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Capítulo 22. 🔗

Vanya

Todo parecía ir relativamente bien. Me di una ducha, salí del baño y me arreglé para asistir a la cena con Seth. Me puse ese lindo vestido que elegí especialmente para esta ocasión y que se me veía de maravilla.

Nunca fui una chica con muchas curvas, pero me sentía bien con mi cuerpo, con mis senos pequeños (de buen tamaño para mí), con mis caderas delgadas, pero que a los hombres les gustaban y mi anatomía pequeña, pero letal. Siempre fui segura de mí misma y de lo que podía conseguir con mi belleza. Sabía que eso era un punto a mi favor, sin embargo, mi inteligencia era mortal, Siempre debes tenerle miedo a una mujer que ha perdido el miedo y que supera la inteligencia de un hombre.

Estaba emocionada y nerviosa porque no estaba acostumbrada a hacer este tipo de cosas. No tenía citas con los hombres y mucho menos un romance normal. Me había acostado con algunos hombres después de beber algo, pero al día siguiente no sabía nada de ellos y tampoco me importaba.

¿Por qué con Seth era diferente? ¿Por qué con él sí me daba la oportunidad de ser una chica normal? Solo esperaba no arrepentirme después.

Alguien tocó a la puerta poco después de que salí del baño. Ya me había puesto el vestido que Cami me ayudó a elegir para esta noche.

—Adelante —la puerta se abrió y Pete apareció detrás de la puerta —. ¿Qué pasa, Pete? —bajé la mirada a sus manos y me di cuenta de que traía un sobre entre sus dedos.

—Aquí está toda la información que encontraron sobre Seth —me entregó el sobre. Era amarillo y no tenía nada escrito por ningún lado.

—¿Aquí viene todo? —Pete asintió.

—No he visto nada de lo que viene ahí dentro —llevó las manos a su espalda.

—Lo voy a revisar mañana —le dije. Pete entornó los ojos.

—Solo ten cuidado, me avisas si pasa algo —le sonreí.

—No te preocupes, voy a estar bien —no sonrió. Se mantuvo estoico en su lugar.

—Con mucho cuidado, Vanya.

—Lo tendré —me dio la espalda y salió de la habitación, dejándome sola.

Guardé el sobre en mi closet, dentro de una pequeña caja fuerte que tenía ahí. Después revisaría el sobre con la información para saber qué es lo que Seth ocultaba.

Ahora tenía que darme prisa para no llegar tarde a la cita que tenía con Seth. Nunca llegaba tarde a ningún lado, no lo haría ahora.

—Te ves hermosa —escuché una voz a mi espalda. Giré y me encontré con Aleksei bajo el umbral de la puerta, apoyado del marco, mirándome con una sonrisa en los labios —. Ya no eres esa niña que dejé hace años.

Giré de nuevo y terminé de maquillarme. Solo apliqué un poco de pintalabios de color rojo intenso que terminó por completar mi outfit.

—Ya no soy la misma tonta —le dije. Dejé el pintalabios sobre el mueble y me senté en la orilla de la cama para ponerme los tacones.

—Nunca dije que lo fueras —alzó las manos en señal de paz. No quería discutir, pero si se daba la oportunidad no la iba a desaprovechar —. ¿Así que las cosas van en serio con Seth? —se sentó a mi lado.

—Nunca dije que esto sea algo serio —alcé una ceja.

—¿Cuándo has tenido una cita con algún hombre?

Lo odiaba porque me conocía demasiado bien.

—Nunca, pero eso no quiere decir nada —me miró y ladeó la cabeza sin creerme ni una sola de mis palabras.

—¿Te debería de creer? —me puse de pie y golpeé su hombro.

—Sí, tonto —exageró soltando un quejido y se sobó el brazo.

—¿Cómo se lo tomó Billy?

No había por qué fingir que entre Billy y yo no había pasado nada cuando ya se había dado cuenta de que entre su amigo y yo hubo más que besos y caricias.

—No me dirige la palabra desde que se enteró —encogí un hombro.

—Te ama, hay que entenderlo —me dirigí al closet y saqué un abrigo de color negro, ya que la noche estaba fresca.

