Capítulo 29. 🔗
Seth
—Cami —escuchamos la voz de Víctor y ambos giramos la cabeza en su dirección —. ¿Puedes venir por favor? —Cami asintió y se dirigió al despacho de Víctor.
No me di cuenta el momento en el que Alek se acercó a mí. Estiró la mano invitándome unas papas de bolsa. Acepté para no ser descortés.
—¿Qué pasa contigo? —se recargó en el marco de la puerta. Sus ojos eran diferentes uno del otro. Mientras que uno era completamente azul el otro tenía un lunar que abarcaba casi la mitad de su iris. Un poco extraño y cautivador a la vez.
—¿Qué pasa conmigo? —pregunté. No entendía su pregunta.
—Se nota que llevas contigo una gran pena y un dilema que no sabes cómo resolver —resoplé.
—Tonterías tuyas —me invitó más papas fritas, sin embargo, esta vez me negué.
—Tal vez no me creas, pero me doy cuenta cuando alguien está pasando por un mal momento y tú te ves muy mal —fruncí el ceño —. Puedes mirarme como si estuviera loco, pero eso no va a cambiar el hecho de que tu vida no es lo que esperabas y que, por el contrario, no sabes qué hacer con ella —señaló y se echó un poco de papas a la boca.
—¿Eres alguna especie de psíquico o algo así? —Alek se rio.
—¡Claro que no!, nada de eso. Hay personas que podemos ver más allá de una mirada, Seth —su mirada cambió, ahora me examinaba y eso me inquietaba un poco. Me rasqué el brazo y para mi buena suerte Cami me llamó. Alek me hacía sentir un poco incómodo.
—Seth —me llamó Cami —. Víctor quiere hablar contigo —asentí y me aparté dejando de mirar a Alek. Ya no sentía su mirada sobre mí.
Avancé hacia el despacho y cerré la puerta cuando estuve dentro. Cerré y caminé hacia el escritorio donde me esperaba sentado en una silla de piel de color negro.
—Voy a ser directo, no me gusta alargar las cosas —juntó sus dedos adornados con llamativos anillos de oro y plata, debajo de su barbilla.
—Di lo que tengas que decir.
A mí tampoco me gustaba darle vueltas a las cosas. Menos cuando se trataba de negocios.
—Eres muy bueno en lo que haces. Sabes mucho de este negocio y estoy seguro de que si continúas con esto vas a llegar muy lejos. Pero mi hija ya no está y era tu deber cuidar de ella. Sin Vanya no tiene caso que sigas aquí si no hay a quien cuidar —asentí.
—Entiendo.
Estaba seguro de que esto iba a pasar. Después de la desaparición de Vanya no pasaría mucho tiempo para que Víctor me echara de su casa. La única razón del porqué estaba aquí era su hija, al no estar ella no tenía nada que hacer en esta casa.
Una parte de mí lo agradecía, sin embargo, por otro lado, sentía que perdía el control de no saber lo que ocurría dentro de esta casa. Iba a tener que buscar otro modo para enterarme de lo que sucedía dentro.
—Lo siento, Seth. Pero hasta que Vanya no regrese y ella decida no tienes nada que hacer aquí —asentí.
—Sí señor, entiendo. Gracias por la oportunidad —sonrió con labios apretados.
—Se te van a pagar los días que trabajaste...—negué de inmediato.
—No es necesario, Víctor —dije, aunque él insistió.
—Lo es, es necesario. No me hagas esta desaire, por favor —se levantó de la silla y yo detrás de él.
—Si insistes, está bien —apenas dibujó una sonrisa en los labios. Nos dimos la mano sin dejar de mirarnos a los ojos —. Si necesitas algo de mí, no dudes en llamar —asintió y nos soltamos.
—Lo haré —comentó, muy serio.
Abandoné el despacho sin decir nada y crucé el lobby, hasta encontrarme con Cami, quien me esperaba en la puerta justo donde la dejé.
—¿Pasó algo? —Cami notó mi seriedad y se cruzó en mi camino para que no me fuera sin decirle algo.
