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Capítulo 10. 🔗

"Ella es una niña con estrellas

en los ojos, letras que fluyen

por sus venas y un corazón

magullado, pero hermoso".

—Ron Israel.

Vanya

Había noches en las que no podía dormir, los recuerdos de lo sucedido en Alemania me dejaron marcada de por vida, sin embargo, era algo de lo que no me gustaba hablar con nadie. En ocasiones, Misha lograba hacerme hablar de lo ocurrido en ese horrible lugar, pero ahora, incluso a él, le ocultaba cosas de lo que viví dentro. Prefería guardar todo eso para mí y engullir entre el dolor y la rabia. Ahora que Misha no estaba, no sabía a quién le iba a platicar lo que me estaba sucediendo, no contaba con un confidente que guardara mis oscuros secretos.

Abrí los ojos y me incorporé en la cama, bostecé y estiré los brazos al techo, miré a Diablo. Se encontraba dormida y, por el momento, no la iba a despertar. Prefería que siguiera durmiendo. Entré al baño y me mojé la cara con agua fría para despertar. Me sequé el rostro con una tolla y salí del baño. Me puse unas pantuflas y me asomé por la ventana para ver hacia el jardín, pero no había nadie caminando por ahí, ni siquiera los hombres que custodiaban la casa, tal vez era su cambio de turno, por eso no había nadie en los alrededores.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras, cuando entré a la cocina me encontré con todos desayunando en la isla.

—Dobroye utro* —les di los buenos días.

—Dobroye utro, Vanya, pozhaluysta!*

*Buenos días.

*Buenos días, Vanya.

—¿Qué tal tu noche? —preguntó Aleksei. Tomé asiento al lado de Cami. No entendí su pregunta.

—Bien, ¿y la tuya? —cogí un plato y me serví dos pancakes de avena, le unté crema de avellanas y un poco de mermelada.

—¿Estás segura de que todo está bien? —levanté la mirada hacia él y alcé una ceja. Aleksei compartió una mirada cómplice con Billy. ¿Por qué se miraban así? ¿Qué estaban ocultando?

—Sí, estoy más que segura —respondí.

—Da la casualidad que anoche te escuché gritar al menos dos veces —corté un pedazo de pancake, me lo eché a la boca —. Dijiste algo que no logré entender y después de eso nada.

—No hablo dormida —mascullé.

—Nunca dije eso, tal vez tuviste una pesadilla. ¿No recuerdas nada? —negué. Por supuesto que lo recordaba. Era la misma pesadilla cada día desde que salí de ese lugar. Los fantasmas y demonios de La Fortaleza me perseguían y no me iban a dejar en paz hasta que yo misma les pusiera un alto, sin embargo, no quería hacerlo. Saber que sentía un poco de miedo me hacía sentir humana porque una vez dejé de serlo. Fue la época más oscura en toda mi vida y esperaba no tener que volver a ese ligar de nuevo.

—No recuerdo nada —finalicé y cambié de tema. La atmosfera se sintió fría y cargada de tensión. Todos se quedaron en silencio sin saber qué decir —. ¿Qué decidiste acerca del rubio? —le pregunté a papá, mirándolo.

—He decidido que él cuide de ti.

—Es lo mejor cariño —opinó mi madre —. Es el más apto para el trabajo. No queremos que lo que sucedió hace meses se repita.

—¿Qué pasó hace meses? —preguntó Aleksei.

—¿No crees que haces muchas preguntas? —mascullé.

—Vanya —mamá arrastró cada una de las letras de mi nombre.

Todavía no confiaba en Aleksei, su madre no quería estar aquí y para ser ella ya se había quedado mucho tiempo en Nueva York. Mamá estaba encantada con tener a su hermana y su sobrino en casa y papá no decía nada, siempre respetaba las decisiones de mi madre y no se metía en este tipo de cosas. Para él lo más importante era verla feliz y estar con su hermana la hacía muy feliz, así que no les iba a pedir que se fueran.

—Intentaron matarla dos veces —dijo Cami. Ella estuvo presente una de las dos veces —. Pensamos que fueron los Beckett. Después de lo sucedido, las cosas con ellos están tensas —musitó.

Y era cierto, los negocios no iban bien, pero por ahora no se metían con nosotros. Quizá era lo que se necesitaba que hubiera muertos para que todo fluyera bien. Un costo muy grande para toda la mierda que hacíamos.

