Capítulo 21. 🔗
Seth
Llegué un poco tarde a la casa de los Záitsev, tenía que hacerme cargo de los negocios de la familia y con Jared sin querer participar en los negocios solo Nate y yo nos hacíamos cargo de todo. Nos había otorgado el poder absoluto de manejar los negocios de la familia cómo quisiéramos, esto ya no le importaba y estaba más enfocado en investigar que había en el fondo de cada botella de coñac que todo lo que consiguió a lo largo de su vida.
La muerte de mi madre le había golpeado fuerte. Había caído en una fuerte depresión y no quería recibir ayuda para salir de ella. Ya no era un niño al que podíamos llevar de las orejas con un psicólogo para que tomara terapia. No quería ayuda y no puedes ayudar a alguien que no quiere que no lo ayudes.
Al llegar a la propiedad caminé hacia la puerta principal, pero antes de entrar me encontré con Aleksei que iba saliendo.
—Víctor está furioso —comentó.
—¿Por qué? —pregunté, despreocupado.
—Todavía preguntas por qué —se burló. Se rascó la ceja y se acercó a mí —. Pasa de medio día, Seth —rodeó mis hombros con su brazo.
—Oh, ya entiendo —caminamos por uno de los costados de la casa.
—Cuando te vea te va a matar —me miró —. ¿Problemas familiares?
—Algo así —lo miré —. Mi padre es un alcohólico. Ya sabes.
—No sé de qué me hablas, mi padre falleció cuando era un niño, así que no tuve esa clase de problemas.
—Lo siento. ¿De qué murió?
—Lo mataron por trabajar con Víctor —alcé las cejas, sorprendido —. Ya no recuerdo muchas cosas de él —llegamos al jardín trasero. Ahí se encontraba Vanya tomando el sol, con un diminuto traje de baño que dejaba muy poco a la imaginación —. No creo que hoy tengas mucho trabajo —me soltó —. Dijo que no iba a salir y se va a quedar todo el día en la casa.
—¿Sabes por qué? —negó con la cabeza.
—Muchas de las veces no la entiendo —se encogió de hombros y giró sobre sus talones, dándome la espalda.
Me acerqué a Vanya y me coloqué frente a ella. Llevaba puestas unas gafas negras que protegían sus ojos del inclemente sol. Cogió las gafas y las alzó a la altura de su frente.
—Pensé que no ibas a venir —comentó. Regresó las gafas a su lugar, sobre el puente de su nariz.
—¿Por qué?
—Pasa de medio día, Seth —cogió un vaso con agua y lo bebió. Me hizo una seña para que me sentara en uno de los camastros a su lado. No me quedó más que obedecer y sentarme a su lado —. ¿Qué es más importante que cuidar de mí, Seth?
—Mi padre es un alcohólico y...—se sentó en la orilla del camastro y se quitó las gafas. Alzó una ceja y formuló la pregunta una vez más, solo que en un tono más lento y agresiva.
—¿Qué es más importante que cuidar de mí, Seth?
A su lado izquierdo se encontraba una mesita. Sobre de esta había un bloqueador, un vaso con agua, su celular y otras cosas. Cogió el bloqueador, esperando que hablara.
—Nadie es más importante que tú, ved'ma —sonrió satisfecha con la respuesta.
—Me gusta cómo hablas —apretó mi pierna y me entregó el bloqueador.
—¿Este día no vamos a salir? —pregunté y negó con la cabeza —. ¿Por qué?
—No me he sentido muy bien que digamos, así que prefiero quedarme hoy en casa —se quitó las gafas, dejándolas sobre la mesita y llevó las manos a su espalda para desabrocharse la parte de arriba del traje de baño. Antes de que la prenda abandonara su cuerpo llevó su brazo a sus senos —. ¿Me pones bloqueador? —agitó las pestañas y no pude negarme.
Tenía una encantadora sonrisa, una mirada letal y un rostro de ángel. ¿Cómo podía decirle que no a una mujer cómo ella? Me tenía hipnotizado con esa mirada y esa sonrisa me estaba matando.
—No puedo decirte que no —una sonrisa altiva se dibujó en sus carnosos labios. Me puse de pie y rodeé el camastro para quedar a su espalda. Aparté los tirantes de su traje de baño. Unté un poco de bloqueador en la palma de la mano y las junté para esparcir el bloqueador en ambas manos. Las pasé en su espalda y con cuidado me aseguré de que el líquido protegiera su delicada y pálida piel. Cubrí sus hombros, su cintura y llegué un poco más abajo de la altura de su vientre.
Cuando terminé de poner bloqueador se acostó boca abajo y unté más en sus piernas.
