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Capítulo 27. 🔗

Camila

Cas era un chico increíble que no se parecía en nada a Seth o a Gale. Los tres eran completamente lo opuesto. Mientras que Seth era un ser malvado, Cas era un hombre bueno que tenía un ángel sobre de él y Gale, bueno era un mujeriego que se metía con la primera mujer que se le pusiera enfrente. No es que fuera una mala persona, tampoco era parecido a Seth. No los conocía bien y tal vez podía equivocarme, ojalá hubiera sido eso.

—Así que te ibas a casar —preguntó Cas en cuánto Alek se alejó en busca de Eli. Estaba perdido por ella, pero no lo quería admitir. Tampoco lo haría en voz alta. Se encontraba en un dilema porque ella estaba enamorada de Seth y necesitábamos saber si estaba involucrado en el secuestro de Vanya.

—Estábamos en los preparativos —bebí un poco de vodka —. Pero las cosas no se dieron y él falleció, lo mataron —corregí.

—Jared —asentí.

Cas era muy guapo y tenía esa mirada tan eléctrica que te hechizaba. Su cabello rubio y un poco largo de arriba, mientras que de los lados más corto. Nariz delgada y estilizada, como si hubiera sido delineada por un escultor. Mandíbula cuadrada, pero no demasiado para ser exagerada. Poseía el rostro de un modelo de Calvin Klein.

—¿Conoces muy bien a Seth? —le pregunté. No quería hablar de Misha con él porque sentía que si compartía con otro hombre ajeno algo que tuviera que ver con él lo estaba traicionado y no quería eso. No podía hacerle esto a Misha.

—De toda la vida, bueno, lo conocí cuando tenía siete años —tragó saliva y evitó mirarme. No quería tocar ese tema y no lo obligaría a hacerlo, yo tampoco quería tocar algunos temas con él —. No confías en él, ¿o sí? —movía el vaso en círculos.

—No es eso —agaché la mirada y lo miré de nuevo. No me estaba juzgando, solo quería conocerme y yo tenía miedo de eso. Tenía miedo de conocer a alguien más y que me llegara a gustar más que lo que me gustaba Misha —. Es solo que en estos momentos mi vida está de cabeza, mi amiga está desaparecida y en la casa todo va mal —un nudo se formó en medio de mi garganta.

Cas puso una mano en mi pierna, lo miré y la apartó de inmediato con nerviosismo, como si le fuera a arrancar la cabeza de una mordida.

—No muerdo —sonrió, nervioso —. Si eso es lo que crees.

—No, no es eso. Quiero hacer las cosas bien porque me gustas de verdad —su mirada se intensificó.

—¿Yo te gusto? —repiqueteaba mis dedos sobre el cristal del vaso —. ¿Por qué? —indagué.

—¿Por qué me haces esas preguntas? Es como si preguntaras por qué el cielo es azul —respondió.

—Porque la luz del sol llega a la atmosfera de la tierra y se dispersa en todas direcciones por los gases y las partículas que se encuentran en el aire. La luz azul se esparce más que el resto de los colores porque viajan en olas más cortas, más pequeñas —Castiel alzó una ceja.

—¿En verdad sabes eso?

—¿Crees que no tengo estudios? También estudié, por si lo dudas.

—Veo que eres muy inteligente —comentó.

—Sí y por eso mismo tengo que alejarme de ti, me vas a causar muchos problemas, Castiel Verner —abrió la boca, pero no pudo decir nada por qué lo interrumpí —. ¿Crees que no sé nada de ti? —dejé el vaso sobre la mesita y me levanté para salir del bar y hablar con Seth en la terraza. La mirada de Cas me siguió hasta que llegué con su amigo —. ¿Así que esto es lo que haces cuando no estás trabajando? —me recargué del barandal.

Desde donde me encontraba se veía todo Manhattan, tan imponente y llena de vida a pesar de que ya era de noche.

—Vengo de vez en cuando para olvidarme de mi vida —lo miré y tenía la mandíbula tensa.