—Al menos nos han dejado trabajar en paz —habló Billy.

—¿Pero a qué costo? —indagué sin mirarlo a la cara —. Misha está muerto —finalicé. La poca hambre que tenía se desvaneció en ese momento. Hablar de Misha todavía me ponía un poco sensible. Aún no superaba que ya no estuviera, que no lo iba a ver de nuevo —. No tengo hambre —aparté el plato con los dedos y me puse de pie. Mi padre no dijo nada, pero mamá sí, sin embargo, él la detuvo. Siempre apoyó mis decisiones y no me obligaba a hacer nada que yo no quisiera, al contrario de mamá, que muchas veces esperaba que hiciera cosas que ella quería, pero yo no.

—¡Vanya! —escuché la voz de Aleksei detrás de mí, sin embargo, no me detuve. Seguí mi camino hacia las escaleras —. Vanya —sus dedos se enredaron en mi brazo deteniendo mi andar.

—¿¡Qué!? —grité bajito.

—¿Qué pasa contigo? —mi expresión se marcó seria.

—¿Qué pasa conmigo? —alcé una ceja —. ¿Qué pasa contigo? ¿De cuándo acá te preocupas por mí? —me solté de su agarre.

—Siempre, siempre me he preocupado por ti —solté una carcajada burlesca.

—¿Y por qué te fuiste? —indagué —. Sabías perfectamente que si no te ibas me quedaría aquí. No tenía planeado viajar a Alemania, pero te fuiste y todo cambió.

—No fue mi decisión. La muerte de mi padre nos marcó a los dos, mamá ya no quería estar en este lugar y...

—Y tú decidiste irte, me dejaste —escupí —. Te dieron la opción de quedarte y preferiste dejarnos, por eso me fui también, no tenía caso quedarme en un lugar donde ya no me sentía a gusto.

—Fue tu decisión, no la mía.

Sí que tenía razón, pero joder cómo dolió que lo dijera en voz alta.

—Vanya —no sé si se arrepintió de lo que dijo, sin embargo, ya lo había dicho y era demasiado tarde.

—Jódete —giré sobre mis talones. Quiso agarrarme, pero me aparté con rabia.

—Perdón...

—¡Púdrete!

—¡No quise decir eso! —subía los peldaños con pasos fuertes.

—¡Pero lo dijiste! —lo encaré —. Y tienes razón, tú no me obligaste a ir a ese sitio, fui yo quien tomó la decisión de ir por estúpida. Porque esperaba mucho de ti y terminaste decepcionándome, pero no te preocupes, no es tu culpa, es la mía por esperar algo de ti —de nuevo le di la espalda.

—Vanya...

Sdokhni, ty, malen'kiy zasranets —me crucé de brazos y subí las escaleras ignorando sus palabras.

*Muérete, imbécil.

Tal vez Aleksei tenía razón y no tenía por qué culparlo a él cuando la decisión estuvo en mis manos y tomé, la creí, era la correcta. Pero en ese momento me sentía tan deprimida por su ausencia y pensé que lo mejor para mí era alejarme de esta ciudad, no quería estar aquí cuando él se había ido. Todo me recordaba a mi primo y no tenerlo cerca era tan doloroso. Ahora me daba igual que estuviera aquí, podía irse si quería, ya no me importaba si se quedaba, daba lo mismo su presencia en esta casa.

Entré a mi habitación y cerré la puerta. No quería ver a Aleksei, podía joderse y dejarme en paz. No lo necesitaba. No lo quería cerca de mí.

Esperé unos minutos antes de darme una ducha y relajar mis músculos. Cuando salí del baño me asomé por la ventana. En el jardín se encontraba Seth y a su lado estaba Zora, sentada mientras este miraba quien sabe dónde, ni siquiera le prestaba atención a mi niña.

—Idiota —mascullé. Justo en ese momento levantó la mirada hacia mí. La toalla resbaló de mis manos y por poco me ve las tetas, sin embargo, cogí con fuerza la tela. Una estúpida y socarrona sonrisa se dibujó en sus malditos labios. Giré sobre mis talones y avancé hacia el closet a buscar un poco de ropa para ese día. No haría nada en concreto y la idea de salir me daba pereza. Últimamente, asistir a los clubes me ponía de mal humor. Ya no me divertía salir cómo me solía gustar antes, cuando Misha seguía con vida.

