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Capítulo 11. 🔗

Seth

Me estaba asegurando que el plan para secuestrar a Vanya saliera bien, que nada fuera a salir mal, porque si un solo detalle no salía cómo lo planeado estaría muerto. Vanya tenía quien la cuidara y por lo visto su padre no estaba dispuesto a perder a su única hija, por eso me había contratado para cuidar de ella y que nadie le haga daño.

Pedí remodelar parte de la casa que tenía a las afueras de la ciudad, cómo las ventanas a las que les pusieron barrotes reforzados para que cuando la trajera aquí no quisiera escapar, aunque eso era lo más seguro, nadie en su sano juicio va a quedarse en un lugar donde la tienen a la fuerza.

Le llamé a un conocido que sabe todo de herrería y que para mi buena suerte es un genio de la tecnología, así que le pedí que instalara cámaras en puntos específicos en la casa para tenerla vigilada veinticuatro siete. No confiaba en que a la primera quisiera huir o cualquier cosa con tal de no estar aquí. No iba a escapar de mí.

—Necesito que cambies la puerta de esta habitación —indiqué en los planos de la casa —. Es madera vieja y se puede astillar o romper —Alfred alzó una ceja —. ¿Qué?

—¿En qué andas metido? —recargué la espalda contra el respaldo del sofá.

—¿Por qué lo preguntas?

—Me has pedido que refuerce las ventanas, que cambie la reja principal y la puerta de la entrada cómo la de esta habitación. Mandaste poner cámaras en toda la casa y afuera. Lo que sea que estés planeando me suena cómo si fueras a secuestrar a alguien y lo vayas a traer a esta casa —enlacé los dedos sobre la mesa.

—Eso es lo que voy a hacer —musité. Alfred no se inmutó ante mis palabras. Hacía eso y más. Todo ilegal, por cierto —. ¿Hay algún problema con eso?

—No, solo quiero saber lo que estoy haciendo y ya —me deslicé cerca de la mesa.

—La voy a traer a esta casa, por eso necesito tenerla vigilada todo el día, saber lo que hace y a donde va.

—No va a poder salir de esta casa, si es lo que te preocupa.

—Para eso te llamé. Sé que eres bueno en lo que haces —sonrió altivo —. Así que no me decepciones y te voy a pagar muy bien.

—No dudo que lo hagas —se levantó de la silla y cogió el plano para comprobar que las modificaciones se estaban haciendo tal y como lo pedí.

No había muchos hombres trabajando en la casa porque le dije que no quería muchas personas dentro. Dijo que solo trajo a los hombres en quienes más confiaba y que ellos no tenían idea de para quien trabajaban o el porqué de este trabajo.

A los pocos minutos me informaron que alguien había llegado y ese era Nate. Nadie venía a esta casa y Jared no estaba en condiciones de andar de visita, menos a mí. La muerte de mi madre lo dejó en un estado deplorable y en depresión. No quería saber nada de nadie, por eso me hacía cargo del negocio para que este no se viniera abajo.

Antes de acercarse a la mesa se quedó observando las remodelaciones que le hicieron a la casa, me miró y negó con la cabeza.

—Sigo sin estar de acuerdo con esto —dejó las llaves de su auto sobre la mesa y se sentó a mi lado derecho.

—No te pregunté si podía hacerlo —jalé el portátil hacia mí para revisar algunas cuentas de los clubes que tenía en la ciudad.

—Sí, ya sé que nada de lo que diga te hará cambiar de opinión, pero creo que deberías pensar mejor las cosas —le ofrecí un vaso con coñac, pero no lo aceptó. A diferencia de mí, él casi no bebía —. Lo que hagas con ella puede provocar una guerra de la que no estamos preparados y todo se puede venir abajo —le di un sorbo al vaso —. Sé que estás lleno de rabia y rencor, pero tienes que pensar bien las cosas.

—No hay nada que pensar, Nate. Mató a nuestra madre.

—Y Jared mató a su hermano. Cada uno cobró su venganza, ¿no crees que es suficiente?