—Tu jefe me acaba de correr —expliqué. Alzó las cejas en evidente sorpresa.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No hay mucho qué explicar, Cami. Vanya no está, así que no me necesita —se veía confundida.
—No entiendo —avanzó, sin embargo, la detuve antes de que diera un paso más.
—No tiene caso que le pidas explicaciones, te va a decir lo mismo que yo. Así que no insistas —le pedí —. No lo harás cambiar de opinión —mis dedos se abrieron y solté su brazo —. Si quieres salir o solo hablar me llamas —salí de la casa sin esperar que diga nada. No quería hablar porque estaba enojado por lo acontecido. Ahora tenía que buscar la manera de enterarme de todo lo que sucedía aquí dentro, sin tener que estar presente.
Salí de la propiedad sabiendo bien que aún me estaban vigilando. No podía hacer nada estúpido y llevarlos con ella. Tenía que ser más inteligente que ellos, pero necesitaba ver a Vanya, saber que en lo que cabía se encontraba bien y que Nate estaba haciendo un buen trabajo. Confiaba demasiado en él y estaba seguro de que seguía mis indicaciones al pie de la letra.
Me detuve en el bar donde trabajaba Eli. No era el peor lugar del mundo, pero podía estar mejor en uno de mis clubes, sin embargo, no quería trabajar para mí. ¿Por qué? Creo que aún tenía orgullo y eso era de valorar.
—Seth —dijo en el momento que me senté frente a la barra —. ¿No crees que es muy temprano para beber?
—Solo un trago —dibujó una mueca de lado. No le gustaba que bebiera tan temprano, mucho menos sabiendo que me encontraba en un tratamiento y no debía combinar medicamento con alcohol.
—Solo un trago y ya —señaló.
—Lo prometo —se dibujó una sincera sonrisa en los labios —. Sabes que siempre cumplo mis promesas —cogió un vaso y una botella con coñac.
—Lo sé, por eso no dudo de ti —me entregó el vaso —. Nunca lo he hecho —acerqué el vaso a mis labios —. ¿Pasa algo? —dejó la botella sobre la barra.
—¿Algo cómo qué? —encogí un hombro.
—No sé. Has estado distante
—Si me porto distante te parece raro y si solo quiero pasar tiempo a tu lado te molesta —se deslizó cerca.
—A veces no te entiendo, Seth.
—Sabes que yo tampoco me entiendo. Pero me gusta cuando me buscas —frunció el ceño.
—No creo que eso pase —la miré, con los ojos entornados.
—¿A qué te refieres con eso? —indagué, subiendo los codos a la barra —. ¿No me amas?
—Me amo yo, principalmente. Y lo que siento por ti no creo que desaparezca, pero...
—¿Pero? —la interrumpí. Alcé una ceja.
—Lo nuestro, es tóxico y está mal —mi expresión no cambió, al contrario, se mostró más seria.
—¿Está mal?
—Tú no me amas y yo te amo demasiado, Seth. Las cosas no funcionan así.
—No me hagas enojar, Eli —le pedí, sereno.
—¿Por qué? ¿Por qué pierdes el control? —arrojó el paño que sostenía en las manos hacia la barra —. Pues estoy cansada de eso. De estar para ti cada que me necesitas, pero tú nunca estás para mí.
—Siempre he estado para ti, Eli, desde que falleció tu hermano. Te he apoyado con el tratamiento de tu madre, te pagué ese estúpido departamento y...
—¡Quédate con tu estúpido departamento! —gritó, molesta —. Ya no quiero nada de ti, ni tu ayuda, ni tu dinero, nada.
—Piensa bien en lo que estás diciendo —me relajé. No quería hacer un escándalo aquí y que le corrieran por mi culpa.
—Sé lo que quiero. Por primera vez en mi vida sé lo que quiero y lo que no. Y no quiero una relación a medias, que se sostiene solo por el sexo. Necesito más —cogí el vaso y me bebí el contenido de golpe.
—Sabes que...—me interrumpió.
—Sí, ya sé. No me puedes dar algo que no tienes, que no quieres darme. Pero, ¿sabes que es lo irónico? —alcé una ceja —. Que para mí no tienes amor, pero para ella sí.