—Siempre le dije que no podría amarlo —colgué el perchero en su lugar y cerré el closet.

—No lo puedes culpar —se puso de pie y avanzó hacia el terrario de Diablo, metió la mano y lo sacó. Diablo se enredó en su brazo y trepó hacia su hombro.

—Le agradas —me miró —. Si no le agradaras intentaría asfixiarte el brazo —se rio, nervioso.

—Qué alivio —exhaló. Pasaba la mano por todo el cuerpo de Diablo y este parecía disfrutar de las caricias de mi primo —. Escuché que Víctor estaba hablando con su hermano.

—¿Sabes qué se dijeron? —le pregunté.

—Iván le comentó que Mikhail estaba haciendo tratos con los hermanos De Vaux. Parece que conoció a la hija del jefe y se llevan bien —fruncí el ceño.

—¿Mikhail no estaba comprometido? —pregunté. Yo recordaba que sí. Alek encogió un hombro.

—No sé. Por lo que entendí y dijo Víctor ya no ama a su prometida —me miró unos segundos y de nuevo centró su atención en Diablo.

—Cómo sea, es algo que no me importa —dije —. Mikhail puede hacer con su vida lo que le plazca, mientras no afecte los negocios de la familia todo está bien.

Me puse el abrigo y cogí mi bolso.

—¿Ya te vas? —indagó.

—No me gusta llegar tarde —respondí —. Lo cuidas —señalé a Alek que aún tenía a Diablo entre sus manos.

—Lo voy a cuidar —me regaló una sonrisa sincera y salí de la habitación. En el pasillo me encontré con Billy que no se veía para nada contento, pero él y yo teníamos un acuerdo y él no estaba cumpliendo con lo pactado.

Me siguió escaleras abajo reclamándome el que estuviera saliendo de la casa para asistir a una cita con Seth, a quien odiaba con toda su alma.

—¿Cómo puedes salir con ese tipo? Apenas lo conoces —abrí la puerta y salí de la casa —. Nos conocemos hace años y nunca me diste una oportunidad.

Caminé hacia mi auto y me detuve de golpe, quedando cara a cara.

—Te lo dije. Te advertí que no me podía enamorar de ti —mascullé —. Estuviste de acuerdo con eso y estaba bien.

—¿Estaba bien? —preguntó, furioso —. Tal vez para ti estaba bien, pero para mí no. Yo sí me enamoré de ti.

—Ese es tu problema, no el mío —dije, tranquila. Giré sobre mis talones para intentar abrir la puerta, sin embargo, Billy me detuvo cogiendo mi brazo con fuerza.

—¡Eres una egoísta! Te di todo de mí y me dejas por un bastardo —escupió. Me solté de su agarre, giré de regreso y le propiné una bofetada en la mejilla izquierda. Mi mano quedó estampada en su mejilla.

—En tu maldita vida me toques de nuevo —lo señalé con un dedo en alto. Mi respiración se volvió irregular. Estaba furiosa por su comportamiento tan infantil —. No es mi maldito problema que estés enamorado cuando claramente te dije que lo nuestro no iba a funcionar. Estuviste de acuerdo con eso y ahora te atienes a las consecuencias —mascullé —. Voy a salir con quien yo quiera y voy a follar a quien se me pegue la gana.

Le di la espalda, abrí el auto y subí dejándolo en su lugar con la mirada perdida en la nada. Arranqué y salí de la propiedad llena de ira y rabia.

Billy era una de las personas más importantes en mi vida. No quería perderlo por una tontería como esta, pero si tenía que poner distancia entre nosotros lo haría. No dudaría en alejarme de él si era necesario.

Llegué al lugar donde Seth me citó aquella noche. Antes de bajar me tranquilicé para no desahogarme con él. No quería que se enterara de lo que acababa de suceder con Billy. Bajé del auto y crucé la calle para entrar al restaurante que era uno de los más famosos en Nueva York. Dentro del lugar había muchas personas y fuera de este muchas más que caminaban sobre la acera.

