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Capítulo 28. 🔗

Seth

No quería estar aquí. No quería entrar por esa puerta y ver a esas personas y no porque me sintiera culpable por lo que hice, de eso nada. Pero ya no quería venir aquí y tener que esconderme de los hombres que mandó Billy para que me siguieran. Él pensaba que no me daba cuenta, que era demasiado estúpido cómo para no descubrir que me estaban siguiendo.

—Pensé que ya no ibas a venir —pronunció Cami en cuánto entré a la casa —. Con lo que sucedió aquella noche y todo lo que te dije. No sé, tal vez ya no ibas a regresar.

—No me importa lo que dijiste —le aclaré —. Estaba ocupado haciendo algunas cosas —me coloqué a su lado. Esperaba a Víctor y lo que sea que estuviera haciendo en su despacho.

No sabía qué estaban haciendo desde que me fui, no tenía la intención de regresar, pero estaba siendo obvio al no venir, me estaba exponiendo a que se dieran cuenta de que sí tuve algo que ver con eso y no quería que me relacionaran.

—Eres un imbécil —escupió. Hizo el amago de dar la vuelta e irse, sin embargo, la cogí del brazo, deteniendo su andar.

—Cami —giró y me miró severamente —. No han sido días buenos —le dije.

—Lo siento, Seth, tu vida debe ser tan difícil. Tener que lidiar con tu existencia debe ser agotador —se zafó de mi agarre.

—Sería menos complicado si alguien no me siguiera todo el día —se cruzó de brazos —. Pensé que había confianza.

—En este mundo no puedes confiar en nadie, ni siquiera en tu propia sombra —de nuevo intentó alejarse y de nuevo la detuve.

—¿Cómo les demuestro que no tengo nada que ver? Te aseguro que ya han revisado mis estados de cuenta, las propiedades que poseo y todo eso. No tengo nada —la miraba a los ojos. Ella dudaba de mis palabras.

—No eres el único que puede cubrir su rastro —la puerta del despacho se abrió y Vera salió, detrás de ella lo hizo Víctor. Se sorprendió al verme, sin embargo, no dijo nada, se dirigió a su esposa.

—Buenos días, chicos —saludó Vera. Hizo un asentimiento y se alejó con unos documentos en las manos.

—Buenos días —la saludamos de igual manera. Víctor esperó que su esposa se alejara para dar órdenes.

—Seth, necesito hablar contigo, pero antes de eso necesito que le hagan una visita a Marlon —Cami y yo nos miramos.

—¿No te ha pagado? —preguntó Cami.

—No, nada de eso. Al contrario, ha estado pagando bien, pero necesito que le hagan una visita para que no se le olvide quién manda aquí —ambos asentimos.

—¿Vamos solos? —le pregunté.

—Alek va con ustedes.

—De acuerdo —salimos de la casa y solo teníamos que esperar al primo fiestero de Vanya.

—¿Los Záitsev tienen más familia? —pregunté al subir a la camioneta.

—Víctor tiene un hermano, Iván, él junto a su hijo viven en rusia y se hacen cargo de los negocios allá. Y Vera solo tiene a Lena, no hay más familia que yo sepa —me miró —. ¿Por qué la pregunta?

—Solo pregunto, no sé nada de ellos.

—No hay mucho que saber, Víctor tiene un hermano y un sobrino. Vera tiene a Lena y un sobrino y ya. Lo demás ya lo sabes.

—Pensé que había más familia Záitsev —Alek llegó y abrió la puerta. Miró a Cami con molestia, ya que ella iba a mi lado y él se iría en el asiento de atrás.

—¿Me toca atrás?

—Eso te pasa por salir tarde —Cami se abrochó el cinturón. Ella no se iba a bajar para irse atrás.

—Como si fuera un niño —se quejó. Abrió la puerta y subió en la parte trasera de la camioneta.

—Eres un niño —salimos de la casa para ir al bar de Marlon.

—El primer día que empecé a trabajar aquí me toco ir con ella a visitar a Marlon —les dije. Íbamos a medio camino en dirección al asqueroso bar del pedófilo ese —. Fue directa y ruda con ese cerdo. Le enterró su navaja en la mano.

—Esa es Vanya —habló Cami —. Nunca se deja de los demás. Por eso estoy segura de que, quien quiera que la tenga ella se va a defender y no se va a dar por vencida.

—Es una guerrera —añadió Alek.

