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Capítulo 1. 🔗

"No todas las mujeres están hechas de

flores bonitas y brillos de luna. Algunas

están hechas de brujería, vicio y fuego".

—David Sant.

Años después.

Vanya

Nos encontrábamos en Londres negociando con el mafioso más importante de todo Reino Unido. Un hombre elegante y caballeroso. Un metro noventa de musculatura y testosterona. Cabello oscuro peinado hacia atrás, ojos de un gris tan pálido y enigmáticos que te hipnotizaban. Movía sus manos de una manera que te rogaban verlo y prestarle atención a cada uno de sus gestos y movimientos. Mi padre a mi lado lo miraba atento y asentía a cada palabra que este le decía. Las palabras que usaba para expresarse y cómo se desenvolvía hablaba de lo mucho que sabía del tema, que llevaba años haciendo esto y que le gustaba cómo lo hacía.

Mason Turner se escondía bajo el apodo "El Dragón Rojo". ¿Por qué le decían así? Lo ignoraba y tampoco es que importara cuando no estábamos aquí por ese tema. Mi padre viajó a Londres para cerrar un trato con él, le vendería una droga que él llamaba "suero" era una especie de droga que controlaba al sujeto al que se le suministraba. Decía que lo usaban para calmar los miedos e inseguridades de las personas. Además de eso aumentaba algunas cualidades, las hacía más fuertes y al sujeto le aportaba agilidad, velocidad y resistencia. Parecía muy real para ser cierto.

—Vanya —mi padre palmeó mi mano y solo así parpadeé un poco confundida. En algún momento de la conversación me perdí en mis pensamientos. Ahora ambos me miraban atentos, esperando que dijera algo.

—Lo siento —me disculpé dejando la servilleta sobre la mesa —. Necesito tomar aire —Mason Turner se puso de pie y después de él lo hizo mi padre en un gesto de cortesía.

—Lo siento —se disculpó mi padre —. Esto es nuevo para ella.

—No te preocupes, lo entiendo —dijo con esa voz ronca, pero serena.

Me di paso entre las mesas y caminé en dirección al baño. Mason nos citó en un restaurante en lugar de hacerlo en un sitio apartado y solo cómo solían hacerlo los demás mafiosos. No había muchas persona a esa hora de la noche lo que se me hizo extraño, pero lo dejé pasar. Estaba claro que Mason Turner no era cómo los demás mafiosos con los que mi padre tenía tratos. Él era demasiado caballeroso y educado. No era un hombre viejo. Solo tenía treinta y dos años para ese entonces. Pero sabía mucho de la vida y esas cosas, lo que me hacía pensar que había vivido mucho para su edad.

Fui al baño y me metí en uno de los cubículos sin mirar quien se encontraba frente al espejo. Cerré la puerta y me senté en el váter bajando la tapa, no me quería manchar el hermoso vestido negro que compré especialmente para esta noche. Era importante para mi padre y, por ende, era importante para mí, aunque no supiera mucho del tema. Apenas estaba entrando a este mundo y desconocía algunas cosas, por eso papá me pidió venir con él a esta cena ya que me encontraba cerca de Londres, anhelaba que empezara a atender los negocios de la familia, que me familiarizara con el tema, así como lo hizo Misha años atrás.

Me quedé unos minutos sentada en la tapa del váter, escuché que alguien salió y a los pocos minutos otra persona entró cerrando la puerta. No tardé en salir y cuando al fin decidí abrir la puerta me llevé la desagradable sorpresa que afuera me esperaba una mujer a la que no había visto en mi vida. Era alta y de cabello negro recogido en un bonito moño a la altura de su nuca. Me golpeó junto con la puerta y caí al suelo pegándome en la cabeza contra el váter. El golpe me dejó confundida y adolorida, pero no evitó que me pusiera de pie de inmediato para arremeter contra ella.

—¿¡Quién te mandó!? —le pregunté mientras la sometía en el suelo. Me golpeó en el estómago dos veces sacándome todo el aire. El golpe fue tan fuerte que veía lucecitas en el aire. Me doblé llevando una mano a esa zona y ella aprovechó para golpearme de nuevo, pero esta vez con el puño en la mejilla. La piel me ardió y quemó cómo mil infiernos. Solté un bufido cargado de molestia. —. Chertov sukin syn —mascullé.

*Maldita, hija de puta.

La ira me cegó por completo y me transformé en una mujer llena de coraje y que solo quería venganza. La tomé del cabello, la arrastré por el suelo y la llevé al lavabo para estrellar su cara contra el mármol una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...

Ty svyazalsya ne s toy devushkoy.

*Te metiste con la chica equivocada.

—¡Suéltame! ¡Qué me sueltes, perra! —gritaba aterrada. Rasguñaba mis manos para que la soltara, pero sería una estúpida si lo hacía. Agarré con más fuerza su cabello y terminé por matarla estrellando su rostro contra el lavabo que se rompió por todos los golpes que sufrió. Cayó al suelo con el rostro ensangrentado. Me encontraba cansada y salpicada de su sangre en la ropa y los tacones. Menos mal el vestido era de color negro y casi no se notaba la sangre, pero en los tacones sí se notaba y mucho.