—Para mí no. Necesito que pague con dolor y sangre por matar a mamá —Nate negó con la cabeza —. Sé que no siempre vas a estar de acuerdo con lo que haga, pero créeme que no hay otra opción —dejé el vaso sobre la mesa.

—Sí, la hay; dejar esta estúpida venganza de lado y olvidar todo.

—Yo no puedo olvidar —levantó la mirada hacia mí.

—Ese es el problema, que no quieres olvidar —cogió las llaves y se puso a jugar con ellas —. Ni pienses que te voy a ayudar en esto —sentenció.

—Eres mi mano derecha, Nate, no puedo hacer esto sin ti —musitó. No me miraba a la cara.

—Si vas a hacer esto lo harás solo, no pienso ayudarte en esta idiotez. Creo que las cosas se pueden arreglar de otra manera, no así, no secuestrando a una pobre chica inocente —solté una risa entre dientes.

—No la conoces, ella no tiene nada de inocente. Cuando la conozcas te vas a dar cuenta de que tengo razón y que es de todo menos una inocente. Es la maldad encarnada, es el mismo demonio.

Esa es la palabra para describir a Vanya Zaitseva; demonio. La definición perfecta del mal en la tierra. De algo estaba seguro y es que sería mi perdición tanto como iba a disfrutar hacerla sufrir.

—No la conozco y tampoco quiero conocerla, no me interesa nada de lo que haces o estás a punto de hacer —se levantó de la silla —. Si vas a hacer esto, no cuentes conmigo —cogió las llaves de su auto.

—¿En serio me estás diciendo esto? —alcé una ceja —. Eres mi hermano.

—Te importa poco lo que piense o te diga, te pasas mis consejos por donde no te da el sol, así que me da lo mismo lo que hagas o dejes de hacer. No te voy a ayudar con esto, no voy a secuestrar a nadie para que cumplas con tu estúpida venganza.

—Pensé que podía contar contigo —dije decepcionado. Y en verdad lo estaba. Me sentía decepcionado de él, de lo que me decía.

—Creíste mal, hermano —apretó las llaves entre su mano —. No pienso participar en algo tan horrible cómo lo que quieres hacer —me dio la espalda y salió de la casa, dejándome solo en medio del comedor.

De los dos, Nate siempre fue el más noble y el más maduro, a pesar de que era seis años mayor que él. Siempre demostró ser el más frío al momento de pensar y no se dejaba llevar por sus emociones cómo lo hacía yo muchas de las veces.

Sin duda alguna sería un buen líder si se lo proponía, pero no quería meterse en los negocios de Jared, aunque este lo obligó a hacerlo, él se negó y dejó eso de lado. Él sí pudo enfrentar a Jared y solo por eso lo admiraba mucho.

****

Llegué a la mansión de los Zaitsev que cada día la veía más vigilada y resguardada. No era raro que el Boss quisiera mantener protegida a su familia del mal que esperaba afuera y quería hacerles daño. Empezando por mí.

Dejé el auto en el estacionamiento subterráneo donde guardaban los otros autos y camionetas de la familia. Cerré la puerta y subí para encontrarme de frente con el tal Billy. Un tipo de unos veintitrés años, delgado, de cabello negro y con cara de culo. Parecía que siempre estaba enojado.

No dijo nada y pasó de largo para subir a uno de los autos. Caminé hacia la casa, pero me detuve en el momento que vi a las mascotas de Vanya jugar en el jardín. Se veían muy felices al estar en esa casa. Se notaba que los trataban bien y que los querían, que es lo más importante. Zora me vio y movió la cola. Corrió hacia mí y se detuvo justo enfrente.

—No me muevas así la cola —lo hizo a propósito y la movía más rápido —. No puedo llevarte a casa —le dije, eso no le importó —. Eres una manipuladora —me agaché. Pasé mis manos detrás de sus orejas.

Era una perra educada y obediente. Me gustaban los perros, sin embargo, Jared nunca nos dejó tener uno, decía que son sucios y ladran mucho. Siempre ha sido un ser despreciable.