—No toques de más, mano larga —dijo. Me reí y negué con la cabeza. Giró y se colocó boca arriba.
—Si quieres que te ayude tienes que hacer algo por mí —alzó una ceja.
—No estás en condiciones de pedir nada —musitó.
—Entonces me voy —fingí ponerme de pie, pero me lanzó una mirada aniquiladora, lo que me regresó a mi lugar de inmediato.
—¿Qué quieres?
—Una cita —frunció el ceño. Se sentó con las piernas estiradas.
—¿Qué?
—Una cita es todo lo que te pido —entornó los ojos.
—¿Cómo te hago entender que no quiero una cita contigo?
—¿Por qué?
—No eres mi tipo —escupió. Estaba molesta.
—¿Cómo sabes que no soy tu tipo si no me das la oportunidad? —alcé una ceja.
—No me interesa salir contigo. Entiende —se amarró el traje de baño —. Así que olvídalo de una vez.
—No lo voy a olvidar, así que decide si quieres salir conmigo de una vez o lo dejamos para más adelante —quería arrancarme la cabeza con las manos. Lo veía en su mirada.
—Eres un imbécil.
—Sí y este imbécil te hace temblar —le entregué el bloqueador.
—¡Idiota! —me puse de pie y la dejé sola en el jardín mientras tomaba el sol.
Pensé que me iba a decir otra cosa, pero ya habían sido suficientes insultos por ese momento. Me encontré con Zora y otras de las mascotas de Vanya. Jugué con ellos y les lancé la pelota para que fueran por ella. Estaban bien entrenados y obedecían a cada una de las órdenes. Eran más educados que muchos humanos.
—¿Ya entiendes por qué me gustan los perros? —levanté la mirada hacia ella. Se había dado una ducha y llevaba puesta otra ropa. Unos jeans junto a unos botines altos y una blusa blanca que resaltaba su escultural figura —. Entienden más y son fieles. Ellos nunca te van a decepcionar.
Se sentó a mi lado. Zora no tardó en acercarse a ella, le movió la cola y se veía feliz por tenerla cerca.
—La quieres mucho.
—Eso dicen todos —sonrió. Cogió la pelota y se las lanzó. Todos fueron detrás de ella.
—Se nota —me miró.
—¿Por qué insistes tanto en salir conmigo? Es sospechoso.
—Quiero conocerte fuera de esta casa, del trabajo —no la estaba convenciendo con nada. Era una mujer muy difícil —. Eres una mujer enigmática, inteligente, me fascinas —fui sincero.
—¿Debería de creerte?
—No, no tienes que hacerlo, pero espero que lo hagas porque estoy diciendo la verdad.
—Eres un mujeriego —se restregó el rostro con ambas manos —. Me confundes y eso me aterra —admitió. Por primera vez se estaba abriendo para mí. Estaba dejando ver sus sentimientos.
—Solo déjate llevar, Vanya. No pienses —me miró. Estaba dudando de mis palabras. Me miraba con atención, sin quitarme los ojos de encima.
Tenía un par de hermosos ojos azules que te hipnotizaban, te hechizaban perdiéndote en lo profundo de su alma y su maldad que te apresaba y te obligaba a quedarte a su lado.
—Me encantas —se mordió la esquina del labio y su mirada bajó a mi boca.
—¿Qué te gusta de mí? —preguntó con ese tono de voz seductor.
—Tu carácter, tu inteligencia.
—Creí que me ibas a dar la típica respuesta que dan todos los hombres —exhaló —. Llevas un punto a tu favor —la miré indignado.
—¿Perdón?
—Estás perdonado —sonrió —. Así que te gusta mi carácter, ¿eh?
—Eres una reina, Vanya. Las mujeres cómo tú no se dejan pisotear, ni humillar —puse dos dedos bajo su barbilla —. Eres una guerrera de la vida.
—No todo ha sido fácil —encogió un hombro.
—En la vida que llevamos nada es fácil. Siempre hay perdidas y tenemos que aprender que así son las cosas —asintió. Desvió la mirada un par de segundos y me miró de nuevo con esa intensidad tan característica de ella.
—Más te vale que estés jugando limpio conmigo, Seth —no me quitaba los ojos de encima —. Porque si no te puedes arrepentir.
—¿Es una amenaza o una promesa? —alcé una ceja. Una especie de perversión danzó en sus ojos.
—Es una amenaza disfrazada de promesa —sentenció, repitiendo las mismas palabras que un día le dije.