Bajé las escaleras y salí por la puerta de la sala al patio. Ahí se encontraba Seth, no hacía nada y tenía las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta.

—Zora —mi niña se acercó moviéndome la cola.

—No le voy a pegar si es lo que piensas —fruncí el ceño levemente.

—Nunca dije que lo fueras a hacer y sé que eres un hombre muy inteligente, cómo para saber que no debes tocar a ni uno de ellos —alzó una ceja.

Ahora que lo veía de cerca sí se me hacía guapo. El cabello rubio, un poco largo, le cubría la frente. Una mandíbula bien marcada, varonil. Nariz larga y delgada. Y una barbilla partida a la mitad. No era feo. No era nada feo.

—¿Serías capaz de golpearme? —cuadró los hombros.

—Si lo veo necesario, sí, así que no me retes o te puede ir muy mal —sonrió de lado.

Esa maldita sonrisa.

—No les haré nada, ved'ma —fruncí el ceño.

—¿A caso me dijiste bruja?

—Creo que lo eres —le regalé una mirada aniquiladora.

—Y yo pienso que eres un idiota —mascullé.

—Te queda bien ese apodo —encogió un hombro. En serio quería golpearlo muy muy fuerte. Bufé y puse los ojos en blanco.

Lo guapo no le quitaba lo idiota.

—Al menos ella me agrada más que tú —con la barbilla señaló a Zora.

—Es una princesa —me agaché para quedar a la altura de Zola. Me movía la cola y se acercó para que le acaricie la cabeza. Miré a Seth de reojo y me miraba mientras acariciaba debajo de las orejas a Zora.

—Tú también lo eres —exhalé antes de ponerme de pie y darle un golpe. Billy junto a Aleksei salieron de la casa. Quien sabe qué se decían porque ambos se reían a carcajadas.

—¿Qué harás esta tarde? —me preguntó Billy. Me incorporé e ignoré a Aleksei que se encontraba al lado de Billy.

—Nada, ¿vas a salir? —asintió.

—Voy con Cami y Aleksei a beber algo —asentí.

—¿Nos acompañas? —indagó mi primo. Ni siquiera me tomé la molestia de mirarlo a la cara.

—No, gracias —al menos fui educada y no lo mandé al infierno.

—¿Estás segura? —insistió.

—Sí —me mantenía seria y enojada con él.

—Bien —musitó serio. Ambos se alejaron y entraron a la casa. Vi el momento en el que Billy palmeaba el hombro de Aleksei.

—¿Pasa algo? —giré la cabeza hacia Seth.

—No te importa —se rascó la barbilla.

—Se puede sentir la tensión entre tú y tu primo.

—Dije que no te importa y no te metas en mis asuntos. Solo eres mi guardaespaldas y nada más, nada de lo que pase con mi vida te importa.

—Aunque no te guste sí me importa lo que pase contigo, de ser diferente estoy seguro de que tu padre me va a cortar las manos si algo malo le pasa a su princesa —respondió en el mismo tono que estaba usando yo con él.

—Las manos no será lo único que te va a cortar, krasavchik —le sonreí. Antes de dar la vuelta vi cómo se rascaba la ceja —. Davay, Zora. Moya milaya devochka.*

*Vamos, Zora. Mi niña bonita.

Giré sobre mis talones y le di la espalda a Seth. Metí las manos a los bolsillos de mi chaqueta. Zora venía a mi lado moviendo las caderas de un lado al otro. Antes de entrar a la casa observé hacia afuera y ahí se encontraba él. Mantenía ese gesto imperturbable, tan serio que me producía escalofríos en la piel y aceleraba mi corazón.

—Solo espero que no seas un problema en mi vida.

Eli

Mi vida no es perfecta y nunca lo fue. Desde niña carecía de muchas cosas que una niña de mi edad necesitaba, cómo ropa o zapatos que no estuvieran rotos, comida decente y una cama propia donde dormir. Las únicas dos camas que había en nuestro pequeño departamento era la de mi hermano y la que compartía con mamá. No es que me quejara, pero sentía un poco de envidia de las niñas de mi colegio que tenían más que yo. Me daba pena llegar con mis zapatos rotos y la ropa vieja y desgastada.