—No sé qué pasa contigo, no sé quién eres y que es lo que quieres —me miró.

—¿Por qué dices eso?

—Dices una cosa y haces otra. Actúas de una manera conmigo y aquí eres alguien más. Creo que aquí sale a relucir el verdadero Seth, aquí eres tú y no tienes que fingir lo que no eres.

—¿Me estás diciendo hipócrita? —se acercó y apoyó los brazos en el barandal a mi lado.

—No creo que lo hagas a propósito, más bien pienso que toda tu vida has tenido que ocultarte y fingir ser lo que no eres. No creo que seas hipócrita, has sabido jugar bien tus cartas —negó con la cabeza.

—No sé a qué te refieres —llevó el porro a los labios y le dio una larga calada, esperó unos segundos antes de botar el humo por la nariz. Me ofreció fumar un poco, pero decliné su ofrecimiento negando con la cabeza.

—Ahora estoy muy confundida, pero estoy segura de que ese tal Valerik no tuvo nada que ver con el secuestro de Vanya. Pero una cosa sí te digo, Seth —giré hacia él y lo señalé con un dedo en alto —. Más te vale que tú no tengas nada que ver con eso, porque te juro por mi vida que te vas a arrepentir —una sonrisa burlona tiró de una esquina de sus labios y se giró hacia mí.

—¿Qué me vas a hacer, Camila? —se levantó imponente, con esa altura y esa maldad que te hacía temblar, pero a mí no. Yo no le tenía miedo. Fuera quien fuera no le temía.

—Te mataré si tuviste algo que ver —aseguré —. Yo no te tengo miedo, Seth.

—Pues yo tampoco te tengo miedo, Camila —le dio otra calada a su cigarro y botó el humo por la boca haciéndose a un lado para no echármelo en el rostro.

Pasé a su lado empujando su hombro sin temor de que me fuera a hacer algo. Cómo le dije no le tenía miedo. Busqué a Alek, sin embargo, no lo veía por ningún lado.

—Maldito —mascullé. Saqué mi celular y le marqué, pero me mandaba a buzón.

—¿Buscas a alguien? —pegué un respingo cuando Cas llegó por atrás.

—¿Has visto a Alek o a mi hermano? —sentí su respiración en mi oreja.

—Tu hermano bajó hace poco —negué y le marqué, pero no respondía.

—Par de imbéciles —giré sobre mis talones y se encontraba frente a mí con las manos en la espalda.

—¿Pasa algo?

—Se fueron y me dejaron sola —me crucé de brazos. Entorné los ojos sabiendo bien lo que estaba pensando.

—Qué mal. No deberían dejar a una señorita sola cuando hay muchos peligros en la calle —me reí y me rasqué en medio de la frente.

—¿Esa técnica de coqueto te funciona? —su sonrisa se borró de repente.

—La verdad es que no —confesó —. Esperaba que contigo sí funcionara —levantó la mirada hacia mí y tenía ese gesto de pena.

—Te voy a permitir que me lleves a mi casa, solo por esta vez —tardé más en decirle que él en coger su chaqueta del sofá y llegar a mí.

—¿Nos vamos? —me ofreció su brazo cómo lo haría un caballero con una dama. Me enganché de su brazo y caminé a su lado.

—Solo esta vez, ¿eh? —le aclaré.

—Cómo tú digas, Camila Rose —me miró con esa sonrisa altiva dibujada en sus labios.

Bajamos las escaleras uno al lado del otro, dándonos paso entre las personas que para esa hora de la noche ya estaban ebrios o drogados. Cas empujó a un imbécil que casi me vomita encima. Me llevó a su auto y abrió la puerta para mí. Subí y miré el interior del auto. Los asientos estaban forrados de piel y olía a nuevo.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —indagué en el momento que subió al auto y cerró la puerta.

—Mientras no me preguntes mi edad todo está bien —me reí por dentro.