—Son unos Jimmy Choo —escupí. Su sangre se esparció por el suelo manchando la loseta blanca de rojo. Me miré al espejo y estaba despeinada, con gotas de sangre en el rostro y el pecho. Las manos arañadas por sus largas uñas —. Maldita sea —mascullé. Me peiné con los dedos para no verme tan desarreglada. Cogí toallas de papel y las mojé para quitarme los restos de sangre, los eché en el váter y tiré de la cadena —. No puede ser —me quejé al ver el caos que había en el baño. Sangre por todos lados y el cuerpo de aquella extraña en el sueño —. ¿Qué haré contigo? —me rasqué el brazo, nerviosa —. ¡Ah, carajo! —grité molesta. Esto no me podía estar pasando en este momento. Ni siquiera sabía que hice para que me quisieran matar. ¿A quién hice enojar para que llegara a tal grado? No comprendía si fue por algo que yo hice o solo por llevar el apellido Záitseva.

Arrastré el cuerpo hasta uno de los cubículos y la senté en el váter, me aseguré de que la puerta estuviera cerrada y que no se fuera a abrir y alguien descubriera el cuerpo. Con más toallas de papel limpie el suelo, pero entre cada loseta quedaban manchas de sangre.

Salí del baño y cerré la puerta. Caminé hacia la mesa donde se encontraba Mi padre con Mason. Sabrá de qué estaban hablando, pero se veían muy contentos y divertidos, pero al verme sus expresiones cambiaron. Y cómo no hacerlo si estaba despeinada, cansada y con las manos y brazos rasguñados.

—Hija —dijo mi padre al sentarme a su lado —. ¿Estás bien? —bebí del vino que aún quedaba en mi copa y me dirigí al inglés que me miraba sorprendido.

—¿Qué tienes que ver con la mujer que me atacó en el baño? —fui directa y sin rodeos. Mason alzó una ceja.

—No sé de qué estás hablando.

—En el baño se encuentra el cuerpo de una mujer que me atacó cuando iba saliendo —expliqué. La expresión de mi padre cambió de un segundo al otro.

—Te juro que no sé de qué hablas —continuó hablando serio. No había ni un ápice de duda en su voz o en su expresión.

—¿Te hizo algo? —preguntó papá. Negué aun con el dolor presente en mi vientre. Todavía me dolía el puñetazo que me dio.

—Estoy bien —le miré. No sé si me creyó o no, pero no preguntó más.

—Te aseguro que no tengo nada que ver con eso. ¿Por qué lo haría? —se veía indignado, casi cómo si le hubiera escupido en el rostro.

YA ne doveryayu yemu —le dije a mi padre.

*No confío en él.

Pochemu ty somnevayesh'sya vo mne? U menya net prichin tebya ubivat'.

*¿Por qué dudas de mí? No tengo motivos para matarte.

Su acento ruso era casi perfecto, le entendía tan bien que me quedé con la boca abierta y tuve que parpadear atónita. Miré a mi padre y él me miró de regreso.

—Todo lo que nos has dicho esta noche se escucha demasiado perfecto para ser cierto —comenté.

—¿Dudas de mi palabra? —alzó una ceja —. Eso me ofende mucho —con elegancia cogió su copa y la acercó a los labios.

—¿Por qué quieres asociarte con nosotros? —indagué, curiosa —. Tienes de tu lado a muchos más mafiosos. Además —puntualicé —. Por lo que sabemos nuestro enemigo te ofrece más dinero por tu suero —levanté la mirada hacia él —. ¿Por qué nosotros?

—No me interesa venderle a Beckett, sé perfectamente lo que hará con ese suero, y créeme —se deslizó cerca —. Eso no les conviene a ustedes —nos miró a ambos. Giré la cabeza y observé a papá.

—Tú eres el jefe, yo solo vine a asegurarme que todo salga bien —lo pensó unos minutos. Mason aprovechó para sacar su móvil y mandar un mensaje. Sus dedos se movieron ágiles sobre el teclado —. ¿Qué haces? —le pregunté alzando una ceja.

—Limpiar el desastre que dejaste en mi restaurante —musitó sin dejar de mirar la pantalla.

—¿Así que este restaurante es tuyo? —asintió —. Y yo que estaba tan preocupada porque alguien descubra el cadáver —al saber lo que ya sabía me serví un poco de vino para refrescar la garganta. Me había quitado un peso de encima. Un gran peso de encima.

—¿Qué has decidido, Víctor? —Mason dejó el móvil a un lado y se centró en mi padre y después en mí —. Piénsalo bien, no quiero venderle a Beckett. De ti depende que no lo haga.