—¿De qué hablas? —soltó una risa burlesca.
—La rubia, la rusa. A ella la quieres y no sé si la amas a tu loca y enferma manera —negué con la cabeza —. No estoy loca si es lo que piensas.
—¡No estás loca, estás demente! —empujé el banco con toda la intención de retirarme de ese lugar y no hablar con ella.
—¡No regreses! Ya no te necesito. No te quiero en mi vida —me detuve antes de dar la vuelta.
—Vas a ser tú quien me busque y suplique que regrese a tu vida —aseveré.
—No lo haré. Por primera vez en mi vida no te voy a rogar por un poco de tu amor —dijo segura de sus palabras.
—Ya veremos —le di la espalda —. Siempre eres tú la que regresa primero —avancé hacia la puerta y salí de ese lugar.
No entendía qué pasaba con Eli, pero estaba seguro de que más pronto que tarde me iba a buscar y todo sería cómo antes. Podía dejarla ir y que hiciera su vida, pero no quería hacerlo. No quería dejarla ir. Era egoísta de mi parte retenerla a mi lado cuando sabía perfectamente que nunca le daría lo que ella quería de mí. Creí que ella lo entendía, pero ahora me daba cuenta de que nunca fue así, nunca lo comprendió del todo.
Más tarde pude salir del departamento para ir a mi casa sin que los hombres que Víctor mandó a seguirme se dieran cuenta de que salí. No quería que nadie supiera la existencia de esa casa y que ahí tenía a Vanya.
—Señor, qué bueno es verlo por aquí —dijo Duncan al verme llegar a la propiedad. Me quité las gafas y bajé la ventanilla.
—¿No ha sucedido nada en mi ausencia? ¿Nada raro? —negó.
—Nada extraño, señor. De ser así le hubiera informado —lo miré. Tenía razón al decírmelo. Si hubiera visto algo extraño me hubiese llamado.
—De acuerdo. ¿Está mi hermano? —asintió.
—Está adentro —asentí y entré por completo a la propiedad. Detuve el auto al lado de los otros que tenía aquí y bajé mirando mi entorno.
Entré a la casa y escuché la dulce risa de Vanya. Se me hizo extraño que ella estuviera riendo. Caminé hacia la cocina y los encontré almorzando, ella llevaba puesto un bonito vestido blanco con diminutas flores amarillas y hojas verdes. Nate me miró al llegar y se puso serio de inmediato.
—¿Interrumpo algo? —pregunté y avancé hacia la isla.
—No interrumpes nada —comentó ella. Lo dijo con una nota de molestia en la voz —. ¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Esta es mi casa —me detuve a su lado. Se veía bonita con el cabello suelto y esa expresión en su rostro —. Nate —le hablé y me miró.
—¿Sí?
—¿Me dejas hablar con Vanya? —Nate miró a Vanya y ella a él.
—¿Para qué o qué? —frunció el ceño.
—Los adultos tenemos qué hablar —una mirada de Vanya bastó para que Nate saliera de la cocina y nos dejara solos —. ¿Ya comparten miradas?
—No sé a qué te refieres —se cruzó de brazos.
—No hace ni una semana que lo conoces y ya le ordenas con la mirada. ¿En qué momento pasó esto? —arranqué unas uvas del racimo y me las eché a la boca.
—Ve al grano, me molesta que le des vuelta a las cosas.
—Ya sé lo que hacías, matabas pedófilos —bajó los brazos y su ceño se relajó —. Matabas personas que abusan de niños y niñas. Tú te encargabas de esa escoria.
—Mataba a todo tipo de personas —chasqueé y negué con la cabeza. Apoyé los codos en la isla.
—Sí, pero te gustaba deshacerte de esos cerdos. Eran tu especialidad.
—Son escoria —espetó.
—Nunca dije lo contrario —señalé.
—¿Quién te lo dijo? —alzó una ceja.
—Cami me lo dijo —giró la cabeza y negó.
—¿Todavía tienes el descaro de ir a mi casa y ver a mi familia a la cara? —me miró de nuevo.
—Tu padre me echó, así que no debo sentir remordimientos. Entonces, dime.