Llegamos al sucio y apestoso bar de Marlon y subimos las escaleras hacia su oficina. Cami iba delante de nosotros y fue la primera en entrar.

—¿A ustedes no les enseñaron a tocar la puerta antes de entrar? —preguntó Marlon con ironía, cerró el libro de la contabilidad de golpe.

—A personas cómo tú, no —le respondió Cami. Me miró y me reconoció por aquella vez que vine con Vanya.

—¿Dónde está la rubia bonita? —sonrió con burla en los labios. Levantó la mano mostrando la herida que le quedó después de lo que hizo Vanya —. Ah, sí que está desaparecida —Marlon se regocijó en sus asquerosas palabras.

—Vanya no está, pero estoy yo —Cami lo cogió del cuello de su fea camisa que esta vez era de color naranja con flores hawaianas verdes —. Y te aseguro que soy igual o más letal que ella —lo empujó golpeando su pecho. Marlon tosió repetidas veces.

—¿Qué hacen aquí? Ya le hice llegar a Víctor lo de este mes —tosió de nuevo.

—Víctor te manda un mensaje, no hagas más tonterías o te puede ir muy mal —señaló.

—¿A qué te refieres con eso? —alzó una ceja.

—Sabemos que te has comunicado con Hiro —chasqueó la lengua —. Y eso no le gusta nada —Marlon miró a Alek y negó con la cabeza. Se puso pálido y nervioso.

—No sé de qué hablas —quiso evadir el tema —. Yo le soy fiel a Víctor.

—Más te vale y tenlo bien presente —comentó Alek —. O le puede ir muy mal a tu familia —amenazó tajante.

—No digas que no te lo advertimos —añadió Cami.

Salimos de su bar y subimos a la camioneta para regresar a la mansión. Bajamos y Alek se adelantó para entrar a la casa. Antes de que Cami entrara le llamé.

—¿Quién es Hiro? —indagué a su lado.

—Es el hijo del jefe de los Yakuza, la mafia japonesa —metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta.

—He escuchado que son peligrosos —Cami asintió.

—No más que los rusos.

—¿Y qué quiere aquí en Nueva York? —subimos los escalones.

—Vende y compra mujeres —Cami se detuvo bajo el umbral de la puerta —. Quiere hacer negocio aquí, pero no se lo podemos permitir.

—¿Por qué?

—Por lo poco que sabemos, Hiro pertenece a una red internacional que vende y compra, niñas y niños para prostituirlos y a otros los usan para otras cosas —fruncí el ceño.

—¿Qué tipo de cosas, Cami? Sé más específica.

—Los usan en rituales y abusan de ellos. La alta sociedad, Seth —aclaró.

—No, eso no es posible —casi me rio, pero al ver el semblante serio de Cami lo omití.

—No es broma, Seth. Llegan a abusar de bebes de dos meses de nacidos. A esos asquerosos no les importa la edad, el color de la piel ni el sexo —sentí que se me revolvían las entrañas.

—¿Quién puede ser tan malvado para hacer eso? —un nudo se formó en mi garganta.

Ni siquiera yo me atrevería a hacer esa monstruosidad.

—Son monstruos, no personas. Vanya se dedicaba a cazarlos y matarlos porque se lo merecían —la miré.

—¿Eso hacía ella? —asintió.

Fue en ese momento que entendí muchas cosas y sentí un poco de empatía por Vanya. Ella era cómo una justiciera que se hacía cargo de esos monstruos, cómo les dijo Cami. Tal vez por eso ella era así, por eso se comportaba de esa manera. El que Vanya no fuera tan mala no cambiaba las cosas, ella mató a mi madre y tenía que pagar por eso.

Vanya

No me gustaba lo que estaba haciendo, pero era la única manera de alargar mi estadía en esta casa, ya que no estaba segura de cuánto tiempo me iba a quedar de vida en el momento que Seth regresara y me quedara sola con él. Al menos sabía que Nate me podía cuidar de la maldad de su hermano y que este no me haría nada si estaba presente en nuestras vidas.

Tal vez estaba haciendo mal al jugar de esa manera con un chico cómo Nate, no era mala persona, no le hacía daño a nadie y apenas estaba viviendo su vida. No merecía que jugara así con él, pero este juego se trataba de que ganara el más fuerte, no el que fuera un santo y yo no lo era. Quizás merecía lo que Seth tenía pensado para mí, pero no lo aceptaba y no lo quería.