—No, no es eso —arrancó y encendió el auto. Empezó a sonar una canción de The Neighbourhood. Cas notó la emoción en mi mirada.

—¿Te gustan?

—Es mi grupo favorito y el de Vanya —sentí un poco de nostalgia al recordarla. Mientras yo andaba de fiesta quién sabe donde estaba ella y cómo lo estaba pasando en ese lugar.

—¿Qué me ibas a preguntar? —espabilé y sacudí la cabeza.

—¿A qué te dedicas? —lo miré. Dudó en responder repiqueteando los dedos en el volante —. ¿Haces lo mismo que Seth? —negó de inmediato.

—No, yo no me dedico a esas cosas. Tengo algunos negocios, bares y restaurantes. Estudié para eso y he sabido sacarle provecho —explicó.

—¿Nunca has hecho nada cómo lo que hace tu amigo? —de nuevo negó.

—Es mi mejor amigo, pero nunca haría lo que él hace —sus dedos se asieron al volante con fuerza, se tornaron blancos y después relajó el agarre —. El mundo de ustedes es muy cruel y sangriento. Siempre terminas perdiendo a alguien —dijo esto y miré a través de la ventanilla.

—Siempre pierdes a alguien que amas —musité con el dolor palpitando en mi voz.

—No quise decirlo así, pero es cierto.

—¿Tú perdiste a tus padres por eso? —lo miré.

—No, ellos siguen vivos —el deje de melancolía que salió a flote demostraba que no le gustaba hablar de ese tema.

—No debí preguntar —quise dejar el tema de lado.

—Mi padre se fue cuando tenía tres años, ni siquiera me acuerdo de él y a mi madre hace años que no la veo.

—No tienes que decirme esto si no quieres. No nos conocemos lo suficiente para hablar de estos temas.

—No sé, tú me das confianza —encogió un hombro.

Y por raro que parezca a mí también me daba confianza, era algo extraño, ya que confiaba en muy cosas personas, mi círculo de amistades era muy reducido por lo mismo.

—Sé que puedo decirte algunas cosas y que no me vas a juzgar o le vas a decir a los demás. ¿O sí? —negué.

—No, no lo haré —sonrió.

—Lo sabía.

No quise ahondar en el tema de sus padres porque aún le dolía y no lo superaba por completo. Solo hablamos de cosas banales, nada sin importancia o que nos comprometiera con el otro. No quisimos hablar de nuestras vidas o nuestra familia, ambos teníamos un pasado muy doloroso con eso y dolía hablar de ellos.

Llegamos a la propiedad y Cas detuvo el auto frente a la reja principal, apagó el motor y giró hacia mí.

—Ya estás aquí, sana y salva. Deberías hablar con tu hermano y tu primo para que no te dejen sola de nuevo —sugirió.

—Los voy a golpear a ambos, par de imbéciles. Nada más que lo vea —apreté los puños.

—No me gustaría ser ellos.

—Te aseguro que no —abrí la puerta y bajé del auto. Cas bajó detrás y se colocó frente a mí —. Gracias por traerme.

—No es nada, lo hice con gusto y si necesitas que te traiga de nuevo no dudes en decirme —le sonreí. Su mano ascendió a mi mejilla y cogió un delgado mechón de mi cabello, lo puso detrás de mi oreja y casi me besó de no ser porque justo en ese momento apareció Víctor detrás de mí.

—Cami, ¿estás bien? —Cas miró por encima de mi hombro y dio un paso atrás, soltando mi cabello —. ¿Quién es este jovencito? —giré sobre mis talones y me coloqué al lado de Cas.

—Su nombre es Castiel...—me callé de golpe. No le iba a decir que era amigo de Seth porque no tenía caso hacerlo y no quería que lo relacionara con él. Era mejor guardarme esa información para mí —. Lo conocí en el club —Víctor dudó un poco, pero al final le ofreció su mano a Cas y las estrecharon.

