro por mis hijos que esta vez no vamos a perder —aseguró Víctor —. Seth no es tonto, lo vi en su mirada varias veces. Está jugando y sabe muy bien cómo jugar. No sabemos lo que hará, pero no se va a quedar de brazos cruzados.

—Nosotros tampoco —habló Alek.

—Hijo, no nos podemos dejar llevar por nuestros sentimientos, tenemos que controlarlos —Alek asintió de mala manera —. Tenemos que ser inteligentes y saber mover las piezas —a todos nos quedó claro que ir y amenazarlo no iba a resolver nada, podía pasar todo lo contrario y Seth le haría algo a Vanya. No íbamos a permitir eso.

—Vanya es demasiado inteligente y astuta. No importa en la situación que se encuentre ella va a buscar la manera de sobrevivir en donde sea que Seth la tenga —les dije —. Víctor tiene razón y no debemos dejarnos llevar por le odio que ahora mismo sentimos por Seth —tomé aire con fuerza —. Tenemos que esperar, investigar, planear y atacar —asintieron.

—Solo así vamos a poder sacar a mi hija de ese lugar sana y salva —añadió Vera —. Tienes que traerme a Vanya con bien —le pidió —. Ya no quiero perder a un hijo más —sus ojos llorosos provocaron un sentimiento de dolor en mi pecho —. No quiero perderla a ella también.

Víctor abrazó a Vera y ella se dejó querer. Lloró sobre su hombro y dejó que su esposo la consolara. En ese momento sentí tanto coraje y odio por Seth, por lo que nos estaba haciendo. Su maldito padre mató a mi prometido, al amor de mi vida y ahora su despiadado hijo nos arrebató a Vanya y quién sabe qué le estaba haciendo.

—Gracias por decirnos la verdad, Cami —dijo Víctor —. Si tú no hubieras hablado estaríamos sumergidos en la ignorancia —sentí un apretón en mi hombro, miré hacia arriba y Alek se encontraba detrás de mí —. Ahora sabemos quién es Seth en verdad y ya no podrá engañarnos —asentí.

Sentí una molestia en mi estómago y odiaba que todas mis emociones se fueran hacia esa zona de mi cuerpo. ¿Por qué? No me gustaba, pero tenía que asimilarlo. Un retortijón y me llevé la mano a esa zona.

—¿Estás bien? —preguntó Alek.

—Estoy bien, solo necesito procesar esto —me levanté —. Voy a acostarme y pensar. Buenas noches a todos —antes de salir de la sala escuché que Billy le llamó a Alek, pero la verdad no quise preguntar que se traían esos dos, de todos modos más temprano que tarde iba a terminar sabiendo todo.

Subí y entré a mi habitación. Cerré la puerta y me senté en la orilla del colchón, fue en ese momento que mi celular timbró, miré la pantalla para darme cuenta de que Cas me estaba llamando. No respondí porque no quería saber nada de él y no me importaba lo que tenía que decir. Nunca fui una persona que juzgara a los demás solo por su apariencia, pero no me daba confianza que Cas fuera el mejor amigo de Seth sabiendo que este era un parásito. Todo podía pasar, tanto como que supiera todo lo que su nefasto amigo había planeado o que no supiera nada, de todos modos no me quería arriesgar e iniciar algo con él. No estaba preparada para iniciar una relación con alguien cuando Misha todavía me dolía y mucho.

A veces pensaba que nunca lo iba a poder olvidar y que mi condena sería no querer a nadie más cómo lo quise a él, cómo lo amé con toda mi alma. Misha fue el amor de mi vida y estaba muerto, me lo arrebataron de mi vida y ahora tenía que vivir con el pesar de que nadie llenara las expectativas que él dejó.

Seth

Entré a la propiedad sin miedo cómo siempre debió ser y sé que fue por mi culpa, que yo fui el causante de todo lo que estaba sucediendo y no es que me importara, me daba más que igual y ahora tenía que enfrentar las consecuencias de lo que hacía y decía. Me descubrieron y no había más que continuar. Ahora que era completamente libre podría hacerme cargo de los negocios cómo siempre debió ser. Ahora le podía demostrar a Jared que era capaz de hacerme cargo de todo sin tenerlo detrás de mí diciéndome lo que tenía que hacer y lo que no.