No quería pasar años a su lado y no quería morir a manos de Seth. No aceptaba el destino que él tenía preparado para mí. Era un imbécil que tenía que aprender a la mala y si enamoraba a su hermano le daría en lo que más amaba.

Aquella tarde me puse un lindo vestido de color rojo, con tirantes dejando ver mis hombros. Peiné mi cabello y me maquillé un poco para resaltar mi belleza. No usé tacones porque no los necesitaba. Me miré al espejo y no me gustó lo que vi a través de él. Esta no era yo, pero las circunstancias me estaban obligando a serlo. Siempre fui coqueta y atrevida, usaba mi belleza a mi favor y me jactaba de hacer las cosas bien. Bajé la guardia un momento y ahora estaba encerrada sin la posibilidad de salir ni siquiera al jardín.

Bajé las escaleras y encontré a Nate leyendo en la sala. Sostenía el libro con una mano mientras que con la otra cogía un vaso con agua de sabor y hielos. Me acerqué sin hacer ruido y llegué por atrás. Pasé mis manos por su cuello y las detuve en sus hombros.

—¿Qué lees? —le pregunté, echándole un vistazo al libro.

—No creo que lo conozcas —cerró el libro y me mostró la portada.

—Las luciérnagas también mueren, ¿de qué trata? —masajeé sus hombros.

—Es un thriller, misterio, muertes, ya sabes —encogió un hombro.

Solté sus hombros y me senté en el reposabrazos del sofá, subí una pierna encima de la otra, mi vestido se levantó un poco mostrando mis piernas.

—Creo que necesito un poco de sol —levanté mi vestido un poco más —. ¿Ves?, tengo un bronceado de morgue —Nate se rio y negó con la cabeza.

—¿Qué es eso de "bronceado de morgue"? —cerró el libro. Dejó caer la cabeza en el respaldo del sofá.

—Estoy más pálida que un papel, Nate, no hay contexto —sonrió. Apoyó su mano en mi pierna y dejó un suave apretón.

—Te ves muy bonita así —hice un puchero.

—Y yo que pensé que me ibas a decir que podemos tomar el sol —entorné los ojos.

—Sabes que no puedo hacer eso —me quejé, pero al final terminé cediendo.

—Entonces hagamos algo porque me estoy muriendo de aburrimiento —me levanté del sofá solo para sentarme en sus piernas, lo que lo tomó desprevenido y sorprendió un poco. Rodeé su cuello con mis brazos —. Podemos ver películas, hacer una fiesta, yo qué sé.

—No podemos hacer una fiesta, solo somos dos —fruncí los labios.

—Eres un aguafiestas —apoyé mi cabeza en su pecho. El silencio que nos rodeaba era tan profundo que podía escuchar los latidos de su corazón —. Tu corazón late muy rápido y fuerte —le dije.

—Tú tienes la culpa de eso, estás muy cerca —dijo con timidez.

—Apuesto a que nunca habías estado así de cerca de una mujer —rocé su mejilla con la punta de mi nariz.

—La verdad es que no —confesó. Cogí su muñeca y soltó el libro, cayó al suelo provocando un golpe seco. Guíe su mano hacia mi pierna, se resistió un poco, pero al final cedió ante mis encantos.

—Solo tienes que decir la palabra mágica, Nate y esta tortura va a terminar —rocé la piel de su cuello con mis labios. Dejé un beso, me detuve y dejé otro más arriba.

—Vanya —su voz tembló —. No deberíamos hacer esto.

—¿Por qué? —llevé su otra mano a mi pecho —. Puedes tocar —tragó saliva.

—Esto no está bien —bajé mi mirada hacia su pantalón y noté el gran bulto que se apretaba debajo de la tela.

—Yo creo que sí está bien. Está muy bien —atrapé su labio inferior entre mis dientes y tiré un poco. Nate se quejó, pero no me apartó —. Si quieres que pare lo haré —musité sobre sus labios.

—No sigas —me detuve de golpe y lo miré con el ceño fruncido.

—¿Disculpa?

—Esto no está bien.

—¿Me estás rechazando? No sé si sentirme halagada o tomarlo cómo una ofensa —me aparté y me puse de pie.

—V, no es eso —Ahora me decía V.

—No me digas así —me acomodé el vestido.

—No te enojes —giré bruscamente y lo enfrenté.