Nos empezó a ir un poco mejor cuando mi hermano entró a trabajar con Jared, no era el trabajo más decente de todos, pero al menos ya no nos quedamos sin cenar, teníamos ropa decente y por fin tuve una cama para mí, para dormir sola cómo tanto lo había querido. Cuando él falleció mi mundo se vino abajo. Su muerte significó una gran pérdida para mi madre y para mí. Dolió tanto que estuvimos mal por mucho tiempo, no podíamos entender cómo es que, de un día para el otro, él ya no estaba, se había ido y no iba a regresar.

Gracias a que Seth intervino con su padre, fue cómo pudimos tener un poco de dinero cada semana, de no ser así de nuevo pasaríamos hambre y frío. Él no llevaba comida y llenaba la nevera para que pudiéramos comer y no volver a pasar lo mismo que años atrás. Tal vez para los demás no era una buena persona y hacía cosas malas, pero en el fondo no era tan malo, a mí me ayudó también a Cas cuando era niño. Lo quería por todo lo que hizo por mí y por mi madre. Ahora ella estaba lejos y prefería que lo estuviera. No la quería tener cerca con todo lo que estaba pasando en la ciudad. Prefería ir a visitarla a su nuevo hogar, aunque me doliera no verla seguido cómo antes, su seguridad estaba primero.

—Eli —me habló Jasper. Le miré y señaló hacia una de las mesas.

Jasper era mi jefe, un conocido de Seth quien le pidió que me diera trabajo en su club. No quería que continuara trabajando en ese bar de mala muerte donde me encontró aquella vez y se dio cuenta de que le mentí y bailaba en ese lugar poco seguro.

—Claro —le dije. Preparé mi bolígrafo y mi bloc para tomar la orden de los clientes que acababan de llegar. Avancé hacia la mesa. El club estaba a reventar esa noche, apenas cabía un alfiler. Me detuve frente a la mesa y los miré a ambos. Presté atención y me di cuenta de que a uno de ellos ya lo había visto por aquí un par de veces. Pero al rubio jamás lo había visto y era evidente que no era de aquí —. ¿Qué se les ofrece para tomar? —alisté el bolígrafo.

—Dos cervezas —dijo el de cabello negro. El rubio lo miró unos segundos y después se fijó en mí.

—¿Sería todo? —anoté y los miré.

—Por ahora sí —respondió el chico de cabello negro. Les sonreí y giré sobre mis talones. Llegué frente a la barra. Frankie no tardó en acercarse.

—Dos cervezas para la mesa, dos —informé.

—¿Los habías visto antes? —preguntó, refiriéndose a los dos chicos.

—Al de cabello negro, sí, el otro no lo había visto hasta ahora —respondí.

—Pues el rubio se te queda mirando mucho —hice el amago de girar la cabeza, pero Frankie chistó —. Disimuladamente —musitó. Giró para servir la cerveza en dos vasos. Miré sobre mi hombro hacia atrás, primero observé en otra dirección, pero después los miré a ellos. Tal y como lo dijo, Frankie, el rubio miraba en mi dirección, le decía algo a su amigo y este asintió con la cabeza —. Parece que le gustas a alguien —subía y bajaba las cejas.

—Sabes que no tengo ojos para nadie más —me entregó los vasos y cogí una de las bandejas con el logo del club para poner dentro los vasos. Le di la espalda y avancé de nuevo hacia ellos —. Les entrego sus cervezas —cogí el primer vaso y lo dejé frente al chico de cabello negro.

—Gracias —le sonreí. Cogí el otro vaso y lo dejé frente al chico de cabello rubio.

Spasibo —lo miré extrañada porque no entendí ni una palabra de lo que dijo —. Gracias —comentó antes de acercar el vaso a sus labios. En ese momento noté que uno de sus ojos tenía un lunar atravesado a la mitad, lo que se me hizo muy extraño, ya que nunca había conocido a una persona con un lunar en la retina. Pero debo decir que en él se veía bien.

—Si necesitan algo me llaman —ambos asintieron. Giré para caminar de regreso a la barra y sentí su mirada clavada en la nuca. Tragué grueso. Frankie hizo ese gesto de "te lo dije". Llegué frente a ella y solté una exhalación.