—No te prometo nada, pero voy a pensar en la idea de que te vayas conmigo —me erguí y entré a la casa.

Cerré la puerta y el silencio me recibió con los brazos abiertos. No había ningún tipo de ruido, ni voces o gritos, cómo muchas de las veces llegué a escuchar en el poco tiempo que llevaba trabajando para esta familia. Avancé unos pasos y me detuve en seco cuando a lo lejos vi a Vanya caminar hacia el despacho de su padre. La seguí con pasos sigilosos. Entró al despacho dejando la puerta abierta. Sostenía una caja en las manos que dejó sobre el escritorio de caoba. Abrió la cajita y sacó una ampolleta que contenía un líquido rojo.

—¿Qué es eso? —le pregunté entrando al despacho.

—Es un suero —sostuvo la ampolleta con los dedos pulgar e índice. Me acerqué y quedé frente a ella. Esa mañana no iba vestida de negro cómo acostumbraba vestir. Llevaba una blusa blanca de tirantes, una chaqueta de mezclilla y unos jeans del mismo color. Debo admitir que me gustaba más cuando vestía de negro. Pienso que el color le va bien con lo oscura de su alma.

—¿Qué clase de suero? —la miré unos segundos a la cara. Cada día lucía más hermosa. ¿Eso se podía? Vanya es la perdición de cualquier hombre.

—Este suero nació en Alemania, en un horrible lugar donde entrenan soldados. Hay dos clases de suero; este sirve para proporcionar resistencia al soldado, le da más fuerza, agilidad y se va a escuchar raro, pero le brinda la capacidad para soportar el dolor. El otro suero fue creado para que el soldado obedezca órdenes sin decir nada. Tiene el poder de sedar el cerebro de una persona y de doblegar su fuerza de voluntad. Hay otro suero que han producido por ahí, pero no se sabe qué efectos tiene en la persona —me miró unos segundos.

—¿Y para qué lo quieres? ¿Lo vas a usar? —negó y guardó el suero en la misma caja de donde lo sacó.

—No, a mí ya me inyectaron ese suero —alcé una ceja —. Hay muchas cosas que no sabes de mí, krasavchik.

Debo confesar que me gustaba cuando hablaba en ruso. Su voz era más profunda y ese acento, ese maldito acento provocaba que los vellos del cuerpo se me pusieran de punta.

—Eres un enigma.

—Soy una chica misteriosa, tengo muchos secretos —musitó con voz seductora —. Eso me convierte en un imán para las personas.

Vanya es la mujer más segura de sí misma que he conocido en toda mi vida. Tenía el ego por las nubes, más arriba he de decir.

—¿Te sientes muy segura de ti? —di un paso para quedar frente a ella.

—Tócame y vas a perder la mano —sentenció. Di un paso atrás.

—A mí no me permites que me acerque, pero al flacucho ese lo dejes que te toque por todos lados —se cruzó de brazos.

—Lo que haga o deje de hacer es problema mío, no tuyo. No te metas en mi vida y no intentes coquetear conmigo —enterró el dedo índice en mi pecho —. Yo no voy a caer tan fácil, Seth —se apartó y giró sobre sus talones —. Vamos a desayunar porque tenemos que salir a trabajar.

Le iba a decir que no tenía hambre, pero cuando me di cuenta ya había salido del despacho.

Vanya

Salimos de la propiedad después de desayunar. Estuvimos solos en la mesa, ya que los demás salieron a hacer algunas cosas cómo buscar armas o distribuir algunas de estas. Ni siquiera Pete nos acompañaba. Era la primera vez que salía a solas con Seth y esperaba que todo fuera a salir bien, pero con la vida que tenía dudaba mucho que fuera a suceder y que las cosas salieron bien.

—¿Pete no nos va a acompañar? —preguntó Seth. Manejaba mientras yo revisaba que el arma que había cogido tuviera municiones.

—Salió con mi padre y Aleksei —mascullé esto último. Seth notó que las cosas no iban bien con él y es que tampoco era muy disimulada.