Estacioné el auto y apagué el motor, saqué la llave y bajé del auto. Me dolía el labio y la mejilla por el puñetazo de Cami y los golpes de Alek. Para ese momento ya todos sabían quién era en verdad y las sospechas de la desaparición de Vanya iban a recaer sobre mí.

Entré a la casa y a la primera persona que me encontré fue a Vanya acostada en uno de los sillones leyendo un libro que sostenía con una mano mientras que con la otra cogía pedazos de piña que devoraba uno a uno.

—Creo que alguien te golpeó —dijo al verme. Miré a mi alrededor y Nate no se veía por ahí.

—No estoy de humor —mascullé. Me quité la chaqueta y la colgué dentro del armario. Subí las escaleras y entré a mi habitación. Esta se encontraba tal como la dejé la última vez que estuve aquí.

Me deshice de la camisa y los zapatos. Vanya entró detrás de mí y no pude evitar mirarla de pies a cabeza. Llevaba puesto un lindo vestido azul que resaltaba sus grandes y llamativos ojos.

—¿Dónde está Nate? —le pregunté.

—Salió a comprar algunas cosas que le pedí —en ese momento mi celular me notificó de una transacción del banco. Levanté la mirada hacia ella. Apoyó el hombro en el marco de la puerta.

—¿Qué? —deslicé el dedo sobre la pantalla.

—¿Dos millones de dólares en ropa, zapatos y accesorios? —no se inmutó ante mis palabras.

—Quieres tenerme aquí, ¿no? Ese es el precio que vas a tener que pagar —sonrió. Era una maldita.

La mandíbula me dolió y me llevé la mano a esa zona. Solté un quejido y arrojé el celular lejos de mí. No me importaba que gastara esa cantidad en ropa y zapatos. Era una consentida y estaba seguro de que eso no era nada comparado con los millones que tenía dentro de su closet. Si ese era el precio que tenía que pagar por tenerla aquí, asumía la responsabilidad.

—No me importa —le dije —. Ya vete —hice un movimiento con la mano.

En lugar de irse entró por completo a la habitación y caminó directo al baño. Fruncí el ceño al verla moverse dentro de mi habitación como si ya hubiera estado aquí.

—¿Qué haces? ¿Ya habías entrado a mi habitación?

—Te estoy ayudando, imbécil y no, no había entrado —tardó unos minutos hasta que escuché un:—. ¡Wow! —me levanté y entré al closet, pero no al de mi ropa sino al de mis tenis deportivos —. Cuantos tenis deportivos —pasaba las yemas de sus dedos con cuidado —. ¿Cuántos millones hay en esta habitación? —preguntó girando hacia mí —. ¿Diez millones?

—El triple —le dije. Giré sobre mis talones y regresé a mi cama.

—Ven, te voy a curar esas heridas —se sentó a mi lado junto con el botiquín que tenía dentro del baño. La miré con extrañeza —. No me mires así —pidió.

—No te estoy mirando de ninguna manera que no sea cómo te he mirado desde que te conocí —le dije —. Solo que me extraña que te portes de esta manera —puso los ojos en blanco.

Me limpió las heridas con una gasa y cada que la ponía sobre las heridas me ardía hasta el alma, sin embargo, en ningún momento me quejé o le dije algo. Puso antiséptico y no sé qué más cosas.

No podía evitar mirarla, ya que la tenía tan cerca a tan solo unos centímetros de mi rostro y se veía jodidamente sexy y hermosa. Siempre fue hermosa, eso no lo podía negar y tampoco era ciego. Vanya podía ser la perdición de cualquier hombre y cualquier mujer también.

—¿Por qué me miras así? —me limpió el labio y tiró la gasa sucia al cesto de la basura.

—¿Te puedo preguntar algo?

—Ya lo hiciste —estaba concentrada en lo que hacía.

—Otra pregunta —aclaré.

—¿Qué quieres saber?

—¿Te gustan las mujeres? —no dudé en preguntar y ella no dudó en responder.