—Te lo voy a decir antes de que alguien más lo haga, aunque creo que ya te lo han dicho; manda a Seth al demonio. Solo te usa para follar. Eres su saco de boxeo —masculló —. Todos nos damos cuenta de eso, menos tú —entornó los ojos y me miró feo.

No era la primera vez que me lo decía y tampoco era la primera vez que me negaba a aceptar la verdad. Estaba tan "enamorada" de él que lo sentía un ataque cada vez que alguien arremetía en su contra. Estaba tan obsesionada con él que me hacía enojar que alguien dijera algo malo de él.

—No hablemos de ese tema, por favor —le pedí —. No va a terminar bien y lo sabes —Frankie rodó los ojos, después se pellizcó el puente de la nariz.

—Solo espero que esa obsesión hacia Seth no termine mal y no cometas una locura —iba a decirle algo, pero Jasper la llamó para que atendiera a una pareja que acababan de llegar —. No te voy a decir nada más, tú solita te vas a dar cuenta de las cosas —señaló.

Tal vez Frankie tenía razón y yo estaba obsesionada con Seth. No era amor lo que sentía por él, solo agradecimiento por todo lo que hizo por mí y continuaba haciendo.

Atendí otras mesas y recogí algunas botellas y platos vacíos que dejaron en las mesas. Recibí buenas propinas esa tarde/noche. Estaba contenta en ese lugar y lo prefería mil veces al bar de mala muerte en el que estuve trabajando un par de meses, pero esos me bastaron para saber y darme cuenta de que no me gustaba bailar para otros hombres, que me vieran casi desnuda y me tocaran sin mi consentimiento.

Los dos chicos me llamaron para pedir la cuenta. Habían estado tomando cerveza y comiendo de las botanas que se ofrecían en el club. Me acerqué a ellos y les sonreí cuando me detuve frente a la mesa. Llevaba la TPV en las manos.

—¿Nos puedes traer la cuenta? —asentí. El rubio me entregó una tarjeta Amex, la cogí y deslicé en la ranura de la TPV, se la entregué y metió el código de su tarjeta. Hice el cobro y él me entregó una buena propina.

—Gracias —le dije.

—Gracias a ti —comentó el rubio. Me sonrió.

Regresé a la barra y miré el billete. De una de las esquinas sobresalía un pedacito de papel. Estiré el billete y saqué el papel, dándome cuenta de que el rubio había escrito su número de teléfono.

—¿Te dije o no que le gustaste? —mis dedos se asieron al filo de la barra. Levanté la mirada hacia Frankie y me guiñó un ojo —. Es lindo y tiene bonita letra —nos reímos.

—¡Frankie!

—Eso ya es un avance, hay quienes no saben ni escribir —cogió el papel y observó el número.

—Creo que es ruso —me mordí la esquina del labio. De repente sentí las mejillas rojas.

—¿Por qué lo dices? —bajó la mano y dejó el papel sobre el billete.

—Su nombre es Aleksei.

—Entonces sí es ruso —asentí. Frankie observó la hora en una de las tantas pantallas que se encontraban dentro del club —. ¿Te llevo?

—Por favor.

—No tardo —cogí el dinero junto con el papel y miré en dirección a la mesa, pero ellos ya no estaban.

Sentía un revoloteo en el estómago. Hacía tanto que no me sentía así, ni siquiera con Seth que lo quería tanto. Él no era para nada detallista o tenía un lindo gesto conmigo. Más bien era frío y distante. En ese momento todo cobró sentido, las palabras de Frankie y las mismas palabras que Seth repetía cada día. Él no me quería, al menos no de la misma manera que yo lo quería a él, y lo más probable es que nunca lo haría.

Salí del club junto a Frankie. Me pasó a dejar a mi departamento y le agradecí que siempre se preocupe por mí. Era la única amiga que tenía y la quería mucho. Me despedí de ella y se fue en dirección a su departamento que no quedaba lejos. Subí y me encerré en mi departamento. Observaba el móvil esperando una llamada de Seth, al menos un mensaje de su parte, sin embargo, este nunca llegó. Aun así, el cariño que sentía por él se mantenía intacto y me odiaba por eso, porque a pesar de todo, yo lo quería, con todos sus demonios y fantasmas que lo perseguían, pero no podía decir lo mismo de él. Él no me quería. Nunca me iba a querer. 


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Muchas gracias por su apoyo. ❤

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