Me reí, negando con la cabeza. Acerqué mis labios a los suyos y no se apartó, al contrario, dejó que me acercara lo suficiente para dejar un casto beso sobre sus carnosos labios. Mi lengua se deslizó de un extremo de sus labios al otro. Marqué el ritmo de nuestro beso, pero fue ella quien lo intensificó llevando una de sus manos a mi nuca y la otra a mi hombro. Sus dedos en mi cabello se enredaron y tiraron de estos con fuerza.
—Me confundes demasiado —jadeó sobre mis labios, separándose un segundo.
—¿Y eso está bien o mal? —me atreví a preguntar. Con el pecho agitado y la voz entrecortada.
—Eso te beneficia a ti, Seth —esta vez fue ella quien me besó primero, deslizando su lengua dentro de mi boca. La mía la recibió con gusto y placer. Atrapé su pequeña cintura entre mis dedos y soltó un gemido en mi boca en el momento que nuestro beso se profundizó, se volvió más caliente, más obsesivo.
Escuchamos la voz de Camila y nos separamos como si no hubiera sucedido nada, cuando en realidad, estábamos agitados y deseosos por más. Más besos, más caricias, más encuentros como estos donde me dejaba más confundido de lo que ya estaba.
—Seth —se detuvo a escasos pasos de nosotros. Nos miró de una manera algo sospechosa, como si supiera que estaba pasando algo entre nosotros.
—¿Sí? —me rasqué la nuca.
—Víctor te manda llamar —tragué saliva. Miré a Vanya y palmeó mi mano.
—Explícale lo de tu padre y te va a entender —le agradecí con una sonrisa.
Me puse de pie y me dirigí hacia la mansión donde Víctor esperaba furioso por haber llegado tarde para cuidar a su princesa. Le mentí diciéndole que mi padre era un alcohólico (cosa que era cierto, en eso no mentí). Inventé otras cosas más para generar empatía y que me perdonara el haber llegado tarde. Al final me dijo que no había problema y me dejó ir.
Solo debía esperar un poco más para vengarme de él y toda su familia.
En pocos días tendría a su princesa en mis manos y a él suplicando para que no le haga daño.
Vanya
Seth me confundía demasiado y me dejaba pensando si estaba haciendo bien o me estaba equivocando con las decisiones que estaba tomando en ese momento.
Quedamos en qué iríamos a cenar el sábado y que pasara lo que tuviera que pasar. No debía tener miedo de permitirme sentir algo que creí estaba muerto dentro de mí. Solo tenía que disfrutar esto que se estaba dando entre nosotros y si se terminaba, ni modo. Así es la vida.
Subí a mi habitación y corrí hacia la cama en el momento que me di cuenta de que mi celular estaba timbrando y vibrando. Lo cogí y miré la pantalla. El nombre de Mason parpadeó repetidamente. No tardé en responder a la llamada.
—Cuando te comunicaste conmigo hace meses no pensé que me llamarías de nuevo —le dije. Soltó una risita traviesa.
—Te dije que no te ibas a librar de mí —me senté en el baúl al pie de la cama.
—Sí, ya veo que eres insistente —me miré las uñas —. Pero te dejé en claro que no pienso trabajar para ti.
—No quiero que trabajes para mí, Vanya. Quiero que trabajes conmigo. He seguido tu carrera criminal desde que saliste de ese lugar y eres una de las mejores asesinas que pudo salir de la Fortaleza. Has matado a una infinidad de pervertidos. Eso es lo único que te pido, que me ayudes.
—¿Por qué insistes tanto con ese tema? —se tejió un espeso silencio entre los dos. Creí que había colgado, pero al cabo de unos segundos habló.
—Es complicado —musitó, dolido.
—No me vas a decir, ¿o sí? —alcé una ceja.
—Si decides trabajar conmigo te lo podría decir.
—Aún no me convences —musité. Mason soltó una larga y profunda exhalación.
—Eres difícil de convencer.
—No soy una mujer fácil, Turner —ambos nos reímos bajito.
—Me he enterado de que una persona a quien estimo viajó recientemente a Queens. Ha abierto un club donde vende niñas a otros hombres —eso llamó mi atención —. No tengo hombres allá que se hagan cargo de él.
—Así que quieres que yo lo mate.
—Así es. No puedo confiar en nadie más que en ti. Sé que serás rápida y nadie se va a dar cuenta de que fuiste tú quien se deshizo de esa basura —tenía un acento inglés bien marcado y eso lo hacía mucho más atractivo de lo que ya era de por sí —. Es un hombre peligroso y astuto. Ha sabido evadir a la justicia, por eso viajó a Norteamérica. Le perdí el rastro y ahora que lo he encontrado no pienso perderlo de vista, tampoco quiero dejarlo vivir más tiempo.