—Sí, un poco —guardó lo que usó dentro del botiquín y lo demás lo tiró a la basura —. ¿Por qué lo preguntas? —se quedó sentada a mi lado.

—Curiosidad —dije.

—Voy a fingir que te creo —se levantó y entró al baño para guardar el botiquín en su lugar.

—No tengo interés por ti —le aclaré. Regresó y se sentó a mi lado.

—También voy a fingir que te creo eso —nos miramos —. Porque sé que por más que intentes odiarme no puedes —colocó su mano a la altura de mi pecho —. Yo no puedo —musitó. Sonreí y negué con la cabeza.

—No finjas algo que no sientes, ved'ma. Ambos sabemos que el odio es mutuo y que nos odiamos tanto como nos deseamos —mis dedos se asieron a su muñeca y los enredó sin ningún tipo de cuidado —. No juegues conmigo o terminarás ardiendo en las llamas del infierno —musité. Se acercó a mi boca tanto que podía sentir el calor de su cuerpo cerca del mío.

Era tentador, tenerla así de cerca, esos labios, esos ojos y ese cuerpo cómo el mismo infierno. Pero no iba a ceder ante sus encantos. No podía dejarme llevar por este deseo que nos quemaba y convertía en cenizas.

—No es tan fácil poder engañarte, ¿eh? —alzó una de sus cejas rubias.

—No te conozco, ved'ma, pero conozco a las mujeres y tú eres una de ellas, ¿no? —se soltó de mi agarre mirándome mal.

—Imbécil —espetó —. Soy más mujer que todas con las que te has acostado.

—Demuéstralo —la reté —. Demuéstrame que eres mucha mujer para mí —se levantó de la cama me empujó sobre el colchón y se subió a horcajadas arriba de mí. Quedó arriba de mi miembro y se acercó a mi boca para besarme mientras llevaba su mano a mi garganta. Ejerció presión y solté una maldición sobre sus labios en el momento que empezó a moverse arriba de mí.

—Eres una descarada —le dije y sonrió.

—Lo sé y eso te excita, krasavchik —dijo en un perfecto ruso que me erizó la piel. Llevé mis manos a sus caderas y le ayudé a moverlas de adelante hacia atrás.

Vanya me volvía loco, me provocaba miles de sensaciones y me confundía, como si me llevara a una espiral de locura. Podía perderme en ella y no salir nunca, pero ahora más que nunca tenía que estar cuerdo y pensar con claridad.

—Soy tu perdición, ¿no es así? —abrí los ojos encontrándome con los suyos tan eléctricos e hipnotizantes.

—No te sientas tan afortunada —sonrió —. No eres tan especial —mis palabras ofendieron su ego. Era tan predecible que estaba seguro de que aquellas palabras la iban a herir un poco, no de la manera que me hubiera gustado, pero la herí.

—¿Crees que no soy especial? —empujó hacia arriba con sus dedos aún en mi garganta —. ¿Eso crees? —en ningún momento dejé de mirarla a los ojos.

—No, no lo eres —me besó de nuevo avivando el fuego que ya existía entre los dos y que en ningún momento se apagaba. Las llamas se extendían y quemaban nuestra piel. Me mordió el labio y tiró con sus dientes. No pude evitar soltar un gemido sobre sus labios y me maldije por ceder tan rápido ante sus encantos. Era una bruja que sabía cómo hechizarme.

—Yo creo que sí lo soy y que te vuelvo loco. Yo creo que te odias por sentir lo que sientes y me odias porque no te puedes resistir a mis encantos. Y estoy segura de que un día te vas a enamorar de mí —reí cerca de su ardiente boca. Bajé la mirada a sus labios y subí a sus ojos.

—¿Eso crees?

—Estoy segura —mis dedos se hundieron en la tela de su vestido. Esta vez fue mi turno para quedar sobre ella con mi cuerpo cubriendo el suyo. Cogí sus muñecas y llevé sus manos arriba de su cabeza. Sonrió de manera perversa —. ¿Qué vas a hacer? —preguntó.