—Eres un chico dulce y atento, quiero hacerte el amor y me rechazas, ¿cómo debo tomármelo? ¿Tanto me odias?

—Pienso que solo haces esto para obtener algo de mí —en parte sí era cierto, pero la verdad es que también quería ser la primera mujer en su vida.

—Tienes razón al pensarlo, pero lo que pasó no tiene nada que ver con eso —me crucé de brazos.

—¿Entonces qué quieres que piense? —se puso de pie —. Sé que eres capaz de hacerlo lo que sea con tal de salir de aquí. Podrías usarme para tu beneficio.

—Pero te gustaría que lo haga.

—No me quiero enamorar de ti.

—Nunca hablé de amor, Nathaniel —escupí. Le di la espalda y caminé hacia la cocina. No sé di dijo algo más por qué lo ignoré por completo. Era un imbécil y no lo culpaba por no confiar en mí, me encontraba en la misma situación, pero aquella vez sí quería hacerlo con él, sí quería que me tocara y enseñarle lo que sabía hacer. Podía irse al demonio.

—¿Estás hablando de sexo? —indagó. Me serví agua y le di un trago al vaso.

—Yo hablo de sexo, tú no sé —levanté un hombro —. Aunque no creo que puedas con esto —giré sobre mis talones. Se encontraba bajo el umbral de la puerta, observándome.

—¿Por qué lo dices?

—Eres demasiado sensible y sentimental, te puedes enamorar de mí.

—¿Quieres apostar? —negué.

—No hago apuestas cuando sé que voy a ganar —tragó saliva.

—No estés tan segura de eso, V —fruncí el ceño. Después de Noah nadie me decía así —. Tú también te puedes enamorar de mí.

—No estés tan seguro, Nate, yo no me enamoro —aseguré con voz firme.

—Ya veremos quién se enamora primero —esta vez fue él quien me dio la espalda y salió de la casa. Solté una larga exhalación y en lugar de enojarme preparé algo de comer. Moría de hambre y nunca me gustó depender de ningún hombre, no lo haría ahora, aunque estuviera encerrada en esta maldita casa. Después de comer lavé los platos, di una vuelta por la mansión y me di cuenta de que había un gimnasio dentro, empezaría a hacer ejercicio, estar ahí encerrada no era significado de flojera.

Di varias vueltas a la casa, sin embargo, no entré a las habitaciones de Seth o Nate, no había nada interesante ahí y tampoco nada que me ayudara para comunicarme con mi familia. Además de que la casa necesitaba limpieza profunda, ya empezaba a oler a polvo.

Al final de la noche terminé por subir a mi habitación al ver que Nate no llegaba, me metí bajo los cobertores y encendí la televisión para entretenerme un poco. No quise ver noticias, estaba harta de todo lo malo que pasaba en el mundo, así que mejor vi una película, eso me ayudaría con la ansiedad que estaba sintiendo por estar en ese lugar.

Pasada la media noche escuché la puerta y sabía que era Nate, en ese momento Seth estaba más preocupado porque nadie descubriera que fue él el responsable de mi secuestro, así que no tenía tiempo para mí, o para ver lo que hacía. No iba a venir en unas semanas y para mí estaba bien, no quería verlo porque de seguro iba a querer matarlo.

—V —llamó Nate desde afuera.

—Adelante —abrió la puerta y se quedó bajo el umbral. Le bajé el volumen a la película para escucharlo con claridad —. ¿Estás bien? Parece que bebiste.

—Solo bebí unas copas —hipó. Se veía adorable estando un poco ebrio.

—¿Y qué quieres? —me deslicé hacia arriba.

—Sí quiero. Quiero me enseñes todo lo que debo saber para estar con una mujer cómo tú —mi sonrisa se ensanchó sabiendo que este era un gran paso para mí. Este era el inicio y lo iba a disfrutar mucho.

Seth me secuestró y yo iba a enamorar a su hermano como venganza.

Nate

Estaba confundido y sorprendido por las palabras de Vanya. Era una mujer muy directa que sabía lo que quería e iba por ello sin importarle nada ni nadie. Ella quería sexo y yo sería un mentiroso si dijera que no quería lo mismo que ella. Era inexperto, nunca había besado a una mujer, así que no había tocado a una en toda mi vida. Vanya me ofrecía enseñarme lo que tenía que saber y disfrutar en el proceso.

¿Qué podía perder? Nada, ya no había nada que pudiera perder porque prácticamente lo había perdido todo el día que mi madre se fue.