—Se nota que no te agrada tu primo —le puse el seguro a la pistola y la guardé en la guantera.

—No me gusta que hubiera regresado —confesé. Puse música y The Neighbourhood empezó a sonar en los altavoces.

—¿Puedo saber por qué? —me miró de reojo.

—No, no puedes saber. Mejor háblame de ti —se acomodó en el asiento mientras manejaba en dirección. Noté cómo sus dedos se asieron al volante con fuerza y sus nudillos se tornaron blancos.

—¿Qué quieres que te diga? —musitó. No lo veía muy convencido de hablarme de él, de decirme quien era y lo que hacía cuando no me estaba cuidando.

—¿Tienes hermanos? ¿Tus papás están vivos? ¿Tienes novia o esposa? Esas cosas. No sé nada de ti —alzó una ceja.

—Quieres saber todo de mí, en cambio, yo no sé nada de ti —encogí un hombro —. ¿No crees que es algo injusto? —me miró de soslayo.

—La vida no es justa.

—Tengo un hermano menor, solo tengo a mi padre y no tengo novia.

—¿Solo eso? —indagué.

—¿Qué más quieres que te diga?

—No sé, otras cosas que no sean tan básicas —detuvo la camioneta cuando el semáforo cambió de color —. ¿Te gustan los animales? A mí me gustan y mucho —miró a través del espejo retrovisor y me miró de nuevo —. Tengo una serpiente rey y su nombre es Diablo. La tengo desde hace algunos años, me quiero comprar una blanca, ¿sabes? Una negra y la otra blanca —arrancó cuando el semáforo cambió a rojo.

—¿A Diablo la compraste? —negué.

—Me la regalaron, un amigo —frunció el ceño.

—¿Un amigo?

—Un compañero de asesinatos —expliqué. Tras unos segundos lo entendió.

Seth se metió en una calle alterna a la avenida principal.

—¿Qué haces? —le pregunté. Estiró la mano y bajó el volumen de la música.

—Continúa —el GPS se ajustó a la dirección y mostró la nueva ruta para llegar al lugar donde nos íbamos a reunir con la persona que nos iba a entregar el dinero de cada semana. No era la primera vez que venía a cobrar a este lugar, pero sí la primera vez que venía sola sin Pete o Billy —. Hay tráfico —indicó en la pantalla del tablero.

—¿Qué estaba diciendo?

—Te regalaron una serpiente, tu compañero de asesinatos.

—¡Ah, sí!, un día llegó con ella y me la regaló. Se la robó al hombre que había matado minutos atrás —frunció el ceño.

—¿Mató a un hombre y le robó su serpiente? —me miró rápidamente.

—Él ya no la iba a poder cuidar —dije indignada —. Fue una buena persona y la sacó de ese sitio, nadie la iba a querer, así que me le regaló —cambié la canción porque esa casi no me gustaba —. Conmigo tiene lo que una serpiente rey necesita. Vive cómo un rey —Seth exhaló.

—Me imagino —acomodó el espejo retrovisor. Miré por encima del asiento, pero no noté nada raro y se me hacía extraño porque miraba a cada rato y se notaba nervioso.

—¿Pasa algo?

—Nos estaban siguiendo —confesó. Miré a través del espejo —. Dos motos negras, con un conductor, cada una —miré por la ventanilla —. Ya se fueron. Ahora entiendo por qué tu padre necesitaba un guardaespaldas para ti —puse los ojos en blanco.

—Se preocupa demasiado por mí —me acomodé de tal modo que quedé de lado mirándolo, mientras él conducía atento a la calle.

—Con lo poco que me has contado me imagino que tienes muchos enemigos y que estos no quieren tomar té contigo —me reí —. Pensé que no te reías —me puse seria en pocos segundos —. Eres más cómo amargada y fría.

—Y tú eres un imbécil —escupí. Su mano ascendió a mi barbilla y la cogió con el dedo pulgar y el índice.

—Pero te ves muy linda cuando sonríes —aparté su mano de un manotazo.