Me encontraba a tan solo unos metros de distancia, pero algo sucedió que no me permitió llegar con Seth. Alguien me cogió de la mano, giré la cabeza para ver a esa persona y me encontré con un hombre alto, castaño y delgado. Bajé la mirada a su mano y descubrí que llevaba puestos unos guantes de látex. Quise hablar y decirle que se apartara, pero no pude pronunciar ni una sola palabra.

Empecé a sentirme desorientada, mi corazón latía a una velocidad anormal. Veía borroso, la boca se me secó de golpe.

Antes de poder reaccionar y correr para salvar mi vida estaba siendo transportada en una camioneta a quién sabe dónde. Ese solo fue el inicio de mi infierno. Esa noche fue el principio de todo lo que iba a suceder después.

Seth

La vi bajar de su auto y se veía hermosa. Lucía cómo la reina que siempre fue. Llevaba puesto un vestido de color rojo y arriba un abrigo que la protegía de frío de la noche. Su cabello lacio y largo caía sobre sus hombros y se movía con la brisa de la noche.

Cruzó la calle, pero antes de entrar al restaurante uno de los hombres de Alfred la interceptó y la llevó con él. Usó una poderosa droga que llevaba en los guantes de látex y que hizo efecto en ella en pocos segundos. Esta droga tenía el poder de sedarla a tal punto que no pudiera luchar por su vida, pedir ayuda o resistirse a ser llevaba por un extraño a quien sabe dónde.

Desapareció de mi vista y regresé a mi lugar en la mesa. El mesero que me atendió al llegar regresó con una botella con vino. Sirvió un poco del líquido en una copa y se retiró.

Transcurrieron algunos minutos donde tuve que fingir y esperar para avisarle a Cami que su amiga no había llegado a la cita y estaba preocupado por ella. Tenía que ser convincente para que me creyeran y no sospecharan que yo tenía que ver con su secuestro. Nadie debía saber que fui yo quien ahora tenía a Vanya en su poder.

—Señor, ¿va a ordenar? —el mismo joven se acercó.

—Mi cita todavía no llega. Voy a esperar unos minutos —sonrió sin mostrar los dientes —. ¿Me puedes traer un vaso con coñac?

—Claro, señor —me dio la espalda y se alejó hacia la barra del restaurante.

Mi celular timbró y vibró dentro del bolsillo de mi pantalón, lo saqué y miré la pantalla. Era un mensaje de Alfred junto a una foto.

Ya está segura.

Abrí la imagen y era Vanya acostada en la cama.

Me regocijé en mi victoria y festejé por este logro. Guardé ese celular y saqué el que usaba con la familia Záitsev. Marqué el número de Cami. El tono sonó una, dos veces hasta que ella respondió.

¿Seth?

—¿Sabes si Vanya viene para acá? —el joven se acercó con el vaso con coñac y lo dejó sobre la mesa. Le agradecí con una sonrisa.

Salió hace media hora. ¿No ha llegado?

—No —hablé bajito y miré a mi alrededor —. No ha llegado —dije, preocupado.

No me digas eso —se escuchó ruido del otro lado de la línea —. Seth...

—Te estoy diciendo que no está aquí. No ha llegado, lo juro.

No puede ser, no puede ser. Le voy a decir a Víctor —le di un sorbito al coñac. El líquido resbaló por mi garganta y me supo a una rica victoria.

—De acuerdo, me avisas cualquier cosa que pase —colgamos al mismo tiempo.

Le hice una seña al joven que me atendió y le pedí la cuenta. Se llevó mi tarjeta para cobrar lo que gasté y le di una cuantiosa propina por sus servicios. Me levanté de la silla y salí del restaurante.

Me entregaron mi auto frente al restaurante y subí. Puse música y conduje en dirección a mi casa a las afueras de la ciudad. Apagué el celular para no ser interrumpido por nadie. No tardé en llegar a la propiedad que se encontraba bien custodiada por algunos hombres que llevaban armas en las manos. Aquí no era raro ver a hombres cuidando propiedades. Todos los que vivían en esta área eran millonarios o famosos que venían a pasar el fin de semana o las vacaciones a sus lujosas casas de campo.

Me detuve en la entrada y uno de mis hombres se colocó al lado del auto.