—Que bueno que Cami tenga amigos —dijo sincero. Le iba a decir que no éramos amigos —. Es un gusto, Castiel —noté que Víctor apretó con fuerza la mano de Cas, sin embargo, este ni se inmutó.

—El gusto es mío, señor Záitsev —se soltaron.

Se sentía la tensión en la atmosfera.

—Gracias por traerme, Cas —dije para que se fuera y Víctor no empezara con su ronda de preguntas.

—Fue un gusto. Nos vemos pronto, Cami —se despidió con un beso en la mejilla y se alejó para subir a su auto.

—Sabes que voy a terminar averiguando quién es —comentó Víctor cuando Cas se alejaba.

—Prefiero que no. Ni siquiera es mi amigo, deja las cosas así —rodeó mis hombros con su brazo y me llevó dentro de la casa.

—Él no te ve como una amiga, le gustas —levanté la mirada hacia él.

—¿Cómo puedes decir eso? Lo acabas de conocer —fruncí el ceño. La reja se cerró detrás de nosotros y nos dirigimos hacia la puerta principal.

—Hija, eso se nota. Los hombres somos tontos —me reí —. No sabemos disimular cuando alguien nos gusta y tú le gustas a ese muchacho.

Entramos a la casa y nos detuvimos en el lobby.

—No tengo planes de salir con él ni con nadie. Yo amo a Misha —un nudo se formó en mi garganta —. Y lo voy a amar toda la vida —puso sus manos en mis hombros.

—Y estoy seguro de que mi hijo te amó hasta su último aliento, pero no puedes depender de alguien que ya no está. Me duele decirte esto porque vi lo entusiasmada que estabas con la boda —con el pulgar jugué con el anillo que aún llevaba conmigo. No pensaba quitármelo nunca —. Pero tienes que continuar con tu vida. Tienes que conocer personas y enamorarte, eres muy joven para condenar tu vida a la soledad. ¿Cuántos años tienes, quince? —ambos nos reímos, yo con lágrimas en los ojos.

—Tengo veinticuatro años. Ya no soy la niña que llegó a tu casa después de que sus padres fallecieron.

—Siempre vas a hacer mi niña, mi hija —soltó mis hombros y me abrazó —. Eres mi hija, Camila, aunque no lleves mi apellido yo te cuidé y eduqué cómo a tus padres les hubiera gustado. Les hice una promesa en su tumba y pienso cumplirla. Cuidarte y guiarte hasta que deje de respirar —correspondí a su abrazo.

—Eres cómo mi padre y te quiero mucho —me permití derramar un par de lágrimas.

—Y yo te quiero a ti, hija. Conocía demasiado bien a Misha y estoy seguro de que él quería lo mejor para ti y si eso significa que vas a compartir tu vida con alguien más, está bien, no debes sentir culpa —apreté los ojos y más lágrimas cayeron por mis mejillas —. Mereces ser feliz después de tantas tragedias en tu vida.

Nos separamos y limpié las lágrimas con mi mano.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque necesitabas escucharlo de alguien. Ya te lo dije, Cami, mereces ser feliz —sus manos ascendieron a mis mejillas y las limpió con sus pulgares.

—Gracias, Víctor —le sonreí —. Muchas gracias por tus palabras.

Nate

Desperté perezosamente y abrí los ojos con calma. Aún no me acostumbraba a no dormir en mi cama, en mi habitación, rodeado de mis libros y mis objetos personales. Giré la cabeza hacia la terraza y solté una larga exhalación.

No sabía si iba a poder con todo esto, era demasiado para mí y estúpidamente pensé que podría sobrellevar esta situación, que podría verla a la cara sin sentir todo esto que ardía en mi pecho.

No la culpaba por lo que hizo, ella solo reaccionó a sus instintos y se dejó llevar por la ira y el coraje, provocando la muerte de mi madre. Jared empezó todo y cómo ella dijo lo terminó o lo quiso terminar, pero esto estaba lejos de terminar. Estaba seguro de que esto era solo el inicio de una guerra que dejaría muchos muertos.