—No me toques —apartó la mano y sonrió.

—Rejega y fría. Linda —su mano se asió al volante.

—Cierra la boca —me acomodé en mi asiento cruzándome de brazos —. Te ves mejor cuando no hablas —sugerí.

—Y a mí me gusta mucho más cuando hablas hasta por los codos —lo fulminé con la mirada.

No dije nada y me odiaba por no poder decirle nada más. Me dejó muda con ese cometario al que no le tenía una respuesta coherente. Lo que sea que fuera a decir se iba a escuchar cómo una estupidez.

No tardamos en llegar al sitio donde nos íbamos a reunir con las personas que me darían el dinero de mi padre. En menos de quince minutos ya estábamos frente a la construcción. Era una iglesia abandonada.

—Qué lugar tan original para hacer tratos —dijo Seth bajando del auto, mirando su alrededor.

—La mayoría de las personas no se quieren arriesgar, son inteligentes —cerré la puerta —. No cómo Marlon, que no es muy listo que digamos. Su mamá no tomó ácido fólico durante el embarazo —lo que dije le hizo reír.

Guardé la pistola detrás de mi espalda mientras Seth me seguía dentro de la antigua construcción. Era una hermosa iglesia, con bonitas decoraciones, pero que había sido abandonada hace mucho tiempo. Servía cómo refugio para algunos vagabundos que venían a dormir por las noches, pero usaban las oficinas para dormir. Un sitio muy bonito que estaba siendo devorado por el tiempo.

Empujé la puerta con cuidado. Las viejas bisagras emitieron un rechinido que retumbó dentro de la iglesia.

—¿Sabías que así empiezan muchas películas de terror? —murmuró detrás de mí. Puse los ojos en blanco.

—¿Es en serio? —le pregunté.

—Solo digo —se encogió de hombros.

Entré y detrás lo hizo Seth. El lugar se encontraba descuidado, con bancas destrozadas fuera de su lugar. No había cuadros colgando en las paredes, pero sí algunos vitrales con imágenes religiosas.

—¿Eres creyente? —indagó. Venía dos pasos detrás de mí.

—No, ¿y tú? —saqué la pistola y la sostuve con ambas manos.

—No, pero en este momento puedo serlo —tragó saliva.

Frente al atrio se encontraban dos cirios encendidos que nos regalaban poca iluminación de aquel sitio tan oscuro. Escuché un ruido, cómo una pisada y me detuve de golpe. Fue tan repentino que Seth no alcanzó a detenerse y chocó su pecho contra mi espalda.

—Lo siento —dio un paso atrás —. ¿Se supone que ya tenían que estar aquí? —asentí.

—Siempre son puntuales —saqué el móvil y de nuevo escuchamos un ruido que provenía del lado derecho donde se encontraba una sección más pequeña de la iglesia, donde había más bancas y un atrio. Iluminé en esa dirección y me extrañó ver un líquido rojo en el suelo. Cómo si hubieran arrastrado un cuerpo.

—¿Eso es sangre? —puso una mano temblorosa en mi hombro.

—Creo que sí —tragué saliva.

—Pienso que es mala idea ir, pero sé que vas a terminar haciendo lo que no debes hacer —avancé un paso y luego otro más. No tenía miedo de que me fuera a salir un fantasma, no creo en esas cosas, además había que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos.

—Eres muy listo —murmuré. Pisé un pedazo de vidrio. Seth me seguía de cerca sin despegarse de mí. Al cruzar el umbral alcé la mano e iluminé el lugar de esquina a esquina, pero lo que en el atrio me dejó con las palabras atoradas en la garganta.

—Padre nuestro —murmuró Seth a mi lado. Su voz temblorosa. Dibujó la señal de la cruz y tragué grueso. Colgado en la cruz se encontraba el cuerpo del hombre que me iba a dar el dinero de cada semana y eso no era lo que me preocupaba, era el hecho de que la persona que hizo esto tuvo la sangre fría para abrirlo por la mitad y colgar su cuerpo en la cruz cómo si fuera Jesucristo. Lo que provocó un escalofrío en mi piel y caló mis huesos era saber que esa persona podía estar ahí porque ya sangre estaba fresca.