—No puedo matar a un hombre así cómo así, Turner y lo sabes. Tengo que investigar su rutina, a qué hora sale, cuantos hombres lo cuidan. Ya sabes —encogí un hombro —. Ese tipo de cosas.
—No te estoy pidiendo que lo mates ya. Te puedo pasar sus datos y lo vigilas para que conozcas su rutina, cuando lo tengas bien ubicado puedes proceder a matarlo cómo tú quieras. Solo te voy a pedir un favor.
—¿Sí?
—Quiero que sea lento y que sufra mucho.
—Sabes que esa es mi especialidad, Turner.
—¿Entonces lo harás?
—Solo porque es una basura que no merece vivir. Mándame sus datos y me voy a encargar de él.
—Sabía que podía confiar en ti.
—Sabes que no puedo dejar vivir a basuras cómo él —mascullé —. Te aprovechas de eso —rio de una manera elegante —. Hasta tu risa es elegante cómo tú, Turner.
—No es mi intención hacerlo.
—Ya lo creo.
—Te mando los datos de donde está viviendo y donde se encuentra su club —escupió.
—De acuerdo, estaré al pendiente y cualquier cosa te aviso.
—Gracias, Vanya.
—Todavía no me agradezcas, Turner.
Colgué y dejé el celular sobre el colchón. Solté una exhalación y cerré los ojos un momento.
No me sentía orgullosa de lo que hice en el pasado, pero eso salvó a muchas niñas y me deshice de mucha basura humana que solo estaba robando oxígeno a quien sí lo necesitaba. Hice muchas cosas malas para mantenerme con vida y si tuviera que hacerlo de nuevo lo haría sin pensarlo. Nunca me arrepentí de mis decisiones y no lo empezaría a hacer ahora. Hice lo que tuve que hacer por una razón y ahora Turner me estaba pidiendo que regresara a esa vida llena de muertes y sangre.
—¿Vanya? —abrí los ojos y miré en dirección a la puerta. Cami me miraba extrañada como si no fuera yo la persona que se encontraba frente a ella.
—Cami —le sonreí.
—¿Estás bien?
—Estoy bien, ¿por qué lo preguntas? —me hice a un lado para que se sentara conmigo.
—No sé, te quedaste pensando.
—Me pasa a menudo —avanzó hacia mí y se sentó a mi lado —. Hice algo de lo que tal vez te sientas orgullosa de mí —su mirada azul brilló.
—Dime, dime —dijo entusiasmada.
—Acepté salir con Seth —sus ojos se abrieron de par en par.
—¿En serio? —asentí, frenética —. ¡Qué bien! —me abrazó con fuerza —. Qué bueno que le estás dando una oportunidad al amor y vas a salir en una cita.
Nos separamos y cogió mis manos.
—¿A dónde van a ir?
—Creo que a un restaurante —encogí un hombro —. La verdad es que no le pregunté, pero supongo que sí —ella estaba mucho más feliz de lo que yo me encontraba en ese momento.
—¡Ay sí! Qué bien —sonreía de oreja a oreja.
—Ayúdame a elegir el vestido que me voy a poner el sábado, ¿sí?
—¡Claro! —nos levantamos de prisa.
—No sé qué ponerme —avanzamos hacia el gran closet que tenía en mi habitación. Era cómo una pequeña habitación con dos puertas dejando ver un espacio repleto de ropa, zapatos y joyería.
—Dios te dotó con un hermoso cuerpo, así que no será difícil encontrar algo —se adelantó hacia la sección donde se encontraban los vestidos —. Deberías usar algo rojo.
—¿No será muy sugerente? —me quedé detrás de ella.
—Para nada —resopló —. Te queda el color rojo y vas a tener una cita con ese bombón, así que es perfecto para una primera cita —giró sobre sus talones quedando frente a mí —. Porque te gusta, ¿no? Si no, no hubieras aceptado salir con él.
Encogí un hombro al mismo tiempo que pasaba mis dedos sobre la fina tela de un vestido.
—Me gusta, pero hay algo en él que no me agrada —me miró.
—No empieces cómo Billy que anda de paranoico.
—No estoy empezando nada, es solo que no me termina de gustar del todo —Cami entornó los ojos —. Voy a ir con mucho cuidado con él.
—Se va a arrepentir si te lastima.
—Que no se atreva a hacerlo, porque no saldrá vivo de esto —Cami se rio.
—No quisiera ser él —sacó un vestido de color rojo de tirantes y tela suave y fina.
No quería ser paranoica cómo lo decía Cami, pero había algo en Seth que no me daba confianza. No sabía si eran sus intenciones o el hecho de que ocultaba algo con recelo. Algo que no quería que nadie supiera, pero que al final se iba a terminar por saber.
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