—No tengo nada que decirte, no quiero hablar de eso contigo —bajó del banco con toda la intención de salir de la cocina. Levanté la mirada hacia la ventana y Nate se paseaba por el jardín, observando las flores.
Me apresuré y la detuve envolviendo mis dedos alrededor de su brazo. La atraje a mi cuerpo y la acorralé entre la pared y mi cuerpo.
—¿Qué crees que haces? —indagó, trémula.
—Te ves bonita con ese vestido.
—Tú lo compraste —bajó los brazos a los costados.
—Pensé que se te vería bien y no me equivoqué.
—Los zapatos de tacón son horribles, voy a necesitar unos nuevos.
—Dile a Nate lo que necesitas y él te lo comprará todo —bajé la mirada a sus labios y anhelé besarla cómo aquella vez en mi departamento.
—Lo haré —sus manos ascendieron a mis hombros y me apartó con los dedos —. Ahora quítate, me asfixias —di un paso atrás —. No sé qué haces aquí, ¿no te da miedo que sepan que vives aquí y que me tienes encerrada? —se cruzó de brazos.
—En este momento están siguiendo a uno de mis hombres, pensando que soy yo.
—De tonto no tienes ni un pelo —negué dándole la razón —. Pero no te confíes, Seth, dentro de mi caja fuerte hay una carpeta con información de ti y no va a pasar mucho tiempo para que todos sepan quién es tu padre y que tú me tienes secuestrada.
—Para ese momento ya estarás muerta —aseveré.
—Si me quisieras muerta ya te hubieras encargado de matarme y mírame, aquí estoy.
—Eres insoportable —mascullé.
—Te molesta porque sabes que tengo razón —me aparté de ella.
—No puedo hablar contigo.
—No, porque tengo mejores argumentos. Me deseas y muy dentro de ti sientes algo por mí y esos sentimientos que tanto quieres reprimir te destrozan y te confunden. Si me quisieras ver muerta ya me hubieras matado, Seth. ¿Por qué no lo haces?
¿Es que a caso todas las mujeres se pusieron de acuerdo para hacerme enojar hoy?
Le di la espalda y salí de la casa. Caminé hacia el auto y abrí la puerta.
—¿Te vas? —preguntó Nate.
—Voy a regresar pronto, solo cuídala —asintió. Subí al auto y salí de la casa.
Vanya me confundía y eso me aterraba de una manera demencial. Porque tenía que estar demente para sentir algo por ella. Pero tenía razón y por eso la odiaba.
Vanya
No esperaba la visita de Seth y tampoco es que me entusiasmara verlo. No me hacía sentir más que rechazo y rencor. Llegó muy lejos y le haría pagar su osadía.
Después de que Seth se fue, la casa se sumió en un profundo y aterrador silencio, eran los estragos que dejaba tras su presencia. Nate se veía incómodo y serio, como si la presencia de su hermano cambiara algo en él, algo que era solo para mí.
—¿Estás bien? —minutos atrás me acosté a su lado en la cama.
La noche anterior llegó borracho y aunque él decía que bebió poco se tambaleaba de un lado al otro. Casi se queda dormido en mi cama, así que tuve que traerlo a su habitación y le ayudé a quitarle la ropa y los zapatos para que pudiera dormir cómodo.
—¿Qué tal la resaca? —giré la cabeza y me encontré con su profunda mirada azul. Parpadeó y exhaló con fuerza.
—Te juro que no vuelvo a beber de esa manera —me reí —. ¿No me crees?
—Eso lo dicen todos los que claramente vuelven a beber así o peor. Así que no te creo —giró la cabeza mirando hacia el techo. Sus manos descansaban a la altura de su estómago. Las mías a mis costados.
—No entiendo cómo hay personas que se van de fiesta cada semana y se emborrachan hasta no saber su nombre —negó con la cabeza.
—Yo tampoco —musité —. ¿Recuerdas lo que pasó anoche? —lo miraba. Él me miró de regreso.
—Cada palabra —tragué grueso —. Eso no lo olvido, V.
V. Nadie me había llamado así desde Noah. Ahora que Nate me llamaba así me gustaba.
—¿Cómo lo haremos? —indagó. Pasó saliva y evitó mirarme por un par de segundos.