Salí de la cama y entré al baño para lavarme el rostro. Lo sequé con una toalla y me cepillé los dientes. Salí de la habitación y bajé las escaleras. Para ese momento Vanya ya había despertado y se encontraba en la cocina preparando el desayuno.

—Buenos días —rodeé la isla y me acerqué para coger una taza y servirme agua caliente —. Pensé que estabas dormida —la miré. Llevaba un atuendo demasiado revelador y sexy, aunque me gustaba. Unos pantaloncillos cortos y una blusa de seda blanca, con tirantes que me permitían ver sus delgados hombros. Noté que tenía algunas pecas y eso me pareció lo más sexy de ella.

—No he dormido bien estos días —sostenía una cuchara y la metió dentro de la crema de avellanas, cogió un poco y la metió a su boca, sin dejar de mirarme —. ¿Cómo dormiste tú? —preguntó. Volteó el tocino con una pala de plástico.

—Dormí bien, gracias por preguntar —me dirigí a la isla para prepararme el café.

—Ojalá que yo pudiera dormir así de bien cómo tú —comentó.

—Debes estar estresada —le puse dos cucharadas al agua y dos de café.

—Sí, debe ser eso —se acercó por detrás y me estremecí cuando su dulce respiración acarició la piel de mi cuello —. Debería desestresarme, ¿no crees? —sugirió con voz seductora.

Estaba siendo coqueta y no estaba seguro de si lo odiaba o me gustaba que lo hiciera. Era consciente de que quería jugar conmigo, usarme para intentar salir de aquí. Si yo fuera ella también lo haría y no la podía culpar, nadie en su sano juicio querría estar encerrado en contra de su voluntad.

—Deberías practicar yoga —sugerí. Giré sobre mis talones y le encaré. No era más baja que yo, medía al menos un metro setenta, así que tenía que bajar la mirada para verla a la cara —. Dicen que es bueno para quitar el estrés —acerqué la taza a mis labios.

—Yo sé de otra práctica para quitarme el estrés —alzó una ceja.

—Ah, ¿sí? ¿Y cuál es? —chasqueó la lengua antes de hablar.

—No te voy a decir, eres demasiado virginal para escucharlo —se apartó y se alejó hacia la estufa. El tocino frito desprendía un rico olor grasiento.

—¿Virginal? —casi tartamudeé.

—¿No lo eres?

—No —mentí.

¿Por qué le mentí? ¿Tenía miedo de que se riera de mí porque era virgen? ¿Me asustaba que supiera la verdad?

—Pensé que lo eras —encogió un hombro —. De todos modos lo tendrás que averiguar tú solo.

No era estúpido, entendía bien a qué se refería con eso de aquella otra práctica para quitarse el estrés. Ella hablaba de sexo, era virgen, pero no estúpido.

—No estoy muy segura de que no seas virgen —dijo. Tomé asiento de tal manera que podía ver todo lo que hacía —. ¿Estás seguro? ¿No mientes?

—¿Por qué mentiría? —encogió un hombro.

—No sé, ¿para quedar bien? —metió la cuchara dentro del bote de la crema de avellanas una vez más —. Tal vez para que no piense que eres infantil —apagó la estufa y sacó el tocino del sartén para ponerlo sobre una toalla absorbente.

—No tengo por qué hacer eso —le aclaré. Me serví huevos con tocino.

—No me importa si no lo eres, está bien.

—¿Tú-tú lo eres? —me atreví a preguntar.

—Hace mucho que no —se limitó a decir —. Yo te puedo ayudar si quieres —levantó la mirada hacia mi rostro. Sentí que se calentó y ella se pudo dar cuenta también.

—¿Q-qué? —pregunté.