Papá se encontraba en una encrucijada, por un lado, tenía a ese tal Becket pisándole los talones y lo jodía cada vez que podía. No le permitía vender su mercancía cómo él quería porque tenía que pasar por su territorio. Los rusos nunca fuimos bien recibidos en Nueva York. Nunca lo seríamos. Y por el otro lado tenía la opción de comprar ese suero para sus hombres y de no hacerlo se lo venderían a Beckett, que quien sabe qué haría con él. No sería para nada bueno.

—¿Eso es una amenaza, Turner? —indagó mi padre con un deje de molestia en la voz. Apoyó los codos en la mesa y las mangas de su saco bajaron unos centímetros dejando ver los tatuajes que adornaban su piel.

—No, tómalo más cómo una advertencia —sonrió ladino. Tenía una chispa de perversión y maldad en la mirada. Apreté los puños y solté una exhalación.

Iba a decir algo, pero las palabras murieron en mi boca cuando de reojo vi a una persona que yo conocía demasiado bien. Pasé tanto años viéndolo pelear y darme golpizas que me dejaban en el suelo que era casi imposible no acordarme de él.

—¿Murray? —musité. Mason miró en dirección a Murray quien se dirigía al baño.

—¿Lo conoces? —indagó, sorprendido.

—Lo conozco muy bien —un deje de melancolía surcó mi voz. Miré a Mason y me miraba con pena, cómo si supiera lo que estaba sintiendo en ese momento. No sabía nada de él ni de su pasado, pero estaba segura que al igual que yo y todos los que estuvimos en ese horrible lugar, él también sufrió y mucho. Lo veía en su mirada, esta no mentía, nunca lo hacía —. ¿Trabaja para ti? —indagué. De otra manera no me explicaba qué hacía aquí.

—Sí, trabaja para mí.

—¿Hace cuánto que lo conoces?

—No te voy a decir eso, Vanya —respondió sereno —. Estamos aquí para tratar otros asuntos —se centró en mi padre que ya había tomado una decisión.

—Acepto —dijo serio —. Acepto que me vendas tu suero, pero te advierto algo, ni se te ocurra venderle nada a Beckett o te puede ir muy mal —una sonrisa ladina se dibujó y estiró en los labios del inglés. Deslizó la mano sobre la mesa para cerrar el trato con mi padre.

—En dos días máximo tendrás la mercancía en la dirección que me digas —estrecharon las manos y así el trato que nos trajo a Londres.

—Esta misma noche te hago la transacción.

—No te preocupes, Víctor, puedo esperar hasta que tengas la mercancía en tus manos.

—Confías mucho en mí, ¿no crees? —papá alzó una ceja.

—No creo que me traiciones, Víctor, eres un hombre muy inteligente cómo para darle la espalda al Dragón Rojo —musitó. Era un hombre muy seguro de sí y de lo que hacía. Necesitaba a alguien así en mi vida. Bajé la mirada a su mano y me fijé en el anillo de compromiso que adornaba su dedo anular.

—¿Estás comprometido? —solté una exhalación bajita. Mason terminó de confirmar lo que temía.

—Sí, estoy comprometido con una hermosa y maravillosa mujer —las palabras que dijo y cómo las dijo me comprobó que el hombre se encontraba perdidamente enamorado y que, a pesar de que muchas de las mujeres que se encontraban aquí lo mirábamos con deseo, él no le haría caso a ninguna de ellas porque su corazón ya le pertenecía a alguien más.

—Oh —logré decir al fin. Tenía esa mirada de enamorado perdido. Algo que yo no conocía y que con la vida que tenía podría ser que jamás llegara a sentir.

A los pocos minutos las personas en el restaurante fueron desalojadas para limpiar el desastre que dejé en el baño.

—Cuando sepas quien fue el responsable me avisas —le dijo mi padre a Mason para después beber un poco de vino.

—Por supuesto que sí, Víctor —nos pusimos de pie para salir de ese lugar. Mi padre me ayudó a ponerme el abrigo y esperamos que el ballet parking nos trajera el auto de papá. La última vez que lo vi estaba recostado en la silla bebiendo de su vaso con esa sonrisa victoriosa dibujada en los labios.

—Vamos a regresar a casa, hija —rodeó mis hombros con un brazo y me atrajo a su cuerpo —. ¿Estás feliz? —me forcé a mirar hacia el frente.

—La verdad no —reímos —. Pero ya es hora, ¿no?

—Sí princesa, ya es hora de volver a casa —apoyé la mejilla en su pecho y él dejó un tierno beso en mi cabeza.

Si hubiera sabido las desgracias que mi viaje a Nueva York iba a traer nunca hubiera dejado Londres, me hubiese quedado en ese lugar toda mi vida. Pero el destino es un cruel amigo que te tiende la mano, te abraza y reconforta, sin embargo, cuando le das la espalda te apuñala justo en el corazón.


♡♡

¡Hola!

Solo puedo decir, Mason Turner. 

¿Qué les pareció este primer capítulo? 

Espero que les haya gustado.

Como pueden ver es muy diferente a la anterior versión y es que tengo muchas ideas en mente para esta trilogía. Espero que me apoyen en este proyecto como lo han hecho anteriormente. Les agradezco de antemano. 

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