—Lo primero que tienes que hacer es conocer mi cuerpo —me levanté de la cama y me quedé de pie frente a él. Se incorporó despacio hasta quedar sentado en la orilla del colchón.
—¿Estás segura de que ese es el primer paso? —me mordí la esquina del labio.
—¿Quieres hacer eso o no? —asintió rápidamente —. Entonces lo haremos a mi modo —de nuevo asintió.
Quité uno a uno los botones de la parte de arriba del vestido, tiré del cordón y lo bajé lentamente ante su atenta mirada curiosa. La tela se deslizó por mis senos, rozó mis caderas y cayó al suelo en un sonido seco. Nate abrió los ojos al ver mis senos expuestos para él.
—Puedes tocar si quieres —di dos pasos hasta quedar metida en medio de sus piernas, que se abrieron para mí. Cogí su mano derecha y la puse sobre mi seno derecho —. Debes tocarme suave, despacio, sin lastimarme —amasaba mi seno con los dedos. Lo hacía despacio y suave cómo se lo pedí. Se mojó los labios. Pellizcó mi pezón con dos dedos —. Lo haces bien.
Cogí su otra mano y la puse en mi otro seno. Lo tocó y acarició con suavidad, bajó lentamente por mis costillas, a la vez que nuestras miradas no se despegaba una de la otra. Estaban clavadas como si tuvieran que estar así, como si no pudiéramos dejar de vernos. Acarició mi cintura y bajó a mis caderas. Cogí su muñeca guiándola hacia mis bragas.
—Vanya...—habló, trémulo.
—Quiero que me toques —sus dedos se deslizaron dentro de mis bragas. Caminaron despacio y trémulos, rozaron mi clítoris y lo tocaron con suavidad —. Lento, como si estuvieras acariciando una flor —asintió.
—Tú eres más hermosa que una flor, V —bajé la mirada, encontrándome con un par de ojos cargados en lujuria y deseo. Me cautivaron sus ojos cristalinos y lascivos. Sus labios entreabiertos y el deseo emanando de cada uno de sus poros —. Eres más peligrosa que una rosa con espinas y más letal que el veneno.
—Me halagas —susurré.
—¿Lo estoy haciendo bien? —indagó con pena —. Quiero que te sientas cómoda, no quiero lastimarte.
—No tengas miedo —mi mano ascendió a su hombro —. Solo tócame. Hazlo despacio, sin prisas, lento y suave —asintió levemente.
Sus dedos caminaron alrededor de mis labios, mi humedad lo recibió y se deslizó lentamente, con miedo, con parsimonia. Me gustó que se tomara el tiempo para sentirme, para probarme.
—Mételos —le indiqué.
—¿No te voy a lastimar? —negué con una sonrisa en los labios.
—No, Nate, no me vas a lastimar —empujé su mano más adentro y sus dedos se deslizaron en mi interior, lo hizo temeroso, con calma —. Solo haz lo que sientas.
—Si hiciera lo que siento, en este momento te arrancaría las bragas —comentó. Ya no usaba ese tono de voz suave que le conocía, este era más severo, más pasional.
—Con calma, tigre, todo a su tiempo.
Continuó con aquella tortura y sus dedos terminaron de deslizarse por completo dentro de mí. Me encontraba húmeda y caliente. Mis paredes apretaron sus dedos, mientras su mano masajeaba mi seno, lo apretaba y pellizcaba mi pezón con los dedos. Me penetraba con los dedos, los metía y sacaba con agilidad, como si siempre hubiera hecho esto, aunque en realidad era más virgen que el aceite de oliva.
—¿Te gusta? —indagó. Mantenía los ojos cerrados, dejándome llevar por el éxtasis y el deseo que me consumía en ese momento. Sus embestidas eran precisas y habilidosas. Sus dedos se movían por dentro, en círculos, de adelante hacia atrás.
—Ay, joder —expresé, cautivada por el momento —. Sigue así. Continúa —lo incité. Mis dedos se hundieron en la tela que protegía sus hombros. Lo acerqué a mi cuerpo y fue ahí donde su boca se apoderó de uno de mis senos y lo metió para lamerlo y succionarlo —. Demonios —maldije.