—Creo que tenemos compañía —murmuré muy bajito. En ese momento giré el móvil hacia la izquierda y vimos pasar una sombra que caminaba hacia las oficinas.

—Ni se te ocurra —dijo Seth. No le hice caso porque corrí en esa dirección —. ¿Si sabes que es una mala idea? —lo escuché venir detrás de mí —. ¡Así empiezan las películas de terror! —seguí la sombra hasta que esta dio la vuelta a la derecha. Iba a girar en esa dirección, sin embargo, alcancé a ver una luz que provenía del lado izquierdo y desistí de la idea de girar a la derecha —. ¿Vanya? —la voz de Seth se escuchaba lejos.

Sostenía la pistola con ambas manos mientras agarraba con fuerza el móvil. Cualquier cosa podía pasar estando en un lugar así, con personas que evidentemente no estaban bien de su cabeza.

De reojo vi pasar una sombra y giré rápidamente, fue en ese momento que un hombre apareció detrás de mí y me golpeó con una patada en el estómago que me llevó a chocar contra la pared. Emití un jadeo que venía desde lo más profundo de mi ser. Me dolió, pero no me descolocó a tal grado de dejarme tirada en el suelo, así que aproveché para dispararle en el pecho dos veces, aunque eso no fue suficiente porque avanzó hacia mí. Las manos me temblaban y mi corazón me empezó a latir con fuerza. Dos disparos más que provocaron que su sangre me salpicara el rostro. Pateó mi mano dejándonos a oscuras y sin mi arma. Anticipé su golpe y lo esquivé, golpeándose contra la pared. Me agarró del cabello y me arrojó al suelo de espaldas, levanté la espalda cuando lo vi acercarse. No podía ver su rostro porque lo tenía cubierto por una especie de máscara negra que ni siquiera me permitía ver sus ojos. En el momento que se me echó encima atrapé sus manos que iban a mi cuello y rodeé su cuello con mis piernas.

—¿Por qué no te mueres? —su respiración salía en jadeos —. ¿Qué especie de ser humano eres? —me agarró de las manos y me levantó del suelo cómo si fuera una hoja de papel. Estrelló mi espalda una, dos, tres veces contra el concreto, lo que provocó un fuerte dolor en mi columna.

Sentía los huesos rotos, pero de ser así no hubiera podido soportar tal dolor.

—¿¡Vanya!? —escuché a Seth. Seguido de eso alcancé a ver una luz al final del pasillo.

—¡Seth! —grité con todas mis fuerzas. Otro golpe en la espalda y la cabeza me dejó mareada. Abrí los ojos, confundida. El dolor crepitaba por mis huesos y se estancaba en cada una de las terminaciones de mi cuerpo. El agarre de mis piernas en su cuello se aflojó. La cabeza me empezó a doler. Soltó mis manos para tomar mi cuello al mismo tiempo y apretó con toda la fuerza que poseía.

—¡Vanya! —la voz de Seth se escuchaba más cerca, pero a la vez tan lejos, cómo si la que se estuviera alejando fuera yo y no él. El agarre de sus manos en mi cuello se profundizó a tal grado que sentía mi tráquea bloqueada y el oxígeno ya no llegaba a mis pulmones.

Antes de perder el conocimiento escuché dos disparos. Las manos que sostenían mi garganta me soltaron y el cuerpo de aquel sujeto cayó a mi lado.

—Te dije que era una mala idea —miré a mi izquierda. Seth se encontraba de pie con el arma entre sus manos. Miré hacia arriba y solté una larga exhalación. Necesitaba reponerme de lo que acababa de suceder y que apenas entendía.

—Cierra la boca —espeté. Cogí mi arma y me puse de pie. En ese momento otro hombre apareció detrás de Seth, esta vez fui más rápida y disparé justo al lado de su oreja. Creyó que le iba a disparar a él porque abrió los ojos de par en par —. De nada por salvarte la vida —el cuerpo cayó contra la pared.