—¿Qué te gustaría que te haga? —cogí sus muñecas con una mano y con la otra quité uno a uno los botones del vestido que llevaba puesto. Su cabello se esparcía en las almohadas. Liberé sus senos al soltar uno de los botones. La tela se deslizó suavemente sobre su piel lechosa y alcancé a ver uno de sus pezones.

—Mis ojos están aquí arriba —levanté la mirada hacia sus ojos —. ¿Qué te gustaría hacerme? —se mordió el labio.

—Muchas cosas —respondí. Hundí el rostro en su cuello y lamí su piel para después dejar infinidad de besos y mordidas —. No te puedes imaginar todo lo que quiero hacerte, ved'ma —bajé con besos húmedos hacia el valle de sus senos. Me restregué sobre su intimidad sin descaro y la escuché emitir un gemido de lo más profundo de su garganta. Mi mano descendió a su intimidad y la metí bajo la suave tela de sus bragas.

Chert voz'mi¹ —jadeó. Se retorció en el instante que dos de mis dedos se hundieron en su suave y húmedo coño. Arqueó la espalda y echó la cabeza hacia atrás. La embestí una y otra vez. Movía los dedos dentro de ella y la escuchaba maldecir en ruso y me pareció lo más sexy que hubiera hecho hasta ahora.

—Si te vieras en este momento —dije —. Eres magia —la besé al mismo tiempo que la follaba con los dedos —. Eres perdición, Vanya —sus tetas rebotaban con cada embestida.

—Seth —siseó. Supe que estaba a nada de correrse en mis dedos y fue mi turno para hacerle pagar —. O, chert s nim² —me detuve por completo, abrió los ojos de par en par y frunció el ceño. Me aparté e hice de cuentas que no había sucedido nada, como si no estuviera ardiendo por dentro y todo en mí me pidiera terminar con esto y hundir mi polla dentro de su coño.

Me senté en la orilla del colchón y exhalé.

—¿Qué demonios crees que haces? —preguntó.

—Nada.

—¡Exactamente, Seth! No estás haciendo nada, hijo de puta —se levantó furiosa —. A mí no me vas a dejar con las ganas de un maldito orgasmo —espetó. Si sus ojos fueran pistolas yo estuviera tres metros bajo tierra.

—No siempre se va a hacer lo que tú digas, princesa. No todos estamos perdidos ante tu belleza —le dije, mirándola a los ojos.

—¿Ese es tu castigo, negarme un orgasmo? —se rio —. Se necesita más que eso para hacerme sufrir y tú no lo vas a conseguir, bastardo —escupió.

—¿Qué crees que haces? —se abrochó dos botones de su vestido. Giró y salió de la habitación. Salí detrás de ella y la miré caminar furiosa hacia su habitación —. ¿A dónde vas?

—¡Voy a masturbarme! —entró y cerró la puerta azotándola. En ese momento Nate subió las escaleras y miró en dirección a la puerta y después hacia mí.

—¿Está pasando algo? —me crucé de brazos y lo miré mal.

—¿Tú dónde andas? —me percaté que dejó unas bolsas al lado de la puerta de Vanya.

—Fui a la tienda por la ropa que compró Vanya —explicó. Ya que estaba aquí podía ir a mi habitación —. ¿A dónde vas?

—Tengo cosas que hacer —entré a mi habitación y cerré la puerta con seguro para que nadie me interrumpiera.

No iba a estar en paz hasta sacar esto que me estaba quemando por dentro. Me senté en la orilla del colchón, me bajé los pantalones y toqué mi polla con una mano mientras pensaba en ella y en lo que había sucedido tan solo minutos atrás en esta habitación. Mi mano subía y bajaba alrededor de mi falo. Cerré los ojos para tener una imagen más clara de ella e imaginarla devorándome con su boca. La imaginaba de rodillas frente a mí, haciéndose cargo de mi polla, lamiendo y succionando. Tenía que ser buena haciéndolo. Se veía que sabía lo que hacía, era una experta.

No tardé en eyacular en mi mano, mi semen se escurrió entre mis dedos. Abrí los ojos y solté una larga exhalación.

El día que esa mujer fuera mía yo sería completamente suyo y ya no habría vuelta atrás.

¹Maldita sea.

²Oh demonios. 


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