Era una oportunidad para mí, para saber y conocer aquello de lo que tenía curiosidad. Vanya era la mujer perfecta para enseñarme, estaba encerrada en esa casa, podía verla todo el día, así que la situación nos favorecía a ambos, más a mí que a nadie.

Salí de la mansión y conduje en dirección al departamento de Joey. Era mi mejor amigo y siempre sabía qué decir en cualquier momento. A veces era un patán, pero sabía mucho más de mujeres que yo y era bueno dando consejos. Si decía alguna estupidez solo no le hacía caso y ya.

—¿Ya me vas a decir que haces aquí? —Joey sacó dos botellas con cerveza de la nevera —. Hace días que no sé nada de ti y ahora estás aquí como si nada.

—He estado ayudando a Seth con un asunto —tomé asiento frente a la barra.

—Ah sí, tu hermano el sádico —negué con la cabeza —. ¿Y qué haces aquí? —destapó la botella y la puso frente a mí.

—Necesito hablar con alguien —bebí de la cerveza.

—Soy tu mejor amigo, Nate, sabes que me puedes decir lo que sea que te aqueje —asentí.

—Conocí a alguien y es una mujer increíble, es hermosa y peligrosa, pero...

—No me digas que hay un, pero, no lo soporto. Mi mejor amigo virgen conoció a una chica y me dice que hay un pero con ella —negué de inmediato.

—No, el problema no es ella, el problema soy yo. Ella es perfecta —recalqué.

—¿Entonces? —se inclinó apoyando los codos sobre la barra.

—El problema en sí es que ella solo quiere sexo.

—¿¡Y cuál es el problema con eso!? —me golpeó en el brazo con el puño.

—Auch —me quejé.

—Ella quiere sexo y tú se lo puedes dar.

—¡No sé nada de sexo, ni siquiera sé donde queda el clítoris! —le confesé en medio de un grito desesperado.

—Si no fueras mi amigo te golpearía tan fuerte hasta dejarte inconsciente —lo miré mal —. Si quieres podemos contratar a una chica para que te enseñe todo lo que debes saber sobre sexo.

—No gracias, ella también se ofreció a hacer eso.

—¿Entonces qué esperas para decirle que sí? Ella te puede enseñar y tú solo tienes que aprender y disfrutar —le di otro trago a la botella.

—El problema es que no me quiero enamorar de ella —Joey resopló.

—No tienes que hacerlo, solo será sexo, Nate.

—Es astuta, hará lo que sea con tal de que me enamore de ella —no me estaba entendiendo y no podía decirle toda la verdad, solo fragmentos de esta.

—¿Y por qué no haces lo mismo?

—¿Jugar con ella? —Joey asintió —. No sé si pueda. Yo no soy cómo ella o cómo Seth, no sé jugar de esa manera, no así —Joey puso los ojos en blanco.

—Apuesto que ella no dudaría en usarte y jugar contigo y tú te preocupas por hacer las cosas bien —tenía razón en todo lo que decía —. Lo sabía, ella te está usando, haz lo mismo. Tal vez no vas a jugar con ella, pero lo que sí puedes hacer es usar esta situación a tu favor.

—¿Ella juega conmigo y yo obtengo sexo? —alcé una ceja.

—¡¿Y qué más puedes obtener?! —se exaltó —. No seas tonto, Nate, no te enamores de alguien que solo va a jugar contigo. Piensa en ti y en lo que quieres.

En ese momento no sabía lo que quería, me encontraba confundido y creo que Vanya tenía la culpa de eso. Estaba jugando conmigo, metiéndose en mi cabeza y me afectaba, solo que no me daba cuenta por qué era demasiado astuta.

—No creo que nadie merezca eso.

—¿Y tú sí? —indagó, mirándome a los ojos —. ¿Tú sí mereces que jueguen contigo y te usen?

—No...—respondí temeroso.

—Tal vez no lo creas, Nate, pero no eres una mala persona. No tienes la culpa de que tu padre sea un imbécil y tu hermano un psicópata —acercó la botella a sus labios. Pensé que le daría un trago, sin embargo, la alejó y continuó —. ¿Ella te gusta?

—Sí.

—¿Sientes algo por ella?

—No, apenas la conozco.

—Entonces aprovecha esta oportunidad porque no creo que se te dé una igual otra vez —levantó la botella y se bebió el contenido de golpe.