—Si quieres yo te puedo ayudar para que ya no seas virgen —el tono de voz que usaba era demasiado sensual cómo para ignorarlo. Y tampoco podía ignorar sus palabras, ella sabía mucho más de sexo que yo. Era un inexperto que apenas sabía donde quedaba el clítoris y que nunca había tocado a una mujer. Tuve una sola novia a los quince años y ni siquiera había dado mi primer beso. Sí, era un completo desastre con las mujeres, por eso ni una de ellas se acercaba a mí.

—Dices que no eres virgen —cogió un pancake —. Pero yo no te creo nada y vamos a fingir que no lo eres, tampoco está mal que no hayas estado con ninguna mujer.

—¿No me juzgas? —negó con la cabeza.

—Claro que no, eso me hace saber que eres un chico dulce. Así que yo te puedo ayudar, si tú quieres puedo ser la primera mujer en tu vida y te aseguro que no te vas a arrepentir.

—No sé tengo que pensarlo muy bien. No quiero hacer las cosas solo por impulso o por calentura —asintió.

—Te entiendo, para algunos su primera vez tiene que ser especial, con la persona que ellos aman.

—¿Cómo fue tu primera vez? —pregunté y me arrepentí al segundo de haber preguntado —. No, no me tienes que decir. No sé por qué pregunté.

—Preguntaste por qué quieres saber —iba a decirle algo, sin embargo, habló y me quedé callado —. Mi primera vez fue con un chico de la universidad. Compartíamos algunas clases juntos, me invitó a salir, platicamos y lo llevé al departamento para hacerlo —decía como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Qué edad tenías?

—Había cumplido los dieciocho años, fue cómo mi regalo de cumpleaños.

Su propuesta era muy tentadora, pero yo no quería jugar sucio cómo ella lo estaba haciendo. Yo no quería usarla cómo ella lo quería hacer conmigo. No quería obtener nada de esto. Solo la quería cuidar porque mi hermano me lo pidió.

—Si dices que sí ya sabes donde buscarme, siempre estoy en mi habitación.

No dije nada, porque no sabía qué decir o qué hacer. Terminamos de desayunar y lavamos juntos lo que ensuciamos, guardamos todo en su lugar y la cocina había quedado limpia como si ahí no hubiera pasado nada.

—Me voy a dar una ducha —dijo Vanya mientras extendía un trapo sobre la encimera. Guardé el celular dentro del bolsillo de mi pijama y la miré —. Piensa en lo que te dije —se acercó y sin pedir permiso se acomodó en medio de mis piernas. De inmediato sentí una corriente eléctrica que penetró mi carne y mis huesos. Sus manos ascendieron por mi torso y rodeó mi cuello con sus brazos. Esto era lo más cerca que había estado de una mujer y me gustaba. Me gustaba su cercanía, el olor de su champú, cómo olía su piel —. Me encantaría ser la primera mujer en tu vida —se inclinó hacia delante rozando sus labios con los míos. A pesar de que había desayunado su boca no olía mal, solo me provocaba querer besarla.

—Yo no...—siseó y colocó un dedo sobre mis labios.

—No digas nada, Nate —arrastró la punta de su nariz por mi mejilla. Sentí un ligero cosquilleo en la entre pierna —. Te puedo enseñar poco a poco hasta que estés listo para mí —su tibia respiración acarició mi piel.

Culminó depositando un casto, pero ardiente beso sobre mis labios. Aquello me hizo temblar de los pies a la cabeza. Sentí mi corazón vibrar, latir errático, alocado.

Sus brazos abandonaron mi cuello, me hizo un guiño y giró sobre sus talones para abandonar la cocina. Solté una larga y profunda exhalación en el momento que la perdí de vista. No tenía que verme así de mal, no tenía que saber que me provocaba mucho con tan poco porque lo iba a usar a su favor. Si no es que ya se había dado cuenta. No era muy disimulado que digamos.  


🔗🔗

Hola, espero que les haya gustado el capítulo.

¿Les gusta que narren otros personajes además de Vanya, Seth y Nate? Este tipo de libro necesita de otros narradores para entender la trama, sino habría muchos huecos.

¿Creen que Nate acepte la propuesta de Vanya?

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