—Señor —le hice un asentimiento con la cabeza. El hombre informó que me dejaran pasar y la reja se abrió por completo para entrar a la casa. La reja se cerró detrás de mí y detuve el auto en el estacionamiento acondicionado para todos mis autos y las motos de las que era fanático.

Apagué el motor, saqué la llave y bajé del auto colgándome el saco en el hombro. Saqué las llaves de la casa y abrí la puerta principal. Dejé las llaves encima de la mesita al lado de la puerta, junto con los dos celulares y las llaves del auto. Colgué el saco en el perchero y caminé hacia la sala donde Alfred esperaba mirando su celular.

—¿Cómo está? —levantó la mirada hacia mí.

—Ella está bien, no le hicimos nada —dijo —. Solo está dormida. Va a tardar en despertar y no va a recordar nada.

—¿Dónde está?

—En su habitación —se puso de pie.

—Ya te hice el depósito por lo que faltaba —guardó el celular en el bolsillo de su chaqueta.

—Fue un placer trabajar contigo, Beckett —me dio la mano y nos dimos un apretón.

—Ya sabes, no me conoces.

—Ni tú a mí —solté su mano.

—Si te necesito de nuevo yo te llamo —pasó a mi lado.

—Estaré esperando esa llamada —salió de la casa y por fin pude respirar tranquilo, en paz. Ya no sentía esa presión en mis hombros y el miedo de ser descubierto por alguien de esa familia.

Aunque ahora debía de tener más cuidado porque apenas era el comienzo de este infierno. De nuestro infierno.

Me senté en uno de los sofás y me serví un poco de coñac en un vaso. Le di un trago y sentí la garganta más fresca. Solté una larga exhalación y dejé caer la espalda contra el respaldo del sofá.

Vanya dormía arriba en la habitación principal y cuando despertara se iba a dar cuenta de donde se encontraba y que nunca iba a salir de este lugar, no si yo no lo quería. No iba a permitir que saliera de este lugar a menos que fuera en un ataúd.

Me terminé el coñac y me puse de pie. Subí las escaleras y giré a mano derecha donde se encontraba la habitación principal. Empujé la puerta sin hacer ruido y me quedé bajo el umbral de la puerta observando a Vanya. Se encontraba profundamente dormida, acostada en la cama, descalza y con una frazada cubriendo sus piernas. Alfred tuvo la delicadeza de cubrirla del frío. Su bolso se encontraba a un lado. Me acerqué y cogí su bolso, saqué sus identificaciones, sus tarjetas y su celular. Este lo destruí pisándolo y rompiéndolo por completo, que no quedara nada de este. Guardé la tarjeta SIM y dejé lo demás dentro del bolso. Solo traía dinero en efectivo, un pintalabios y pañuelos. En algunos aspectos era una mujer práctica.

Me senté a su lado y la observé dormir plácidamente en mi cama.

Esta sería su casa desde este momento. Dormiría todas las noches en mi cama y despertaría todos los días aquí. No iba a salir de esta propiedad. No pondría un pie fuera de este lugar a menos que estuviera muerto.

Se removió en la cama y giró sobre su hombro para acomodarse en el colchón. Se hizo bolita y se rascó una ceja mientras dormía.

—¿Cómo puedes ser tan malvada y parecer un ángel? —le pregunté a sabiendas de que no me iba a responder. Se encontraba tan dormida por la droga que le suministraron que dormiría hasta el día siguiente —. Eres un ángel de la muerte. Eso es lo que eres.

Palmeé su pierna y me puse de pie para dejarla sola. Tenía que pensar bien en lo que iba a decirle a su familia y tener que fingir que estaba preocupado por ella y su integridad. Lo más importante ahora es que no supieran que yo la tenía porque ahí sí no iban a dudar en matarme y matar a Nate por meterme con su princesa. 


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Hola. ¿Qué tal todo por aquí? 

Les puedo decir que desde este capítulo todo va a cambiar tanto para Vanya como para los demás. Las consecuencias de lo que hizo Seth van a destruir muchas vidas. 

Empieza lo bueno y espero que les guste. Aunque solo una personita comente y me lo diga cada que subo un capítulo, gracias a ella sigo actualizando este libro, porque si no ya no subiría nada. Mil gracias, tú sabes quién eres. ❤

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