—No sé, tengo que pensar bien las cosas.

—No lo pienses mucho, Nate, ella no te va a esperar toda la vida —sacó dos cervezas más de la nevera.

—¿No tienes algo más fuerte? —alzó una ceja —. Me quiero olvidar de mis problemas.

—No voy a permitir que te embriagues —aclaró, señalándome con un dedo.

—No prometo nada —aclaré —. ¿Quieres pedir pizza? —saqué mi celular.

—Muero de hambre —colocó sobre la barra dos vasos y una botella con whisky —. Nate, piensa bien las cosas —le dije que sí con la cabeza.

No dije nadie más, tampoco quería hablar más del tema. Ya no quería pensar en Vanya ni en todo lo que me dijo. Necesitaba pasar tiempo con mi amigo y hablar, solo eso. Solo quería ser un chico de veintiún años.

Bebimos y comimos pizza cómo lo solíamos hacer antes de que esta maldición cayera sobre nuestra familia. Vimos un partido de futbol americano, aunque no me gustaba, pero a Joey sí y fingí solo para platicar con él. Por un par de horas me olvidé de lo que sucedía fuera de esa puerta. Por un par de horas fui yo y me gustó ser yo con mi mejor amigo.

Joey no me quería dejar regresar solo a la casa porque dijo que había bebido de más, se preocupaba por mí. No estaba tan borracho cómo saber que manejar alcoholizado está mal y que podía causar un accidente. De ser así nunca hubiera conducido a la mansión, pero me encontraba bien y llegué en una pieza a la casa de Seth.

Antes de bajar recibí un mensaje de voz de Joey, preguntaba si ya había llegado a mi casa y si estaba bien. Le respondí en un mensaje de voz que me encontraba bien y que no se tenía que preocupar por mí. Aunque era imposible que no lo hiciera.

Bajé del auto y cerré la puerta. Solté una exhalación y me quité la tensión que llevaba sobre los hombros. Entré a la casa decidido a hablar con ella, le diría lo que había pensado y que tomé una decisión de camino aquí. Me iba a arriesgar y que pasara lo que tuviera que pasar.

Entré a su habitación y me miraba como si tuviera un extraterrestre en la cara en lugar de ojos, nariz y boca. Frunció el ceño suavemente para después alzar las cejas con sorpresa. Di un paso temeroso en dirección a su cama y caso me tropiezo con los pies. Me senté en la orilla del colchón.

—Quiero que me enseñes cómo debo tocarte a ti, V. Quiero aprender a complacerte en todos los sentidos —hipé y ella se rio de mí —. ¿Te estás riendo de mí? —sacudió la cabeza en negación.

—No me rio de ti. Creo que eres adorable —gateó sobre el colchón hasta llegar detrás de mí. Deslizó una mano por mi hombro y la metió debajo de mi camiseta tocando mi piel con sus dedos suaves. La otra mano la deslizó a la altura de mi estómago. Me tensé en el momento que sus dedos tocaron mi piel —. Te aseguro que no te vas a arrepentir de haber tomado esta decisión. Nos la vamos a pasar muy bien los dos —con sus labios rozó el lóbulo de mi oreja y exhaló provocando un rico cosquilleo debajo de mi piel.

Nunca había sentido esto que ella me provocaba. Me hacía arder por dentro. Me hacía sentir vivo.

—Sé que no me voy a arrepentir —la miré y sonrió.

—No lo harás —prometió con esa voz sexy y ardiente. 


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¡¡HOLA!!

Ya sé que desaparecí por unos mesesitos, pero no saben cuanto lo necesitaba. Ahora regreso con la pila recargada y con toda la actitud para terminar esta libro. Tal vez no lo saben, pero este libro es muy especial para mí, ya que se puede decir que es el primero que escribí. Y aunque ha tenido varias versiones y una vez salió en físico nunca me sentí conforme con lo que escribí, pero esta vez no es así. Le estoy echando todas las ganas para que esta versión sea la definitiva y a ustedes también les guste.

Ya saben que estos personajes son grises, de moral cuestionable y una visión de la vida muy marcada, así que no esperen que hagan las cosas bien porque hasta el más inocente va a cometer errores y se va a manchar las manos de vez en cuando.

Las amo y espero que hayan dejado muchos comentarios 😑 ese es mi único pago en esta plataforma y así sé que el capítulo les gustó.

Besos y abrazos. 

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