Dejé de pensar en toda la basura que era mi vida y solo empecé a sentir. Sentí el cosquilleo hormiguear mi columna vertebral, el deseo caminar dentro de mi ser y la pasión explotar en mi cuerpo. Me sentía como si estuviera cayendo al abismo, se formó un vacío en medio de mi pecho y la adrenalina corría dentro de mis venas. Gemí alto y fuerte, sin contenerme, sin pena ni vergüenza. Jadeé y disfruté cada segundo de ese rico orgasmo que sacudió mi cuerpo por completo.
Cuando terminó abrí los ojos, Nate se había separado de mis senos y salía lentamente de mí. No me aparté. Permanecí cerca de él. Me acerqué poco a poco y rocé mis labios con los suyos.
—Gracias —estaba temblando de arriba abajo.
—¿Por qué? —solté su hombro y acaricié su mejilla con los nudillos, después con la punta de los dedos.
—Por esto. Por ser tan lindo y paciente conmigo —sonrió con dulzura, sincero —. Gracias por este orgasmo —cogí su muñeca y llevé su mano cerca de sus labios —. Ahora quiero que me pruebes —no dudó en acercar dos dedos a su boca, los metió y cerró los ojos en el momento que los chupaba. Lo empujé y ambos caímos en la cama. Me acomodé a horcajadas, tocando su duro torso.
—V —alcé una ceja —. Quiero que seas la primera mujer en mi vida —sonreí, altiva —. Quiero que me enseñes cómo debo tocarte, cómo debo besarte. Quiero hacerte sentir bien.
—¿Quieres hacerme sentir bien? —asintió sin dudarlo.
—Quiero ser tuyo, completamente —mi ego se elevó al escucharlo decir esas palabras. Esto sería más fácil de lo que me imaginé y me iba a divertir tanto en el proceso.
—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? —llevé un dedo a sus labios, lo deslicé lentamente hacia abajo —. Te podrías arrepentir de lo que dices ahora —negó rápidamente con la cabeza. Cogí su barbilla con dos dedos.
—Nunca podría arrepentirme de estar contigo —llevó sus manos a mis caderas —. Eres hermosa, perfecta y letal —se mojó los labios con la punta de la lengua —. ¿Tú serás mía?
—Solo me pertenezco a mí, querido —formó una mueca de disgusto con los labios, sin embargo, no emitió ni una palabra y tampoco lo dejé porque mis labios se apretaron a los suyos y mi lengua tomó posesión de su ardiente boca. Se deslizó dentro y acarició su lengua sin vergüenza ni pudor —. Pero podemos jugar, príncipe —susurré sobre sus labios.
—¿Príncipe? —alzó una ceja.
—Eres un príncipe, Nate. Y nos vamos a divertir mucho, tú y yo —de nuevo tomé posesión de su boca, para mi disfrute. Deslicé la mano hasta su garganta y hundí mis dedos en su piel —. Te aseguro que no te vas a arrepentir —juré.
—Sé que no, krasivyy —una sonrisa se dibujó en sus carnosos labios y no dudé ni un segundo en tomar posesión de lo que era mío.
Disfrutaría tanto esto y le haría derramar a Seth lágrimas de sangre. Se iba a arrepentir de lo que hizo, me iba a suplicar de rodillas que lo perdonara.
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¡Hola!
Espero que les haya gustado el capítulo.
Tal vez piensan que este libro va demasiado lento, pero les aseguro que todo tiene un porqué. No quiero ir de prisa cuando tienen que pasar muchas cosas y por eso serán tres libros porque no se pueden contar en un solo libro. Les aseguro que la espera valdrá la pena. Esta vez me quiero tomar el tiempo no cómo en los libros anteriores que todo iba demasiado rápido.
Entonces, ¿les gusta este enemies to lovers? Vanya y Seth pasarán de enemies a lovers sin dejar de ser enemies y eso será impactante, que se amen mientras se odien. Lo van a amar.
Nos vemos en el siguiente capítulo. ❤
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