—Gracias por casi dejarme sin oreja —me quedé de rodillas en el suelo mientras se tocaba la oreja con la punta de los dedos. Se acercó y me ayudó a ponerme de pie —. Supongo que no sabes quiénes son —negué con la cabeza. Me acerqué a aquel hombre y le quité la máscara negra reforzada que llevaba puesta. Me agaché para mirarlo y no pude reconocerlo de ningún lugar. Además, estaba un poco confundida por el golpe en la cabeza que no coordinaba bien.

Me llevé la mano detrás de la cabeza y sentí una protuberancia donde me golpeé contra el concreto.

—Creo que encontré al otro tipo con el que te ibas a reunir —lo miré —. No querrás ver cómo quedó —hizo una mueca de asco.

Levanté mi móvil del suelo, asegurándome de que estuviera bien y la pantalla no se haya estrellado. Al menos el móvil estaba bien, porque yo no. Busqué el número de Pete y le mandé un mensaje.

"Necesito que mandes limpiadores a esta dirección".

Le mandé el mensaje y después mi ubicación.

—¿Qué haces?

—Vámonos de aquí —guardé el móvil dentro de uno de los bolsillos de mi pantalón.

—¿Vas a dejar todo esto así? —preguntó. Lo ignoré y salí de la iglesia, él detrás de mí en todo momento —. Vanya —me agarró del brazo, pero me solté rápidamente.

—¿Qué? —me giré hacia él. Ya nos encontrábamos afuera de la iglesia.

—Ahí dentro dejamos mucho de nuestro ADN, si alguien entra y ve todo lo que dejamos ahí atrás nos van a meter a prisión —lo encaré.

—Nadie va a meter a prisión a nadie —se cruzó de brazos —. Ya le pedí ayuda a Pete y él se hará cargo de todo. Se va a deshacer de los cuerpos y van a limpiar la escena del crimen —giré sobre mis talones y le di la espalda —. Ahora vamos a comer que muero de hambre —caminé hacia la camioneta, subí y cerré la puerta. Seth tardó en llegar y subir. Se veía un poco sorprendido e incrédulo.

—Acabas de matar a un hombre y solo piensas en comer, ¿es en serio? —encendió la camioneta sin dejar de mirarme.

—Matar me da hambre y ganas de follar —abrió los ojos de par en par —. Pero ni creas que te voy a follar —me crucé de brazos. Seth se limitó a arrancar para salir de ese sitio. Menos mal que los alrededores se encontraban solitarios y que nadie fue testigo de lo que había sucedido.

—Eso dices ahora —dijo con tono burlesco.

—Ni ahora ni nunca. Solo en tus más sucios y pervertidos sueños —lo miré de reojo y sonrió de lado —. Deja de sonreír así, idiota —sonrió mucho más.

—Eres una malcriada a quien le dan todo a manos llenas —lo aniquilé con la mirada —. Yo te puedo enseñar buenos modales.

—Ya quisieras —bufé —. Lo mejor que puedes hacer es cerrar la boca y buscar un restaurante donde comer, porque no sé si te lo dije, pero muero de hambre —insistí.

—Claro —exhaló —. Lo que la niña bonita diga.

Me causaba un poco de ternura, ver cómo se esmeraba en querer llevarnos bien y por más que lo intentaba era yo quien lo apartaba, porque era más fácil para mí mantener a un hombre cómo él lejos de mí. La partida de Noah dejó un vacío dentro de mí, nadie pudo llenar ese vacío y tampoco quería que lo hicieran porque sentía que si dejaba entrar a alguien a mi vida lo poco que recordaba de Noah se esfumaría para siempre. Era difícil recordar su voz o el aroma de su piel. No quería olvidarlo. No quería perder lo poco que aún conservaba de él en mi memoria. 

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¡Hola! Espero les haya gustado este capítulo. No olviden dejar sus comentarios, por favor. 

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